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EXPANSIÓN METROPOLITANA Y TRANSFORMACIÓN DEL
ESPACIO RURAL EN EL CENTRO DE MÉXICO1.
Héctor Avila Sánchez2
Resumen.
Una de las principales manifestaciones de la globalización de la economía es la readecuación de los
procesos productivos, con expresiones territoriales específicas; de la misma manera, la transformación de
las economías afecta notablemente una serie de patrones culturales y sociales de quienes viven en esos
territorios, sobre todo en los países pobres. En América Latina, los efectos de los ajustes estructurales se
manifiestan drásticamente en los ámbitos urbanos, pero sobre todo a los espacios rurales, donde los
actores que ocupan dichos territorios, han tenido que adoptar diferentes mecanismos de sobrevivencia y
estrategias de adaptación. El proceso globalizador desarrolla también nuevas y diferentes
manifestaciones territoriales en las zonas periféricas, aquellas donde entran en contacto la ciudad con el
campo.
El objetivo del presente trabajo es analizar la manera en que la periurbanización reajusta sus
manifestaciones espaciales en el proceso de la globalización económica. Interesa sobre todo, analizar
dichas transformaciones en el ámbito de los antiguos espacios rurales a los que ha afectado el avance de
la urbe. También se pretende analizar la manera específica en que ocurren los procesos de mutación
territorial en los espacios rurales, que derivan en nuevas formas y fenómenos, tanto espaciales como
culturales. El trabajo hace énfasis en los procesos bajo los cuales se han desarrollado las prácticas
agrícolas en el contexto de la periurbanización, es decir, la conformación de la agricultura periurbana. Se
estudia el fenómeno y sus manifestaciones en torno a las redes urbanas que se han establecido en el
espacio jerárquico de la ciudad de México. En ese ámbito, se enfatiza en el patrón territorial desarrollado
en el subsistema urbano que conforman las ciudades de Cuernavaca y Cuautla, en el estado mexicano de
Morelos, localizado en el centro del país, al sur de la Ciudad de México.
Expansión metropolitana, periurbanización.
Una manifestación reciente de la expansión de las metrópolis, lo constituye el
desarrollo de las zonas periurbanas. En el contexto de la economía global, la
periurbanización es un proceso inevitable. Si bien los ritmos de crecimiento de las
ciudades se han modificado durante las últimas décadas, éstas siguen expandiéndose;
las capitales de los países latinoamericanos continúan ejerciendo una influencia
importante y establecen las pautas en el uso y apropiación de los espacios urbanorurales en contacto. Ahí, los espacios que hasta hace poco mantenían una importante
vocación agrícola, actualmente se adaptan a las funciones y requerimientos de las
ciudades. Asimismo, la periurbanización desarrolla e impone nuevas formas de
centralidad; integra a las zonas rurales próximas a las ciudades dentro del armazón y
la jerarquía de las redes urbanas.
1
Ponencia presentada en el VI Seminario Internacional de la Red Iberoamericana de
Investigadores en Globalización y Territorio; Rosario, Argentina, Mayo de 2001.
2
Investigador del Programa de Estudios Regionales, CRIM-UNAM. Apdo. Postal 4-106; C.P.
62431. Cuernavaca, Mor., México. E-mail: [email protected]
1
Sin embargo, en el marco del cambio de paradigma de la producción post-fordista, el
patrón territorial internacional de los últimos dos decenios, se ha configurado lo que se
conoce como el nuevo « modelo territorial flexible », que se deriva a su vez de la
fragmentación territorial de los procesos productivos que afectan a los sistemas
urbanos y los subespacios en su ámbito (urbanos y rurales). En este contexto ocurren
nuevas tendencias regionales en el crecimiento urbano y metropolitano; se establecen
nuevas centralidades y se efectúa la relocalización de las actividades manufactureras
en ciudades medias y pequeñas ; se intensifican los vínculos internos, dando lugar a
redes y subsistemas urbanos y rurales (desconcentración productiva e
industrialización local o rural). El nuevo modelo territorial ha derivado en estructuras
megalopolitanas en una red urbano-rural compleja, incorporando ciudades pequeñas y
áreas urbano-rurales con funciones precisas para el conjunto del sistema urbano, en
diferentes niveles espaciales. (Aguilar, 1999: 147-151).
El proceso es patente en la Región Central de México, donde la industria se dispersa y
abandona las áreas metropolitanas tradicionales, al tiempo que se relocaliza la
población y se fortalece la terciarización de la ciudad interior. La población y las
actividades no agrícolas se dirigen hacia un mayor número de ciudades pequeñas
(siguiendo las principales vías radiales de comunicación), en detrimento de las áreas
más pobladas (Delgado, J. ; C. Anzaldo y A. Larralde 1999 : 181-183).
