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La Jornada, México, 15 de agosto 2009
VERDADES OCULTAS SOBRE NUESTRA COMIDA
Silvia Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC
Mucha gente no sabe que el aumento de la producción a través de variedades de
cultivos de alto rendimiento (semillas "mejoradas" o híbridos) conlleva la
disminución de nutrientes, vitaminas y proteínas en los alimentos producidos. Es
un efecto conocido desde hace décadas por agrónomos e investigadores
agrícolas llamado "efecto dilución". El incremento drástico del rendimiento de los
cultivos por hectárea basado en semillas híbridas, uso de fertilizantes sintéticos e
irrigación eleva el volumen de materia cosechada, pero es menos nutritivo,
principalmente porque la misma cantidad de nutrientes se diluyen en mayor
cantidad de hojas, granos o frutos.
Un artículo reciente de Donald R. Davis (Declining fruit and vegetable
composition. What´s the evidence?, HortScience, vol. 44/1, febrero 2009) analiza
varios estudios anteriores sobre el tema. Concluye que tanto en el caso de los
granos como en el de hortalizas y frutas se registra una disminución de nutrientes,
paralelo al aumento de producción por hectárea. En el caso de hortalizas hay
disminución de calcio y cobre de 17 hasta 80 por ciento, junto a la disminución de
otros nutrientes, como hierro, manganeso, zinc y potasio. Un estudio del año 2004
que midió la cantidad de proteínas y cinco vitaminas (A, C y tres del complejo B)
sobre 43 hortalizas encontró disminución también de estos elementos: hasta 6 por
ciento en proteínas y de 15 a 38 por ciento para tres de las 5 vitaminas
estudiadas. Otros análisis sobre maíz y trigo confirman la misma tendencia.
En su revisión, Davis concluye que como la selección de laboratorio para producir
híbridos se basa en aumentar el volumen de los granos, frutas y hojas,
compuestos mayormente de carbohidratos, no se toma en cuenta que este
incremento focalizado implica la dilución de "docenas de otros nutrientes y
fitoquímicos". No es un factor despreciable: la Organización para la Agricultura y
la Alimentación de Naciones Unidas (FAO) denomina esta creciente falta de
micronutrientes en los alimentos "el hambre oculta". Según este organismo, mil
millones de personas sufren deficiencia de hierro, factor asociado en los países
pobres al 20 por ciento de los casos de muerte durante el embarazo y la
maternidad. También en esos países uno de cada tres menores de cinco años
sufren retardo de crecimiento por falta de micronutrientes, y 40 millones de
personas sufren problemas de visión o ceguera por falta de vitamina A, entre
otros ejemplos. Por otra parte, mil millones de personas consumen demasiadas
calorías y son obesas.
La "revolución verde", basada en aumentar el rendimiento de pocos cultivos,
promover la uniformización de los campos con semillas híbridas, mecanización y
uso intensivo de agrotóxicos produjo más volumen de comida, pero menos
variada y que cada vez alimenta menos. Al mismo tiempo favoreció la
concentración del comercio agroalimentario en una veintena de corporaciones
trasnacionales que monopolizan desde las semillas y los agrotóxicos hasta la
distribución y procesamiento de los alimentos.
Además de ser menos nutritivos, esos alimentos contienen cada vez mayor
cantidad de residuos de agrotóxicos y químicos, debido a su industrialización y
empaque. Son un generador "silencioso" pero continuo y omnipresente de
enfermedades, que van del aumento significativo de alergias a efectos más
graves como problemas neurológicos, malformaciones de nacimiento,
debilitamiento inmune, infertilidad y cáncer. De paso, los agrotóxicos y fertilizantes
sintéticos destruyen los suelos y contaminan las aguas.
El cúmulo de este desarrollo enfermo y enfermante son los cultivos transgénicos.
Además de basarse en híbridos –a los que se les introduce materiales genéticos
de virus, bacterias y especies con las que nunca se cruzarían en la naturaleza–,
son resistentes a varios agrotóxicos, por lo que su aplicación masiva deja
residuos de esos venenos hasta 200 veces mayores que sus similares
convencionales también cultivados con químicos.
A los efectos de los agrotóxicos, los transgénicos suman nuevos impactos por el
hecho mismo de la manipulación a la que son sometidos. Por ello, la Asociación
Americana de Medicina Ambiental se pronunció en mayo de 2009 exhortando a
sus miembros, pacientes y público en general a evitar el consumo de
transgénicos.
