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Capitalismo y Doctrina Social de la Iglesia
LA MORAL DE LA IGLESIA Y SU DOCTRINA SOCIAL
FRENTE AL CAPITALISMO
Agustín Ortega Cabrera
Subdirector del Centro Loyola (Las Palmas de GC.) y Profesor del ISTIC.
Ha causado revuelo, una vez más, el mensaje moral y social de la iglesia, en este caso,
del actual Papa Francisco sobre “el capitalismo salvaje como causante de la crisis, que
ha enseñado la lógica del provecho a cualquier costo, del dar para obtener, del explotar
sin mirar a las personas... “(21 de Mayo, Roma). No es la primera vez que un Papa
crítica y deslegitima moralmente al capitalismo y su capacidad inherente de generar
crisis injustas. En 1.931, en el contexto de la grave crisis de 1.929, en su Encíclica
Quadragesimo Anno (QA), Pío XI decía lo siguiente sobre el capitalismo: "Hemos
examinado la economía actual y la hemos encontrado plagada de vicios gravísimos"
(QA 28), lo denominó "el imperialismo internacional del dinero"... Esta enseñanza la
recogería y profundizaría, más tarde, Pablo VI en su Encíclica Populorum Progressio,
en el año 1967 (por ejemplo, en el n. 26). Como señalan estudiosos de esta Doctrina
Social de la Iglesia (DSI), con su misión profética, a lo largo de dicha enseñanza social,
la Iglesia ha criticado o denunciado y deslegitimado, moralmente, a los sistemas injustos
como es el capitalismo, a todo capitalismo, al capitalismo real y existente, a la entraña y
esencia del capitalismo que es el liberalismo económico. La DSI siempre ha visto muy
bien y mostrado que la raíz del capitalismo es la ideología de dicho liberalismo
económico, y que son por tanto inseparables, están intrínsicamente unidos. Muchas
veces se ha malinterpretado o tergiversado (manipulado) esta DSI. Ya que si bien es
verdad que, como es sabido, la iglesia se ha opuesto a los principios y claves del
comunismo colectivista o colectivismo, de la misma forma ha negado éticamente al
capitalismo en su mismo espíritu o raíz.
Pasó, por ejemplo, con la última encíclica social que realizara Juan Pablo, en 1.991, la
Centesimus Annus (CA). Se malinterpretó y/o tergiversó un pasaje de la CA, (el n. 42),
sacándolo del contexto y mensaje global de la encíclica, queriendo hacer pasar al Papa y
a la DSI como que apoyaba y justificaba el capitalismo. Nada más lejos de la realidad.
Se intentan mezclar cosas como que la iglesia y el Papa acepta la economía de libre
mercado, que es cierto, confundiendo esta libertad económica con el capitalismo que es
distinto. Y que el mismo Papa, en dicho n. 42 de la CA, se resiste a hace eso, el
confundir o identificar capitalismo con economía libre. En este celebre n. 42, al final del
mismo, Juan Pablo II crítica y se opone igualmente el fundamentalismo de la ideología
del capitalismo, su fanatismo del mercado que lo erige en ídolo. Ya que aunque haya
fracasado o caído el comunismo colectivista, que según el Papa no es más que un
capitalismo de estado, en esta encíclica Juan Pablo II no acepta tampoco al capitalismo
como vencedor o alternativa (CA 35). El capitalismo es inhumano, pone las cosas sobre
las personas y margina a los pobres, como subraya el Papa (CA 34). De ahí que lo moral
sea luchar contra el sistema capitalista (CA 35). El Papa Juan Pablo II ha ido al fondo
del espíritu y antropología liberal-burguesa del capitalismo, que antepone el
individualismo y el beneficio a la vida, dignidad y protagonismo del ser humano. Esta
libertad burguesa, deformada, del individualismo liberal-posesivo que constituye al
capitalismo: choca de frente con la sociabilidad y libertad espiritual del ser humano, con
la ética solidaria e integral que realmente libera la persona; todo ello que conforma una
visión antropológica y moral global, espiritual y cristiana (CA 33, 35 y 42).
Benedicto XVI sigue el camino de esta DSI y enseña que “tanto el capitalismo como el
marxismo prometieron encontrar el camino para la creación de estructuras justas y
afirmaron que éstas, una vez establecidas, funcionarían por sí mismas; afirmaron que no
sólo no habrían tenido necesidad de una precedente moralidad individual, sino que ellas
fomentarían la moralidad común. Y esta promesa ideológica se ha demostrado que es
falsa" (Aparecida, 4) En su último Mensaje de la Paz de 2.103, Benedicto XVI
denunciaba el descontrol del capitalismo, hoy sobre todo financiero, que causa “alarma
con los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre
ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista” (n. 1) Y
clamaba el Papa por “un nuevo modelo económico, ya que el que ha prevalecido en los
últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica
individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de
responder a las exigencias de la competitividad” (n. 5). Bajo el ministerio de Juan Pablo
II y con la colaboración del entonces Cardenal Ratzinger, el mismo Catecismo de la
Iglesia rechaza el capitalismo y su práctica, el capitalismo real, ya que promueve “el
individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano” (n.
