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RAE
1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO EN FILOSOFÍA
2. TÍTULO: LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND
RUSSELL
3. AUTOR: Pedro José Carreño Medina
4. LUGAR: Bogotá, D.C.
5. FECHA: Enero de 2014
6. PALABRAS CLAVE: Atomismo Lógico, Holismo, Análisis, Conocimiento, pragmatismo, Referencia, Mundo, Lenguaje.
7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: El trabajo de presente investigación está basado en los planteamientos del atomismo lógico
de Bertrand Russell, el cual es comprendido por el filósofo inglés como como una “doctrina lógica” con un cierto “tipo de
metafísica”. En esta condiciones, el objetivo general cuestionar algunos postulados que hacen de esa teoría una posición
con posibles limitaciones en su pretensión de representar el mundo mediante el lenguaje. En ese sentido, la pregunta
orientadora de este trabajo será: ¿Es el atomismo lógico una teoría que da cuenta cabal de la relación entre lenguaje y
mundo? Para llegar una posible respuesta de este interrogante, se tuvo en cuenta la posición holística de la filosofía de
W.O.Quine, la cual está orientada a comprender la relación lenguaje mundo de una forma dinámica y pragmática.
8. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN: El trabajo no pertenece a ninguna línea de Investigación de la USB.
9. FUENTES CONSULTADAS: Ayer, A.J, “Lenguaje, verdad y lógica” Martínez Roca 1971. Ayer, A.J, “The Analytical Heritage”
Macmillan 1971. Botero, J.J, “Presentación de W.V.O. Quine: EPISTEOLOGÍA, SEMÁNTICA, ONTOLOGÍA” Universidad
Nacional de Colombia 2001. Duica, W, “Ciencia y Contenido Empírico” Universidad Nacional de Colombia 2001. Gibson, R,
“The Cambridge Companion to Quine” Cambridge University 2006. Gómez, S, “Naturalismo pragmático e indeterminación
en la traducción” Universidad Nacional de Colombia 2001. Griffin, N, “The Cambridge Companion to Bertrand Russell”
Cambridge University 2003. Klement, K, Russell's Logical Atomism. The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Recuperado 3
de octubre de 2013, en <http://plato.stanford.edu/archives/win2011/entries/logical-atomism/>. Quine, W.V, “Relatividad
ontológica” Tecnos 1974. Quine, W.V, “Las raíces de la Referencia” Revista de Occidente 1977. Quine, W.V, “Del estímulo a
la ciencia” Editorial Ariel, S.A 1998. Quine, W.V, “Palabra y objeto” Herder 2001. Quine, W.V, “Dos dogmas del empirismo.
En: Desde un punto de vista lógico (pp. 61-91)” Paidos 2002. Russell, B, “Investigación sobre el significado y la verdad”
Losada 1946. Russell, B, “Our knowledge of the external world” Allen 1949. Russell B, “Lógica y conocimiento” Taurus 1981.
Russell, B, “Los problemas de la filosofía” Labor 1983. Stroll, A, “La filosofía analítica del siglo XX” Siglo Veintiuno de España
Editores 2002. Tomasini, A, “Los atomismos lógicos de Russell y Wittgenstein” Universidad Autónoma de México 1994.
10. CONTENIDOS: La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell tiene por objeto dar a conocer un tipo de lógica, que
fue propuesta después de haber escrito el libro de los principia mathematica, donde se expuso la idea de que la
matemática se reduce a sus aspectos lógicos. Al tener en cuenta esto, no sólo observó aspectos matemáticos, sino también
filosóficos. Entonces, comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que la filosofía fuera fundamentalmente lógica, en este
caso, se centró en estudiar las estructuras lógicas del lenguaje, el cual debe estar guiado por la claridad que la misma lógica
le brinda. De aquí que se trate de hallar un lenguaje que escape de la vaguedad y de la ambigüedad, pues como el mismo
Russell declara el lenguaje corriente está inmerso en una imprecisión, la cual se clarificará siguiendo los pasos de una lógica
que defina y delimite la estructura de cómo debe ser el mundo, para que pueda ser pensado.
11. METODOLOGÍA: Es de carácter teórico-analítico, con base en el estudio de diferentes autores de la filosofía, entre ellos,
Bertrand Russell para encontrar en la Filosofía del Atomismo Lógico posibles limitaciones.
12. CONCLUSIONES: el lenguaje social, corriente, pragmático, etc., es una posición que puede entrar en confrontación con
el atomismo lógico de Bertrand Russell. Específicamente hay dos conceptos que pueden ser problemáticos: la referencia y
el significado, los cuales, a mi modo de ver, no dan cuenta cabal a la relación lenguaje- mundo desde una filosofía lógica y
atomista tal como la presenta Russell. Por ello, a partir de lo que se pudo ver en los planteamientos de Quine, se pudo
comprender que el significado y la referencia se construyen no sólo desde un ámbito social y holístico, sino que también
desde el pragmático. En contravía, la intensión de Russell de hallar sentidos unívocos y referencias rígidas, desvirtúan la
relación dinámica y flexible en la relación entre el lenguaje y el mundo. Esta relación en la perspectiva russelliana es de
carácter uno a uno, esto es, una proposición se corresponde con un hecho. Este carácter rígido de la relación entre
lenguaje-mundo, no tiene en cuenta el marco de la vida humana, que trascurre en contextos sociales, y cuyo lenguaje se ve
validado por su uso en medio de las diferentes conductas y sistemas lingüísticos que existen.
LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA
FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND RUSSELL
PEDRO JOSÉ CARREÑO MEDINA
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
PROGRAMA DE LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
BOGOTÁ, D.C. – 2014
LA RELACIÓN LENGUAJE-MUNDO: UNA LIMITACIÓN DE LA
FILOSOFÍA DEL ATOMISMO LÓGICO DE BERTRAND RUSSELL
PEDRO JOSÉ CARREÑO MEDINA
Trabajo presentado como requisito parcial para optar al título profesional en
Licenciatura en Filosofía
Asesor:
Profesor Alejandro Rojas Benjumea
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
Bogotá, D.C. -2014
DEDICATORIA
A mis padres, Carmen Medina de Carreño y José Carreño Mojica, porque gracias al
apoyo moral y sentimental que me han brindado, tengo una formación que me lleva a luchar
por mis sueños e ideales en la vida. Además, porque me han visto en los momentos más
alegres de mi vida académica; pero también en aquellos donde la filosofía representaba una
crisis.
A mis hermanos, porque ellos han sabido guiarme y decirme con el sentimiento que nace
de sus corazones, lo orgullosos que se sienten de tener su hermano menor.
A mis sobrinos, porque detrás de sus sonrisas y su mirada siempre han guardado en mí la
esperanza de ser un gran personaje en la vida y en la historia.
A mis Amigos, que me han dado los consejos más humanos y solidos desde sus
experiencias, para que no me canse de luchar por mis sueños.
AGRADECIMIENTO
Dar un agradecimiento, quizás resulta un poco limitado a la hora de pronunciar el
sentimiento, que brota desde el espacio infinito que tiene mi razón y mi corazón. A cada uno
de estos agradecimientos, le debo la formación de mi pensamiento y del ser humano de lo
que hoy soy.
A Dios por darme la fuerza espiritual y transcendental en todas las facetas de mi vida. Sin
él mi vida sería un motor viejo, que no tiene el mínimo impulso de caminar hacia adelante.
A la Comunidad de los Padres Camilos, por brindarme el espacio filosófico en mis
primeros semestres de formación filosófica, sin ellos, posiblemente las ideas filosóficas se
perderían en la oscuridad.
A la Facultad de Filosofía de la Universidad San Buenaventura, por propiciar espacios en
mi pensamiento y, así mismo, por permitir que en muchos momentos mis ideas fueran
valiosas para la realización de cada uno de los espacios filosóficos.
A mi Director de Tesis, el Profesor Alejandro Rojas Benjumea, por guiarme en mi
formación por el sendero de la filosofía analítica y, además, por cautivarme filosóficamente
entre las letras de los diferentes pensadores que me apasionan. De ante mano, por la ayuda
incondicional en la elaboración de este escrito.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................................1
1.
NATURALEZA DEL ATOMISMO LÓGICO ...............................................................................4
1.1.
El método analítico .................................................................................................................6
1.2.
El conocimiento en Russell ................................................................................................. 13
1.2.1. Conocimiento directo .......................................................................................................... 14
1.2.2. Conocimiento por referencia .............................................................................................. 16
1.2.3. Conocimiento de verdades .................................................................................................. 19
2.
3.
LA RELACIÓN LENGUAJE – MUNDO PARA EL ATOMISMO ............................................ 25
2.1.
Hechos atómicos .................................................................................................................. 27
2.2.
Proposiciones atómicas ....................................................................................................... 29
2.3.
Proposiciones Moleculares ................................................................................................. 30
LIMITACIONES DEL ATOMISMO LÓGICO: VISTAS DESDE UNA OPCIÓN HOLÍSTICA
33
4.
3.1.
El lenguaje como construcción social ................................................................................ 34
3.2.
Acerca de la referencia ....................................................................................................... 37
3.3.
El significado holístico ........................................................................................................ 41
CONCLUSIONES ........................................................................................................................ 45
BIBLIOGRAFÍA: ................................................................................................................................. 48
1
INTRODUCCIÓN
La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell tiene por objeto dar a conocer un tipo
de lógica, que fue propuesta después de haber escrito el libro de los Principia mathematica,
donde se expuso la idea de que la matemática se reduce a sus aspectos lógicos. Al tener en
cuenta esto, no sólo observó aspectos matemáticos, sino también filosóficos. Entonces,
comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que la filosofía fuera fundamentalmente lógica,
en este caso, se centró en estudiar las estructuras lógicas del lenguaje, el cual debe estar
guiado por la claridad que la misma lógica le brinda. De aquí que se trate de hallar un
lenguaje que escape de la vaguedad y de la ambigüedad, pues como el mismo Russell declara
el lenguaje corriente está inmerso en una imprecisión, la cual se clarificará siguiendo los
pasos de una lógica que defina y delimite la estructura de cómo debe ser el mundo, para que
pueda ser pensado.
De igual forma, se debe añadir que la filosofía russelliana tiene un fuerte componente de
corte epistemológico, por eso el filósofo británico se apoya en un punto de partida certero: los
datos sensoriales, que sirven de fundamento al conocimiento en general. Sin embargo, Russell
mismo reconoce que el conocimiento del mundo no puede depender única y exclusivamente
de unos estados psicológicos, es decir, de la certeza o lo que nuestro filósofo llama datos
incontestables. Estos últimos deben guardar una relación con una realidad exterior a ellos
mismos, de la cual no se tiene una constancia que brinde una precisión de la estructura del
mundo. En esas condiciones la única forma de pensar esa realidad externa es mediante el
recurso de la lógica.
Teniendo en cuenta esto, el presente trabajo está basado en los planteamientos del atomismo
lógico de Bertrand Russell, y tiene como objetivo básico cuestionar algunos postulados que
hacen de esa teoría una posición con posibles limitaciones en su pretensión de representar el
mundo mediante el lenguaje. En ese sentido, la pregunta orientadora de este trabajo será: ¿Es
el atomismo lógico una teoría que da cuenta cabal de la relación entre lenguaje y mundo? Para
lograr esto, en primera instancia, se tendrá en cuenta la naturaleza del atomismo lógico
dividida dos partes. «1» Se expondrá la importancia de tener el método analítico dentro del
2
atomismo lógico, ya que éste permitirá ver cómo se limpia el lenguaje y se dejan ver las
estructuras básicas que dan sentido al mundo, en otras palabras, llegar a identificar por medio
del método analítico las unidades mínimas de naturaleza lógica; «2» El conocimiento en
Russell, en el cual se tendrá en cuenta que si se quiere hablar del mundo exterior, se debe
observar cuáles son los puntos de partida del conocimiento; para luego hablar de la verdad o
la falsedad de lo que se predica del mundo.
En un segundo momento, se explicará la relación entre hechos y proposiciones. Esto servirá
para comprender que con el conocimiento de verdades se plantea el vínculo que hay entre los
hechos del mundo y las proposiciones. En esa medida, se debe tener en cuenta que dichas
relaciones se pueden dar de dos formas: elemental y compleja. La relación elemental se da
entre los hechos atómicos y proposiciones atómicas, que están constituidas por predicados,
relaciones y átomos lógicos particulares (sonidos, manchas, olores, texturas, etc.) Según
Russell: “toda proposición que podamos entender debe estar compuesta exclusivamente por
elementos de los cuales tengamos conocimiento directo” (Russell, 1983, p.56). Sin embargo,
las relaciones simples dan paso para que se construyan las relaciones complejas o
proposiciones moleculares que, por su lado, unen a las relaciones simples con formas lógicas
como: «A ˄ B», «A ˅ B», etc. Para comprender esto se expondrán tres aspectos: «1» Los
hechos atómicos; «2» Las proposiciones atómicas; «3»Las proposiciones moleculares.
En tercera instancia, se presentarán los aspectos más determinantes de la limitación que tiene
el atomismo lógico russelliano, visto desde los planteamientos de la filosofía del lenguaje en
W.V. Quine. Se ha de tener en cuenta que la filosofía de Quine es compleja y extensa, y
abordar sus postulados de forma aguda, lleva a que se desborden los límites del presente
trabajo. Por ello, el análisis que se hará en este capítulo, considerará de forma general solo
algunos aspectos de su filosofía, que permitan identificar las deficiencias del atomismo
lógico. Igualmente, hay que agregar que no existe un texto especifico de Quine donde se
dedique con exclusividad a confrontar las tesis del atomismo lógico, en especial a la filosofía
de Russell. Por esta razón, lo que trato de hacer aquí es retomar ideas claves de Quine sobre la
teoría del lenguaje, e identificar las limitaciones del pensamiento lingüístico del filósofo
británico.