En la nueva centralidad que ocasiona la globalización en el territorio local, el espacio
rural se supedita aún más a las ciudades, pero sigue existiendo bajo nuevas formas y
estrategias diversas de operación, adaptándose a las nuevas circunstancias, ya sea
en términos de la producción, como en los aspectos sociales y culturales; en los
territorios periurbanos surgen formas híbridas que contienen tanto elementos del
medio rural como del urbano. Estos territorios periurbanos presentan nuevas
características físico-espaciales, así como novedosas actitudes y formas de
comportamiento social de los actores sociales que ahí habitan. De la misma manera,
las características de estos nuevos territorios periurbanos, dan lugar a nuevas formas
de operación política, nuevas reivindicaciones y demandas, etc. Se transforma el
sistema de actividades en las zonas rurales; se recibe la influencia de ciertas
actividades y de transformaciones sociales ligadas a la periurbanización. Algunas
están derivadas de su ambiente natural y las practicas espaciales que le están
asociadas. Otros cambios proviene del reacomodo que se produce en la estructura
productiva agropecuaria.
El avance de la ciudad sobre los espacios agrícolas y/o rurales.
En principio, se considera a la periurbanización o rurbanización como un fenómeno de
consumo de tierras agrícolas. En cuanto a su ubicación espacial, se le ha definido
como una zona intermedia entre la ciudad “acabada” y los territorios rurales. Se le ha
considerado también como una forma de crecimiento urbano anárquico y
desordenado, amenazante para la producción agrícola. El espacio rural, en cuanto a
sus funciones, sus hombres y sus paisajes, es efectivamente un territorio vulnerable.
Está directamente amenazado cuando se afecta por la regresión general de la vida
agrícola y por la desafección de los hombres por los trabajos de la tierra. Es una
amenaza que pesa sobre todo el espacio rural, pero que se acrecienta a las puertas
de las ciudades y es activada por las reivindicaciones espaciales de otras poblaciones.
2
Está también amenazado cuando es un espacio abierto a la economía global, animado
por los cambios y por la red de relaciones dentro del sistema económico y urbano
nacional, elementos que viven al ritmo que les marca las ciudades (Prost: 1991: 98).
De manera general, se plantea que la periurbanización es esencialmente un fenómeno
conflictual que conduce a una mutación territorial. Entran en juego nuevos elementos,
venidos del exterior y extraños a la realidad rural. Aún a pesar del peso aplastante de
la urbanización, es muy difícil que el mundo rural tenga una regresión total y
desaparezca completamente; debe transcurrir un largo período para que la mutación
social y espacial sea completa, dando lugar a un nuevo territorio, apropiado por
nuevos actores, con una nueva coherencia, construido por pedazos o trozos de
espacio reinventado.
La acción de la periurbanización incide tanto en las zonas agrícolas sin gran valor,
como también en aquellas donde se han realizado inversiones públicas recientes (por
ejemplo, las zonas irrigadas). Se manifiestan cambios importantes en la utilización de
las superficies. Por ejemplo, en la Sabana de Bogotá, la fértil planicie de pasturas bajo
irrigación, donde se criaba ganado, se ha cedido el lugar al cultivo de flores (Collin,
1992: 109). Lo mismo sucede en el estado mexicano de Morelos, al sur de la Ciudad
de México, donde el cultivo de flores y plantas de ornato se incrementaron en los
últimos quince años, en detrimento de cultivos alimenticios como maíz y frijol.
En resumen, la periurbanización es una lucha por un espacio codiciado por los
ocupantes de los dos territorios.
La recomposición del territorio mexicano en la globalización.
Después de la urbanización acelerada de los años setenta, la década de los ochenta
fue fundamental en la conformación del sistema urbano en México; factores como la
aguda crisis económica, el proceso de apertura económica y los cambios
estructurales que le acompañaron para su operatividad, modificaron las tendencias de
la distribución de la población en el territorio. Así, desde mediados de esa década, el
país experimentó una gradual incorporación al proceso de globalización de la
economía, cuya máxima expresión lo constituye hasta el momento, la puesta en
marcha del Tratado de Libre Comercio en 1994. (Aguilar, A.; L. Castro y E. Juárez,
1999: 243-244); posteriormente, se reafirmó la tendencia mediante la incorporación
del país en la OCDE, así como el establecimiento de tratados comerciales con la
Unión Europea, Chile e Israel, que producirán diversos efectos, favorables o
desfavorables, en la estructura territorial y productiva del país. Son en principio, el
reflejo de las tendencias económicas de la globalización de los mercados y las
transformaciones de la geografía económica mexicana.
Bajo este modelo, es notorio el tipo y destino de la inversión extranjera, así como sus
preferencias de localización; la región central de México continúa siendo atractiva,
aunque hay una fuerte tendencia de la industria maquiladora por ubicarse en centros
urbanos de la frontera norte de México, así como a lo largo de otros corredores
3
productivos al interior del país, precisamente los que cuentan con una integración
mayor con el territorio norteamericano (Estados Unidos y Canadá). Ahí se aprovechan
las ventajas competitivas por su cercanía e interacción con los mercados
norteamericanos, así como también por la disponibilidad de infraestructura y
equipamiento urbanos, y por los recursos humanos capacitados y abundantes
(Sánchez, 2001).
El patrón de asentamientos humanos, ha estado condicionado en los últimos años por
la dinámica urbana. En la actualidad seis de cada diez mexicanos habita en ciudades,
tres en zonas rurales y uno en localidades periurbanas. El fenómeno de la
periurbanización se multiplica en las distintas capitales nacionales mexicanas, es
decir, se extiende a lo largo del territorio, por lo que los habitantes del medio rural se
ven cada vez más influidos por la dinámica urbana. Una de las manifestaciones más
evidentes de este proceso lo constituye la creciente movilidad de la población, ya que
la migración continúa siendo un importante componente en el proceso de la
urbanización. El crecimiento y la distribución territorial de la población de México,
indican que se consolidará el perfil urbano del país, en el marco de una tendencia
nacional hacia la culminación de la transición demográfica por la disminución en la
tasa de crecimiento de la población, resultante sobre todo del descenso en la
fecundidad. (Ibid).
