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Una IU para un nuevo país Tesis 4: ¿Cómo desarrollar en este ciclo político las confluencias? Unidad popular y confluencias Las organizaciones políticas responden a intereses sociales concretos y, en la medida en que la estructura social se transforma, la evolución en las formas organizativas ha de darse igualmente. Precisamente, la izquierda española fue pionera en transitar un camino que después recorrerían muchas otras organizaciones en el resto de Europa. La fundación de Izquierda Unida no fue una mera respuesta ante una situación electoral adversa, sino una inteligente adaptación a transformaciones socioeconómicas en marcha que cambiaban de forma decisiva la vida social y cultural de la clase trabajadora. Y tuvo la virtud, además, de ser capaz de abrir una nueva etapa sin echar por la borda todo el bagaje que las distintas tradiciones de la izquierda habían acumulado durante décadas. Una lección decisiva para el momento actual. Como ya se ha mencionado, la sociedad española vive también hoy cambios muy profundos. Y ello nos obliga a plantearnos si la formulación actual de Izquierda Unida sigue siendo la mejor herramienta organizativa para tratar de alcanzar los objetivos políticos que nos planteamos. No es un debate nuevo: las últimas Asambleas han planteado la necesidad de repensar la izquierda, ampliar sus límites y cambiar sus formas. La X Asamblea Federal apostó de manera decidida por avanzar hacia un Bloque Político y Social como proyecto de mayorías para lograr una posición hegemónica en una sociedad cuyos cambios habíamos analizado con acierto. Se trata ahora de reafirmar, actualizar y cumplir de una vez por todas con aquella apuesta. En este tiempo desde la X Asamblea hemos vivido dos etapas bien diferenciadas. Inicialmente, hubo una continuidad en el intenso ciclo de movilizaciones abierto desde la Huelga General de 2010 y el 15 de Mayo de 2011. A partir de 2014, y ante la inminencia de un ciclo electoral de dos años, se produjo la sedimentación institucional de parte de esa energía desplegada a través de distintos cauces. Surgieron formaciones políticas nuevas y se experimentaron alianzas entre organizaciones y ciudadanía no organizada, aunque siempre con fórmulas diversas. La participación de Izquierda Unida en todos esos procesos ha sido desigual y, desde luego, nada sencilla. Pero, aún con toda su complejidad y asumiendo los múltiples errores y deficiencias de todas estas experiencias, podría decirse que el Bloque Político y Social se ha ido conformando, de forma inconclusa, en algunas de sus vertientes. Es verdad que no le ha correspondido a nuestra organización el papel vertebrador de ese Bloque como hace cuatro años podía haberse imaginado. Pero ello no ha sido óbice para que IU haya jugado y juegue un papel central en algunas de las expresiones locales o territoriales que han cristalizado en los últimos meses o en las movilizaciones sociales que se han producido y que son elementales para la configuración del bloque. Ese papel central de IU en proyectos que están protagonizando ya hitos inéditos en importantes ciudades, o que incluso tienen su réplica en algunos territorios históricos, contrasta con otras realidades locales y autonómicas en las que el apoyo electoral, salvo notables excepciones, está estancado o en retroceso a pesar del desgaste del bipartidismo. Ello no se debe a un peor trabajo, sino a multitud de condicionantes, muchos de ellos exógenos, que han impedido un desarrollo más homogéneo de los procesos de confluencia. Siendo así, en muchos de estas realidades, IU mantiene capacidad de influencia social y política y sigue realizando una labor institucional reconocida. Todo ello nos lleva a una doble constatación. En primer lugar, que está en marcha la conformación de un bloque social y político complejo, contradictorio en ocasiones, del que IU forma parte, pero con el que interacciona de manera diversa territorialmente. En segundo lugar, que las referencias electorales para nuestra organización, a día de hoy, son diversas, y que seguramente se trata de un proceso que no se revertirá a corto plazo. En todo momento entendemos que la unidad popular es un concepto que va mucho más allá de la mera colaboración electoral y sus distintas modalidades. Y es que la unidad popular no una herramienta para la maximización de actas de diputados. Tampoco es una consigna electoral. La unidad popular es una estrategia que se manifiesta en las huelgas generales, en la paralización de los desahucios y en cualquier conflicto social donde las clases populares trabajan juntas a pesar de sus afiliaciones políticas o sindicales. En los últimos años hemos visto muchas expresiones diferentes de unidad popular. Las