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APOSTOLADO MUNDIAL DE FÁTIMA
-BOLETÍN MENSUAL/ Junio de 2016
INVOCACIÓN INICIAL
Oremos: “Oh, Jesús, es por tu Amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de las
ofensas hechas al Inmaculado Corazón de María”.
Segunda Aparición
En Portugal el trece de Junio es una gran fiesta, la
fiesta de San Antonio de Lisboa, conocido común
mente como San Antonio de Padua. Este obrero
milagroso franciscano nació en Lisboa y había entrado
a la vida religiosa como un Canon Ragular de la Santa
Cruz, residiendo primero en Lisboa y después en
Coimbra antes de dejar la orden Portuguesa para
ingresar a la nueva orden de Hermanos Menores y
esperar por el martirio. Esta era, y es, la fiesta de los
niños en Portugal, de manera que los padres de Lucía
naturalmente pensaron que las festividades de la
parroquia de Fátima distraerían a Lucia de su cita en
Cova. Sin embrago, no afectada por esta táctica Lucía y
los Marto procedieron a ir al sitio de la aparición para cumplir con su cita al mediodía.
Cuando ellos llegaron vieron que había una pequeña multitud esperándolos.
Después de haber recitado el rosario con Jacinta y Francisco junto con las personas que estaban
presentes, vimos otra vez, el reflejo de luz que se nos acercaba (solíamos decir que eran rayos) y
después, a Nuestra Señora en el roble como en mayo.
 " Por favor dígame, Señora,
¿qué es lo que quiere de mi?"
 Quiero que vengais aquí el día
trece del mes que viene. Quiero
que continúeis diciendo el
Rosario todos los días. Después
de cada misterio, hijos mios,
quiero que receisn de esta
manera. "Oh mi buen Jesús,
perdona nuestros pecados,
líbranos del fuego del infierno.
Lleva a todas las almas al cielo,
especialmente a las más
necesitadas de tu Divina Misericordia". Quiero que aprendais a leer y a escribir, y luego os
diré que más quiero de vosotros.
 "¿Nos llevará al cielo?"
 Si, me llevaré a Jacinta y a Francisco muy pronto, pero tú te quedarás un poco más, ya que
Jesús desea que tu me hagas conocer y amar en la tierra. El también desea que tu
establezcas devoción en el mundo entero a mi Inmaculado Corazón.
 "¿Debo permanecer en el mundo sola?"
 No sola, hija mía, y no debes estar triste. Yo estaré contigo siempre, y mi Inmaculado
Corazón será tu consuelo y el camino que te llevará hacia Dios.
En el momento en el que ella dijo las últimas palabras, abriendo sus manos, Ellas nos transmitió
por segunda vez, el reflejo de esa luz intensa. En ella sentíamos que estabamos sumergidos en
Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba hacia los Cielos, y yo en
la parte que se derramaba sobre la tierra. En frente de la palma de la mano derecha de Nuestra
Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavársele. Entendimos que era el
Inmaculado Corazón de María ofrecido por los pecados de la humanidad, deseando ansiosamente
reparación.
La aparición luego terminó como en la
primera ocasión, con la Señora
elevándose
hacia
el
este
y
desapareciendo en la "inmensidad de los
cielos".
A pesar del gozo de esos preciosos
momentos el dolor de los niños continuó
las siguientes semanas, moderado por la
creencia de muy pocos de los presentes
en Cova ese día. Ellos sabían que algo
inusual había ocurrido – vieron los
"rayos", algunos percibieron un cierto
oscurecimiento del sol, otros una pequeña nube gris que iba y venía mientras ocurría la aparición y
ellos creyeron. Sin embrago, las dificultades con sus familias no cesaron, especialmente con sus
madres, quienes estaban verdaderamente alarmadas ya que los eventos no sólo continuaban sino
que más bien se expandían. A ésto se le añadió la ardua cautela del párroco, que sospechaba que,
después de todo, ésto fuera real, pero del demonio.
Hablando derecho
Que es ser un Papá ?
El 'buen padre', imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de
'proveedor': aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para "que no les falte
nada a los hijos" trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las
necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin
darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos.
