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UNIDAD II Esbozo de las revoluciones burguesas El curso de Historia Universal III se centra en los últimos dos siglos de la historia mundial. En este periodo todos los pueblos del mundo se han aglutinado en torno al sistema capitalista. Política Revoluciones burguesas: Fundación de los E.U.A. Revolución Francesa. Independencia de Iberoamérica. Sociedad Ideología La población inglesa se duplicó entre 1770 y 1830. Gran aumento de la clase proletaria. Explotación del trabajo. Ilustración (Gran Bretaña y Francia, desde el siglo XVIII) Fe en la razón humana Economía Ecosis Capitalismo, propiedad privada sobre los medios de producción, trabajo asalariado libre. 1ª fase de la Revolución Industrial Modernización de los cultivos, construcción de canales fluviales y de carreteras. Mayor explotación de los recursos del subsuelo.(carbón, metales). El capitalismo El curso de Historia Universal III se centra en los últimos dos siglos de las historia mundial. En este período los pueblos del mundo se han aglutinado en torno al predominio del sistema capitalista. Por esta razón, para comprender los procesos históricos recientes es básico definir los rasgos esenciales de tal sistema. El capitalismo es un modo de producción o régimen socioeconómico que reúne las siguientes características (algunas de ellas se observan aisladas en formaciones socioeconómicas anteriores, pero el conjunto de estas 5 debe considerarse específico del capitalismo): 1) Predomina la propiedad privada sobre los medios de producción. La tierra, las herramientas y maquinaria, los energéticos y los sitios de trabajo son generalmente de propiedad individual. Los dueños son los comerciantes, banqueros, industriales o inversionistas. 2) Predomina el sistema de trabajo asalariado libre. La gran masa de la población, sin propiedad de medios de producción, subsiste mediante la contratación libre (por tiempo y sueldo convenidos) de su trabajo al servicio de diversas empresas o negocios. Así, en la sociedad capitalista la fuerza humana de trabajo (pero no la persona misma) se convierte en una mercancía más. Esta es la forma de trabajo mayoritaria, aunque en casos especiales (como el de los afroamericanos en los Estados Unidos durante el siglo XIX) puede utilizarse la esclavitud o algún otro régimen laboral. 3) La producción de bienes y servicios está orientada al mercado. El comercio es una actividad humana antiquísima, pero en las épocas anteriores al capitalismo se trataba generalmente del intercambio de excedentes: los campesinos y artesanos (con o sin patrones) producían lo que les hacía falta para subsistir, e intercambiaban sus sobrantes por otros satisfactores que les hicieran falta. En el capitalismo, lo normal es que se invierta y se trabaje con el propósito expreso de vender todo el producto. 4) La compra-venta de bienes y servicios persigue una ganancia, que se basa en la extracción de plusvalía. El empresario capitalista (el dueño de un negocio) contrata obreros para llevar a cabo la producción. El trabajo de los obreros genera nuevos productos, es decir valor. Sin embargo, el salario pagado en una empresa capitalista no equivale a la totalidad de ese valor creado por el trabajador. La plusvalía es un porcentaje del valor creado por el trabajo que no se le paga al obrero, sino que es retenido por la empresa: cuando el producto se vende exitosamente en el mercado, el margen de ganancia proviene básicamente de esa plusvalía. 5) El capital son los recursos invertidos e incrementados por un negocio sobre la base de la plusvalía. Tanto el dinero como los diversos medios de producción en manos de los empresarios constituyen el capital que invierten en sus negocios. El propósito de tales negocios es, precisamente, el aumentar la riqueza: el generar una ganancia. Cuando los recursos del empresario aumentan mediante el éxito de sus negocios, estamos observando el proceso de acumulación del capital. Desde luego, el régimen capitalista no apareció de manera súbita. A partir del siglo XIII de nuestra era comenzó a entrar en decadencia el régimen feudal europeo y a fortalecerse la burguesía: los habitantes de las pequeñas ciudades medievales, dedicados al comercio, el cambio de divisas y el