huelgas generales de 2010 y 2012, el movimiento 15-M en 2011, las mareas en defensa de los servicios públicos de 2012 en adelante, las movilizaciones de Rodea el Congreso o las Marchas por la Dignidad son ejemplos de ello. Y, cuando se dan las condiciones, es muy necesario replicar esa misma actitud en los hitos electorales. Esa es la idea que tenemos de la unidad popular, sintetizada en la expresión marchar separados, golpear juntos. Lo que ha transformado las conciencias ha sido la experiencia directa de una realidad dolorosa, a través de los efectos de la crisis económica y de las políticas neoliberales, pero el verdadero cambio se produce al comprobar que es posible cambiar la realidad, que es posible frenar los desahucios, que es posible paralizar los planes de destrucción de la sanidad pública, que es posible ocupar las plazas y las calles…. El grado de politización generalizada de la sociedad no se producía en décadas. Todo ello ofrece una gran oportunidad, pues con procesos descendentes, que centran su atención en las instituciones, volveremos a tener procesos ascendentes. La unidad aparece así ante quienes quieren transformar su realidad cotidiana, como un valor en sí mismo. Es lógico que sea así, pues “lo que no podemos hacer muchos, no lo pueden hacer unos pocos”, pero nosotros sabemos que con la unidad no es suficiente, como no es suficiente con ganar unas elecciones. Necesitamos además un programa de transformación socialista de la sociedad y la voluntad de llevarlo a cabo frente a todas las resistencias. Pero para tener esa oportunidad es necesario unir fuerzas, por ello debemos seguir siendo los más consecuentes defensores de la unidad de la izquierda en un frente electoral que pueda obtener la victoria en las urnas. Pero vamos más allá, queremos una unidad estable, conquistar un frente que agrupe las fuerzas transformadoras, pero sabemos que esa colosal tarea no se consigue por pactos cupulares, sino que será el producto de la lucha cotidiana, de la unidad de acción en luchas concretas que imponga los resultados positivos de la unidad por encima de cualquier sectarismo. La PAH ha sido un ejemplo clarísimo de como la lucha puede provocar no sólo conquistas parciales sino transformaciones sociales. Ese debe ser el objetivo, llevar esa táctica a todos los terrenos, especialmente recuperando la lucha en el terreno sindical, defendiendo nuestras ideas en el seno de unos dirigentes sindicales y unas estructuras que no han sido capaces de cambiar con la sociedad y siguen anclados en la época del pacto social. El objetivo es configurar un Bloque Social y Político de carácter alternativo para sustentar la estrategia de ruptura democrática y social para un proceso constituyente. Y la estrategia es avanzar en la más amplia unidad popular, en un sentido completo y no sólo electoral, y debemos aplicarnos en concretarla y desarrollarla en el próximo ciclo político. Porque el objetivo estratégico es recuperar la capacidad de intervenir social y políticamente, en la nueva situación, con un instrumento adecuado, fruto de un debate colectivo. Ese debiera ser el resultante de la próxima Asamblea: la apertura de un nuevo proceso de expansión y reconstitución de la izquierda transformadora. Se trata, pues, de participar en un llamamiento público, abierto, dirigida a todos los movimientos sociales, fuerzas políticas y personas de los ámbitos de las izquierdas para crear un nuevo movimiento político y social que, contando con la militancia, experiencias y recursos de IU, se articule como un movimiento para la transformación social" La unidad popular es, por lo tanto, la única estrategia posible para la salvación de una sociedad y una comunidad política que se está disputando una forma de vida. No sólo en España. Se trata de escoger entre la consolidación del neoliberalismo o entre la constitución de una alternativa económica y social construida desde la ruptura democrática y desde abajo. Desde las entrañas de una sociedad que demanda pan, trabajo, techo y dignidad. Reiteramos nuestro llamamiento a la altura de miras ante un momento político crucial para la historia de los pueblos de Europa. Por otra parte, las elecciones municipales de 2015 han sido un escenario para probar diferentes tipos de candidaturas de confluencia. Aunque su origen es complejo y diverso, lo cierto es que muchas de esas candidaturas obtuvieron resultados extraordinarios y fueron capaces de ganar en muchas ciudades. Allí fue también necesaria la presencia de Izquierda Unida junto con las militancias y cuadros de otros partidos. La heterogeneidad resultante fue muy importante, y la mezcla de culturas políticas también. Permitieron ilusionar a la ciudadanía de izquierdas y a la vez demostraron que era posible