Download los mensajes del corán - Editorial Club Universitario

Document related concepts
Transcript
LOS
MENSAJES
DEL
CORÁN
© Gerardo Muñoz Lorente
© 2.001
Título: Los Mensajes del Corán
Autor: © Gerardo Muñóz Lorente
I.S.B.N.: 84-8454-146-0
Depósito legal: A-1579-2001
Edita: Editorial Club Universitario
www.ecu.fm
Printed in Spain
Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87
C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)
www.gamma.fm
[email protected]
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro
puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico
o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier
almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso
previo y por escrito de los titulares del Copyright.
ÍNDICE
Prólogo ........................................................................................ 7
Introducción .............................................................................. 15
Las religiones de la Arabia preislámica .................................... 19
Mazdeísmo ............................................................................ 23
Mahoma .................................................................................... 27
El último de los profetas ....................................................... 39
Jesús ...................................................................................... 43
María ..................................................................................... 45
Libros sagrados ..................................................................... 47
El Corán .................................................................................... 51
Suras...................................................................................... 51
Aleyas.................................................................................... 52
Estilo y contenido.................................................................. 53
De la tradición oral a la tradición escrita .............................. 56
Ecumenismo del Islam .......................................................... 56
Influencias, copias y plagios ................................................. 58
Contradicciones..................................................................... 67
Libre albedrío o predestinación............................................. 69
Judíos .................................................................................... 72
Cristianos .............................................................................. 75
Leyes, consejos y prohibiciones................................................ 79
Matrimonio, repudio y adulterio ........................................... 82
Vino, juego y pintura ............................................................ 84
Paciencia ............................................................................... 88
Guerra Santa.......................................................................... 89
Cuestiones domésticas .......................................................... 91
Rebelión en el harén.......................................................... 93
Mujeres................................................................................ 101
Creación de Adán.................................................................... 105
Ángeles, demonios y genios.................................................... 109
El diablo .............................................................................. 110
Los genios ........................................................................... 112
Juicio Final.............................................................................. 115
Paraíso..................................................................................... 123
Huríes .................................................................................. 126
El Viaje Nocturno ............................................................... 128
Infierno.................................................................................... 133
Sectas islámicas....................................................................... 135
Chiítas, seguidores de Alí ................................................... 136
Tradición islámica................................................................... 141
Justificaciones y teorías ...................................................... 143
Teorías y explicaciones teológicas.................................. 144
Doctrinas y teorías sociales............................................. 145
Teorías científicas ........................................................... 147
La figura del Profeta a través de los siglos ......................... 151
Los milagros de Mahoma................................................ 156
Sacerdocio islámico ............................................................ 158
Islam actual ............................................................................. 161
Diversidad islámica............................................................. 162
Movimientos islamistas....................................................... 164
Los orígenes .................................................................... 164
La actualidad ................................................................... 168
La ley coránica .................................................................... 175
Islam en Europa ...................................................................... 179
Islam en España .................................................................. 180
Conclusiones ........................................................................... 183
Bibliografía ............................................................................. 187
Prólogo
DE LA CECA A LA MECA.
Desde tiempos inmemoriales, los occidentales y
cristianos han sentido una morbosa curiosidad por un Islam que
se nos presentaba tan cercano y tan lejano al mismo tiempo, y
ornado por una civilización que nos recordaba viejos sabores y
olores pero que nos retrotraía, cual una máquina del tiempo, al
siglo XVII. En los tiempos que corren, y tras los tristemente
sucesos del once de septiembre de 2001, que no los de 1973 en
Chile, la intriga continúa. Vean sino este nuevo libro de mi
amigo Gerardo Muñoz. Curiosidad, todo hay que decirlo, por la
que este servidor que les escribe nunca se ha sentido
especialmente entusiasmado.
