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Colegio Humberstone
Iquique
Prof. Francisco J. González Correa
Subsector de Filosofía
IVº Medio
Los grandes Paradigmas de la Filosofía
(Metafísica)
Lectura obligatoria para el II semestre
Unidad: Los grandes paradigmas de la filosofía.
Objetivos: Conocer y analizar aquellos precursores de la filosofía griega que acuñaron un paradigma
epistemológico que hasta hoy ha marcado el mundo occidental.
Reconocer y profundizar los aspectos alusivos a los presocráticos, Platón y Aristóteles.
La supervivencia de la metafísica es uno de los hechos más sorprendentes en la historia de la filosofía, pues
desde su origen la metafísica se ha visto sujeta a numerosos y violentos ataques. En efecto, en diversos
momentos de su historia pareció que se le había dado el coup de grace. Pero la disciplina siempre se ha
recuperado. (...)
Claramente, pues, la metafísica siempre ha renacido a pesar de todos los obstáculos que se le han opuesto y
no hay duda de que lo seguirá haciendo. Pero, ¿cuál es la razón?, ¿por qué sucede que a pesar de todos los
ataques y vicisitudes que ha sufrido a través de su historia no sólo renace sino que frecuentemente surge
con nuevo vigor? Una respuesta bien conocida a esta pregunta es que la metafísica es una disposición
natural del ser humano. Como nos dice Kant en sus Prolegómenos: "Que el espíritu humano abandone
alguna vez las especulaciones metafísicas tiene tan poca probabilidad como que dejemos de respirar por
completo, para no respirar aire impuro".
JORGE J. E. GRACIA: Concepciones de la metafísica
I.
INTRODUCCIÓN
La existencia de la metafísica es un hecho constatado a lo largo de toda la historia del pensamiento. En
cierta forma puede decirse que se confunde con el hecho mismo de pensar. Con frecuencia se dice que la
metafísica es algo del pasado, que corresponde a una época en la que el conocimiento estaba limitado o
sometido al poder religioso y la ignorancia no permitía un auténtico conocimiento del mundo
fundamentado en la experiencia.
Sin embargo, y a pesar del reiterado anuncio de su muerte, la metafísica sigue estando presente. Hay
demasiados interrogantes en el ser humano como para que en un momento dado claudique de su
inquietud en el preguntar. Y esta es la razón de su permanencia: cada época, cada forma de entender el
mundo físico, cada cosmología construida con el esfuerzo del pensamiento, provoca nuevos interrogantes
necesitados de respuesta.
En este sentido proclamar el fin de la metafísica, es como proclamar el fin de la historia, de la ciencia o del
ser humano que, por ahora, gozan de buena salud. Pero al igual que en las ciencias o en el ser humano se
dan distintos enfoques, también así ocurre en la metafísica. Por eso hay que hablar de di- versos tipos de
metafísicas.
1. LOS ORÍGENES DE LA METAFÍSICA
Existe una tradición histórica que señala un origen anecdótico para la metafísica. Se dice que cuando en el
siglo 1 a.C. ANDRÓNICO DE RODAS editó las obras de ARISTÓTELES, llamó a los libros que estaban a
continuación de los de física (JV JV NLF46V) tá metá tá físicá, es decir, "después de la física", poniendo
nombre así a una determinada disciplina que se ocupaba de investigar "aquello que está más allá de la
física".
2. LA PREGUNTA POR EL SER
Las cuestiones de la metafísica son anteriores a ARISTÓTELES: ya los primeros pensadores se preguntan por
el ser de las cosas, siendo éste el objeto primero y principal de la metafísica. Ésta nace como una reflexión
sobre el ser, es decir, sobre la realidad del mundo.
Con PARMÉNIDES (siglo VI a.C.) se produce un cambio en la forma de preguntar sobre el ser. A este filósofo
le preocupa no sólo el origen del ser sino también el cómo es posible conocerlo. Se inicia así la especulación
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de tipo metafísico con una argumentación de carácter puramente lógico que le lleva a la conclusión de que
para conocer no puede darse el cambio, que lo que es no puede dejar de ser y lo que no es no puede
comenzar a ser.
