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Filosofía 6to año.
UNIDAD III
RECORRIDO HISTÓRICO
Principios
(Extracto del libro “Amor y Verdad”, José Ramón Pérez)
“Al pronunciar la palabra verdad se hace patente también a nuestro espíritu la palabra realidad.
La verdad es la realidad. Hablar sobre la verdad, más que hablar de la verdad, es hablar desde la
verdad. La verdad nuestra, se supone, es la realidad nuestra contemporánea: la realidad del año
[2013]… Bueno resulta que nos preguntemos hoy por la verdad [ya que preguntarnos por la
verdad es preguntarnos por la realidad nuestra contemporánea: la realidad del año 2013].
Decimos bien, sin ambigüedades, la verdad. Pues, para nosotros, la verdad es la verdad, Es decir,
la verdad es eterna. Simplemente, es [es decir, es lo que existe, lo real]. No teniendo principio ni
fin es la verdad [lo que es] principio y fin de todo. Ella mide el espacio y tiempo. También, la
historia. Nuestra época histórica. Esta época, la que estamos viviendo, la que llamamos
contemporánea, es una época histórica; una época más, como ha habido y habrá seguramente
otras. Es un hecho. Precisamente, nuestro hecho contemporáneo.
Ahora bien, los hechos [lo que es, lo que sucede] son solo hechos. Es decir, los hechos jamás se
entienden, ni podrán entenderse, desde sí mismos. Esa, al menos ha sido la clarividente verdad
que estableció de una vez para siempre ese honesto pensador que fue David Hume. En efecto, sin
[algo] independiente de los hechos, es decir, sin aquello que no es un hecho más, no podemos
afirmar ni siquiera la validez o no validez de uno solo de ellos. Esto no tiene vuelta de hoja. [Es
decir, no podemos, por ejemplo, pensar que un hecho es bueno o malo desde el hecho mismo,
sino a partir de una regla que determine qué es bueno y qué es malo, y a partir de ahí juzgamos lo
que sucede].
En la filosofía, desde los principios
entendemos los hechos. Son los
postulados [o hipótesis] en las
ciencias y los principios en la filosofía
los que nos permiten entender los
hechos. Tanto los postulados como los principios no están supeditados a los hechos. Son, por el
contrario, los hechos los que son iluminados y adquieren, por ende, sentido desde los postulados
y los principios. Eso está claro. Pero nosotros no estamos haciendo ciencia, no es pretensión ni
tarea nuestra, sino, filosofando. Por consiguiente, nuestro próximo paso será determinar la
diferencia entre un principio y un postulado. Ambos son indemostrables [inexplicables],
demostrándose [explicándose, por ejemplo, los hechos] todo a partir de ellos. Sin embargo, no
son ambos evidentes [es decir, no todos se ven en la realidad, no todos proceden de la realidad].
Los postulados, en efecto no son evidentes. Por eso, se postulan [se crean, inventan]. Es decir, se
afirman como una posibilidad de inteligibilización, de unidad, de los fenómenos, o sea, de la
multiplicidad. Nada más. Muy por el contrario, los principios son principios porque son evidentes
[videntes, visibles]. Nada menos. Los principios no son “como-si” fuesen, sino, que son evidentes.
Y son evidentes porque no se pueden negar. Su negación es en sí una contradicción. Por
consiguiente, el problema de la verdad al resolverse en los principios y no, en los postulados, es
problema de la filosofía. No, de la ciencia.
Y, bien, ¿cuáles son los principios? Dicho con más exactitud, ¿cuál es el principio? Nuestro modo de
filosofar, siendo nosotros cristianos, no puede ser sino el modo de filosofar de un filósofo
cristiano. Como tal y sin ninguna duda afirmamos que el principio, la verdad que ilumina y da
sentido a toda la realidad, también la histórica, es Dios, el Dios del cristianismo, Cristo. “Yo soy el
camino, la verdad y la vida”, ha dicho Cristo hablando de sí mismo. La consecuencia inmediata de
este principio [es un segundo principio] es que el hombre es un ser humano. Recordamos sólo
esto: “Dijo Dios: hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra. Y macho y hembra los hizo”.
El carácter de humanidad le es dado al hombre por el hecho de ser persona. El hombre, desde la
venida de Cristo, más exactamente, desde el comienzo de todos los tiempos es persona. Hemos
ya afirmado el otro principio. Ambos, Dios existe y existe el hombre ante Él porque Dios así lo ha
querido, son principios porque son evidentes. No, para nosotros sino, para Dios que es quien [lo
ve y porque lo ve] así lo ha dicho.