3
Cuando se toma una teoría como la de Quine, abre la posibilidad para que se pueda hallar un
salto histórico, pues no se toman posiciones cronológicas que hacen parte de la herencia
analítica como las de Frege, Moore o las de Wittgenstein. Esto no quiere decir que nuestro
ejercicio tenga algún tinte de anacrónico. Así mismo, cabe aclarar que hacer un trabajo que
incluya la posición de cada uno de los pensadores, sería tratar de pensar la elaboración un
andamiaje un poco confuso, pues cada filósofo trata los conceptos de una forma particular. En
últimas, llevaría a que nuestro escrito sea visto a grandes proporciones. Abordar una posición
holística como la de Quine lleva a que la relación de lenguaje-mundo sea vista de forma
dinámica e incluya las conductas de la vida humana, no descuidando que hay contextos
lingüísticos que crean sus propios usos en el lenguaje. Aquí vamos a entender por holismo,
como un cuerpo que incluye todo, en otras palabras, es la unidad de toda la ciencia. (Gibson,
2006).
En consonancia con lo anterior, las ideas de nuestro tercer capítulo se hilarán teniendo en
cuenta los siguientes aspectos; «1» en este punto, se mostrará que el lenguaje es construido
por la sociedad y, bajo estas condiciones, se verá que los sistemas lingüísticos que existen
siguen un patrón cultural, pragmático y social. «2» Después de haber visto que el lenguaje en
Quine sigue un lineamiento social; aquí se observará que el aspecto referencial, desde una
posición holística, no comprende de manera única y rígida. «3» En este apartado, se expondrá
que el significado de los enunciados, siguen un marcado carácter empírico y holístico,
llevando a que los enunciados que se construyen al interior de las ciencias constituyan la
totalidad del saber.
4
1. NATURALEZA DEL ATOMISMO LÓGICO
La filosofía del atomismo lógico es una teoría expuesta por Bertrand Russell, la cual está
explícita en el libro Lógica y conocimiento del año 1918, dentro del capítulo titulado la
filosofía del atomismo lógico; dicho filósofo expone en primera instancia la importancia que
tiene la relación entre: hechos y proposiciones. El estudio de esta relación surge como
inquietud a partir de una concepción filosófica de las matemáticas. Aquí se ha de tener en
cuenta, que dicho atomismo, si bien es de carácter lógico guarda relación con un mundo real,
de tal manera, que permite pensarlo (el mundo) de forma coherente, es decir, de forma lógica.
Según esta concepción, Griffin (2003) concibe que la metafísica es una teoría de la estructura
del mundo con las expresiones de un lenguaje lógico. De acuerdo con esto, Russell
comprende a la metafísica como aquella doctrina que establece una relación entre la estructura
del mundo y la estructura del lenguaje. Esto lleva a que el lenguaje sea un elemento esencial
para conocer aquello que existe en el mundo.
El lenguaje es un fenómeno empírico como cualquier otro y quien pretenda ser agnóstico
metafísicamente tiene que negar lo que conoce cuando usa una palabra. En cuanto a mí, creo
que en parte a base del estudio de la sintaxis podemos alcanzar un conocimiento considerable
de la estructura del mundo (Russell, 1946, p. 427).
Teniendo en cuenta las anteriores líneas, se observa que el lenguaje tiene una relación con lo
empírico, es decir, con aquella realidad que hay en el mundo. Con los hechos que lo
conforman. Pero aquí se habla, de un mundo que es conocido por medio del lenguaje lógico,
que es el que da afirmaciones o negaciones de las estructuras que subyacen en él. Ahora bien,
dentro del párrafo hay una expresión muy importante que habla acerca de la metafísica. Ésta
es: “agnóstico metafísico”. Cuando Russell, se refiere a esto es para decir que aquella persona
que es escéptica de los problemas metafísicos, es una persona que tiene que negar dos cosas.
En primera instancia, las palabras que describan algo del mundo, pues, como se vio
previamente, la metafísica para Russell es aquella que por medio del lenguaje lógico explica
las estructuras del mundo. Así el lenguaje del agnóstico es vacío, no refiere a nada. En
5
segunda medida, dicha persona negará el mundo, pues no le interesa conocer nada acerca de
él. Así pues, bajo este parámetro, esta persona, no tendrá en su conciencia la estructuración
del mundo y, por ende, del lenguaje lógico que describe todos sus acaecimientos.
De acuerdo con lo que se ha dicho, la inquietud de Russell recae en analizar las estructuras
lógicas del lenguaje. Esto es, hacer un análisis de la estructura del mundo y de las
proposiciones que describen algo de él. Para llevar acabo esto, surge en él la necesidad de
desarrollar un tipo de filosofía: la atomista. Veamos lo que dice literalmente: “cuando yo digo
atomista, quiero decir que comparto la creencia de un sentido común en que hay multitud de
cosas diferentes” (Russell, 1981, p.250). Aquí muestra que la realidad está compuesta por
partes diferentes, es decir, la concepción de que el mundo se puede considerar como una
diversidad. Un mundo de la variedad.
El atomismo lógico “es una metafísica inspirada en el análisis lógico; pero no una proyección
simple de las características del lenguaje en el mundo. El análisis de las proposiciones es una
guía para el análisis de los hechos cuando les son correspondidos” (Griffin, 2003, p.372).
Nótese que desde aquí, se abre un panorama más explícito de lo que es el atomismo lógico,
pues se entiende como aquel que recurre al análisis, para precisar el sentido de las
proposiciones que puedan tener en sí vaguedad. De antemano, en dichas líneas también se
observa que los hechos tienen correspondencia con el lenguaje, así pues, el análisis aquí opera
de tal forma que el lenguaje que representa al mundo, siga las reglas y estructuras que la
lógica le brinda.
En última instancia el atomismo es una concepción de mundo y, en ese sentido, como dice
Russell: “un cierto tipo de metafísica” que a diferencia de la metafísica monista, asume la
existencia “de una multitud de cosas diferentes”. Esa diversidad no está puesta como pura
dispersión, sino con unas relaciones determinadas mediante un orden lógico, que Russell
comprende como “un cierto tipo de doctrina lógica”. Según ella deben existir unas unidades
mínimas, como átomos lógicos, susceptibles de hallar al término de un ejercicio de reducción
o método analítico. De esta manera, puede entenderse el atomismo lógico como un cierto tipo
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de “doctrina lógica” con un cierto “tipo de metafísica”. Veamos a continuación, qué se puede
entender por el método analítico mencionado.
1.1. El método analítico
El filósofo inglés considera que no puede hallar su propósito, sin antes, diseñar un método
analítico que sustente esto. Para hablar de dicho método, Russell llama la atención sobre el
concepto de análisis, el cual es una herramienta básica para comprender su filosofía atomista.
Sin embargo, definir completamente tal concepto se vuelve algo inmanejable por la variación
de posiciones que él presentó en diferentes momentos de su carrera, pues no hay un texto
específico de él que exponga con exactitud qué es análisis.
El método analítico es, entonces, un instrumento russelliano reconocido por muchos autores
como un problema, pues no se encuentra en este filosofo una posición sólida y unívoca que dé
cuenta de lo que quería decir con semejante expresión. Entre esos autores está, Tomasini
Bassols, quien afirma lo siguiente: “Una dificultad seria que encontramos es que es imposible
hallar en su obra una explicación o descripción satisfactoria de lo que quería decir mediante
<análisis> y de cómo lo practicaba” (Tomasini, 1994, p.21). Sin embargo, observemos qué
nos dice Klement (2011) quien en la Stanford Encyclopedia da una definición como posible
interpretación: el análisis es un método que toma teorías, doctrinas o sistemas que se
consideran vagas, imprecisas, desunidas, demasiado complejas o, de alguna otra manera,
confusas e incomprensibles. Entonces, bajo un procedimiento del método del análisis se
eliminan aspectos innecesarios o vagos de las teorías, para que así se halle en ellas una
purificación.
Con estas líneas se puede ver, que Klement llama análisis a un método, procedimiento, que
consiste en precisar aquello que se considera como verdadero en las creencias; pero que en sí
mismas son imprecisas. Aquí en este punto, se debe tener en cuenta que para Russell el
mundo de la vaguedad, es lo que se conoce como lenguaje ordinario. Esto es, un tipo de
lenguaje imperfecto que al descomponer cada una de sus partes para examinarlo, se llega a la
conclusión de que es ambiguo y no ha alcanzado un nivel de limpieza o purificación, para
7
pertenecer al lenguaje de la lógica. Ante esto, dicho filósofo, considera que se debe hacer una
transformación lógica en el lenguaje; para ello emplea el método analítico, el cual consiste en
pasar de lo vago a lo preciso, para que en el conjunto de creencias haya proposiciones que
sean comprensibles, precisas y que, por su lado, no contenga alguna vaguedad, como sucede
en el lenguaje ordinario.
Tomemos una expresión clásica de Russell para referirse al modo de operación del análisis. El
actual rey de Francia es alto. Cuando se tiene esta oración se debe tener en cuenta que el
artículo “el”, determina claramente la singularidad del objeto del cual se está hablado, esto es,
que actualmente sólo hay un rey de Francia que existe y que, así mismo, no hay otro objeto
que guarde la propiedad de ser alto, sino sólo él. Con esto se ve, que cuando se sabe la
delimitación particular de un objeto, es porque se tiene la claridad del objeto que se está
hablando, en otras palabras, se tiene definido el referente. Aún más, si decimos “El actual rey
de Francia es alto” es porque dicha proposición puede ser sometida a un análisis lógico, donde
la proposición como tal puede ser traducida en formas lógicas. Si una proposición simple
como la que hemos mencionado, después de someterse a un análisis, no puede ser traducida
en términos lógicos, dicha proposición no será del interés lógico. Habrá, entonces, una
vaguedad que no ayude a delimitar cuál es el objeto sobre el cuál se está hablando. Ahora
bien, veamos cómo la proposición “el actual rey de Francia” puede ser traducida a términos
lógicos:
1. [(∃x) (MFx)] – Al menos una cosa es ahora el rey varón de Francia.
2. [[(x) (y)] {[MFx ˄MFy ⊃ (x = y)]}] – A lo sumo una cosa es ahora el rey varón de
Francia.
3. {[(x)] [(MFx) ⊃ (TX)]} – Sea quien sea ahora el rey y varón de Francia es alto. (Stroll,
2002, p. 27).
En este ejemplo se ve que la proposición está construida de tal forma que al pasar a un
análisis lógico, puede llegarse a una definición exacta del objeto del que se está hablando y,
así mismo, la verdad o la falsedad. Esa medida, si hay un objeto que sea “El rey de Francia”
en la actualidad, como se expresa en las proposiciones 1 y 2, son verdaderas. Y si hay existe
“el rey de Francia con la propiedad de ser alto” como se expresa en la oración 3, será
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verdadero. Según Stroll (2002) delimitar que un objeto y solamente uno es el actual rey de
Francia, es porque tal objeto existe ahora y no hay otro distinto a él que tenga esa propiedad.
Por ello cuando se expresa toda la frase “el actual rey de Francia es alto”, se ha tener en
cuenta que todas las partes de la oración posean sentido, de lo contrario, si “algún componente
de la oración compuesta conjuntivamente es falsa, la oración globalmente es falsa” (Stroll,
2002, p.27).
Stroll dice (2002) que la oración: “el actual rey de Francia” resulta falsa globalmente en estas
tres condiciones: Si en la primera no hay un objeto que sea rey de Francia; o si en la segunda
hay más de un objeto de ese tipo; o si en la tercera hay un objeto de ese tipo, pero no tiene la
propiedad de ser alto. En todo caso, si alguno de los tres componentes que se han traducido a
las formas lógicas, llegarán a ser falsos, toda la oración de “el actual rey de Francia es alto”
sería falsa. En realidad, lo que interesa aquí es observar que aunque sea falsa o sea verdadera,
la oración es significativa. Esto muestra que al descomponer la oración en sus partes, y luego
traducirla al lenguaje lógico, puede mostrar lo riguroso que puede resultar un proceso
analítico de ese tipo.
Por otro lado, lo que se puede observar en la actitud asumida por Russell es que generalmente
a partir de unas condiciones del lenguaje donde todo pareciera muy claro, para el sentido
común, pero que realmente constituye lo que él denomina una presencia de datos
absolutamente incontestables. Dichos datos no deben entenderse como datos verdaderos, ya
que “incontestable” es una expresión que le pertenece a la psicología, una apreciación más
subjetiva, de carácter idiosincrático, que de carácter lógico; lo claro es que el término
“verdadero” no se concibe desde una visión psicológica. Entonces, los datos incontestables
son aquellos a los que “nadie se le ocurriría negar; no se sigue de aquí que sea verdadero, si
bien se sigue que todos lo coincidiéramos en creerlo verdadero” (Russell, 1981, p.251).
No es tarea fácil ni sencilla la de llegar, a partir de semejantes cosas vagas e incontestables, a
cosas precisas que hayan de retener la incontestabilidad del punto de partida. Las
proposiciones precisas a que lleguen ustedes podrán servir lógicamente de premisas en un
sistema construido sobre la base de las mismas (Russell, 1981, p.253).
9
En las líneas citadas, se puede ver que no es tarea fácil llegar a unidades mínimas que sirvan
de base, para construir proposiciones que escapen de lo que es vago e incontestable. Entonces,
aquellas proposiciones que dentro de sus partes contengan dichas unidades mininas, serán las
que le pertenezcan a la lógica. Esas unidades mínimas son los elementos que operan en el
atomismo lógico. El filósofo insiste en que esos elementos mínimos no son físicos, sino de
carácter lógico. Algunos de ellos son particulares, como en el caso de manchas rojas, sonidos
y otros datos que se dan a la conciencia a través de los sentidos. Con ellos pueden describirse
algunos objetos en una estructura lógica más compleja. Otros serán expresiones como
predicados: la casa es blanca; blanca es un predicado y constituye una unidad lógica que sirve
para construir proposiciones con sentido. También las relaciones son para Russell unidades
lógicas, que existen realmente y permiten las posibles conexiones entre objetos. Tomemos un
ejemplo, para observar cómo se relacionan las unidades lógicas: «Cartagena está al norte de
Bogotá». En la oración se muestra una relación entre dos lugares Cartagena y Bogotá. La
relación de estos lugares muestra la existencia independiente de nosotros mismos, pues
Cartagena no ocupará otro espacio diferente que el de estar al norte y estar en relación con
Bogotá. En última instancia, las unidades mininas mencionadas son, pues, los cimientos del
atomismo lógico.
