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SEMINARIO: VIDA COTIDIANA, COMUNICACIÓN Y CULTURA
NÚCLEO 2: Perspectiva cultural socio-política.
Fecha:
Relator:
15 de marzo de 2012
Relatoría sesión No. 8
Carlos Andrés Parra Mosquera ([email protected])
Esta relatoría busca destacar algunos de los elementos centrales de dos textos. En el primero, Peter
Berger y Thomas Luckmann, presentan una introducción a la sociología del conocimiento y los
fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana, incluidos en su libro La construcción social de
la realidad (primera edición en 1966). En el segundo texto, Agnes Heller, aborda el marco
estructural de la vida cotidiana, tercera parte de su libro Sociología de la vida cotidiana (primera
edición 1970). Sin embargo, antes que realizar una síntesis exhaustiva y minuciosa de ambos, se
pretende resaltar los aportes centrales de cada uno en función de la apuesta y preguntas
orientadoras del segundo núcleo del seminario, basadas en el supuesto de que la vida cotidiana y
su entretejido de circunstancias y problemáticas son el nutriente no sólo de procesos culturales,
sino de procesos sociales, políticos y educativos. ¿Qué alcances y repercusiones tienen las
dinámicas de la cotidianidad en dichos procesos? ¿De qué forma procesos de la vida cotidiana
inciden en la transformación de estructuras e instituciones sociopolíticas y educativas?
Para tal fin y dada la diferencia de enfoques y conceptos desde los que cada uno de los textos se
aproxima a la cuestión de la vida cotidiana, se proponen tres momentos para la relatoría. El
primero y el segundo se ocupan de cada texto por separado. En el tercero momento, se presentan
algunas ideas y preguntas derivadas de las aportaciones de los autores que se consideran de interés
para suscitar la discusión en el seminario.
Sobre la sociología del conocimiento y los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana
(Peter Berger y Thomas Luckmann)
Inicialmente, los autores sitúan el problema de la construcción de la realidad de la vida cotidiana
como objeto de la sociología, específicamente, de la sociología del conocimiento. Para ello, lo
deslindan del campo exclusivo de la filosofía, de sus referentes y preguntas específicas. Esto lo
hacen refiriendo y recontextualizando los aportes de Shutz, así como diferenciando el objeto y
alcances de lo que sería la sociología del conocimiento a partir de algunos hitos de esta disciplina.
Este recuento y delimitaciones son relevantes debido a que permiten fundamentar el carácter social
de la relación entre realidad y conocimiento, construida en contextos sociales específicos. De allí
que a la sociología del conocimiento le corresponde estudiar “los procesos por los que cualquier
cuerpo de ‘conocimiento’ llega a quedar establecido socialmente como ‘realidad’” (Berger y
Luckmann, 2003: 13).
Los antecedentes teóricos fundamentales que fueron determinantes, según los autores, para
sustentar la premisa de que la realidad se construye socialmente, se refieren y eligen
esquemáticamente atendiendo al propósito de la relatoría. Aquellos corresponden a ciertos aportes
del pensamiento marxista, nietzscheano e historicista. Del primero se destacan las ideas de que “la
conciencia del hombre está determinada por su ser social” (p. 16) y que “el pensamiento humano
se funda en la actividad humana” (17). De Nietzsche sobresale la perspectiva “del pensamiento
humano como instrumento de lucha por la supervivencia y el poder […] y de la ilusión como
condición necesaria para la vida” (p.18). Finalmente, del historicismo, se resalta “la relatividad de
todas las perspectivas sobre el acontecer humano” (p.19)
1
Adicionalmente, en esta suerte de genealogía de la sociología del conocimiento, una entre otras
posibles como lo reconocen los autores, vale mencionar las elaboraciones de algunos autores en
los diversos giros del objeto, referentes y métodos de esta disciplina. En la década de 1920, el
alemán Scheler usa por vez primera el término sociología del conocimiento desde sus intereses
filosóficos para establecer una “antropología filosófica que trascendiese la relatividad de los
puntos de vista específicos ubicados histórica y socialmente” (p. 19). Un giro posterior que
permitió acercar la sociología del conocimiento al campo de la sociología y a los países de habla
inglesa, se asocia al trabajo de Manheim, que se centró en el fenómeno de la ideología. Luego se
destaca el trabajo de Stark, quien resignificó la tarea de la sociología del conocimiento asociada a
Manheim, en tanto ésta “no ha de consistir en desenmascarar o revelar las distorsiones que se
producen socialmente, sino en el estudio sistemático de las condiciones sociales del conocimiento
en cuanto tal” (p.25)
Ahora bien, que la sociología del conocimiento “debe ocuparse de todo lo que se considere
‘conocimiento’ en la sociedad” (p.29) es un posicionamiento de Berger y Luckmann que encuentra
asidero, principalmente, en la recontextualización de algunos conceptos de Shutz, que viene bien
referir, en la medida en que ofrecen las bases de los fundamentos del conocimiento en la vida
cotidiana. Los cuáles se desglosan en cuatro nociones centrales, a saber, la realidad, la interacción
social, el lenguaje y el conocimiento.