abrir una brecha electoral al bipartidismo. No obstante, en ningún caso se consiguió mayorías suficientemente amplias como para gobernar en solitario. Pero uno de los principales problemas que enfrentan estas candidaturas son las restricciones económicas que tienen como consecuencia del contexto económico y fiscal. Salvo alguna excepción, la mayoría de las ciudades está bajo vigilancia estricta del gobierno del Estado y, además, sometida a fuertes imposiciones financieras que limitan por mucho la capacidad de gestión política. Al mismo tiempo, la falta de una ideología definida y de objetivos económicos y sociales concretos ha marcado una tendencia a la política de gestos que ha intentado compensar la ausencia de políticas vinculadas con los aspectos materiales de la ciudad. Por lo tanto, mientras estas candidaturas no superen en actual marco municipal, no podrán dar respuesta a las esperanzas despertadas, nuestro reto es que estas candidaturas entiendan que su propio futuro va ligado al éxito de un proyecto de carácter alternativo que rompa el actual marco normativo. También tenemos que señalar la actual incapacidad de estas candidaturas para tejer espacios de decisión que vayan más allá de lo institucional, algo que habrá que abordar con urgencia para evitar la institucionalización y desconexión con respecto a la calle. En las últimas elecciones generales Izquierda Unida acudió a las urnas en el marco de Unidad Popular, un espacio democrático de reciente creación. Valoramos muy positivamente la experiencia de estas candidaturas de Unidad Popular, que es una experiencia que obedece a los criterios unitarios, participativos y transformadores que caracterizan nuestra política de alianzas. En cuanto a los procesos de confluencia electoral en el marco de las elecciones generales, que no son en estos momentos espacios de unidad popular, somos conscientes de que existen ritmos diversos en función de los territorios. Es normal en un escenario de descomposición del sistema tradicional de partidos y en mitad de una grave crisis económica, que se da además en un país atravesado por conflictos de identidad nacional. Sin duda, un paso necesario es gestionar esas diferencias y tratar de acompasar los ritmos en la medida de lo posible. En todo caso, la cuestión central es asegurar que la toma de decisiones y las actuaciones de quienes pertenecemos a IU, en cualquier ámbito político y territorial de la vida política, estén en función de los acuerdos que se toman en el ámbito federal. No obstante, las experiencias de confluencia han puesto de relieve su potencialidad en un contexto socioeconómico como el actual, despertando un enorme atractivo entre la población y poniendo sobre la mesa claras posiciones de ruptura democrática. Nuestra apuesta por estas fórmulas está fuera de duda y trabajaremos además para demostrar al resto de fuerzas políticas la necesidad de que se convierta en una apuesta estratégica común de ámbito estatal, y no táctica y desigual territorialmente. Defendemos la confluencia como un espacio acogedor en el que se sientan cómodas todas las personas que se reconozcan en él, tanto individual como colectivamente. En el que cada persona y organización sienta reconocida su aportación con independencia del tamaño de la misma. En el que cada persona y organización se vea reconocida en las decisiones tanto de carácter político como organizativo. La construcción de estas confluencias se debe dar en base a dos elementos importantes: la federalidad, y la radicalidad democrática. La federalidad debe permitir la construcción de espacios de unidad popular en los diferentes territorios del estado, garantizando la coherencia de una propuesta política, organizativa y electoral común. Finalmente, la radicalidad democrática en la toma de decisiones y en los mecanismos concretos de elección, debe ser la metodología utilizada para garantizar la construcción plural del espacio y blindar el valor político que tiene la unidad de acción política y social. En coherencia con el análisis de este texto y los documentos aprobados durante años por la militancia de IU, hay que seguir construyendo espacios de colaboración electoral siempre que se den las condiciones que aseguren el reconocimiento de la identidad de nuestro proyecto político y un suficiente espacio programático común. Mientras construimos un movimiento político y social que vaya más allá de IU tenemos que reforzar toda nuestra colaboración con otras fuerzas y movimientos. Plantear hoy la propuesta de una izquierda alternativa, anticapitalista, republicana, antipatriarcal y ecologista no es posible partiendo desde cero. IU es una realidad en la que se referencian miles de cargos públicos y personas que tienen a IU como único espacio de