préstamo usurero. Entre los siglos XIII y XVI, el capital se acumuló especialmente mediante el comercio, los negocios bancarios y el saqueo de las riquezas de las regiones que diversos conquistadores europeos iban colonizando en Africa, América y Asia. Entre los siglos XVI y XVIII los burgueses comenzaron a involucrarse directamente en la producción de mercancías. Surgieron así los primeros talleres fabriles capitalistas, y con ellos el capitalismo manufacturero. II.1. La 1ª. fase de la revolución industrial Se trata de un complejo de cambios económicos, técnicos y sociales que dieron como resultado una notoria aceleración del desarrollo capitalista. Fue un proceso mundial, que involucró o afectó a muy diversos pueblos de todos los continentes. Sin embargo, tuvo un núcleo central: Inglaterra. Los historiadores fechan esta primera fase de la revolución industrial en el período comprendido entre 1760 y 1830. Los principales aspectos de esta revolución fueron los siguientes: a) Modernización de la agricultura. La productividad de la agricultura inglesa aumentó de manera constante. Para ello se requirió primeramente de la concentración en la propiedad de la tierra. El Parlamento inglés emitió las Leyes del cercado, que ordenaban una delimitación precisa de las tierras de cultivo y de pastoreo. Numerosos pequeños propietarios se vieron imposibilitados para cumplir, perdiendo sus terrenos en favor de terratenientes cada vez más ricos. Por otra parte, se modernizaron los cultivos mediante la rotación de especies, los abonos, nuevas y mejores herramientas. Las mejoras técnicas recibieron una amplia difusión en la prensa. b) Ampliación de los transportes. Comenzó una sistemática construcción de canales fluviales y de carreteras, para favorecer la circulación de mercancías del campo a la ciudad (y de las ciudades entre sí). También se mejoraron los puertos y comenzaron a construirse barcos de casco metálico. c) Crecimiento demográfico. La población inglesa se duplicó entre 1770 y 1830. El aumento se debió en parte a la mayor oferta de alimentos y materias primas, pero también fue estimulado intencionalmente por los gobiernos de aquel periodo. Una población en rápido crecimiento favorecía doblemente el desarrollo escasamente suficientes para sobrevivir. Este bajo costo de la mano de obra fue uno de los factores que más favorecieron la acumulación de grandes capitales en manos de los empresarios. d) Industrialización y maquinismo. El aspecto más recordado de la revolución industrial fue la introducción masiva de maquinaria para ampliar y abaratar la producción y circulación de toda clase de mercancías. El conocimiento científico comenzó a ponerse de manera sistemática al servicio de las necesidades de la producción económica. James Watt, el más célebre de entre la nueva generación de ingenieros, dedicó su vida al perfeccionamiento de una máquina que pudiera convertir el calor en movimiento controlado para propulsar otros artefactos. Así, a partir de 1783 pudo poner su máquina de vapor al servicio práctico y eficiente de toda clase de fábricas. Las industrias que más rápidamente se beneficiaron de este invento fueron las de los textiles (que contaba ya con telares mecánicos inventados por ingenieros como Kay, Cartwright y Hargreaves) y la minería: las nuevas bombas mecánicas permitían evitar la inundación de las minas, acelerando el trabajo y aumentando el rendimiento de cada perforación. El desarrollo de la minería, a su vez, abrió nuevas posibilidades para el mejoramiento constante de la maquinaria ya inventada: se facilitó la explotación del carbón (combustible indispensable para la máquina de vapor), y surgieron nuevas aleaciones metálicas, cada vez más resistentes y duraderas. Estos cambios se concentraron en Inglaterra, pero no dejaron de tener efectos en el resto de Europa y del mundo. La ventaja tecnológica inglesa afectó a sus competidores que, como Francia, enfrentaron serias dificultades. Los pueblos de Asia, África y América Latina no contaban con los recursos técnicos, económicos ni político- culturales para industrializarse. Aquellas regiones fueron vistas (y dominadas) como territorios de expansión, donde habría que buscar las materias primas que la nueva industria demandaba en cantidades