La consecuencia inmediata del planteamiento parmenídeo es establecer la distinción entre dos ámbitos del
ser. El primero tiene carácter de permanencia y constancia y, en consecuencia, de verdad. El segundo,
carece de consistencia por estar sujeto al cambio y, por lo tanto, no puede ser objeto de investigación ni de
verdad. El cambio lo hace engañoso.
Con PLATÓN, en el siglo IV a.C., queda constituida la metafísica. Al distinguir entre dos mundos, el de las
Ideas y el de las cosas está separando definitivamente el mundo de la física y el de la metafísica que hasta
ese momento se mezclaban. Precisamente una tarea que realiza ARISTÓTELES es discutir las teorías de su
maestro PLATÓN.
3. ARISTÓTELES Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA METAFÍSICA
Con ARISTÓTELES (384-323 a.C.) se establece la base de lo que será entendido por metafísica en la filosofía.
La metafísica aristotélica se presenta como una ciencia que puede dar razón de los primeros principios y de
las causas. Al tratar de llegar a esos principios y causas analizará tanto el ser, lo que es, como las causas del
ser. De aquí que dicha ciencia sea, por un lado, ontología o estudio del ser y, por otro teología, porque
estudia la causa eficiente del funcionamiento del cosmos.
Siguiendo lo que ya habían iniciado los filósofos anteriores, se pregunta por el "ser" de las cosas. Pero su
pregunta se dirige al ser concreto e individual, al ser existente y perceptible. Su análisis partirá,
necesariamente, de la experiencia y las categorías que utilice para explicar son conceptos, ideas, pero en
ningún caso, entidades separadas de las cosas.
Para poder contestar a esta cuestión ARISTÓTELES, diferenciándose de los filósofos que le precedieron,
considera que el término ser no es unívoco sino que se predica de diversas maneras.
Distingue dos formas fundamentales de ser: el ser en acto y el ser en potencia. El ser en acto es lo que una
cosa es actualmente, es decir, el objeto tal como lo tenemos ante nuestros ojos. El ser en potencia es lo
que puede ser un objeto. De esta forma se puede explicar la existencia del cambio y el movimiento en la
naturaleza, pues, todo cambio es el paso de la potencia al acto.
Además de estas dos formas fundamentales del ser, existen otras formas de ser también necesarias para
una correcta explicación del mundo. Se trata de los conceptos de sustancia y accidente.
Los accidentes son aquellas formas de ser que se dan siempre unidas a un objeto. Son las cualidades de las
cosas como los colores, el tamaño, etc. La sustancia, en cambio, es el objeto en cuanto se da en la realidad,
es decir, algo individual.
Ahora bien, aunque la sustancia se identifique con lo individual, también podemos hablar de la sustancia
como la esencia o forma de una cosa, es decir, como su componente universal. Pero ésta únicamente
puede existir en el ser individual, en la materia, y no como algo separado de ella. El hombre siempre es un
hombre de carne y hueso.
Este breve recorrido nos muestra que el problema que se discute es el del ser en sí mismo, lo que es. Pero a
la hora de interpretar ese ser se van a producir grandes diferencias. Para unos autores el "ser" se puede
captar por medio de los sentidos, para otros sólo se capta por el pensamiento.
De aquí nace una doble forma de entender la metafísica. Por un lado, aquellas formas de metafísica que
explican el fundamento de la realidad a partir del pensamiento, y podemos calificarlas como metafísicas
espiritualistas. Por otro, aquellas formas de la metafísica que para explicar el fundamento de la realidad
tienen en cuenta los datos de los sentidos; a estas formas de la metafísica se las puede llamar materialistas.
