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CONSEJOS A UN DRAMATURGO ESPAÑOL DEL SIGLO XXI Por Carlos Etxeba En pleno siglo XXI el dramaturgo puede escribir teatro en forma de tragedias, comedias y monólogos. Si se pone a escribir tragedias, lo más seguro es que no se representen nunca. La gente va a los teatros a divertirse y a dejar a un lado toda la problemática vital que tanto le preocupa. A lo máximo soportan las tragedias de los autores del siglo XVII con connotaciones culturales literarias; pero huirían como de la peste de la representación escénica de todas las miserias actuales humanas con abundante derramamiento de sangre, exclamaciones y gritos de por medio. El núcleo o meollo de la tragedia es la maldad del ser humano. Esta maldad no ha disminuido con el tiempo. Al contrario ha aumentado porque los medios de aniquilamiento se han perfeccionado tanto que ahora se puede matar de mil formas refinadísimas distintas, sin llegar a emparedar o a enterrar a una persona en la propia casa, o en el jardín, sin utilizar la espada, el puñal, la pistola, el revolver, los cuchillos de cocina o la cicuta, como ocurría antaño, sino utilizando la desintegración del átomo, los electrones y todos los recursos de la biología y de la química atómica que matan sin dejar huellas. Si el dramaturgo persiste en su empeño de seguir escribiendo tragedias de actualidad porque las tragedias en la humanidad las ha habido y las habrá siempre, lo primero que tiene que hacer es huir como de la peste de tragedias donde se involucre a la política o a los partidos políticos. Entonces sí que la vida del dramaturgo sería una auténtica tragedia y correría peligro de morirse de hambre, por no representar nada. Todo esto bastaría al dramaturgo para apartarle de la escritura de las auténticas tragedias de actualidad, las que reflejan las innumerables facetas de maldad del género humano en los tiempos presentes; pero si aun así y todo quiere escribir verdaderas tragedias dramáticas, lo mejor que tiene que hacer es escoger un siglo adecuado a la tragedia, que no sea muy reciente como por ejemplo el siglo XX ya que este siglo todavía podría acarrear coletazos de resquemores entre el público en general y las clases dirigentes Lo mejor es que escriba tragedias que sucedan en el siglo XVIII, donde la memoria histórica en la mente de las personas ha desaparecido por completo y no ofendería a nadie. Pero, claro, nadie acudiría a las representaciones por prolijo y aburrido. ¿Qué tiene que escribir el dramaturgo actual? Lo mejor es que se decante por escribir comedias que es un género nada comprometido. Para escribir comedias que triunfen lo primero que tiene que hacer es representarlas en las fiestas patronales de las diferentes provincias de España donde hay toros para 2 aprovechar el tirón producido por los festejos, que es cuando generalmente las gentes se gastan dinero en el teatro. Lo segundo que tiene que hacer es que la primera actriz sea una mujer muy bella, con piernas largas esculturales, de esas que salen a todas horas en la tele y en las revistas del corazón porque se han divorciado cinco veces o porque son toxicómanas o drogadictas. No importa que se haya divorciado de verdad o de que su vida sea un auténtico infierno, machacada por hombres violentos, que hayan contribuido a forjar su leyenda. Lo importante es que tenga una leyenda, verdadera o falsa. Una vez establecida la leyenda, la gente se cree todo lo que genera los grandes mitos y el teatro estaría lleno durante toda la temporada. Se me dirá que todo eso sucede en el cine y que en el teatro la cosa está mucho más atrasada. Pues ahí está el mérito del dramaturgo. Tiene que tirarse a los pies de la diva que tenga largas piernas y que haya creado un mito. Tiene que llorar delante de ella como un niño. Tiene que forzarla emocionalmente a representar el principal papel de la comedia y si a pesar de todo esto la diva se queda impasible, entonces lo que tiene que hacer es buscar un macho adecuado muy alto, muy