crecientes. II.2. La Ilustración El movimiento cultural conocido como “la Ilustración” se desarrolló inicialmente en Inglaterra y Francia durante el siglo XVIII, aunque sus raíces sociales e intelectuales se remontan incluso hasta la época del renacimiento. La paulatina ruptura del régimen feudal, la formación de los estados nacionales, la división de la Iglesia y la crisis de las ideas y valores medievales, impulsaron una gran revolución del pensamiento. El desarrollo del capitalismo y de la burguesía. La clase social de los empresarios capitalistas, ya fuesen comerciantes o banqueros (y más tarde, manufactureros), había ido ganando riqueza e influencia desde antes de que comenzara el Renacimiento. Su modo de vida y su origen, completamente diferentes a los privilegios y tradiciones de la nobleza feudal, impulsó una nueva moral e inquietudes intelectuales. Las actitudes burguesas tendían al trabajo y la riqueza individualistas. Deseosos de contar con mejoras técnicas constantes, los capitalistas impulsaban la curiosidad intelectual y científica, que rompía con las verdades consagradas y defendidas por la jerarquía católica. Nuevas inquietudes y valores. En consecuencia, la clase burguesa apoyaba a aquellos escritores y estudiosos que criticaban a la Iglesia y sus dogmas, así como a los prejuicios tradicionales de la nobleza medieval (que desde abajo el trabajo manual y la riqueza mercantil). Todos aquellos científicos e intelectuales que postulaban y practicaban la libertad de crítica, la búsqueda de innovaciones y de nuevas verdades, fueron adoptados y defendidos por la burguesía, que se hallaba en ascenso económico y social en Inglaterra, Francia y los Países Bajos. Ya en el siglo XVII, el matemático francés René Descartes anunciaba la filosofía del racionalismo, que muy pronto sería la inspiración central de todas las disciplinas de conocimiento. Algunos planteamientos económicos y técnicos racionalistas, útiles para la buena administración pública y la centralización del poder político, fueron adoptados por diversos monarcas (llamados déspotas ilustrados) de los estados nacionales en proceso de consolidación: por ejemplo Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia y Carlos III de España. Características y tesis básicas. El rasgo esencial y distintivo de todo el pensamiento ilustrado es la fe en la razón humana. Los ilustrados desechan la confianza religiosa en que el hombre pueda conocer el mundo a través de revelaciones divinas. Por el contrario, afirman que la razón es el rasgo esencial de todo individuo, y que cuando éste conquista la posibilidad de ejercer su razón en un ambiente de total libertad, el resultado es el hallazgo de la verdad y del progreso. Principales autores. John Locke (1632-1704) fue el precursor inglés de las propuestas filosóficas y políticas de la Ilustración. En su Ensayo sobre el entendimiento humano, afirmaba la capacidad de la razón para sistematizar las percepciones empíricas y deducir principios y verdades científicas. En sus Tratados sobre el gobierno civil, se oponía a los gobiernos despóticos o autoritarios, destacando la necesidad de las libertades políticas. Adam Smith (1723-1790), el fundador de la ciencia de la economía, destacaba que la libertad de iniciativa individual en las actividades económicas era la condición indispensable para lograr la prosperidad de las naciones. El filósofo e historiador David Hume (1711-1776) escribió una Historia de la Gran Bretaña muy representativa del espíritu ilustrado. Los autores más célebres de esta corriente fueron franceses. F.M. Arouet Voltaire se hizo célebre por el ingenio de sus críticas contra los dogmas religiosos y el autoritarismo. Propuso la división de poderes (ejecutivo. legislativo y judicial) como base de un nuevo orden político. Carlos de Secondat, barón de Montesquieu definió los principios del liberalismo individualista en El espíritu de las leyes. J.J. Rousseau aseguraba que el Contrato social entre los individuos era la base del orden colectivo. Un grupo de escritores y científicos, dirigido por D’Alambert´ y Diderot, sistematizó los conceptos y conocimientos de la Ilustración en la primera Enciclopedia. II.3. La fundación de los Estados Unidos Orígenes de Angloamérica. Desde