militancia política. Pero al mismo tiempo nuestro reto es construir con otros muchos un espacio de confluencia social y política que refleje las alianzas del Bloque Social y Político de carácter alternativo, con un programa común. Se trata en este momento de desarrollar una estrategia de confluencia que conforme la más amplia unidad popular con objetivos claros de ruptura y sustentados en una base programática. La apuesta constituyente requiere la profundización de un amplio proceso de movilización, de empoderamiento de los movimientos sociales, de participación ciudadana y de toma consciente de la palabra por parte de las mayorías sociales. Esa apuesta ha de venir acompañada de una propuesta que materialice la fuerza instrumental capaz de dinamizar, impulsar, articular, ese proceso de movilización, Porque, en realidad, para abrir un proceso constituyente de esas características hay dos temas previos: 1.-Es necesario un proceso de acumulación de fuerzas, de orientación transformadora y de izquierdas, que conlleva la reconstrucción de la izquierda plural, la reactivación de los movimientos sociales, la articulación de la sociedad civil... En definitiva una toma de conciencia social amplia y organizada... Y eso, hoy por hoy, aún está muy lejos, y los resultados electorales existentes y próximos lo reiteran... 2.-Es necesaria una estrategia programática participada, coherente con el proceso de movilización y articulación social, que va desde la formulación de unos puntos o propuestas básicas, comunes, a lo que viene en llamarse un "programa de máximos”, donde cabrían alternativas globales al modelo de estado, de sociedad y de gobierno... Sería un error estratégico sacrificar las "conquistas parciales o puntuales" que en cada paso puedan darse, en aras de una gran conquista global IU, sí; con más fuerza Tesis 4: ¿Cómo desarrollar en este ciclo político las confluencias? El debate no es convergencia sí o no, sino cómo la hacemos, con qué programa, con quién, cuándo y para qué. La política de unidad constituye el ADN de nuestra cultura. Esa ha sido una constante que identificó nuestro proyecto desde su fundación y que recogió la tradición histórica que tuvo su primer referente significativo en el programa y las candidaturas del Frente Popular, de cuya victoria en las urnas nosotros conmemoramos ahora el 80 aniversario. Esa política de unidad ha sido una seña de identidad de IU durante toda su historia y lo sigue siendo hoy. Siguen incorporándose fuerzas políticas como el Partido Feminista. La presencia de movimientos sociales, especialmente ecologistas es significativa. Un número importantes de activistas sindicales y sociales forman parte de nuestra afiliación. La cantidad de personas comprometidas con IU que no están afiliadas a otra fuerza política es hoy claramente mayoritaria en la organización. Son hechos respaldados por los datos. En la elaboración de nuestras alternativas y en la construcción de nuestros programas han participado activamente, con su voz y su opinión, sindicatos como CC.OO., UGT, USO, CGT, Intersindical, GESTHA, COAG, COPYME, Asamblea de Parados, organizaciones feministas, PAH, grupos ecologistas, etc., sin contar con el trabajo propio de cada Federación. Como ejemplo, en las tres convocatorias habidas de Jornadas para un Nuevo Modelo Productivo han participado más de 30 organizaciones, algunas de ellas con aportaciones y ponencias. El balance es equivalente en los demás ámbitos de nuestro trabajo. La agenda de reuniones con todas estas fuerzas es clara al respecto. En cuanto a la convergencia electoral, la actividad del Grupo Parlamentario de la Izquierda Plural, la candidatura de las elecciones europeas en la que participaban una docena de organizaciones y, sobre todo, las experiencias de confluencia local son un buen ejemplo del enfoque unitario de nuestro trabajo. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. El 15M significó, entre sus aspectos positivos, un despertar de miles de personas para el compromiso político. Simultáneamente, sectores de origen pequeño burgués vinculados a la actividad profesional y universitaria, golpeados por la crisis con relación a sus expectativas profesionales y sociales, tomaron la iniciativa de constituir fuerzas políticas, auto definidas como de nuevo tipo (en la medida que les era conveniente recoger el espontaneismo del 15M), aunque esas características estén siendo rápidamente abandonadas en la práctica. El encuentro entre esa demanda y esa oferta políticas era inevitable en un doble contexto. Por un lado, las graves consecuencias de la crisis y, por otro, una extendida actitud anti política, resto del franquismo sociológico que afectaba a los partidos “tradicionales”. Por injusto que esto sea con relación a