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ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ D. E.
SECRETARIA DE EDUCACIÓN
COLEGIO EL PORVENIR
Institución Educativa Distrital
NIT 830052690-6 DANE 2111020024
LECTURA D: DE LA SEGURIDAD NACIONAL A LA SEGURIDAD
CIUDADANA
Nuevos enemigos luego de la Guerra Fría
Con el quiebre del sistema socialista en la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín, finalizó la Guerra Fría
(1989). De esa manera, desapareció el “enemigo externo”. Mientras tanto, los cambios mundiales seguían su
curso: globalización económica y financiera, deterioro ambiental, migraciones, revolución de las
comunicaciones, altas tasas demográficas, caída de fronteras, entre otros. En este escenario, apareció un nuevo
grupo de amenazas: se disparó la pobreza, la marginalización, la injusticia, el desempleo, la violación de los
derechos humanos, el terrorismo, el tráfico (de armas, órganos, mujeres, niños y drogas), el aumento del
secuestro, la corrupción, la pornografía, entre otras. Así, las amenazas a la seguridad en la posguerra fría son
complejos problemas sociales de orden transnacional y no amenazas interestatales.
Los
problemas
transnacionales
como
el
narcoterrorismo, requieren de la cooperación
internacional que, con frecuencia, termina
vinculada en asuntos de seguridad interna de los
países beneficiarios. Los países del Tercer Mundo,
pasaron a tener una soberanía aún más limitada,
que "legitima", debido a la intervención extranjera
y de organismos multilaterales en los asuntos de los
"países débiles y conflictivos”. Un ejemplo son las
intervenciones de organismos multilaterales con
fines humanitarios, auspiciados por la ONU o la
OTAN con base en un supuesto derecho de
injerencia. Este derecho da lugar a que los
gobiernos con problemas internos, soliciten la
mediación armada de la ONU en contra de ciertos
sectores de la población.
El caso del narcotráfico como amenaza a la
seguridad, es bastante particular en los países de
la región andina (Colombia, Ecuador y Perú), pero
especialmente en Colombia. En la década de los
años ochenta, Estados Unidos incluyó el
narcotráfico como amenaza para la región y lo Aspecto del atentado al club El Mogal, en Bogotá en el año 2003.
convirtió en un factor clave para la seguridad en el
hemisferio.
Después del 11 de septiembre
Los ataques terroristas perpetrados contra el World Trade Center y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001,
provocaron cambios profundos en la agenda internacional. Este hecho, en lugar de fortalecer los lazos
cooperativos internacionales y producir nuevas alianzas para la formación de un frente común contra el
terrorismo, fomentó la desconfianza entre los países del norte hacia los del sur, y propició la disminución de
las libertades y los derechos civiles de los ciudadanos del Tercer Mundo. Una de las manifestaciones de esta
Lectura adaptada de Sociales Identidades 11. Editorial Norma. Bogotá 2004.
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desconfianza es la exigencia de visa para el
ingreso a Estados Unidos a casi todos los
ciudadanos del mundo, salvo a los de la Unión
Europea, Canadá, Australia y Japón.
Con la reacción a los ataques del 11 de
septiembre, Estados Unidos se enfrenta a un
enemigo que no es visible, no hay un ejército que
derrotar. El enemigo está en todas partes y en
ninguna, de tal forma que un triunfo militar
posiblemente no haría desaparecer la amenaza.
De cualquier forma, el aumento de los controles
migratorios; la compra de información sobre los
ciudadanos de países como Argentina, Colombia y
México por parte de organismos de seguridad de
Estados Unidos; la fumigación, la erradicación, la
interdicción aérea; las devoluciones de migrantes;
las extradiciones y la expulsión de ilegales, son
parte de la nueva política de Estados Unidos hacia
Ataque a las Torres Gemelas, en Nueva York, con aviones el resto del mundo. Todo esto implica lo que se
comercia-les, por parte de terroristas suicidas, el 11 de ha llamado la guerra preventiva y el
septiembre de 2001.
reforzamiento de la lucha contra el terrorismo.
¿Qué es la seguridad ciudadana?
Conjunto habitacional con vigilancia priva-da. Esta es una de las medidas adoptadas en muchos barrios para hacer frente al pro¬blema
delincuencia!.
El concepto de ciudadanía, en su acepción
moderna, atiende tres dimensiones presentadas en
1965 por Thomas H. Marshall: una dimensión civil,
relacionada con las libertades individuales; una
dimensión política, relacionada con el sufragio
universal y la participación; y una dimensión social,
relacionada con el derecho al trabajo, a la
educación, la vivienda, la salud. Es claro, entonces,
que la ciudadanía se reconoce en un Estado
democrático
e
implica,
por
tanto,
la
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responsabilidad que los gobiernos tienen de
procurar las condiciones sociales básicas para el
ejercicio efectivo de los derechos de los
ciudadanos. A su vez, exige la responsabilidad de los
individuos de actuar como agentes activos y no
meramente como una masa pasiva que exige la
seguridad de una instancia superior.
