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Una IU para un nuevo país Tesis 3: ¿Qué estrategia y discurso tiene que conformarse para avanzar hacia una salida social, anticapitalista, antimperialista justa y democrática de la crisis en clave de ruptura? Estrategia política La crisis está golpeando sobre todo a las clases populares, especialmente a las capas más vulnerables. Hablamos sobre todo de privaciones de carácter material, como el acceso a una vivienda, a los suministros básicos tales como el agua o la luz pero también a la alimentación. A pesar de este hecho incontestable, todos los análisis de la realidad nos han demostrado que los partidos anticapitalistas de Europa no han conseguido el respaldo mayoritario de las clases populares. De hecho, se ha demostrado que en el conjunto de Europa los partidos anticapitalistas han captado a sus votantes debido a aspectos ideológicos y culturales, como la conciencia de clase, la participación en sindicatos o la identificación con la izquierda, pero no debido a los intereses materiales de las clases populares. El resultado es que cada vez hay más sectores golpeados por la crisis y la globalización que se encuentran huérfanos de referencias en la izquierda y se acercan a partidos neofascistas. Algo que supone una verdadera amenaza, si bien también una oportunidad para el crecimiento. Y es que estas crisis económicas generan respuestas populares. La mayor parte de las veces son respuestas populares de carácter no muy elaborado, muy localizadas y además desconectadas de un gran relato político alternativo. Otras veces las respuestas están organizadas, si bien se enfrentan a regímenes políticos que saben prever esas circunstancias y se preparan para ello a través de la represión y el autoritarismo y no a través de compromisos reales. El reto de la izquierda es articular estas respuestas populares que van surgiendo, cohesionarlas en la práctica y dotarlas de una narrativa política que las relacione en un proyecto político de transformación, lo que significa crear conciencia. La recomposición de esas luchas fragmentadas parece requisito imprescindible para sentar las condiciones de la alternativa. Al mismo tiempo, las respuestas populares también se organizan, y conviene entonces preparar el terreno para que la movilización social y popular se manifieste con intensidad. Dicho de otra forma, el papel de Izquierda Unida en su marcha hacia ser un verdadero movimiento debe estar centrado en la construcción de redes y tejido social concienciado y movilizado en torno al conflicto, extender la conciencia de clase, para lo cual debe dotarse de unos instrumentos organizativos adaptados a ese fin. El foco ha de estar situado en la calle y en los conflictos sociales, tejiendo redes de solidaridad que combatan el ascenso del individualismo neoliberal y de la extrema derecha al mismo tiempo, y dejando el aspecto electoral meramente como validador a posteriori de estas prácticas. En este punto se unen las dos reflexiones: sobre la crisis de régimen y sobre nuestra crisis. Nos centramos en el conflicto para ahondar en la crisis de legitimidad del régimen político. Más allá del análisis demoscópico o geográfico, los mejores resultados de IU se han producido al calor de la movilización social. La vía para recuperar nuestro espacio es la movilización porque ella es la que crea conciencia de clase. Para ello es indispensable que el discurso recobre toda su perspectiva de clase, interpelando a las clases populares acerca de sus problemas y sus soluciones y mediante un lenguaje que sea inteligible y pedagógico. Si nuestra clase social no entiende nuestro discurso, el problema es nuestro y no de otros. Nuestras sociedades están atravesadas por conflictos de clase y conflictos de otra naturaleza, como el ecológico o el de género, y necesitamos una organización que al mismo tiempo que sitúe esos conflictos en el centro del debate sea igualmente pedagógica. Esta reflexión tiene obligatoriamente su reflejo en la parte organizativa mediante una estructura de dirección dirigida a organizar el conflicto y a implicar a quienes protagonicen el conflicto en construcción de un Proyecto de nuevo país como alternativa sociopolítica que rompa con la actual realidad. Por tanto, una de las tareas que hemos de afrontar es combatir el escepticismo, incluso el derrotismo, ante la situación de hegemonía del pensamiento neoliberal (que ni es