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Nuestra Historia
El P. Chevalier y el nacimiento de la Congregación
MSC
El Fundador: Un hombre de su tiempo…
Julio Chevalier era un sacerdote que vivió toda su vida en el centro de Francia,
y más de 50 años de ella en una pequeña parroquia de Issoudun, a unos 250
km. al sur de París, donde murió el 21 de octubre de 1907. Ya al final de su vida
un amigo íntimo lo describía como una persona que “ inspiraba confianza, una
confianza que infundía respeto. Era de mediana estatura, bien formado, con
una postura erguida y mucho pelo, incluso de mayor. Tenía un aspecto
agradable, una voz cálida y hablaba más bien despacio” . Era, en muchos
aspectos, un hombre corriente. Pero era también de profunda vida interior y con
una gran visión. Y a pesar de que la mayor parte de su vida la pasó en un
mismo lugar, era un hombre con un profundo sentido de misión.
Un comienzo humilde
Julio Chevalier nació en 1824 en la pequeña localidad de Richelieu, a unos 250 km. al suroeste de París. Su padre era un hombre instruido, pero no con mucho éxito ni en la industria ni
en los negocios, y no muy religioso, que digamos. La madre de Julio no sabía ni leer ni escribir,
y no había ido nunca a la escuela, pero era profundamente religiosa. En esta ambigua
atmósfera creció Julio adquiriendo, de parte de su padre, destrezas para la lectura y la escritura
y, de su madre, una conciencia de Dios en su vida. Cuando por primera vez hizo saber que
quería ser sacerdote, inmediatamente se le dijo que era casi imposible, dadas las
circunstancias de penuria de la familia. Se le necesitaba para ayudar a la familia y entró como
aprendiz con un zapatero. Cuando cumplió los diecisiete años, un terrateniente acomodado
ofreció al Padre de Julio un trabajo como guarda forestal cerca de la ciudad de Vatan. Al
enterarse este señor de que Julio tenía interés en hacerse sacerdote se comprometió a pagar
los costes de Julio en el seminario.
Sueños de un Seminarista
Cuando él estaba en el seminario eran muchos los franceses que hablaban de restaurar los
valores anteriores a la Revolución. Pero otros estaban decididos en mantener implacablemente
las estructuras y los valores nuevos de la Francia revolucionaria. Chevalier soñaba también con
un mundo nuevo, pero uno que se levantara sobre la experiencia del amor de Dios en nuestras
vidas. Había llegado a comprender que Dios ama profundamente al mundo y a los hombres -y
si esto se convierte en nosotros en una fe vivida- entonces también nosotros podremos
empezar a creer en la fuerza del amor, una fuerza lo suficientemente fuerte como para superar
cualquier división nuestra entre pobres y ricos, entre poderosos y oprimidos, entre privilegiados
y marginados. Julio Chevalier reconocía en Jesús de Nazaret -Dios encarnado, Dios vivo como
uno de nosotros- la expresión más definida del amor de Dios por la humanidad: Jesús que llega
hasta los oprimidos y desorientados, a los enfermos de cuerpo y de espíritu, a los no
aceptados, los no respetados o no valorados por la sociedad establecida. Fue durante este
tiempo de seminario cuando Julio Chevalier soñó por primera vez con un grupo de personas,
misioneros, dedicados al Corazón de Jesús y que llevaran este mensaje de amor y esperanza
a un mundo completamente indiferente respecto a Dios, opuesto a toda forma de religión y con
un sentimiento generalizado de desesperanza y desesperación.
Llevar el amor de Dios a un pueblo indiferente
Julio Chevalier trabajó primero como vicario en tres parroquias
diferentes pasando en muy poco tiempo de una a otra. Luego, a
sus treinta años se le envió a Issoudun, que estaba considerada
como la ciudad más descristianizada de toda la región. El otro
vicario de la parroquia resultó ser, por casualidad o por la
Providencia, el P. Emilio Maugenest, que había sido del grupito
de compañeros íntimos del seminario y que había compartido su
propia visión. En Issoudun fue buscando los modos y los medios
de hacer realidad la idea que había ido germinando en su
corazón durante sus días de seminarista. Su experiencia
personal y el convencimiento del amor de Dios le convencieron
ahora, aún más si cabe, de fundar una Congregación misionera
que tuviera como finalidad llevar ese amor compasivo y
misericordioso de Dios a todas las gentes, como el único
remedio para los males que afligían a la sociedad. Compartió su
idea con el P. Emilio Maugenest, que se entusiasmó
inmediatamente, pero no tanto otros sacerdotes de la diócesis,
incluyendo el Consejo del Obispo, que se opuso frontalmente a
su plan. Pero, a pesar de esta oposición, una sucesión de
hechos que el obispo consideró como “ milagrosos” , garantizaron que su visión se iba a
realizar. En Issoudun los dos sacerdotes estaban decididos ahora a fundar una Orden de
Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo, eran conscientes de que podían estar
auto-engañándose y quisieron tener una señal clara de que esto era lo que de verdad quería
Dios.