De esta manera, la incorporación del país en el contexto globalizador, ha derivado en
importantes repercusiones en cuanto al desarrollo urbano y regional del país; entre
otros fenómenos, ha dado lugar a nuevas formas de movilidad territorial de la
población como la migración urbana-urbana; la tendencia de la metropolización se ha
fortalecido en los procesos de urbanización; se redistribuye la población
intermetropolitana y se configura un patrón de asentamientos más disperso; se
acrecienta el deterioro ecológico derivado de la expansión de las ciudades; sigue su
curso la expansión urbana sobre las áreas rurales periféricas (desarrollo de la
rurbanización o periurbanización).
El patrón del desarrollo urbano y el sistema de ciudades en México.
En el sistema urbano nacional destaca el proceso megapolitano que desarrollan las
áreas metropolitanas de México, Toluca, Cuernavaca, Puebla, Pachuca y Querétaro,
centro neurálgico de la actividad económica, social y política del país. En ese denso
tejido de redes urbanas destaca la presencia de la Zona Metropolitana de la Ciudad de
México (ZMCM), cuya importancia en el sistema de ciudades radica en que, en 1995,
50.8% del total de las interrelaciones tuvieran como origen o destino a dicha ciudad,
mientras que su población representó 18.5 por ciento y su participación en las
actividades de base urbana fue de 37.2% de los totales nacionales. El área de
influencia de la ZMCM abarcaba a la totalidad del país, incluyendo a ciudades muy
lejanas geográficamente como Tijuana, Tapachula y Cancún. En el siguiente nivel
jerárquico están las zonas metropolitanas de Monterrey, Guadalajara y Puebla; las tres
concentraron 9.3% de la población total y 16.2% del producto nacional. Monterrey
domina funcionalmente el noreste, en tanto que el área de influencia de Guadalajara
comprende la porción centro-occidente del país. Por su parte Puebla, estrechamente
vinculada con la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, tiene su área de
4
influencia en su propia entidad y otras vecinas como Tlaxcala y a la porción central del
estado de Veracruz (CONAPO, 2000) (mapa 1).
Desde la década de los ochenta se perfila una recomposición territorial caracterizada
por la emergencia de un estrato de ciudades medias y pequeñas alrededor de las
metrópolis principales de México, Guadalajara y Monterrey, como resultado de la
redefinición de la división internacional del trabajo y el consecuente ajuste del anterior
modelo económico; tal proceso pudiera modificar los ámbitos de la ruralidad
(polarización social y productiva de los productores agrícolas), al tiempo que incidiría
en la reestructuración socioespacial y acentuaría una estructura concentrada del
territorio. En la Región Centro de México, alrededor del núcleo metropolitano central la
aglomeración del Valle de México, se encuentra en formación el dilatado espacio
periurbano de la rurbanización mexicana, denominado corona regional de la Ciudad
de México, por ser ésta su principal lugar central. En él confluyen la mayor parte de las
ciudades de la región (localidades mayores de 15 mil habitantes). Dicho esquema
territorial incluye el desarrollo de distritos de industrialización rural (Delgado et al,
2001) (mapa 2).
En lo que se refiere a su configuración espacial, el proceso de la periurbanización
parece ir en la misma dirección en cuanto a las formas en que se manifiesta en los
países desarrollados, aunque con causas diferentes y con matices estructurales y
territoriales propios. En los países industrializados, el proceso periurbano se ha
configurado principalmente a partir del traslado de la población y de las actividades
productivas hacia la periferia; en México el proceso debe contemplarse, a la luz de la
evolución de una estructura territorial ampliamente condicionada por la evolución del
modo de producción capitalista, que ha enmarcado el desarrollo de la sociedad
mexicana. Situaciones como la existencia de la segunda residencia, o bien la
movilidad cotidiana de la población periurbana, que en gran medida alimentan el
proceso en los países industrializados, si bien están en aumento, tienen aún muy poca
relevancia para explicar el fenómeno en sociedades como las de Latinoamérica y en
especial la mexicana. Más bien habría que destacar ampliamente lo que se refiere a
los cambios en el uso del suelo que ocurren en las ciudades, como consecuencia de
las ocupaciones legales e ilegales de tierras en la periferia de las ciudades, fenómeno
que alimenta en gran medida la expansión urbana (Avila, 2001: 25).
La expansión de las zonas periurbanas en la ciudad de México.
Desde la década de los años cuarenta, la ciudad de México ha tenido un crecimiento
continuo, solo interrumpido en la década de los ochenta, de estancamiento económico.