atlético, muy guapo que represente el papel de galán de la compañía. Por regla general los dramaturgos no pueden representar estos papeles: son viejos, gordos, fofos, con muchas canas, con narices muy prolongadas, con dientes postizos, bajitos y con grandes gafas, porque han estudiado tanto que le vista se les ha deteriorado prematuramente. Lo de menos es cómo esté escrita la comedia. Basta con que la actriz principal de largas piernas caiga en brazos del galán de turno de uno ochenta, para que se produzca el éxtasis colectivo de admiración y la comedia sea todo un éxito. Esta sería la fórmula ideal para que el dramaturgo obtenga el éxito a corto plazo. Supongamos que el dramaturgo no tiene ninguna posibilidad de realizar todo lo que he dicho anteriormente. Entonces tendría que dedicarse al monólogo, al teatro breve o al teatro mínimo de diez minutos y lo tendría muy difícil. A las actrices de largas piernas no les gusta representar monólogos, porque no tiene sentido hablar tanto, cuando en realidad lo que les interesa es encontrar al hombre, ponerlo delante de ellas y empezar a jugar al ratón y al gato, tal como sucede en las comedias. Si el dramaturgo no encuentra estos actores entonces está perdido y su vida habrá sido una vida anodina, perdido en el anonimato. LAS ARTES AUDIOVISUALES La primera cuestión que se puede plantear es si el dramaturgo en pleno siglo veintiuno tiene razón de existir, puesto que la sociedad ha desarrollado tanto las artes audiovisuales con prejuicio de las artes escénicas que se puede decir que el teatro es la 3 esclava de todas las bellas artes. Se plantea la pregunta, ¿dejará de existir en algún momento el teatro? El cine nos acompaña a todas partes. Ya hay pocas personas que viajen y no lleven una cámara digital donde se reflejen en movimiento y con sonido todos los recuerdos del viaje, aparte de todas las cámaras fotográficas que se llevan para inmortalizar momentos determinados de la vida de las personas que tienen una importancia singular en los recuerdos. Está comprobado que la humanidad necesita las artes audiovisuales para poder subsistir. Esto se explica por el enorme desarrollo conseguido en todos los aspectos. Los actores cinematográficos adquieren categoría de modelos insustituibles para la juventud, héroes que acumulan dinero y admiradores en todo el mundo. Una misma película se rueda en un país o en varios y se puede exhibir en las salas del mundo entero traducida a todos los idiomas. Los mejores actores tienen la obligación de saber inglés y de dominarlo a la perfección si quieren competir con las películas de los Estados Unidos ya que el cine forma una auténtica industria llamada cinematográfica. Ya tenemos el cine en casa, el cine en las tiendas, el cine en los museos, el cine en todas las partes y del teatro no se acuerda nadie. Hay un hecho espectacular que demuestra clarísimamente que el teatro no morirá nunca. Lo sé por la cantidad de personas que han escogido el teatro como materia de trabajo diario, como fuente de subsistencia laboral, como origen de dignificación personal, como aspiración de perfeccionamiento espiritual. Para mí es un consuelo enorme pensar que hay muchísimas personas con talento, que dedican su vida por entero o bien a la actuación como actores en los teatros más inverosímiles, o bien a la organización de compañías y representaciones teatrales fuera de lo que se llama las artes audiovisuales. Leo normalmente la revísta EL MUNDO DEL ESPECTÁCULO TEATRAL, donde se exponen todos los estrenos teatrales del momento en España y un aire de frescura cultural recorre mis pulmones. ¿Cómo va a desaparecer el teatro en España si hay tantos actores enamorados del teatro que prefieren sufrir por él, que prefieren enfrentarse a un enorme fracaso en las taquillas, que prefieren enfrentarse a un futuro dudoso económicamente en la vejez con tal de poder satisfacer sus aspiraciones más elementales sin las cuales no quisieran vivir? Que conste que no hablo aquí de las grandes compañías teatrales que funcionan con grandes subvenciones del Estado, de las Diputaciones o de los Ayuntamientos. Porque esa es otra: ¿el teatro se moriría si no lo subvencionan? Parece ser que sí. Que el teatro si no lo subvencionan se muere. Si no ha muerto ya es porque tanto la sociedad, como los gobernantes, como los actores se han dado perfectamente cuenta de que el teatro es cultura, está en el origen de nuestra cultura y hay que subvencionarlo, porque con el dinero de las entradas no se consigue pagar toda la infraestructura que requiere el teatro. 