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LA SANTIDAD y OBEDIENCIA GARANTIZAN el RESPALDO de DIOS. DANIEL - CAPÍTULO 1 - BOSQUEJO 1. Consecuencias de la desobediencia en el pueblo de Dios. Vers. 1-2 2. Los sufrimientos no vienen siempre por nuestra culpa. Vers. 3 3. Cuando el enemigo impone las reglas. Vers. 4-7 4. Las grandes decisiones de fe no producen revoluciones. Vers. 8 5. Las grandes decisiones de fe atraen el favor de Dios. Vers. 9 6. Las grandes decisiones de fe no pueden quedar ocultas. Vers. 10-16 7. Las grandes decisiones de fe producen resultados. Vers. 17-21 1. Consecuencias de la desobediencia en el pueblo de Dios. Situación previa a la 1ra. deportación. La época en la que suceden estas cosas se sitúa durante el 3er. año del reinado de Joacim, rey de Judá. Joacim fue hijo de un piadoso rey de Judá llamado Josías (2da. Cr. 34 y 35) que hizo mucho bien en todo Judá y en la capital del reino, Jerusalén. Sin embargo cuando murió el trono fue ocupado por su primogénito, Joacaz, quien hizo lo malo ante los ojos del Señor. Por ello Dios permitió que el rey de Egipto lo quitara del trono y lo llevara preso, poniendo en su lugar a Joacim, su hermano, cuyo nombre original era Eliaquim (2da. Reyes 23: 31-35). Pero éste también hizo lo malo, es decir desobedeció a la Palabra del Señor siguiendo a dioses falsos y practicando pecados groseros. Es sorprendente y muy triste ver a hijos de hombres y mujeres de Dios que en lugar de imitar a sus padres que sirvieron y obedecieron al Señor, hacen en sus vidas todo lo contrario. Esto fue lo que hizo el rey Joacim. Él fue quien agregó la gota de desobediencia que derramó el vaso… Por causa de él Dios permitió que Nabucodonosor, rey de Asiria, viniera a Jerusalén, la sitiara y llevara cautivos a mucha gente del pueblo y a muchos príncipes, entre ellos a Daniel y a sus compañeros. La palabra “sitiar” proviene de la raíz primaria “tsur”, que significa “atiborrar”, luego “confinar”, por lo que tanto literal como figuradamente significa “afligir”, “atar”, “combatir”, “vaciar”, “rodear”. Reflexión. Qué triste es saber que hay cristianos que, por su desobediencia continua al Señor y a su Palabra, facilitan a Satanás, el gran enemigo, “sitiar” sus almas, “afligirlas”, “atarlas” a algún pecado o vicio y “vaciarlas” del gozo y del servicio… La ocurrida durante el reinado de Joacim fue la primera deportación. Con el correr de los años habría una más. Hay quienes consideran una tercera, pero no es importante para este estudio. Cada deportación produciría mayor dolor que la anterior. Finalmente durante el ministerio del Profeta Jeremías y el reinado de Sedecías, Jerusalén sería arrasada y el Templo que edificara el rey Salomón destruido… Siempre que se desobedezca la Palabra del Señor se experimentarán dolorosas consecuencias. Sucedió al pueblo judío, podría sucedernos a nosotros también… Aunque Nabucodonosor sitió a Jerusalén. Jerusalén no fue conquistada por los asirios, el Señor la entregó en sus manos. La palabra traducida “entregar” proviene de la raíz primaria “natán” que significa “dar”. Se utiliza también como “abandonar”, “ceder”, “lanzar”, “otorgar” y otras semejantes. Sin embargo, parte de los utensilios del Templo del Señor fueron llevados al templo de un falso dios. Esto es semejante a lo que sucede en nuestros días cuando cristianos con talentos y dones los utilizan para servir al mundo y su sistema. Se lo advierte principalmente: a) En los que tienen talento musical y lo usan para la diversión del mundo. b) En los que por poseer mayor inteligencia que los demás solo piensan en su carrera. c) finalmente en todos aquellos cuya principal meta es triunfar en la vida sin tener en cuenta al Señor, a su Palabra y al servicio en su Obra… En los días del rey Joacim muchas personas fueron llevadas en cautiverio. Algunos por su juventud no tenían culpas directas pero debieron padecer las consecuencias de los pecados de sus mayores. Debemos pensar que nuestros actos de desobediencia al Señor pueden acarrear consecuencias perjudiciales a quienes nada hicieron para merecerlas… Situación de Daniel y sus compañeros. Así como parte de los utensilios del Templo de Jerusalén, que son figura de los dones y talentos de cada cristiano ya que somos templos del Espíritu Santo (1ra. Cor. 3: 16), fueron llevados al templo de un falso dios. Algunos príncipes fueron sacados del palacio en Jerusalén y llevados al palacio de Nabucodonosor en Babilonia. Entre esos príncipes había cuatro muchachos fieles al Señor y de entre ellos, uno que se destacaba aún más. Su nombre era Daniel (“Dios es mi juez”). 