II. METAFÍSICAS ESPIRITUALISTAS
Desde los primeros momentos en que los filósofos trataron de encontrar una explicación al mundo fueron
conscientes de que existía una diferencia entre lo pensado y lo sentido. Dentro del mundo pensado
aparecían "realidades" permanentes, que no cambiaban; en el mundo sentido, el mundo físico, por el
contrario, la variación, el cambio, el movimiento es algo constante.
Algunos consideraron que el verdadero fundamento de la realidad existente debía estar en algo que fuese
permanente y no sometido a variación. Esta idea, además, se compaginaba bien con la experiencia personal
de quien al hacer algo comprueba que no ha reproducido perfectamente aquello que en su mente había
diseñado.
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Esta experiencia es la que está en la base de las metafísicas espiritualistas que afirman que el pensamiento
es el único capaz de acceder a la verdad y descubrir, tras la variabilidad de los objetos, aquello que es
permanente y por lo tanto objetivo. Desde la especulación de PARMÉNIDES sobre el ser, pasando por
SÓCRATES, PLATÓN y sus seguidores, llegará hasta nuestros días esta forma de pensar.
1. LA CONCEPCIÓN PLATÓNICA
PARMÉNIDES había dejado sentado que el único discurso verdadero era el que trataba sobre "lo que es", es
decir, sobre algo que no puede cambiar porque siempre "es". Todo discurso sobre el mundo físico se volvía
así un discurso falso, sobre un mundo aparente producto del engaño de los sentidos.
PLATÓN (427-347 a.C.) seguirá el camino marcado por PARMÉNIDES. Lo que es, el ser, tiene que tener las
características de permanencia y perfección, algo que no se encuentra en el mundo de las cosas, que
varían, nace y mueren.
Por lo tanto son cosas que carecen de verdadera realidad, en todo caso parecen ser. Tiene que haber, pues,
algo que sea permanente, que no esté sometido al cambio y que sea el fundamento de lo cambiante. Sin
ello sería imposible que existiese un mundo físico y que se conociesen las cosas particulares.
De aquí nace su concepción de dos mundos separados. Por un lado, el mundo de las Ideas o Formas, el
mundo inteligible del ser; y, por otro, el mundo físico, el mundo de las cosas sensibles. Mientras que aquél
es perfecto, éste es imperfecto y pálido reflejo de aquel que es su fundamento.
Aunque PLATÓN no define qué sean, las Ideas hay que entenderlas como objetos de conocimiento que
solamente pueden ser captados por la inteligencia. Pero no se trata de algo que es pensado sino de algo
externo que la mente contempla. Al ser perfectas son separadas, no se encuentran en el tiempo ni en el
espacio, lugar de las cosas materiales.
Las Ideas son causa del mundo pero no porque lo produzcan sino porque permiten conocerlo y entenderlo;
es decir, no producen el mundo como resultado de una acción, sino dando razón de él en cuanto principios
explicativos de todo lo que sucede. De aquí que PLATÓN presente a las Ideas como algo de lo que
participan los objetos materiales y como el modelo de acuerdo con el cual están hechas las cosas sensibles.
La dualidad de mundos planteada por PLATÓN exige también una dualidad en el hombre que permita
acceder a ambos mundos. El hombre debe ser un compuesto en el que coexisten, mientras vive, dos
entidades distintas, alma y cuerpo. El alma está en contacto con el mundo inteligible y el cuerpo, con el
mundo sensible. Las impresiones que recibe el cuerpo son el motivo para que el alma recuerde lo que vio
en el mundo de las ideas. Se hace así posible el conocimiento objetivo, imposible en el mundo físico,
cambiante y aparente.
La metafísica platónica implica, pues, que toda la justificación del conocimiento y la razón de ser del mundo
esté en una realidad. distinta de aquella en la que los hombres realizan su vida. Por su misma constitución
posee como propiedades la eternidad, la inmaterialidad, la unidad y la universalidad, que pertenecen a lo
divino. El mundo real y verdadero no es este mundo físico sino un mundo solamente existente más allá de
la física y de la vida del hombre.