Teniendo en cuenta las dimensiones del significado
de ciudadanía, la seguridad ciudadana es la
responsabilidad que tiene el Estado de suplir las
necesidades de los ciudadanos en todos los ámbitos
de su vida individual y colectiva: seguridad
económica, alimentaria, personal, comunitaria,
política, en el trabajo, en la salud, en el transporte
público y en la educación, entre otras. Entendida en
este amplio sentido, la seguridad ciudadana se
puede asimilar a la seguridad humana, que, a su
vez, es una forma de alcanzar el desarrollo humano
y equivale a un ejercicio pleno de los derechos
humanos, es decir, de los derechos civiles, políticos,
económicos,
culturales,
sociales
y
medioambientales.
Sin embargo, muchas veces, este concepto integral
de seguridad ha sido reducido a un marco muy
restringido y, en la práctica, la seguridad ciudadana
está dirigida principalmente a eliminar la
delincuencia marginal y la violencia que ésta
genera, es decir, se busca la obtención de seguridad
física, dejando a un lado los demás derechos
fundamentales. De esta forma, el concepto de
seguridad ciudadana ha girado primordialmente
alrededor de lo delincuencial.
Hacia la seguridad ciudadana
Durante la Guerra Fría, en el contexto mundial, y
durante las dictaduras militares, en el contexto
latinoamericano, la seguridad nacional se planteó en
términos de exterminio del "enemigo interno”,
representado por las fuerzas de la izquierda marxista, los
movimientos obreros y, en general, cualquiera que fuera
identificado como agente del bolchevismo.
En los regímenes democráticos que sucedieron a las
dictaduras, la seguridad nacional supuso la defensa del
territorio y la capacidad del Estado para asegurar la
armonía y convivencia de todos los miembros de la
sociedad. De esa manera, el concepto de seguridad pasó
de centrarse en el Estado a hacer del ciudadano el eje
de su preocupación. Por tanto, la seguridad nacional de
ahora, se centra en la delincuencia. El delincuente es el
marginado social y es presentado a la opinión pública
como la mayor amenaza, ignorando que las raíces de la
delincuencia marginal son un complejo de problemas
relacionados con la pobreza, la exclusión, la violencia y
la injusticia social, que en nuestros países son
endémicas. Concebida así y reducida a una dimensión
delictiva, la seguridad ciudadana se orienta a atacar el
efecto y no la causa del problema, por tanto, su manejo
se ha reducido también al control y a la sanción del
delito, desconociendo los factores que introducen
inseguridad en las sociedades modernas.
La seguridad ciudadana debe ser entendida como una idea Uno de los objetivos de las administraciones locales, en los
superior a la de proporcionar resguardo físico o últimos años ha sido la de convocar a la ciudadanía para que, de
simplemente seguridad material en favor del ciudadano, manera voluntaria, se una frente a los problemas locales de
seguridad.
por medio de la acción del Estado para proporcionar a los
habitantes niveles económicos satisfactorios, confianza en la justicia, libertad e instituciones basadas en la
solidaridad y la democracia, de tal manera que los ciudadanos vivan en una sociedad que les otorgue garantías
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de seguridad y bienestar social, familiar y comunitario. Sin embargo, la seguridad ciudadana entendida así,
tiene en sí misma factores de inseguridad que nacen del mismo Estado, este es el caso de la aplicación de
políticas económicas como el neoliberalismo. Las características de ésta constituyen el primer obstáculo para
los principios y fines de la seguridad ciudadana, debido a que esta política genera la elevación constante del
costo de vida, la pobreza, el desempleo, la migración campo-ciudad, los conflictos sociales, la delincuencia
juvenil, la falta de recursos destinados a la educación, la salud, etc.
Participación
ciudadana
para
la
seguridad
Varias administraciones locales, dentro del concepto de cultura
ciudadana se han propuesto, en los últimos años reducir el promedio
de muertes violentas y reducir el número de delitos de mayor impacto
social. Para esto, se han hecho esfuerzos para mejorar el servicio de
la Policía, a través de la modernización del sistema de
comunicaciones, y la capacitación de oficiales, suboficiales, agentes
y ejecutivos de la institución. También se han adelantado programas
de seguridad ciudadanas en muchos barrios con participación
comunitaria y programas para mejorar la conviviencia y dar
alternativas a los jóvenes como el deporte, el desarme y las opciones
culturales.