nuevo ni es liberal) que lleva a algunos sectores de la izquierda a pensar que no hay alternativa al capitalismo. La militancia debe destacar siempre que pueda, que derechos como los días de descanso, las vacaciones pagadas, o las bajas por enfermedad y maternidad/paternidad, han sido consecuencia de la lucha del movimiento obrero, no del "sentido común" o la buena voluntad de ciertos gobernantes. Si estos últimos finalmente implantaron ciertas medidas fue por la presión ejercida por los sindicatos en las calles y los centros de trabajo. La militancia debe dejar claro que más allá́ de hacerse con el poder, la izquierda, como fuerza de lucha de las clases explotadas, siempre ha tenido (y tiene) como fin la transformación de la sociedad. Si nuestras sociedades son hoy más seguras que en el siglo XIX, garantistas y plurales es gracias a la influencia social de la izquierda." Vivimos también en una sociedad que encorseta a las mujeres en un concepto de feminidad completamente ajeno a la idea de iguales; a través de los medios de comunicación, con programas banales y sexistas dirigidos al público femenino. Todo ello no es casual, pues tiene como fin perpetuar los roles sexistas y estereotipos que sitúan a la mujer en un segundo plano de la sociedad y así apuntalar el sistema patriarcal. Uno de los pilares en los que se basa la hegemonía del sistema capitalista es el patriarcado: unos valores ideológicos y unos estereotipos que relegan a la mujer a un papel secundario en la sociedad, que plantean el desigual reparto de la riqueza y del trabajo productivo y reproductivo entre hombres y mujeres. Una brecha salarial que va en aumento, la regulación de la prostitución como opción laboral para las mujeres pobres, la tolerancia misógina de la iglesia, la escasa implicación de los poderes públicos en la lucha contra la violencia machista son entre otros muchos elementos claves en el esquema de dominio que el capital ejerce sobre la mayoría social. Por lo tanto, no hay justicia ni democracia sin mujeres libres e iguales a los hombres en derechos económicos, políticos, sociales y culturales. La feminista es una revolución pendiente y nos comprometemos con ella para terminar con el patriarcado como uno de los elementos fundamentales para la construcción de un proyecto de nueva sociedad. Objetivos políticos e instrumentos Lo anterior es el reconocimiento, claro está, de que hasta ahora no hemos conseguido el objetivo de Izquierda Unida de constituirnos como movimiento político y social. Izquierda Unida se fundó como organización que recogía lo mejor del movimiento obrero y lo mejor de los nuevos y nacientes movimientos sociales, y sin duda en ese mestizaje virtuoso se ha producido un éxito notable. Sin embargo, en la I Asamblea de Izquierda Unida, en 1989, se explicitó que nuestra organización tenía que renunciar a ser un partido político tradicional, es decir, que no hiciera de lo electoral su razón de ser. Desgraciadamente ese ha sido un objetivo no cumplido. IU se ha convertido cada vez más en una maquinaria electoral que ha dedicado su actividad política y la mayoría de sus recursos y estructuras a los hitos electorales. Así, se ha ido produciendo una conexión insuficiente entre los conflictos sociales y el ser de la organización. Siempre ha existido una conexión entre IU y los conflictos laborales, gracias a un nítido compromiso político, pero esa relación ha sido más pasiva que activa. IU asistía e incluso participaba en el conflicto pero no era ni vertebraba el conflicto. Al mismo tiempo, las estructuras de la organización se han burocratizado como en cualquier partido político clásico. Eso ha convertido IU en una organización lenta, burocrática e inmovilista en su proclamada refundación, no cumpliendo los compromisos adquiridos con la militancia en sucesivas asambleas. No en vano en la IX Asamblea se reconoció que IU era «una formación que tenía la vocación de ser una fuerza alternativa y que hacía de la crítica a las formas tradicionales de hacer política un aspecto central de su identidad, se había convertido en la práctica en un partido más, totalmente volcado en lo institucional, con importantes déficits en el funcionamiento democrático». Se recordaba asimismo que en el tiempo anterior «se fue produciendo una institucionalización perniciosa, que dejó la organización en manos de cargos electos y de equipos dirigentes que centralizaron en una minoría las