Tras haber llegado a este punto, conviene hacer una reflexión acerca del concepto de análisis
desde los planteamientos del Círculo de Viena y, más estrictamente, con la filosofía de A. J.
Ayer. ¿Por qué desde los planteamientos del Círculo de Viena? Precisamente, aquí se debe
dejar claro que ellos heredan la concepción de análisis de Bertrand Russell y, así mismo, Ayer
que pertenece a dicho círculo, busca dentro de sus postulaciones filosóficas mantener alguna
cercanía con los conceptos de la filosofía de Russell, entre ellos, el de análisis.
Ayer en el libro: Lenguaje, verdad y lógica, presenta una explicación acerca de la naturaleza
del análisis y, con base en los planteamientos de Russell, determina que al hablar de un
método filosófico, se deben tener claro dos aspectos: las definiciones explícitas y las
definiciones dadas en el uso. Si el ejercicio analítico se refiere a un procedimiento de limpieza
en las expresiones lingüísticas, no deja de llamar la atención que Ayer hace un estudio de las
definiciones para, a partir de ellas, delimitar la función del concepto de análisis. En el
10
“lenguaje común” se sabe que las definiciones dan significados a los múltiples objetos que
hay en el mundo. Considero que el punto de interés es descomponer aquellas definiciones que
se han dado normalmente en el lenguaje ordinario, para así alcanzar, por medio de un
procedimiento analítico, una definición que precise lo que se puede decir de un objeto.
Cuando alguien se refiere (nombra, indica, etc.) a algo para definirlo, normalmente, recurre a
la atribución de predicados. Por ejemplo: “La casa es roja”, “La tabla es suave”, etc. Pero
definir algo o alguien no es un ejercicio fácil, puesto que cada “frase que denota algo debe
obedecer a un sentido y a una referencia” (Ayer, 1971, p.32). En las líneas previas, hay dos
conceptos a tener en cuenta a la hora de dar una definición: el sentido y la referencia. Estas
nociones tienen un carácter importante, pues llegar a una definición precisa se debe tener clara
la referencia, para que así la definición tenga un sentido. Por ello la inquietud que tiene
Russell acerca de la definición es dejar claro que la referencia y el sentido no sean ambiguos.
Ahora bien, recordemos que Ayer hace una distinción entre las definiciones explícitas y en
uso, por ello veamos a qué se refiere con las definiciones explícitas. Este tipo de definiciones,
según Ayer (1971), son dadas en diccionarios del lenguaje corriente, que buscan sinónimos
para significar los objetos del mundo. Para explicar esto, el filósofo toma el siguiente
ejemplo: “el oculista es el doctor de los ojos”. En esta oración hay dos símbolos que se
comprenden como sinónimos, el “oculista” con “doctor en ojos”. Igualmente, no hay una
definición clara del objeto que está tratando de significar, pues si alguna persona del común
dice: “oculista”, ya está incluyendo directamente el oficio de un doctor que tiene
conocimiento de los ojos. Bajo estos parámetros, si un objeto es definido con símbolos que
impliquen sinonimia, la significación se verá envuelta en una ambigüedad. En este caso, el
referente de “oculista” no ha sido precisado de tal forma que permita ver de manera clara qué
se puede decir de él, por ello, la opción es recurrir a los sinónimos para definirlo.
Las definiciones vistas previamente no son del interés filosófico, según Ayer, pues la filosofía
busca definiciones claras y precisas que han sido el resultado del trabajo riguroso y agudo del
análisis. Por ello las definiciones dadas en el uso son las que cumplan condiciones de un
lenguaje claro y preciso. Veamos qué comprende este filósofo por una definición en el uso:
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Nosotros definimos un símbolo en uso, no diciendo que es un sinónimo de otro determinado
símbolo, sino demostrando cómo las frases en las que aparece significativamente pueden ser
traducidas a frases equivalentes, que no contengan ni el mismo definiendum, ni ninguno de sus
símbolos. Una buena ilustración de este proceso nos la facilita la llamada teoría de las
descripciones de Bertrand Russell, que no es una teoría en el sentido ordinario, sino una
indicación de cómo deben ser definidas todas las frases de la forma «la persona o cosa
indeterminada» (Ayer, 1971, p.69).
De acuerdo con lo anterior, hay dos aspectos a tener en cuenta a la hora de considerar una
definición en el uso. El primero recae en considerar que una definición en uso, no son frases
que se buscan dentro de la gama de posibilidades en los diccionarios que son elaborados en el
lenguaje común, los cuales implican sinonimia. Una definición no puede llevar en el
definiendum (algo que está o va a ser definido) el mismo símbolo que lo está definiendo. Esto
es, “el perro es el perro”. Aquí vemos que el definiendum tiene el mismo símbolo del término
que lo está definiendo. En estos dos primeros aspectos, se puede decir que hay vaguedad,
puesto que la definición se reduce a una implementación de sinónimos y, por ende, no hay
una determinación clara y lógica de los símbolos que se están definiendo. En otras palabras,
no se especifica la cosa o aquello de lo que se habla.
Respecto del segundo aspecto visto en las líneas citadas, es la tesis de “la teoría de las
descripciones de Russell”. Cuando nos referimos a semejante tesis, nos lleva a considerar que
es una de las más complejas de la filosofía russelliana, pues exponerla de forma aguda y clara,
sería un trabajo tan amplio que daría material para otras investigaciones. Sin embargo, aquí la
vamos a traer a cuenta, en rasgos generales, para observar que es una herramienta básica para
la filosofía de Russell en su búsqueda de alcanzar precisión lógica en aquellas proposiciones
que afirmen algo acerca del mundo y, formen parte de ese otro tipo de lenguaje que se escapa
del ordinario: el lógico. Ahora bien, aquí se debe tener en cuenta que las descripciones deben
tener la característica de ser determinadas y definidas, de lo contrario, no se tendría la claridad
acerca de qué se habla del mundo exterior.
12
Tomemos un ejemplo, para comprender esto: “la frase « El autor de Waverley fue Scotch» es
equivalente a « Una, y sólo una persona, escribió Waverley, y esa persona fue Scotch»”
(AYER, 1971, p.70). En esta ilustración se ve, que una proposición descriptiva que está
definida, no contiene una relación de sinónimos, sino de equivalencias que responden a una
forma determinada y, así mismo, a una estructura del lenguaje lógico. Hablar aquí de análisis
es, precisamente, llegar a una definición filosófica donde no haya cabida para definiciones
explícitas, a sinónimos, ni afirmaciones de diccionarios del lenguaje común. De acuerdo con
el ejemplo previo, miremos cuáles son los términos que son susceptibles de sinonimia: “el
autor de Waverley” y “Scotch”. Cuando tenemos esto, se ve que los términos guardan una
equivalencia que sigue una estructura que puede ser traducida en términos lógicos.
Cuando se tienen estructuras lógicas, se da por entendido que hay un X que es el autor de
Waverley y, Y que es equivalente a X Scotch. Entonces, dicha estructura, según Klement
(2011), permite dar a entender que la oración «El autor de Waverley fue Scotch» es una
descripción definida, puesto que puede traducirse en términos lógicos. Con esto se determina
con precisión que una persona y, solamente esa persona, escribió una obra que lleva por título
Waverley. Igualmente, la teoría de las descripciones definidas, sirven como instrumento para
denotar que la estructura lógica de la proposición le corresponda a un referente empírico que
está en la realidad. En este sentido, cuando se tiene una correspondencia que obedezca tanto a
la estructura del mundo como a la lógica, no se podrá decir que hay vaguedad.
La idea de que una descripción definida pretende llegar a la denotación exacta del objeto (del
que se está hablando) por su naturaleza, hay que distinguir que ésta no es una labor fácil, ya
que requiere de un esfuerzo riguroso en el análisis. Entonces, si el autor emprende un ejercicio
de este tipo, habrá de tener claro que el objetivo de “todas las buenas definiciones es de
acrecentar nuestra comprensión de determinadas frases. Y éste es un beneficio que el autor de
tal definición concede no solamente a los demás, sino también a sí mismo” (Ayer, 1971,
p.70). Una descripción definida amplía los niveles de claridad en el lenguaje, es decir, en las
partes que componen una oración. Si esto se ha alcanzado es porque el autor conoce, después
del análisis, cómo están constituidas las unidades mínimas del conocimiento para dicho
13
objeto, de lo contrario, se verá rodeado de vaguedades que no le permiten ver con precisión
cuál es la definición exacta para él y para los demás.
Dentro de la teoría de las descripciones un objeto es definido, cuando se considera que la
definición ha sido descompuesta por el filtro analítico, por la operación del ejercicio
filosófico, que después de su proceso permite ver cómo está establecido el objeto. Por eso, si
se define que “el autor de Waverley” equivale a “Scotch”, es porque se menciona el artículo
definido “el autor”. Nótese aquí que el artículo definido hace que dentro de los autores de
libros, solamente haya uno que escribió la obra de “Waverley”, que fue Scotch. Si dicho
artículo fuera indefinido se diría, entonces, “un autor escribió Waverley”, con esto se ve que
al decir “un” no hay posibilidad de delimitar que sólo hay una persona que escribió Waverley.
En ese sentido, no se puede saber sobre qué objeto se está hablando y, así mismo, no habrá
una claridad que garantice que solamente hubo una persona que escribió la obra de
“Waverley”.
1.2. El conocimiento en Russell
Una concepción realista como la de Russell tendrá que dar cuenta de la existencia de un
mundo complejo, apoyado en las unidades mínimas y en las estructuras lógicas, que se han
obtenido o identificado por medio del método analítico. En otras palabras, una vez alcanzados
los resultados satisfactorios de la reducción analítica, se está en disposición de continuar hacia
la tarea de conocer ese mundo de las múltiples cosas diversas. Para ello es necesaria una
teoría del conocimiento que sea compatible con dicho mundo. El punto de partida para el
filósofo inglés, siguiendo una cierta tradición en la historia de la filosofía, es tomar aquello
que ofrece el mayor grado de certeza, es decir, que cuente con un fundamento del
conocimiento. La certeza cumpliría esa función de fundamento. Esto no deja de ser
problemático porque cabe preguntarse cómo un fenómeno psicológico subjetivo, la certeza,
puede servir de base al conocimiento del mundo. Es evidente que si todo el conocimiento
quedara reducido a esta certeza, el hombre quedaría limitado al más absoluto solipsismo; esto
es así porque la certeza es acerca de datos sensoriales subjetivos. La consecuencia de dicho
solipsismo es que: no se sabría de los hechos del mundo, ni de las otras personas. Pero al
14
mismo tiempo, resulta claro que Russell echa mano de un instrumento de garantía para
conocer y pensar lo externo, esto es, la lógica por su capacidad para figurar y representar
como relaciones.
El atomismo lógico considera a los particulares como el punto de partida de todo
conocimiento, es decir, es la primera conexión que se tiene con el mundo. Sin el conocimiento
de particulares no se podría construir proposiciones como: “la mesa es roja”, pues no se
tendrían los datos sensibles que componen la mesa. En cuanto a las relaciones son las que
permiten que se hallen conexiones entre los objetos que hay en el mundo; de esta forma, se
podrá decir que “la mesa que está arriba” tiene relación con varios objetos que lo rodean. Por
último, las propiedades permiten que los objetos del mundo tengan sus propias características.
Entonces, ¿Cuáles son los tipos de conocimiento para Russell? En este punto habrá que hacer
la distinción, entre conocimiento directo, conocimiento por referencia y conocimiento de
verdades, para así comprender que el conocimiento directo, por ejemplo, es el punto de
partida del conocimiento y que, además, en él no hay un conocimiento de verdades, ya que
solamente se puede hablar allí de datos de los sentidos, mas no de una creencia que afirme o
niegue algo. También, para comprender que “Gavagai”, por ejemplo, es un objeto que es
conocido por referencia, cuando éste se ha visto referenciado en un libro, o cuando alguien
habla de él, o cuando la historia misma ha construido un concepto de él, etc., lo importante
aquí, es comprender que quizás nunca he visto un “Gavagai”; pero lo conozco por diferentes
medios que me han llevado a crearme una imagen mental de él.
1.2.1. Conocimiento directo
¿Qué es conocimiento directo? A esta pregunta se le puede responder de la siguiente forma:
“tenemos conocimiento directo de algo cuando sabemos directamente de ello, sin el
intermediario de algún proceso de inferencia ni de ningún tipo de verdades” (Russell, 1995,
p.47). Aquí se quiere precisar que el conocimiento directo es lo más simple de cualquier tipo
de conocimiento o, dicho de otra forma, es el punto de partida para tener conciencia de cómo
están constituidos los elementos simples que estructuran al mundo exterior. Tener un
conocimiento de este tipo, no supone un proceso que intente encontrar verdades e inferencias
15
en los objetos, sino de afirmar que hay experiencia inmediata y consiente que se da en los
datos de los sentidos.
Con base en lo anterior, sale a la vista una categoría muy característica al momento de
justificar el conocimiento directo en Russell: los datos de los sentidos. Por tanto, ¿qué son los
datos de los sentidos? “Daremos el nombre de datos de los sentidos a lo que nos es
inmediatamente dado en la sensación: así, los colores, sonidos, olores, durezas, asperezas, etc.
Daremos el nombre de sensación a la experiencia de ser inmediatamente conscientes de esos
datos” (Russell, 1983, p.18). De acuerdo con las líneas anteriores, los datos de los sentidos
son aquellas figuraciones que se dan en la mente del sujeto, cuando éste se enfrenta a una
experiencia sensible con el mundo. Al llegar a este punto se debe aclarar que, según Russell
(1983), el hecho de que haya una representación de datos en la mente, no quiere decir que un
objeto físico sea datos de los sentidos. Esto es, los objetos físicos están compuestos por
machas, olores, colores, texturas, etc., en otras palabras, hay datos de los sentidos que están
asociados a los objetos físicos. Pero no se puede decir que la textura, el color u otros datos
sean falsos o verdaderos, puesto que cuando hablamos de la verdad o la falsedad estamos
hablando de un conocimiento verdades en los objetos físicos, no de un conocimiento de
verdades que se pueda aplicar a los datos sensibles.