2. Los sufrimientos no vienen siempre por nuestra culpa. Daniel y sus compañeros habían perdido mucho. Familiares, amigos, casa, costumbres, idioma y el derecho a vivir en su tierra. Pero aunque sus pérdidas fueron grandes, no perdieron su fe ni abandonaron lo que habían aprendido sobre la Palabra del Señor. Por eso cuando los sufrimientos llegaron a sus vidas, ellos que eran inocentes se mantuvieron fieles y no albergaron rebelión en sus corazones. Esos dos elementos, la fe en el Señor y la obediencia a su Palabra los mantendrían victoriosos aunque estuvieran cautivos… Hoy vemos a muchos que culpan a sus padres, a los maestros, o a los gobiernos de sus desdichas y se dedican a mantener en su corazón rencores, odios y resentimientos contra aquellos a quienes culpan, sin darse cuenta que si perdonaran y dejaran atrás el pasado y las culpas que pudieran tener quienes les antecedieron vivirían mejor y podrían entender con más precisión lo que Dios quiere de ellos y tiene para ellos. Por lo tanto, aún en la más difícil de las circunstancias y sin que tengamos culpa alguna por lo que suceda, sepamos que el Señor tiene para los que le obedecen y esperan en Él, un propósito para su vida, una meta y aunque haya luchas para alcanzarla, habrá bendición y respaldo de Dios, aunque seamos hostigados no nos desamparará… 3. Cuando el enemigo impone las reglas. Los versículos 4 al 7 muestran la manera de pensar que tenía el enemigo. Nabucodonosor (figura de nuestro gran enemigo) no quería a cualquier muchacho en su palacio, quería a los mejores. Para identificarlos impuso exigentes requisitos y solo quienes los cumplieran serían seleccionados. Los jóvenes debían ser: 1. “De los hijos de Israel”. Es decir, descendientes de Abraham. Lo que en definitiva buscaba era humillar a la descendencia de Abraham, en quien “serían benditas todas las naciones de la tierra”. 2. “Del linaje real”. “Linaje” es “Zerá” que se traduce “semilla”, “fruto”, “planta”, “posteridad”, “descendencia”. Es decir, de la familia de David, de donde provendría el Cristo. 3. “Muchachos en los que no hubiese tacha alguna”. “Tacha” es “Mum”. Significa “defecto”, “falta”, “mancha”, “lesión”. No debían tener nada que física o moralmente los inhabilitara para su ingreso al palacio. 4. “De buen parecer”. Su presencia, su aspecto exterior debía hablar bien de ellos. 5. “Enseñados en toda sabiduría”. Debían ser jóvenes con preparación y estudios. 6. “Sabios en ciencia”. Significa que debían haber adquirido los conocimientos que los maestros les transmitieron. 7. “De buen entendimiento”. Es decir que debían tener capacidad y disposición para continuar aprendiendo. Cualquier joven del palacio de Joacim que no cumpliera todos estos requisitos no calificaría para ingresar al palacio de Nabucodonosor y sería desechado. Esto debe llevarnos a meditar en lo siguiente: Si el enemigo del pueblo de Dios exige a quienes serán dirigentes en su reino condiciones tan estrictas, ¿por qué será que en el pueblo del Señor nos conformamos con tener hermanos que a veces mantienen condiciones mediocres sin hacer nada por aprender más, crecer en el conocimiento de Dios y en madurez espiritual? Pero al leer el texto bíblico también observamos aspectos que no eran importantes para Nabucodonosor. Él no exigía y tal vez ni deseaba tener a su alrededor gente con convicciones y principios espirituales y morales sólidos. Para ser funcionario de su imperio, Nabucodonosor no exigía que los jóvenes destinados a su palacio tuvieran: 1. Comunión con el Señor. 