El ejercicio de la ciudadanía implica una participación
activa y propositiva de los ciudadanos, los cuales no
deben actuar como simples espectadores y demandantes
de servicios del Estado. La violencia y la inseguridad son
problemas sociales que requieren un manejo integral con
participación de la institucionalidad y de los ciudadanos.
La policía no es la única responsable de la garantía de la seguridad ciudadana. Toda la ciudadanía debe
participar en la elaboración de las políticas de seguridad, a partir del análisis de las situaciones actuales de
conflicto. La ciudadanía debe participar en la construcción del concepto de seguridad y debe tener un juicio
crítico frente a la seguridad en los términos referidos a la criminalización de la pobreza, de modo que dicho
concepto también responda a los intereses y necesidades sociales.
Igualmente, la ciudadanía, conjuntamente con las autoridades, debe buscar mecanismos de control de las
situaciones de inseguridad por una vía alterna a la represión violenta. Reconociendo que el Estado tiene el
monopolio de la fuerza, se debe propender por la promoción de la cultura de resolución de conflictos por la vía
del diálogo y la comunicación, con el propósito de prevenir en lo social e interpersonal la ocurrencia de riñas,
lesiones personales y violencia intrafamiliar. Tal hecho significaría no sólo la reducción de índices de violencia
y delincuencia, sino la construcción de una ciudad segura.
U na seguridad sostenible y genuina no es algo que se impone, es algo que se construye vertical y
horizontalmente en el entramado social. La seguridad no es un mandato de gobierno, es un derecho que se dará
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en la medida en que haya más justicia social y menos desigualdad, siempre teniendo presente que el uso de la
fuerza y la coerción por parte del Estado, deben estar subordinados al respeto de las garantías constitucionales,
las libertades públicas y los derechos humanos.
Participación social y confianza
La seguridad ciudadana pone a las personas en el
centro del desarrollo de posibles soluciones, con lo
cual la participación comunitaria y la capacidad de
los vecinos para enfrentar las amenazas en su
entorno se vuelve importante. Asumimos que una
mayor organización y participación, permitirán
ejercer un mayor control social sobre el territorio
local, además de la disminución de las actividades
antisociales y delictivas en los barrios y sectores
residenciales. En esta perspectiva, diferentes
gobiernos latinoamericanos impulsan actualmente
la conformación de redes ciudadanas que buscan
estrechar los lazos de apoyo y cooperación entre los
distintos miembros de la sociedad civil
(empresarios, ciudadanos, ONG, comerciantes) y
entre la sociedad civil y el Estado (cuerpos de
policía e instituciones oficiales).
En esta nueva estrategia, se han delineado
programas orientados a combinar medidas
integrales con acciones focalizadas sobre
determinados factores de riesgo: medidas de
control policial de corto plazo que ataquen
fenómenos concretos, junto con propuestas de
reformas de los sistemas judicial, policial y
penitenciario: refuerzo en el control al porte ilegal
de armas y al narcotráfico; medidas preventivas
orientadas a grupos de alto riesgo, junto con
mecanismos redistributivos de los ingresos de la
población
en
general.
Muchos
programas
implementados en América Latina buscan tener en
cuenta criterios transversales, los cuales pretenden
lograr acciones más integrales y la coordinación de
todos los sectores de la sociedad: vecindarios,
gobiernos locales, organismos privados, cuerpos
policiales, judiciales y penitenciarios, organismos
educacionales y laborales, entre otros.
Programas con este enfoque se iniciaron en América
Latina en la década de los años noventa. Como
ejemplo, se pueden citar los Consejos Barriales de
Prevención, en Buenos Aires, Argentina; los Frentes
Locales de Seguridad, en Bogotá; los Comités
Ciudadanos, en Ciudad de México; los Consejos
Comunitarios de Seguridad, en Sao Paulo, Brasil, en
los Comités de Barrios de San José y los Comités
Vecinales de Seguridad Ciudadana, en Santiago,
Chile.
La configuración de redes orientadas hacia la
seguridad ciudadana, no funciona si no existe un
alto nivel de participación y un compromiso de
todos los actores sociales involucrados en la
prevención del delito. Además, un requisito
indispensable para el funcionamiento de las redes,
es la confianza, sin la cual, es imposible la
articulación y coordinación de acciones: los
ciudadanos confían en que los gobernantes cumplan
los planes de gobierno; el gobierno confía en la
responsabilidad y cooperación de sus gobernados
para desarrollar su mandato; los ciudadanos confían
en que los organismos de seguridad cumplan su
responsabilidad cabalmente; los vecinos confían en
que sus vecinos sean solidarios.