Para comprender esto con claridad, observemos el siguiente ejemplo: una silla. Cuando el
sujeto conscientemente entra en relación con una silla, en primera medida, lo hace frente a
ella y, al hacer esta acción, toma conciencia exactamente de los datos de los sentidos que
componen a dicho objeto. Es así que en su mente morarán datos sensoriales acerca de la
realidad de la silla: su color, su forma, su imagen, su suavidad, su textura, etc. Se conoce la
silla con una variedad de datos de los sentidos, que le dan la apariencia de dicho objeto. En
concordancia con el ejemplo, emerge un interrogante: ¿se puede dudar de la existencia de la
mesa o de cualquier cosa que se conozca directamente? De acuerdo con los planteamientos de
Russell, se puede dudar de la existencia del objeto o de la mesa en cuanto que es objeto físico;
pero en cuanto que está en los datos de los sentidos no. En esa medida, si se tiene
conocimiento directo de los datos sensoriales, entonces, no se podrán poner en duda en cuanto
a su carácter de existencia y de verdad.
16
En suma, se puede decir que los datos de los sentidos pertenecen a la mente de cada sujeto.
Bajo estos lineamientos, no se puede dudar de aquellos datos, sino de los objetos físicos que
hacen parte de la realidad, del mundo. Si se pusiera en interrogación a los datos de los
sentidos es como si se dudará de la mente y de lo que hay en ella. Es así que la mancha de
color rojo que habita en mi mente y, a la vez, es un dato sensible que no puede ser puesto en
duda. En cambio, las paredes y los objetos que están en el mundo exterior sí.
1.2.2. Conocimiento por referencia
Nuestro conocimiento no sólo se queda limitado en el conocimiento directo, el cual ya
expliqué en el punto anterior, sino que éste abre la panorámica a dos tipos de conocimiento
más. Estos son: el conocimiento por referencia y el conocimiento de verdades. En el primero,
se puede decir que es un de tipo de conocimiento que permite proyectarse hacia a los objetos,
esto es, al hecho de hablar y nombrar a los objetos, mas no hallar un conocimiento de
verdades en ellos. Así pues, cuando hablamos del conocimiento de verdades es cuando se
pasa del conocimiento directo y referencial, para hablar de una creencia verdadera y falsa del
mundo exterior, de los hechos.
Russell expone que el conocimiento por referencia es comprendido de la siguiente forma:
“por «referencia» entiendo toda frase de la forma «un esto o aquello» o «el esto o aquello».
Denominaré referencia «ambigua» a la frase de la forma «un esto o aquello», y referencia
«definida» a la frase de la forma «el esto o aquello» (en singular)” (Russell, 1995, p.52). En
consonancia con este pasaje, se puede precisar que el interés de este filósofo inglés es ahondar
en el estudio de la referencia definida, la cual está caracterizada por los artículos definidos el
y la, en singular. Así pues, cuando tenemos conocimiento por referencia de “el esto o
aquello”, sabemos que determina la singularidad de un objeto.
Para tener claridad de esto, analicemos el siguiente juicio: «el presidente de Alemania tiene la
máscara de hierro» de acuerdo con esto, se puede decir que de este hombre no se conocen sus
datos de los sentidos directamente, ya que no se ha tenido un contacto inmediato con él. A lo
17
sumo lo que se conoce de éste son algunas referencias traídas a la mente, porque alguien me
habló de él, porque lo he visto en una revista, he leído algo acerca del gobierno de Alemania,
etc. Así pues, si enunciamos algo acerca del presidente de Alemania, aunque no lo
conozcamos de forma directa, se da por hecho que esta persona existe o ha existido, pues hay
un número de datos referenciales que hablan de él y, expresan la singularidad determinada de
él. Al tener esto, se pueden enunciar proposiciones que estén dirigidas a él, con artículos
definidos como “el presidente de Alemania”.
“Los nombres comunes, y aun los nombres propios, son generalmente verdaderas referencias.
Es decir, el pensamiento que está en la mente de una persona que usa correctamente un
nombre propio, no puede ser explicado generalmente de un modo explícito sino sustituyendo
el nombre propio por una referencia” (Russell, 1995, p.53). De acuerdo con esto, se
comprende que la referencia de nombres propios recae sobre una persona o cosa concreta, la
cual tiene una caracterización distinta de otras personas que tengan, incluso, su mismo
nombre. Observemos un ejemplo: “El actual presidente de Colombia”. Éste es un nombre
propio, el cual tiene una historia y tiene una determinada variedad de cualidades, que lo
distinguen de otros presidentes que pudieron existir en la historia colombiana. En esta medida,
si el nombre no es reemplazado por una referencia definida, no tiene sentido decir que “El
actual presidente de Colombia” le equivale a “Juan Manuel Santos”, pues no se sabrá en
particular sobre cuál persona está recayendo dicha referencia.
Aún más, si la referencia no está definida, no tiene sentido traducir: “El actual presidente de
Colombia es Juan Manuel Santos”, a la siguiente forma: si existe un X tal que actualmente sea
presidente de Colombia, entonces, solo hay un X que sea presidente de Colombia. Si una
persona no tiene clara esta traducción en el lenguaje lógico, es porque su referencia está
indefinida e, igualmente, no está respetando las reglas que la lógica brinda. Del mismo modo,
como se observó en la teoría de las descripciones, si no hay una delimitación del objeto sobre
el cual se está defendiendo, su definición será vaga, pues no hay una descripción determinada
para definirlo. En cuanto a la referencia se puede decir que si no hay una claridad del objeto
del cual se está haciendo referencia, no hay una demarcación tal que permita expresar en
términos lógicos y del lenguaje, que dicho objeto es de tal o cual forma.
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No obstante ¿qué sucede si se conoce de forma directa al sujeto? Ante esta duda, tenemos dos
situaciones: el conocimiento directo de sí mismo y el conocimiento directo de otra persona
que conoce el nombre propio. Para la explicación de esto tomaré la siguiente proposición: “El
actual presidente de Francia”. En el primer caso, “El actual presidente de Francia” construye
los juicios de sí mismo, pues él conoce sus propios datos de los sentidos. En cuanto al
segundo, si alguien conoce “Al actual presidente de Francia” directamente, esta persona
conocerá o, tendrá en mente las diversas formas de apariencia que él causa, es decir, los datos
de los sentidos que están enlazados tanto con el cuerpo como en el nombre propio: “El actual
presidente de Francia”.
Por otro lado, ¿Qué pasa si yo no conozco directamente a un señor que tiene la máscara de
hierro? Ante esto Russell dice que: “los juicios que enunciamos sobre él, la referencia que
tengamos en nuestra mente será un conjunto más o menos vago de conocimientos históricos”
(Russell, 1983, p.54). En el caso del “Actual presidente de Colombia”, se tendrá
una
referencia clara, pues hay historia, hechos, artículos, periódicos o referencias lingüísticas que
conducen a tener un concepto claro de que “El actual presidente de Colombia” es “Juan
Manuel Santos”. Nótese aquí que se sabe con claridad cuál es el objeto referencial del cual se
está hablando. No obstante, si se habla de la referencia “El señor de la máscara de hierro”, se
verá que la referencia de éste no es tan clara, pues no se han elaborado las referencias
suficientes, a nivel histórico para poder determinar con claridad cuál es el objeto del cual se
está hablando, en este caso, quién es “El señor de la máscara de hierro”.
Así mismo, se puede ver que hay grados de claridad en la referencia que dependen de los
datos, acumulados históricos, libros, revistas, periódicos, etc., que ayuden a definir con
precisión quién es esa persona, o de quién es ese nombre. Es por esto que, cuando hay menor
grado de conocimiento en los datos referenciales, no se puede determinar con claridad quién
es esa persona u objeto; por eso, si alguien dice: “El señor de la máscara de hierro”, quienes
escuchan dirán quién es ese personaje, por qué lo menciona, qué hay escrito de él, dónde
trabaja, etc., en últimas, no hay un punto de referencia definida en los datos referenciales, que
determine particularmente quién es él.
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En suma, se puede finalizar de la mano con Russell diciendo que:
El argumento principal del conocimiento por referencia es que va más allá de nuestra
experiencia privada. A pesar del hecho de que no podemos conocer verdades que no estén
compuestas exclusivamente de términos que hayamos experimentado por un conocimiento
directo, podemos tener un conocimiento por referencia de cosas que no hemos experimentado
jamás (Russell, 1983, p.57).
Con base en lo anterior, es claro observar que el conocimiento por referencia no se queda
reducido al conocimiento directo, pues con la referencia se puede tener el conocimiento de un
objeto, de mundo exterior a la mente del sujeto, sin la necesidad de tener una relación directa
con él. De este modo, se puede decir, por ejemplo, que se conoce la torre Eiffel sin la
necesidad de haber estado en relación directa con ella. Aquí, simplemente, lo que se ha tenido
es una variedad de recursos referenciales, que llevan a construir una imagen mental de que la
torre Eiffel queda en Francia, que es alta, que es famosa, que tiene una historia, que tiene unas
formas determinadas, etc.
1.2.3. Conocimiento de verdades
Hablar de los dos primeros tipos de conocimiento que hemos expuesto aquí: conocimiento
directo y conocimiento por referencia, nos lleva a considerar un tercer conocimiento: el
conocimiento de verdades, el cual recae sobre las creencias que se conciben como falsas y
verdaderas. Aún más, con el conocimiento de cosas bien sea en apariencia por el
conocimiento directo o por referencia, aún no se ha penetrado la estructura más compleja del
mundo como son los hechos. Argumentar que el conocimiento no se reduce al conocimiento
directo (datos de los sentidos), ni al conocimiento por referencia (conocimiento de objetos),
lleva a que se considere un tercer conocimiento que será el que determine, si lo que se ha
conocido es falso o verdadero. Por ello, las creencias son las que determinan lo que es falso y
verdadero. Pero la operación de una creencia no funciona de forma independiente, sino que
depende de algo exterior a ella: los hechos, que son los permiten establecer, según Russell
(1981), si una proposición es falsa o verdadera. Entonces, los hechos de los que está hablando
20
nuestro filósofo son los que permiten establecer una relación con el conocimiento de
verdades. Observamos lo que nos dice Russell para comprender esto:
Nuestro conocimiento de verdades, a diferencia de nuestro conocimiento de cosas, tiene un
contrario que es el error. En lo que se refiere a las cosas, podemos conocerlas o no, pero no hay un
estado positivo de espíritu que pueda ser denominado conocimiento erróneo de las cosas, por lo
menos mientras los limitamos al conocimiento directo. Todo lo que conocemos directamente debe
ser algo; podemos sacar inferencias falsas de nuestro conocimiento, pero conocimiento directo
mismo no puede ser engañoso. Así en relación con el conocimiento directo no hay dualismo. Pero
hay un dualismo que se refiere al conocimiento de verdades (Russell, 1983, p.57).
Con lo anterior, se puede ver que el conocimiento de verdades pertenece a una clase de
conocimiento diferente del conocimiento directo y del conocimiento por referencia, porque en
estos dos se puede hablar de inferencias, mas no de una dualidad entre lo verdadero y lo falso.
En estos dos tipos de conocimientos se conoce a un mundo que está compuesto por manchas,
objetos, etc.,
pero no hay cabida para el error o la verdad. Recordemos que en el
conocimiento directo, por ejemplo, no se puede dudar de los datos sensoriales que se han
recibido en la mente. Entonces, cuando Russell llama la atención sobre el conocimiento de
verdades es para reflexionar sobre las creencias verdaderas y falsas, y así no quedarnos en un
conocimiento de las meras cosas, sino pasar a un conocimiento de lo que es verdadero o
erróneo en el conocimiento del mundo exterior.
Ahora bien, ¿Qué entendemos por verdadero y falso? O, en otras palabras, ¿Qué significa que
una creencia sea verdadera o falsa?
Tratar de responder a estas preguntas, desde la
concepción russelliana, nos lleva a tener en cuenta un aspecto: la naturaleza de la verdad, ya
que si hay una comprensión clara de ella, se puede dar por hecho un conocimiento de
verdades. No obstante, nuestro filósofo plantea que para hallar una naturaleza de la verdad, se
deben abordar tres requisitos:
De acuerdo con nuestros tres requisitos, debemos buscar una teoría de la verdad que: 1.°, admita
que la verdad tiene un contrario, a saber, la falsedad; 2.°, haga de la verdad una propiedad de la
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creencia; pero 3.°, una propiedad que dependa totalmente de la relación de la creencia con las
cosas exteriores a ella (Russell, 1983, p.108).
En cuanto al primer requisito, Russell, explica de antemano que hablar de la verdad es hablar
del opuesto a ella: lo erróneo o lo falso. Este requisito difiere del conocimiento directo, pues
en éste no hay cabida para hablar acera de lo falso o lo erróneo, pues los datos sensibles que
causan los objetos, siempre serán verdaderos para la mente del sujeto que los ha adquirido.
Aún más, no hay cabida para dudar de la verdad - del color, la forma, la dureza, suavidad,
etc.-; de aquello que ha sido conocido directamente de un objeto. Cuando se conoce al
escritorio de color verde, no como objeto, sino como conocimiento directo, hay que
considerar que el color que compone a dicho escritorio siempre será verdadero, porque “es
aquello de lo que somos inmediatamente conscientes” (Russell, 1983, p.19), cuando lo veo y
lo toco. Entonces, si quiere pretende caracterizar un conocimiento de verdades, dicho
conocimiento no puede quedarse fijo en este nivel, pues la verdad aquí abarcaría todos los
lugares, sin darle un espacio a la falsedad.
En el segundo, hay una apuesta por explicar la necesidad de las creencias, pues sin ellas no se
podría hablar de la verdad y la falsedad, las cuales son propiedades de la creencia. Esto quiere
decir, que si negamos la posibilidad de las creencias, solamente podríamos tener la
imaginación o construir un mundo que está lleno de lleno de materia, de objetos, pero no un
mundo donde haya la susceptibilidad de hallar una verdad o falsedad: una creencia. En esa
medida, si yo me paro frente al mundo para conocerlo solamente como materia y, aunque en
él haya hechos, no podré enunciar que en dicho mundo hay cabida para la verdad o la
falsedad. En esa medida, si quiere pasar de un conocimiento de meros objetos, se deberá
recurrir a las creencias, quienes acreditan un espacio para la verdad y la falsedad.
