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Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M.
Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, CICCP, CEHOPU, 2007.
Algunas notas sobre las piezas cerámicas
en la construcción mesopotámica
Amparo Graciani García
El ladrillo ha sido uno de los primeros materiales de
construcción empleados por el Hombre y, aún hoy,
por las ventajas que su uso conlleva, lo sigue siendo.
Sus orígenes de remontan al Neolítico del Próximo
Oriente; precisamente, este trabajo pretende aportar
algunas consideraciones sobre las piezas cerámicas
de construcción de paramentos en Mesopotamia, la
región del Próximo Oriente comprendida entre los
ríos Tigris y Eúfrates, donde se constata el primer
uso del ladrillo. El marco cronológico es muy amplio, correspondiendo a la etapa histórica; abarca
hasta la caída de Babilonia en el s. VI a.C., habiéndose iniciado en el tránsito del V al IV milenio a.C.,
cuando, en el Neolítico mesopotámico, quizás de forma simultánea a la aparición de la fábrica aparejada
en ladrillo, la pieza cerámica se somete por primera
vez a un proceso de cocción, produciéndose así la invención del ladrillo; este hecho, que coincidía con el
nacimiento de las primeras ciudades, implicaba un
importante avance pues, aunque desde las primeras
manifestaciones constructivas del 9.000 a.C. el barro
había sido el material de construcción predominante
en el Próximo Oriente, éste se había empleado apisonado o en adobes.
Comenzaremos el estudio con unas consideraciones previas sobre el proceso evolutivo y sus manifestaciones concretas hacia la generalización de la fábrica cerámica en la Mesopotamia histórica; centrados
ya en esta fase, analizaremos las características de las
piezas cerámicas, en cuanto a su forma, métrica y
proceso productivo. En cualquier caso, por el amplio
uso que la arcilla como material de construcción tuvo
en la región, abarcando todas las manifestaciones de
la propia Historia de la Construcción (elementos y
sistemas constructivos, técnicas de revestimiento y
ornamentación, instalaciones en la edificación y control ambiental, . . . ) este recorrido se limitará a su
empleo en obras de fábrica, facilitando una mejor
comprensión del trabajo anterior en el que ya ofrecimos algunas reflexiones sobre las fábricas latericias
de este periodo histórico (Graciani 2005b).
Para aclarar este texto, será conveniente establecer
una rápida cronología de los periodos históricos de
Mesopotamia (tabla 1), con independencia del Neolítico en el Próximo Oriente el que se referirán centros
Tabla 1
Cronología general de Mesopotamia del V milenio a.C. a la
caída de Babilonia
500
A. Graciani García
de regiones distintas como Jericó (Palestina), Catal
Huyuk (Anatolia), Catal Yarmo (Kurdistán), . . .
Como base, se ha seguido a Blanco Freijeiro (Blanco
1972, 7–8).1
LAS FUENTES DE INFORMACIÓN
Por circunstancias diversas (deleznabilidad de los
adobes, superposición cultural, acarreo, destrozos antrópicos mayoritariamente bélicos, . . . ) los paramentos conservados en altura son escasos considerando
el amplio uso de la arcilla como material de construcción en la zona, lo que dificulta el establecimiento de una secuencia completa. En contados casos los
arqueólogos han tenido la fortuna de encontrar ejemplares tan atractivos como los paramentos de adobe
del templo de Isthar en Asur, conservados hasta 2 m
de altura, por lo que la mayor parte de los estudios
sobre fábricas han de realizarse sobre cimientos o
tramos de muros enmarañados con estratigrafías posteriores. Tampoco la bibliografía es demasiado explícita con relación a este asunto, por lo que para trazar
una evolución genérica hay que recurrir a las memorias de las excavaciones arqueológicas acometidas
desde el siglo XIX, que recogen dimensiones de piezas, material fotográfico (en su caso) y dibujos y que
a partir de la estratigrafía permiten conocer la evolución real, al no ser habitual en Mesopotamia la reutilización o acarreo de las piezas; afortunadamente, la
obra de Sauvage (1998), en sus interesantísimos
apéndices tipológico y bibliográfico, sintetiza los datos más significativos.
Algunos ejemplares de piezas de fondos museísticos (Británico, Louvre y Vorderasiatisches
Museum)2 nos permiten ofrecer una primera caracterización y una posible evolución formal y mensiocronológica, siempre con reservas por tratarse de
ejemplos aislados, en ocasiones fragmentados, y habitualmente sacados de su contexto y de su estratigrafía. Especialmente curiosa, pero no exenta de problemas, es la pequeña colección de piezas y material
de construcción donada al Museo Británico (B. M.)
incluida en el ANE (Ancient Near East) por Sir Robert Ker Porter (1777–1842) que incluye piezas del
Próximo Oriente, fundamentalmente del yacimiento
de Babilonia, recién identificado cuando lo visitó.3
Aún extraídas de la estratigrafía original, las piezas
suelen tener un importante valor para determinar, si
no la disposición en la fábrica, las dimensiones habituales en el momento, pues muchas pueden fecharse
y adscribirse a un periodo gracias a las inscripciones
y leyendas que suelen presentar a partir del III milenio a.C. y especialmente tras III Dinastía de Ur
(2120–200 a.C.). Éstas se realizaban impresionando
y estampando un molde sobre el barro aún húmedo.
Los contenidos suelen ser muy repetitivos y conforme a un lenguaje muy estereotipado. Así, comienzan
invocando al dios patrono de la ciudad o al rey o gobernador promotor de la obra; Parrot (1970, 220)
aporta como muestra el comienzo de las inscripciones de época de Gudea: «A Ningursu, el fuerte guerrero de Enlil, su rey Gudea, pateéis de Lagash, su
Eninnu (llamado) «Imgig brillante»». En algunos casos, incluyen referencias a materiales de construcción excepcionales o de importación; por ejemplo,
los ladrillos circulares de época de Gudea que se
conservan en el Louvre y en el Británico hablan de
un pórtico de cedro, probablemente de El Líbano.4
También suelen referir la expansión territorial del
monarca constructor, hábito que permite fechar edificios o intervenciones concretas, verificando o contrastando testimonios escritos; por ejemplo, la afirmación de que Naramsim (2254–2218 a.C.), el rey
dios que llevó Imperio Acadio a su máxima extensión, había destruido Ebla se confirma al aparecer en
Susa (Tell-Brak) un gran edificio con muros exteriores de más de 10 metros de espesor, reconstruido con
ladrillos que llevan su nombre. Las inscripciones solían realizarse en escritura cuneiforme hasta que en
el siglo IX a.C. el arameo la sustituye gradualmente,
aunque en época neobabilónica seguía siendo aún
poco habitual. Por ejemplo, en la colección Porter se
conserva una pieza, según Porter «muy rara», con un
león y una inscripción en arameo —la letra M, quizás un monograma personal, sobre la abreviatura
QSB que se traduce como «B ha presentado», siendo
B la abreviatura del nombre de un dios.5
En algunos ladrillos —además o en vez de texto—
aparecen también señales figurativas, medias lunas
(Eridu), un águila o un león (Lagash), además de algunas marcas adventicias por huellas de paras de animal en ladrillos planos (Parrot 1970, 220).
