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FILOSOFÍA MODERNA
INTRODUCCIÓN
Tres son las corrientes que vamos a estudiar en este período: el racionalismo en la figura
de Descartes, el empirismo y el idealismo trascendental de Kant. Además de estas tres corrientes
analizaremos también las teorías políticas más importantes de este período, período que
comprende el Renacimiento, el siglo XVII y la Ilustración. Empezaremos por una introducción
general a la filosofía moderna
1. Caracterización general de la filosofía moderna
Decía Kant que son tres las cuestiones fundamentales de la filosofía: ¿qué puedo
conocer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar? Preguntas que se resumen en una sola: ¿Qué
es el hombre? A todas estas cuestiones intenta responder la filosofía moderna. De la primera
pregunta se ocupa la epistemología, es decir, aquella parte de la filosofía que pretende
determinar qué es el saber, si éste es o no ilimitado y qué validez tienen nuestros conocimientos,
es decir, hasta que punto nos podemos fiar de ellos. Toda la filosofía moderna tiene una
profunda vertiente epistemológica (debido en gran medida a la «revolución científica») y
encontramos en ella un gran afán por erradicar el error, por guiarnos por la verdad y para ello lo
primero será examinar nuestras capacidades cognoscitivas. Encontramos también en la filosofía
moderna una profunda reflexión sobre cuestiones éticas y políticas. Pero lo novedoso del
planteamiento moderno no son sólo estas cuestiones sino el modo de abordarlas, que es
completamente nuevo y parte de dos principios generales:
- El saber es autónomo. Tanto racionalistas como empiristas van a negar la posibilidad de
que las verdades que obtengamos por un procedimiento “racional” deban estar tuteladas
por la fe, o por la teología. La ciencia, la filosofía vuelven a constituir un ámbito de
reflexión autónoma y autosuficiente.
- El punto de partida de la reflexión filosófica es el “yo”, alma, conciencia, espíritu o
como queramos llamarle pues son aquí términos equivalentes. Esta actitud es lo que se
conoce como idealismo. Tanto en la filosofía Antigua como en la Medieval el punto de
partida para la reflexión filosófica era el mundo, la realidad. Ahora el punto de partida
va a ser la conciencia, el “yo”. El individuo cognoscente genera ideas que captan la
realidad o que son representaciones de la realidad.
Antes de iniciar nuestro estudio debemos ocuparnos de los cambios que se producen en la
ciencia al comienzo de este período y que son determinantes para el desarrollo de la filosofía
moderna.
2. La Revolución científica
La revolución científica que tiene lugar en los siglos XVI y XVII va a consistir
fundamentalmente en la refutación del sistema aristotélico-ptolemaico. Esta refutación va a
generar una nueva imagen del Universo (que se terminará de perfilar con Newton) y una
profunda reflexión acerca del saber y de la verdad. De ahí la orientación epistemológica de la
filosofía moderna. Pero esta revolución científica fue posible, entre otros factores, por una
nueva concepción del saber, de la ciencia. De los dos elementos fundamentales de la filosofía
moderna -la nueva imagen del Universo y la nueva concepción del saber- nos vamos a ocupar a
continuación.
La nueva imagen del Universo. Antes de exponer la nueva cosmovisión hemos creído
conveniente recordar brevemente la imagen aristotélico-ptolemaica del Universo.
- El Universo es un espacio cerrado y finito. En el centro está la Tierra inmóvil y la esfera más
externa del Universo es la bóveda celeste donde se hallan las estrellas fijas. Todos las esferas
giran alrededor de la Tierra.
- El Universo es heterogéneo y está dividido en dos mundos: el mundo sublunar y el supralunar.
Las leyes físicas son distintas para cada mundo. El mundo supralunar está compuesto de
cuerpos inmutables, algunos de los cuales se mueven mientras que otros están fijos en la bóveda
celeste. El movimiento propio de este mundo es el circular. El mundo sublunar está sujeto al
cambio y a la destrucción. Existen aquí dos tipos de movimientos: el natural y el violento.
Debido al movimiento natural los cuerpos tienden a su lugar natural (lo que pesa hacia abajo y
lo que no pesa hacia arriba); el movimiento violento sería el contrario a éste. La Tierra no se
mueve porque ya ocupa su lugar natural. Admitir el movimiento de la Tierra implica cuestionar
toda esta concepción del Universo.