En el tercero, Russell, pretende explicar que las afirmaciones o negaciones de una creencia
dependen de algo exterior a la misma creencia. Esto es, si se yo creo y afirmo que “El actual
presidente de Colombia es Juan Manuel Santos”, dicha creencia tendrá el carácter de ser
verdadera, pues se sabe que desde el carácter referencial que ha brindado la historia de
Colombia, se puede decir que Juan Manuel es el actual presidente de Colombia
y,
actualmente, no hay otro diferente a él. Pero si yo creo y afirmo que “El actual presidente de
22
Colombia es François Hollande”; esta creencia será falsa, pues como es sabido él es
presidente de Francia y, al tener esto, se puede ver que no hay correspondencia de las objetos
exteriores de la creencia (los hechos) con el grado de veracidad, que confirme que ese
nombre-lógico le pertenezca al actual presidente de Colombia. En efecto, el mundo exterior
(los hechos) determina si la creencia es falsa o verdadera.
Los tres requisitos que hemos visto son fundamentales para comprender la naturaleza de la
verdad. Sin embargo, el tercero de ellos, lleva a que se adopte un punto de vista que es muy
común entre los filósofos, esto es, que “la correspondencia con un hecho constituye la
naturaleza de la verdad” (Russell, 1983, p.108). En contravía, hay filósofos que han querido
confrontar esta noción de verdad, buscando explicar que la verdad no consiste en la
correspondencia entre el pensamiento (las creencias) con algo exterior a él. Este intento llevó
a instaurar una teoría, la cual según Russell (1983), la verdad radica en una coherencia. Dicha
teoría comprende que la falsedad no guarda alguna relación con el cuerpo de creencias, y por
su lado, la forma fundamental de la verdad es pertenecer a un sistema completamente
elaborado.
Aceptar este punto de vista, presupone dos grandes dificultades. La primera de ellas consiste
“en que no hay razón alguna para suponer que sólo es posible un cuerpo coherente de
creencias” (Russell, 1983, p.107). El filósofo inglés aquí confronta, la concepción de que la
verdad sea el fundamento de un gran cuerpo o sistema que está totalmente elaborado, donde
no hay fisuras que conlleven al error. Por otra parte, la correspondencia entre la creencia con
el mundo exterior no sea vista como la esencia para hallar la verdad, pues ella es construida al
interior de dicho cuerpo coherente. Por ello, una visión de tipo coherente rompe con el
argumento de que la verdad y la falsedad sean una correspondencia entre los hechos y las
creencias, como lo expone Russell.
Desde una posición russelliana, también, no hay cabida para determinar que la verdad
pertenece a un sistema de creencias totalmente acabado, pues la verdad y la falsedad no son
dos elementos separados, sino que los dos guardan una igualdad de condiciones, puesto que si
se reconoce que una proposición es verdadera, es porque hay otra de su misma naturaleza que
23
la confronta. Aún más, cuando Russell define a “la proposición como un vehículo especifico
de la verdad y la falsedad” (Russell, 1981, p.259)., no está determinando que una proposición
falsa sea menos importante que una verdadera, sino que muestra que a una proposición le
corresponden dos valores de verdad uno verdadero y otro falso.
La otra observación que hace Russell a esta noción de la coherencia de la verdad es “que
supone conocido lo que entendemos por «coherencia», mientras que, de hecho, la
«coherencia» presupone la verdad de las leyes lógicas” (Russell, 1983, p.107). Ante esta
objeción Russell explica que, el término de «coherencia» ha sido comprendido de forma
ambigua, pues para entenderlo de forma precisa se debe admitir que la verdad se cimenta a
partir de las leyes lógicas, entre ellas, el principio de contradicción. La «coherencia» acepta,
por ejemplo, que “dos proposiciones son coherentes cuando ambas pueden ser verdaderas a la
vez” (Russell, 1983, p.107). Desde lo que se ha visto, la lógica russelliana no admite que dos
proposiciones al mismo tiempo sean verdaderas, pues una a proposición le pertenece una
correspondencia entre lo falso y lo verdadero. Una concepción de este tipo, aplica la ley de
contradicción pues al emitir una proposición hay una que la afirma y otra que la niega. Por
ejemplo si se dice: «la puerta es azul» es porque la proposición «la puerta no es azul » niega
la posibilidad de que sea de otro color diferente al azul.
Las dificultades que Russell observa en la verdad como coherencia, hace que se mantenga la
posición de que la naturaleza de la verdad, como se había dicho anteriormente, sea concebida
como la correspondencia entre el hecho y las creencias. Se admite que la creencia tiene como
propiedad a la verdad y a la falsedad, llevando a que la relación de la mente con los objetos
no se quede reducida al conocimiento directo, pues éste operaria de tal manera, que la
creencia “no admitiría la oposición de lo verdadero y lo falso, sino que sería siempre
verdadera” (Russell, 1983, p.108). Cuando Russell expone que la relación no es restringirse
al conocimiento directo, es porque acepta la idea de que el “mundo existente consiste en
muchas cosas, con muchas cualidades y relaciones” (Russell, 1949, p.60). De este modo,
describir al mundo requiere que los términos se relacionen de diversas formas, esto es, un
término no se relaciona exclusivamente con otro término, sino con dos, tres, cuatro, cinco, etc.
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Se podría multiplicar indefinidamente los ejemplos, para sustentar que existen relaciones de
más de dos términos, pues así como en el mundo hay gama de posibilidades para objetos, así
mismo, hay una para que los objetos se relacionen. Así pues, observemos una relación de tres
términos, una tríadica: “Pedro le regaló el libro a Juan”, aquí que hay tres términos en
relación, “Pedro”, “Libro”, “Juan”. La agrupación de todos los términos debe guardar una
estructura gramatical y, así mismo, una correspondencia con los hechos para que la
proposición tenga sentido. De lo contario, si yo digo: “El libro le regaló el Juan a Pedro”, esta
proposición aunque guarde los mismo términos en relación e, incluso, no tenga una estructura
correcta gramaticalmente, no se corresponde con un hecho que elabore la representación de
que en el mundo haya un hecho posible que ilustre que: “El libro esté entregándole un regalo
a Juan a Pedro”. Por tanto, dicha oración no tendrá sentido lógico.
En suma, se puede decir que el conocimiento de verdades de Russell concibe que la verdad o
la falsedad no se puede determinar, simplemente, bajo el conocimiento directo, sino
concibiendo que hay un mundo exterior a la mente del sujeto, los hechos, que son los que
determinan la verdad o la falsedad de una creencia que habita en la mente del sujeto. En
efecto, la verdad debe estar construida bajo la relación entre proposiciones y hechos. De aquí
que se pueda decir que: “Una de las características más distintivas del atomismo lógico es su
consideración de la verdad, como correspondencia entre las proposiciones, que es el objeto de
la lógica, y los hechos que constituyen el mundo” (Griffin, 2003, p.372).
25
2. LA RELACIÓN LENGUAJE – MUNDO PARA EL ATOMISMO
Lo que llamo aquí relación lenguaje-mundo es el tratamiento que da Russell a las
conexiones o vínculos que se puedan establecer entre hechos y proposiciones. Conviene
observar entonces la manera cómo el atomismo lógico entiende la descripción del mundo
existente a partir del lenguaje de la lógica. En otras palabras, exponer cómo el lenguaje
constituye un andamiaje de significaciones que permite pensar la representación de los hechos
que están acaeciendo en el mundo, con un mínimo grado de coherencia y sentido. Como
señala Russell el mundo existente consiste: “en muchas cosas con muchas cualidades y
relaciones. Una descripción completa del mundo existente requeriría no sólo un catálogo de
las cosas, sino también una mención de todas sus cualidades y relaciones” (Russell, 1949,
p.60). Esa descripción debe tener un sentido.
De acuerdo con la concepción de mundo russelliano, observamos que no está compuesto por
mera materia, es decir, por meros objetos, sino que en él se encuentran cualidades y
relaciones. Todo ello es lo que hace posible conocer un mundo, que está conformado por
hechos y, del cual se pueden describir una variedad de predicados, cualidades, etc. De manera
que el lenguaje ocupa una posición importante, pues él será el encargado de representar lo que
acontece en el mundo.
Con lo que se ha dicho, se puede ver los puntos de partida del conocimiento, para
comprender qué se puede decir del mundo o no. En esa medida, los hechos y las
proposiciones juegan un papel, entonces, ¿qué importancia tiene la relación entre hechos y
proposiciones para el atomismo lógico? En cuanto al hecho –dice Russell- es aquello que
hace que la proposición sea falsa o verdadera. Y proposición es una oración que expresa algo
acerca del mundo de forma lógica; en esa medida, el lenguaje lógico será aquel que describe
algo de los hechos que están acaeciendo en el mundo. Para que una proposición resulte siendo
falsa o verdadera, en primer lugar, ella debe tener sentido pues de no ser así impide
completamente un proceso de verificación, pues, ante la falta de sentido no se sabe qué es lo
que se ha de verificar.
26
Dentro de este marco, el atomismo lógico que expone Russell obedece al principio de
verificación, el cual mantiene la concepción de que la verdad es una correspondencia entre
proposiciones y hechos. El principio de verificación, se trae a cuenta gracias a que el Círculo
de Viena guarda afinidades con la filosofía de Russell; ahora bien, veamos una consideración
traída por Ayer:
Se admite que el principio de verificación facilita un criterio mediante el cual puede
determinarse si una frase es literalmente significativa o no. Un modo sencillo de formularse
sería decir que una frase tiene sentido literal siempre y cuando la proposición por ella
expresada fuese o analítica o empíricamente verificable (Ayer, 1971, p.11).
El principio de verificación tiene el objetivo de garantizar una seguridad en la verdad y la
falsedad de las proposiciones. Dentro del marco de la filosofía de Russell, se entiende como
aquel encargado de verificar el sentido y la verdad de las proposiciones con el contenido
empírico, con los hechos. Esto es, afirmar si una proposición es susceptible de ser verificada
con los hechos, para así determinar si carece de sentido. Aún más, dentro del lenguaje
científico, el lenguaje lógico, no puede haber enunciados que no se encuentren verificados con
los hechos del mundo, puesto que si esto acontece, se estaría construyendo un lenguaje con
andamiaje ambiguo, que no tiene una aceptación lógica y científica.
Nótese lo siguiente. En la cita de arriba Ayer habla de proposiciones empíricamente
verificables, que son las que van a ser sometidas al principio de verificación, y más adelante
agrega que:
Una frase es factualmente significante para toda persona dada, siempre y cuando esta persona
conozca cómo verificar la proposición que la frase pretende expresar, es decir, si conoce qué
observaciones le inducirían, bajo ciertas condiciones, a aceptar que la proposición como
verdadera, o a rechazarla como falsa (Ayer, 1971, p.40).
Comprender que una de las preocupaciones del proyecto russelliano, recae en purificar las
frases que constituyen el conocimiento del mundo, se ha de tener en cuenta que el principio de
verificación es un elemento, que le permite delimitar el significado y el carácter empírico de
27
las frases que constituyen a dicho conocimiento. Dentro de este marco, Russell al igual que
Círculo de Viena comparte la idea de que las frases metafísicas no tienen significado ni
sentido, a lo sumo se pueden considerar pseudo-proposiciones.
Cuando una persona,
entonces, procede a describir el mundo exterior sin el sustento empírico, de forma metafísica,
no hay una garantía de que aquella persona pueda verificar si lo que está diciendo sea o falso
o verdadero. Observemos la siguiente frase: “el Absoluto forma parte de, pero es, en sí mismo
incapaz, de evolución y progreso” (Ayer, 1971, p.40). Esta frase metafísica no es susceptible
de ser verificada, pues carece de un referente empírico que dé el aval. Entonces, si a una
persona (cuando hablo aquí de persona no me refiero a un asunto de carácter subjetivo
psicológico) dada le presentan dicha frase, no encontrará en dónde está el Absoluto, para así
estipular si éste hace parte o no de la evolución y del progreso.
En contravía de la frase metafísica que se ha mencionado, se debe agregar que hay otras frases
o proposiciones que nunca han sido sometidas a la verificación. Esto no significa que no sean
susceptibles de ser verificadas, sino que no hay “los medios prácticos para colocarlos en una
situación en que podrían hacerse las observaciones pertinentes” (Ayer, 1971, p.41). Tomemos
un ejemplo que trae Ayer del profesor Schlick, para ilustrar este tipo de proposiciones: “hay
montañas en la cara oculta de la luna” (Ayer, 1971, p.41). Aunque no se haya tomado el
trabajo para verificar esta proposición, no quiere decir le falte significación o, que carezca de
verdad y falsedad, dicho de otra forma, que no sea susceptible de ser verificada. Quizás no
existan los medios astronómicos para ir y descubrir la cara oculta de la luna. Pero en el
momento en que se den los medios, ya no habrá una incapacidad de hacer las observaciones
pertinentes; por tanto, se procederá a verificar cuál es la observación real. En suma, el criterio
de verificación permite garantizar el significado, la verdad y la falsedad de las proposiciones
que describen la realidad. En otras palabras, expresa una forma de cómo Russell entiende la
relación entre el lenguaje y el mundo. Ahora veamos qué se puede entender por hecho.
2.1. Hechos atómicos
Cuando se procede a estudiar la noción de mundo en Russell, se observa que hay predicados y
relaciones. Todo ello da las condiciones para conocer el mundo, que está conformado por
hechos atómicos, y del cual se pueden figurar una multitud se predicados y relaciones, etc.
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Establecer la concepción de un mundo sin hechos es negar la posibilidad de que se pueda
afirmar o negar algo de él, pues las creencias “se refieren a esos hechos y por referencia a
dichos hechos son verdaderas o falsas” (Russell, 1981, p.256). En lo que concierne a la
palabra hecho atómico, puede decirse que éstos se relacionan con proposiciones atómicas. De
aquí que los hechos guarden relación con el lenguaje, quien será el encargado de representar
mediante palabras lo que está acaeciendo en el mundo.