IU. Todo ello dio lugar a diferentes experiencias políticas. La más significativa e importante es la de Podemos, pero no es la única. Están también las iniciativas municipales en las grandes ciudades o las vinculadas a Ada Colau. En IU no supimos analizar el 15M con sus luces ni sus sombras. Tampoco las consecuencias de la nueva situación entre algunas personas afiliadas y dirigentes significativos, que se marcharon a Podemos. El ascenso de Podemos, recibió una gran ayuda del sistema, pero también obnubiló a parte de la dirección de IU, que ha tratado con guante de seda a la formación y que no ha emitido la menor crítica política a quienes procedentes de Izquierda Unida, y algunos con importantes responsabilidades, han engrosado sus filas. Tal vez el debate generado por esa crítica hubiera permitido una valoración más clara de su programa, práctica política y papel de clase. Pero no hemos sido capaces de marcar diferencias claras, frente a su ambigüedad y cambios de criterio ante temas fundamentales para la izquierda. Desgraciadamente hemos asimilado hasta cierto lenguaje o utilización de términos políticos, provenientes de Podemos, que han confundido a la militancia: la vieja y la nueva política, arriba y abajo o, incluso, la nueva y vieja Izquierda Unida. Utilizando el neo lenguaje del relato post marxista, donde los conceptos difieren de la realidad, obviando claves, conceptos ontológicos para la izquierda como las clases sociales y su lucha. A veces, renunciando a la dialéctica para volver a la escolástica o a la sociología funcionalista estadounidense. ¿Cómo continuar de forma consecuente nuestra política de unidad y confluencia en las actuales circunstancias políticas? El primer paso para cualquier proceso de convergencia es el mantenimiento de la pluralidad y la unidad de los que ya estamos en IU. Además, IU debe crecer en sí misma resultando atractiva para la incorporación de pleno derecho (también para decidir) de mucha más gente, entre la cual habrá bastante que prefiera afiliarse a IU sin hacerlo a las organizaciones que la componen y que, en general, no aceptaría una IU sin estructura, ni cuotas, es decir, sin organización propia. Eso es perfectamente compatible con la desburocratización de nuestro trabajo, que tiene otras causas. IU debe seguir apostando por la convergencia social con los sectores populares y de izquierda, pero será imposible realizarla si con algunos con quien queremos hacerla no proyectan hacerla con nosotros, sino que pretenden nuestra desaparición como fuerza política. Queremos avanzar en el acuerdo con otros, desde la identidad de cada uno, con el objetivo de lograr la más amplia expresión programática del Bloque Político y Social que defendemos. Esa idea, que puede sustentar programas de gobierno que podrían recibir el apoyo de sindicatos y organizaciones sociales y profesionales representa una alternativa tremendamente potente. El debate en IU no debe ser convergencia sí o no, sino cómo la hacemos, con qué programa, con quién, cuándo y para qué. De igual manera, nadie debe entrar en ningún falso debate, ni de siglas ni de mochilas. El concepto de “superar IU” es uno de los ejemplos de neo lengua a los que nos estamos refiriendo. Si se trata de mejorar, rebasar sus actuales límites, superarse, etc. estaríamos de acuerdo. Pero no se puede encontrar otra fuerza política o movimiento que supere a Izquierda Unida. El proyecto político que hoy representa Izquierda Unida y por el que es conocida y reconocida se define por su carácter de clase, el criterio de primacía de la movilización, a la que acompaña y arropa el trabajo institucional, su posicionamiento contra el imperialismo, el funcionamiento federal y su carácter plural, profundamente democrático y participativo. Esto dibuja unas características políticas únicas e insustituibles, propias de IU. Es evidente que esas características políticas no son compartidas por ninguna otra fuerza política o social con entidad. No hay ninguna que se exprese en esos términos y cuya práctica política se corresponda con ellos. Eso configura un amplio espacio propio de Izquierda Unida, que debemos ocupar con confianza en nuestras propias posiciones y sin derivas estratégicas. Dicho eso, se intenta establecer una contradicción entre IU y no se sabe qué (tal vez también una imagen intencionadamente deformada de IU) para alcanzar una superación cuyo contenido no se define. Volvamos al análisis concreto de la realidad concreta. Primero sobre la unidad de acción. En eso nunca ha habido problemas en España, ni los hay; si acaso algunas ausencias en ciertas movilizaciones. Pero para la izquierda social y política más amplia no hay dificultades para la coincidencia y acuerdos en la movilización. En cuanto a las confluencias políticas, resulta curioso que el debate se vuelva agudo cuando se trata de convocatorias electorales. Situamos la cuestión en dos niveles: a) El de la confluencia política electoral, cuyo objetivo sea desarrollar un programa de gobierno o una acción de oposición. En este sentido somos partidarios de la mayor confluencia posible, entre quienes así lo deseen, sobre la base de: 1.