el siglo XVI, los ingleses realizaron diversos intentos para establecerse en la costa atlántica de Norteamérica. En 1607 se fundó la colonia de Virginia, primera que logró consolidarse. En las décadas siguientes, la migración europea multiplicó los asentamientos, hasta conformar el conjunto de las trece colonias de la Nueva Inglaterra. Bases económicas, sociales y políticas de la independencia. Las colonias tuvieron casi desde el principio una sólida base de autosuficiencia económica. Su agricultura y su comercio dependían poco o nada de los abastos ingleses. Iniciaron muy pronto sus propios talleres manufactureros e incluso, ya en el siglo XVIII, se contaban entre los principales constructores de barcos mercantes a nivel mundial. La sociedad angloamericana no estuvo marcada por grandes diferencias económicas, ya que la mayoría de los inmigrantes tenían acceso a la propiedad de la tierra o a algún negocio. Muchos de ellos venían huyendo de las guerras y persecuciones religiosas, por lo que cultivaron un ambiente de cooperación y tolerancia. En algunos casos, como el de Pennsylvania, esta actitud se extendió hacia los indios. Los colonos se aceptaban como súbditos de la Corona inglesa, pero al mismo tiempo establecieron mecanismos para elegir entre ellos mismos sus propios consejos y autoridades locales. Estos órganos de gobierno carecían de posibilidades para imponer una autoridad opresiva. La misma amplitud del territorio y sus recursos naturales permitían que los inconformes contra un gobernante determinado emigraran (o simplemente amenazaran con emigrar) para preservar sus libertades. Hasta mediados del siglo XVIII, Inglaterra mostró poco interés hacia unas colonias de las que sólo obtenía algunos impuestos. La guerra de los siete años. Entre 1756 y 1763 los ingleses libraron una guerra contra Francia por el control de diversas colonias. La victoria les permitió adueñarse, entre otras posesiones, de la inmensa Luisiana: un vasto territorio que abarcaba el valle del río Mississippi, en el corazón de Norteamérica. Con armas, hombres y recursos económicos, los colonos de la Nueva Inglaterra había apoyado a su corona en el desafío contra los franceses, y muchos creyeron que, como justa retribución a su lealtad, recibirían la oportunidad de extenderse hacia las tierras que se habían arrebatado a Francia. Motivos de la revolución angloamericana. La rotunda negativa de la Corona inglesa a permitir la expansión de los colonos, al tiempo que exigía mayores impuestos para pagar el mantenimiento de sus nuevos dominios, fue el factor que irritó a los angloamericanos hasta hacerlos pensar en separarse de Inglaterra. Diversas discusiones y episodios de insubordinación se sucedieron desde la firma de la paz con Francia. En un primer Congreso Continental de 1774, representantes de las colonias demandaron de Inglaterra el reconocimiento de sus derechos políticos. La respuesta autoritaria del gobierno de Jorge III provocó que, en un Segundo Congreso (1776), se proclamara la independencia total. Thomas Jefferson redactó la proclamación y fue el líder intelectual y político de la lucha. Benjamin Franklin viajó a Europa para gestionar reconocimientos diplomáticos y ayuda de otras potencias. Guerra de independencia. El ejército independentista tuvo que formarse, bajo la dirección del aristócrata George Washington, con voluntarios de escasa o nula experiencia militar, que acudían al combate cuando sus labores económicas lo permitían. Los ingleses, por su parte, no podían distraer grandes recursos en esta lucha, y fueron estorbados por la ayuda francesa, holandesa y española a los rebeldes. La guerra duró cinco años, pero fue de baja intensidad. Al fin, la mayor parte de las fuerzas inglesas quedaron copadas en Yorktown (Virginia), y tuvieron que rendirse en octubre de 1781. Así, los ingleses se vieron obligados a negociar acuerdos de paz, mediante los cuales reconocieron la independencia de sus trece colonias norteamericanas en 1783. Estas tardaron cuatro años en ponerse de acuerdo sobre la forma en que podrían gobernarse conjuntamente. Al fin, se promulgó la Constitución de 1787, primera carta magna republicana, democrática y federal del mundo moderno. Con algunas enmiendas, es la misma que está vigente en