Download AUSTRIAS MENORES. La decadencia del Imperio I.

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
BLOQUE 3. UNIDAD 3: LA DECADENCIA DEL IMPERIO EN EL SIGLO XVII
Los tres monarcas Habsburgo del s. XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) han sido denominados como “Austrias menores”
porque sus reinados marcaron la pérdida de la hegemonía europea de la corona hispánica.
1.
EL REINADO DE FELIPE III (1598-1621).
El valimiento
Felipe III inició la práctica de ceder las labores de gobierno a un hombre de confianza (privado, favorito o
valido), con el que el rey solía mantener una estrecha amistad. El valido carecía de nombramiento oficial
pero actuaba como un primer ministro. El validamiento se repitió durante los distintos reinados de los
“Austrias menores” y también se dio en otras monarquías europeas durante el siglo XVII.
El valido de Felipe III fue el duque de Lerma, político mediocre y ambicioso. Este hecho significó una cierta
recuperación política de la alta nobleza que regresó a la corte en busca del favor del rey o de su valido.
Las principales características del reinado de Felipe III fueron:
-
Desarrollo de una política exterior pacifista
A.
B.
Firma de la paz con Inglaterra. Tras la muerte de Isabel I
Firma de la Tregua de los Doce Años (1609-1621) con los rebeldes holandeses. Esta tregua estuvo
marcada por la ruina financiera de la Corona y la bancarrota de 1607.
La expulsión de los moriscos (1609)
-
El hecho más destacado de la política interior de Felipe III fue la expulsión de los moriscos, decretada en
Valencia en 1609 y, un año después en Castilla y Aragón. Las razones de esta expulsión fueron el rechazo de
la población cristiana hacia los moriscos, el miedo a que esta minoría apoyara una invasión otomana de la
península y el intento de la monarquía de realizar una demostración de fuerza ante el descrédito generado
por la Tregua de los Doce años.
La expulsión de los moriscos tuvo consecuencias muy negativas: la península perdió 300.000 habitantes, se
perdió mano de obra cualificada y se produjo una gran crisis de mano de obra agrícola en Valencia y Aragón.
En cualquier caso, la expulsión fue el colofón de la política de intolerancia religiosa y contra las minorías
iniciada por los Reyes Católicos.
2.
EL REINADO DE FELIPE IV (1621-1665)
Felipe IV continuó la práctica del validamiento. Su favorito fue el conde duque de Olivares que, a
diferencia del duque de Lerma, tenía una gran inteligencia política y una sincera voluntad de reforma.
La Guerra de los Treinta Años (1618-1648): el fin de la hegemonía de los Habsburgo
La rebelión de los príncipes protestantes alemanes frente a las aspiraciones, políticas y religiosas, del
emperador Fernando II de Habsburgo, desencadenó una guerra religiosa en el Imperio Germánico. En este
conflicto local se vieron arrastradas la mayoría de las monarquías europeas, ya que lo que realmente estaba
en juego era la hegemonía en Europa. Cada nación se alineó en uno de los dos bandos:
Los Habsburgo (españoles y austriacos) pretendían seguir manteniendo su hegemonía en Europa. La
corona hispánica se vio inmersa en la guerra tras reiniciar su conflicto con las Provincias Unidas
(Holanda) en 1621.
Los protestantes alemanes y Provincias Unidas, liderados por Francia.
La Guerra de los Treinta Años concluyó con la Paz de Westfalia (1648) por la que la monarquía
hispánica tuvo que reconocer la independencia de las Provincias Unidas y significó la pérdida de la
hegemonía europea a favor de Francia. En cualquier caso, España continuó la guerra en solitario contra
Francia hasta la Paz de los Pirineos (1659) que supuso la pérdida del Rosellón y la Cerdaña, el Artois
y algunas ciudades flamencas.
Los proyectos de reforma del conde duque de Olivares
-
El ideario político del conde duque se basaba en dos principios fundamentales:
La “reputación”, que significaba la recuperación de una política imperial de prestigio. Su consecuencia
inmediata fue la reanudación de la guerra contra Holanda y la participación en los conflictos europeos.
La “reformación”, que se plasmó en una serie de proyectos de reforma para fortalecer la monarquía y
evitar su decadencia.
Sin embargo, la población recibió mal sus proyectos de reforma y los grupos sociales que podían salir
perjudicados los boicotearon. Entre estos proyectos, podemos destacar:
a.
