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ISLAMIZACIÓN DE LAQANT
por Gerardo Muñoz Lorente
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El sol estaba en su cénit cuando Yusuf ben Malik dirigió la maniobra de atraque
de la embarcación, de una vela y ocho remos. Una vez que ésta quedó bien amarrada,
bajó de ella, seguido por sus tres esclavos y el resto de la tripulación, una veintena de
marineros armados y contentos por el botín que portaban.
Junto al pequeño muelle, que se hallaba en plena fase de ampliación, había varios
almacenes y un modesto astillero, donde una docena de operarios trabajaban en la
construcción de una nave de dos palos. Yusuf la inspeccionó en silencio y sonrió
satisfecho por lo mucho que se había avanzado durante su ausencia. Su nueva nave estaba
casi acabada.
El muelle estaba en una bahía situada al suroeste de un monte (llamado años
después Benacantil), entre cuya ladera y el mar se levantaban las casas donde vivían los
recién llegados. Hacía allí se encaminó Yusuf, seguido por sus tres esclavos y dos asnos,
que portaban su equipaje.
En la cima del monte se apreciaba el lienzo, todavía en ciernes, de la que debía
ser la primera muralla de la alcazaba. Estaba siendo levantada sobre los restos de una
antigua atalaya romana. Era el lugar donde se instaló, casi 70 años atrás, la primera
guarnición musulmana, formada por un par de docenas de soldados yemeníes.
Este pequeño destacamento militar llegó dos años después de que Teodomiro ben
Gandaris, el señor visigodo de un vasto territorio conocido por los árabes como Tudmir
(actual provincia de Murcia, sur de Alicante, sudeste de Albacete y norte de Almería), y
Abdelaziz ben Musa, embajador e hijo del gobernador de Ifriquiya (Magreb), firmaran el
pacto por el que el primero reconocía la autoridad del Islam.
Este pacto se alcanzó el día 4 del mes de Rajab del año 94 de la Hégira (5 de abril
del 713 d. C.) sin apenas derramamiento de sangre, ya que Abdelaziz era partidario de
conseguir las capitulaciones de los señores visigodos o romanos (como les llamaban los
bereberes) preferentemente de manera incruenta, convenciéndoles de su superioridad
simplemente con la presencia de su numeroso ejército.
Gracias a aquel pacto, Teodomiro siguió siendo el sahib de aquel territorio, pero
como delegado del gobernador musulmán, a quien puntualmente debía entregar cierta
cantidad de impuestos, recaudados a sus súbditos. Tan solo unas cuantas guarniciones de
soldados musulmanes se quedaron en el territorio de Teodomiro, ocupando lugares
estratégicos. En el caso de Laqant, fue elegido para su asentamiento la cima del
Benacantil. A su alrededor, la población cristiana estaba bastante dispersa, ocupando
parte de la falda del monte y las elevaciones que había a cada lado de una pequeña
albufera situada al noreste, cerca de la cual se extendía un amplio terreno con cultivo de
secano (cereal, olivo y vid).
En el año 95 (714), Abdelaziz fue nombrado valí de Al-Andalus, y el 1 de Rajab
del 97 (29-2-716) fue asesinado en la mezquita sevillana que otrora fuese la iglesia de
Santa Rufina. Le sucedió como valí interino Ayyub Habib al-Lajmi, quien no pudo
impedir que comenzase una larga lucha por el poder en Al-Andalus.
El señorío de Teodomiro se mantuvo, no obstante, al margen de dicha lucha de
poder, por ser un territorio autónomo. Teodomiro había viajado hasta Damasco para
recibir el reconocimiento del califa, por lo que ninguna facción de Al-Andalus se atrevía
a intervenir en su territorio.
Agraviados por los impuestos que padecían a pesar de ser musulmanes, los
bereberes del Magreb y Al-Andalus se sublevaron contra los gobernantes árabes. Para
hacer frente a la rebelión, el califa envió un poderoso ejército, movilizando y reuniendo
a gran parte de las tropas que tenía en el norte de África. Pero los rebeldes bereberes
derrotaron a este ejército, quedando su vanguardia (formada en su mayor parte por 7.000
jinetes sirios, al mando del noble Baly) aislada en Ceuta. Baly pidió ayuda al gobernador
andalusí, quien envió barcos para transportar a los sirios a la península, con la promesa
de que le ayudarían a acabar con la rebelión de los bereberes en Al-Andalus. Y así ocurrió.
Tampoco esta vez Tudmir se vio afectada por el conflicto, al no haber asentamientos
bereberes en su territorio.