Autores como Bruno, Copérnico, Galileo y Kepler modificaron con sus investigaciones y
teorías esta concepción del Universo. La mayor aportación de Copernico (1473-1543) fue el
heliocentrismo: el Sol está en el centro del sistema planetario y los planetas, incluida la Tierra,
giran a su alrededor. Sostenía que el Universo es mucho más grande de lo que se creía hasta
entonces, pero seguía pensando que las órbitas descritas por los planetas son circulares.
Giordano Bruno (1548-1600) defendió el heliocentrismo de Copernico y afirmó la infinitud del
Universo, con la consiguiente posibilidad de que existan otros mundos. Murió quemado en la
hoguera por la Inquisición. Galileo Galiei (1564-1642) defendió públicamente el sistema
copernicano y fue condenado por ello. Gracias a sus buenas relaciones con la Iglesia salvó la
vida, pero le prohibieron enseñar o hablar en público. La similitud entre la topología lunar y la
terrestre y el descubrimiento de manchas en el Sol le llevaron a afirmar la homogeneidad del
espacio lo que suponía la ruptura con la división aristotélica de los dos mundos. También refutó
la distinción entre movimientos naturales y violentos gracias al principio de inercia con lo que a
su vez refutaba la teoría de los lugares naturales de los cuerpos. Kepler (1571-1630) formula las
tres leyes del movimiento de los planetas con lo que se demuestra que las órbitas descritas por
los planetas son elípticas y no circulares como se creía hasta entonces.
La nueva concepción del saber. El fin de la escolástica produjo una profunda crisis del saber
que condujo, por un lado, al renacimiento del escepticismo y, por otro, a una nueva concepción
de la filosofía y de la ciencia que abandonan paulatinamente la tutela de la teología. En este
nuevo modo de entender el saber y la ciencia hay dos autores que debemos destacar: Bacon y
Galileo. Francis Bacon (1561-1626) en su Novum Organum nos dice, entre otras cosas:
- El saber deber ser inductivo, no deductivo como lo era hasta ahora. El científico debe
proceder recogiendo datos y anotándolos para, a partir de ellos, establecer leyes
generales.
- La ciencia no debe ser entendida como una actividad contemplativa, teórica sino
práctica, donde tenga cabida la observación, la recogida de datos y la intervención
técnica en la naturaleza. El investigador debe tener un papel activo ante la naturaleza.
- Hay que rechazar el saber como una mera crítica y comentario de libros (típico de la
escolástica) y desechar del verdadero saber el argumento de autoridad1.
- En la investigación de la naturaleza nos debemos atener a la causa eficiente, olvidando
la causa final. Este rechazo de teleologismo aristotélico acabará generando la visión
mecanicista del universo
Para Bacon el saber no es una actividad contemplativa que se limita a la descripción de la
naturaleza, sino que ha de estar al servicio del hombre: queremos conocer la naturaleza para
dominarla, para someterla a nuestros intereses y obtener de ella el máximo rendimiento posible.
Queremos saber para controlar los procesos naturales y utilizarlos en nuestro provecho. En su
obra la Nueva Atlántida desarrolla una utopía donde el mundo estaría gobernado por científicos
1
Argumento de autoridad o falacia ad baculum, consiste en admitir como verdadera una cosa
simplemente porque lo ha dicho alguien eminente.
y técnicos (los nuevos sabios) y gracias a la ciencia y a la técnica el hombre eliminará, en gran
medida, el dolor y el sufrimiento alcanzando la felicidad.
Galileo también concibe el saber de un modo práctico y utilitario; admite que la única causa
relevante para la ciencia es la causa eficiente y entiende que la experimentación y la
intervención técnica en la naturaleza son imprescindibles en la actividad científica. Distingue
Galileo entre cualidades primarias y secundarias. Las cualidades primarias (peso, medida,
forma) son las que determinan el ser de las cosas y, por tanto, son las que debemos conocer
aunque, en principio, no son directamente observables. Las cualidades secundarias: el color, el
sabor, etc., de los objetos no son relevantes para la ciencia. Es decir, lo que percibimos de las
cosas no es lo realmente importante, hay que forzar a la naturaleza mediante la experimentación
para conocer las cualidades primarias. Estas cualidades primarias son aquellas que se pueden
medir, cuantificar: de ahí que el lenguaje de la ciencia sea el lenguaje matemático. Como decía
Galileo, Dios ha escrito la naturaleza en lenguaje matemático.
