Download Origen mitológico de los mixtecos

Document related concepts

Serpiente Emplumada wikipedia , lookup

Citlaltónac wikipedia , lookup

Mixcóatl wikipedia , lookup

Xiuhtecuhtli wikipedia , lookup

Transcript
D
07
Origen mitológico
de los mixtecos
entro del sinnúmero de teogonías, genealogías y sucesos mágicos con los que los muchos grupos étnicos de Oaxaca adornan
sus leyendas para explicar sus orígenes, tratándose de los mixtecos, el Padre Burgoa en su Palestra Historial, conservó la tradición de que al correr de su apostolado de religioso escuchó en
algún punto de la Alta Mixteca, quizás en Yanhuitlán, de cuyo
convento fue prior, algo sobre “El Flechador del Sol”.
La leyenda es conocida e incluso aparece como sugerencia
poética en la Canción Mixteca de López Alavez, “La tierra del
sol”. En la leyenda, cosa extraña, no aparece el astro luminoso
como el dios propiciador de la vida, el que en la altiplanicie
mexicana se disfraza con el nombre de Huitzilopochtli, sino
como un invasor, como un enemigo que el mixteco había de
vencer y desterrar de sus campos en acción guerrera, reivindicadora. ¿Será así porque en ello se recuerde la invasión del mexica
Ahuizotl, poderoso codiciador también de las vírgenes tierras de
los tres Zaachilas y Cosijoeza?
Hay otra leyenda no menos simbólica, también transmitida
por la historia. La de Apoala: allí, bordeando un manantial, dos
árboles gigantes, de signos sexuales opuestos, se alzaron para
convertirse en progenitores de la raza de los ñusabi. Una genealogía forestal en un país de áridas montañas como lomos de
rinoceronte.
Otra versión más es conocida, de origen mitológico también,
que los mixtecos de Cuilapan conservaron y confiaron a la memoria y devoción del vicario de ese pueblo, fray Margarito García, tiene también su asiento geográfico en la vieja Apoala:
“En el año y en el día de la oscuridad y las tinieblas, antes
de que hubiera días ni años, estando el mundo en la oscuridad
que todo era caos y confusión, estaba la tierra cubierta de agua,
solo había limo y lama sobre la faz de la tierra. En aquel tiempo
aparecieron visiblemente un dios que tuvo por sobrenombre “Culebra de León” y una diosa muy linda y hermosa, que “Ciervo”
tuvo por nombre y “Culebra de Tigre” por sobrenombre.
Estos dos dioses dicen haber sido principio de los demás dioses… luego que estos dioses aparecieron visibles en el mundo y
con figura humana, cuentan las historias de esta gente, que con
su saber y omnipotencia hicieron y levantaron una gran peña
hecha con grandísimo artificio, donde fue su asiento y morada
de la tierra. Y encima de lo más alto de la casa habitación de
estos dioses estaba un hacha de cobre, el corte hacia arriba, sobre
el cual estaba el cielo.
Esta peña y estos palacios estaban en un cerro muy alto junto al pueblo de Apoala. Esta peña tenía por nombre “Lugar en
donde estaba el cielo”, adonde estuvieron muchos siglos en grande descanso y contento como lugar ameno y deleitable.
Estando en todo este tiempo el mundo en oscuridad; estando,
pues, estos dioses padre y madre de todos los dioses en sus palacios, tuvieron dos hijos varones hermosos, discretos y sabios en
todas las artes.
El primero se llamó “Viento de nueve culebras”, nombre
tomado del día en que nació. El segundo se llamó “Viento de
nueve cavernas, que así igual fue el nombre de su nacimiento.
Estos dos niños fueron creados con mucho regalo.
El mayor cuando quería recrearse, se convertía en un águila
que andaba volando por los aires. El segundo se transformaba
en un animalito pequeño con figura de serpiente alada y volaba
por los aires con tanta agilidad y sutileza que entraba por peñas
y paredes haciéndose invisible.
Como es de suponerse, la traducción de la versión oral al castellano es libre. Varias son las versiones al castellano. Una más o
menos parecida, pero igual en su fondo descriptivo se publicó en
el libro Origen de los indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales.
Madrid, 1729 p. 327
La información al respecto del Padre Burgoa, nuestro cronista, dice así: “La Mixteca cuyo origen atribuían a dos árboles, de
ufanos y soberbios ramajes, que deshojaba el viento a las márgenes de un río, de la soledad retirada de Apoala, entre montes
de lo que después fue población; este río nace del encañado de
dos montes , que hacen en medio calle, como si fueran cortados
a tajo abierto, y al pie de uno hace boca una oquedad o cueva
por donde respira violento el río, que aunque no es caudaloso es
bastante para un molino, y riega a un valle de sembrados, y al
pueblo que llaman solariego por lo primitivo de sus antiguallas,
con las venas de este río crecieron los árboles, que produjeron
los primeros caciques, varón y hembra, que fingen sus ilusorios
sueños, y de aquí por generación se aumentaron y extendieron
poblando un dilatado reino. Otros se conforman con el padre
Torquemada, en que los primeros hombres que fundaron esta
tan áspera y montañosa región, vinieron de la parte del Poniente, como los de México, y por venir unos y otros, ciegos sin
lumbre de fe, guiados del Padre de las Tinieblas, en ídolos que
adoraban, teniéndolos por oráculos para mansiones que tenían
que hacer, y donde les señalaban”… “trajo a los primeros pobladores a las tierras más muradas de montes y sierras inaccesibles;
y de estas hay variedad de opiniones aun en los caracteres y pinturas de los indios, que unos afirman que la primera población