En siglos pasados, los cristianos, tan poco respetuosos
habitualmente con otras culturas y religiones como ahora, se
empeñaban en visitar, de incógnito por supuesto, las ciudades
santas de Medina y La Meca, los lugares más sagrados del culto
musulmán y situadas en lo que hoy en día conocemos como
Arabia Saudita. La historia, saben, está llena de ejemplos, unos
más conocidos que otros, de osados aventureros que arriesgaron
su pellejo por asistir a los rituales sagrados musulmanes. De
entre los mejor conocidos, destacaríamos la vida y milagros de
tres occidentales que, convenientemente disfrazados bajo falsa
identidad árabe, peregrinaron a los cuarteles sagrados del
islamismo defraudando a sus amigos mahometanos y, desde
luego, faltando a los preceptos de su propia religión cristiana.
Pero, para ellos, lo único importante era viajar hasta allí y dejar
constancia en cenáculos geográficos y en publicaciones que
rápidamente se convertían en best-seller, que los europeos eran
superiores a los musulmanes lo que, en cierta manera, les
otorgaba todos los derechos divinos y humanos para colonizar
sus territorios...
7
Ya a comienzos del siglo XIX, el catalán Doménech
Badía Leblich, un pintoresco espía del todopoderoso Manuel
Godoy, valido del rey español Carlos IV, y arabista autodidacta,
fue enviado en misión secreta al norte de África, Próximo
Oriente y Arabia disfrazado de príncipe sirio educado en Europa
y bajo el nombre de Alí Bey el Abbassi tras haberse hecho
cincuncidar en Londres. Ni que decir tiene que Badía, más
explorador que político y acérrimo seguidor de la aventura por
la que había discurrido la vida del viajero británico Mungo Park,
siempre tuvo en mente asistir a las peregrinaciones religiosas a
La Meca para demostrar lo acertado de su caracterización,
ciudad natal de Mahoma en la que Gerardo Muñoz, siguiendo el
Corán, nos narra las múltiples vejaciones que el profeta sufrió
por parte de sus conciudadanos. Y bien que lo consiguió Alí Bey
ya que el 24 de enero de 1807, “15 del mes de dulkaada, el año
1231 de la héjira”, el catalán, montado en camello tal y como
hiciera Mahoma en su llegada a Medina, contemplaba como se
abría la puerta de la Kaaba: “Luego que me vi fuera, besé la
piedra negra, y di aun las siete vueltas a la casa de Dios; entré
después en un pequeño foso, al pie de la Kaaba, al lado de la
puerta, donde recité la oración ordinaria, y después de haber
bebido agua del pozo de Zemzem, regresé a mi posada”.
Badía o Alí Bey, que sufriera en su doble papel de espía
occidental y príncipe musulmán una transformación
stevensoniana, a lo Jekyll y Mr. Hyde, uno de los primeros
europeos de la época moderna en visitar y describir La Meca,
tras el italiano Bartema o el inglés Pitts, publicó su obra en
1814, en francés, y rápidamente fue aceptada por todos los
viajeros posteriores como un perfecto manual que debían seguir
al pie de la letra, a pesar, no obstante, de las exageraciones y
fantasías que el irónico catalán nos dejara en ella. Esta
esquizofrenia le llevó, en sus últimos días, a emprender un
nuevo viaje por Arabia al servicio de los franceses. La
8
disentería, probablemente, o el asesinato, vayan ustedes a saber,
fueron el motivo de su muerte en una tierra a la que tanto amó.
Otro de los osados europeos que deseaban realizar la
peregrinación a Medina y La Meca fue el aventurero británico
Richard Burton (nada que ver con el varias veces marido de
Elizabeth Taylor). Burton, ensalzado y glorificado por la historia
y que ha llegado a merecer los agudos comentarios de Juan
Goytisolo sobre su controvertida figura, vuelve a ser noticia,
doscientos años después, al ser editada una espléndida biografía
sobre su vida y aventuras en la que el biógrafo tuvo
considerables problemas a la hora de rellenar los espacios en
blanco que Isabel, la sufrida esposa del viajero, había censurado
de los originales dejados por Burton debido a la inapropiada
conducta sexual del espía británico, siempre dispuesto al
adulterio con muchachas o efebos. Adulterio, por otra parte, que
tampoco falta en el libro de Gerardo Muñoz cuando narra las
peripecias por las que pasó el profeta Mahoma al enterarse del
posible romance entre su favorita Aixa y el joven soldado
Safwán...