Ahora observemos cómo define la expresión hechos atómicos Russell: “cuando hablo de un
“hecho” –no me propongo alcanzar una definición exacta, sino una explicación que le permita
saber de qué estoy hablando- me refiero a aquello que hace verdadera o falsa a una
proposición. Si digo “está lloviendo”, lo que digo será verdadero en determinadas condiciones
atmosféricas y falso en otras” (Russell, 1981, p.256). Desde este punto de vista, el filósofo
inglés reconoce que no es su propósito precisar puntualmente la palabra “hecho”. Sin
embargo, trae a cuenta dicho término para distinguir que el hecho es quien brinda las
condiciones, para que una proposición pueda ser verdadera o falsa, según las condiciones
atmosféricas en que se situé. Esto es, si se dice: “Pedro está muerto”, dicha proposición es
verdadera si hay un hecho fisiológico que confirme que Pedro realmente está muerto y, que
hay otros hechos que nieguen la posibilidad de que Pedro esté vivo. Este ejemplo se tomó,
para expresar que hay múltiples hechos (fisiológicos, astronómicos, físicos, etc.) que afirman
o niegan a las proposiciones, debido a sus cualidades, particularidades, condiciones,
relaciones etc. Aún más, el hecho es el que muestra que el mundo tiene diversidad de
relaciones, cualidades y predicados.
Por otro lado, Russell, afirma que un hecho no es una cosa en particular. Por ello dice lo
siguiente: “lo que yo llamo un hecho es algo que se expresa por medio de una oración
completa y no un simple nombre como “Sócrates”” (Russell, 1981, p.256). Desde estas líneas
se ve, que un hecho no puede ser una cosa particular, es decir, hablar de lluvia, sol, casa,
perro, silla, camisa, etc., no tiene sentido lógico pues una cosa particular por sí misma, no
puede determinar una falsedad o verdad de la proposición. Entonces, se puede decir que las
cosas particulares no son ni verdaderas ni falsas, pues no hay una oración completa que le dé
el sustento lógico.
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Así mismo, se debe añadir que “un hecho no puede ser ni verdadero ni falso” (Russell, 1981,
p.259). En esta afirmación, Russell quiere precisar que los hechos son neutros, pues en sí
mismos, no pueden tener la propiedad ser ni falsos ni verdaderos. Entonces, ¿qué pasa con la
verdad y la falsedad? Cuando se habla de esta dualidad, se debe considerar que falta un
elemento que determine si un hecho es falso o verdadero. Dicho elemento es la proposición
que es “el vehículo especifico de la verdad y la falsedad” (Russell, 1981, p.259). Nótese aquí
que si un hecho no está en relación con el lenguaje, no tendrá sentido afirmar o negar lo que
sucede en el mundo. Entonces, las proposiciones serán quienes expresen si lo que se ha
conocido o predicando del mundo es falso o verdadero. Por ello, veamos a continuación qué
se puede entender por proposición.
2.2. Proposiciones atómicas
En cuanto a la proposición, Russell la define de la siguiente forma: “La proposición es el
vehículo específico entre la verdad y la falsedad. Una proposición, puede decirse, es una
oración en indicativo, una oración que enuncia algo, no interroga, impera u opta” (Russell,
1981, p.259).
En consonancia con esto, una oración puede ser optativa, imperativa,
exclamativa, etc. Pero la única oración que puede ser proposición es la indicativa, pues su
propiedad es la verdad y la falsedad. Además de tener la característica de ser falsa o
verdadera, una oración indicativa muestra que el sentido y la significación de toda la oración,
depende de cada una de las palabras que la componen. Por ello si “algún componente de la
oración compuesta conjuntivamente es falsa, la oración globalmente es falsa” (Stroll, 2002,
p.27).
En cuanto al otro tipo de oraciones (las exclamativas, imperativas, optativas, etc.) se debe
añadir que no tienen relación con la verdad o la falsedad, pues generalmente dependen de
resultados, actos, circunstancias, etc. Para observar esto un poco más, tomemos una oración
indicativa y luego una oración interrogativa, para observar en qué se diferencian. “Alejandro
fue un gran escritor”. Cuando se tiene esta oración se puede indicar si es verdad que hubo un
escritor famoso que se llamó Alejandro o, por el contrario, no hay nada que garantice su
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existencia. Ahora bien, si se dice: “¿Alejandro fue un gran escritor?” A diferencia de la
primera oración, aquí no se tiene claro si hubo un hombre llamado Alejandro que fue un gran
escritor. Al no tener una claridad tal, se hace necesario emplear los signos de interrogación
para encontrar una respuesta. Esto implica que la verdad o la falsedad no se den en esta
oración y, así mismo, se vean sujetas a depender de actos investigativos que avalen la
existencia de un personaje, que fue escritor y lleva por nombre Alejandro.
La proposición de forma indicativa es, entonces, la que describe la realidad, la multitud de
hechos que componen al mundo, mediante símbolos lingüísticos que representen de forma
lógica, articulada, precisa, etc., todos los hechos que componen la existencia del mundo. Todo
esto lo hace, para llegar a la determinación de que a un hecho le pertenecen dos
proposiciones, las de la verdad y las de la falsedad. Por eso Russell dice que: “una oración (o
una proposición) es el símbolo apropiado para referirnos a un hecho” (Russell, 1981, p.262).
En otras palabras, para referirnos al mundo.
En lo que hemos visto, se ha rescatado que los hechos y las proposiciones guardan una
relación, la cual consiste en que para “cada hecho corresponden dos proposiciones, la una
verdadera y la otra falsa” ” (Russell, 1981, p.263). En ese sentido, el mundo está compuesto
por hechos, pero dichos hechos son neutros, por eso no se puede decir que falsos o
verdaderos, ya que esto le pertenece únicamente al lenguaje, es decir, a las proposiciones que
afirman o niegan la validez de un hecho. Así mismo, se hizo la aclaración de que el mundo
existente está conformado por muchas cualidades y relaciones, donde el lenguaje es la
herramienta que por medio de sus símbolos describe y hace mención de cada uno de los
hechos, de las cualidades y de las relaciones.
2.3. Proposiciones Moleculares
“Las proposiciones "moleculares" son tales que contienen conjuntamente - si, o, y, a menos
que, etc. - y esas palabras son las características de una proposición molecular. Considera,
pues, la posibilidad de una afirmación como: "Si llueve, sacaré mi paraguas" (Russell, 1949,
p.63). En consonancia con lo anterior, se comprende que las proposiciones moleculares
pertenecen a un nivel más complejo que el de las proposiciones atómicas, ya que incluyen
31
conectores lógicos que son el punto de conexión entre dos o más proposiciones atómicas. En
otras palabras, las partes que constituyen una proposición molecular son las múltiples
proposiciones atómicas que la conforman.
Cuando se considera una proposición del tipo: “si llueve saco el paraguas”, “llovía y no saque
el paraguas”, etc., son consideradas en el tipo de las proposiciones moleculares, porque
contienen dentro de sí conectores lógicos que son la base para unir las diferentes partes de la
proposición. Es así que, si se dice: “llovía y no saque el paraguas”, dicha proposición tendrá
dos partes, es decir, se refiere a dos hechos: “llovía” y “no saque el paraguas”, entre dichas
partes está el conector lógico “y” que será quien conforme la unión de toda la proposición.
Así mismo, dentro de las proposiciones complejas, encontramos que al asociar las diferentes
partes con cada uno de los conectores, dará como resultado la construcción de múltiples
formas lógicas: la conjunción: “p o q”, la disyunción: “p y q”, la implicación: “si p entonces
q”, etc.
En este punto es necesario aclarar que las proposiciones moleculares no se corresponden con
hechos moleculares, pues desde la noción de mundo russelliano, la realidad está compuesta
por hechos atómicos que le corresponden a proposiciones atómicas. Pero si se presentan dos o
más hechos atómicos, que estén unidos por los diversos conectores lógicos, ya no se puede
decir que sea una proposición simple, sino una proposición compleja. Tomemos la siguiente
ilustración traída por Russell, para entender esto: “Sócrates es mortal o Sócrates está todavía
vivo”; la forma lógica aquí es “p o q”. Nótese en que en esta proposición está divida en dos
partes: “la mortalidad de Sócrates” o “la vida actual de Sócrates”, la unión de dichas partes
atómicas, formará la unidad de la proposición molecular. Aquí se “tendrán el hecho
correspondiente a p y el hecho correspondiente a q, hechos ambos que cuentan a la hora de
preguntar por la verdad o la falsedad de “p o q”” (Russell, 1981, p.292).
Con lo anterior se ha de tener en cuenta dos cosas. En primera medida, que una proposición
molecular contiene en sí la asociación de dos o más hechos atómicos, de aquí que yo pueda
decir que el hecho de p es diferente del hecho q. Con esto queda claro que no hay un hecho
“molecular” que le corresponda a la proposición “p v q”. En segunda instancia, la verdad o la
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falsedad de una proposición molecular “dependerá de esos dos hechos y no tan sólo de uno,
como sucedería con p y con q por separado” (Russell, 1981, p.292). De aquí, la proposición
atómica p tiene su verdad o falsedad, independientemente, de la proposición atómica q, pues
la asociación de las dos constituirá la verdad o la falsedad del total de toda la proposición “p v
q”.
Para terminar lo que hemos visto hasta aquí, podemos ver que cuando Russell expone la
filosofía del atomismo lógico hace un tratamiento analítico “de una cierta metafísica”, que
será quien nos muestre cómo se debe conocer el mundo. Pero no solamente se queda con el
conocimiento del mundo, sino que pasa al campo del lenguaje lógico, que será el que
represente en sus símbolos lo que acontece en dicho mundo, por ello también llama al
atomismo “una cierta doctrina lógica”. En esa medida, la relación entre el lenguaje y el
mundo, vistos desde el atomismo lógico, guarda una concepción lingüística en la que la
proposición se corresponde uno a uno con un hecho de forma limitada, verificable,
independientemente de las otras proposiciones y otros hechos.
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3. LIMITACIONES DEL ATOMISMO LÓGICO: VISTAS
DESDE UNA OPCIÓN HOLÍSTICA
La filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell, como lo vimos en el transcurso de
los anteriores capítulos, tiene como finalidad delimitar una cierta teoría “metafísica” y un
cierto tipo de “lógica”, donde el lenguaje esté destinado a traducirse en los enunciados de una
lógica ideal, un lenguaje científico. La metafísica russelliana concibe el mundo constituido
por una multiplicidad de cosas, independientes, aisladas, como componentes atómicos,
mientras que el lenguaje por su parte, es el que muestra la forma lógica de dicho mundo. La
sugerencia de Russell es que las proposiciones deben ser reducidas al lenguaje lógico,
científico, de lo contrario serán consideradas sin-sentidos. No obstante, esta pretensión de
reducir el lenguaje a unas estructuras básicas, como especies de fundamentos de sentido,
puede ser cuestionada desde una posición de carácter holístico tal como se puede observar en
la concepción del significado de Quine. Desde este punto de vista, no se trataría de conseguir
la verificación de una proposición, sino de hallar la consistencia o coherencia de dicha
proposición con proposiciones cercanas, que ayudan a darle sentido. Bajo esas condiciones, la
significación no está destinada a ser reducida a proposiciones verificables, pues las
proposiciones sobre el mundo externo, “no comparecen ante el tribunal de la experiencia
sensible individualmente, sino bajo la forma de un cuerpo organizado” (Quine, 2002, p.85).
Una propuesta holística del conocimiento del mundo externo como la presenta Quine,
requiere de un trabajo muy extenso, pues su filosofía incluye una diversidad de tesis de gran
complejidad, lo cual hace que este trabajo sea visto como una tarea de grandes proporciones.
Pero en las líneas que siguen, no me ocuparé de ofrecer una visión sinóptica, de un
pensamiento tan agudo y sistemático como éste, sino de presentar cómo a través de una
noción holística, se pueden detectar algunos puntos de limitación en el atomismo lógico
propuesto por el filósofo británico.
Defender la tesis de que la referencia tiene un carácter holístico, a diferencia de lo que cree
Russell en su concepción atomista, habrá de tener en cuenta, en primera instancia, que el
lenguaje obedece a patrones culturales, sociales, pragmáticos, etc. Tras haber llegado a la
comprensión de que el lenguaje es una construcción social; nos dará el paso para hablar de un
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segundo momento, esto es, exponer qué se entiende por referencia en Quine. En cuanto al
aspecto referencial se observará, que es “un aparato adecuado para hablar de objetos” (Quine,
1977, p.101). Pero dejando claro que dicho aparato no concibe la referencia de los objetos de
manera unívoca, sino de forma pragmática. Del mismo modo se observará, en un tercer
momento, cómo desde una concepción holística del significado, los enunciados no se
construyen a partir de una experiencia sensible aislada, sino desde un cuerpo organizado. En
otras palabras, observar que el holismo epistemológico asume la posición de que: “la unidad
de significación empírica es el todo de la ciencia” (Quine, 2002, p.86).
3.1. El lenguaje como construcción social
El lenguaje entendido a partir del atomismo lógico es aquel que se ha construido de tal
manera, que alcance un lugar diferente del lenguaje común, es decir, un nivel al cual se llega
mediante el ejercicio estricto que la lógica le proporciona. Es por este motivo, que la ciencia
acude a aquel lenguaje, porque le será de utilidad para construir un lenguaje ideal, donde no
haya cabida para los sin sentidos. Sin embargo, esta perspectiva dista de una posición
pragmática, como la de Quine, quien considera que en el lenguaje corriente se hayan
elementos de conocimiento que le son de utilidad para la ciencia. Aún más, el lenguaje
cotidiano, el de la cultura, es el punto de partida para comenzar a hablar de los diferentes
objetos que hay en el mundo exterior.
Duica (2001), en el ensayo Ciencia y Contenido Empírico, explica que la ciencia no es más
que un sentido común sofisticado, es decir, la ciencia tiene expresiones del lenguaje que no le
son ajenas al lenguaje ordinario. La interpretación inicial de estas líneas puede girar en torno a
la ciencia y, en un aspecto muy general sobre el sentido común. Pero lo que se quiere decir es
que “la ciencia no es un tipo de conocimiento que implique la ruptura con el sentido común, o
que exista una clara demarcación entre conocimiento científico y conocimiento de sentido
común (no-científico)” (Duica, 2001, p.106). Con base en lo anterior, se puede decir que
Quine no hace una ruptura estricta entre el lenguaje corriente y el lenguaje científico, sino que
los dos tienen igualdad de condiciones.