Finalizada la rebelión bereber, los militares sirios se concentraron en Córdoba,
constituyendo otro grupo con pretensiones de poder. El califa envió al aristócrata Abu-lJattar para hacerse cargo de la gobernación de Al-Andalus y acabar con las luchas
políticas. Una de sus primeras decisiones fue la de establecer a los sirios en diferentes
asentamientos por la península, repartidos según su procedencia. Los que habían venido
desde la población egipcia de Misr, que además eran los más conflictivos, los dividió
enviando una parte al suroeste (actual Algarve portugués) y otra al sureste (Tudmir).
El grupo de sirios que llegó a Laqant aquel año de 126 (744), instaló su
campamento en la ladera del Benacantil (en el paraje que siglos después se conocerá como
Ereta). Gracias a los cuantiosos botines que habían cosechado durante sus campañas
guerreras, estos sirios vivían como sahibs, pues poseían numerosos bienes y esclavos.
Además, pronto les fueron entregadas tierras por orden del valí. Su convivencia con los
visigodos fue pacífica desde el principio. Incluso las familias cristianas más adineradas,
para no perder sus privilegios, decidieron unirse a esta nueva clase dominante
musulmana, por medio de matrimonios, casando con ellos a sus hijas.
La llegada de los sirios a Laqant coincidió con la muerte de Teodomiro, quien fue
sustituido por Atanagildo, y supuso el inicio de la islamización de Tudmir.
Una nueva generación dominante apareció con sangre árabe y gótica mezclada,
pero cuyos individuos se criaron integrados plenamente en el Islam. Sus padres sirios
fueron abandonando el campamento donde se habían instalado, para construir casas con
sus nuevas familias entre la albufera y los terrenos de cultivo (que volvieron de regadío
al irrigarlos con el agua que transportaban por acequias desde un río próximo, a la manera
como vieron que se hacía en Egipto) o junto a las casas que los cristianos tenían entre la
ladera del monte y el mar.
Uno de estos sirios, Malik al-Damascen, al desposar a una de estas jóvenes
cristianas, recibió como dote un terreno de cultivo cerca de la albufera y dos barcas de
pesca que varaban en una pequeña playa que había al sureste del Benacantil (conocida
siglos más tarde como Baver). Su esposa se convirtió al Islam y al año siguiente dio a luz
a su primer hijo: Yusuf.
Según iba creciendo, Yusuf fue observando cómo cada vez había menos cristianos
en Laqant. Muchos, como sus abuelos maternos, fallecieron ancianos; otros acabaron
convirtiéndose al Islam (muladíes); algunos se marcharon a otros lugares. La única iglesia
fue reconvertida en mezquita y, para cuando Yusuf cumplió los veinte años, los pocos
cristianos que quedaban cabían en un oratorio que había en la ladera del monte. Se había
levantado un baño aledaño a la mezquita, con agua traída por una acequia desde el
manantial que había al otro lado del Benacantil, en cuya cima comenzó a construirse una
alcazaba. Pero la población no solo no menguaba, sino que crecía constantemente con la
llegada de otros musulmanes, pacíficos y humildes, que se ganaban la vida en la huerta
como labriegos o en el mar como pescadores.
Consciente de que era uno de los primeros musulmanes nacidos en Laqant, Yusuf
se enorgullecía de que lejos de su hogar le apodaran al-Laqanti.
El padre de Yusuf murió el mismo año (144/762) en el que la capital del califato
abasí fue trasladada de Damasco a Bagdad. Abderramán llevaba ya seis años gobernando
Al-Andalus como emir. Yusuf repartió la herencia paterna con sus dos hermanos
menores, quedándose con los barcos de pesca, pues desde niño prefería el mar a la huerta.
Pero no tardó en darse cuenta de que comerciando con el norte de África ganaba más
dinero que con la pesca, sobre todo desde que el puerto valenciano fuera destruido por las
tropas del emir en el 162 (779). Después (hacía menos de un año), descubrió que aún era
mayor el beneficio que le proporcionaba el negocio de los esclavos. Fue a raíz del
encuentro casual en alta mar con una embarcación cristiana, que decidió abordar y cuyo
botín, especialmente el obtenido tras vender a los cristianos como esclavos en Berbería,
supuso una pequeña fortuna.
Después de derrotar a las tropas fieles al califa de Bagdad que desembarcaron
cerca de Laqant, Abderramán reorganizó políticamente su emirato, convirtiendo Tudmir
en una kura o provincia más de Al-Andalus, poniendo fin al señorío de Atanagildo.
Entretanto, Yusuf se había casado con Fatima, hija de un amigo de su padre, y
tuvo dos hijos. La mayor, de 5 años, y el menor, de 3, venían ahora corriendo a su
encuentro bajo la atenta mirada de su madre.