- Acuerdo de programa. 2.- Reconocimiento mutuo de la identidad política y organizativa de cada parte 3.- Acuerdos políticos y organizativos para el cumplimiento de ese programa 4.-Lealtad en la aplicación del programa y autonomía en lo que no se haya acordado de forma común. Defendemos que, en nuestra legítima y democrática aspiración de avanzar en la hegemonía por la transformación de la sociedad española, es indispensable la visibilidad política y la identidad que permite una referencia organizativa. b) La confluencia en un espacio organizativo común. Consideramos que eso es posible y deseable desde el proyecto político que hoy representa Izquierda Unida y requiere el compromiso de una práctica política común, colectiva y democráticamente acordada. Existen experiencias positivas en este aspecto, como la incorporación de diversas fuerzas políticas, la última con carácter estatal: el Partido Feminista. Es indiscutible que sólo el fortalecimiento de IU aporta el atractivo e interés suficiente para que ese proceso de confluencia sea posible. Pero no es menos cierto que no existe otra fuerza que sustente su estrategia en la construcción de un Bloque Político y Social. Renunciar a esto es renunciar a nuestro planteamiento estratégico, pero eso no quiere decir que no haya que trabajar de forma seria por incorporar personas y fuerzas a ese espacio organizativo común. Vuelve a plantearse el problema de cómo lo hacemos, con qué programa, con quién, cuándo y para qué. Y vuelve a aparecer la condición necesaria (aunque no sea suficiente) de que sólo puede hacerse desde el fortalecimiento y la adecuación de IU. Sólo hay confluencia fuerte desde el caudal y el vigor de quienes afluyen. Eso aconseja el sentido común y cualquier lógica política. El concepto de Unidad Popular es demasiado importante y trascendente para agostarlo en iniciativas mínimas y endebles, más dirigidas a la batalla interna que a construir una herramienta a la altura de los objetivos que nos proponemos. No puede ser una operación de salón que junta a IU y unos centenares de personas (cuyo esfuerzo y participación activa es perfectamente respetable y debe reconocerse) para configurar un ámbito organizado que unas veces es diferenciado y confrontado internamente con el de IU y otras un espacio paraguas. El avance hacia la Unidad Popular tiene en España y fuera de aquí referentes que pueden ser útiles. En España nos hemos referido ya a la experiencia del Frente Popular, naturalmente salvando todas las distancias de tiempo y realidad social. Las fuerzas políticas participantes conservaron su identidad política y organizativa, incluso manteniendo grupo parlamentario propio, y en la constitución del mismo participó una de las dos fuerzas sindicales más importantes del momento, la UGT; en cierto modo un precedente de la configuración político-social. Una Unidad Popular que reúna millones de votos y movilice millones de personas debe reunir cuatro condiciones esenciales: a) Un programa de transformación cualitativa del modelo económico y social, porque si no es así no será expresión de ningún Bloque Alternativo. b) Un respaldo de masas, en que se deben tener en cuenta los millones de ciudadanos y ciudadanas que hoy votan considerando que su voto es de izquierdas y de transformación social c) Una participación amplia de fuerzas políticas. Condición para su carácter político. d) Un reconocimiento de sectores sociales populares, de los sindicatos y de otras fuerzas sociales y profesionales. Condición para su carácter social. Y para ello es necesario un proceso de amplia movilización y recuperación de la organización social, sin las que no pueden consolidarse iniciativas políticas, y un papel hegemónico (mediante la práctica política y la lucha democrática de ideas) de nuestro proyecto político. ¿O alguien cree que la Unidad Popular, expresión del Bloque Político y Social, podrá construirse bajo el impulso hegemónico de quienes no tienen ese objetivo ni valoran ese instrumento? Es por ello que debemos ser profundamente autocríticos con las formas que han ido adoptando las diversas experiencias que han recibido el nombre de Unidad Popular, que no pueden ser consideradas sino como parciales y meramente electorales. Nos reclamamos de un proyecto estratégico de Unidad Popular. Finalmente, como veremos a continuación, para lograr con éxito la confluencia