Las inscripciones se realizan en la tabla, en el canto o en la testa, quedando en unos casos vistas y en
otros ocultas y las encontramos tanto en paramentos
como en pavimentos de ladrillo por tabla. La proliferación de las inscripciones es variable. Parrot (1970,
Las piezas cerámicas en la construcción mesopotámica
220) aporta algunos casos bien diferentes como algunos ladrillos de Gudea con inscripciones que cubren
de 7 a 12 casillas, frente a los ladrillos de fundación
del rey Iahdulim, recogidos por el propio Parrot en
Mari (1953), que llevan grabado un relato de 157 líneas. En época neobabilónica estas inscripciones
proliferan en grado extremo, distinguiéndose tres tipos. Las comunes, en un número de líneas variable
que oscila entre 3 y 7, suelen aparecer en el interior
de las piezas, en su tabla superior, quedando ocultas
una vez colocadas. Un segundo tipo de marcas, que
se podrían confundir con estrías generadas por las
irregularidades de los moldes de fabricación, correspondería a un sistema de marcaje en la tabla superior
para asegurar una correcta colocación de las piezas
que resultaba especialmente apropiado en haces de
paramento de ladrillo vidriado, como la Puerta de Isthar, la Fachada del Salón del Trono o la Avenida de
las Procesiones, en las que aparece; pensemos, por
ejemplo, que cada león de la Avenida de las Procesiones estaba realizado con 46 ladrillos distintos moldeados en 11 filas. Desde que Walter Andrae lo identificara en la fachada del Salón del Trono de
Babilonia, permitiéndole entre 1899 y 1901 reconstruirlo casi en su totalidad en el Vorderasiatisches
Museum, este método de marcaje ha sido determinante en procesos de reconstrucción. Un último tipo
serían las inscripciones vistas en el paramento, como
la que debía emplazarse a la entrada de la Puerta de
Isthar (hoy en su lado izquierdo) en la que Nabucodonosor II recordaba su actividad constructiva, con
alabanzas a los dioses, el buen nombre de la ciudad
de Babilonia y la inmortalidad de su alma.6
Otra fuente de información básica a destacar son
los ladrillos de fundación, piezas inscritas con las
que se pretendía conmemorar las construcciones y
que eran enterradas en los cimientos de los edificios,
bajo las puertas o incorporadas en los propios muros
y que eran venerados como un objeto de culto. Los
textos, realizados o mano o estampados a molde,7
suelen ser alabanzas a los dioses titulares de las edificaciones, explicando el uso y la finalidad de ésta, o
bien a los soberanos que en el futuro habrán de restaurar dichos edificios. Los ladrillos de fundación
son una variante de los distintos elementos que pueden encontrarse en un depósito de fundación (Graciani 2005a) y se encuentran desde la época neosumeria
(periodo de la supremacía Gútea, 2230–2120 a.C,.)
aunque la tendencia se mantiene en los distintos pe-
501
riodos posteriores, existiendo ejemplares paleobabilónicos8 y asirios.9
LAS PIEZAS: DEL ADOBE AL LADRILLO. TIPOLOGÍAS
Y DIMENSIONES
Los precedentes prehistóricos; de las primeras
fábricas de adobe a la aparición del ladrillo y las
primeras fábricas aparejadas
Aunque en la Prehistoria del Próximo Oriente no se
conocía la técnica de cocción de piezas cerámicas,
aquí se producen avances determinantes en el proceso evolutivo de las fábricas de arcilla, tanto durante
la fase preneolítica como en la neolítica. Así el uso
más temprano constatado de piezas de adobe corresponde al preneolítico de Jericó (Tell al-Sultan) en
Palestina, en el Valle del Jordán, en una zona bien
distinta a aquella región, Mesopotamia, donde luego
florecerían las fábricas de adobe y ladrillo.
Concretamente, estos restos del estrato inferior de
Jericó, aparecidos en 1952 (bajo la dirección del arqueólogo Katheleen Kenyon), son piezas de 26 × 10
× 10 cm, trabadas con mortero de barro, pertenecientes a unas viviendas de la cultura Natufiense, del Neolítico Acerámico A (h. 8300–7.600 a.C.) (Campbell
y Price 2004, 26; Blanco 1975, 12).10 La aparición
del adobe implica una reflexión acerca de las ventajas de la fragmentación en porciones de la masa de
barro y agua, por la facilidad de su manipulación manual y porque al menos parcialmente se resolvían los
problemas de solidez que presentaban los muros de
barro apisonado debido al lento secado de la masa y
a la consiguiente contracción y agrietamiento. Además, al incorporar paja secada se evitaba que la pieza
se resquebrajara durante el secado; la solución no es
casual en un entorno, la costa mediterránea de Asia
Menor, donde se concentraba la mayoría de los asentamientos epipaleolíticos (y posteriormente neolíticos), donde se disponía de desechos vegetales de trigo y cebada silvestres para incorporar a la arcilla y
en el que las precipitaciones anuales eran superiores
a 200 mm. Una tercera ventaja era que, al poderse
transportar los adobes con más facilidad que el barro,
la pared se podía construir más distanciada del lugar
de obtención de la materia prima. En cuarto lugar, no
era necesario utilizar un soporte de sujeción del muro
para mantenerlo recto durante el secado del barro, ya
502
A. Graciani García
que el ladrillo actuaba como encofrado permanente.
En cualquier caso, se trataba de piezas realizadas a
mano y, por tanto, de forma y tamaño no uniforme,
con juntas de barro, muy gruesas y frágiles.
En el Neolítico Acerámico B (7600–6600 a.C.), el
adobe seguirá siendo el material de construcción predominante en este poblado, pero no en todos los
asentamientos agrarios coetáneos de la zona, donde
la piedra ya empezará a trabajarse. Aunque en algunos asentamientos agrarios parece que ya se realizaban adobes en molde, las piezas de los estratos acerámicos de Jericó se fabricaban a mano y con forma
planoconvexa, es decir con la base plana y la cara superior alabeada (Roaf 1992, 29), tratándose por tanto
de los precedentes más inmediatos de los ladrillos
planoconvexos luego característicos del Protodinástico en la contigua Mesopotamia. Los adobes de Jericó
del Neolítico Acerámico B no sólo eran distintos en
forma; también eran algo mayores, de 40 × 15 × 10
cm (Campbell y Price 2004, 26).