Por una parte, las políticas de industrialización por sustitución de importaciones , el
centralismo económico y político fue fundamental para el crecimiento de la periferia de
las ciudades. Ello se debía a que la industria buscaba nuevas localizaciones por varias
razones, entre las que se pueden citar las ventajas fiscales, la disponibilidad de mano
de obra abundante y la posibilidad de que los empleados-migrantes encontraran
viviendas de bajo costo. Asimismo, el desarrollo del transporte estuvo ligado a ésta
tendencia, pues se trazaron las rutas principales de traslados, que incidieron en las
grandes infraestructuras del transporte, que definieron las tendencias del crecimiento
urbano (Hiernaux y Tomas, 1991). Enormes extensiones rurales fueron incorporadas
5
en la jerarquía y la dinámica de las grandes ciudades. Un ejemplo lo constituye el
oriente de la ciudad de México, donde se constituyó una de las conurbaciones más
grandes del país, la que está conformada por el corredor urbano asentado en el vaso
del ex-lago de Texcoco. Nuevos centros urbanos se consolidaron (Cd. Nezahualcóyotl)
y otros de menor jerarquía experimentaron transformaciones territoriales que
manifestaban una transición entre lo rural y lo urbano, sin definición clara hacia un
ámbito o hacia el otro.
El crecimiento experimentado por la ciudad de México, se ha llevado a cabo
principalmente en tierras con vocación agrícola, 60% de las cuáles se encontraban
entonces bajo el régimen de propiedad colectiva, en ejidos y/o comunidades agrarias.
En la década de los cincuenta, importantes extensiones de tierras ejidales y
comunales se incorporaron a la zona urbana, generalmente bajo la forma de
expropiaciones; terrenos que originalmente estaban destinados a usos agrícolas,
pasaban a ser susceptibles de urbanización, si bien los cambios eran operados por
autoridades agrarias. Hacia finales de los setenta, el precarismo urbano sobre terrenos
comunales y ejidales comenzó a tomar proporciones elevadas. La creciente presión
migratoria provocaba la venta ilegal de tierras de propiedad social. Así, el precarismo y
la marginalidad, son dos fenómenos que han acompañado a la expansión urbana
durante la segunda mitad del siglo XX (Seyde, 2000: 72-73).
En la periferia de la ciudad de México existen aún espacios de agricultura periurbana
que abastecen de productos agrícolas a urbe y su ámbito inmediato. Aún contienen al
avance urbano, aunque cada vez resisten menos. En la agricultura periurbana del
oriente de la ciudad (valle de Texcoco), existe aún una importante ganadería de
producción en ranchos lecheros, combinada con la agricultura. Es “........ un área
circundante a la ciudad ...... un sistema ecológico y simbiótico que depende de la
ciudad y a su vez, la agricultura proporciona el equilibrio entre el campo y la ciudad ”.
(Escalona, 1992: 176). Sin embargo, la barrera que opone la agricultura periurbana de
esa zona, cede cada vez más al avance urbano, desarrollándose nuevas
construcciones sobre terrenos con una neta vocación agrícola, donde las prácticas
agropecuarias se vuelven progresivamente incosteables. Prueba de ello es que, el
desarrollo urbano y el crecimiento poblacional de los últimos quince años en la región,
ha visto multiplicar los conjuntos habitacionales y comerciales sobre áreas agrícolas.
Otros espacios rurales aledaños a la ciudad de México han sufrido el embate de la
urbanización y se han transformado. Ejemplos: el valle de Chalco y el sur del Distrito
Federal (Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta). Si bien, esos espacios aún conservan una
caracterización rural, el empuje de la urbanización transforma paulatinamente la
imagen y las funciones de esos territorios, que pueden ubicarse tanto en lo urbano
como en lo rural. Actualmente, las parcelas agrícolas se abandonan, aunado a que la
contaminación del agua del Lago de Xochimilco ha reducido la capacidad productiva
de los cultivos tradicionales, bajo el sistema de chinampas. El riego de éstas con
aguas negras, ha provocado un proceso de contaminación biológica y la salinización
de los suelos. Xochimilco, de ser un pueblo alejado de la ciudad en 1930 y que
contaba con 73 hectáreas ocupadas por suelo urbano, ha aumentado hasta casi 2500
en 1990, incorporándose totalmente a la mancha urbana de la ciudad de México.
Debido a que grandes cantidades de las tierras comunales y ejidales fueron
fraccionadas y vendidas de manera irregular, hacia 1990 más de 35% de la superficie
de los ejidos y las chinampas tenían una situación irregular (Alfaro y Meza, 1992: 186193).
6
Nuevos planes y programas se proyectan hoy en día en la región central del país,
históricamente el asiento de las distintas concentraciones. Uno de los mejores
ejemplos lo constituye la construcción de la nueva terminal aérea de la ciudad de
México; la actual no se apega a estas necesidades del libre comercio; saturado,
tecnológicamente obsoleto, rodeado de asentamientos humanos, con precios de
operación cada vez más incosteables, etc.; por ello la necesidad de construir uno
nuevo. Si bien aún no se toma la decisión sobre el sitio exacto, cualquiera de las dos
opciones disponibles modificará sensiblemente el entorno territorial periurbano de la
ciudad y del centro de México. En la primera de las alternativas, el futuro aeropuerto
se asentaría muy cerca del actual, sobre un amplio espacio que, si bien no es
propiamente agrícola, forma parte de un amplio espacio rural periurbano situado al
oriente de la ciudad de México y que, ha existido gracias a los requerimientos de esa
gran masa de consumidores. Debido a la cercanía del gran mercado urbano, floreció
una importante industria lechera y principalmente, una intensa actividad agrícola cuyo
esplendor se remonta a épocas anteriores a la conquista española. El nuevo
aeropuerto internacional transformará notablemente la estructura territorial y ambiental
de la zona metropolitana y especialmente de la parte oriente de la Cuenca de México.
