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ANTROPOLOGIA GRIEGA
La antropología griega se podría dividir en dos:
1. Platonica: Ve al ser humano como el resultado de un ser que posee la
capacidad de ver el "eidos" del mundo si logra conocerse a sí mismo como la
postura de Sócrates, ello quiere decir que para lograr ser un hombre pleno
debes de ser Bello, virtuoso y buscar la verdad.
2. Aristotélica: Aristóteles plantea que el hombre es un animal racional, por
lo que para los aristotélicos la antropología sería descubrir las raíces que le
permiten al hombre ser más racional. Para Aristóteles una característica,
primordial del hombre es que es un ser político -lo cual lo diferencia tanto de
los dioses como de las bestias- al igual que platón busca la felicidad del
hombre a través de la belleza, la virtud y la verdad.
3. Presocráticos no hicieron propiamente una filosofía sobre el hombre, ellos
buscaban responder a preguntas cosmológicas. Fue justamente hasta
Sócrates dónde surgieron las interrogantes del hombre, ya que según
pensaba Sócrates sobre el universo no se puede saber nada, por ello es
importante que te "conozcas a tú mismo".
En la filosofía presocrática la antropología se centró de modo destacado en la
reflexión sobre el alma y en la comprensión del modo peculiar de estar en el
mundo del hombre. Anaxágoras, por su parte, se expresa con menos
claridad: a menudo dice que el intelecto es la causa de la armonía y el orden,
mientras que en otras ocasiones dice de él que es el alma, por ejemplo,
cuando afirma que se halla presente en todos los animales, grandes y
pequeños, nobles y vulgares. No parece, sin embargo, que el intelecto
entendido coomo prudencia se dé por igual en todos los animales, ni siquiera
en todos los hombres.
Aun cuando los filósofos presocráticos se centraron más en el cosmos que en
el hombre (algo propio de una mentalidad panteísta como la suya),
encontramos ya entre ellos algunas referencias interesantes a su concepción
acerca de la naturaleza humana, por otro lado deudora de las visiones
mitológicas y homéricas de la Grecia Antigua.
Digamos antes que el concepto de naturaleza en los griegos está
estrechamente vinculado al del ser, concebido en clave monista ("todo es
uno") y, como ya hemos señalado, a menudo panteísta ("todo es Dios"), en
la medida en que se consideraba a todo dotado de vida, e incluso de alma
(pneuma). Así, la physis (naturaleza) sería la esencia de cada cosa pero
también el principio (arjé) de todo lo que existe. Esto se halla
particularmente presente en los tres primeros filósofos presocráticos, los
milesios: Tales, Anaxímenes y Anaximandro.
La concepción griega del hombre puede admitir que el hombre ha sido
"formado" –y hasta que lo ha sido de un modo distinto de todos los demás
seres–. Pero en ningún caso admite que el hombre ha sido creado. Lo último,
en cambio, es lo característico del judaísmo y del cristianismo (José Ferrater
Mora)
La concepción dualista alma-cuerpo se desarrolla en la historia de la filosofía
griega, al menos en parte, como fruto del debate intelectual acerca de cómo
conciliar esa supuesta unidad del ser (o monismo esencial) con la diversidad
aparente (fenoménica) de seres de todo tipo: astros, piedras, animales,
plantas, hombres, dioses... La tendencia general dentro de ese ámbito
filosófico consistió en afirmar un continuum de sustancia común a todos los
seres, y de manera destacada entre el alma humana y el "alma cósmica" o
"universal". En este sentido, los individuos, en tanto que seres tangibles
diferenciados, serían básicamente apariencias, o fenómenos, o copias de una
realidad superior (constituida, en Platón, por el Mundo de las Ideas). Dicho
continuum holístico, común a las filosofías orientales y, en general, al
misticismo esotérico de todos los tiempos y lugares, negaría toda opción a
una creencia genuinamente trascendente (entendiendo aquí la trascendencia
como lo contrario de la inmanencia; así como ésta implica un solo plano de la
realidad, aquélla supondría un abismo ontológico entre el Creador y todo lo
demás).
Pitágoras y su escuela, en línea muy próxima a las corrientes religiosas
órficas, definen ya una primera antropología filosófica, altamente deudora de
las creencias tradicionales (mitología pagana). El hombre, según ella, estaría
compuesto de una parte material, el cuerpo, y otra de origen celeste, el alma
(psyche), cuya sustancia básica sería el pneuma infinito que llena el cosmos.
(Algo, por cierto, muy similar a los conceptos hindúes de atman y brahman,
respectivamente, lo cual delata el común origen pagano de unas y otras
creencias). De acuerdo con el pitagorismo, las almas de los seres humanos
estarían condenadas a transmigrar (o reencarnarse) en el caso de no
haberse purificado antes de la muerte. (De nuevo, salta a la vista la similitud
con las filosofías orientales).
Heráclito, también presocrático, comparte el dualismo cuerpo-alma sobre un
fondo básicamente monista-panteísta. Mantiene, además, la superior estima
conferida al alma sobre el cuerpo, al sostener que la sustancia de la primera
es más pura y sutil que la del segundo.
Y así, hasta Sócrates, casi todos los pensadores griegos creen en un alma
inmortal, separable del cuerpo. (La excepción es el atomista Demócrito,
defensor de un materialismo radical, y por tanto de un alma material, lo que
no le impide aceptar la existencia de los dioses).
Sócrates, por su parte, afirma el carácter divino del alma humana. Aunque
no queda muy claro hasta qué punto defiende la inmortalidad de la misma
(su propia forma de morir ha sido a menudo interpretada como evidencia de
que así era, pero en la Apología, el libro que la relata, compara la muerte con
un sueño sin sueños), su antropología, nada sistemática, se sustenta sobre
una base dualista alma-cuerpo.
Su discípulo e inicial portavoz, Platón, mucho más sistemático en este
asunto, es el gran defensor filosófico del abismo cuerpo-alma y de la
superioridad e inmortalidad de ésta, a la que atribuía, como órficos y
pitagóricos, la capacidad de transmigrar y reencarnarse. Afirma el historiador
de la filosofía Guillermo Fraile que «Platón tuvo siempre un concepto
elevadísimo del alma, como una entidad inmaterial distinta y contrapuesta al
cuerpo». Pero es interesante señalar que también en este gran pensador hay
un fuerte sustrato panteísta, como se revela en los comentarios del Timeo
sobre el Alma cósmica, compuesta de los tres géneros supremos (lo Idéntico,
lo Diverso y la Esencia), de cuyos residuos se habrían formado las almas
inferiores, incluidas las de los hombres. El cuerpo sería el vehículo del alma
(también su prisión), pero Platón indica que no es lo mismo encarnarse en
un cuerpo de varón que, por ejemplo, en uno de mujer (inferior a aquél,
pero superior al de un animal).
El último gran filósofo griego, Aristóteles, aunque inicialmente muy influido
por su maestro Platón, va incorporando de manera progresiva elementos
antropológicos y biológicos que lo aproximan, en cierto modo, al
materialismo de Demócrito (al que, no obstante, combate agudamente). De
hecho, el fundador del Liceo afirma la unidad sustancial alma-cuerpo. Ello no
le impedirá, sin embargo (y a pesar de que va matizando esta tesis a lo largo
de su vida), aceptar la inmortalidad del alma, cuando menos la de su parte
intelectiva. Pese a todo, pues, no llega a desprenderse del dualismo de fondo
alma-cuerpo.