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Federico Dickinson Bannack: antropología física,
ecología humana y crecimiento
Por Marytere Narváez
Mérida, Yucatán. 22 de febrero de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).Para Federico Dickinson Bannack, investigador del Centro de Investigación y
de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav IPN),
unidad Mérida, la ecología humana es un campo interdisciplinario que estudia
las interacciones entre ecosistemas, sistemas socioculturales y la biología. “Por
eso se trata de ‘ecología’ de una especie, en este caso, el Homo sapiens”.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el investigador adscrito con
nivel II al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) señaló que en el estudio de
la interacción entre los ecosistemas, los sistemas socioculturales y la biología
humana, la antropología física puede hacer importantes aportaciones, dado
que estudia a los seres humanos como especie.
“No nos interesan de manera fundamental las enfermedades, pues no somos
médicos. Somos una especie de biólogos de la especie humana. Nos interesa
conocer cómo responde la biología humana a las condiciones del ambiente, en
sentido amplio; es decir, condiciones tanto ecológicas como socioculturales”,
expresó.
De acuerdo con el investigador, quien prefiere ser llamado
coloquialmente Fede, la principal técnica que ha usado a lo largo de su carrera
ha sido la antropometría, que consiste en medir distintas dimensiones del
cuerpo humano.
Ecología humana de la migración en Yucatán
Dos de las principales líneas de investigación de Fede han sido la ecología
humana de la migración y el crecimiento en Yucatán. Como antropólogo físico
especializado en el estudio del crecimiento infantil y juvenil, uno de sus
proyectos principales tuvo como objetivo medir el crecimiento de grupos de
niños y jóvenes de la ciudad de Mérida, midiendo a los participantes dos veces,
con un intervalo de un año. “Tuvimos la oportunidad de medir
aproximadamente a mil niños y jóvenes que asistían a escuelas secundarias y
preparatorias públicas y privadas de la ciudad de Mérida”, señaló.
Las mediciones antropométricas incluyeron peso, talla, algunos pliegues
subcutáneos, que permiten conocer aproximadamente la cantidad de grasa
subcutánea que hay en distintos lugares. Asimismo, se realizó a cada
participante un estudio de bioimpedancia eléctrica que permite calcular la
cantidad total y los porcentajes de grasa y músculo. La antropometría permitió
conocer la proporcionalidad corporal, un indicador de las condiciones de vida
de un individuo durante su crecimiento.
“Como especie de primates tenemos una proporcionalidad adulta esperada.
Lo normal sería que nuestras piernas fueran relativamente largas en relación
con nuestra estatura total porque eso nos permite usar de manera más
eficiente la energía al caminar. Entre piernas más largas, nuestra caminata es
energéticamente más eficiente. Pero esta proporcionalidad se ve afectada por
problemas de nutrición, salud y distintos tipos de padecimientos derivados
fundamentalmente de condiciones ambientales”, comentó.
Como parte del análisis, todos los individuos fueron divididos en tres grupos
de acuerdo con una serie de variables socioeconómicas. Entre los resultados
—publicados en un capítulo del libro Studies in Human Ecology Liber
Amicorum bajo el título Growth status in children and adolescents in Yucatan,
Mexico— se menciona que no se encontraron diferencias estadísticamente
significativas al interior de los grupos socioeconómicos, pero sí entre ellas.
“En ambos sexos, los individuos que pertenecían a familias con mejores
condiciones socioeconómicas resultaron más altos, lo cual es de esperar, y
también tuvieron menos variaciones al interior del grupo, es decir, eran más
homogéneos en talla”, señaló.
Bajo crecimiento en mayas de Yucatán
Del proyecto derivaron una tesis de licenciatura y una de maestría en la que se
analizó el alto de la rodilla en función de la proporcionalidad total del cuerpo y
en función del origen étnico de las personas, determinado a partir del apellido
maya como indicador de origen étnico. De acuerdo con Fede, los resultados
mostraron que los individuos de origen maya tenían un alto de rodilla menor
en relación con otros grupos que no tenían apellidos mayas.
“¿Qué significa esto? El segmento de la tibia y el peroné constituyen un
segmento de nuestro cuerpo que es muy sensible a las condiciones
ambientales en su crecimiento. Si cuando fuimos niños y jóvenes nos vimos
afectados ambientalmente, este segmento del cuerpo va a crecer menos. Eso
es un indicador de las condiciones de vida en las que crecieron los individuos”,
apuntó.
Para el investigador, este resultado se suma a los trabajos realizados tanto
desde la biología humana como desde la antropología social que indican que
los mayas en Yucatán viven en condiciones precarias y esto se manifiesta en su
crecimiento. “Es un tema a discutir, algunos biólogos humanos piensan que los
mayas son bajos por cuestiones genéticas, yo pienso que no es así, sino que la
enorme mayoría de los individuos de origen maya no crecen bien y, por tanto,
llegan a ser adultos de estatura baja”, expresó.
Uno de los trabajos más notorios al respecto es el de Barry Bogin, biólogo
humano estadounidense, quien comparó las mediciones de niños
guatemaltecos mayas refugiados en Estados Unidos con niños guatemaltecos
mayas de la misma edad y el mismo sexo en Guatemala, encontrando una
diferencia de 11 centímetros de altura.
“Hay etapas en que crecemos aproximadamente cuatro o cinco centímetros en
un año, por lo que 11 centímetros significan dos años de déficit de crecimiento
y esto es biológicamente terrible. El estudio de Barry y otros colaboradores
mostró que los mayas no son bajos por cuestiones genéticas sino por las
condiciones de vida que tienen. Si nosotros mejoramos las condiciones de vida
de los mayas y muchos otros grupos indígenas en México y América Latina, sus
niños y jóvenes crecerían más y mejor”, finalizó el investigador mexicano.