fue en las praderías del pueblo que llamaron Sosola, tierra por
sí tan defendida que la sitió la naturaleza, o el diluvio de dos
ríos que la cercan, y aunque no son caudalosos, por su cauce
rebasaron tanto las márgenes que a peña tajada cortó en altura
grandísima todos los linderos de una legua y más de sitio, por
todas partes sin dejarle entrada más que la del puerto por donde
se entra y se sale, y con este pertrecho fueron formidables, aun
el rey Moctezuma, los naturales de este sitio, defendidos por el
estalaje y osados por los ejercicios militares de dardos, rodelas y
saetas, en que eran diestrísimos, y regustados de sus victorias y
multiplicándose en su descendencia, se extendían a las serranías
vecinas formando murallas para los pasos más sospechosos donde podía entrarles el enemigo; el día de hoy está un cerco que
coge más de una legua de piedra y lodo, y seguido por los altos
y bajíos de montes y quebradas, que admiran a los que le ven, y
que después de tantos siglos de la gentilidad persevere”.
“Otros suponen que los primeros señores y capitanes vinieron del Noroeste, después que vinieron los mexicanos adonde
fundaron (Tenochtitlan) y ellos vinieron guiados por sus dioses
y entraron penetrando estas montañas, y llegados a un sitio asperísimo que está entre el pueblo de Achiutla y Tilantongo, en
una espaciosa llanada que hacen encumbrados montes y que la
cercan, aquí se sitiaron (asentaron) haciendo fortalezas y cercos
inexpugnables, con tanta dilación que en más de seis leguas en
contorno llegó a poblarse de gente de guarnición, teniendo a
las espaldas por la parte del Norte una serranía tan espesa de
arboleda que ni cazadores la trajinan hoy. Y todos los montes y
barrancos están hoy señalados de camellones (repisas) de arriba abajo, como escalones guarnecidos de piedra, que eran las
medidas que daban los señores a los soldados y plebeyos para
la siembra de sus semillas, conforma la familia de cada uno,
y duran hasta hoy seguidos de camellones, aunque robados en
las quebradas con las crecientes y avenidas en los arroyos; y lo
que se ofrece a discutir es que los capitanes o señores primitivos fueron perseguidos de mayor poder y buscaron sitio que les
ayudase a la defensa, y con este recelo se ejercitaban en armas
como valientes y cultivaban y labraban los riscos para sembrar
y coger las semillas de que se mantenían, por no salir a buscar
caza de animales y salir fuera de los cercos donde se pudiesen
retirar escondidos; y esto parece lo más conforme con la razón,
porque el mayor señorío de estos mixtecos se conservó desde la
antigüedad hasta que les amaneció la luz del evangelio en este
pueblo de Tilantongo, que fue la frontera de aquella población.
Como se advierte, la versión del historiador Burgoa coincide
en muchos puntos con la leyenda de Apoala de los mixtecos de
Cuilapan.
Continuando con la leyenda del Flechador del Sol, el padre
Burgoa agrega: “Los hijos de aquellos arboles de Apoala, de
donde fingen su origen, saliendo a conquistar tierras, el más adelantado de ellos llegó al país de Tilantongo, y armado de arco,
saetas y escudo, no hallando con quien ejercitar sus armas, y
fatigado de lo doblado y fragoso del camino, sintió que la braveza del Sol le encendía grandemente. Juzgó el bárbaro campeón
que aquel era el señor de aquella tierra y que se le impedía con
los ardientes rayos que le enviaba, y desenvainando las saetas de
la aljaba, embrazó el escudo para defenderse de la estación del
Sol, y enviándole pedernales en las varas que compitiesen con
disimulado fuego a sus llamas, y ya era hora de tarde en que iba
el padre de los vivientes declinando a la pira del ocaso sobre una
montaña con singularidad lóbrega, por la aspereza de árboles y
funestos peñascos que la enlutan, dejándola como trágica tumba o sepulcro. Y todo apadrinó a la quimera del desvanecido y
sagitario gentil, presumiendo que, herido el Sol de sus saetas, en
mortales paroxismos desmayó vencido, dejándoles por suyas las
tierras. Y de ésta ridícula fábula hizo fundamento para su señorío y magnífico reino, el más estimado y venerado entre los reyes
de esta Mixteca, con tanta estimación para calificarse de nobles,
los caciques alegan tener algún ramo de aquel tronco, de donde
se extendió el lustre de todos los caciques, que se dividieron en
todas las cuatro partes de Mixteca Alta y Baja, de Oriente y
Ocaso, Norte y Sur”
“El docto padre Torquemada –añade Burgoa–, en su primer
libro, de su primera parte, desvanece con luz de verdad la invención del origen de estos mixtecos, y afirma muy conforme a
razón, la venida del primer capitán llamado Mixtecatl, hijo de
otro que hacia la parte del Norte, y respecto de esta nación del
Poniente, de donde vinieron, o por donde pasaron, primeros
pobladores de estos reinos, y allá se llamó el Padre o señor de
este Mixtecatl, Ixtac Mixcuatl, porque en todas las naciones del
mundo es muy usado, como propio de su obligación, llamar
padre al señor que debe defender, sustentar y amparar a sus
hijos”.
Así concluye: “La hazaña de la victoria del Sol es tan general
en el blasón de las mixtecas, que en los escudos de sus armas
pintan un capitán armado de penacho de plumas, rodela, arco y
saetas, y en su presencia el Sol poniéndose entre nubes pardas”.
Fr. Francisco de Burgoa. Geográfica Descripción, etc.
Edición de la Secretaría de Gobernación. 1934. Ps. 274 y 369
Jorge Fernando Iturribarría. Sucedió en Oaxaca.
Colección Glifo del Gobierno del Estado de Oaxaca, 1992.