Pero en Jericó no sólo se observan cambios en la
forma de la pieza; pese a las similitudes tipológicas
entre las viviendas de las dos fases (planta rehundida,
acceso escalonado, forma redondeada, cubierta bardada, . . . ) los estratos protoneolíticos del yacimiento
evidencian una reflexión evolutiva de las necesidades y las propiedades físicas de los adobes. En primer lugar, sobre la necesidad de aislamiento de la
humedad por capilaridad que presenta la fábrica de
adobe, pues los paramentos se disponen sobre cimientos pétreos. Quizás la misma idea, aunque también por exigencias defensivas, estuviera presente en
la muralla IV de Jericó, donde el adobe se limitó a un
coronamiento sobre una base pétrea de 1,64 m de espesor y unos 5 m de altura. En segundo lugar, se observa una preocupación por mejorar la adherencia del
mortero de barro a las piezas y con ello la cohesión
de las fábricas, de modo que en los estratos del neolítico Precerámico B encontramos las primeras piezas
con impresiones digitales, algunas generando disposiciones en espina de pez. Las impresiones justifican
el alargamiento de las piezas al aplicarla presión de
los pulgares.
En el Próximo Oriente en este momento la técnica
de fabricación del adobe no estaba aún demasiado
extendida, aunque ya se detecta de dualidad de los tipos de piezas de Jericó.11 Su generalización en los
distintos focos geográficos se retrasó al Neolítico Cerámico (7000–4000 a.C.), existiendo fábricas de ado-
bes en Anatolia (h. 6850 a.C., Catal Huyuk) y en el
valle del Tigris (en Samarra, en el centro del actual
Irak, en el asentamiento de Tell al Tell al-Sawwan, h.
6300 a.C.). Hubo zonas en las que nunca se pasó del
barro apisonado al adobe, a pesar de que tuvieron un
Neolítico muy activo, como el Kurdistán, al Norte de
Irak o en el poblado de Catal Yarmo; tampoco en la
cultura de Halaf, que hacia el 6000 a.C. sustituyó a la
de Samarra, en la que se construía en piedra o en barro apisonado, por ejemplo, en el yacimiento de Yarim Tepe II.
No obstante, durante el VII milenio a.C. se produjeron de modo puntual importantes avances: hacia el
6850 a.C. en Catal Huyuk (Anatolia) aparecen las
primeras fábricas armadas con estructuras de madera; posteriormente, a finales del milenio, y algo más
al Sur, en Samarra (Tell al Tell al-Sawwan) los encuentros y los ángulos de las fábricas de adobe se refuerzan con unos característicos soportes adicionales
que posteriormente se convertirán elementos propios
de la arquitectura mesopotámica.
La fase histórica: la generalización de la cocción
durante El Obed (Mesopotamia, 5.000–3500 a.C.).
Los limitados usos hasta Nabucodonosor de
Babilonia
Pese a estos avances prehistóricos, no sería hasta el
periodo de El Obed y en un ámbito geográfico bien
distinto, Mesopotamia, donde curiosamente no existían asentamientos más antiguos y por tanto se carecía de tradición en el uso de la arcilla, cuando se producirían dos importantes cambios: la aparición de los
primeros aparejos y la generalización del proceso de
cocción de piezas cerámicas para tales usos. Aunque
la cocción del barro se conocía en Europa y en el
Próximo Oriente hacia el 7000 a.C., los primeros ladrillos descubiertos hasta hoy en Mesopotamia corresponden a una acequia en Maddhur en el periodo
El Obed 3–4 (hacia el 5000–4500 a.C.). Sin embargo, parece que hasta el periodo de Uruk III o Jemdet
Nars (3100–2900 a.C.) fue algo excepcional. La generalización de la cocción de piezas cerámicas precisamente como consecuencia del emplazamiento de
dicha cultura en las llanuras formadas por el légamo
del Tigris y el Eúfrates, muy fértiles pero al tiempo
inundables, se ingenió como solución para proteger
del deterioro por humedad (descomposición y disgre-
Las piezas cerámicas en la construcción mesopotámica
gación) los arranques de los muros de adobe durante
las crecidas, la pavimentación de los espacios abiertos y las fábricas de las obras hidráulicas; el cambio
implicaba ya un conocimiento de las diferentes arcillas así como el proceso de encendido y mantenimiento del horno a una temperatura de cocción estable.
Sin embargo, reinando Nabucodonosor (605–562
a.C.), el material de construcción por excelencia de
la región seguirán siendo las piezas de adobe, quizás
porque la escasa disponibilidad de madera en el lugar
(en construcción se importaban ricas especies, como
cedro de El Líbano) dificultaba los procesos de cocción, al tiempo que las altas temperaturas posibilitaban el secado al sol de los adobes. En un contexto en
el que otras culturas —como la griega arcaica— estaban ya habituadas a la cocción del ladrillo, la neobabilónica optó por un avance técnico como consecuencia, sin duda, de los desastres ocasionados por
las inundaciones del Eúfrates; de hecho, la implantación del ladrillo como material habitual de construcción, con la consiguiente aparición de una industria
ladrillera de envergadura apropiada a las ingentes
cantidades de material, se produjo durante la reconstrucción de Babilonia y el amplio programa de construcción monumental acometido por el monarca de
las obras destruidas por la crecida del Eúfrates; años
antes, su padre, Nabopolasar (625–605 a.C.), primer
rey de la dinastía, había desarrollado un programa de
restauración de Babilonia para devolverla a su antiguo esplendor que incluía ampliar el recinto amurallado y el palacio, y lo había hecho exclusivamente
en adobe, siguiendo la tradición. Las construcciones
más singulares de la nueva ciudad de Nabucodonosor II, con quien el Imperio Neobabilónico alcanzó
su cenit y gloria final y quien continuó el impresionante proyecto empezado por su padre, fueron levantadas con ladrillos cocidos, constituyendo el primer
ejemplo histórico de un programa constructivo a gran
escala de muros de este material, entre ellas, la Puerta de Isthar. En cualquier caso, también influirían las
posibilidades de importar madera para la combustión, como consecuencia de las nuevas conquistas
hacia el Norte y el Oeste; pensemos que hasta ese
momento, los principales intercambios comerciales e
históricos de los mesopotámicos habían sido con los
egipcios, cuyos constructores —por las mismas razones— habían utilizado adobe; recuérdese, por ejemplo, la invasión asiria de Egipto, en el siglo VIII a.C.