los actuales Estados Unidos de América. II.4. La Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico Causas de la revolución. Económicas. En el siglo XVIII Francia había logrado un notorio crecimiento. Sin embargo era cada vez más evidente la miseria de los campesinos. Con el pago de impuestos y derechos feudales, sostenían la improductividad de los nobles y las campañas militares. Hacia finales del siglo los manufactureros resentían la competencia inglesa, cuya ventaja técnica se acrecentaba. Sociales. La sociedad francesa estaba dividida por las leyes en tres estados. El de la nobleza y el del clero, que constituían menos del 5% de los veinticinco millones de franceses, disfrutaban de privilegios legales y no pagaban impuestos. El tercer estado incluía a los burgueses capitalistas, los obreros y artesanos, y la gran masa de campesinos desposeídos. Eran ellos quienes realizaban y dirigían las actividades productivas del país. Compartían una decidida inconformidad por la carencia de derechos políticos. Desde 1750 se hacían cada vez más frecuentes y sangrientas las rebeliones campesinas. Políticas. Luis XVI de Borbón asumió la corona en 1774. Su régimen pretendió mantener una autoridad despótica contra los reclamos del tercer estado. Fueron cada vez más notorios sus desaciertos en la conducción financiera y militar del reino, su corrupción económica y moral, y su desprestigio. La bancarrota de las finanzas del gobierno fue el factor inmediato que dio pretexto al estallido revolucionario. Ideológicas. La difusión de las propuestas ilustradas dio argumentos y ánimos al tercer estado (e incluso a nobles y clérigos inconformes o empobrecidos) para luchar por un orden social y político más justo. La rebelión popular. Ante el fracaso de sucesivos funcionarios para sanear las finanzas de la Corona, Luis XVI decidió convocar a la asamblea de los Estados Generales. La inconformidad del tercer estado se manifestó desde el sistema de votación interna, y se extendió a todo el conjunto de la política del rey. En junio de 1789 los representantes del estado llano se proclamaron como Asamblea Nacional, decididos a acabar con la autoridad absoluta del rey. En julio, la rebelión popular de los parisienses y la toma de la cárcel de la Bastilla señalaron claramente el principio del fin del antiguo régimen. 1ª fase: Asamblea Constituyente (1789-1791). La sublevación popular se generalizó, creándose los cuerpos de la Guardia nacional. La Asamblea (y la revolución) se dividió en dos grandes tendencias: los moderados (girondinos o derechistas) y los radicales (jacobinos o izquierdistas). Se promulga la Declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano, con los principios generales de la ilustración. La primera constitución, sin embargo, no concede la plena igualdad ciudadana. 2ª fase: Gobierno jacobino (1792-1794). Las monarquías europeas apoyan a las fuerzas contrarevolucionarias francesas para tratar de aplastar la revolución. Los jacobinos, dirigidos por Maximiliano de Robespierre, toman el poder y dictan medias extraordinarias para salvar la revolución: a) juicio y ejecución de Luis XVI como traidor a su patria; b) formación del Comité de Salvación Pública que aplicó el terror para acabar con los contrarrevolucionarios; c) abolición definitiva de los derechos feudales; d) dotación de tierras a los campesinos; e) aumento de salarios y control de los precios. 3ª fase: La reacción girondina: el Directorio (1795-1799). Los girondinos detienen al fin los avances radicales: arrebatan el poder a Robespierre, ejecutado a su vez. Una nueva constitución entrega el poder ejecutivo a una Directorio de cinco funcionarios, designados por el poder legislativo. Los directores se preocuparon por consolidar y moderar las reformas ya logradas. Bajo su régimen, las guerras de defensa de la revolución se convirtieron en campañas de conquista, con el pretexto de promover la libertad. Las guerras napoleónicas. En 1796 Napoleón Bonaparte fue nombrado comandante del ejército francés en Italia, para combatir a los austríacos. Logró importantes visctorias, culminadas con la batalla de Marengo en 1800. Al mismo tiempo trató de restablecer relaciones diplomáticas con las potencias europeas, a fin de formar un frente unido