No obstante, y volviendo a Burton, el esposo, militar,
explorador y aventurero inglés, tan aficionado a dejar constancia
de sus viajes y autor de la primera traducción al inglés del
célebre “Kama Sutra”, así como una muy celebrada de “Las Mil
y una Noches”, nos legó de primerísima mano sus impresiones
sobre las experiencias en Medina y La Meca, tal vez su obra más
redonda, que supera los límites de un libro de viajes y acaba
convirtiéndose en una apasionante novela.
Sir Richard Burton, en el otoño de 1852, ofreció sus
servicios a la Royal Geographical Society de Londres con la
esperanza de rellenar de nombres aquella gran mancha blanca de
los mapas que señalaban todavía las regiones oriental y central
de la Península Arábiga. Bien pronto, adoptó el papel de
derviche ambulante bajo el sugerente nombre del jeque
9
Abdullah o, más tarde, el de El Hax Abd el Wahid,
aprovechando que, tiempo atrás, había alcanzado la categoría de
Murshid o maestro en artes místicas. Después de algún tiempo,
Burton se presentaría ante los pilares sagrados del islamismo:
“Avanzamos a continuación hacia el ángulo oriental de la
Kaaba, donde se halla incrustada la Piedra Negra y
situándonos a unos diez pasos de ella, repetimos con las manos
levantadas: “No hay más Dios que Alá, cuyo Pacto es la
Verdad, y cuyo Servidor es Victorioso...”
Pero de estos tres viajeros que se aventuraron a pisar el
suelo sagrado musulmán disfrazados de engañosos practicantes
islamistas, tal vez destaque el menos conocido de ellos: John
Lewis Burckhardt, un inquieto suizo nacido en Lausanne en
1784 y que había sufrido en sus carnes y en la de sus familiares
la intolerancia de los revolucionarios franceses. Buscando a
quien servir y que fuera contrario a los intereses galos que tanto
odiaba, se convirtió en un apasionado defensor del imperio
británico. Burckhardt, rencoroso personaje a sueldo de los
servicios secretos ingleses y que jamás olvidaría cuando los
galos estuvieron a punto de mandar a su padre al patíbulo, tuvo
un duro aprendizaje en cuanto al dominio de la ciencia, lengua y
culturas musulmanas hasta que sus jefes le permitieron partir
hacia difíciles y arriesgadas misiones por el mundo árabe
disfrazado de comerciante.
Antes, el joven John Lewis había pasado por la
universidad de Leipzig y, años después, a la de Göttingen, donde
completó sus estudios. Tras rechazar una interesante oferta
alemana para que formara parte de su cuerpo diplomático,
marchó a Londres cargado de proyectos y, sobre todo, de cartas
de presentación. Especialmente grata le era una de sus
profesores hacia sir Joseph Banks, explorador y naturalista
británico que viajó con el capitán James Cook en su primera
vuelta al mundo y persona que había dirigido la célebre Royal
10
Society londinense desde la que había seguido propulsando las
exploraciones por todo el mundo que todavía quedaba por
descubrir, entre otras las de Alexander Humboldt.
Bien pronto, Burckhardt entró en contacto con Banks y
sus amigos. Los deseos de aventura y gloria que llenaban la
cabeza del joven suizo facilitaron mucho las cosas para que
fuese admitido en la Asociación, críptico nombre donde se
escondía la agencia británica encargada del espionaje en
aquellas zonas del mundo, especialmente el musulmán y el
africano, donde Gran Bretaña jugaba sus interesadas cartas
políticas y comerciales. Una breve estancia en Oxford y
Cambridge sirvieron a John Lewis para perfeccionar el dominio
de la lengua árabe. Ahora sólo faltaba dejarse crecer la barba y
acostumbrarse a la vestimenta oriental, a caminar con los pies
sueltos y bajo el sol y, desde luego, acostumbrarse a una dieta de
vegetales y agua.