503
No obstante, en edificaciones comunes (por ejemplo,
viviendas y murallas) se mantuvo el uso prioritario
del adobe, material que por tanto numéricamente fue
mayoritario. Esto justifica que, en el periodo Neobabilónico, contándose ya con una sofisticada industria
ladrillera, el ladrillo fuera cinco veces más caro que
el adobe, lo que en cualquier caso implicaba una reducción muy importante de los costes de producción,
considerando que según los documentos conservados
de la Tercera Dinastía de Ur (2111–2003 a.C.) los ladrillos cocidos costaban treinta veces más que los
adobes (Campbell, y Price 2004, 30).12
En cuanto a su forma y dimensiones se puede establecer un proceso evolutivo en los ladrillos mesopotámicos. Según su forma eran de tres tipos: a) prismáticos; b) planoconvexos, y; c) circulares y
derivados (sectores de circunferencia y sectores de
coronas de circunferencia). Aunque los más tempranos (de época preneolítica) son de caras rectangulares, desde el Protodinástico, en que se diversifican
los tipos de piezas, encontramos ya ladrillos con alguna de las caras de dimensiones cuadradas. Para encontrar piezas circulares y sus derivadas habrá que
esperar al Renacimiento Neosumerio, coincidiendo
con una diversificación de tipos de piezas y con un
perfeccionamiento de fábricas y aparejos.
Los ladrillos paralepípedos de Mesopotamia no
mantienen dimensiones constantes. Parece observarse una clara tendencia a disminuir las proporciones y
a proporcionar la relación soga/tizón. Las piezas más
antiguas de las que tenemos referencia son los adobes de Tell al Tell al-Sawwan, en el Valle del Tigris
(6300 a.C.), en los que la soga alcanzaba los 60 cm;
en época Calcolítica (5000–3500 a.C.), en los niveles
XVIII, XVII, XVI, XI y IX de Eridú, encontramos ya
adobes de dimensiones considerablemente menores,
grandes en cualquier caso (46 × 26 × 8 cm) (Davey
1967, 70).
Esta tendencia a disminuir la dimensión de la pieza se mantiene en época Protohistórica (3500–2800
a.C.) pues, aunque hay algunos adobes de grandes dimensiones denominados patzen, de 80 × 40 × 16 cm
(Blanco 1975, 40–41), tipo que evidencia ya una proporción dimensional, con una relación constante y
bien definida de 1: 2, en paralelo, a finales del periodo (Uruk III, o periodo de Jemdet –Yemdet— Nasr,
3100–2800 a.C.), vemos piezas (tipo riemchem) de
dimensiones considerablemente menores (16–24 cm
de soga). Precisamente será este tipo de ladrillo, el
504
A. Graciani García
riemchem, el más común de época protohistórica. Se
trata de unos pequeños ladrillos de igual tizón que
grosor, por tanto con testas cuadradas. La relación
soga-tizón, idéntica soga-grueso, oscila entre 2,6 y
2,4. Si bien las proporciones son similares, las dimensiones (Parrot 1970, 218) varían en los distintos
yacimientos: 16 × 6 × 6 cm (1: 2,6), 18 × 8 × 8 cm
(1: 2,5), 22 × 9 × 9 cm (1: 2,4) y 24 × 10 × 10 cm
(1: 2,4) (tabla 2).
Tabla 2
Piezas protohistóricas (3500–2800 a.C.) Tipos riemchem y
patzen (el último)
La aplicación de un nombre alemán proviene de
que la primera vez que se encontró este tipo fue durante las excavaciones en el complejo NO protohistórico del nivel IV b del Templo de Eanna en Uruk,
ciudad más importante de Mesopotamia en la época;
fueron precisamente los arqueólogos alemanes que
excavaron el yacimiento los que se lo dieron. En
concreto, aparecieron en las murallas y en las dos filas de columnas del complejo SE del Nivel Uruk
IVb,13 recubriéndose con una gruesa capa de adobe
que recubrían con conos de arcilla cocida con base
coloreada con diversos motivos. Cuando posteriormente, en el nivel Uruk IV a, en el complejo NO se
levantara un nuevo edificio sobre el Templo de Mosaico de Conos de piedra más antiguo, se haría con
este tipo de ladrillo, por lo que se aplicaría al edificio
el nombre de Riemchengebäude («edificios construidos con ladrillos riemchem»).
Aunque los riemchem eran característicos del Sur
de Mesopotamia también se extendieron a las colonias mesopotámicas coetáneas a Uruk III del Norte y
el Oeste, por ejemplo en el Alto Tigris (Roaf 2000,
64–66), en Siria, y especialmente en el Alto Eúfrates
(no sólo en la presa de Tabqa sino también en el yacimiento de Habuba Kabira, en su acrópolis religiosa
Tell Qannas, que se extendía más de un kilómetro a
lo largo de la ribera occidental del Eúfrates y que es-
taba protegido por una muralla fortificada). Pero
tampoco se limitó a Uruk y sus colonias; así lo encontramos en el yacimiento de Jemdet Nars
(3100–2900 a.C.), en Babilonia, en un gran edificio
que se presupone de uso administrativo y que comprendía un muro de casamata de unos 90 m de largo
con torres defensivas a intervalos estratégicos. En
cualquier caso, en el Periodo protohistórico no era
infrecuente que los riemchem se simultaneen con los
patzen como sucedía en los Templos de Enana y en
el Zigurat de Anu, ambos en Uruk (Parrot 1969,
12–16).
La importancia de la utilización de este ladrillo
riemchem en época Protohistórica pone de manifiesto cómo los constructores apreciaron tempranamente
(último periodo de Uruk y Jemdet Nasr, 3100–2900
a.C.) las ventajas de las caras (tablas, cantos o testas)
cuadradas de los ladrillos a la hora de modular y aparejar y trabar la fábrica, en tanto permiten, además,
ser fragmentados en sendas piezas rectangulares,
cuyo tizón por tanto equivalía a la mitad de la dimensión del ladrillo cuadrado original. De hecho, en periodos posteriores, las caras cuadradas de los ladrillos no se realizarán por tizón × grueso (testa) sino
por soga × tizón (tabla), disminuyendo generalmente
de forma considerable los espesores de las piezas.
Así, en el siguiente periodo, el Protodinástico,
2800–2320 a.C., encontraremos algunos ejemplos de
ladrillos cuadrados coincidiendo con un momento de
mayor diversificación tipológica en el que también
aparece un nuevo tipo de ladrillo prismático, los ladrillos planoconvexos.
El ladrillo riemchem, característico de la época
protohistórica, sería mayoritariamente abandonado a
partir del Protodinástico, dando paso al planoconvexo aunque, en cualquier caso, en zonas periféricas
(como la cuenca alta del Tigris) se mantuviera el ladrillo riemchen, bien combinado con el planoconvexo (Protodinástico I, templo de Abu, en Tell Asmar)
o usado de forma exclusiva (templo de Isthar en
Mari). De los ejemplos expuestos se deduce que la
perduración de este tipo de piezas no dependía exclusivamente de la distancia del foco constructor, pues
de hecho, Mari, emplazada en el Eúfrates Medio,
quedaba más próxima que Tell Asmar del Sur de
Mesopotamia.