decisiones estratégicas en lo político y organizativo, vaciando de competencias los órganos, gobernando en función de intereses que no eran los de la organización». En aquella asamblea se recordaba también que «Izquierda Unida se encuentra sumida en una grave crisis política y organizativa que amenaza la viabilidad del proyecto para el cual nació́ , proyecto que no era otro que ser el espacio de convergencia política y social de las ideas y los activistas que defienden un modelo social alternativo al del capitalismo neoliberal, globalizador y deshumanizado que nos quieren presentar como única alternativa viable de modelo de sociedad». Finalmente, el documento planteaba que «IU debe ser el embrión de la recuperación política de la izquierda transformadora y anticapitalista española, sin descartar que al final de ese camino de la actual IU nazca una fuerza política diferente, más rica y plural, un verdadero movimiento político y social con verdadera influencia política y capacidad de realizar los profundos cambios que nuestra sociedad demanda». Ese proceso, llamado de la refundación de la izquierda, fue aprobado por la IX Asamblea de IU en noviembre de 2008. Dos años más tarde, en junio de 2010, se publicó el Llamamiento a la Izquierda en la que se reconocía que en IU existía «la ilusión de converger con otras personas en un espacio común de deliberación y aprendizaje colectivo en un proyecto emergente, cooperativo». Concretamente se afirmaba que «el camino de la refundación de la izquierda en nuestro país en un proceso constituyente, es ya irreversible». Y, en definitiva, el llamamiento era explícito hasta el punto de que se reconocía que «no hay un final predestinado, más allá de esa voluntad de culminar con una formación política de nuevo tipo». Finalmente en la X Asamblea, en 2012, se continuó recordando que «Izquierda Unida ha de reconocer que, a partir de la larga etapa que va desde la III Asamblea Federal a hoy, hemos ido construyendo de hecho, en lo organizativo, un partido político mucho más que el movimiento político y social que decimos ser». También se decía que «es el momento de culminar este proceso avanzando en la X Asamblea Federal hacia un profundo cambio organizativo en I.U. de métodos de funcionamiento y de personas que practiquen con coherencia», cosa que en todo caso no se hizo tampoco. Continuando así con aquellos acertados diagnósticos, y que son lo aprobado por nuestra militancia, en la XI Asamblea queremos declarar que la actual configuración y enfoque de Izquierda Unida tiene que adaptarse a los cambios sociales y políticos que han tenido lugar en los últimos años. La tarea de la nueva dirección será la de acometer profundos y ambiciosos cambios para adaptarse a las necesidades de las clases populares. Ello se traduce en constituir una organización más ágil, rápida, democrática y eficaz que trabaje para conformar un verdadero movimiento político y social que vaya más allá de IU. En este sentido, la IU resultante de la XI Asamblea debe ser una organización en transición hacia un nuevo movimiento anticapitalista, ecologista y feminista que esté volcado en los conflictos sociales y que sea, ante todo, un verdadero movimiento político y social. Necesitamos una IU volcada en la construcción de una alternativa que sustente la estrategia de una ruptura democrática y que plantee un proyecto de nuevo país. De esta manera, plantear la recuperación electoral como un objetivo en sí mismo es un completo error estratégico que nos puede llevar a la frustración y a creer que no existe espacio suficiente para desarrollar nuestra estrategia. Mientras que si, por el contrario, la centralidad de nuestra acción política se sitúa en la consolidación del espacio de este proyecto rupturista las perspectivas de futuro en todos los ámbitos, incluido el electoral, se amplían y toman otro sentido. IU, sí; con más fuerza Tesis 3: ¿Qué estrategia y discurso tiene que conformarse para avanzar hacia una salida social, anticapitalista, antimperialista justa y democrática de la crisis en clave de ruptura? La causa de la desigualdad es la explotación La crisis sistémica del capitalismo (Izquierda Unida fue la única fuerza que así la valoró) avanza hacia una segunda fase. En nuestro país se intenta consolidar la salida neoliberal de la misma y la UE amenaza con una nueva tanda de recortes por importe de 20.000 millones de euros. Esta crisis es, sobre todo, una crisis