4 SUBVENCIONES EN EL TEATRO GRIEGO Veamos como las subvenciones vienen ya desde tiempos de la antigua Grecia, donde nació el teatro. Figurémonos que estamos en pleno siglo IV antes de Cristo, cuando ya la práctica teatral se había desarrollado mucho. Veamos lo que nos dicen los historiadores. “Las representaciones empezaban muy temprano, poco después de la salida del sol. El precio de las localidades, el teorikón, era de dos óbolos. Desde los tiempos de Pericles el gobierno daba un óbolo para la entrada y otro para la merienda a los pobres. Los gastos de sostenimiento del teatro eran sufragados por los ciudadanos pudientes. Los que pagaban para el sostenimiento del teatro se llamaban coregas, eran elegidos por los arcontes y tenían que mantener a los individuos necesarios para componer el coro. Los coros entraban en concurso antes de las fiestas y al sostenedor del coro que vencía se le colocaba una corona de hiedra.” (Ver Orígenes del Teatro de Jean Jouvent) Volvamos ahora a nuestro teatro del siglo XXI. Cuando hablo de muerte del teatro quiero decir agonía del teatro. El teatro languidecería tanto en España que sería volver a la época de sus orígenes cuando en carretas (actualmente sería en camiones) iba Juan de la Cueva en el siglo XVI por los pueblos de España improvisando escenarios y representaciones. Mientras haya miles de personas enamoradas del teatro porque tienen una sensibilidad muy especial, no podrá morir nunca el teatro entendido como representación directa ante el público. Sólo podrá enmascararse y transformarse. Y eso es lo que ha ocurrido que el teatro se ha transformado. Se ha transformado tanto que el cine, los videos, las artes audiovisuales son puro teatro modernizado con la técnica de la fotografía y de los ordenadores. Se ha convertido en una cosa bastante complicada y completamente distinta en lo accesorio aunque en el fondo sigue siendo la misma cosa. ORIGEN PSÍQUICO DEL TEATRO El hecho fundamental de la existencia del teatro, su razón de ser, estriba en la configuración cerebral del ser humano. El hombre necesita transformarse y representar o imitar a otros seres que le rodean. El origen del teatro en todas las civilizaciones está en los bailes y danzas originados por la caza de animales. Se desarrolla así un ballet primitivo, auténtica manifestación teatral que todavía existe en los pueblos primitivos. La música está también implicada en los orígenes del teatro. ¿Por qué el ser humano tiene necesidad de transformarse y de imitar a los seres que le rodean? Se trata de una tendencia psíquica muy profunda, la mente consciente constituye apenas una parte del psiquismo total. Existe una vida llamada "inconsciencia" y el hombre motivado por impulsos inconscientes tiene la imparable necesidad de transformarse en otras personas, en otros seres. 5 Hoy día en el siglo veintiuno sabemos todos que la mente engaña al cuerpo y que el cuerpo engaña a la mente. Está demostrado por el psicoanálisis. El actor al transformarse en el teatro está desarrollando inconscientemente la práctica del psicoanálisis. Puedo mantener la mente, cambiando el cuerpo de masculino a femenino y ser la misma persona, o puedo cambiar la mente de masculina a femenina, manteniendo el mismo cuerpo y ser la misma persona. El autor a través del actor tiene la posibilidad de decir cosas con segundas intenciones para que se enteren otras personas que pueden estar presentes en el tiempo o en tiempos diferentes, como