Desde luego, estos nuevos esquemas de acción
colectiva basados en la confianza, no resultan
fáciles de construir ni de desarrollar. En
Latinoamérica existe un pasado signado por la
desconfianza de los ciudadanos hacia las
instituciones de gobierno, dada por los niveles de
corrupción, politiquería, ineficacia, impunidad e
injusticia. Así, la implementación de los nuevos
esquemas es un reto que implica romper con esta
desconfianza histórica y establecer nuevas
confianzas sociales.
En síntesis, la seguridad ciudadana implica la plena
vigencia de los derechos humanos, la eficiencia de
las instituciones públicas para dar respuesta a las
distintas demandas sociales y, en definitiva, la
primacía del Estado de Derecho. Más que un
concepto, es una de las exigencias sociales más
importantes de la actualidad frente a la violencia,
el aislamiento y la pérdida del sentimiento de
seguridad.
El tema de la seguridad ciudadana ha sacado a la luz
profundos problemas sociales y políticos. Se ha
cuestionado "la función de los Estados proveedores
de seguridad; la visión militar en la noción de
seguridad; el poder criminalizador de los sistemas
penales; la violencia que genera la pobreza y la
urbanización desarticulada; el quiebre de los
procesos de integración y convivencia social; la
corrupción e impunidad institucional”. En últimas,
este debate conduce a la pregunta sobre la
gobernabilidad de los Estados democráticos en los
países latinoamericanos.
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Una visión panorámica de los conflictos actuales
Después del final de la Guerra Fría, muchas
personas se han inclinado a pensar que se abrió paso
un nuevo orden mundial. Este orden se
caracterizaría por la hegemonía de Estados Unidos,
por su poderío militar y tecnológico incomparable
con el de los demás
países del mundo. Así,
se habría pasado de vivir
un
mundo
bipolar
(durante la Guerra Fría)
a un mundo unipolar.
De hecho, se considera que las guerras asimétricas
son preponderantes en el nuevo orden mundial.
Ejemplo de ellas son las guerras que libran los
palestinos contra el ejército de Israel o la que hacen
los separatistas chechenos contra el ejército ruso.
Las guerras simétricas entonces
tienden a desaparecer en el nuevo
orden mundial. Muchos coinciden en
pensar que fue Saddam Hussein, el
presidente iraquí, el último que tuvo el
mal tino de presentar una guerra
simétrica a la superpotencia militar,
durante la Guerra del Golfo de 1991.
Estados
Unidos
ha
pasado a ser la potencia
preponderante, y ya no
En las guerras no convencionales que se
tiene un Estado que se
libran, como la guerra contra el
oponga. En cambio, los
terrorismo, han desaparecido los
estadounidenses
han
frentes de batalla. Las guerras de
conocido una nueva
trincheras están muy lejos de
amenaza,
la
del
repetirse, pues ahora los frentes de
“terrorismo global” que
batalla son indefinibles. Lo que se
apareció por primera
persigue no es un ejército, sino a los
vez en los atentados del
“carteles” enemigos. En muchos casos,
11 de septiembre de
la distinción entre guerra y paz también
2001.
Este
nuevo
tiende a desaparecer, ya que se vive en
enemigo de Estados
un estado de cacería permanente, no
Unidos no es en esta En el mundo actual es urgente promover el hay estados de paz completa ni de
ocasión un Estado, ni acercamiento de las culturas diferentes y el mutuo guerra total.
una nación, sino una respeto entre ellas.
guerrilla internacional
El principal temor de Estados Unidos es
que
cuenta
que sus nuevos enemigos logren adquirir
posiblemente con apoyos secretos de algunos
la capacidad de fabricar armas de destrucción
gobiernos
enemigos
de
las
políticas
masiva. Por esta razón, ha emprendido una "guerra
estadounidenses.
preventiva" que le permita debilitar a los posibles
agresores, antes que éstos den un ataque sorpresa.
En lugar de un gran enemigo, Estados Unidos se
La guerra de Irak que se inició en 2003 tuvo esta
enfrenta a una amenaza difusa y difícil de localizar.
motivación por parte de Estados Unidos. Aunque
Los nuevos enemigos del orden estadounidense no
como se ha venido comprobando, al parecer no
tienen un gran poderío militar, pero recurren a
había en Irak armas nucleares capaces de crear la
acciones de tipo terrorista para desestabilizarlo.
amenaza de una guerra simétrica con Estados
Desde el final de la Guerra Fría, que fue una guerra
Unidos.
entre dos potencias igualmente capaces de
destruirse, las nuevas guerras son guerras
La solución a los problemas actuales quizás sea la
“asimétricas": donde las fuerzas que se enfrentan
convivencia pacífica en medio de las diferencias. Es
no comparten el mismo poderío militar y, por lo
necesario fundar la confianza mutua de las culturas
tanto, usan tácticas disímiles.
y las civilizaciones. Acercar en vez de separar, para
construir un clima de cooperación y entendimiento
en el mundo.
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