que redujo la tasa de ganancia del capital (fenómeno que ya se inició antes del 2008), y así, todas las medidas de austeridad y recortes, junto a los retrocesos en las relaciones laborales y los derechos de los trabajadores, tienen por objetivo la recuperación de la tasa de ganancia. Por ello, todas las medidas del gran capital se concentran en el aumento de la plusvalía en sus diversas manifestaciones, es decir se dan en el núcleo de la contradicción capital/trabajo: el precio de la fuerza de trabajo, o sea, el salario directo e indirecto (pensiones, servicios sociales, servicios públicos…), el desempleo y la desregulación de las relaciones laborales. Esta cuestión es esencial para una estrategia alternativa. A diferencia de las posiciones socialdemócratas, hay que situar el problema en su núcleo determinante: la explotación, y no en la mera distribución del excedente, cuyos efectos “injustos” se pueden “corregir” mediante una mera reforma fiscal. Así mismo, ese análisis proporciona un contexto correcto a la lucha contra la desigualdad. Contra la desigualdad actúa también Cáritas u Oxfam. Cualquier otra fuerza política coincidirá en que hay que combatir la desigualdad, pero ninguna otra, salvo quien aporta una perspectiva de clase, plantea la lucha contra la causa de la desigualdad. Ese es nuestro proyecto político. La igualdad representa, en primer lugar, acabar con la explotación, pero también significa feminismo, acceso a los recursos, defensa de los servicios públicos (garantizados por una gestión pública), banca pública para desarrollar proyectos no especulativos y una fiscalidad justa; banco de tierras y respaldo a lo colectivo frente al individualismo. Apoyo a la cultura, expresada en estos nuevos tiempos por diferentes identidades culturales relacionadas con valores de diversidad, pluralismo, tolerancia, critica y autocritica. También significa otro modelo de crecimiento, nuevos estilos de vida y modelos de desarrollo que hagan frente a la insostenibilidad de un sistema depredador de los recursos naturales, así como devolver al Estado sectores estratégicos como el eléctrico (aunque convivan con el sector privado). Porque seguimos creyendo en el papel que tiene que jugar el Estado frente a los mercados. Lo dicho anteriormente, no quiere decir que no haya que trabajar por una reforma fiscal justa y progresiva o que no haya que introducir en nuestros programas y propuestas medidas efectivas contra la desigualdad en sus diferentes aspectos. Todo lo contrario. Hoy es más necesario que nunca, si cabe, fortalecer los instrumentos de una izquierda alternativa, orientada a la superación del neoliberalismo y el capitalismo, es decir a crear las condiciones que hagan posible avanzar hacia el socialismo. Eso implica no utilizar las expresiones anticapitalista o antiimperialista como una mera formulación retórica, como una letanía vacía. Es precisamente esa fundamentación de la crisis como sistémica, y la correlativa propuesta de un programa concreto para una salida social, lo que debe dar a nuestra estrategia una formulación llena de contenido. Porque el sistema capitalista ha demostrado (especialmente en este tiempo) ser intrínsecamente injusto y hasta criminal, el objetivo político de IU está plenamente vigente y es compartido por la mayor parte de las personas que militan en la organización. La pregunta que debemos responder con la reflexión colectiva es cómo avanzar, en lo concreto, en la construcción de una sociedad socialista en una España inmersa en una profunda crisis económica, social y política, inserta en una UE hegemonizada por las políticas neoliberales y en un contexto de un capitalismo financiero globalizado. El cambio en la correlación de fuerzas y las propuestas concretas para lograrlo diferencia la política del humo. La terrible frase del multimillonario Warren Buffet: “Por supuesto que hay lucha de clases y los ricos la estamos ganando” es una trágica constatación y un reto para toda la izquierda, especialmente para la izquierda transformadora de tradición marxista. Conocida es la crítica de Rosa Luxemburgo a Bernstein a propósito de la estrategia que según éste debería adoptar el Partido Socialdemócrata Alemán y que quedó reflejada en su obra de sugerente título: “¿Reforma o revolución?”