2. LA CONCEPCIÓN RACIONALISTA
A partir del siglo XVII, nuevamente, los problemas sobre la posibilidad de un conocimiento cierto se hacen
presentes por el reto que supone la naciente ciencia moderna.
Desde este punto de vista se podría decir que la cuestión metafísica se plantea al preguntarse sobre cómo
tiene que ser el mundo para que sea comprensible. Pesa en esta cuestión tanto el éxito de la ciencia
experimental como la validez de las matemáticas para entender los procesos físicos.
Se parte del supuesto de que el orden del pensamiento debe ser paralelo al orden de la realidad, es decir,
que aquello que nuestro pensamiento establece con verdad debe darse en la realidad.
Para conocer este orden hay que analizar las ideas de nuestra mente pero, de todas ellas, solamente se
deben tener en cuenta las que responden a realidades y son ajenas a la imaginación, pues éstas son
creaciones ficticias de la mente. Además, se tiene en cuenta que así como en matemáticas hay principios
indemostrables y verdaderos, axiomas, entre las ideas debe haber principios, también indemostrables y
verdaderos, ideas innatas.
Se plantea así el aspecto nuclear de la metafísica racionalista, la necesidad de analizar el concepto de
sustancia, lo que existe por sí mismo, independientemente de que alguna mente lo piense y que produce
en nuestra mente las ideas. Será precisamente la distinta concepción del concepto de sustancia lo que
diferencie a los tres grandes representantes de esta forma de metafísica: DESCARTES, LEIBNIZ y SPINOZA.
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El hecho del conocimiento muestra que lo que percibimos del mundo son una serie de cualidades
diferentes que componen cada objeto. De todas esas cualidades hay algunas que van unidas
necesariamente a la idea del objeto cuando lo concebimos. Se trata de cualidades que pertenecen a las
cosas en sí mismas y, por lo tanto, tienen que pertenecer a su ser.
Según los racionalistas, estas cualidades son el pensamiento, algo de lo que en un ser racional no se puede
prescindir, la extensión, algo que un cuerpo material necesita para ser, y la infinitud, de la que no puede
prescindir un ser divino.
Las tres cualidades señaladas son las propiedades esenciales de las tres sustancias con las que los
racionalistas componen toda la realidad. La sustancia infinita es Dios, la sustancia pensante es el alma y la
sustancia extensa es la materia. A parte de estas sustancias no existe ninguna realidad.
En estos modelos de metafísica es patente la dualidad, al igual que en PLATÓN, entre dos mundos distintos,
el de la materia y el del espíritu.
El fundamento último de la realidad es el espíritu divino que crea y ordena racionalmente la realidad y la
vuelve trasparente al espíritu humano. Si éste fuese capaz de establecer los principios indudables de cada
ciencia, se tendría el conocimiento total de la naturaleza, las relaciones causales entre las cosas y los
acontecimientos que se derivan de ellas. Ocurriría, al igual que en matemáticas, que establecidos los
principios axiomáticos, se deducen las consecuencias con claridad y necesidad. Esta idea se expresa en el
optimismo radical de los racionalistas.
La metafísica cobra un nuevo impulso y se convierte en algo necesario para entender la realidad, el mundo
físico. Las ciencias particulares son concebidas como ramas del único árbol del saber, en el que las raíces
son la metafísica, que muestra los fundamentos, y el tronco es la filosofía, que analiza los principios y las
ramas, cada una de las ciencias particulares. Estas no pueden progresar ni reverdecer si no reciben la savia
de la metafísica.
En esta metafísica es el yo individual, yo pensante, el que descubre la estructura de la realidad a partir de
su capacidad de conocer. El sujeto, yo, y la realidad, objeto, forman una unidad, pero el peso de todo el
proceso del conocimiento cae del lado del sujeto, que puede obtener verdades sin atender a los datos de
los sentidos. Posee en sí los mecanismos y las ideas necesarias para comprender la realidad, algunas de las
cuales están inscritas en su propia naturaleza.
sustancia en el racionalismo moderno DESCARTES admite tres sustancias (Dios, alma y materia) como
fundamento de todo lo existente. De entre ellas será Dios la sustancia que posibilita la existencia de las
otras dos y, además, garantiza la existencia de un mundo extenso al que la mente no tiene acceso más que
como un conjunto de ideas y relaciones. De esta forma supera el que el alma o yo pensante quede sumido
en el solipsismo, esto es, en el aislamiento de la autoconciencia.