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“Tanto nosotros como los animales observamos lo que sucede a nuestro alrededor. Esta
actitud observadora contribuye de algún modo a indicar qué debemos esperar e, incluso, cómo
prevenirlo” (Quine, 1998, p.7). Esta forma común de explicar una actitud observadora en los
animales, lleva a que se incluya en nuestro escrito una expresión técnica de Quine: “oraciones
observacionales”. La importancia introducir este término es para explicar que los sujetos
cuando comienzan a conocer el mundo externo, lo hacen con actitudes visuales, esto es,
desarrollan la visión para distinguir visualmente que hay en el mundo. Pero dicho sujeto no
solamente se queda actitud de observar el mundo, sino que comienza a expresarlo
lingüísticamente. Entonces, cuando un niño, por ejemplo, tiene su primer acercamiento del
color «verde» comienza a distinguirlo de los demás colores y, después, enuncia una serie de
frases acerca de dicho color.
Las oraciones observacionales tienen dos rasgos: “uno privado en lo que respecta al
individuo, un rasgo público por lo que respecta a la sociedad” (Quine, 1998, p.54). En este
punto, Quine resalta que una oración observacional no solamente se construye en el individuo
que conoce, sino en la sociedad. La sociedad es el espacio público donde el individuo aprende
a referirse a su mundo. Pero nuestro filósofo norteamericano, más adelante agrega, que una
oración no se queda estática, sino que a lo largo del tiempo y de los años se desarrolla
científicamente en el sujeto. Por eso el profesor Duica afirma que la ciencia comprendida por
Quine no es más que un sentido común sofisticado.
“Con el transcurso del tiempo, las primeras oraciones observacionales del sujeto, adquiridas
por ostensión, habrán cambiado en algunos aspectos, a través de la presión pública sostenida”
(Quine, 1998, p.55). Obsérvese que cuando Quine emplea la expresión en el transcurso
tiempo, se refiere a que el sujeto aprende las primeras oraciones de la sociedad, las cuales
serán sometidas a una transformación cuando, a través de los años, se involucren teorías
sofisticadas. Entonces, tal vez cuando dicho individuo era niño y estaba aprendiendo sus
primeras oraciones, aprendió el término “agua”, y lo aplicaba a situaciones elementales que le
permitieron moverse de forma básica en la sociedad. Así pues, la exigencia social es la que
“permite al niño aprender el uso de las oraciones observacionales” (Quine, 1998, p.56). Pero
el niño no se queda inserto en el bagaje lingüístico que ha aprendido en la infancia, sino que
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en el trascurso del tiempo trasforma las palabras aprendidas y conoce otras nuevas, pues se
incluyen contenidos sofisticados que hacen más complejo hablar del mundo.
Comprender que las oraciones observacionales, que se han aprendido en trascurso de la vida y
del tiempo, llevan a “depender cada vez más de la selección que se haga de la comunidad
lingüística perteneciente” (Quine, 1998, p.55). Esto es, cuando el niño aprende sus primeras
oraciones, no se ve tan dependiente de la comunidad lingüística en donde se encuentra, pues
las expresiones, símbolos, etc., los ha aprendido de forma básica, por eso no lo llevan a verse
tan vinculado estrictamente con la cultura. Pero cuando el niño experimenta y desarrolla cada
vez más las expresiones lingüísticas de su comunidad, comienza a verse más dependiente de
cada uno de las reglas del lenguaje que la sociedad le proporciona. En esa medida, la
comunidad dada y el individuo se vuelven un parámetro, porque los dos son lo que establecen
las reglas que se pueden dar al interior de su sistema lingüístico.
Según Quine (2001) el lenguaje es un arte construido por la sociedad, pues en el contexto
social es donde se aprende acerca de lo que se puede decir del mundo y bajo qué
circunstancias. Esto lleva a suponer que los términos que se emplean para hacer referencia a
los objetos, están definidos por el carácter cultural y, así mismo, las significaciones que se dan
al interior de un lenguaje cualquiera, obedecen al sentido que el grupo de personas de una
cultura otorga. Veamos qué nos dice Quine al respecto: “nosotros mismos, que hemos crecido
juntos y hemos aprendido también juntos nuestra lengua, hablamos el mismo lenguaje por la
razón de que la sociedad nos ha instruido un mismo patrón de respuestas verbales a
incitaciones exteriores expuestas” (Quine, 1974, p.17). Desde esta perspectiva, la sociedad es
un espacio necesario, para comenzar a aprehender del lenguaje y a usarlo, esto es, brinda el
patrón lingüístico y de significaciones que se han edificado a partir de una herencia cultural,
de una historia, de un contexto, de unas circunstancias propias, etc. Entonces, bajo esto marco
de comprensión, el lenguaje obedece a lineamientos sociales, que llevan a que los individuos
que viven en dicho contexto respondan, desde el significado, a estimulaciones que son dadas
en el mundo exterior.
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El uso correcto de las palabras, de los símbolos, etc., son adquiridos bajo el entrenamiento que
la sociedad ejerce sobre el individuo. En tal caso, “la sociedad ha sido capaz de entrenar al
individuo a decir lo socialmente adecuado e incluso en respuesta a estímulos socialmente
indetectables” (Quine; 2001, p.22). Hablar del tema de las estimulaciones exteriores en Quine
es de gran complejidad, sin embargo, hay que comprender, para nuestro interés, las
estimulaciones son aquellas que provocan en el individuo conductas lingüísticas y no
lingüísticas. Esto es, cuando un individuo ve un objeto de color “rojo”, podrá expresar en
símbolos del lenguaje lo que está sintiendo en su vida privada. O tal vez, presente una
conducta no lingüística, que le provoque cuando ve el objeto “rojo”. En todo caso, la sociedad
cumple la labor de penalizar, si las conductas que presenta dicho individuo son aprobadas por
las reglas que ya están establecidas en dicho contexto.
En última instancia, el lenguaje no puede escapar de los lineamientos que son dados por una
sociedad. De esta manera, puede entenderse a la sociedad como el árbitro que acepta o
rechaza los usos lingüísticos o los comportamientos que se pueden hacer ante la presencia de
un mundo físico. Un individuo no puede aprender un bagaje de términos, de referencias sin la
presencia de un contexto, de un factor social, que garantice que lo que ha aprendido a
nombrar y darle sentido de mundo externo, tiene una aceptación en el contexto. La
concepción del lenguaje social, abre la temática de un aspecto fundamental: la referencia.
Veamos a continuación, qué se puede entender por éste término.
3.2. Acerca de la referencia
El lenguaje en Quine tiene en cuenta, como se ha dicho, un componente social. Ahora hay que
añadir que la referencia nos permite hablar del mundo, de los objetos que habitan en él. Este
filósofo dice: “Es un hecho que aprendemos a hablar de objetos, y no solo de objetos físicos
sino también atributos de números, de conjuntos, de toda una suerte de objetos abstractos”
(Quine,1977,p.101). Con base en esto, se debe decir que la referencia nos permite conocer y
hablar del mundo físico. Dicho de otra forma, la referencia es un “aparato adecuado para
hablar de objetos” (Quine, 1977, p.101). Esto lleva a que se indague lo siguiente: ¿en qué
cultura nació el niño que constantemente habla del mundo que lo rodea?, ¿qué lenguaje se
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habla en dicha cultura? O en otras palabras ¿Cuándo se puede decir que un niño ha aprendido
a referirse a los objetos?
Ante las preguntas previamente mencionadas, se podrá responder de forma muy general que
el niño ha aprendido las referencias de acuerdo al contexto donde esté situado, ya que cuando
se refiera al mundo, la sociedad será el juez que apruebe o desapruebe lo que el niño está
decidiendo. Es así que cuando al niño ha aprendido a referirse al color “Rojo” es porque su
cultura le ha impuesto dicho patrón y, así mismo, cuando dicho niño diga algo incorrecto de
lo que significa “Rojo”, la misma cultura será quien corrija el sentido dicha referencia, para
que el niño pueda hacer un uso correcto del término, y así mismo, moverse al interior del
sistema lingüístico de su contexto. Cuando el niño ha llegado a incluirse de forma
considerable a las forma de comunicación del sistema lingüístico será capaz de definir qué es
rojo, y a cuáles objetos rojos puede referirse. Según Quine (2001) la sociedad apremia el uso
de «Rojo» cuando observa que el individuo está mirando o se está refiriendo a algo rojo, y a
penalizarlo cuando se aprecia que el individuo está se está nombrando o mirando otra cosa
diversa que no tenga el color rojo.
Ahora bien, dentro del atomismo lógico también se vio que Russell llama la atención sobre el
carácter referencial, pues éste sirve para referirnos al mundo externo. Aún más, el
conocimiento de una referencia en Russell debe obedecer a la singularidad de un objeto, para
que en dicha referencia no se halle vaguedad. Recordemos el ejemplo de “el actual rey de
Francia es alto”, aquí la referencia tiene una precisión lógica, puesto que puede traducirse a
términos lógicos y, de igual forma, porque la singularidad de la proposición demuestra que en
el mundo exterior, hay solamente una persona que pueda ser “Rey de Francia” y tenga la
propiedad de ser “Alto”.
Teniendo en cuenta el ejemplo traído anteriormente, nótese que Russell, para llegar a una
referencia definida como la que hemos explicado, no ha incluido en su aspecto teórico el
lenguaje corriente, el de la cultura, puesto que esto le quitaría el nivel de perfección lógica al
cual quiere llegar. Su pretensión de querer hallar un lenguaje ideal, lo llevo a que se limitara a
pensar que para que el uso del lenguaje sea correcto, el lógico, debe haber una relación rígida
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y univoca entre el lenguaje y el mundo, ignorando que la referencia también puede ser
definida desde los diferentes contextos lingüísticos que existen y, por ello, no le quita el rigor
lógico, puesto que “el objeto de referencia varía según esas diferentes posibilidades. Aceptada
una, el objeto de referencia es un color. Aceptadas otras, es una mancha, y una macha
diferente según los casos” (Quine, 1977, p.102).
Observemos un caso tradicional que ha servido de herramienta para comprender algunas de
las tesis de Quine, es esto, el término “Gavagai”. Éste es un concepto traído por este filósofo,
para dar a explicar que un lingüista que llega por primera vez y desconoce completamente el
sistema lingüístico de una cultura nativa que vive en Estados Unidos, quiere conocer y
descifrar lo que significa “Gavagai”, para así poder armar un manual que compruebe que
cuando los nativos emplean dicho termino se refieren a un “Conejo”. Pero a lo largo de una
estadía con ellos, se da cuenta que cuando intenta preguntar por “Gavagai” hay diferentes
acontecimientos conductuales por parte de los nativos, que no permiten llegar a un punto en
común de su sistema lingüístico con el de cultura. Entonces:
Pondrá a prueba su teoría con los nativos, formulando nuevas sentencias autorizadas por su
teoría para ver si resultan verdaderas o no. Esta es una inversión de orden cronológico; se
construye la teoría antes de haber obtenido todos los datos posibles, y luego toma una guía
para obtener datos adicionales máximamente pertinentes (Quine, 1974, p.17).
El lingüista en este caso, hace una observación muy minuciosa, en su diario de campo, de las
estimulaciones verbales y no verbales por parte de los nativos, esto con el fin de llegar a una
posible hipótesis de que cuando se dice: “Gavagai” los nativos están entendiendo en su
mundo interno, en su sistema lingüístico, como un “Conejo”. Pero llegar a una sentencia de
este tipo puede resultar precipitado, según los planteamientos de Quine, porque dentro del
contexto, en este caso la cultura nativa, hay una estructura de creencias lingüísticas que se han
construido y, de acuerdo con ella, se han creado significaciones para hacer referencia a cada
uno de los objetos que están en su mundo exterior. Entonces, por parte del lingüista no podrá
determinar la referencia exacta del objeto, por medio de una significación y un estímulo,
porque dentro de la cultura habrá conductas verbales y no verbales para referirse de modo
indeterminado al mundo externo. Esto quiere decir, que en el caso del lingüista no le servirá
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solamente fijarse en los sonidos verbales que emiten los nativos cuando ven pasar al
“Gavagai”, sino tratar de analizar el comportamiento no verbal de los nativos, para tener una
visión más o menos clara y, así dar una hipótesis aunque sea de forma indeterminada, de lo
que significa “Gavagai”.
Así mismo, aunque el lingüista reúna cronológicamente datos de los actos verbales y,
especialmente, no verbales por parte de los nativos de dicha cultura, no podrá determinar con
exactitud qué es un “Gavagai”, ya que quizás ha leído sobre él, ha vivido con la cultura y lo
visto, ha escuchado sobre él, etc., pero no sabrá determinar con exactitud desde las
estimulaciones no verbales, qué significa dicha referencia para este grupo de nativos, donde
cada vez que ven un objeto llamado “Gavagai” sus formas conductuales y verbales son
diferentes. En esa medida, por un momento, el lingüista puede quedarse quieto y, con la
pretensión de llegar a una hipótesis exacta, le pregunta a los nativos cuando ve pasar un
“Gavagai”: ¿Gavagai? Cuando les pregunta por dicha referencia, todos los nativos presentan
formas no verbales, conductuales, como: agachan la cabeza, se ponen de rodillas, ponen a
orar, etc. En todo caso, ve que para llegar a una hipótesis exacta debería haber nacido y
crecido con la reglamentación verbal y no verbal que tienen dicho grupo de nativos.
“La referencia implica más que la mera capacidad de darse cuenta de una presencia” (Quine,
1977, p.103). A partir de las previas líneas y de lo que se ha dicho, se puede ver que hay un
punto de limitación respecto de la referencia russelliana, pues como se ha visto en la
ilustración que hemos traído, se puede ver que la referencia definida de un objeto como: “El
Gavagai es conejo”, puede variar según el contexto y los patrones de significación que se han
elaborado al interior de una cultura. En esta medida, no se puede decir que una referencia
puede ser definida de forma univoca, ya que existen múltiples contextos lingüísticos, donde
cada uno contiene sus propios parámetros y circunstancias. Comprender la referencia de
forma pragmática, holística, lleva a que cada una de las referencias que se han aprendido, no
sean sometidas a una reducción del lenguaje lógico, que escape de la carga de significados
que han sido construidos por los diversos contextos culturales.