Como quiera que su dominio del árabe todavía no era el
adecuado para la peligrosa misión que se le iba a encomendar en
el norte de África, Burckhardt fue enviado a Siria, donde podría
acostumbrase, además, a los usos orientales de los alejados
países que visitaría posteriormente y que evitaría su
reconocimiento. Después de permanecer dos años en Siria fue
enviado a El Cairo; desde allí, continúa narrando uno de sus
biógrafos, formó parte de una caravana que se dirigía hacia el
interior de Egipto. Por cierto, un Egipto que estaba siendo
redescubierto merced a las expediciones francesas e inglesas
posteriores a la conquista napoleónica de 1798.
El explorador suizo, ahora ya inglés, tuvo el honor de ser
el primer europeo que pisara el interior del templo de Abú
Simbel, cuya entrada estaba parcialmente tapada por la arena de
las orillas del Nilo, como nos demuestran los espléndidos
dibujos de David Roberts. En su larga trayectoria por los países
musulmanes, John Lewis fue el primer occidental en contemplar
los restos de la perdida ciudad milenaria de Petra, en la actual
11
Jordania, una maravillosa joya de la civilización nabatea de la
que no se tenían noticias en los últimos mil años y sobre la cual
los nómadas árabes guardaban su secreto como el tesoro
escondido que creían se hallaba entre las ruinas del templo
excavado en el farallón rojizo de aquel impresionante valle. O,
también, en recorrer por el desierto del Sinaí los mismos lugares
que contemplaron un nuevo éxodo del pueblo hebreo hacia la
tierra prometida bajo la dirección de Moisés que, curiosamente,
y tal como nos indica Gerardo Muñoz, es el profeta cuyo
nombre aparece más citado en el Corán.
Pero, con todo y con eso, Burckhardt no estaría
satisfecho hasta que no cumpliera con el ritual de visitar los
lugares santos para los musulmanes: Medina y La Meca.
Además, sería la prueba de fuego para demostrar de una vez por
todas su completa adaptación a la misión encomendada ya que
podría demostrar, en caso de triunfo en su periplo a los lugares
sagrados, que él parecía un auténtico musulmán...
Pensado y hecho. Contraviniendo todos los consejos y
los argumentos morales que le aconsejaban no cometer tal
ofensa, el espía británico acometió el sueño de su vida y de
muchos europeos que, como él, estaban obsesionados por visitar
aquellos santos parajes adoptando la falsa personalidad de
Ibrahim Ibn Abd Allah.
En agosto de 1814, una vez que la Asociación estuviera
más de un año sin tener noticias de John Lewis, se recibió allí
una extensa misiva del viajero, fechada en El Cairo, donde se
extendía sobre el éxito de su visita a La Meca y Medina. A su
decir, los conocimientos de la lengua árabe y las costumbres
islámicas le ayudaron a representar su personaje musulmán con
tan singular acierto que pudo residir en La Meca durante los días
cumbre de la peregrinación, asistiendo a las oportunas
ceremonias sin levantar, nunca, la menor sospecha acerca de su
auténtica personalidad. Según su propia narración, el bajá de
Egipto Mohammed Alí, que tenía su cuartel general muy cerca
12
de allí, sospechando algo, puso a prueba sus conocimientos del
Corán y los preceptos doctrinales y prácticos de su fe: el
resultado fue que el espía inculcó una completa convicción en
las mentes del auditorio reunido para juzgarle, fallando que
Burckhardt, ya con el título de hadji bajo el brazo una vez
consumada la peregrinación, era un legítimo y culto
mahometano. Vaya con el tribunal...