Leibniz entiende la sustancia como una mónada, es decir, un elemento simple cuyos agregados forman los
cuerpos acercándose así a una visión atomista de la realidad. Cada mónada es distinta y está aislada de
forma que el orden del mundo se debe a la organización establecida por la mónada necesaria que es Dios.
Es el gran relojero que ha puesto de acuerdo a las dos sustancias (el cuerpo y el alma) para que suenen al
unísono.
SPINOZA afirma que existe una única sustancia, Dios o la naturaleza, de la que solamente conocemos dos
atributos, el pensamiento (alma) y la extensión (cuerpo o materia). Interpretamos la realidad a partir de
éstos aunque al ser la naturaleza una sustancia infinita puede haber muchos más, aunque desconocidos. Se
acerca así SPINOZA al panteísmo como modelo para entender el mundo.
3. LA CONCEPCIÓN IDEALISTA
El papel atribuido por los racionalistas a las ideas y al yo a la hora de entender el mundo hará posible un
nuevo modelo de metafísica que tendrá como fundamento la consideración de que toda la realidad
consiste en las ideas de nuestra mente.
Este planteamiento genérico, sin embargo, toma diversas formas dependiendo tanto de lo que se entienda
por esas ideas como por la i relación que guardan con el sujeto y la realidad.
El subjetivismo que implica toda percepción, inclinó a considerar que es el sujeto el que pone las cualidades
en las cosas, el que les otorga existencia. De aquí que el ser dependa del percibir, tal y como afirmaba
BERKELEY, pues solamente lo percibido es real.
A partir de esta tesis cambia la relación del sujeto con el mundo, ya que lo que el sujeto percibe son
representaciones de las cosas y no las cosas en sí mismas.
Este planteamiento aparece en KANT al analizar la validez de la metafísica. Para él, nuestro conocimiento se
limita a las representaciones de las cosas, elaboradas con la colaboración de las ideas a priori que posee la
razón. Estas ideas a priori no proceden de la experiencia ni proporcionan ninguna información sobre la
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realidad, son innatas tas y permanentes. Así pues, los objetos que consideramos se transforman en objetosconocidos dejando a un lado, porque es imposible conocer, lo que sea cada objeto en sí mismo.
Desde esta perspectiva el mundo se convierte en una realidad construida por el sujeto a partir de los datos
de la intuición empírica. Pero lo que sea el mundo, aquello que fundamenta nuestra experiencia, nos es
totalmente desconocido. Es necesario suponer que existe la cosa-en-sí, que produce en nosotros la
intuición empírica, pero no podemos decir nada sobre ella.
KANT delimita, pues, la metafísica y la forma en que es posible entender ésta. Se trata de aceptar el uso de
la razón en los estrictos límites del conocimiento y dentro de las posibilidades que el ser humano tiene en
sus relaciones con el mundo. No se trata ya de conocer lo que fundamenta el mundo sino de conocer lo que
el mundo produce en el sujeto. Ir más allá es introducirse en el vano campo de la especulación, realizar una
extensión ilegítima de nuestra capacidad racional.
La conciencia de que no podemos acceder a la realidad fuera de los límites de nuestra mente y de que la
mente únicamente muestra lo que contiene, llevó a filósofos posteriores como HEGEL (1770-1831) y
HUSSERL (1859-1938) a establecer otra forma de metafísica idealista.
Para HEGEL lo únicamente real es la idea absoluta, es decir el conocerse del Espíritu o pensamiento a sí
mismo. Es esa necesidad de conocerse la que despliega toda la realidad y genera todo lo existente como
momentos del proceso que sigue el pensamiento. Para HEGEL el ser es el acto de pensar y cada individuo,
cada espíritu finito es una parte del Espíritu absoluto, una realización particular de él que es el fundamento
de todo.