En cuanto a la realidad, ésta se construye a partir de conjuntos de significados compartidos
socialmente, por lo mismo, no existe solo una. Sin embargo, las características y procesos
específicos asociados a la realidad de la vida cotidiana, permiten comprender por qué ésta, según
los autores, se impone ante otras realidades o mundos de significados (como los sueños, el arte, la
ciencia), sin que esta relación signifique ausencia de vinculaciones, eventuales y bajo ciertas
condiciones, entre diversas realidades y la vida cotidiana. En este sentido, conviene indicar que la
realidad de la vida cotidiana se presenta a los individuos como ordenada, en torno a su aquí y
ahora, “ya objetivada, o sea, constituida por un orden de objetos que han sido designados como
objetos antes de que yo apareciese en escena” (p.37) y, por tanto, deben ser aprehendidos en
función de la intencionalidad o motivo pragmático, que es el componente que determina la
conciencia y relevancia de los estratos de realidad con los que me relaciono. Otro rasgo importante
de la realidad es que se presenta como mundo intersubjetivo que transita entre dos sectores para
los seres humanos, uno en que se aprehenden “las cosas por rutina y otro en que se presentan
problemas de diversa clase” (p. 39) que interrumpen la rutina y familiaridad del mundo de la vida
cotidiana. El cual, además, se estructura en el espacio y el tiempo. El primero tiene una
importancia periférica en comparación con el segundo. La temporalidad es reconocida como “un
torrente de la conciencia” ordenado (y por ende condicionante) siempre en diferentes niveles, que
se interceptan, de diversos modos, en el aquí de los sujetos, tanto intrasubjetiva como
intersubjetivamente (tiempo interior y “tiempo cósmico con su calendario establecido
socialmente” –p. 42-).
Frente a la interacción social, se destaca la experiencia de la interacción “cara a cara”, como el
modelo de la interacción social del cual se desprenden los demás casos. Precisamente, a partir de
esa cercanía, del hecho de que se haya vivido la experiencia de manera directa e indirecta, se
derivan múltiples gradaciones en la relación de los sujetos con la vida cotidiana, en términos de
tipificaciones con los seres humanos asociados, contemporáneos, antepasados y sucesores. En
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efecto, “las tipificaciones de la interacción social se vuelven progresivamente anónimas a medida
que se alejan de la situación ‘cara a cara’” (p. 47). Además, la estructura social se considera como
el acumulado de las tipificaciones y pautas repetidas de interacción social.
Finalmente, en cuanto al lenguaje y el conocimiento como fundamentos de la vida cotidiana, se
destaca una idea que da cuenta de la relación crucial entre ambas nociones. Esta alude a las
propiedades del lenguaje para objetivar la experiencia a través de la significación; operar como
“depósito objetivo de vastas acumulaciones de significado y experiencia, que puede preservar a
través del tiempo y transmitir a las generaciones futuras” (P. 54); acceder a ese depósito, incluso
para reconocer aquello que no se sabe resolver; aprehender diversas tipificaciones y pautas y
favorecer la interacción con otras realidades (religión, filosofía y arte, por ejemplo), en medio de
los correspondientes alcances y limitaciones, y aun con la propia subjetividad. En este sentido, el
lenguaje juega un papel central en la distribución social del conocimiento y la configuración de la
estructura de relevancias que éste tiene para cada individuo, que funcionan como filtros mediante
los cuales cada quien se relaciona con la esfera de conocimientos propia y de quienes lo rodean.