Una coincidencia común a los tres aventureros fue que, a
raíz de aquellas grandes mentiras y supercherías, los
occidentales defraudadores de la confianza de sus amigos
musulmanes haciéndose pasar por lo que no eran, padecieran en
sus visitas a Medina y/o La Meca, graves ataques de fiebres y de
disentería que bien a punto estuvieron de mandarlos al otro
mundo, no sabemos, claro, si el coránico o el bíblico. En el
pecado, como siempre y en ambas religiones, llevaron la
penitencia.
Emilio Soler
BIBLIOGRAFíA RECOMENDABLE:
-
-
-
BADÍA LEBLICH, Doménec: Viajes por Marruecos
de Alí Bey. Edición de Salvador Barberá Fraguas.
Ediciones B. Barcelona, 1997.
BADÍA LEBLICH, Doménec: Viajes del Príncipe Alí
Bey El Abbassi en Marruecos, Trípoli, Chipre,
Egipto, Arabia, Siria y Turquía realizados en los
años 1803 a 1807. Prólogo de Juan Barceló. Ilustrada
con los grabados originales de la primera edición. El
Museo Universal. Madrid, 1982.
BADÍA LEBLICH, Domingo: Viajes de Ali Bey.
Compañía Literaria. Prólogo de Juan Barceló. Madrid,
1997.
13
-
-
BURCKHARDT, John Lewis: Vida y viajes. Laertes.
Barcelona, 1991.
BURCKHARDT, John Lewis: Viaje al Monte Sinaí.
Laertes. Barcelona, 1990.
BURTON, Richard F.: Mi peregrinación a Medina y
La Meca. Traducción de Alberto Cardin. 3 vls.
Laertes. Barcelona, 1983
GOYTISOLO, Juan: Crónicas sarracinas. Alfaguara.
Madrid, 1981.
RICE, Edward: El Capitán Richard F. Burton.
Siruela. Madrid, 1992
14
Introducción
El Islam, la religión que predicó Mahoma hace casi
catorce siglos en Arabia, abarca en la actualidad desde
Marruecos hasta Filipinas y desde Nigeria hasta Bosnia; la
umma o comunidad de creyentes en Alá, asciende hoy en día a
los 1.300 millones de personas en todo el mundo —de los cuales
sólo una quinta parte son árabes— y son varios los países donde
existen regímenes islámicos, cuyas leyes están inspiradas en la
ley coránica.
De modo que la importancia que actualmente tiene el
Islam, trasciende el terrorismo que practican unos reducidos
grupos de fanáticos, puesto que es una religión practicada por la
cuarta parte de la humanidad. Además, en Occidente son cada
vez más los musulmanes, debido al gran flujo migratorio que se
ha estado produciendo durante las últimas décadas y que tiene
como principal objetivo Europa occidental y el norte de
América.
Si un occidental desea comprender al mundo musulmán
y los movimientos islamistas que lo están convulsionando, es
imprescindible que deje a un lado la visión distorsionada que del
Islam se tiene en Occidente desde hace siglos, propiciada por el
recelo y los prejuicios, y se preocupe de recabar unas mínimas
nociones sobre su religión, su libro sagrado y el profeta que la
predicó.
Con una simple mirada a los fundamentos del Islam, el
lector occidental comprenderá que no es esta una doctrina
innovadora, por cuanto Mahoma no pretendió en ningún
momento fundar una nueva religión, sino completar y
perfeccionar las doctrinas monoteístas precedentes, la hebrea y
la cristiana, al considerar que Alá era el mismo dios que Yahvé.
Es importante conocer, aunque no sea de manera
exhaustiva, la vida de Mahoma, el último profeta de Dios, de
15
quien se dice que era analfabeto, pese a redactar o dictar el
Corán. Pero es que no era un profeta al estilo de sus antecesores,
pues no hacía milagros y sus revelaciones divinas semejaban
ataques epilépticos.