Ahora bien, no sólo son decisivos estos dos principios dados por la fe, sino también, y lo
queremos destacar otros dos principios que aparecen no bien nos preguntamos por el hombre: el
ente y el amor (…) El ente [lo que tiene ser, existencia] es el primer principio del conocimiento
humano [es decir, lo que unifica todo el conocimiento humano]. Dicho de otro modo, no se daría
conocimiento si no se diese este primer principio del conocimiento [porque si no hubiera algo que
exista, no habría nada que conocer]. (…) Otro principio que unifica, no el conocimiento, sino la
existencia, la vida del hombre, es el amor. Hablamos no del Eros griego [que no tiene en cuenta la
dignidad personal, y se inmiscuye solamente en el deseo profano] sino del amor personal. De la
relación yo-tú”.
ÉPOCA ANTIGUA O CLÁSICA
ASOMBRO o ADMIRACIÓN
Ser
pensar
decir
La filosofía equivale a la sabiduría. Es la ciencia que estudia las causas y principios primeros. Es la
ciencia más eminente.
FÍSICA
La unidad de sentido para los antiguos fue la physis o naturaleza. Se preguntaron por la realidad, por
el origen, arjé o principio de todo lo real.
METAFÍSICA
Tales de Mileto
Agua
Anaximandro
Lo indeterminado
Anaxímedes
Aire
Heráclito
Fuego. Cambio y devenir
Parménides
SER (Permanencia)
La pregunta por la realidad: la PERMANENCIA y el CAMBIO1.
Heráclito de Éfeso, el cambio es incomprensible
Heráclito (504, a. C.) afirmaba que todo es cambiante y fugitivo, como el agua. "No
te bañarás dos veces en el mismo río", afirma. “Bajamos y No bajamos al mismo río.
Nosotros mismos somos y no somos”. Las aguas que nos bañan pasan; el río
parece el mismo, pero no lo es. Nunca te bañas en las mismas aguas, ni eres el
mismo que se baña. Con la imagen del río, Heráclito sugiere que no hay identidad
alguna: como el agua, toda cosa es inconsistente, las cosas no ((son)) sino que
((están pasando)). Ahora, si ser es lo mismo que estar pasando, entonces ¿cómo
entenderlo? Por ejemplo, cuando un móvil está pasando por un punto, ¿está o no en
´el? Si decimos que está, lo suponemos detenido; si decimos que no está, ¿cómo
pasa?
Heráclito causó honda impresión en los filósofos antiguos. Para Platón, era
el responsable del relativismo y el escepticismo; en efecto, si los conocimientos
de los hombres provienen de la sensación o dependen de ella, entonces están
tarados en su origen: en toda captación sensorial nos parecería que es lo
1
Santiago Fernández-Burillo, Curso de filosofía Elemental.
que (ya) no es, o al revés. Toda sensación es engaño, de ahí la máxima: “El
hombre es la medida de todas las cosas)) (Protágoras), para significar que la
cosa es lo que a cada uno le parece.
Parménides de Elea, el ser es inmutable
Parménides (475, a. C.), afirma que el ser se revela al pensar. Luego el ser no pasa,
es inmóvil. Si el ser es, entonces no cambia. Parménides acepta la premisa de
Heráclito: ser cambiante significa ser y no ser a la vez, contradicción. Y el mundo es
cambiante, luego es contradictorio e impensable. Pero también al revés, si algo es
pensable, eso será ((el ser)), de ninguna manera el ser y no ser a la vez, sino pura y
simplemente ((el ser)) y no es algo del mundo.
Mientras Heráclito afirma la prioridad del cambio y de los sentidos que lo captan,
Parménides asienta el primado del ser y del pensar. Como lo perfecto es antes que
lo imperfecto, así también el pensar es superior a los sentidos, y el ser es antes que
el pasar o acaecer.
La primera afirmación de Parménides es esta: ((Lo mismo es el pensar y el ser)). El
ser sólo se da en el pensar. (Al revés: pensar es pensar lo que es; y pensar lo que
no es sería no pensar; ahora bien, hay pensamiento, luego el ser es). Su segunda
afirmación dice: ((El ser es, el no ser no es)). Todavía más: ((Es imposible que él no
ser sea)). A continuación sólo falta mostrar que cambiar es un simultáneo ser y no
ser; entonces el cambio se declara imposible: no es, no puede ser. Lo mismo sucede
con el espacio, y con todo lo que tiene partes diversas. El mundo entero queda, ante
el pensamiento, como ((apariencia)) (opinión, dóxa).
El ser es, luego no pasa. Es eterno, ajeno al ((era)) y al ((será)), extraño al mundo.
Mas como la inteligencia es ((del ser)), se sigue que la sabiduría no recae sobre el
mundo. Este universo, nuestros sentidos, nuestro cuerpo y los otros cuerpos, el
espacio, tienen un ser de apariencia; de ellos no hay ciencia, sino opinión.