. La misma autora niega la dicotomía en el prólogo de 1899 a su libro afirmando que “…, existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio, mientras que la lucha por la revolución social es el fin”. Hoy, además, muchas reformas son inaceptables para os guardianes del capitalismo. Por ejemplo, la nacionalización de la Banca que De Gaulle hizo en Francia al terminar la II Guerra Mundial, reforma que racionalizó las necesidades financieras del capitalismo, sería hoy inasumible por el sistema. Aquí, basta recordar la impugnación ante el Tribunal Constitucional de la Ley sobre la función social de la vivienda impulsada por IU cuando participó en el Gobierno andaluz. La reflexión es más oportuna hoy si cabe, cuando los escombros del Muro de Berlín cayeron sobre el conjunto de las fuerzas de izquierda, abriendo las puertas a la hegemonía de las fuerzas neoliberales. La presunta dicotomía entre reforma y ruptura como estrategias antagónicas obvia las condiciones concretas de las correlaciones de fuerzas existentes y de la dimensión temporal los procesos sociales. Se han llenado nuestros documentos de apelaciones a los “espacios” post marxistas y se ha olvidado el tiempo, las condiciones objetivas y subjetivas y las tareas que eso impone de manera insoslayable. La experiencia histórica demuestra que la afirmación de Luxemburgo de que “el socialismo no surge automáticamente y bajo cualquier circunstancia de la lucha cotidiana de la clase obrera, sino que sólo puede ser consecuencia de las cada vez más agudas contradicciones de la economía capitalista y del convencimiento, por parte de la clase obrera, de la necesidad de superar tales contradicciones a través de una revolución social”, mantiene aún toda su vigencia. En efecto, la actual crisis de la economía capitalista no está siendo condición suficiente para el avance al socialismo. Antes al contrario, los partidos políticos de extrema derecha avanzan en la Europa de la UE. Es necesaria la segunda condición planteada por Luxemburgo: la concienciación de los trabajadores y de las trabajadoras de que la crisis sólo podrá ser superada con la toma del poder político por parte de la mayoría social. Por tanto, la hegemonía social y la lucha de ideas son fundamentales. Hemos abandonado la información y la formación y ese es uno de nuestros mayores errores. En este contexto, la fragmentación y la debilidad de la izquierda en el conjunto del ámbito europeo imponen una estrategia estatal y supranacional de confluencia y de avance real en la unidad popular que impulse las reformas y las transformaciones sociales necesarias como medios para alcanzar el fin último: la ruptura con el capitalismo y la construcción de una sociedad socialista. Los resultados de las elecciones generales han sido malos para IU. Eso no nos fortalece, precisamente, y la falta de grupo parlamentario agrava considerablemente la situación. La nueva dirección deberá sacar conclusiones concretas que impidan la repetición de una situación equivalente. Estuvimos esperando que se produjera una confluencia con Podemos, con una total ausencia de “plan B”, en caso de producirse, como así fue, un portazo por su parte a nuestras múltiples llamadas. A pesar de esto la campaña realizada ha sido extraordinaria gracias a la militancia, porque en la última recta de la misma hemos puesto en valor nuestra identidad, tanto la de IU como también la de la izquierda. Es preciso hacer también una referencia a las elecciones municipales y autonómicas, y reconocer que si bien el resultado en las autonómicas fue malo, sin embargo nuestra presencia en los municipios y diputaciones ha mejorado considerablemente. Pero este aspecto ha sido obviado del discurso predominante en ciertos sectores de la organización. Hoy el apoyo a todos los cargos públicos de IU, elegidos en diferentes candidaturas, es una tarea esencial. Revolución Democrática para una Izquierda Unida ganadora Tesis 3: ¿Qué estrategia y discurso tiene que conformarse para avanzar hacia una salida social, anticapitalista, antimperialista justa y democrática de la crisis en clave de ruptura? El mundo del neoliberalismo es invivible. Estos últimos años y la contundencia de los datos nos dicen que si estas políticas se mantienen, el futuro será aún peor. El 15M y otras revueltas populares en multitud de países han puesto de manifiesto la capacidad de resistencia de las sociedades frente a la voracidad depredadora del capitalismo ultraliberal. La irrupción de estos movimientos va mucho más allá de la denuncia de la desigualdad: ha sido una reivindicación