Pero mayor importancia tiene aún conocer el contenido
del Corán, por cuanto la sharía (la ley islámica) que se aplica en
la actualidad en varios países musulmanes y que quieren
imponer en otros muchos los diferentes movimientos islamistas,
se supone que tiene sus raíces en el texto coránico. Sin embargo,
muchas de las prescripciones más conocidas del Islam, no se
encuentran explícitamente en ninguno de los versos del Corán,
como la prohibición de ingerir bebidas alcohólicas, de hacer
reproducciones artísticas de seres vivos, el baile femenino, o los
juegos de azar. Todas estas prescripciones, y muchas otras, son
interpretaciones más o menos forzadas que los exegetas han
hecho a lo largo de los últimos siglos del texto coránico, y que
han acabado por deformar el mensaje primitivo de Mahoma,
hasta el extremo de justificar en algunos casos la terrible
ablación de clítoris de millones de niñas.
Con un estilo que se ha procurado riguroso en cuanto al
contenido —sin llegar al academicismo— y ameno en las
formas —sin caer en la frivolidad—, en este librito se presenta
un análisis tanto sobre el texto coránico como de la situación
actual del Islam. De forma que, si el lector se anima a avanzar
por estas páginas, averiguará, entre otras cosas, de dónde y
cuándo procede la proclamación de la yihad, la guerra santa
contra los infieles; cuáles son los orígenes de los mitos y
leyendas contenidos en el Corán; qué se dice en él del
cristianismo, de Jesucristo —que no murió en la cruz— y de la
Virgen María —que no es la madre de Dios, pero sí concibió sin
perder la virginidad—; por qué y cuándo Mahoma recibió
revelaciones divinas que le ayudaron a resolver sus problemas
domésticos —desde el modo como debían comportarse sus
esposas y los fieles en su presencia, hasta la manera de aplacar
16
la rebelión de su harén—; cómo Mahoma predicó y convirtió a
un grupo de genios; cómo una de las señales precursoras del fin
del mundo es la reunión de los judíos en Tierra Santa, es decir,
en el actual estado de Israel; por qué la exégesis modernista cree
que en el Corán están, implícitos, todos los descubrimientos
científicos; en qué países se aplica actualmente la ley coránica;
cuáles son las causas del actual auge de los movimientos
islamistas...
Pero, antes que nada, echemos una breve ojeada a la
Arabia del siglo VII.
17
Las religiones de la Arabia preislámica
Los árabes tienen por seguro que descienden, como los
judíos, de Sem, hijo de Noé. Más concretamente dicen ser los
descendientes de Qathán, miembro de la cuarta generación
semítica, los cuales poblaron la península arábiga y acogieron
también a Agar y a su hijo Ismael, cuando tuvieron que
abandonar la casa de Abraham. En la Biblia se nos cuenta cómo
Agar, la esclava egipcia del viejo patriarca, le dio un hijo al que
llamó Ismael. Trece años después, Sara, la esposa de Abraham,
parió a Isaac, el elegido por Yahvé para instaurar el linaje
hebreo. Instado por Sara y con la anuencia de Yahvé, Abraham
hubo de echar de su casa a Ismael y a su madre, los cuales
deambularon por el desierto hasta ser acogidos por los
descendientes de Qathán en el reino de Hichaz. El centenario
patriarca intercedió ante Yahvé por su hijo mayor, recibiendo
repetidas veces la promesa divina de que haría de él el
progenitor de una gran nación: «He otorgado también tu petición
sobre Ismael: he aquí que le bendeciré, y le daré una
descendencia muy grande y muy numerosa: será padre de doce
caudillos y le haré jefe de una nación grande.»1 Y, en efecto,
Ismael se casó con la hija de un príncipe de Hichaz, quien le dio
doce hijos, fundadores de las doce tribus árabes que se
expandieron por el desierto a lo largo de los siglos siguientes.