2. Madurez espiritual. 3. 4. 5. 6. Conocimiento de la Palabra de Dios. Obediencia a la voluntad del Señor. Fidelidad al Señor. Principios morales firmes. Ninguna de estas cualidades era útil para Nabucodonosor ni para su reino. No le importaban. Tampoco son útiles para “los Nabucodonosores actuales”. ¿Por qué sería que estos requisitos no estaban en la mente de Nabucodonosor? Porque él quería “desjudaizar” a los jóvenes judíos (israelitas). Es decir, quería quitar de su corazón los principios que habían aprendido de sus piadosos padres hebreos para luego “caldeizarlos”, es decir, implantarles los principios babilónicos (caldeos). Por eso al final del vers. 4 se indica el propósito del rey Nabucodonosor: que a los jóvenes judíos se “les enseñase las letras y la lengua de los caldeos”. La forma de “desjudaizarlos” era un plan de tres pasos. El primer paso. Consistía en hacer que se les enseñase la lengua y las letras de los caldeos. En esa enseñanza estaba incluida toda la cultura caldea, esa era la forma de “caldeizarlos” (convertirlos en caldeos) mental o intelectualmente. El diablo no ha renunciado a estos propósitos, por eso intenta permanentemente que los creyentes, los hijos de Dios, cambiemos nuestra forma de vida obediente a la voluntad del Señor y adoptemos la del mundo, que es su reino. Para lograr este propósito él sigue utilizando hoy el mismo modelo: 1. Quiere que aprendamos “las letras” del mundo, porque así aprenderemos a pensar como el mundo. 2. Quiere que aprendamos “la lengua” del mundo, porque así aprenderemos a hablar como el mundo. Cuando la forma de pensar y de hablar de un cristiano es idéntica a la del mundo, su forma de vivir será mundana y desagradable a los ojos de Dios porque sus prioridades en general girarán en torno a “hacer lo que le plazca siempre que no ofenda a la ley caldea”. Eso lo alejará del Señor, el diablo sitiará su vida y lo llevará cautivo. Ese fue la primera parte del plan de Nabucodonosor para con Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías. El segundo paso. No tenía que ver con el estudio y la inteligencia sino con los placeres de la carne: “Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía…” Las comidas en las cortes orientales estaban enmarcadas por la sensualidad. Allí se daba lugar a los placeres que comenzaban con grandes comidas y abundante vino y solían finalizar en desenfrenos de todo tipo. Cualquier joven que no estuviese firme en su fe podía ser fácilmente arrastrado a un ámbito de pecado muy grave. A ese ámbito de pecado los cuatro jóvenes judíos podrían haber ingresado casi sin darse cuenta, con la simple “comida del rey” de Babilonia y bebiendo del “vino que él bebía”. Toda oferta que viene del mundo, por inocente que parezca, trae escondida una trampa peligrosa que puede ser fatal para el que cae en ella. Cuidado con las fiestas, las salidas nocturnas con amigos que se presentan con la apariencia de inocentes diversiones. Antes de comprometerse, cada joven cristiano debiera consultar con sus padres y con el Pastor de la Iglesia, así evitaría correr riesgos innecesarios… Tercer paso. El cambio de nombres. Una vez que Daniel y sus amigos comenzaron a aprender “las letras y la lengua de los caldeos”, “el jefe de los eunucos” les puso nombres distintos a los que sus padres les habían dado. Los nombres hebreos tenían mucha importancia porque significaban un testimonio de la fe en el Señor: a) b) c) d) Daniel significa “Dios es mi Juez”. Ananías significa “Jehová ha cubierto”. Misael significa “¿Quién es lo que es Dios?”. Azarías significa (A quien) “Jehová ha ayudado”. Cambiarles el nombre tenía, al menos, dos razones: 1) Evitar honrar a Dios cuando alguien pronunciaba sus nombres. 