Tanto Bacon como Galileo y, como más tarde veremos, Descartes entendieron que esta
nueva concepción del saber lleva pareja un nuevo método de investigación, del proceder
científico en busca de la verdad y gran parte de sus esfuerzos intelectuales se encaminará a
clarificar el método más adecuado para alcanzar la verdad. Las ciencias fisico-naturales usarán,
básicamente, el método hipotético-deductivo2 de Galileo.
Esta nueva ciencia se irá separando progresivamente de la filosofía, sobre todo debido al
carácter experimental del nuevo saber y a la utilización del lenguaje matemático. Surgirán así
dos saberes claramente diferenciados: la ciencia por un lado y la filosofía por otro. Ya a finales
del siglo XIX y principios del XX se llegará a afirmar que sólo hay un saber: la ciencia,
arrojando la filosofía del campo del saber y calificándola de pseudoconocimiento.
3. Corrientes
Aunque antes hemos dicho que son tres las corrientes de la filosofía moderna ahora nos
vamos a ocupar exclusivamente de dos de ellas: racionalismo y empirismo.
Racionalismo. El racionalismo es aquella actitud que confiere un papel fundamental a la
razón. Aunque en el ámbito filosófico se suele denominar «racionalismo» a una corriente
filosófica del siglo XVII a la que pertenecen autores como Descartes, Malebranche, Spinoza y
Leibniz. Dichos autores básicamente afirman que todos nuestros conocimientos verdaderos
acerca de la realidad proceden de la razón, no de los sentidos. También comparten una
concepción deductiva del saber, teniendo como modelo el saber matemático. Así, por ejemplo,
la obra más importante de Spinoza lleva por título Ética. Demostrada según el orden
geométrico.
La Razón no sólo nos permite alcanzar la verdad en el saber sino que también tiene una
profunda dimensión práctica de modo que es ella la que establece qué debemos hacer, tanto en
el orden ético como en el político. De modo que ética y política se irán liberando también, a lo
largo de la filosofía moderna, de la tutela religiosa. La Razón es el juez supremo a quien
corresponde determinar lo verdadero en el conocimiento y lo conveniente en política y en
moral. También hay que destacar que para el racionalismo la Razón es única y la misma para
todos los seres humanos, instaurándose así la base sobre la que se sustenta el principio
democrático de la modernidad.
Empirismo. Se suele definir al empirismo como aquella corriente epistemológica que afirma
que nuestros conocimientos verdaderos proceden de la experiencia sensible y en ella encuentran
su validez. Aquí la concepción del saber no puede ser deductiva sino inductiva.
Aunque mucho se ha querido insistir sobre las grandes diferencias entre estas dos corrientes
de la filosofía moderna, muchas son las cosas que tienen en común. Ambas parten de que el
conocimiento, el saber tiene por objeto, no la realidad directamente, sino nuestras
representaciones de la realidad, es decir, nuestras ideas. «Ideas» entendidas en el sentido
2
Este método consiste, básicamente, en proponer hipótesis explicativas de los fenómenos que deberán
contrastarse mediante la experimentación.
moderno de la palabra (no platónico) es decir, como representaciones mentales o imágenes
mentales de la realidad. La diferencia entre unos y otros será determinar de donde proceden
estas ideas y cuando podemos decir que son verdaderas. Simplificando mucho los racionalistas
dirán que nuestras ideas son construidas por la razón y los empiristas que nuestras ideas
proceden de la experiencia, de modo que allí donde no hay experiencia no hay ideas, al menos
ideas verdaderas. Veamos esto con un ejemplo; pensemos en la idea de esfera. Uno puede
afirmar que ha generado esa idea a partir de la idea de una semiesfera girando sobre sí misma, y
en la medida en que sea capaz de construirla y verla con nitidez, afirmará que es verdadera. O
tenemos otra posibilidad, decir que hemos construido la idea de esfera a partir de nuestra
experiencia: vemos cosas más o menos con dicha forma y a partir de esa experiencia generamos
la idea de esfera.