Como ya hemos indicado, el ladrillo planoconvexo
fue característico del Protodinástico (2800–2300
a.C.); por ejemplo, en el Protodinástico II se constru-
Las piezas cerámicas en la construcción mesopotámica
yeron con dicho tipo los muros de Uruk. No obstante, en algunos puntos, incluso del Eúfrates Medio, estos coexistieron con el riemchem, propio de la época
anterior, coexistencia que también se manifiesta en
los depósitos fundacionales.14
Se trata de adobes paralepípedos con la tabla superior ligera e irregularmente abombada, con un alabeo
de unos 15 mm, si bien según Parrot éste es más
acentuado en la región del Sur (Summer) que en el
Eúfrates Medio (Parrot 1970, 218). Los autores que
como P. Delougaz (1933) han trabajado sobre el
tema no han encontrado justificación a la forma de
tales ladrillos, aunque apuntan que hoy en día se sigue trabajando la forma en piedra sin labrar en las
provincias de las colinas del Norte de Irak, por lo que
se ha sugerido que los montañeses que se asentaron
en la llanura imitaron en ladrillo su tradicional material constructivo. Aunque las medidas más comunes
son 30 cm de soga y 20 de tizón, los hay de dimensiones variables (tabla 3); de hecho, en algunos casos
las tablas se aproximan a la proporción 1:1, por la similitudes de sogas y tizones, mientras en otros adquieren forma rectangular en proporciones variables
entre 1:1,5–1:2. En Ur, Woolley documentó piezas
planoconvexas de distintas medidas: 27 × 17 × 10 cm
(1:1,5); 16 × 15 × 5 cm (1:1); 19 × 17 × 10 (1:1,1); y
18 × 9 × 7,5 cm (1:2) (Parrot 1969, 218).
Tabla 3
Piezas protodinásticas (2800–2320a.C.) Tipo planoconvexo
Además de la aparición del ladrillo planoconvexo,
en este periodo de las Primeras Dinastías hay que
destacar la utilización de otros tres tipos de piezas.
Por una parte, ladrillos oblongos (de tabla rectangular); así Parrot (1970, 220) aporta algunas dimensiones de las piezas de este tipo y de la época que él encontró en Mari15 (tabla 4): 20 × 13 × 5 cm; 28 × 19 ×
6,5; 30 × 20 × 5 cm; 31 × 23 × 5 cm; 32 × 22,5 ×
5 cm; 32 × 25 × 5 cm; 33 × 12 × 6 cm y 34 × 22 ×
4,5 cm.
505
Tabla 4
Piezas protodinásticas de tabla rectangular procedentes de
Mari
En segundo lugar, están constatado, aunque con un
uso muy puntual, grandes adobes prismásticos cúbicos, es decir, de tres caras idénticas (cuadradas) y por
tanto con igual dimensión de soga, tizón y grueso;
por ejemplo, aparece en algunas escaleras, como las
del Hipogeo de Shulgi (Dungi), en Ur (2106–2059
a.C.), resolviéndose los escalones con piezas únicas
siendo además huella y contrahuella de igual dimensión. En segundo lugar, piezas de tabla cuadrada empleadas ya para pavimentar, pero que coexistían con
soluciones de ladrillos planoconvexos en espina pez.
En las excavaciones de Mallowan (1949) en Nimrud
se constata la utilización de ladrillos de tabla plana
(no planoconvexos) y cuadrada (de igual dimensión
soga-tizón), por lo que se enmarcan en este periodo
los primeros ejemplos de ladrillos de tabla cuadrada,
que serán tan característicos de la construcción mesopotámica posterior, si bien hasta el momento apenas de emplearán para la construcción de fábricas,
para lo que habrá que esperar a la época Neosumeria.
Fue precisamente a partir de ella, en concreto durante la III Dinastía de Ur (2120–2000 a.C.) se produjeron importantes cambios. El primero, la utilización ya generalizada de ladrillos cuadrado ya desde
el reinado de Ur Namu (2113–2096), fundador de dicha Dinastía. En este periodo, el ladrillo cuadrado se
concibe no para ser dividido en dos generando piezas
rectangulares sino para obtener dos a partir de un ladrillo rectangular mayor, en el que la dimensión de la
soga equivale a dos ladrillos cuadrados. Este tipo de
piezas tiende a utilizarse en el interior del paramento
y también en los haces, en los que para favorecer la
traba se alterna en hiladas con ladrillos de tabla rec-
506
A. Graciani García
tangular. Parrot (1970, 220) concreta las dimensiones
de los ladrillos neosumerios que encontrara en Mari
en 1953, bien diferentes de los de la etapa anterior:
de una parte los ladrillos de tabla cuadrada (31,5 ×
31,5 × 5,5 cm; 32 × 32 × 6 cm; 47 × 47 × 7 cm), según Parrot, calculados de acuerdo con el pequeño y
el gran codo, y de otra los medios ladrillos de 30 ×
15 × 6 cm.
La segunda novedad neosumeria es la aparición de
los primeros ladrillos circulares de los que han constancia en la Historia de la Construcción. Los neosumerios emplearon piezas de ladrillo circulares o con
forma bien de coronas de circunferencia o de sectores de circunferencia para construir columnas de arcilla. La excepcionalidad, en cualquier caso de este
tipo de piezas se debe a que los soportes predominantes eran los pilares, de sección cuadrada o rectangular, aparejados en ladrillo, o bien pies derechos y
columnas de madera, en algunos casos (al menos,
pocos se han conservado). Realmente, su empleo
sólo está documentado en las columnas que debieron
soportar un pórtico de madera de cedro (se presupone del Líbano) en el templo construido en Tello (antiguo Girsu, al Sur de Irak) por Gudea de Lagash,
perteneciente por tanto al periodo Guteo
(2230–2.120 a.C.)16 y en las excavaciones de Mussian (Ruiz de la Rosa 1987, 39).