Sobre el marco estructural de la vida cotidiana (Agnes Heller)
La autora considera la vida cotidiana como el cúmulo de actividades que caracterizan “la
reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la
reproducción social” (Heller, 1991: 19) Así, aborda el estudio de la vida cotidiana desde dos focos
interdependientes, uno corresponde a la estructura de la personalidad y el otro a la estructura de las
objetivaciones. A este último se remite el texto que concierne a esta relatoría.
Las objetivaciones no solo son exteriorizaciones de los hombres en actividades e interacciones,
son además genéricas, en esta medida fungen como sistemas de referencia para orientar las
actividades de los hombres. Adicionalmente, aquellas se ordenan en diferentes niveles, el primero
de ellos está constituido por las objetivaciones en-sí, referidas al uso de los objetos, el sistema de
hábitos y al lenguaje1. Vale decir que los tres hacen parte del proceso de humanización y su
apropiación, por parte de los hombres particulares, no culmina al llegar a la edad adulta y se
complejiza a medida que lo hace la sociedad. Además, ese primer nivel de objetivaciones
constituye una condición indispensable para que exista la vida cotidiana y la cultura, así como para
que los hombres particulares puedan acceder a otras esferas superiores de objetivaciones no
cotidianas, que propenden, en algunos casos, a la autonomía y conciencia, en tanto se oponen al
riesgo de enajenación latente en la dinámica más fuerte de la vida cotidiana, caracterizada por la
repetición y el economismo, por ejemplo. Al respecto, las objetivaciones para-sí, asociadas a la
política, la ciencia no-alienada y la ética, son las que, potencialmente, favorecerían la libertad de
los hombres, “dado que el para-sí de las objetivaciones para-sí hace que éstas sean el fin de
intenciones conscientes, que representen la consciencia y la autoconsciencia de la humanidad […]
en las objetivaciones en-sí y para-sí el peso del para-sí constituye un indicador de la medida de la
libertad (de la posibilidad de libertad)” (p. 234) Sin embargo, el para-sí no es automáticamente
sinónimo de libertad, como se constata en la ciencia alienada o en los valores ideologizados. En el
1
Las categorías en-sí y para-sí son una interpretación derivada de los aportes de Marx cuando hablaba de la relación
naturaleza y sociedad. Esquemáticamente, asociaba el en-sí a “todo lo que no ha sido penetrado por la praxis y el
conocimiento” mientras que el para-sí, remitía a “toda la zona de la praxis, porque está penetrada por el sujeto y
respecto de la naturaleza sigue un desarrollo con sus propias leyes” (p. 227). Sin embargo, en la propuesta de Heller,
también al interior del análisis de la sociedad es posible reconocer sectores que tienden al en-sí (por ejemplo, una clase
social alienada) y el para-sí (una clase social que alcanza consciencia de su condición y sus intereses).
3
mismo sentido, el en-sí de las objetivaciones está asociado fuertemente a la alienación en el ámbito
de las relaciones económicas. Un punto importante es que, a diferencia de las objetivaciones en sí,
puede haber socialidad sin las objetivaciones para-sí.
Antes de ampliar las tres formas básicas de objetivación en-sí, conviene destacar algunos rasgos
generales, que, debe subrayarse, no se comportan de manera homogénea en cada una de ellas. En
las objetivaciones en-sí se encuentra acumulada la cultura humana, de allí su carácter estructurante
de la vida cotidiana y su sentido conservador, que opera en distintos grados ante nuevas
experiencias. Otro rasgo concierne a los significados del objeto, del uso social o de la expresión
lingüística, estos coincidirían con sus funciones en la vida cotidiana y, en esta medida, el
significado no se restringe a una propiedad del lenguaje, sino que se distingue también en las
esferas de los usos sociales y de los objetos. Al respecto, vale enfatizar en que, si bien el lenguaje
es la objetivación primaria del pensamiento cotidiano, “esto no significa que el pensamiento se
presente exclusivamente en el lenguaje: el pensamiento se manifiesta en todas las acciones” (p.
