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Nº 2739 | Lunes, 29 de mayo de
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Robert gallo / Codescubridor del virus del sida:
«Puedo curar el sida sobre un papel, pero
técnicamente es inviable»
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«No está de moda elogiar a Bush, pero su programa contra la enfermedad
aporta 15.000 millones de dólares en becas» Se cumplen 25 años del
descubrimiento del virus
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Baltimore (EE UU)- Vanidoso e inteligente,
a Robert Gallo se le escapa por todas las
palabras el orgullo de estar entre los
nombres más reconocidos de la
biomedicina mundial. No es para menos.
En 1984 codescubrió el virus del sida y
desarrolló el primer test para detectar su
presencia. En su despacho del Instituto de
Virología Humana que creó en Baltimore
(EE UU) en 1996, recibe a LA RAZÓN y
repasa los 25 años «salvajes» que ahora
se cumplen de esta pandemia que cada
mes reproduce los efectos mortales del
tsunami asiático. Reflexiona sobre los
prejuicios políticos, médicos y sociales de
los primeros años 80, y sobre las
El codescubridor del virus del sida, en las
controversias legales que le hicieron instalaciones del Centro de Biotecnología Médica
de Baltimore
perder «los mejores años de su carrera».
Mientras muestra una foto junto al
Príncipe de Asturias, dice ser optimista
sobre el descubrimiento de una vacuna
contra el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), pero se lamenta de que
seguramente morirá sin ver vencida la enfermedad. -Vayamos a 1981, ¿cuál fue su
reacción cuando supo que gente en EE UU se moría de una enfermedad desconocida? La primera vez que oí hablar de algunos casos fue en los periódicos y no presté
demasiada atención. Parecía un fenómeno local, circunscrito a un puñado de hombres
en Nueva York y Los Ángeles. En los primeros meses de 1982 James Current, el
director del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta (hoy decano de
medicina en la Universidad de Emory), declaró que necesitaban ayuda de los virólogos
para estudiar la misteriosa enfermedad. Fue entonces cuando me empezó a parecer
claramente importante. -En la calle pensaban que era un nuevo cáncer, que afectaba
sólo a los gays. ¿Qué decían mientras tanto los médicos? -¡Oh, Dios! Circulaban
incontables teorías: bacterias, hongos... adicción a las drogas, todo lo que usted quiera.
Hubo científicos convencidos de que era una «autoinmunización», un ataque del propio
sistema inmunológico de la persona. Fueron años de enorme confusión. Tenga en
cuenta que el VIH tiene un largo periodo de latencia. Puedes contarle al médico qué
hiciste ayer, la semana pasada, pero no lo que hiciste hace 10 o 15 años. Cuando a una
persona se le llegaba a detectar el sida, ya padecía también otras infecciones, así que
era muy difícil determinar lo que estaba pasando y por qué lo tenían haitianos,
homosexuales o hemofílicos. -¿Cuál fue su primera teoría? -Células T, sexo, sangre...
olía a retrovirus. Lo primero y lo único que yo consideré era que estábamos ante una
enfermedad de retrovirus. Así lo publiqué en 1982. Pensé que tenía delante una
oportunidad de hacer algo importante porque nosotros ya sabíamos cómo cultivar
células T (linfocitos) probablemente mejor que nadie en el mundo. Recuerde que hacía
Caballo Ver
Literatura, A
Narrativa.
Suplementos
cinco años habíamos descubierto el virus de la leucemia de células T en humanos. - Ya
han pasado 25 años desde entonces, ¿Cuáles son los avances más significativos? -Ha
habido grandes avances teóricos. Sabemos más del VIH que de ningún otro virus. Y
sabemos tanto del sida como de cualquier otra enfermedad. En el terreno práctico, lo
fundamental es que sabemos quién está infectado gracias al test y hemos logrado
fantásticos avances en tratamientos. -Pero todavía no hay curación... ¿estamos aún
lejos de poder curar a los enfermos? -Si hablamos de cura, soy menos optimista. En
teoría es factible. Puedo escribirle en un papel cómo se cura el sida. Pero técnicamente
no será viable hasta que lo que llamamos terapia de genes esté más avanzada. Hoy es
inviable logística y económicamente: habría que encontrar las células que albergan los
genes infectados y destruirlos. Un día leerá en el periódico que se ha hecho y todo el
mundo estará entusiasmado, pero de ahí a curar a todos los enfermos... No creo que
usted llegue a ver una cura mientras viva, y yo tampoco. -A las personas ajenas a la
medicina, nos asombra que los científicos no hayan dado aún con una vacuna. -Es que
es extremadamente difícil y no sólo por la variación del virus, que es lo que piensa todo
el mundo, sino porque hablamos de un retrovirus y, como tal, se integra en el ADN de la
célula con lo que la infección es inmediata. Muchos de nosotros creemos que para tener
éxito con una vacuna del sida requerirá algo que nunca ha sido alcanzado en la historia
de la inmunología: la esterilización inmunológica completa. Eso significa que
protegemos hasta la última célula que haya sido afectada para bloquear la entrada de la
infección y no dejar que el virus se meta ni en una sola célula. -Y, sin embargo, usted es
uno de los científicos más optimistas respecto a encontrar una vacuna... -Sí, veo un
camino con unas posibilidades razonables de éxito, basado en que en nuestro
laboratorio entendemos mejor que nadie cómo consigue meterse el virus en la célula. El
Instituto de Virología Humana tiene una vacuna candidata que en gran parte soluciona el
problema de la variación del virus. Si nuestros resultados en monos se duplican
empezaremos un intenso programa para seguir analizando. -¿Qué papel juega para
usted la rivalidad en la ciencia? -Hay que ser un poco «naif» para creer que existe un
mundo perfecto de cooperación. La competitividad es en esencia buena para la Ciencia.