En esa parte, subsiste aún una cantidad considerable de productores agrícolas, así
como una actividad de pequeñas industrias (en la confección de ropa), que son uno de
los sustentos principales en la economía local. La actividad aeroportuaria puede
afectar notablemente a esas actividades, pues demandará principalmente bienes y
servicios; su expansión requerirá en mayor medida de espacios e implicará cambios
en el uso del suelo.
Así, nuevas formas y procesos específicos se desarrollan progresivamente, conforme
crecen las ciudades. El uso y apropiación de las zonas periurbanas en las ciudades
medias y grandes del país, abre una veta de estudio desde la óptica rural. Cómo se
modelan los nuevos territorios, cómo inciden éstos cambios en la producción o bien las
funciones que se pueden desarrollar; los roles que en lo futuro tendrán los espacios
rurales en un contexto donde lo urbano posee la jerarquía.
Procesos conexos como la concentración económica, la crisis del sector agrícola, la
migración de la población, el encarecimiento y nulo acceso al suelo urbano, la
precariedad, la pobreza entre otros, pueden explicar la existencia y desarrollo del
fenómeno periurbano en una buena cantidad de ciudades de México.
Si bien ya se han elaborado algunos trabajos que apuntan en ésta dirección, sigue
siendo un tema pendiente el estudio de las implicaciones territoriales que ocurren en el
sector agrícola urbano y periurbano, en el contexto de la globalización económica,
sobre todo a raíz de las modificaciones a la legislación agraria en 1992 y la
promulgación de la nueva Ley Agraria; en éste mismo contexto globalizador deben
analizarse los efectos de la apertura comercial sobre los espacios agrícolas
periurbanos, así como las consecuencias que ocurrirían en dicho ámbito, a partir de la
puesta en marcha de los distintos acuerdos y tratados económicos que ha suscrito
México con diferentes bloques regionales en el mundo.
7
Jerarquía espacial y centralidades secundarias.La periurbanización en
Morelos.
En el amplio espectro de los espacios que rodean a la Zona Metropolitana de la
Ciudad de México, se encuentran Cuernavaca y Cuautla, dos metrópolis ubicadas en
el Estado de Morelos, aproximadamente a 80 kilómetros al sur de la gran capital
nacional. Ambas ciudades forman parte de la jerarquía territorial de éste gran centro
urbano. Si bien en términos físico-geográficos, éstas ciudades forman parte de una
región natural distinta, donde predominan los ambientes tropicales y cálidos, ámbas
tienen un rol definido en cuanto a las funciones y flujos que desarrollan en el contexto
y/o tejido de los centros urbanos que existen en la Región Centro de México. En el
contexto actual del patrón territorial que muestra esa gran región, ámbas metrópolis
han desarrollado patrones de centralidad secundaria, con rasgos marcados de
polarización territorial y productiva al interior del subsistema urbano, así como
manifestaciones diversas de la mutación territorial, específicamente, el desarrollo de
zonas periurbanas.
Morelos tiene una larga tradición en la existencia de un fuerte sector rural. Desde
tiempos prehispánicos y del dominio colonial, las tierras morelenses aportaron grandes
cantidades de materias primas y alimentos a la metrópoli nacional. Por otra parte, Morelos ha
sido la cuna de la Revolución Mexicana; en su territorio ocurrieron importantes hechos en la
historia del agrarismo mexicano. Sin embargo, eso ha cambiado. Hoy en día, el espacio
morelense presenta una fisonomía territorial que es producto principalmente del
vínculo de dependencia al que le ha sometido la Ciudad de México, con nuevas
formas, nuevas expresiones. Hasta mediados del siglo XX, la entidad conservó el
carácter primario en su actividad productiva; sin embargo, otros sectores van
adquiriendo preponderancia, que se manifiesta en un nuevo arreglo territorial. Tienen
lugar fuertes cambios en el uso del suelo, donde las áreas dedicadas a la producción
agropecuaria y forestal, ceden su lugar ante el inexorable avance de la urbanización;
se convierte ésta en el fenómeno que establece los lineamientos en la organización de
los espacios y las actividades sociales en el Morelos de hoy. Además, el crecimiento
de las ciudades y la industrialización han ocasionado el deterioro de la naturaleza,
especialmente el de los cuerpos de agua y los bosques.
Así, el Morelos actual tiene dos facetas territoriales bien definidas. Por una parte, el
creciente ámbito urbano (principalmente el corredor Cuautla-Cuernavaca), donde se
concentra los sectores económicos que generan la mayor parte del ingreso estatal.
Por la otra, los espacios rurales, donde se desarrolla una agricultura en paulatina
transformación, como una práctica que subsiste, y que sostiene a los que no migran.