242) En este sentido, Heller distingue, sin maniqueísmos, dos modalidades en el pensamiento
cotidiano que son basamento de las objetivaciones en-sí: el pensamiento repetitivo y el inventivo,
aunque “no existe un pensamiento puramente repetitivo, al igual que no existe uno totalmente
inventivo en el cual no estén también presentes momentos repetitivos.” (p. 245) En comparación
con el pensamiento inventivo, el repetitivo es espontáneo y permite hacer las cosas con mayor
rapidez y, en algunos casos, no exigen mayor atención por parte de los hombres. Por ello, estos
pueden perder sensibilidad ante la novedad de los fenómenos o problemas cotidianos, que
requieren del pensamiento inventivo.
Otras características comunes a las objetivaciones genéricas en-sí y que inciden en su apropiación
por parte de los hombres, son: la repetición, el carácter de regla y la normatividad, el sistema de
signos, el economismo y el vínculo con la situación. La repetición de la función o significado en la
concretización de la acción es un mecanismo necesario para que la acción haga parte del acervo de
objetivaciones en-sí y alcance la propiedad de repetibilidad. Ésta precisamente, ofrece la base para
la asunción del carácter de regla y norma de las objetivaciones en-sí, en tanto la repetición es un
mecanismo central para establecer un modo de hacer, actuar o decir que adquiere el aspecto de
obviedad y, al mismo tiempo, perfila aquello inusual o que viola el significado o función
establecido con respecto al lenguaje, los usos sociales o el mundo de los objetos. De igual modo,
estos tres momentos de las objetivaciones en-sí, al concretar diversos significados o funciones
repetidas, se caracterizan por configurarse en sistemas de signos genéricos, por tanto distintos a los
significados personales. En tal sentido, apropiarse de la objetivación genérica en-sí consiste
siempre en apropiarse de diversos sistemas de signos. En estos la función sígnica, además de ser
intencional, puede alcanzar una propiedad simbólica, siempre que el signo no presente
simplemente un significado, sino que represente un valor o conjunto de valores. Así, “el símbolo
representa cualquier valor, que en general es reflejado y sancionado por la tradición” (p. 261), por
tal motivo, tiene el potencial de elevarse a la objetivación genérica para-sí, como en el arte.
Las otras dos características comunes a las objetivaciones en-sí son el economismo y el vínculo a
la situación. La primera concierne a los fines, en tanto para cumplir con una función, las
objetivaciones precisan la mínima inversión de energía, de tiempo y de pensamiento inventivo. El
vínculo con la situación, salvo en lo que respecta al lenguaje interior, refiere que tanto el mundo
de los objetos, como el del lenguaje y el de los usos sociales, están entrañablemente vinculados a
situaciones interpersonales.
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Ahora bien, tanto el momento de las costumbres, como el del lenguaje y el de los objetos tienen
características específicas que deben perfilarse brevemente.
El mundo de los objetos alude a la naturaleza humanizada y su empleo está condicionado por la
tradición, por el lenguaje y por los usos mismos. A diferencia del lenguaje y los usos sociales, el
mundo de los objetos se valida no solo por la acción social, sino también por las particularidades
del medio natural. Adicionalmente, en lo concerniente a la producción de objetos, ese mundo se
visibiliza en el trabajo y en su valor de realización. El cual alude a “la satisfacción de la necesidad,
o mejor, la confirmación de nosotros mismos en la satisfacción de la necesidad” (p. 274) y en esta
medida, el trabajo que es eficaz, pero no tiene valor de realización, se encuentra alienado.
En comparación con el de los objetos, el mundo de los usos es más estructurado, dada la
complejidad de factores regulativos que en el intervienen y son clasificados en cinco ámbitos
diferentes, a saber: las normas de los usos elementales, los usos particulares, los usos
condicionales, los usos personales y el hábito. Debe advertirse que el carácter general, particular o
condicional de los usos posee una extrema movilidad, lo que implica que la ubicación de ellos en
uno u otro ámbito varía de acuerdo con las dinámicas sociales específicas.