Los padres que han logrado vencer las tradiciones atávicas de ser meros proveedores, comparten
el gozo en la crianza de los hijos y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar".
A pesar de los iracundos reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que
cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo se torna 'suave como una segunda
madre', y que si participa en el cuidado y atención del hijo se convierte en simple 'mandilón', cada
día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos, en
los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición
femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento
mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y
conduce suavemente.
La voz del padre es de importancia suma: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los
límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño. El padre
proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la
salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al
pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y
madre guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas.
Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo en sus propios
términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad
responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza
motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha
dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo, más allá de
las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada
peldaño de su desarrollo.
El Sagrado Corazón de Jesús
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo
Encarnado, del Hijo de Dios hecho Hombre.
Viernes 3 de junio de 2016
Por: Guillermo Juan Morado | Fuente: Catholic.net
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia,
cuando se meditaba en el costado y el Corazón abierto
de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese
Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron
las puertas del Cielo. La devoción al Sagrado Corazón
está por encima de otras devociones porque veneramos
al mismo Corazón de Dios. Pero fue Jesús mismo quien,
en el siglo diecisiete, en Paray-le-Monial, Francia,
solicitó, a través de una humilde religiosa, que se
estableciera definitiva y específicamente la devoción a
su Sacratísimo Corazón.
El 16 de junio de 1675 se le apareció Nuestro Señor y
le mostró su Corazón a Santa Margarita María de
Alacoque. Su Corazón estaba rodeado de llamas de
amor, coronado de espinas, con una herida abierta de
la cual brotaba sangre y, del interior de su corazón,
salía una cruz. Santa Margarita escuchó a Nuestro
Señor decir: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a
los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que
ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor." Con estas palabras
Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón. La
devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no
correspondido, representado por su Corazón. Dos, pues son los actos esenciales de
esta devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación y
desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.
Una devoción permanente y actual
La Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús el viernes posterior al II
domingo de pentecostés. Todo el mes de junio está, de algún modo, dedicado por la
piedad cristiana al Corazón de Cristo.
Hay quien podría pensar que la devoción al Sagrado Corazón es algo trasnochado,
propio de otras épocas, pero ya superado en el momento actual. Sin embargo, el Papa
Juan Pablo II, en la carta entregada al Prepósito General de la Compañía de Jesús, P.
Kolvenbach, en la Capilla de San Claudio de la
Colombière, el 5 de octubre de 1986, en Paray-leMonial, animaba a los Jesuitas a impulsar esta
devoción:
"Sé con cuánta generosidad la Compañía de Jesús ha
acogido esta admirable misión y con cuánto ardor ha
buscado cumplirla lo mejor posible en el curso de estos
tres últimos siglos: ahora bien, yo deseo, en esta
ocasión solemne, exhortar a todos los miembros de la
Compañía a que promuevan con mayor celo aún esta
devoción que corresponde más que nunca a las
esperanzas de nuestro tiempo".
Esta exhortación a promover con mayor celo aún esta devoción que corresponde más
que nunca a las esperanzas de nuestro tiempo, se fundamenta, según el pensamiento
del Papa, en dos motivos, principalmente:
1) Los elementos esenciales de esta devoción "pertenecen de manera permanente a la
espiritualidad propia de la Iglesia a lo largo de toda la historia", pues, desde siempre,
la Iglesia ha visto en el Corazón de Cristo, del cual brotó sangre y agua, el símbolo de
los sacramentos que constituyen la Iglesia; y, además, los Santos Padres han visto en
el Corazón del Verbo encarnado "el comienzo de toda la obra de nuestra salvación,
fruto del amor del Divino Redentor del que este Corazón traspasado es un símbolo
particularmente expresivo".
2) Tal como afirma el Vaticano II, el mensaje de
Cristo, el Verbo encarnado, que nos amó "con
corazón de hombre", lejos de empequeñecer al
hombre, difunde luz, vida y libertad para el
progreso humano y, fuera de Él, nada puede llenar
el corazón del hombre (cf Gaudium et spes, 21). Es
decir, junto al Corazón de Cristo, "el corazón del
hombre aprende a conocer el sentido de su vida y
de su destino".
Se trata, por consiguiente, de una devoción a la
vez permanente y actual.