Basándose también en la capacidad del yo, HUSSERL trata de construir una ciencia estricta. Para ello es
necesario captar la esencia que da sentido e inteligibilidad. El descubrimiento de esa esencia se realiza en
un yo trascendental, que se descubre a sí mismo y al contenido de su conciencia. Es en esta conciencia
intencional donde se constituyen los objetos. Sin negar la existencia del mundo afirma que su esencia es
subjetiva.
Los modelos de metafísica espiritualista, como acabamos de ver, mantienen una dualidad entre un mundo
pensado y un mundo sentido. Tienen además un cierto fondo religioso y manifiestan una tendencia a
absolutizar la razón humana.
Los planteamientos de la metafísica espiritualista siguen un discurso coherente a partir de la consideración
de que lo que hay en la mente y con lo que ésta trabaja son las ideas. El problema siempre subyacente es el
peligro de solipsismo, es decir, del aislamiento del sujeto, incapaz de salir del mundo de ideas y poder vivir
un mundo intersubjetivo.
III. METAFÍSICAS MATERIALISTAS
La consideración de que el mundo físico es real en Sí mismo, y que el ser humano está capacitado para
conocerlo fundamenta una concepción del mundo que al preguntar por la realidad, el origen y la naturaleza
de lo existente, busca la respuesta entre lo que tiene a mano y en la forma cómo eso que está ahí afecta al
ser que conoce.
De lo que se trata no es de buscar algo permanente tras lo que cambia o fluye en la naturaleza, sino
explicar ese mismo cambio como propiedad ineludible de los objetos. Quizá, como veremos, haya que
abandonar la creencia en un conocimiento basado en la identidad, en la permanencia, para aceptar que el
conocimiento humano es limitado pero capaz de conocer un mundo complejo y cambiante.
De las distintas formas de concebir los elementos que constituyen el mundo y cómo funciona nuestra
forma de conocer, nacen los diversos modelos metafísicos materialistas.
1. LA CONCEPCIÓN ATOMISTA
Al filo de la separación entre la física y la metafísica encontramos una visión de la realidad que supone la
culminación del proceso de racionalización emprendido por los filósofos presocráticos. En efecto,
DEMÓCRITO (siglo V a.C.) propone una concepción que trata de dar una explicación general de la
naturaleza.
Su propuesta sobre el origen de la realidad está en la aceptación de que lo que existe son los átomos y el
vacío. Los átomos son el "ser", lo que es, y en cuanto tales unidades físicas indivisibles, poseen dos únicas
cualidades: la magnitud y la forma geométrica. El vacío, es el espacio en el que no hay átomos, lo que
PARMÉNIDES entendería como "no-ser".
Estas dos realidades son las que constituyen el cosmos. Todo cuerpo no es más que un agregado de átomos
que se ha formado aleatoriamente a partir de los choques que se producen entre los átomos que se
mueven libremente en el vacío.
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No hay ningún resquicio que permita pensar en ninguna realidad de carácter inmaterial dentro de su
sistema. Ello implica la desaparición de toda dualidad referida a alma y cuerpo, y se limita el papel de la
divinidad pues, los dioses, caso de existir, quedan relegados a su propio mundo. Lo que se entendía por
espíritu en la mentalidad tradicional se reduce a un agregado de átomos esféricos lo que le da las
especiales características que le atribuimos.
No podemos tampoco pensar en la eternidad del mundo sino únicamente en el estado actual del mundo,
pues al igual que se forma se está decomponiendo siempre. No hay finalidad, pues, al estar su origen
presidido por el azar; nadie lo ha ordenado ni le ha impuesto un fin.