de la dignidad, de los derechos democráticos y sociales como derechos universales y una impugnación de las políticas al servicio de las minorías más poderosas. El cuestionamiento de las políticas ha transformado el mapa político de una manera inesperada: ha hecho emerger un conjunto de demandas que, en general, estaban al margen de la dinámica normal de las fuerzas políticas. Las cosas cambiaron de una manera irreversible en ámbitos muy importantes, entre otros la democracia y su valor y la voluntad de participación. Por otra parte, la impugnación de las políticas de austeridad y sus consecuencias no se hizo en nombre de ningún grupo en particular: la idea de que había un 99% de perjudicados frente a un 1% de privilegiados por las lógicas extractivas del imperialismo capitalista salvaje y del imperialismo post-soviético de algunos regímenes han construido un nuevo imaginario político. Lo cierto es que por primera vez en muchos años fue posible hacer políticamente ‘pensable' la construcción de un frente social y político amplio que se opusiese desde el éxito a la minoría dominante y a sus acólitos políticos o mediáticos. Todos ellos fueron señalados como responsables de la crisis y de una gestión de la misma realizada al dictado de los intereses de los más poderosos. El capitalismo depredador en su versión más extrema. Por primera vez el bipartidismo parece entrar en barrena y se vislumbra una oportunidad de giro de las políticas económicas hacia un sistema más social que pusiera en el centro a la gente. Sin embargo, la movilización también se produce al otro lado del tablero. Los poderes fácticos se agitan y refuerzan posiciones. Lo que pareciera el germen de un momento revolucionario se diluye definitivamente en un proceso de involución clara. No hay fuerza política ni social suficiente para iniciar un cambio constitucional con garantías sociales, más bien todo lo contrario, la deconstrucción del estado ya la están realizando las clases dominantes en su propio beneficio en un contexto de desmovilización social cada vez más preocupante. La perspectiva de la construcción de un bloque social y el modo en el que se manifestó la resistencia exigía y exige pensar en articular tres momentos diferentes: en primer lugar, un contenido inequívocamente de izquierdas en la articulación de un programa de resistencia y cambio; en segundo lugar, una visibilización de izquierdas en la articulación de la propuesta; en tercer lugar, una enorme capacidad de innovación y de flexibilidad, de voluntad de sincero consenso para articular espacios, culturas, tradiciones y organizaciones que se encuentran por primera vez, en muchos casos, navegando juntas el mismo río con unos objetivos similares. Necesitamos una estrategia de la dignidad social y otra de recuperación de derechos (civiles y democráticos, medio ambientales y humanos, e incluso culturales y simbólicos). Pero… ¿Qué izquierda queremos seguir siendo? Es obvio que el panorama político ha cambiado de manera espectacular en el conjunto del país y en la izquierda en particular. Es indiscutible que Izquierda Unida ha perdido el monopolio de la representación política estatal que ostentaba hasta el año 2014. Hoy ese espacio aparece más fragmentado que nunca y la irrupción de Podemos ha modificado las reglas del juego en el espacio de la izquierda transformadora. La pregunta es si creemos que eso cambia radicalmente nuestros objetivos o, incluso, por qué no preguntárselo, si eso nos hace prescindibles en el panorama de la izquierda alternativa. Desde hace casi dos años vivimos una situación de desmovilización social creciente. La irrupción de Podemos y la expectativa de una derrota política del Partido Popular, junto al natural cansancio por años de resistencia social sin precedentes, han subordinado la movilización social a la capacidad de los actores políticos para llevar adelante las reivindicaciones planteadas. En lo que hace al encuentro de las diferentes iniciativas de izquierda, hay que decir que éstas se han producido con éxito en algunos lugares alrededor de propuestas mixtas con un fuerte protagonismo de liderazgos sociales. Pero al mismo tiempo se ha alejado cualquier expectativa de un encuentro más amplio y plural de la izquierda alternativa; de momento los procesos de confluencia y renovación parece que no dan más de sí o se transforman en procesos de integración subordinada de algunos componentes en