Las piezas circulares siempre se fabricaron para el
interior (centro) del soporte, no habiéndose constatado el empleo de ladrillos en secciones de discos con
el radio del fuste a construir ni tampoco con el diámetro correspondiente. De hecho, según Adam
(1996, 168–69) los primeros ejemplares para ambas
soluciones son de época romana, procedentes del Sur
de Italia.17 Los ejemplos mesopotámicos son bien
singulares como consecuencia del diámetro mucho
mayor de estos soportes; no puede compararse el diámetro exigido a una columna de ladrillo para un peristilo de una casa romana (por ejemplo, las del segundo peristilo de la Casa del Fauno de Pompeya, de
52 cm de diámetro) con el que necesita una columna
que soporta un muros de arcilla (adobes y ladrillos)
de gran espesor como los mesopotámicos, o bien
como en el caso de los referidos ejemplares de Tello,
la estructura y la cubierta de un pesado pórtico de
madera de cedro del Líbano. En este caso, cada columna presenta un diámetro aproximado de 70 cm,
apareciendo yuxtapuestas. Por ello, en Mesopotamia,
el espesor de la columna se realiza no con piezas úni-
cas por hilada sino mediante piezas aparejadas y bien
trabadas mediante la alternancia de hiladas constituidas por distintas tipologías de ladrillos, bien con forma circular, de sectores de circunferencia o de sectores de coronas de circunferencia. En Roma, por el
contrario, cuando se recurre a la variante de sectores
de circunferencia o bien a aquellas que exigen de un
vertido central de caementium, la traba se limita al
desplazamiento de cada una de las piezas, solapándose sobre el centro de la correspondiente de la hilada
inferior. Esto justifica que los ladrillos circulares de
Tello (realmente previstos no para todo el espesor de
la columna sino para el centro de una de las dos hiladas básicas) tengan un diámetro de 23,5 cm En cualquier caso, el grueso de este tipo de piezas en ambas
culturas es muy similar, oscilando entre 6,5 y 7 cm
(6,5 cm Tello/ 7 cm Casa del Fauno, Pompeya). Además de estos ladrillos circulares ladrillos aplantillados con forma de sector circular de un sexto de circunferencia en el caso de los hallados en Mussian y
de un octavo en los de Tello y ladrillos en forma de
sectores de circunferencia; la forma diversa de estos
ladrillos viene condicionada por el aparejo del soporte, de modo que se combinan los distintos tipos para
asegurar la traba de las piezas.
En la época accadia, con Naramsim (2254–2218
a.C.), se detecta ya una cierta standarización en las
dimensiones de las piezas, empleándose frecuentemente adobes de tabla cuadrada (52 × 52 cm). Este
tipo de piezas aparece por ejemplo en el Palacio de
Naramsim en Tell Braq (Siria) y en el Palacio Viejo
de Assur; quizás pudiéramos extrapolar a las piezas
de ladrillo la interpretación de Mallowan de que las
similitudes en las plantas de estos palacios pueden
deberse a la existencia de unos patrones normalizados (Ruiz de la Rosa 1987, 57; Blanco 1972,
111–113) que debieron enviarse a los distintos centros administrativos, lo que justificaría la unidad
también en la producción de las piezas y en su métrica.
Durante el periodo Paleobabilónico (2000–1535
a.C.), los ladrillos de tabla rectangular son menos
frecuentes que los que la tienen cuadrangular y se
observa como estos últimos tienden a realizarse de
mayores dimensiones que en las épocas precedentes.
Parrot (1970, 219) aporta las dimensiones de los ladrillos hallados en Mari, la importantísima estación
caravenera que dominaba el Eúfrates Medio y que
fue incorporada territorialmente al Imperio Paleoba-
Las piezas cerámicas en la construcción mesopotámica
bilónico durante la heptarquía de Isin Larsa; de tales
datos se desprende la utilización mayoritaria de piezas de tabla cuadrada, con soga y tizón en relación
1:1, pero con distintos grosores, sin existir una proporción constante entre soga/tizón y grueso de las
piezas. Según Parrot, las piezas de tabla cuadradas
son de 39 × 39 × 9 cm (soga-tizón/ grueso, 1: 4,3);
33 × 33 × 6 cm (1: 5,5); 45 × 45 × 11 (1: 4) y 42 × 42
× 11 cm (1: 3,8); las rectangulares son de 40 × 22 × 7
cm, por lo que en ellas prácticamente se mantiene la
proporción 1:2. Parrot refiere sólo una pieza de tabla
rectangular, en la que las proporciones (40 × 22 ×
7 cm) se aproximan a la relación 1:2 (1: 1,8). Esta
importancia cuantitativa de los ladrillos de tabla cuadrada puede deberse a la tendencia constatada desde
época neosumeria a emplear este tipo de ladrillos en
el interior de los muros y a alternar en sus haces o
paramentos las hiladas de éste con las de los tabla
rectangular consecuentes de la fragmentación en dos
de las piezas cuadradas (tabla 5).
Tabla 5
Piezas paleobabilónicas (2000–1535 a.C.)
En la fase cassita o mesobabilónica (1.535–s. XII
a.C.) seguimos encontrando ladrillos de tabla cuadrada (32 × 32 × 8 cm) para la pavimentación de patios,
que son colocados al modo tradicional, por tabla. Así
los vemos en los Patios del Templo de Enlil, marcados con las improntas del rey Kurigalzu (s. XIV a.C.)
en la nueva capital Dur-Kurigalzu (Aqaqurf) (Blanco
1972, 177; Córdoba 1986, 27 y 34). Los adobes del
interior del zigurat y los ladrillos de los paramentos
son de proporciones distintas (28–30 × 14–15 × 8–10
cm), por tanto con una proporción soga-grueso de
1:3–3,5 y de soga tizón 1:2 (tabla 6).
Estas modificaciones en las dimensiones de las
piezas, especialmente en la relación soga-tizón por
implicar una modulación de la fábrica, evidencia un
perfeccionamiento de la técnica de la albañilería en
507
Tabla 6
Piezas cassitas o mesobabilónicas (1535–s. XII a.C.)
ladrillo en la época cassita. Esta novedad no es la
única; se comprueba una mejora en los aparejos y en
tanto en los métodos de traba como en las posibilidades ornamentales generadas por la aparición, por primera vez constatada, de hiladas de ladrillos a sardinel. En ese mismo contexto de juegos ornamentales
con fábricas de ladrillo, se enmarca la aparición de
un nuevo tipo de ladrillo (abocelado o moldeado),
unas piezas de barro cocido con relieves de formas
convexas en sus cantos, que, mediante la superposición de hiladas a soga, generan composiciones y figuras decorativas en los haces de paramento que
constituyen verdaderos bajorrelieves. Estos ladrillos
se hacían a mano, esculpidos en la arcilla aún húmeda y antes de hacer la fábrica se montaban para comprobar su ajuste, probablemente insertando entre
ellos una tabla o una hoja de palma simulando las
juntas horizontales. Una vez secados se cocían.
Este tipo de ladrillo fue empleado por ejemplo en
el friso de 2 m de altura que ornamentaba el pequeño
santuario erigido por el rey Karaindash, en Uruk, a
Innana y que hoy se encuentra en el Museo de Bagdad. En él aparece un motivo muy mesopotámico, el
del vaso manante (que vierte su contenido), pero reproducido de un modo muy particular «con yuxtaposición de dioses y de diosas, que alternan en el fondo
de un pequeño nicho, sosteniendo con las dos manos
el aríbalo, mientras las ondas trazan sus recorridos sinuosos, de nicho en nicho, y sobre cada una de las
pilastras que lo limitan» (Parrot 1969, 316). El interés de esta técnica es doble; por una parte, será adoptada por los elamitas en el segundo milenio a.C.,18
los neobabilónicos después y finalmente los persas
aqueménides y, por otra, esta técnica será un paso
previo a la aparición posterior de los ladrillos vidriados en relieve neobabilónicos y persas-aqueménides.19 Por las cuatro novedades cassitas (modulación definida, hilada a sardinel, ladrillos abocelados
y armados de carrizo) podemos comparar el valor
constructivo y ornamental de la albañilería mesoba-
508
A. Graciani García
bilónica en el contexto mesopotámico con el que siglos más tarde, en un ámbito geográfico bien distinto, tendría la albañilería en ladrillo almohade en relación al contexto andalusí.