Después de una novena que terminó el 8 de diciembre de 1854, día en que el Papa iba a
definir el dogma de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, rezaron y pidieron a la
Santísima Virgen que intercediera por ellos para que Dios les mostrara una señal. En la
mañana siguiente de terminar la novena llamó a la casa parroquial uno de los feligreses
trayendo un sobre con un donativo de 20.000 francos franceses de un donante anónimo. El
donante quería que el dinero se empleara en levantar en la zona una casa de misioneros, con
aprobación del Arzobispo. Éste lo aceptó con la condición de que tuvieran independencia y
respaldo económico. Otra tanda de oraciones dio como resultado otro bienhechor anónimo
prometiendo un donativo anual de 1.000 francos, que era lo suficiente para que ellos dos
pudieran vivir. Ahora ya tenían la señal y los medios para que empezaran los Misioneros del
Sagrado Corazón.
Con los primeros 20.000 francos los dos sacerdotes compraron en Issoudun una viña
abandonada, con una casa de construcción sólida y un granero-establo destartalado. La casa
se convirtió en la casa de la primera comunidad y el granero se habilitó para la primera capilla,
dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.
El P. Chevalier, antes de empezar la novena, había prometido a la Santísima Virgen María que,
si ella le ayudaba, él la veneraría de una manera especial. Estos acontecimientos impactaron
en Chevalier de una forma indeleble, y en cumplimiento de la promesa empezó inmediatamente
a honrar a María bajo el título de “ Nuestra Señora del Sagrado Corazón” . A partir de ese
momento se ha considerado el 8 de diciembre de 1854, fiesta de la Inmaculada Concepción,
como el día de la fundación de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón.
La familia crece: Sacerdotes, Hermanos,
Hermanas y Laicos
De estos humildes comienzos ha surgido toda una familia inspirada por el
carisma, la espiritualidad y la misión del P. Chevalier: Sacerdotes,
Hermanos, Hermanas y Laicos asociados.
Julio Chevalier fundó también, en colaboración con la Madre María Luisa
Hartzer, las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (FDNSC), como
la congregación hermana de los MSC.
"El P. Chevalier estaba profundamente conmovido por los males que
afligían a la gente de su tiempo. Al contemplar el Corazón de Cristo, en
quien se revela el amor compasivo del Padre, descubrió en él el remedio
para los males del mundo. Impulsado por ese amor y guiado por el
Espíritu Santo, fundó en la Iglesia la Congregación de Misioneros del
Sagrado Corazón".
Constituciones MSC, 3
Más tarde, debido a las tensiones nacionales en las colonias donde trabajaban los misioneros,
el P. Hubert Linckens MSC, con aprobación del P. Julio Chevalier, fundó en Alemania, las
Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón (Hermanas MSC).
El P. Chevalier tuvo, desde el mismísimo comienzo, la visión de que la misión sólo se realizaría
plenamente como un proyecto global que incluyera a laicos junto con religiosos, religiosas y
sacerdotes diocesanos. Hoy en día, hay a lo largo y ancho de todo el mundo una creciente red
de laicos asociados con el carisma y la misión inspirados por el P. Chevalier.
Una misión en rápida expansión
De 1879 a 1886 hubo en Francia unos años difíciles de persecución religiosa, y las
Congregaciones religiosas de toda la nación fueron obligadas a trasladarse a otras partes de
Europa. Esos dolorosos años fueron la ocasión para que la Congregación, recientemente
establecida y aún en ciernes, creciera y se extendiera por toda Europa y se hiciera cargo de las
primeras misiones en un mundo en desarrollo.
En 1881 el P. Chevalier, aún con muy poco personal y con recursos escasos, aceptó del Papa
la responsabilidad de las Misiones de Oceanía (las Islas del Pacífico de Micronesia y
Melanesia). A los 25 años de sus humildes comienzos los Misioneros del Sagrado Corazón ya
se habían extendido por muchos países de Europa y en América del Norte. El P. Chevalier
pudo ver, antes de morir, que su familia estaba trabajando en América Central y del Sur, en
Indonesia, en Australia y en las Islas del Pacífico.
Después de su muerte en 1907 la Congregación continuó con un crecimiento exponencial, es
decir, aumentaba cada vez más rápidamente. Hoy en día, la extensa familia del P. Chevalier
(Los Misioneros del Sagrado Corazón, las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y las
Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón) está presente en 56 países de Europa, Asia,
África, Oceanía y América.
Un hombre con un espíritu especial
Julio Chevalier estaba convencido de que el Jesús que él encontraba en los Evangelios era una
persona de una compasión profunda, de amor y comprensión. Este Jesús del corazón
traspasado es el único que quiere llevar esperanza y sanación a todos los seres humanos, que
estén sufriendo, donde sea y por la causa que sea. Los Misioneros del Sagrado Corazón se
han comprometido, como su Fundador Julio Chevalier, a tocar los corazones de la gente con el
mismo amor de Dios que ellos mismos han experimentado. Los MSC buscan hoy, en una
misión sin fronteras y sin límites, compartir la misma intuición que el P. Chevalier tuvo: Que
todos lleguen a conocer y experimentar el amor de Dios revelado en el corazón de Cristo.
"Cuando Dios quiere una obra, para Él los obstáculos son medios. Se
ríe de la sabiduría humana; desconcierta sus previsiones, llama a la vida
a lo que, según ella, no debería jamás ver la luz del día; desarrolla y
fortifica en la fecundidad lo que ella había condenado a morir. La
fundación y el desarrollo de la Pequeña Congregación de Misioneros del
Sagrado Corazón son una prueba de esta verdad".
Julio Chevalier MSC, 1870.
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