Podemos. Pero hay que decirlo claro: la integración en Podemos no resuelve el desafío de la confluencia política de las izquierdas alternativas. Y esa expectativa resulta aún más necesaria habida cuenta del fiasco del PSOE y de la evidencia que este partido, en su actual configuración, es un obstáculo para hacer avanzar políticas de izquierda en España. La Izquierda Unida actualizada que necesitamos no debe tener dudas respecto a la utilidad de impulsar un proyecto de acuerdo, en diferentes niveles, de las izquierdas alternativas existentes, y que ese acuerdo debe hacerse desde la igualdad y el reconocimiento mutuo. Es incomprensible que IU renuncie a su patrimonio de lucha y experiencia política en unos momentos en los que tanto se necesita esa experiencia. Incluso como aprendizaje de los errores y las prácticas negativas que también forman parte del bagaje de IU. Por ejemplo: silenciar la voz a los militantes; fiarlo todo a un liderazgo personal y supuestamente carismático o autoposicionarse como organización única a la que las demás deben rendir pleitesía. Esos errores deberían servir de advertencia para no cometer los mismos en una experiencia auténtica de encuentro. Digamos dos cosas con claridad: Podemos no es nuestro enemigo, ni mucho menos. Se trata de una organización que ha ocupado por méritos propios un lugar en nuestro escenario político y parece evidente que ha venido para quedarse. Y eludir esta organización en una reflexión sobre el encuentro de las izquierdas alternativas sería absurdo. La segunda cosa, es que Podemos no puede ni debe ser el destino de ese encuentro necesario de las izquierdas. La práctica ha demostrado ya varias cosas: que se trata de la fuerza política que ha vivido un proceso de envejecimiento más rápido de nuestra reciente historia; que su capacidad de integración tiene límites muy claros y que, si bien, debe ser -si quiere- una parte inexcusable de ese proyecto, no puede pensarse a sí misma como la organización guía ni faro del mismo. Digamos, además, que la alergia que ha demostrado desde sus orígenes a la existencia de lo diverso y lo plural dentro de su misma organización es un obstáculo objetivo en cualquier proceso de Encuentro. IU está en peor situación en este momento, sin que eso haga disminuir su papel o la importancia del mismo: justo al contrario, es una oportunidad de mejora. Con este panorama, aún es posible y deseable ser una organización con perfil y estrategias propias, mejorable en lo interno y en nuestras formas con otras y otros, pero útil en los principios. Tenemos que establecer estrategias y discurso que deben ir encaminadas, por un lado, a la resistencia y por otro, a la recuperación y ampliación del espacio social de la izquierda: Necesitamos alianzas para evitar la involución democrática y garantizar derechos sociales, pero también civiles, que son muy importantes, que hemos ido perdiendo. No se trata tanto de una confluencia revolucionaria como de una resistencia alternativa con vocación de ampliación. En ese sentido es fundamental el reconocimiento del pluralismo en dos ámbitos: en el de la movilización social y en el de clase, entendidos ambos como la necesidad de convivencia social y del encuentro en objetivos comunes. Hay que entender que el futuro está hecho de diálogo, renuncia y acuerdos. Que otras organizaciones y los movimientos sociales forman parte de nosotros, de nuestra fuerza, aunque no coincidamos en la totalidad. Hay que replantearse las alianzas con ellos y recuperar la izquierda que queremos seguir siendo que no rompe en el todo o nada sino que es capaz de optimizar lo común. En lo político, tenemos claras diferencias con Podemos a la hora de abordar nuestras responsabilidades en las que debemos seguir abundando. Nuestra cultura a la hora de adoptar acuerdos y de funcionar en las instituciones, forma parte de nuestra resistencia y nuestra forma de trabajar habitual, y favorece la necesidad actual de diálogo y acuerdo. A diferencia de Podemos, nosotros sí sabemos que desde la oposición y con la movilización, también se puede gobernar. Tenemos luchas históricas que patrimonializar: en la recuperación de derechos sociales y civiles —que están menospreciados en la actualidad y son igualmente importantes— tenemos un bagaje propio, una historia propia que no debemos olvidar porque su consecución supuso la vida, la lucha y el esfuerzo de muchos de nuestros compañeros y compañeras.