2) Quitar de su corazón el testimonio de Dios que sus padres quisieron que tuvieran. Hoy, nuestros nombres son los de los ministerios en los que servimos y el de Cristo por quien somos salvos… Por eso nos llaman “cristianos” o “cristianos evangélicos”. Los nuevos nombres que les asignaron, aunque no negaban su creencia, reemplazaban a los que testificaban de ella. Fueron los siguientes: a) b) c) d) A Daniel “Belsasar”. A Ananías “Sadrac”. A Misael “Mesac”. A Azarías “Abed-nego”. En síntesis, el plan de Nabucodonosor para hacer olvidar la fe de aquellos cuatro jóvenes judíos (“desjudaizarlos”) consistía en seguir tres pasos muy simples: 1) Enseñarles lo necesario para modificar su forma de pensar. 2) Ofrecerles placeres y vida fácil. 3) Cambiar sus nombres, que hablaban del Señor, por otros que no representaban nada. Muy semejante es el obrar del enemigo hoy: enseña formas de pensar que el mundo acepta y disfruta, ofrece placeres y promete felicidad a quienes quieren vivir la fácil vida del pecado y luego “cambia el nombre” de los creyentes que caen en la trampa. Siempre intentará que si alguno servía en la adoración al Señor le llamará “artista” para envanecerlo, si alguien predicaba la Palabra del Señor procurará hacerlo “enemigo de la fe” ofreciéndole caer en pecado para avergonzarlo y que no pueda hablar de Cristo y si hubiera quien obedecía al Señor y a sus padres, buscará la manera de transformarlo en un “muchacho rebelde” que reniegue de la fe y avergüence a quienes lo aman. En los días de Daniel el propósito de Nabucodonosor fue “desjudaizar” a los jóvenes para que sirvieran en su reino, en nuestros días es “mundanalizarlos” (“transformar sus mentes en mundanas”), es decir, arrancarles la santidad, la fe y la sujeción a la Palabra de Dios para, finalmente, cambiar sus nombres o ministerios por costumbres, prácticas, estilos de vida y diversiones mundanas, aunque no necesariamente inmorales. Debemos estar muy atentos y retener lo que la Biblia nos enseña sobre el obrar del enemigo porque si no logra concretar los tres pasos como pretende, aunque sea intentará lograr uno de ellos uno. Lo importante para él es opacar el brillo de la luz del Señor en las vidas de los cristianos. El propósito del enemigo de nuestras almas nunca cambia. Hoy vemos a muchos jóvenes que, aunque no se han ido definitivamente al mundo (no han dado “los tres pasos”), han incorporado a sus vidas alguno de esos pasos, en consecuencia se transforman, sin saberlo, en vehículos que traen parte del mundo a la Iglesia del Señor. Revisemos nuestras vidas acompañados de nuestros padres, del Pastor de la Iglesia y de los maestros. Si algo de aquello hubiera ocurrido, después de arrepentirnos, deshagámonos de lo que se nos haya adherido del mundo y retomemos el servicio santo al Señor... 4. Las grandes decisiones de fe no producen revoluciones. Mientras Nabucodonosor intentaba arrebatar la fe de los jóvenes y ganarlos para Babilonia, alguien toma una importante decisión en lo más profundo de su ser: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía…” (Vers. 8) Algo muy importante a tener en cuenta es que el grupo de los muchachos procedentes “de los hijos de Israel, del linaje de los príncipes” (vers. 3 y 4) debió ser bastante numeroso, pues el vers. 6 inicia diciendo: “Entre estos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías…” Sin embargo, aunque fueron muchos los jóvenes elegidos por Aspenaz en Jerusalén, muy pocos de ellos eran fieles al Dios verdadero y a su Palabra… Cuando Daniel tomó esta decisión, dio el primer paso. Pero debemos saber que todo lo que se decide en la soledad del corazón y ante el Señor, debe hacerse visible ante los ojos de los hombres. A esto se le llama “dar testimonio de lo que creemos…” Aunque Daniel y sus compañeros estaban en el palacio no ignoraban que eran cautivos y que muchos de sus hermanos, parientes y amigos habían muerto en la batalla. Es decir, podrían haber albergado resentimientos en sus corazones para luego intentar una revolución que derrocara a Nabucodonosor y lograr su liberación del cautiverio y la de sus paisanos. Pero Daniel no pensó así… Él actuaba por fe y las decisiones de fe no producen revoluciones