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En el conocimiento de verdades de Russell, se pudo ver que la verdad o la falsedad dependían
de una relación entre el hecho y la creencia. Aquí hay un punto de discusión, ya que a mi
modo de ver Russell al momento de hablar de la verdad o la falsedad, descuida que hay
múltiples sistemas de creencias que han sido elaborados pragmáticamente. De aquí que las
referencias que se anuncien del mundo exterior pueden resultar tan diversas, que al momento
de referirse a cualquiera de ellas, no pueda obtener una determinación exacta. Pero al tener
una referencia de tal característica, no quiere decir que no tenga un nivel de validez para la
lógica, pues la lógica se da mediante el uso apropiado de dicha referencia en la cultura. Así
pues, cuando los nativos aprenden el término “Gavagai”, ellos mismo le dan la lógica y el
sentido a dicho término. Por ello quizás el sentido que el lingüista quiere hallar no concuerde
con el de los nativos.
En conclusión, desde los planteamientos de Quine, se pudo ver que al momento de referirse a
los objetos, no se puede hallar en ellos una referencia completamente definida y univoca
como lo pretendía Russell, pues cada contexto cultural crea significaciones en su sistema de
creencias, para definir las múltiples objetos y hechos que hay en su mundo exterior.
Igualmente, se puede decir que desde la filosofía de Quine, el lenguaje es una construcción
social que crean sus propias reglas, su propia lógica, para que los individuos conductualmente
actúen de acuerdo a las estimulaciones verbales y no verbales de una sociedad, de una cultura
y de un contexto determinado. Llegar a la comprensión de que el lenguaje que describe al
mundo es una construcción social, abre el horizonte para que el mundo sea comprendido
metafísicamente como una estructura que contiene todo lo que existe y pueda existir en el
mundo. Esto es, no tener la pretensión de conocer y describir al mundo como si estuviera
dividido en partes mínimas, átomos, sino como un cuerpo organizado, donde todas las partes
constituye una gran estructura.
3.3. El significado holístico
La pretensión de entender el mundo desde un concepto quineano, lleva a tener en cuenta la
noción Holismo, que ha heredado Quine de Pierre Duhem, quien fue uno de los pensadores
antecesores, que reflexionó a cabalidad este asunto, pero Quine abre un espacio de
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interpretación más amplio de dicho concepto. Por ello que cuando se habla de holismo se
denomina habitualmente como la tesis Duhem-Quine. Hablar de una labor tan grande como
comprender la significación total de una posición holística, desde todos sus aspectos, es una
labor que da materia para otro escrito y para una investigación más amplia. No obstante, el
holismo que se quiere rescatar aquí no tiene la pretensión de ser abarcado en su totalidad, sino
que nos permita ver a grandes rasgos de cómo Quine comprende el mundo exterior, para así,
poder hallar posibles limitaciones en la forma de entender el mundo en la filosofía del
atomismo lógico de Russell. En otras palabras, el holismo que se quiere tener en cuenta, en
este escrito, es de corte epistemológico y, aun así, no deja de resultar una tarea un poco
compleja.
La comprensión de las tesis del proyecto filosófico de Quine, entre ellas, la concepción
holística, lleva a tener en cuenta que su proyecto radica en revisar detalladamente las nociones
tradicionales del empirismo, como la que hereda el positivismo lógico, donde tanto B. Russell
como G. Moore tuvieron una gran influencia. Esto llevó, entonces, a que la epistemología
moderna fuera examinada y reemplazada por nuevas formas epistemológicas empíricas
contemporáneas, como la de Quine, quien considera que se ha de abandonar los “dos dogmas
del empirismo”. Cuando se habla del ensayo de los dogmas empíricos de Quine se tiene,
generalmente, la concepción de que es un texto muy complejo, pues el lenguaje y las
problemáticas que se presentan ahí suelen ser muy agudas y complejas.
Sin embargo, el escrito de los dogmas empíricos es importante para el holismo, puesto que es
allí donde el filósofo norteamericano da una visión más explícita de la nueva epistemología
contemporánea, o dicho de otra forma, donde se tiene una concepción más clara lo que
significa holismo epistemológico. Aún más, aplicar los dogmas empíricos al campo del
lenguaje, permitirá ver que desde una noción holística, el significado de una proposición está
determinado por un el gran conjunto de proposiciones, que constituyen la totalidad saber. En
esa medida, se compartirá la consideración que ha hecho Gibson en el Cambridge Companion
de Quine, donde afirma que: “nuestras afirmaciones sobre el mundo externo frente al tribunal
de la experiencia sensible, no se debe considerar individualmente sino como una empresa
jurídica en unidad” (Gibson, 2006, p.14). Una empresa jurídica es un sistema donde todas sus
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partes que la componen son vistas de forma íntegra, de tal forma que conserve la unidad. Por
ejemplo si se dice “el Gavagai es un conejo”, la forma de proceder es viendo el sentido de la
oración como un todo, no haciendo una reducción de cada una de sus partes para hallar así el
sentido.
Según Quine (2002) los dogmas que deben ser criticados son:
a. La distinción entre proposiciones analíticas y proposiciones sintéticas.
b. La teoría verificacionista de la significación.
Aquí se trajo a cuenta a los “dos dogmas empíricos”, para ver a grandes rasgos que a partir de
allí, Quine rompe con la epistemología tradicional y, aún más, da una posición sólida al
holismo epistemológico, es decir, con una inclinación científica. “La formulación del holismo
epistemológico que aparece allí exige que sea la “totalidad de toda la ciencia” la que implique
las consecuencias observables de todas oraciones científicas”. (Botero; 2001, p.12). Nótese,
en este punto, que la ciencia es el gran conjunto, el cual no contiene fisuras, esto es, un cuerpo
perfecto que está cimentado sólidamente por la inclusión de todas las ciencias. Esa totalidad
de la ciencia no permite pensar al mundo externo de forma aislada, pues al ser el todo rompe
con la individualidad, para que en su cuerpo se integre todo, incluso, aquello que nunca se ha
conocido en el mundo. En otras palabras, holismo es sinónimo de un cuerpo científico que no
deja nada por fuera.
Los dos dogmas son importantes para el holismo epistemológico. No obstante, para el interés
de nuestro texto, el segundo dogma es el que permite ver que la significación no está dirigida
por una noción verificacionista, reduccionista, como la comprenden los positivistas lógicos,
entre ellos B. Russell, sino que para Quine el significado tiene un marcado carácter holístico.
Esto quiere decir, que el significado de una proposición no depende de las partes que lo
conforman, sino de un conjunto de sistemas lingüísticos sociales, pragmáticos, y científicos
que le dan el sentido a toda la oración. Por ello el filósofo norteamericano considera que:
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La estructura de sentencias interconectadas es un único edificio conexo que incluye a todas las
ciencias, y hasta todo lo que podemos decir del mundo; por lo que hace a las verdades lógicas,
sin duda también a otras sentencias triviales, son afines a todos los temas y suministran así las
conexiones. De todos modos algún fragmento de teoría, de dimensiones medianas, contendrá
por el común todas las conexiones para la estimación de una sentencia dada (Quine, 2001, p.
31).
El párrafo previo habla de un edificio de sentencias, de proposiciones, que pertenecen a un
edificio científico. Pero dicha edificación tiene una característica fundamental, esta es que: “la
unidad de la significación empírica es toda la ciencia” (Gibson, 2006, p.66). De aquí que se
distingue que la significación tiene un referente empírico y, por ende, un corte
epistemológico, pero no un referente que va a significar a un objeto empírico, aisladamente,
(como los que defienden el reduccionismo) sino a todo un conjunto de conexiones del cuerpo
científico. Por ello Quine resalta que el holismo no puede comprenderse como pequeñas
partes atómicas que son reducidas y, así mismo, consideradas como partes independientes,
sino como un sistema global y complejo que funciona íntegramente como un conjunto.
Finalmente, el holismo se puede considerar como un sistema tan amplio y complejo que
abarca todo. Que no deja nada por fuera de su estructura. Uno que no acepta que las partes de
la teoría sean verificadas una por una o, en palabras del lenguaje, que las partes de una
oración sean verificadas, analizadas, etc., una por una para llegar al sentido pleno de toda la
proposición. En todo caso, dentro de esta gran estructura holista están incluidos diferentes
sistemas lingüísticos que existen, pues el saber es un “edificio único que incluye todas la
ciencias, e inclusive lo que digamos jamás sobre el mundo” (Botero, 2001, p.12).
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4. CONCLUSIONES
Como lo hemos visto a lo largo de nuestro texto, el lenguaje social, pragmático, etc., es
una posición que puede entrar en confrontación con el atomismo lógico. En ese sentido me he
centrado dos conceptos fundamentales: la referencia y el significado, los cuales, a mi modo
de ver, son el punto de discusión en este escrito. A partir de lo que hemos planteado en Quine,
se puede comprender que el significado y la referencia se construyen no sólo desde un ámbito
social y holístico, sino que también desde el pragmático. En contravía, la intensión de Russell
de hallar sentidos unívocos y referencias rígidas, desvirtúan la relación dinámica y flexible en
la relación entre el lenguaje y el mundo. Esta relación en la perspectiva russelliana es de
carácter uno a uno, esto es, una proposición se corresponde con un hecho. Este carácter rígido
de la relación entre lenguaje-mundo, no tiene en cuenta el marco de la vida humana, que
trascurre en contextos sociales, y cuyo lenguaje se encuentra validado por su uso en medio de
las diferentes conductas y sistemas lingüísticos que existen.
El lenguaje social es considerado por Russell como un dato incontestable que debe ser
sometido a una limpieza, por medio de una reducción analítica, pues las proposiciones que se
construyen en el lenguaje corriente son ambiguas. En ese sentido, después de dicha reducción
se obtienen las unidades mínimas que son la base del conocimiento. Pero aquí podríamos
preguntarle a Russell ¿cuándo aprendemos a referirnos a cosas del mundo que nos rodea lo
hacemos por fuera del uso que le da la sociedad? Seguramente nuestro filosofo inglés dirá que
haber llegado al lenguaje perfecto, no habrá la necesidad de los contextos culturales. Sin
embargo, esta postura no muestra la relación dinámica que existe entre el lenguaje y el
mundo, puesto que los contextos culturales son quienes enseñan y dan los patrones para
aprender a referirnos a una cosa y, así, dan el sentido a los diferentes usos lingüísticos que se
pueden construir en un contexto dado.
Recordemos el ejemplo clásico de Quine (2001): “Gavagai”. Cuando el lingüista trata de
descubrir a qué se refieren los nativos con ese término, se da cuenta que no basta con el
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bagaje lingüístico y cultural que posee, puesto que hay aspectos culturales propios de los
nativos que no le permiten determinar con precisión qué significa dicho término. Aún más, el
lingüista a primer impacto no puede dar un sentido al término, pues nunca ha vivido y crecido
con los mismos patrones culturales de los nativos. Por ello cada vez que pasa el “Gavagai”,
dicho personaje extranjero le pregunta a los nativos: ¿Gavagai? esto en el fin de llegar a un
posible descubrimiento de que significa dicho término; pero tras muchos intentos se da cuenta
que los patrones culturales son tan sólidos, que entrenan verbal y no verbalmente a los
individuos que se mueven en un sistema lingüístico y pragmático.
Si le preguntáramos a Russell: ¿A qué se refieren los nativos cuando ven a un “Gavagai”?
quizás tomaría la teoría de las descripciones definidas, aunque como se dijo es una tesis aguda
en su pensamiento, para tratar de describir lo que pasa en el mundo exterior y llegar a un
punto de definición exacta, donde no haya cabida para la ambigüedad. Además, si se llegará a
la conclusión de que “El Gavagai es un conejo”, no se contentaría con dar una definición que
esté bien gramaticalmente, sino que descompondría cada una de las partes de la oración, para
verificar si dichas partes tienen sentido dentro del lenguaje lógico. No obstante, una posición
holística y pragmática nos diría que los contextos culturales crean sus propias significaciones
y determinan el sentido de sus palabras acuerdo a su sistema de creencias. De igual forma, los
contextos mismos crean sus propias reglas, su propia lógica, para que los individuos que
nacieron y crecieron tengan conductas que estén conforme a los patrones culturales de un
contexto dado.
Querer abordar la perspectiva de la relación entre lenguaje-mundo de un modo diferente como
lo hace la postura holística y pragmática de Quine, hace necesario romper con una tradición
epistemológica, donde hay una pretensión de hallar significaciones conmensurables, donde
hay una medida de verdad estrictamente formal e irrefutable para todos los contextos, como lo
presenta el atomismo lógico de Russell, el cual sigue la visión positiva de la ciencia, donde se
concibe que la verdad de las teorías y, por ende, de las significaciones, están dictadas
únicamente por la verificación de los hechos que acontecen en la realidad. Sin embargo,
pienso que en el ensayo “dos dogmas del empirismo”, aunque es un escrito que requiere de
una investigación aguda, se encuentran herramientas para mostrar que una postura holística
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concibe al significado como un todo, no de forma reduccionista como lo presenta el atomismo
lógico de Russell. Así mismo, brinda elementos para trabajar de una forma más amplia el
holismo epistemológico que presenta Quine.
Por último, quisiera decir que la indagación que he hecho no ha pasado a unos desarrollos
propositivos muy detallados, puesto que los pensamientos agudos y difíciles de cada uno de
los filósofos que he tratado, requieren de una investigación más larga y compleja. Esto quiere
decir, concretamente, que no he llegado a explicar de manera completa y profunda cómo es
que una concepción holística y pragmática sí explica la relación entre lenguaje y mundo. Sin
embargo quiero resaltar que lo que he querido mostrar son algunas deficiencias que presenta
la filosofía del atomismo lógico de Bertrand Russell, y para ello tomé la postura holística y
pragmática de Quine, la cual probablemente sea también objeto de muchas críticas.
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