Cuando nació Mahoma (569 d.C.), las tribus árabes
rivalizaban entre sí y practicaban varias religiones, siendo las
doctrinas sabea y mágica las más extendidas, en especial la
primera. La secta gnóstica de los sabeos, que en su forma
original inculcaba la fe en un dios único, había ido degenerando
hasta convertirse en una religión politeísta, con adoración a
ídolos y cuerpos celestes. Muchas de las prácticas musulmanas
1
Génesis 17:20 y 21:13 y 18.
19
posteriores están heredadas de las observancias sabeas, como,
por ejemplo, la festividad del viernes. La religión de los magos,
por su parte, procedía de Persia y, por tanto, predominaba en
aquellas tribus árabes fronterizas con el territorio iranio. Los
magos, adoradores del fuego, eran los herederos de la religión
mazdeísta, cronológicamente la primera doctrina monoteísta,
que tanta influencia tuvo, como veremos más adelante, sobre las
tres grandes religiones que la siguieron: la hebrea, la cristiana y
la islámica.
La Meca ya era una ciudad sagrada en la época
preislámica y era un centro de peregrinaje para todas las tribus
de Arabia, debido a la existencia de la Kaaba. Según la tradición
árabe, la construcción de este templo se remonta nada menos
que a Adán, siendo no obstante destruido durante el Diluvio.
Mucho después, dice la leyenda, Ismael y su padre Abraham
decidieron reconstruirlo. Mientras se entregaban a esta labor, el
ángel Gabriel les trajo una piedra que, en su origen, había sido el
ángel guardián del Edén, convertido en piedra por no haber
impedido que Adán cayera en la tentación tendida por el diablo.
Abraham e Ismael recibieron la piedra con reverencia y la
colocaron en una esquina del muro exterior de la Kaaba. Los
fieles tocaban devotamente esta misteriosa piedra (que tiene el
aspecto de un meteorito), cada vez que daban una vuelta
completa al templo, y cuando oraban (tres veces al día), lo
hacían volviendo el rostro hacia este lugar sagrado.
El judaísmo conocido entonces en Arabia se había
separado bastante de la ortodoxia hebrea, pero muchos de sus
ritos y ceremonias arraigaron entre los árabes. Así ocurrió con
las posturas, inclinaciones y postraciones durante la oración,
orientándose hacia la Qibla, si bien en el caso de los judíos ésta
era Jerusalén, en tanto los árabes se volvían hacia la Kaaba. Del
mismo modo, el ayuno que practicaban durante el mes de
Ramadán parece inspirado en el ayuno hebreo. Como semitas
que eran ambos pueblos, compartían su carácter sagaz,
20
ingenioso e imaginativo; su admiración por la elocuencia y la
poesía; su gusto por los proverbios, apotegmas, apologías y
parábolas. Las divinidades tribales que adoraban los árabes, y
algunos de cuyos nombres conocemos por el propio Corán1,
habían surgido del mismo desierto del que muchos siglos antes
había surgido Yahvé, dios hebreo, cuyo nombre tiene por cierto
etimología árabe. Uno de aquellos dioses preislámicos era Alá
(Allah), quien llegaría a rivalizar con Yahvé en todo Oriente
Medio con el transcurrir del tiempo, al ser él quien eligió (o ser
elegido) a Mahoma como su profeta. Ambas divinidades eran
semitas y tribales, sin embargo les diferenció algo fundamental:
en tanto el dios hebreo es el dios de un único pueblo —el
judío—, Alá inspiró el Corán para toda la humanidad.