sino testimonio… Las decisiones de fe son testimonios apacibles de justicia ante los más humildes y ante los más poderosos. El interés de Daniel no era confrontar con el rey para librarse del cautiverio, sino “no contaminarse con su comida y su vino…” aunque continuara cautivo, porque sabía que esa condición era el resultado del juicio del Señor sobre el desobediente pueblo judío al que pertenecía y él respetaba la decisión de Él. Para pensar. Los lazos familiares nunca deben estar por encima de la voluntad de Dios expresada en su Palabra. Si hay personas que tienen conductas que Dios desaprueba, no debiera importarnos si son nuestros padres, nuestros hijos o nuestros hermanos, debemos estar de parte de Dios y desaprobarlas también, aunque sigamos amándolos. Recordemos las palabras del Señor Jesús cuando le dijeron “…tu madre y tus hermanos están fuera, y te quieren hablar. Respondiendo él… dijo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.”(Mt. 12: 47-50) Por lo tanto, no debemos dejar pasar los pecados de nuestros familiares y ver solamente los de los demás. Debemos ser justos y corregir con amor todo lo que esté a nuestro alcance. Los hechos invisibles producidos en Daniel. La decisión de Daniel se elaboró en silencio, fuera de la vista de los hombres pero a la vista de Dios. Para ello tomó una decisión: “se propuso agradar a Dios”; luego buscó un lugar donde trabajar a solas: “su corazón” y finalmente definió la acción: “no se contaminaría” con nada que proviniese de la mesa del rey de Babilonia. a) La decisión: Propuso. “Sim” o “Sum” en hebreo. La raíz primaria significa “poner”. Por ello lit. y fig. significa “Acomodar”, “Ajustar”, “Ataviar”, “Atesorar”, “Mirar”, “Escoger”, “Ordenar”, “Fijar”. b) El lugar: (En su) Corazón. “Leb” en hebreo. También usado muy ampliamente para (indicar) los sentimientos, la voluntad e incluso el intelecto. c) La acción: (No) Contaminar (se). En hebreo “Gaal”. “Ensuciar”. Figuradamente “Profanar”, “Contaminar”, “Deshonrar”, “Manchar”. Todo esto nos habla con mucha claridad que Daniel pasó mucho tiempo reflexionando sobre lo que habría de hacer, es decir estuvo pensando hasta que finalmente tomó una decisión firme y definitiva. La decisión de Daniel fue un acto voluntario, arriesgado y definitivo, que había sido decidido sin obligaciones externas, pero a consecuencia de las enseñanzas recibidas en su infancia por maestros que ya no estaban a su lado. Es muy importante enseñar la Palabra de Dios a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes… Cuando en la soledad de su corazón tomó la decisión de “no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía…”, sabía que estaba corriendo un gran riesgo y a la vez ignoraba qué podría ocurrirle, pero de lo que estaba seguro era que así agradaría al Señor y que él estaría en paz consigo. Habiendo llegado a esta decisión debe comunicarla. Aquí vemos también una decisión sabia y respetuosa: No impone, no se rebela, no agravia a quien está a cargo de los jóvenes que debían prepararse según las órdenes de Nabucodonosor; lo que hace es pedir. El texto continúa diciendo: “…pidió, por tanto, al jefe de los eunucos, que no se le obligase a contaminarse”. Cuanta humildad y respeto muestra Daniel por la autoridad que estaba en pecado y rebelión contra Dios. Debemos aprender lo que nos enseña el joven Daniel. Si alguien tenía razón en aquel lugar era él, sin embargo “pide” con todo respeto y humildad. No hace una manifestaciones de protesta, no se encadena exigiendo se respeten sus derechos, no levanta pancartas con leyendas contrarias “al abusivo régimen político de Nabucodonosor”… Solamente “pide” que no se le obligue a contaminarse… Como si no se conociera la Palabra de Dios, hoy vemos manifestaciones masivas de cristianos evangélicos que protestan a causa del tratamiento de proyectos de ley en el Congreso de la Nación y aunque con toda razón no estemos de acuerdo con tales proyectos, no debemos equivocar el camino a utilizar. Sin embargo en lugar de “pedir” y “hacer conocer” nuestras razones y fundamentos, hay creyentes que “protestan” y “hacen manifestaciones en contra de…” Es decir, parte de la Iglesia Evangélica está actuando como lo haría cualquiera que no conozca al Señor ni a su Palabra. No hicieron así Daniel ni sus compañeros. Cuánto nos falta aprender… 5. Las grandes decisiones de fe atraen el favor de Dios. La fe no es inmóvil. La fe actúa de manera invisible y se hace visible por medio de las decisiones que se toman. Dios está siempre en la búsqueda de hombres y mujeres jóvenes que tengan un corazón perfecto para Él, porque en esos corazones anida y abunda la fe. David (Como lo sería Daniel) fue un joven con “un corazón conforme al corazón de Dios”, lleno de fe y de decisión de “no contaminarse” con la venganza en su momento. Por eso obtuvo el favor de Dios y fue el rey de Israel. Cuando Dios vio la decisión que había puesto Daniel en su propio corazón por la fe y la Palabra que había aprendido, sin tardanza actuó y lo puso “en gracia y buena voluntad” con el jefe de los eunucos. Esto significa que Dios intervino en los sentimientos del jefe del lugar para que apreciara a Daniel y que en lugar de oponerse a él tratara de ayudarle. El favor de Dios siempre será atraído por quienes le obedecen y se disponen a obedecerle. Hay tantos ejemplos de vida en la Biblia que afirman esto… Enoc, Noé, Abraham, José, Samuel, Elías, Isaías y Jeremías, entre otros, en el Antiguo Testamento; Jacobo, Juan, Andrés, Pedro, Felipe, Esteban, Pablo, Timoteo o Tito, entre los muchos que se mencionan en el Nuevo Testamento. También debemos decir que el favor de Dios siempre estará orientado hacia lo que conviene a su Obra en la tierra y por ello “lo que es bueno” según nuestra interpretación no siempre coincidirá con lo que Dios entiende que es bueno”; pero lo que podemos afirmar sin ninguna duda es que todos los que den prioridad a la voluntad de Dios y testifican de Él con sus vidas, ganarán para sí mismos el favor de Él. Para meditar. Mientras Daniel tomaba silenciosamente en su corazón la importante decisión de “no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía”, Dios, simultáneamente y también en silencio intervenía en el corazón del jefe de los eunucos, poniendo a Daniel “en gracia y en buena voluntad” para con él. Trabajemos en nuestro corazón para ser cada día más obedientes al Señor y mientras así convenga a su obra, Él se encargará de trabajar en el corazón de quienes nos rodean. 6. Las grandes decisiones de fe no pueden quedar ocultas. Las decisiones de quienes tienen fe produce temor en los que carecen de ella. Por eso es que Melsar teme perder su vida si accede al pedido de Daniel. Pero como la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11: 1), Daniel le propone hacer una prueba de solo diez días comiendo legumbres en lugar de la “porción de la comida del rey” y bebiendo agua en lugar “del vino que él bebía”. La decisión que Daniel había tomado y a la que habían adherido sus compañeros no podía ocultarse porque el resultado glorificaría al Señor y generaría respeto a su favor. Como Dios era quien iba delante, Melsar, que había sido puesto como administrador y supervisor de los jóvenes “consintió… y probó con ellos diez días”. ¡Cuánto habrán orado Daniel y sus compañeros durante cada uno de esos diez días! ¡Con cuánta fe habrán orado! ¡Cuántas veces habrán expresado al Señor su confianza y dependencia! Finalmente llegó el día décimo y también el examen. “… y pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey” Ante la contundencia del resultado, a partir de entonces “Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres”. ¡La simpleza de lo que agrada a Dios produce mejores resultados que las elaboradas y en apariencia hermosas ofertas del mundo! Cuanto gozo y confirmación de estar en la voluntad de Dios se habrá instalado en el corazón de los cuatro muchachos. Cuánto gozo y confirmación de estar en la voluntad del Señor habrá siempre en el corazón de todo aquel que obedece y se