Hay que señalar, asimismo, que entre estas dos áreas, en la periferia de las ciudades,
ocurren importantes fenómenos, que trascienden en la organización de la economía y
de su espacio de operación. Se trata de las áreas periurbanas, donde ocurren cambios
en el uso del suelo, provocados por la extensión de la mancha urbana, y que afectan
notablemente el proceso de producción agrícola. Subsiste sin embargo, la practica de
las actividades agrícolas en un espectro que va desde la producción de altos
rendimientos y un uso intenso de tecnología (los menos), hasta la producción con fines
de autoconsumo y más identificado con la cultura y las tradiciones de los grupos
campesinos locales, en una practica de tiempo parcial que se niega a desaparecer.
8
El sistema urbano mencionado es fundamental en la economía local, con nexos y roles
bien definidos en el ámbito nacional, además que tiene un lugar definido en el contexto
de la economía global. Prueba de ello lo constituye la política de industrialización
desarrollada a partir de los ochenta, que ha tenido efectos directos sobre las zonas
periurbanas, hacia las cuáles se están dirigiendo las nuevas inversiones. En resumen,
en las principales ciudades del estado de Morelos se manifiestan fenómenos propios
de la expansión metropolitana, con incidencia directa en su periferia, por lo que se
requiere de incorporar en el marco del análisis territorial, lo referente a la llamada
nueva ruralidad.
La urbanización y la transformación de la agricultura en Morelos.
Se señala con insistencia a la urbanización, como el fenómeno que ha transformado
notablemente la estructura económica de Morelos durante los últimos 35 años
(Morales, 1994). Sería importante matizar sobre las causas de esta crisis, pues si bien
ha tenido un peso importante, han ocurrido una serie de acontecimientos de índole
nacional y local que, ligados al anterior, han jugado un papel decisivo en la situación
aludida (cambios en el patrón de cultivos, cierre de los ingenios, crisis financiera,
inestabilidad de los precios, rezago tecnológico, contaminación de aguas y suelos,
etc). La urbanización avanza a pasos agigantados. Tan sólo en 10 años, Cuernavaca
incrementó su superficie en 1152 hectáreas, absorbiendo áreas que se dedicaban
tradicionalmente a cultivos de temporal y de riego (Trápaga y Torres, 1994: 203).
Dicho proceso se ha acentuado con la modificación a la legislación agraria, mediante
la cual ejidatarios y campesinos han abandonado la actividad, vendiendo la tierra a
fraccionadoras e inmobiliarias; en la parte sur de Cuernavaca quedaban, en 1992, un
promedio de 17% de ejidatarios trabajando sus tierras (Ibid.: 204 y cálculo propio). La
zona metropolitana más importante de la entidad, que incluye a la ciudad de
Cuernavaca y otros cuatro municipios, contaba en 1996 con 645 804 habitantes, el
44.8% del total estatal (INEGI, 1997: 109). Por su parte, Cuautla ha conformado su
área metropolitana en tiempos más recientes. Para 1990 ya había incorporado a su
ámbito parte de los municipios aledaños, fuertemente interrelacionados entre sí por el
comercio y los servicios. Cuautla contaba en 1990 con una población de 208 000
habitantes y para el año de 1995 ya tenía 255 000. (Rodríguez, 1993: 258-259; INEGI,
1997: 108-109) (mapa 3).
En cuanto a la agricultura, han ocurrido cambios importantes en la estructura del
patrón de cultivos. Tan sólo en las áreas aledañas a la zona conurbada de
Cuernavaca, entre 1985 y 1992, ha ocurrido un drástico descenso en la extensión de
la superficie cultivada, aunque mejoraron los rendimientos por unidad de superficie3.
La superficie dedicada al cultivo de caña de azúcar, disminuyó 42%; la siembra de
granos y cultivos forrajeros descendió 40.4%; las hortalizas 14% y los frutales, 6.6% .
En contraposición, las flores y plantas de ornato incrementaron la superficie
cosechada casi en un 80% (Trápaga y Torres (coords), 1994: 194).
3
Se ha señalado que el incremento en los rendimientos, es posiblemente consecuencia de una depuración
de productores en los ejidos, debido a la disminución de los subsidios a la producción y a la paulatina
inaccesibilidad a los créditos. Ello dió lugar a que, quienes pudieron sobrevivir, tuvieron un mayor acceso
a los paquetes tecnológicos (Morales, 1994).
9
Por otro lado, ocurren importantes transformaciones derivadas del avance de la
mancha urbana y los cambios en el uso del suelo. En la Zona Metropolitana de
Cuernavaca, es perceptible el abandono gradual de la práctica agrícola, debido a la
incosteabilidad y declinación de los cultivos tradicionales, así como también por el
efecto cada vez mayor de la contaminación urbano-industrial sobre los recursos
naturales (Ibid.:191). En esta región, que rodea al área urbana, se cultivan hortalizas,
flores y granos. Se trata de los denominados cultivos periurbanos. El desarrollo y
expansión de la mancha urbana en Cuernavaca y Cuautla no ha estado exenta de
disputas legales, sobre todo en los litigios por las tierras ejidales periféricas. Las
uniones de ejidatarios y comuneros de las zonas periurbanas, han denunciado el
despojo de parte de sus terrenos, en beneficio de inmobiliarias y concesionarios de
balnearios y otros servicios turísticos. Las dos principales ciudades de la entidad
continúan creciendo e incorporan a su ámbito los terrenos agrícolas. La reforma al
artículo 27 constitucional, que legaliza la venta de terrenos ejidales, favorecerá aún
más el proceso. En este sentido, es muy importante estudiar las manifestaciones
territoriales que se deriven a partir de esta medida.