quien lanza botellas al mar con mensajes de auxilio para que no se pierdan sus pensamientos y sufrimientos, y puedan así ser comprendidos por otros hombres a quienes les puedan servir de ayuda. Y en este punto radica una de las principales virtudes del teatro del siglo XXI: la libertad de expresión del autor teatral y de sus actores. LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN DEL AUTOR DE TEATRO EN EL SIGLO XXI Y EN TIEMPOS DE LA ANTIGUA GRECIA La libertad de expresión es un tema peliagudo. ¿Un autor de teatro puede expresar libremente lo que quiera o tiene que doblegarse a ciertos imperativos políticos que le obliguen a tergiversar las ideas? ¿Puede ser sincero en lo que dice o se ve obligado a engañar a los demás? Repasemos un poco la misma historia del teatro griego desde sus orígenes: “En la comedia griega se puede considerar tres etapas: antigua, media y nueva, según los dramaturgos antiguos pusiesen verdes o no a las autoridades del momento. La primera etapa era esencialmente satírica. Los autores representaban en escena, perfectamente descritos, con sus nombres auténticos incluso, a los Jefes de Estado, a los filósofos, poetas, magistrados y generales. Muchos autores fueron castigados por sus audaces mordacidades, entre ellos el poeta Eupolis, al que Alcibíades mandó arrojar al mar. Por fin se puso coto a estos desmanes cuando cayó el gobierno de Atenas en poder de una oligárquica tiranía que empleó la censura, prohibiendo que se llevasen a la escena personajes públicos. De todos modos, no se consiguió que los autores desistieran de sus propósitos de expresar lo que libremente sentían. Continuaron sus acres censuras a los gobernantes y hombres de Estado, poniendo nombres supuestos a los personajes, pero el público los reconocía fácilmente. A este período pertenece la "comedia media". No duró mucho porque considerando que era igualmente peligrosa, fue también prohibida. Nació entonces la "comedia nueva", o de costumbres, que adquiere en Menandro su expresión más completa. Son llevados al teatro, como medio de exposición, las 6 corrupciones y vicios de la sociedad en general sin referirse a ningúna persona en particular. (Ver Orígenes del Teatro de Jean Jouvent) Actualmente el dramaturgo tiene que seguir esta tendencia. No puede referirse a ninguna persona en particular. Debe basarse siempre en una realidad social general sobre la que teja su contenido dramático. La sociedad griega antigua catalogó al autor de comedias en tres etapas: la antigua, la media y la nueva, según se pudiera satirizar a los gobernantes tal como hemos visto. La sociedad moderna en los momentos actuales ha situado al autor de comedias en otra etapa muy diferente. Yo la llamaría la etapa contemporánea del silencio absoluto en las cuestiones de máxima trascendencia. En resumidas cuentas el consejo que se le podría dar a un dramaturgo español que se zambulle en el teatro contemporáneo y que quiere triunfar en la literatura dramática, sería éste: que escriba sólo comedias para una actriz de largas piernas y escotes provocativos; que si ella no quiere escucharle, que llore como un chiquillo y que se tire a sus pies para ablandar su corazón. Como la actriz de largas piernas y escotes provocativos no va a querer de ninguna manera hacerlo, entonces no le va a quedar otro remedio que buscar un actor de un metro ochenta con cuerpo de atleta y nariz griega para que haga de galán de la comedia. Esta sería la única forma de hacer que la actriz de largas piernas y escotes provocativos acepte. Lo de menos sería la calidad de la comedia. Si no lo logra el dramaturgo tendrá que languidecer y languidecer hasta desaparecer por completo. Si a este autor se le niega la posibilidad de escribir sobre los hechos fundamentales que convulsionan a la sociedad moderna, si se le niega la posibilidad de retratar a los personajes públicos que condicionan la vida moderna, su final será un fracaso total. Su teatro será anodino, inmaduro y superficial, digno de tirarse a la papelera.