Esta exhortación de Juan Pablo II enlaza con la
enseñanza de sus predecesores. Como es sabido,
existe un rico magisterio pontificio dedicado a
explicar los fundamentos y a promover la devoción
al Corazón de Jesús: desde las encíclica “Annum Sacrum” y "Tametsi futura", de León
XIII; pasando por "Quas primas" y "Miserentissimus Redemptor", de Pío XI; hasta
"Summi Pontificatus" y "Haurietis aquas", del Papa Pío XII. Igualmente, Pablo VI dirigió
en 1965 una Carta Apostólica a los Obispos del orbe católico, "Investigabiles divitias".
En ella animaba a:
"actuar de forma que el culto al Sagrado Corazón, que - lo decimos con dolor - se ha
debilitado en algunos, florezca cada día más y sea considerado y reconocido por todos
como una forma noble y digna de esa verdadera piedad hacia Cristo, que en nuestro
tiempo, por obra del Concilio Vaticano II especialmente, se viene insistentemente
pidiendo..."
Al honrar el corazón de Jesús, la Iglesia venera y adora, en palabras de Pío XII, "el
símbolo y casi la expresión de la caridad divina”. Poco después del Gran Jubileo de los
2000 años del nacimiento de Jesucristo, meditar sobre la devoción al Corazón de Jesús
es un medio propicio para secundar la iniciativa del Papa que nos invitaba a
contemplar el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios, misterio de salvación
para todo el género humano.
El fundamento del culto al Corazón de Jesús: la Encarnación
El fundamento del culto al Corazón de Jesús lo encontramos precisamente en el
misterio de la Encarnación del Verbo, quien, siendo "consustancial al Padre", "por
nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu
Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre".
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de
Dios hecho hombre, de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad que, sin dejar de
ser Dios, asumió una naturaleza humana para realizar nuestra salvación. El Corazón de
Jesús es un corazón humano que simboliza el amor divino. La humanidad santísima de
Nuestro Redentor, unida hipostáticamente a la Persona del Verbo, se convierte así para
nosotros en manifestación del amor de Dios. Sólo el amor inefable de Dios explica la
locura divina de la Encarnación: "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
unigénito, para que el que crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3,
16). Es el misterio de la condescendencia divina, del anonadamiento de Aquel que "a
pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así,
actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz" (Flp 2, 6 ss).
El Corazón de Cristo transparenta el amor del Padre
En la vida de Jesucristo se transparenta el amor del Padre: "Quien me ve a mí, ve al
Padre" (Jn 14, 9): "Él, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras,
signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del
Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio
divino..." (“Dei Verbum”, 4).
Toda su existencia terrena remite al misterio
de un Dios que es Amor, comunión de Amor,
Trinidad de Personas unidas por el recíproco
amor, que nos invita a entrar en la intimidad
de su vida.
La ternura de Jesús
El Evangelio deja constancia de la ternura de
Jesús. Él es "manso y humilde de corazón".
Es compasivo con las necesidades de los
hombres, sensible a sus sufrimientos. Su
amor privilegia a los enfermos, a los pobres,
a los que padecen necesidad, pues "no tienen
necesidad de médico los sanos, sino los
enfermos".
La parábola del hijo pródigo resume muy bien
su enseñanza acerca de la misericordia de
Dios. El Señor, con su actitud de acogida con
respecto a los pecadores, da testimonio del
Padre, que es "rico en misericordia" y está
dispuesto a perdonar siempre al hijo que sabe
reconocerse culpable. "Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del
amor de su Padre, ha podido revelarnos el abismo de su misericordia de una manera a
la vez tan sencilla y tan bella" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1439).
La parábola del hijo pródigo es, a la vez, una profunda enseñanza acerca de la
condición humana. El hombre corre el riesgo de olvidarse del amor de Dios y de optar
por una libertad ilusoria. Por el pecado se aleja de la casa del Padre, donde era querido
y apreciado, para ir a vivir entre extraños. El mal seduce prometiendo una felicidad a
corto plazo. El hombre sigue así un camino que lleva a la esclavitud y a la humillación.