Obviando estas realidades, muchos gobiernos y organismos internacionales se
hacen eco del discurso de las trasnacionales de los agronegocios y nos dicen que
se necesita producir mayores volúmenes de alimentos con más agricultura
industrial y transgénica para "resolver" el hambre en el mundo. Digamos: comer
mal, pero comer algo. Sin embargo, tampoco eso sucede. Aunque cada vez se
producen mayores cantidades de alimentos, paralelamente aumenta el número de
hambrientos y desnutridos. Más cantidad no significa que llega a los que lo
necesitan. Por el contrario, debido a que los alimentos se transforman cada vez
más en mercancías en manos de empresas, cada vez hay más pobres y
hambrientos que no pueden pagarlos.
La solución real está justamente en lo contrario: que la producción de alimentos
sea local y diversificada, en manos de campesinos y agricultores de pequeña
escala que usan semillas locales y brindan alimentos sanos y nutritivos, que no
sólo se alimentan a sí mismos, sus familias y comunidades (la mitad de la
población mundial), sino que también producen la mayor parte de los alimentos
que se consumen dentro de sus países. Al no cegarse con la alta producción de
un solo cultivo y no usar agrotóxicos favorecen la cosecha de muchas otras
variedades en conjunto con cada cultivo, fuente de muchos otros nutrientes.
http://www.motherearthnews.com/Sustainable-Farming/Nutrient-Decline-IndustrialFarming.aspx
Industrial Farming is Giving us Less Nutritious
Food
The commercially grown vegetables, fruits and grains that we are eating today are
significantly less nutritious than these foods were 100 years ago, or even just 30 years
ago.
June/July 2009
By Cheryl Long
Plant breeders have increased yields
in most crops, but this is causing our
food’s nutrient content to decline.
ISTOCK PHOTO/WOJTEK
KRYCZKA
We now have solid, scientific evidence of
this troubling trend. For example:




In wheat and barley, protein
concentrations declined by 30 to 50
percent between the years 1938 and
1990.
Likewise, a study of 45 corn varieties
developed from 1920 to 2001, grown
side by side, found that the
concentrations of protein, oil and
three amino acids have all declined
in the newer varieties.
Six minerals have declined by 22 to
39 percent in 14 widely grown wheat
varieties developed over the past
100 years.
Official U.S. Department of
Agriculture (USDA) nutrient data
shows that the calcium content of
broccoli averaged 12.9 milligrams
per gram of dry weight in 1950, but
only 4.4 mg/g dry weight in 2003.
All of this evidence has been assembled
and rigorously reviewed by Dr. Donald R.
Davis, a now (mostly) retired chemist
from the University of Texas.
So what’s causing these declines?
The evidence indicates there are at least
two forces at work. The first is what
agriculture researchers call the
environmental “dilution effect.” Davis
notes that researchers have known since
the 1940s that yield increases produced
by fertilization, irrigation and other
environmental means used in industrial
farming tend to decrease the
concentrations of minerals in those
plants. These techniques give growers
higher yields, and consumers get less
expensive food. But now it appears
there’s a hidden long-term cost —
lowered food quality.
For example, a study of phosphorous
fertilizer on raspberries found that
applying high levels of phosphorus
caused the yield to double and
concentrations of phosphorus to increase
in the plants, but meanwhile levels of
eight other minerals declined by 20 to 55
percent!
The other force at work is what Davis
calls the genetic dilution effect — the
decline in nutrient concentration that
results when plant breeders develop
high-yielding varieties without a primary
focus on broad nutrient content. That’s
what the studies of wheat, corn and
broccoli confirm.
In fruits, vegetables and grains, usually
80 to 90 percent of the dry weight yield is
carbohydrates — sugars and starches
(the last things we need more of in the
American diet). Davis says that when
breeders (and growers) specifically
choose varieties for high yields, they are
selecting mostly for the highest amounts
of carbohydrates.
“These studies suggest to me that
genetic dilution effects may be common
when selective breeding successfully
increases crop yield,” Davis says. USDA
data indicate that yields have increased
an average of 1.8 fold for 24 vegetables
and 1.3 fold for six fruits over the past 30
years.
What can we do? Vegetables and fruits
are our richest sources of many vitamins
and minerals. It seems likely that those of
us who grow food gardens (or shop at
farmers markets) will get more nutrientdense foods if we grow (or pay a
premium for) older, lower-yielding
heirloom varieties. Odds are good that
heirloom varieties may be more nutritious
than current supermarket fare. Plus,
using organic methods such as moderate
amounts of slow-release fertilizers should
help us get maximum nutrition from our
homegrown produce. And most important
of all, Davis points out that the nutrient
declines in processed foods are much
deeper and broader than the declines in
fresh, whole foods.
You can review the full study by
requesting “Declining Fruit and
Vegetable Nutrient Composition,”
HortScience, 2009; 44(1):15