contra Inglaterra. En el tratado de paz de Luneville (1801), Austria tenía que reconocer la soberanía de los franceses sobre los Países, los territorios conquistados en Italia y los protectorados de Holanda y Suiza. Inglaterra fue la única nación que no se plegó a las negociaciones de Napoleón. El canal de la Mancha la preservaba de los daños directos de la guerra. Contaba con una economía solidísima basada en el control del comercio por mar, en las rentas de un vasto imperio colonial y en la revolución industrial. Inglaterra impuso un bloqueo económico contra los franceses, que muy pronto volvió contra la potencia inglesa, privada de sus importantes salidas comerciales en Europa. Los ingleses consideraron oportuno firmar la paz de Amiens en marzo de 1802. Con este acto diplomático, Europa recibía un nuevo orden: Francia cedía Egipto a Turquía e Inglaterra dejaba la isla de Malta a la Soberana orden de los caballeros de San Juan; los franceses recuperarían sus colonias pero a cambio se retirarían del suelo italiano. Napoleón procuró consolidar políticamente sus logros militares, mediante la colocación de sus hermanos y amigos como soberanos de diversos estados europeos. Reformó la estructura legal de su país, mediante el llamado Código napoleónico, que dio su forma legal definitiva a los cambios aportados por la revolución francesa, tales como la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la tolerancia religiosa, la abolición de la servidumbre, de los privilegios especiales y de los derechos faudales. En 1805 Napoleón invadió Austria, cuya capital Viena tomó sin resistencia. Sin embargo, la derrota de sus fuerzas navales ante la flota inglesa de Horace Nelson, en Trafalgar (cerca del estrecho de Gibraltar), limitó las posibilidades de expansión de la Francia napoleónica. Enterado de la proximidad de los ejércitos ruso y autriaco, Napoleón salió a su encuentro. En Austerlitz, (Moravia) se produjo el choque, que se considera la mayor victoria de Napoleón. El tratado de Presburgo en diciembre de 1805 castigó duramente a Austria se le quitó el Véneto que fue anexado a Italia. Tras la conquista de Prusia (1806), Napoleón proclamó la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico , yun embargo comercial contra Inglaterra. Trató de convencer a Rusia de apoyar el embargo, pero al no lograrlo le declaró nuevamente la guerra. Se adueñó de Polonia, e impuso una alianza ventajosa a los rusos en el tratado de paz de Tilsit (1807). En 1808 invadió la Península Ibérica, subyugando temporalmente a Portugal e instalado a su hermano José en el trono de España. El pueblo español rechazó este cambio dinástico y se levantó en armas contra los franceses, apoyado por fuerzas inglesas bajo el mando de Arthur Wellesley, duque de Wellington. Napoleón tuvo que enfrentar a una nueva coalición organizada por Inglaterra en su contra, al mismo tiempo que la tenaz resistencia del pueblo español. Los franceses vencieron nuevamente a Austria, y le impusieron otra alianza ventajosa, sellada mediante el matrimonio de Napoleón con Maria Luisa de Habsburgo, hija del emperador austriaco, en 1810. A mediados de 1812, Francia rompió nuevamente las hostilidades contra Rusia. Tras su victoria en Borodino, Napoleón entró a Moscú, pero no pudo obligar al zar Alejandro I a formar la paz. La hostilidad de pueblo y el ejército rusos, así como la crudeza del invierno de 1812-1813, obligaron a Napoleón a una retirada humillante y desastrosa, en la que perció casi medio millón de hombres. Una nueva alianza ruso-prusiana, bien armada y financiada por los ingleses, infligió a Napoleón su primera derrota grave en Leipzig. La coalición antinapoleónica invadió Francia a principios de 1814, provocando el derrumbe político de Bonaparte, quien se refugió unos meses en la isla de Elba. En marzo de 1815 Napoleón recuperó el trono imperial, pero las tropas de la coalición lograron la victoria definitiva sobre Francia en Waterloo, Bélgica, en junio. Napoleón se entregó prisionero a los ingleses y fue desterrado a Santa Elena, en el Atlántico Sur, donde murió en 1821. II.5. La independencia de Iberoamérica Factores económicos. Los dominios españoles y portugueses en América tuvieron una gran expansión agrícola y minera en el siglo