Nuestra época constituye un testimonio claro de este engaño. Vivimos en una cultura
que margina positivamente lo religioso, que, dejando a Dios de lado, prefiere rendir
culto a los ídolos falsos del poder, del placer egoísta, del dinero fácil.
Es importante - lo recordaba el Papa - ayudar a descubrir en la propia alma la
"nostalgia de Dios". En el fondo de todo hombre resuena una llamada del Amor; una
llamada que no debe ser desoída. Quizá el ruido externo no permite captarla y por eso
es urgente crear espacios que no ahoguen la dimensión espiritual que todo ser humano
posee en tanto que creado por Dios y llamado a la comunión de vida con Él.
Nuestras iglesias, nuestras comunidades, pueden ser uno de estos espacios propicios
para escuchar la brisa en la que Dios se manifiesta. Al entrar en una iglesia, el hombre
de nuestro tiempo debe tener aún la posibilidad de preguntarse sobre el motivo que
anima a quienes la frecuentan. La vida de los cristianos debe ser para todos un
indicador que apunta hacia Dios, una señal de que por encima de todo está Él.
El misterio de la Cruz
"Con amor eterno nos ha amado Dios; por eso, al ser elevado sobre la tierra, nos ha
atraído hacia su corazón, compadeciéndose de nosotros" (Antífona 1 de las I Vísperas
del Sagrado Corazón).
La Cruz del Señor es el momento supremo de la manifestación de su inmenso amor al
Padre en favor nuestro. El Señor nos "amó hasta el extremo"(Jn 13,1), ya que "nadie
tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).
Su Corazón es un corazón traspasado a causa de nuestros pecados y por nuestra
salvación. Un corazón que nos ama personalmente a cada uno. Toda la humanidad
está incluida en ese corazón infinitamente dilatado. Ya nadie puede sentirse solo o
desamparado, pues al ser amado por Cristo es amado por Dios.
No hay fronteras ni límites que contengan el alcance de la redención: Él se ha puesto
en nuestro lugar, ha cargado con todo el pecado y la culpa de la humanidad, para
expiar con su muerte nuestro alejamiento de Dios. Él es el Cordero Inmaculado que
con su entrega obediente repara nuestra desobediencia.
En el sufrimiento y en la muerte, "su humanidad se convierte en el instrumento libre y
perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. De hecho, Él ha
aceptado libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que
el Padre quiere salvar: `Nadie me quita la vida, sino que yo la doy voluntariamente´
(Jn 10, 18)" (Catecismo de la Iglesia Católica, 609).
En la Cruz se expresa la "riqueza insondable que es Cristo". En la Cruz se comprende
"lo que trasciende toda filosofía": el amor cristiano, un amor que, muriendo, da la vida.
Una inagotable abundancia de gracia
En la oración colecta de la Misa del Corazón de Jesús se pide a Dios todopoderoso que,
al recordar los beneficios de su amor para con nosotros, nos conceda recibir de la
fuente divina del Corazón de su Unigénito "una inagotable abundancia de gracia". Del
Corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz brotan el agua y la sangre, dando
nacimiento a la Iglesia y a los sacramentos de la Iglesia.
La Iglesia, Esposa de Cristo, es hoy presencia viva en el mundo del amor compasivo de
Dios. A imagen de su Señor, la Iglesia debe hacerse obediente hasta la muerte,
sirviendo a los hombres para que puedan "acercarse al corazón abierto del Salvador" y
"beber con gozo de la fuente de la salvación".
El motor que mueve a la Iglesia no es otro que el amor. Lo expresó bellamente Teresa
de Lisieux en sus “Manuscritos autobiográficos”:
"Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, un corazón ardiente de Amor. Comprendí
que sólo el Amor impulsa a la acción a los miembros de la Iglesia y que, apagado este
Amor, los Apóstoles ya no habrían anunciado el Evangelio, los Mártires ya no habrían
vertido su sangre... Comprendí que el Amor abrazaba en sí todas las vocaciones, que
el Amor era todo, que se extendía a todos los tiempos y a todos los lugares... en una
palabra, que el Amor es eterno" (“Manuscritos autobiográficos”, B 3v).
Los sacramentos
Los sacramentos que edifican la Iglesia son los cauces de gracia a través de los cuales
nos llega la vida nueva de la redención.