2.425). Esta crítica y rechazo de la DSI a la injusticia e inmoralidad inherente del
capitalismo y sus estructuras, como la empresa de tipo capitalista, se ejemplifica muy
bien en un celebre discurso de Pablo VI. Mostraba el Papa como el capitalismo “ha de
tener algún vicio profundo, una radical insuficiencia este sistema, si desde sus
comienzos cuenta con semejantes reacciones sociales" (Pablo VI, Discurso a los
empresarios, 1.964).
Como se observa, los principios y valores de la DSI van en contra de la raíz ideológica y
sistema del capitalismo. Ya que, con la tradición de la iglesia, nos enseña que no se
puede vivir en la codicia y en la riqueza, ser rico y al mismo tiempo ser solidario, valor
esencial para el cristiano. La solidaridad no es solo compartir y distribuir lo superfluo,
lo que nos sobra, sino incluso lo que necesitamos para vivir, como nos recuerda el
Vaticano II (GS 69) y Juan Pablo II (SRS 31). Y es que, como vemos, el individualismo
neo-liberal y capitalista es una falsificación egoísta de la libertad cristiana, que es servir
y comprometerse por la solidaridad y la justicia con los pobres. La economía y el
mercado se deben situar en el marco moral del bien común, la solidaridad y la justicia
social con los pobres (Catecismo, 2425). El mercado tiene que ser controlado, regulado
por el estado y, en especial, la sociedad civil en la búsqueda de ese bien común y la
justicia social, como nos enseñaban Pablo VI (PP 33) y Juan Pablo II (CA 35 y 48). Tal
como expresa otro principio básico de la DSI, la subsidiariedad, valor esencial para una
verdadera democracia.
El destino universal de los bienesestá por encima de la propiedad privada, que es para
todos y tiene un carácter social, como nos enseña, por ejemplo, el Vaticano II (GS 69) y
Juan Pablo II (LE 14). De ahí una clave esencial de la cuestión social y de la DSI, como
es el trabajo y un salario digno, justo para las personas y sus familias (LE 19). Ya que el
trabajo, la realización y dignidad del trabajador tiene la prioridad sobre el capital
(beneficio, medios de producción…, LE 13). Estos medios o la empresa debe ser
socializada, todos los trabajadores deber ser protagonistas y participes de la misma (LE
14-15). La economía financiera especulativa y usurera es inmoral, con sus créditos e
intereses que son abusivos, usureros, nada éticos...; lo cual nos ha metido en esta
inmoral crisis. Y debe dejar paso a unos créditos morales y justos, a unas empresas y
finanzas-banca ética, a una economía real, que sirva al trabajo, al empleo y al desarrollo
integral, como ya manifestaba León XIII (RN 1), Juan Pablo II (CA 43), el reciente
Compendio de DSI (369-72) y continuaría enseñando Benedicto XVI (CIV 65). Las
riquezas, el tener y el consumismo van en contra de una ecología integral. En, fin, como
se observa claramente, estos valores, principios y claves que nos enseña la DSI: se
oponen, de forma precisa y contundente, a la naturaleza de la ideología del
neoliberalismo y su sistema económico del capitalismo, el capitalismo real.
Es necesario no olvidar y recordar que toda esta DSI pertenece constitutivamente a la
misión evangelizadora de la iglesia, a la enseñanza de la iglesia sobre el ser humano
(antropología cristiana) y su actitud ética (moral cristiana). Ya que, en este sentido, la
DSI no es solo una teoría o enseñanza. Es estimulo, motivación y praxis de la caridad,
que tiene un carácter sociopolítico, en el compromiso por el bien común y la justicia con
los pobres, presencia (sacramento) de Cristo Pobre y Crucificado. Los pobres son los
principales protagonista de la misión y de la praxis moral, tal como no enseña la
tradición de la iglesia, el Vaticano II (LG 8, AA 8) y los obispos españoles (IP 9 y 132).
La vida y dignidad del pobre y de la victima, de toda persona se enraíza en el Dios
Creador (Padre), Salvador (Hijo) y Vivificador (Espíritu), en el Dios Trinitario. La
Trinidad es la fuente y modelo de solidaridad, de compromiso por el bien común, la paz
y la justicia con los pobres. Frente a todo pecado mal, egoísmo y sus estructuras
(sociales) de pecado, como el capitalismo, que podemos vencer. Sí se puede, es posible
otro mundo si realmente creemos en la Esperanza. Si, nosotros los cristianos, tenemos
realmente fe en la Pascua y Resurrección de Jesús, en la vida eterna. Si seguimos a
Jesús y su Reino, acogiendo el don de su salvación liberadora en el amor fraterno, en la
paz y la justicia que se anticipa ya en la historia y que vencerá a toda injusticia, mal y
muerte. Como testimoniaron lo santos y testigos de la fe, como nos testificaron todos
estos queridos Papas, sucesores de Pedro, hasta llegar al Papa Francisco, Pastor y
Profeta del Pueblo de Dios.
(Mayo 2013)
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