sujeta voluntariamente a la Palabra del Señor y rechaza, por eso mismo, las ofertas del mundo… 7. Las grandes decisiones de fe producen resultados. Pero todo lo anterior fue apenas el prólogo de la preparación para la que habían sido seleccionados. Una vez que Daniel y sus compañeros establecieron lo que sería su forma de vivir y se dispusieron a no abandonarla se inició la parte más prolongada de la preparación que duraría en total tres largos años. Pero los cuatro jóvenes judíos tenían una enorme ventaja sobre los demás muchachos: tenían al Señor de su lado porque ellos se habían puestos del lado de Él. Como la prueba sería de aprendizaje y preparación académica, Él no permitiría que fueran avergonzados, por tanto obró en consecuencia: “A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Este texto, al igual que el vers.8, deja ver que Daniel estaba aún por encima de sus compañeros y que sobre él Dios había depositado autoridad espiritual. Los regalos de Dios. A veces nuestros jóvenes reprueban cursos, materias y andan mal en la escuela. El problema no suele ser falta de capacidad sino que la necesidad de arreglar “ciertas cosas” con el Señor, pues si pudo dar a los cuatro jóvenes hebreos conocimiento e inteligencia, también lo puede hacer hoy. Cada muchacho y cada chica debiera revisar su vida y decidirse a vivir como el Señor desea, luego se verán los mismos resultados que en el palacio de Nabucodonosor… “Conocimiento e inteligencia” fueron los regalos de Dios a los cuatro muchachos. “Conocimiento e inteligencia” son los regalos que Dios quiere dar a todo joven que se decida por Él, “que se juegue” por Él… Conocimiento. Es en hebreo “Maddá”, que significa “Inteligencia”, “Conciencia”, “Ciencia”, “Pensamiento” y “Conocimiento”. Esta palabra proviene de la raíz “Yadá” que significa “Conocer”, aunque propiamente pueda definirse como “Asegurar al ver”. Inteligencia. Es en hebreo “Bin”. La raíz primaria significa “Separar mentalmente” (Distinguir). Por lo tanto también se traduce como “Comprensión”, “Cordura”, “Discernir”, “Entender”, “Inteligencia”, “Prudente”. Cuando el Dios Omnisciente da a alguien “conocimiento e inteligencia”: ¿Quién podrá competir con él? Esto es lo que sucedió con Esteban, el primer mártir de la Iglesia (Hechos 6: 8-10). Pero a Daniel el Señor le dio algo más: “…tuvo entendimiento en toda visión y sueños”. Entendimiento. Es la misma palabra “Bin”, solo que aquí no está orientada “hacia las letras y ciencias” sino a cuestiones espirituales, “en toda visión y sueños”. Esto es lo que determina que Daniel sea un Profeta. No solo tenía conocimiento e inteligencia en “letras y ciencias” como sus tres compañeros, sino que Dios le había dado además “…entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel tenía discernimiento en visiones y sueños. La prueba final. Pasados los tres años el rey en persona habló con todos los muchachos que participaron en ese período de preparación y el resultado fue que halló a los cuatro muchachos hebreos “diez veces mejores”, no solo que los demás estudiantes sino ¡“que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”! Daniel y sus tres compañeros superaron a los competidores de su edad y a todos los sabios del reino. ¡Así es como Dios premia la fidelidad de todo aquel que le busca y se decide por “no contaminarse” con las ofertas que el mundo pecador presenta! Hoy los jóvenes cristianos viven en medio de muchos que no solo no conocen a Dios sino que lo rechazan. En medio de todos ellos Él quiere tener jóvenes que se atrevan a ser diferentes. Diferentes significa no contaminados con el mundo, sus modas, su música, sus prácticas, su forma de hablar, su forma de pensar… El único lugar donde puede encontrar jóvenes de esta calidad es en la Iglesia del Señor, pero siempre hará falta tener el coraje para decidir individualmente “no contaminarse con la porción de la comida del rey ni con el vino que él bebe…” ¿Cuántos jóvenes cristianos se decidirán por vivir como Daniel hoy…? Pr. Horacio Pastor