El agua del bautismo nos purifica y nos hace miembros del Cuerpo de Cristo. Dios
infunde en nuestra alma las virtudes teologales para que podamos conocerle por la fe,
amarle por la caridad, tender hacia Él como meta de nuestra existencia por la
esperanza.
Dios es el que nos otorga, por pura gracia, la posibilidad de amarle sobre todas las
cosas y de amar a los hermanos por amor a Él. Si somos dóciles y no obstaculizamos
la acción del Espíritu Santo, la caridad irá poco a poco informando nuestra vida,
animándola con un principio nuevo que unificará nuestra acción, a fin de que nuestro
corazón se vaya asimilando progresivamente al de Cristo.
De este modo será un corazón engrandecido en el que todos tendrán cabida, pues nos
dolerán las almas y desearemos ardientemente que todos conozcan el amor de Dios.
La Eucaristía nos alimenta con el pan de la inmortalidad. Dentro de poco celebraremos
la Solemnidad del Corpus Christi. En este "sacramento admirable" el Señor quiso
dejarnos el "memorial de su Pasión". La Eucaristía es una muestra excelsa de los
"beneficios del amor de Dios para con nosotros". El Señor quiso dejarnos esta prueba
de su amor, quiso quedarse con nosotros, realmente presente bajo las especies del
pan y del vino, para hacernos partícipes de su Pascua.
La Penitencia renueva nuestra alma para que podamos presentarnos ante Dios, cuando
Él nos llame, limpios de nuestros pecados. Igualmente, el sacerdocio es un don del
Corazón de Jesús.
El envío del Espíritu Santo
Acerquémonos al Corazón de Cristo. Respondamos con amor al Amor. Que nuestra
vida sea un homenaje - callado y humilde - de amor y de cumplida reparación. "Quiero
gastarme sólo por tu Amor", escribía Santa Teresita del Niño Jesús.
También nosotros le pedimos al Señor la gracia de corresponder - en la medida de
nuestras pobres fuerzas - a su infinita compasión para con el mundo. Señor, “qué nos
gastemos sólo por tu Amor". Qué prendamos en las almas el fuego de tu Amor.
La primera señal del amor del Salvador es la misión del Espíritu Santo a los discípulos,
después de la Ascensión del Señor al cielo, recuerda Pío XII (“Haurietis aquas”, 23). El
Espíritu Santo es el Amor mutuo personal por el que el Padre ama al Hijo y el Hijo al
Padre, y es enviado por ambos para infundir en el alma de los discípulos la abundancia
de la caridad divina. Esta infusión de la caridad divina brota también del Corazón del
Salvador, en el cual "están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia"
(Col 2, 3).
Al Espíritu Santo se debe el nacimiento de la Iglesia y su admirable propagación. Este
amor divino, don del Corazón de Cristo y de su Espíritu, es el que dio a los apóstoles y
a los mártires la fortaleza para predicar la verdad y testimoniarla con su sangre.
A este amor divino, que redunda del Corazón del Verbo encarnado y se difunde por
obra del Espíritu Santo en las almas de los creyentes, San Pablo entonó aquel himno
que ensalza el triunfo de Cristo y el de los miembros de su Cuerpo: "¿Quién podrá
separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿el hambre?, ¿la
desnudez?, ¿el riesgo?, ¿la persecución?, ¿la espada?... Mas en todas estas cosas
triunfamos soberanamente por obra de Aquel que nos amó. Porque estoy seguro de
que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo futuro, ni poderíos,
ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna será capaz de apartarnos del amor de Dios
manifestado en Jesucristo nuestro Señor" (Rm 8, 35.37-39).
El Espíritu Santo nos ayudará a conocer íntimamente al Señor y a descubrir, junto al
Corazón de Cristo, el sentido verdadero de nuestra vida, a comprender el valor de la
vida verdaderamente cristiana, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo.
"Así - como pedía el Papa Juan Pablo II - sobre las ruinas acumuladas del odio y la
violencia, se podrá construir la tan deseada civilización del amor, el reino del Corazón
de Cristo" (Carta al P. Kolvenbach).
Comentarios al autor en (Catecismo de la Iglesia Católica, 609).