En época asiria el cambio más importante será la
aparición de los primeros ladrillos vidriados, en su
cara al haz paramento. A partir del siglo IX, los asirios aplicaban una técnica de larga tradición (IV milenio a.C.), consistente en dar al ladrillo una capa de
barniz de cuarzo pulverizado, calentándolo con un
poco de sosa, añadiendo plomo a todas las arcillas
(no sólo a las más silicosas).20 De este periodo asirio,
destaca su empleo en la Puerta del Palacio Real de
Khorsabad. Esta técnica llegaría a su máximo apogeo
en época neobabilónica; éstos continuarán con los ladrillos abocelados cassitas si bien darán un paso más
allá fusionando esta técnica con el vidriado asirio,
generando magníficas realizaciones de barro vidriado
en relieve, sin duda la mejor la Puerta de Isthar, reconstruida hoy en el Museo Staatlitche de Berlín. Las
tres fases constructivas de dicha Puerta evidencian el
proceso: ladrillos abocelados, ladrillos planos vidriados y finalmente ladrillos vidriados en relieve (Mazarhan 1992). Los ladrillos vidriados neobabilónicos
serán verdes, azules, blancos y amarillos y las juntas
son finísimas como consecuencia del rebaje de cada
pieza.
En época de Nabucodonosor de Babilonia
(605–562 a.C.), se produce en las dimensiones de
los ladrillos de fábrica, si bien se sigue la tradición
en cuanto se utilizan dos tipos, los de tabla rectangular y los de tabla cuadrada. También se sigue modulando la pieza en razón 1:2 (soga: tizón). Los ladrillos babilónicos de época de Nabucodonosor eran de
forma y proporciones muy particulares: cuadrados
de entre 32 y 33 cm de lado (33 cm × 33 cm; 32,5 ×
32 cm) y rectángulos como consecuencia de fragmentar la pieza en dos de 33 × 16.5 cm y en cualquier caso con un grueso muy similar a los ladrillos
actuales21 (tabla 7).
Tabla 7
Piezas neobabilónicas de época de Nabucodonosor
(605–562 a.C.)
La dimensión de los ladrillos neobabilónicos se
utiliza como argumento para determinar el valor de
las medidas de longitud del momento. Ruiz de la
Rosa (1987, 48) considera que el codo neobabilónico, usado tras el 600 a.C. en sustitución del codo ordinario, podría equivaler —como ya indicaba Thureau (1921)— a 49,5 cm y que el pie, 2/3 de éste,
coincidiría con los 33 cm de la medida estándar de
los ladrillos.
Después en época persa sasánida se seguirán haciendo piezas cuadradas, si bien como baldosas de
barro cocido y vidriado en relieve para revestimiento
de elementos arquitectónicos y presentando decoraciones diversas.22 Los ladrillos cuadrados también
continuarán utilizándose en la zona bajo dominio
grecorromano, aunque con leves variaciones en las
dimensiones respecto al periodo neobabilónico. Por
ejemplo, en Tello han aparecido ladrillos helenísticos
del siglo II a.C. de 30,50 × 31 × y 7,50 cm23 Los persas seguirán también empleando ladrillos de tabla
rectangular para la construcción de paramentos, que
vidriaron en frisos ornamentales, entre los que destaca el de Los Arqueros, hoy en el Louvre. Aunque se
mantiene el rebaje de las piezas y a pesar de que en
el vidriado se siguieron las técnicas neobabilónicas,
la gama de los colores empleados en época de Darío
sería más amplia superando los verdes, azules, blancos y amarillos neobabilónicos.
CONCLUSIONES
De estas notas sobre las piezas cerámicas en la construcción mesopotámica se desprenden las siguientes
consideraciones. En primer lugar, se observa una tendencia progresiva a la disminución de las dimensiones de las piezas, sólo interrumpida por una fase de
inversión en el proceso correspondiente a la época
acadia, tendencia que es pareja a un incremento desmesurado en el espesor y, en general en la envergadura, de las construcciones.
Además, desde época protodinástica, tienden a utilizarse ladrillos de tablas cuadradas, que se alternan
generalmente con otros de tabla rectangular, de
modo que las relaciones soga-tizón mayoritarias son
1:1 y en menor número de casos 1:2. Vinculamos
este desarrollo de los ladrillos de tabla cuadrada a las
amplias posibilidades de uso de este tipo de piezas,
desde disposiciones por tabla en pavimentos hasta en
Las piezas cerámicas en la construcción mesopotámica
el espesor o interior del muro, así como a las ventajas
en el aparejo.
La amplia diversidad de medidas encontradas hace
pensar en que la uniformidad en el patrón sólo se estableció en periodos de máxima expansión militar y
de una burocracia administrativa bien centralizada
como fueron el Imperio Acadio y, especialmente, la
etapa neobabilónica. Por otra parte, la escasez de
fuentes de información sobre la metrología mesopotámica en la Antigüedad imposibilita establecer una
posible relación entre las unidades de medida vigentes y las dimensiones de las piezas más allá de la
mera hipótesis. Probablemente, las dimensiones
atiendan a premisas de manejabilidad (el operario y
sus manos) y de adaptación al sistema metrológico
(codos, pies, palmos y palmas fundamentalmente),
sistemas que en cualquier caso sólo se conocen difusamente y que hipotéticamente algunos autores determinan (codos de 49,5 cm, pies de 33, palmos de
24/25 y palmas de 8/9 . . . ). La dispersión es amplia
aunque la utilización de un sistema aritmético, con
una numeración de base sexagesimal en ocasiones y
decimal en otras (60 — sar— gran sar . . . ), podría
justificar valores como 6, 9, 18 ó 24.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
AGRADECIMIENTOS
Especial agradecimiento al Dr. Ruiz de la Rosa por
sus consideraciones sobre la metrología de las piezas.
NOTAS
12.
1.
2.
3.
Evidentemente, la cronología admite muchas consideraciones. Por ejemplo, Parrot (1969, 63) adelanta al
2450 a.C. la conclusión del Protodinástico.
En esta comunicación utilizaremos las siguientes siglas: MB. L. (G.B.), Museo Británico de Londres
(Gran Bretaña), Ancient Near East (ANE); ML. P. (Fr).
Museo del Louvre de París (Francia), Antiquités Orientales (AO); (VM.B.) Museo Vorderasiatisches de Berlín (Alemania).