tenemos que empezar por conseguir que IU sea un proyecto político impregnado hasta el tuétano de libertad, igualdad y participación. Que acoja a la gente y donde la gente que se vaya incorporando se sienta protagonista, no sólo para debatir sino, también, para participar en las decisiones y para actuar. Esa es la democracia profunda que defendemos. Si, sobre la base de lo mucho válido de la IU actual, sin pasos atrás a tiempos anteriores, logramos presentar este proyecto a la sociedad generando ilusión dentro y fuera, lograremos la indispensable confluencia. En ese ambicioso objetivo, comenzar la confluencia con la izquierda real dispersa es imprescindible para avanzar en el cambio social. El mapa político actual no está cerrado y evolucionará sobre la base de prácticas coherentes de confluencia. IU, de una u otra forma, lleva mucho tiempo planteándose la confluencia. Pero, hasta ahora, lo ha hecho con escaso éxito, salvo quizás en los pocos sitios en que se gobierna en el ámbito municipal. Es evidente que la confluencia no se hace sólo con decirlo o con desearlo fervientemente. Hay que revisar la praxis que nos ha llevado al fracaso de nuestros intentos de convergencia. En no pocas ocasiones se ha dado un acelerón a la confluencia sólo en períodos electorales, cuando no para ganar en las querellas internas. Muchas personas han encontrado una escasa satisfacción en el trabajo orgánico –nuestras reuniones regulares han sido predominantemente malas y sus asistentes han salido poco enriquecidos por la información, el debate y las actividades propuestas-.A eso añadimos una extraordinaria dificultad para que las ideas pasen, a no ser que estén “ayudadas” por familias o sensibilidades. Es imprescindible un giro total en nuestro trabajo de reuniones para formalizar las decisiones. Las decisiones se han construido y conformado en instancias internas de participación reducida, como son los órganos de dirección de los partidos que constituyen IU. Y esto no es atractivo. Además, en estos tiempos de escasa cultura militante, para los que pudieran confluir con nosotros y participar activamente en todas las decisiones – tanto políticas como organizativas – puede resultar demasiado pesada esa especie de segunda opinión y reunión. Revolución Democrática para una Izquierda Unida ganadora Tesis 4: ¿Cómo desarrollar en este ciclo político las confluencias? Ya decíamos que se han vivido momentos complicados y turbulentos en IU. Tiempos de confusión en los que hemos sentido que el proyecto mismo, en el marco de las confluencias, estaba en cuestión sin que, formalmente, se hubiera abierto ningún período de reflexión y debate. La militancia pedía claridad y no obtenía sino vaguedades. Pedía mecanismos de trabajo para alcanzar unas “confluencias modernizadas” en las que parecía no valer el bagaje conocido en la relación habitual con los movimientos sociales tradicionales. Pedía concreción, rumbo, dignidad y orgullo por el enorme bagaje colectivo. Recibía toneladas de ‘Ahora en Común’, primero, ‘Unidad Popular’, después, y noticias y titulares contradictorios sobre nuestra relación y aspiración a confluir con PODEMOS. Durante las elecciones autonómicas y municipales, en cada sitio, cada asamblea, se vio obligada a desarrollar, lo mejor que pudo, el modelo que interpretó más idóneo, sin ninguna estrategia común ni criterio unitario a nivel federal y con una absoluta arbitrariedad en la gestión de los mandatos de los órganos federales: lo mismo que servía para volcarse políticamente en Madrid era motivo de expulsión de los que repetían ese mismo modelo en Jaén. El resultado fue desigual pero no malo en general, sin embargo, parece que no nos sirvió para tender mecanismos ni estrategias. Tras meses de incertidumbres previas, llevadas al extremo, en pleno proceso de elecciones generales, los resultados obtenidos no son los esperados, y sin embargo, los más de 900.000 votos recibidos sigue siendo una garantía de la viabilidad del proyecto. Sobre todo cuando parece obvio que el encantamiento producido por Podemos se diluye como aquellas lágrimas “replicantes” bajo la lluvia de ‘Blade Runner’. Llegados a este punto parece evidente que una inmensa mayoría de militancia comparte ideas esenciales para este momento político en nuestro país. Por un lado, la necesidad de IU, el orgullo por un pasado (y su mochila) en el que fue muy difícil defender las ideas de izquierdas como única fuerza a nivel del estado, a contracorriente, enfrentándonos a la voracidad neoliberal y a una gran coalición que apenas dejaba respirar. Por otra parte, conscientes de que la gente entumecida y cansada se ha desmovilizado a la espera de un líder salvador que de momento no tiene visos de aparecer comparte también que este es tiempo