En la Cruz se expresa la Una inagotable abundancia de gracia
En la oración colecta de la Misa del Corazón de Jesús se pide a Dios todopoderoso que,
al recordar los beneficios de su amor para con nosotros, nos conceda recibir de la
fuente divina del Corazón de su Unigénito: Los sacramentos
Los sacramentos que edifican la Iglesia son los cauces de gracia a través de los cuales
nos llega la vida nueva de la redención.
El agua del bautismo nos purifica y nos hace miembros del Cuerpo de Cristo. Dios
infunde en nuestra alma las virtudes teologales para que podamos conocerle por la fe,
amarle por la caridad, tender hacia la esperanza.
¡¡ Sagrado corazón de Jesús, . . .
en Vos confío !!
Fiestas de Junio 2016
01-jun-16 San Justino Mártir - año 165
02-jun-16 Santos Marcelino y Pedro Mártires - año 304
Sagrado Corazón de Jesús / San Carlos Luanga y los Mártires de Uganda - año
03-jun-16 1886
04-jun-16 San Francisco Caracciolo Fundador - Año 1608
05-jun-16 San Bonifacio Apóstol de Alemania - año 754.
06-jun-16 San Marcelino Champagnat Fundador - año 1840
07-jun-16 Venerable Mateo Talbot - año 1925
08-jun-16 San Medardo Obispo Año 560
09-jun-16 San Efrén poeta Doctor de la Iglesia Año 373
10-jun-16 Beata Ana María Taigi. Año 1867
11-jun-16 San Bernabé Apóstol Siglo I
12-jun-16
13-jun-16
14-jun-16
15-jun-16
16-jun-16
17-jun-16
18-jun-16
19-jun-16
20-jun-16
21-jun-16
22-jun-16
23-jun-16
24-jun-16
25-jun-16
26-jun-16
27-jun-16
28-jun-16
29-jun-16
30-jun-16
San Juan de Sahagún Predicador
San Antonio de Padua - año 1231.
San Juan Francisco Regis predicador misionero Año 1640
Santa María Micaela del Santísimo Sacramento Fundadora -Año 1865
San Eliseo profeta -Año 850 a. de C.
San Gregorio Barbarigo Obispo Año 1697
Santa Juliana de Falconieri Fundadora - Año 1341
San Romualdo Fundador de los Camaldulenses - Año 1027
San Juan Fischer Cardenal y mártir Año 1535
San Luis Gonzaga Año 1591
San Paulino de Nola Obispo -Año 431
San José Cafasso Confesor Año 1860
Nacimiento de San Juan Bautista
Santo Tomás Moro, Mártir -Año 1535
San José María Escrivá de Balaguer - año de1975
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
San Irineo Obispo y escritor Año 203
Apóstoles San Pedro, año 64 y San Pablo, año 67.
San Marcial
Te compartimos que gradualmente estamos iniciando las secciones:




LA VOZ DEL PAPA / Encíclicas del Papa.
HABLANDO DERECHO (comentarios de interés).
NOTI FATIMA (noticias de distintas zonas del país y del mundo).
GRANDES TESTIMONIOS (fotografía y datos sobresalientes de miembros del
Apostolado Mundial de Fátima en México).
ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS
Oh, Corazón de Jesús, Dios y Hombre verdadero, delicia de los Santos,
refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos dices
amablemente: Vengan a Mí; y nos repites las palabras que dijiste al
paralítico: Confía, hijo mío, tus pecados te son perdonados, y a la mujer
enferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado, y a los Apóstoles: Confíen, Yo Soy,
no teman.
Animado con estas palabras acudo a Ti con el corazón lleno de confianza,
para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma: Corazón de
Jesús en Ti confío.
Sí, Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y,
por el Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca esta
confianza en Ti, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas
que Tú quisieras enviarme, para que habiendo sido mi consuelo en vida,
seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad.
Amén.
SI QUIERES CONOCER EL PLAN APOSTOLICO NACIONAL APLASTA
ESTE LINK
Alonzo Alvarez Rivas, Sandra Elisa Esparza Martínez y Luis Alvarado Ramírez / Producción
Boletín electrónico Mensual / Junio 2016