Robert Ker Porter fue un artista escocés, viajero y diplomático que recorrió el Próximo Oriente dibujando
ruinas y restos arqueológicos, primero como pintor histórico del Zar de Rusia (1804, por ejemplo Persépolis)
y posteriormente (1817–1820) para la Academia Rusa
de Bellas Artes. Sus contactos con Claudius Rich
(1786–1821) le permitieron extraer piezas del yacimiento de Babilonia.
13.
14.
509
BM. L. (G.B.). Circular brick with an inscription of
Gudea. ANE 96945.
BM. L. (G.B.). Babylonian brick. S. VIII–VII a.C.
ANE 1821, 1–20.7. Habiendo sido fragmentada por
Porter para favorecer su transporte, actualmente tiene
18,7 cm de soga y 12,9 cm de tizón pero debía ser de
tabla cuadrada y de al menos 30 cm de lado.
Marzahan (1992, 29–30) recoge la traducción de tres
fragmentos de dicha inscripción.
En el Louvre se conserva un ejemplar de molde de terracota para estampar inscripciones en ladrillos de fundación procedente del templo del dios Soleil, en Larsa,
h.1850 a.C. ML. P. (Fr.) AO 27586.
Ladrillo de fundación del templo de Shamash, dios del
sol y de la Justicia, por Yahdum-Lîn, rey de Mari
(1825–1810 a.C.). ML. P. (Fr.) AO 21815.
Ladrillo del Palacio de Nimrud de Assurnasirpal II
(883–-859 a.C). ML., P (Fr.) AO 31553; Ladrillo de
fundación de época de Sargón II (fin del siglo VII
a.C.). ML. P. (Fr.) AO 10620.
Blanco Freijeiro data los restos hacia el 9.000 a.C.
Campbelll y Price (2004, 26–27) recogen un mapa de
situación de los asentamientos en ladrillo del Neolítico
Precerámico; señalan la existencia de los ladrillos más
rudimentarios (simplemente realizados a mano como
los del estrato inferior de Jericó)en el Valle del Jordán
(en Netiv Hagdug y en Aswad) en el Alto Tigris
(Cayönu), en el Alto Eúfrates (Cafer Höyuk y Dja’de)
y en el Tigris Medio (Ginning, Nemrik y M’lefaat). La
presencia de ladrillos similares al segundo tipo de Jericó, con las inscripciones digitales, se localizan mayoritariamente en la Baja Mesopotamia (Eridu, Oueili,,
Choga Bunut, Choga Mish, Ganj Dereh, Chogah Sefid, Choga Mami, Songor) y ocasionalmente en el Tigris Medio y en el yacimiento de Aswad, próximo a
Jericó.
Según los autores durante la Tercera Dinastía de Ur
con una moneda de plata se podían comprar 14.400
adobes mientras que con la misma sólo 504 ladrillos
cocidos.
En el nivel IV b del Templo de Enana en Uruk aparecieron dos complejos rodeados de columnas, el mayor
hacia el SE y el menor al NO. A los edificios del SE se
llegaba por una escalinata doble de unos 1,7 m de altura con dos filas de columnas en la parte alta de 2,6 m
de anchura cada una, que se conoce como el Patio de
los Muros de Mosaico o Templo de las Columnas. En
el extremo Oeste estaba el Templo de Mosaicos Cónicos de Piedra.
ML. P. (Fr.) AO 4641. Ladrillo planoconvexo de
fundación de época de Eanatum, príncipe de Lagash,
procedente de Tello. h. 2.450 a.C.; ML. P. (Fr.)
AO 351. Ladrillo cocido de fundación inscrito. de
época de Eanatum, príncipe de Lagash, procedente
510
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
A. Graciani García
de Tello. h. 2.450 a.C., tipo prismático, para la construcción de un pozo en la plaza del templo del dios
Ningursu.
Parrot indica que hasta 1960 no se encontraron piezas
planoconvexas de este momento, tan solo las referidas
de tabla rectangular.
En el Museo Británico se conserva una pieza (vid. nota
3) (British Museum 1922, 59).
De las fotografías y de la información aportadas por
Adam parece desprenderse que en Roma existían tres
siguientes grupos de variantes para la construcción de
columnas, en un total de cinco tipos.
Grupo 1: Variantes cerámicas dispuestas en todo el espesor de la columna: Ladrillos de forma circular (tipo
1) y en sectores de circunferencia (tipo 2).
Grupo 2: Variantes cerámicas en torno a un espacio
central para vertido de caementium: Ladrillos en sectores de corona de circunferencia (tipo 3); Ladrillos en
sectores de circunferencia irregulares (por ejemplo, en
la Casa de Terentius Proculus de Pompeya; (tipo 4);
Ladrillos en corona de circunferencia (pilae de las termas de Ankara).
Grupo 3: Variante excepcional, más sofisticada, con
distintas piezas cerámicas en todo el espesor de la columna, por ejemplo, las columnas de la Basílica de
Pompeya, según Adam, el caso más antiguo de ladrillos con este uso, aprox. del 120 a.C. (tipo 5).
Por ejemplo, se empleó en el panel de ladrillo abocelado que ornamentaba la fachada de un templo de
Inshushinak en Susa, construido por Kutir-Nahhunte
y Shilhak-Inshushinak, reyes de Anzan y de Susa, y
que representaba al dios toro y a la diosa Ninhursag.
Actualmente se encuentra en el Louvre (ML. P.
(Fr.); Sb. 2732, Sb. 2733; Sb. 2734; Sb. 2735, Sb.
14390, Sb. 14391, Sb. 19575, Sb. 19576, Sb.
19577).
En el museo del Louvre se pueden ver distintos paneles
ornamentales de ladrillo con esfinges, toros, grifos y leones de época aqueménida, del Palacio de Dario en
Susa, hacia el 510 a.C., tanto ladrillos vidriados como
abocelados (en relieve sin vidriar) se aparejan a sogas
con solape de medio. Paneles del Palacio de Dario I en
Susa (h. 510 a.C.). ML. P. (Fr.) Sb. 3325, Sb. 3297, Sb.
3301, Sb. 3299.
Según aparece en algunas tabletas asirias de la Biblioteca Real de Nínive, cerada por Asurbanipal en el siglo VIII a.C., se añadía otro alcalí, antimonio y arsénico.
Ladrillo de Nabudodonosor II. MBL, ANE 90081.
ML. P. (Fr.) Baldosa decorada con dos medios rosetones Sb. 21880; Baldosa de ángulo decorada en los tres
lados Sb. 9511; Baldosa decorada con una rosa central
y de hileras de triángulos Sb. 3337; Baldosa con motivo geométrico Sb. 2820; Baldosa decorada con círculos
concéntricos AOD 495, Baldosa con decoración geométrica Sb. 21882.
23. ML. P. (Fr.) AO 29775. Ladrillo de fundación inscrito
en griego y arameo que menciona la dinastía Adad de
Nadin-Ahhe. s. II a.C.
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