En cuanto a las normas de los usos elementales, su función es regular las formas más generales de
la convivencia humana y abarcan toda la sociedad. De tal modo sus concretizaciones varían en
cada época o lugar y la no observancia de las mismas se cataloga, en general, de insensata. Por su
parte, los usos particulares se caracterizan por regular, fundamentalmente, los grupos (clases,
integraciones) y, en esta medida, ofrecen formas de expresión de sus valores, ideologías y fines
particulares. Por lo anterior y en contraste con el ámbito anterior, la observancia de los usos
particulares por parte de los hombres, expresa “siempre una actitud hacia el sistema de valores de
la determinada integración” (p. 278). En esta medida, sus modos, intensidad e incluso la
inobservancia reflejan aspectos de la personalidad de los hombres, como se observa en las
interacciones y tensiones entre los diversos grupos sociales. De otro lado, los usos condicionales
corresponden a la regulación de los usos en grupos sociales, pero a diferencia de los usos
particulares, los usos condicionales no pueden ser institucionalizados por el conjunto social, no
poseen valores o intereses del conjunto social y su observancia no es indispensable para que el
hombre particular viva acorde a las otras normas. Frente a los usos personales, estos corresponden
a la modalización, apropiación y estilo específicos que los hombres particulares dan a los usos
generales, particulares y condicionales para ordenar su vida particular, en medio de la
heterogeneidad de constreñimientos y alternativas que estos últimos dan a la vida cotidiana.
Finalmente, el hábito responde a la naturalización de ciertas acciones incuestionables que, a partir
de la repetición, se han incorporado a la personalidad de los hombres.
Ahora bien, en comparación con los mundos de los objetos y los usos, el lenguaje de la vida
cotidiana se considera un medio homogéneo, en el que, además, se homogenizan las actividades
más heterogéneas. Conviene indicar que Heller, entiende la función homogenizadora como
conceptualización de las experiencias cotidianas, sin limitarse a la acepción lingüística del
lenguaje como medio exclusivo de expresión. Así las cosas, el lenguaje sirve de herramienta para
introducir al hombre al orden de las objetivaciones en-sí, orientarlo en la vida cotidiana y,
potencialmente, para mediar en la emergencia de las objetivaciones para-sí. Precisamente, se
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reconoce que, en cuanto la disciplina (científica o artística) más se acerca a la cotidianidad, “tanto
más el lenguaje se aproxima al lenguaje cotidiano.” (p. 284)
En esta apretada síntesis, resta destacar algunas ideas de Heller sobre los seis esquemas de
comportamiento y de conocimiento más corrientes en la vida cotidiana. Los cuales se ocupan
menos de la estructura de las objetivaciones en-sí, para enfatizar en las maneras en que los
hombres se apropian de éstas.
-El pragmatismo refiere a una actitud requerida por el mundo de la vida cotidiana, en la que poco
se cuestionan y teorizan las objetivaciones en-sí, dado que sus significados (funciones) se
presentan en el uso, de allí que esta actitud representa una “unidad inmediata entre teoría y praxis”.
-La probabilidad tiene como basamento objetivo el hábito y la costumbre, por tanto, es la
concreción de la repetición en las acciones cotidianas, lo que permite anticipar su resultado en
situaciones familiares e intentar prever la eventualidad.
-La imitación es un esquema de comportamiento que Heller, desglosa en la imitación de acciones
(el aprendizaje), la imitación del comportamiento y la imitación evocativa, aunque advierte la
interrelación entre ellas, así como señala que varían en función de la especificidad de las
objetivaciones en-sí. En el caso de la imitación de acciones, sobresale el concepto de acción, que
en los humanos consiste en la diferencia entre el objeto y la motivación de la actividad. Esto se
refleja, en general, en que ni en el objeto, ni en el uso social, ni en el lenguaje objetivado están
contenidos los significados o funciones relevantes en cada situación, sino que estos son dados por
el contexto social. De este modo, las características del aprendizaje están sujetas a qué se aprende
(objetivaciones en-sí), aunque para llevarse a cabo son decisivas la invención y la repetición
conscientemente intencionada. La imitación del comportamiento no refiere tanto la imitación de
conductas específicas y aisladas, sino que se asemeja a la apropiación de roles, aunque no
entendidos como estereotipos fijos. Por eso, el comportamiento imitado está dotado de valores y
“una carga más o menos ideológica”. Finalmente, la imitación evocativa deriva de la elaboración
conceptualizada de los recuerdos y episodios vividos que se traen al presente.
La analogía contiene algunos rasgos de la imitación, pero la diferencia reside en que si en ésta se
imita para producir con exactitud el uso, el objeto o el lenguaje, mediante la analogía se produce
algo similar, ofreciendo así la posibilidad de articular lo dado con lo nuevo. La analogía resulta
determinante para el pensamiento y las decisiones cotidianas, en tanto integra el control propio de
los significados acumulados y la solución concreta que precisan las situaciones específicas que
enfrentan los hombres.