XVIII. Eran grandes proveedores de plata y otras materias primas. Sin embargo, su desarrollo técnico era escaso y las crisis de producción o precios y la carestía eran cíclicas. España había mantenido el comercio transatlántico bajo control monopólico. En el siglo XVIII fue cada vez mayor el interés por el comercio libre entre las distintas colonias. Gran Bretaña y Estados Unidos presionaban para poder introducir sus manufacturas en Iberoamérica, o recurrían al contrabando. Las reformas borbónicas, aplicadas por España en el último tercio del siglo XVII, favorecieron el crecimiento económico. Sin embargo, su propósito último era el extraer mayores beneficios de las economías coloniales, por lo cual provocaron una creciente irritación entre los súbditos americanos. Factores sociales. La desigualdad era muy marcada entre las grandes mayorías de indios, negros o mestizos, por un lado, y las minorías enriquecidas de blancos criollos o peninsulares, por el otro. La discriminación de los blancos contra el resto de la población era reforzada por leyes y privilegios de todo tipo. Las rebeliones contra los gobiernos españoles, y sus aliados los criollos, fueron constantes a todo lo largo del siglo XVIII, manteniendo un clima de malestar y rebeldía latente. Factores políticos. Los monarcas españoles de la casa de Borbón procuraron siempre ejercer una autoridad despótica, a fin de obtener los mayores beneficios posibles de sus dominios americanos. Las reformas borbónicas crearon una gran desconfianza de la minoría privilegiada criolla contra la Corona. Por otra parte, después de morir Carlos III en 1788, su sucesor Carlos IV mostró una debilidad e ineptitud cada vez mayores, hundiendo al régimen en la corrupción y el desprestigio. España se vio envuelta en las luchas continentales de Gran Bretaña y Francia, lo que aumentó su debilidad. Factores ideológicos. Bajo el dominio español tuvo gran difusión la doctrina populista del bien común. Eclesiásticos españoles como Francisco Suárez afirmaban que la autoridad del rey, concedida por Dios, debía estar al servicio del bien común. Se consideraba que, si llegara a faltar el rey legítimo, el pueblo podía asumir directamente la soberanía. Juan Pablo de Vizcardo y Guzmán escribió con estas ideas una Carta a los españoles americanos, de gran influencia entre los independentistas. Las guerras napoleónicas y el inicio de la lucha. Napoleón y los franceses invadieron Portugal y España entre 1807 y 1808. La huida de los reyes de Portugal y la abdicación de los de España en favor de José Bonaparte fueron la ocasión para iniciar la lucha por la independencia. Hacia 1810 hubo conspiraciones, juntas y pronunciamientos independentistas en toda la América española. Modalidades de la lucha independentista. En la Nueva España las masas indígenas y mestizas se levantaron en armas contra el gobierno español, que fue apoyado por los criollos privilegiados. En la Sudamérica hispánica, sectores de las propias élites criollas (personificados por Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O’Higgins y José de Sucre, entre otros), se pusieron a la cabeza de la lucha independentista. En Brasil, el rey Juan de Braganza emprendió una modernización burocrática y económica favorable a los intereses de los criollos Tentativas y fracasos, 1810-1815. En este período, las tentativas independentistas sólo triunfaron en Buenos Aires, que ya en 1816 era la capital de las llamadas Provincias Unidas (hoy Argentina). Emancipación de Hispanoamérica. 1816-1821. Desde 1817, las tropas de Bolívar, San Martín y Sucre ganaron batalla tras batalla a los realistas hasta liquidarlos definitivamente en Ayacucho, Perú, en 1824. Un pacto entre los criollos y los restos de la insurgencia popular permitió a Agustín de Iturbide proclamar exitosamente la independencia de México en 1821. Centroamérica se adhirió a esta proclamación. La independencia de Brasil. Juan de Braganza regresó a Portugal en 1820, encargando la regencia de Brasil a su hijo Pedro. Cuando le orden- regresar a Europa, Pedro se rebeló al grito de “¡Independencia o muerte!”. La aristocracia criolla lo secundó, por lo que el derramamiento de sangre fue mínimo. Pedro I de Braganza fue coronado emperador del Brasil en diciembre de 1822.