de confluencias, de encuentros y de acuerdos, de liderazgos compartidos, que es tiempo de aprovechar la oportunidad para darle la vuelta a la política en nuestro país e inaugurar un nuevo tiempo. Somos conscientes, desde hace tiempo, que IU no es la única fuerza política significativa en el espacio de la transformación social. Para decirlo con total claridad: sin confluencias, sin acuerdos no habrá construcción de un bloque social y político alternativo, no habrá posibilidades de plantearse incidir en la política estatal para revertir la situación económica y social, regenerar la vida política y plantearse un cambio en la dimensión europea. Siendo estos dos elementos centrales y siendo conscientes, también, de que en el seno de IU tenemos diferencias sobre cómo encarar estas dos cuestiones de identidad y confluencia, el asunto clave es: ¿cómo queremos (¿debemos?) abordar el debate? ¿Dónde encontraremos las respuestas a estas cuestiones? ¿Queremos asumir que nuestro mensaje de acuerdo hacia fuera será creíble solo y a condición de hacer posible ese acuerdo hacia dentro? Insistimos en que es insensato perder, ni medio minuto, en buscar cualquier enemigo interno que justifique dislates democráticos. Suele consolar esa "persecución del más cercano", pero es tan nociva como improductiva. Las respuestas a las preguntas que importan están fuera. Tenemos la mejor disposición para el debate y el encuentro, y numerosos movimientos sociales, mareas, plataformas y espacios, con los que compartimos trabajo, labor, militancia, siguen ahí, esperándonos, mirándonos. Marginando la sospecha y la desconfianza, sumando objetivos comunes y propuestas, respetando las formas de representación de cada uno, siempre que sean democráticas, la confluencia se puede convertir en un camino en lugar de una meta. Nuestra propuesta constata que la situación política ha cambiado en el país y en el ámbito de la izquierda y que ese dato debe tenerse en consideración. Creemos que la necesidad de reconstruir la representación de la izquierda alternativa debe figurar como una prioridad inexcusable para las organizaciones de izquierda y que ese proceso debe realizarse desde la igualdad y el reconocimiento. Por otra parte, el legado del 15M ha dejado un capital que no puede ser dilapidado ahora en función de un realismo político de viejo cuño. Los procesos políticos que la izquierda alternativa debe acometer tienen que ser abiertos a la participación de la ciudadanía; deben ser constituyentes en el sentido de estar dispuestos a que la confluencia imprescindible tenga en cuenta la decisión de las gentes. Sin empoderamiento de la ciudadanía ningún proceso puede ya llamarse de izquierdas. Creemos que IU puede y debe desempeñar un papel importante en ese proceso pero que éste no puede ser ni subordinado ni basado en la renuncia de su historia o programa. Cómo: 1. Fortalecernos para llegar mejor proyectados y torcer el gesto de los que no quieran unidad 2. Revolucionarnos democráticamente para forzar que el encuentro sea a imagen y semejanza de nuestra riqueza: pleno y horizontal, plural y habitable, democrático y garantista 3. Abrirnos, engrosarnos, para ser nosotras mismas una opción unitaria, y porque esa opción unitaria, en sí misma no depende de nosotras. Y defenderemos la bandera del pluralismo y de la diversidad en el encuentro de las izquierdas alternativas. La realidad de las voces que han resistido el tsunami neoliberal es diversa y plural y es mala estrategia tratar de confundir la legítima aspiración a la defensa de tus ideas con la vocación de que sean dominantes y únicas. Ese tiempo político está muerto. Por eso la cultura del pacto en la izquierda alternativa es tan importante y tanto como eso aprender a convivir desde la diversidad. La transformación debe soñarse desde la respuesta a la pregunta: ¿cómo cambiar la realidad existente? Es decir, ¿cómo podemos hacer para acumular fuerzas suficientes y cambiar la realidad a favor de las mayorías?, ¿qué política llevar a cabo y de qué manera para producir un giro que haga realidad un mundo mejor para la mayoría? Contestar estas preguntas es mucho más exigente que los píos deseos de quien se desentiende de la realidad para imaginar un mundo tan irreal como imposible. Por eso contestar a las necesidades reales a través de políticas de cambio de izquierda requiere del compromiso, de la diversidad y de la pluralidad. Y requiere de la participación de muchos actores diferentes: del tejido asociativo civil, de los sindicatos de clase sin los cuales el mundo del trabajo se quedaría sin representación real, del mundo de la cultura crítica y alternativa que llevan decenios poniendo límites a la voluntad hegemónica del pensamiento único. Otra vez lo diverso y lo plural.