El materialismo característico de este planteamiento fue marginado en su época y en las épocas posteriores
en las que la metafísica se fundamentaba sobre la dualidad espíritu/ materia. Sin embargo, fue una
metafísica fundamental para la concepción de la ciencia moderna y está en la base de la concepción
corpuscular de la materia que aparece en DESCARTES o en LEIBNIZ.
2. EL MATERIALISMO MODERNO
En el siglo XVII, en plena filosofía moderna, THOMAS HOBBES (1588-1679) repite la afirmación básica del
atomismo antiguo: todo cuanto existe son cuerpos en movimiento y lo que no es cuerpo no forma parte del
universo.
Para HOBBES, precursor del empirismo moderno, la realidad se reduce a materia y movimiento, y el
conocimiento a sensación. No cabe hablar, pues, de una sustancia pensante al estilo cartesiano, puesto que
el ser es de naturaleza material y está regido por leyes mecánicas y deterministas.
2.1 El materialismo ilustrado
El materialismo ilustrado del siglo XVIII también parte de la crítica a DESCARTES. Su concepción de la
sustancia extensa (incluido el cuerpo humano) como una mera máquina, reduciendo la biología a física,
inspirará las concepciones materialistas de LA METTRIE, DIDEROT, D'HOLBACH y HELVETIUS, que
extenderán el mecanicismo cartesiano a la sustancia pensante o alma.
Así, por ejemplo, LA METTRIE (1709-1751) concibe al ser humano como un complejo mecanismo (el
hombre-máquina) donde no hay lugar para la sustancia espiritual. Todas las funciones anímicas, como el
pensamiento o los sentimientos, se reducen a fenómenos materiales que acontecen en el cerebro y que
pueden ser explicados por medio de causas naturales y leyes mecánicas. El yo psíquico y su libertad no
tienen cabida en este sistema mecanicista.
Los descubrimientos científicos del s. XIX contribuyeron a consolidar las doctrinas materialistas y
naturalistas de la ilustración francesa. Así, cabe destacar la producción de sustancias orgánicas en el
laboratorio, el desarrollo de la nueva teoría atómica, el principio de la conservación de la materia y de la
energía en todos los cambios, el progreso de la fisiología y, sobre todo, la teoría de la evolución de
DARWIN.
Sin embargo, a partir de este momento ya no cabe hablar de un materialismo mecanicista, que describe la
realidad como un conjunto de partículas corporales en movimiento, sino de un materialismo evolucionista,
para el que el ser es algo dinámico, en continua transformación, más parecido a un organismo vivo que a
una máquina.
Este materialismo es más acorde con la nueva concepción del mundo físico que considera toda realidad
como materia-energía o como onda-corpúsculo, ya se trate de la luz, de un electrón, o de cualquier otro
cuerpo. Por otro lado, se trata de un materialismo que ya no se identifica con el determinismo, sino que
admite la indeterminación y el azar en el funcionamiento de los sistemas físicos.
2.2 El materialismo marxista
Como planteamiento metafísico materialista cabe destacar las propuestas de K. MARX (1818-1883). Para
fundamentar su pensamiento toma los presupuestos de DEMÓCRITO y LEUCIPO, el materialismo científico
de la Ilustración y la crítica materialista de FEUERBACH a HEGEL.
Partiendo de estos antecedentes, MARX considera que toda la realidad se resuelve en 'materia". La
primacía que cobra ésta le lleva a considerar que lo que entendemos bajo los términos de conciencia o
pensamiento son manifestaciones de la materia. No hay, pues, lugar para cuestiones referidas al alma o a la
trascendencia sino que éstas se resuelven en fenómenos derivados de la conciencia y en imposiciones de
ideas externas forjadas para el dominio de los hombres.
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De este planteamiento se deriva el llamado materialismo histórico'` según el cual son "las relaciones de
producción" las que determinan al ser humano, con lo cual toda investigación histórica debe plantearse
como estudio de los factores productivos de cada sociedad.
Bibliografía Utilizada:
Echano, J de, Martínez, E., Paradigma 1: Filosofía, edic. Vincens Vives, Madrid, 2006, p. 110 -127.
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