Finalmente, la hipergeneralización y el tratamiento aproximativo de la singularidad, articulan los
anteriores esquemas, pero orientados a la puesta en escena de las objetivaciones en-sí luego de ser
apropiadas. La generalización es una forma de aproximación a la singularidad de situaciones
concretas para la toma de decisiones, aunque sin cuestionarse mucho la fuente de esas
generalizaciones. De allí que se corre siempre el riesgo de errar. Lo que constituye, para Heller,
una fuente de catástrofes de la vida cotidiana, pues “se hace inevitable que en el curso de la praxis
y del pensamiento repetitivo surjan generalizaciones exageradas” (p. 307), susceptibles de
convertirse en prejuicios. Sin embargo, la hipergeneralización tiene la función de concretar el
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economismo propio de la vida cotidiana, pero, precisamente, “la superación de la
hipergeneralización de los juicios preconstruidos es, por tanto, (según los casos particulares) un
interés social (y no solamente relativo al particular).” (p. 308). De lo contrario, la
hipergeneralización resultará en un obstáculo para la libertad de movimiento y acción, o sea, para
la asunción de las objetivaciones para-sí. En tal perspectiva, la manifestación de la particularidad
en la vida cotidiana es posible en la personalidad, un espacio fértil para la singularidad, siempre y
cuando confronte la rigidez de las regulaciones de las objetivaciones en-sí, a través de la toma de
consciencia y la aplicación del pensamiento y de la praxis inventiva e intuitiva.
Algunas preguntas para la discusión
Atendiendo a los planteamientos de Berger y Luckmann, de que el tiempo y el espacio constituyen
la estructura de la vida cotidiana, ¿valdría la pena revisar cómo los cambios en la temporalidad y la
espacialidad asociados a las relaciones intersubjetivas mediadas por las TIC afectan la estructura
de la vida cotidiana? Así mismo, conviene preguntar por la vigencia de algunas categorías para
derivar los ajustes que requieren o recrear otras preguntas, en función de las condiciones
contemporáneas de la vida cotidiana. Es el caso de la interacción cara a cara “como prototipo del
que se derivan todos los demás casos de interacción, en la cual el otro es completamente real”, en
tal sentido, ¿cómo afectarían, o no, los espacios virtuales de interacción (desde redes sociales,
juegos masivos en línea hasta second life) la construcción de tipificaciones para relacionarnos con
los asociados, contemporáneos, antecesores y sucesores?, ¿o cómo afectarían las categorías y
modos para estudiar el pensamiento y el mundo de la vida cotidiana? Finalmente, ¿la categoría de
espacio dejaría de ser periférica en este entorno de virtualización acelerada e intensa de las
interacciones?
En cuanto a la pregunta de este núcleo del seminario sobre cómo la vida cotidiana sirve de
nutriente a procesos, políticos y educativos, llaman la atención algunos de los aportes de Heller
para aproximarse a este punto. Concretamente, la tensión compleja que intenta mantener entre
alienación y libertad, así como entre pensamiento repetitivo e intuitivo, reproducción social y
personalidad (singularidad) en relación con la estructura del mundo de la vida cotidiana y las
formas de apropiación de estas por parte de los seres humanos.
Finalmente, el diálogo entre diversas disciplinas que han construido la realidad de la vida cotidiana
como objeto, a partir de luchas o alianzas, que tienen implicaciones en las maneras en que las
ciencias sociales y humanas se acercan a la vida cotidiana, sirve como invitación para
interrogarnos por el compromiso oficial del doctorado con la interdisciplinariedad y la cotidiana
dificultad que representa concretarlo en cada momento de formación. Específicamente ese diálogo
entre las disciplinas (tenga la etiqueta de inter-multi-trans) es una arena insoslayable para pensar y
cruzar una de las preguntas del seminario con la cotidianidad de los proyectos de los participantes,
¿de qué forma procesos de la vida cotidiana inciden en la transformación de estructuras e
instituciones sociopolíticas y educativas concretas, como son proyectos de investigación en ciernes
o avanzados y al doctorado mismo?
Bibliografía.
Heller, Agnes, 1991, Sociología de la vida cotidiana. Barcelona, Península.
Berger, Peter y Luckmann, Thomas, 2003, La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Amorrortu.
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