Otro aspecto muy relacionado al desarrollo de las zonas periurbanas en Morelos, tiene
que ver con la contaminación ambiental. Se manifiesta fundamentalmente Cuernavaca
y Cuautla aunque, cabe señalar, las áreas rurales agrícolas y forestales del resto del
estado muestran un fuerte grado de deterioro. La influencia del fenómeno urbano ha
afectado desde el punto de vista ambiental al valle de Cuernavaca (descargas de la
industrias a los ríos, residuos sólidos, basura, etc.), así como también a las tierras y
aguas de alto rendimiento agrícola; al grado que, entre 1988 y 1992, 32% de la
superficie de alto rendimiento se ha dejado de sembrar (hortalizas y caña de azúcar), o
bien ha sido absorbida por la mancha urbana (Ibid. : 193). En el área metropolitana de
Cuernavaca existen diferentes tipos de contaminación: la de tipo industrial, generada
por las numerosas plantas de la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (CIVAC),
localizada en la parte oriental de la Zona Metropolitana de Cuernavaca. Por otra parte,
las descargas originadas por los asentamientos humanos del área urbana que van a
dar principalmente a las barrancas; el tercer tipo lo constituyen los insumos agrícolas
de origen químico-industrial. Aunque en éste estudio no se contempla su análisis, los
problemas derivados de la generación de basura adquiere gran importancia, sobre
todo por su incidencia en las corrientes hídricas (filtraciones hacia acuíferos, corrientes
y lagunas), en la calidad del aire y visualmente, en las áreas rurales. Se han
identificado áreas con impacto ambiental diverso, siendo la más afectada la parte
oriente y suroriente del área urbana.
Se señala que la contaminación del agua ha tenido un doble impacto negativo en la
producción agrícola de la Zona Metropolitana de Cuernavaca: pues ha restringido la
variedad del patrón de cultivos y la productividad. En este sentido, se han visto
afectados enormente el jitomate y el tomate de cáscara; ante la mala calidad del agua,
los productores han incrementado la recurrencia en cuanto al uso de los agroquímicos,
con un fuerte costo ambiental; también se ha observado como un efecto importante, el
acortamiento del ciclo de vida de los cultivos; por ejemplo, los rosales que se
aprovechaban durante quince años, ahora sólo es posible por ocho; en el tomate
generalmente se hacían doce cortes y paulatinamente se han reducido a cuatro;
también han experimentado algunos efectos otro tipo de hortalizas como el pepino y la
calabaza (Ibid.:198-200). En Morelos, en 1992, se utilizaban aproximadamente 56 000
hectáreas para la producción agrícola bajo régimen de riego. Sin embargo, un 75% de
ese total registraba algún grado de contaminación, como producto de los altos
10
contenidos fecales que traen consigo las aguas que son descargadas directamente a
los ríos y las barrancas (Berlanga, 1993, citado en Morales, Op. Cit. : 156). Ello implicó
algunas resticciones para la producción de hortalizas, pues según algunos resultados
que se obtuvieron sobre la calidad del agua en el estado, se determinó que sólo 10
000 hectáreas disponían de agua limpia, siendo crítica la situación en las zonas
periféricas de las áreas metropolitanas de Cuernavaca y Cuautla (Ibid.: 157).
Asimismo, se conoce que la calidad de las aguas utilizadas para la agricultura, tiene
importantes efectos en la estructura química del suelo, debido a la progresiva
acumulación de sales y otros elementos; esto a su vez, deriva en un uso cada vez
mayor de fertilizantes químicos, a fin de obtener los máximos rendimientos posibles;
así sucede en aproximadamente 3 000 hectáreas de los municipios de Jiutepec y
Emiliano Zapata (Oswald, 1993 :312). Sin embargo, este proceso afecta a la larga, la
fertilidad de los suelos.
De esta manera, desde fines de los sesenta, el estado de Morelos muestra una
fisonomía que se inclina hacia lo urbano. Sus funciones así lo denotan. La mayoría de
la población vive en las zonas urbanas de la entidad. Los habitantes de los municipios
conurbados de las dos ciudades van transformando paulatinamente sus actividades
hacia otras de carácter industrial y de servicios. Asimismo, ocurre un proceso de
expulsión de fuerza de trabajo jóven, del medio rural al urbano. Al tiempo, han
proliferado los asentamientos irregulares en la periferia de ambas zonas
metropolitanas, donde tiene lugar una fuerte presión sobre la tierra y los servicios
urbanos.
Conclusiones. ¿ Cuál es el futuro de los espacios periurbanos ?
En México, hay una agenda pendiente en cuanto a este tipo de estudios. El proceso
de transformación en los espacios urbano-rurales ofrece un amplio ámbito de
investigación, bajo distintas vertientes. Desde la caracterización específica de lo
periurbano, partiendo de la producción del espacio, hasta las diferentes modalidades
del crecimiento urbano sobre las áreas rurales a partir de la expansión de las
metrópolis, fenómeno de gran vigencia en el contexto de la globalización.