-
El proyecto de un banco estatal: la red nacional de erarios. Olivares pretendió crear una red
nacional de erarios que liberara a la Corona de su dependencia de la banca extranjera. Los erarios
actuarían como bancos que pagarían intereses a los depositantes de fondos y, a su vez, concedería
préstamos a la Corona. El capital fundacional sería aportado, obligatoriamente y en proporción a
su riqueza, por los súbditos cuya fortuna superase los 2.000 ducados. Las Cortes se opusieron y
solo aceptaron un aumento del impuesto sobre los productos de primera necesidad. De esta forma
fracasó este proyecto.
b. El proyecto de unificación jurídica e institucional de la monarquía. En el Memorial secreto
de 1624, Olivares propuso al rey acabar con la disparidad jurídica e institucional de la Corona y
crear una monarquía unitaria bajo el modelo castellano. Olivares propuso tres vías posibles para
alcanzar este objetivo:
Fomentar los matrimonios entre súbditos de Castilla y de otros territorios, y conceder dignidades de
Castilla a los originarios de otros reinos.
Negociar en cada territorio la modificación de sus leyes, pero situando un ejército que sugiriera la
posibilidad de imponer los cambios por la fuerza.
Justificar una intervención militar que posibilitara la aplicación del derecho de conquista para acabar
con los fueros locales e imponer las leyes de Castilla.
Finalmente, este proyecto político no se intentó siquiera debido a que el contexto internacional
dificultaba la aplicación de alguno de los supuestos.
c.
El proyecto de un ejército nacional permanente: la Unión de Armas. Pretendía crear un
ejército permanente de 140.000 hombres reclutados en todos los reinos de la monarquía, en
proporción a su población y riqueza. Olivares pretendía con este proyecto crear un ejército
poderoso y eficaz, distribuir los costes de la guerra entre todos los territorios (sobre Castilla
seguía recayendo la mayor parte del gasto militar) y fortalecer los lazos de solidaridad entre los
súbditos. El proyecto fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón.
La crisis de 1640 y la caída de Olivares
Las necesidades financieras de la Guerra de los Treinta Años obligaron a aplazar las reformas y a recurrir a
medidas que empeoraron la situación social y económica: nuevos impuestos, venta de cargos,
refeudalización de tierras de realengo… En este contexto, la oposición a la política de Olivares se generalizó
por distintas razones:
-
La Corona de Aragón y Portugal rechazaban las pretensiones centralistas del conde duque.
La alta nobleza se quejaba del autoritarismo del valido.
Las clases populares denunciaban la presión fiscal que sufrían.
Estallaron rebeliones por todas partes: Vizcaya (1632), Cataluña (1640-1652), Portugal (1640-1668) y
Andalucía (1641). La impopularidad del valido fue en aumento y en 1643 Felipe IV lo apartó del poder. En
cualquier caso, las rebeliones de Portugal y Cataluña continuaron, y estallaron otras en Andalucía (16471652), Nápoles (1647) y Sicilia (1647).
La rebelión de Cataluña (1640-1652). La causa inmediata de la rebelión fueron los desmanes contra la
población catalana de las tropas reales que luchaban contra los franceses. Pronto la revuelta adquirió un
carácter independentista y se extendió a Barcelona, donde un grupo de rebeldes disfrazados de segadores
iniciaron un motín y asesinaron al virrey (Corpus de Sangre, 1640). Los catalanes buscaron el apoyo de Luis
XIII de Francia, al que nombraron conde de Barcelona. Sin embargo, la crisis económica, la ocupación
francesa y la peste provocaron que, finalmente, los catalanes se rindieran a las tropas de los Habsburgo, bajo
la condición de que se respetasen sus antiguos fueros.
La rebelión e independencia de Portugal (1640-1668). Amplios sectores de la sociedad portuguesa
consideraban que la unión de su reino a la monarquía hispánica les había acarreado más inconvenientes que
ventajas. Entre otras cosas, culpaban a España de falta de celo en la defensa de sus intereses coloniales y
comerciales frente a Holanda. La revuelta portuguesa tuvo un marcado carácter nobiliario, anticastellano e
independentista y llevó a la proclamación del duque de Braganza como rey con el nombre de Juan IV. La
nueva monarquía portuguesa se consolidó con la ayuda de Francia e Inglaterra, y España tuvo que reconocer
su independencia en 1668.