Demasiada cooperación sería negativo porque todos pensaríamos lo mismo. El espíritu
competitivo es muy importante siempre y cuando no interfiera en la salud pública. La
competencia engorda tu orgullo, tu deseo de mostrar que has hecho algo bello y limpio.
Pero si se vuelve despiadada es mala. -¿Fue la batalla legal por la patente del test del
sida un ejemplo de esa competitividad? -Eso fue terrible. Las demandas judiciales
hicieron que los científicos se separaran. Personalmente, yo perdí los cuatro años más
productivos de mi carrera. Me dejó K.O. durante cuatro años cuando estaba en lo más
alto de mi carrera. Siento una gran frustración cuando recuerdo aquellos años porque
creo que hubiera podido hacer significativamente más por la ciencia. Fueron momentos
duros. -¿Hay algún legado del sida que se puede considerar positivo? -Hay dos.
Primero, ha reducido la intolerancia hacia los diferentes tipos de sexualidad. Hoy es
mucho mejor de lo que fue. Y segundo, el sida ha potenciado los lazos entre el Norte y
el Sur como nada antes lo había hecho. -¿Qué le parece la iniciativa de George W. Bush
para la lucha contra el sida? -El Presidential Emergency Program for Aids Relief (Pepfar)
es el programa más excitante con diferencia, a pesar de que no está de moda dar
crédito a Bush. Es una tremenda cantidad de dinero, 15.000 millones de dólares, en
becas para llevar las medicinas a África a través de instituciones estadounidenses que
operan sobre el terreno. Gracias a estas becas nosotros trabajamos en 7 países
africanos y en Haití. Se trata de poder entrenar allí a los profesionales para que puedan
tratar la resistencia que causa el cóctel de fármacos. El programa es fantástico y espero
que dure. -¿Cree entonces que la clase política ya está concienciada del problema del
sida? -Sí, creo que el sida ya está impreso en la conciencia de EE UU. No hace falta irse
a África para encontrar serias pandemias, las tenemos en Nueva York y Baltimore. No
sé cuándo se interesó Bush por el sida, aunque alguien me contó que fue por influencia
del evangelista Billy Graham, pero sí, la mayoría de los líderes estadounidenses ya han
incluido al sida en su agenda política. -Para salir de dudas, en internet aparece siempre
el paciente cero, el auxiliar de vuelo canadiense que contagió a cientos de personas en
EE UU. ¿Fue así realmente? -Es un mito. Desde el primer día que lo oí pensé que era
ridículo. Cuanto más tiempo pase la gente en internet más ignorante se volverá. En un
gran invento pero internet ha hecho retroceder a la sociedad en muchos sentidos.
Reduce la creatividad, fomenta el cotilleo y las tonterías y, lo peor, hace igual a todo el
mundo con lo que mi opinión, por ejemplo, tiene el mismo valor que la suya. -¿Cuáles
van a ser los campos de batalla en los próximos años, además de África? -En los
próximo 25 años, probablemente Rusia y las naciones de alrededor, India y China. Pero
esta gente se puede decir que es afortunada porque va a sufrir la pandemia cuando ya
sabemos la causa, tenemos el test, una terapia y sabemos usarla. Al menos se pueden
beneficiar de todos las lecciones y los errores que hemos hecho en Occidente. No
teníamos más que tinieblas cuando empezamos. -Hay quien todavía cuestiona que
fuera usted el primero en descubrir el VIH... -Hay motivaciones para ello. No saben la
verdad. Los franceses no identificaron cuál era la causa del sida y hay una razón para
ello: no podían. Sólo habían conseguido aislar un virus de un paciente, cuando nosotros
teníamos 48 y lo hicimos en el mismo año, en el verano del 83, pero no lo publicamos
hasta que probamos su vínculo al sida y desarrollamos el test. Ahora, los disidentes del
sida, la gente que no cree la conexión entre el VIH y el sida, e incluso la misma
existencia del virus, prefieren a Montagnier porque él solía decir que pueden ser muchos
factores los que contribuyen a producir la enfermedad. Para estos disidentes,
Montagnier era el bueno y yo me convertí en el centro del imperio del mal.
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