Un hecho central hay que considerar en la perspectiva de las recomposición territorial
derivada de la globalización económica; la existencia de territorios vinculados
estrechamente con los circuitos de la economía internacional y otros que no lo están,
más ligados a los espacios nacionales. En ambos casos se refuerzan las
polarizaciones territoriales, con manifestaciones específicas, una de las cuales son los
territorios periurbanos.
En los países en desarrollo, la periurbanización persistirá como expresión
característica del modelo de desarrollo económico. Indudablemente dichos territorios
continuarán en expansión, aunque sufrirán proceso notables de transformación; es
decir, adoptarán formas híbridas en las que se manifiesten, en un espacio único,
proceso y funciones propias tanto de lo urbano como de lo rural; a la larga, las
actividades agrícolas y ganaderas perderán importancia y serán más importantes los
sectores no agrícolas (servicios, industria de maquilas, etc.) en el conjunto de la
economía periurbana. Sin embargo, las prácticas agropecuarias podrían subsistir
11
como actividades de tiempo parcial. En primera instancia, sería lo que ocurriría con
fenómenos de gran envergadura, como sería la operación del nuevo aeropuerto de la
ciudad de México.
Estas son algunas de las tareas pendientes de estudiar en un espacio de
investigación propio, de estudios urbano-rurales, en un ámbito abocado al estudio de
los procesos rurales. Es necesario ahondar en lo referente a los nuevos roles de los
actores sociales que en un pasado formaban parte del ámbito rural. Ello a partir de un
proceso ineludible: la transformación del espacio rural por el avance de la
urbanización. Diversas preguntas o pistas se abren a la investigación, por ejemplo:
- Las modalidades y formas que adoptará la agricultura periurbana (producción, patrón
de cultivos, organizaciones de productores, etc.); la orientación de la estructura
productiva en la economía periurbana; el rol de las actividades agropecuarias en
términos de la depreciación de las actividades primarias (agricultura, ganadería,
silvicultura, acuacultura, etc.). Su práctica a nivel familiar, como estrategia de empleo
temporal; su participación en los mercados urbanos y en la conformación de los
sistemas agroalimentarios de los espacios periurbanos y en la generación del empleo
local.
- Desde el punto de vista de la construcción identitaria de los habitantes del
periurbano, hay que analizar los nuevos roles y las estrategias que adoptan los actores
locales en las zonas de transición urbano-rural; las redes sociales-territoriales que ahí
existen; las nuevas identidades que construyen los habitantes del periurbano. El
imaginario social, el sentido de la pertenencia territorial y lo simbólico-territorial en
cuanto al patrimonio cultural. La subsistencia del sector agrícola periurbano como un
proceso cultural.
- Otra vertiente de estudio contemplaría el uso de los territorios periurbanos en
términos de la incidencia sobre el ambiente; por ejemplo la ruptura de los paisajes y
las modalidades en el uso de los recursos naturales. En cuanto a la cuestión ambiental
en los espacios urbano-rurales, destaca por su urgencia, el estudio de la intensa
degradación de los cuerpos de agua, los suelos y el tratamiento de los desechos
sólidos.
- Las formas de operación del capital inmobiliario en torno a los terrenos de vocación
agrícola; las mecanismos de funcionamiento y la regulación del mercado de tierras, en
un contexto legal en el que las reformas a las leyes agrarias facilitan la venta de los
terrenos de propiedad social.
En resúmen, las diferentes manifestaciones expresadas en el espacio periurbano,
constituyen una importante veta de estudios, acerca de una fenómeno que persistirá
bajo nuevas formas y modalidades en el contexto de la economía global.
12
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Trápaga, Yolanda y Felipe Torres (coords.) (1994) El mercado internacional de la
agricultura orgánica. México: UNAM-IIEc-FE.
14
MAPA
1
SISTEMA URBANO NACIONAL Y GRANDES REGIONES DE MEXICO
2 NORTE CENTRO
RANGO JERARQUICO
1
2
3 NORESTE
3
4
1 NOROESTE
5
5 CENTRO
7 SURESTE
4 CENTRO OCCIDENTE
6 SUR
FUENTE: SEDESOL, CAM-SAM, IIEc-UNAM
en Sánchez (2001)
15
MAPA 2
REGIÓN CENTRO: SUBSISTEMA DE CIUDADES, 1995
HUEJUTLADEREYES
QUERETARO
TEQUISQUIAPAN
IXMIQUILPAN
SAN JUAN DERIO
XICOTEPEC DE JUAREZ
ACTOPAN
TEZONTEPEC
TULANCINGO
PACHUCA
ZACATLAN
TEPEJI
LOCALIDADES DEL SUBSISTEMA
CIUDADES CENTRALES
APAN
CALPULALPAN
CD. DE MEXICO
Rango 1
Rango 2
Rango 3
APIZACO
TOLUCA
VALLEDE BRAVO
TLAXCALA
VINCULOS ENTRE LUGARES CENTRALES
HUAMANTLA
AMECAMECA
PUEBLA
TEJUPILCO
TENANCINGO
CUERNAVACA
CUAUTLA
Rango 4
TEZIUTLAN
TIZAYUCA
COYOTEPEC
ATLIXCO
CIUDAD SERDAN
TECAMACHALCO
PUENTEDE IXTLA
TEHUACAN
AJALPAN
MUNICIPIOS METROPOLITANOS
NORTE
Fuente: Corona R., (1998)
16
MAPA
3
17