También la religión cristiana era conocida y contaba con
seguidores entre los árabes en la época preislámica (conocida
entre los musulmanes como Días de la Ignorancia). Pero era un
cristianismo dispar, debido a la existencia de numerosas sectas
rivales, originadas por las disensiones teológicas producidas
durante los seis primeros siglos de la era cristiana. Además de
los corintios, maronitas, marcianistas, eutiquianos, marianitas,
colidirios, docetas y gnósticos, en Arabia menudeaban
anacoretas y fieles de otras sectas más numerosas, cuya
influencia entre los árabes contemporáneos de Mahoma explica
la opinión que éste fraguó acerca de la figura de Jesús y el
misterio de la Trinidad, así como su convicción de que el
cristianismo había perdido por completo su unidad como
religión. Entre dichas sectas estaban los nazarenos y ebionitas,
cristianos judaizantes que consideraban a Cristo como Mesías,
nacido de una Virgen por obra del Espíritu Santo (poseedor en
parte de una naturaleza divina, para los nazarenos; sólo un
hombre, el mayor de los profetas, según los ebionitas); si bien en
todos los demás aspectos seguían los ritos y ceremonias de la ley
mosaica. Los monofisitas, para los cuales Cristo era una mezcla
1
Cfr. 71,22-23.
21
de Dios y de hombre tan perfecta, que constituía una única
naturaleza. Los sabelianos, seguidores del sacerdote libio del
siglo III Sibilio, que creían en la unicidad de Dios y decían que
la Trinidad sólo expresaba tres estados diferentes de una misma
sustancia (algo así como el agua, que puede hallarse en estado
sólido, líquido y gaseoso). Los arrianos, así llamados por su
fundador, Arrio, clérigo de Alejandría en el siglo IV, para quien
Cristo era Hijo de Dios, pero distinto e inferior a Dios, negando
la divinidad del Espíritu Santo (secta que contó, en el transcurso
del tiempo, con seguidores tan notables, aunque secretos, como
Isaac Newton). Los nestorianos, discípulos de Nestorio, obispo
de Constantinopla en el siglo V, el cual opinaba que Cristo tenía
las dos naturalezas, la divina y la humana, pero que el profeta
Jesús únicamente contaba con la segunda de ellas y María era
por tanto sólo su madre, por lo que no debía llamársele Madre
de Dios. Y los jacobitas, seguidores de Jacobo, obispo de Edesa
(Siria) en el siglo VI, que estaba convencido de que Cristo era
Dios antes de la encarnación y totalmente hombre durante la
encarnación. La mayoría de las tribus cristianas árabes era
jacobita.
La religión que mayor influencia tuvo no obstante sobre
el islamismo fue, como dijimos antes, la mazdeísta; y eso a
pesar de que Mahoma no fue consciente de ello. En el Corán no
se menciona a Zoroastro como uno de los profetas anteriores a
Mahoma, ni se incluye el Zend Avesta entre los Libros Sagrados
anteriores a la revelación de Alá; sin embargo, la influencia del
mazdeísmo en el Islam es evidente, aunque sea indirectamente, a
través del judaísmo, el cristianismo y la doctrina de los magos
persas. Por esta razón, para poner en antecedentes al lector sobre
esta primera religión monoteísta, hoy prácticamente perdida, a
continuación haremos una breve sinopsis de la misma.
22
Mazdeísmo
El mazdeísmo fue la religión promulgada por Zoroastro,
quien reformó las antiguas creencias arias donde abundaban
divinidades de diferentes categorías, entre las cuales destacaba
Mitra. Este personaje, Zoroastro, está a caballo entre la historia
y la leyenda (como Moisés y Homero), nacido según unos hacia
el año 1200 a. C., o entre los años 660 y 583 a. C., según otros.
El francés Abraham Hyacinthe Anquetil-Duperron
descubrió el Zend Avesta, el libro que recoge los textos del
profeta Zoroastro, en el año 1771. En realidad son varios libros
sagrados escritos en zendo, que se supone fueron revelados por
el dios Ahura Mazda a su profeta Zoroastro. Gran parte del Zend
Avesta se compone de preguntas dirigidas por el profeta persa a
su dios sobre las materias en que desea instruirse, recibiendo
siempre de Ahura Mazda la respuesta deseada. Luego, Zoroastro
comunicó a sus discípulos el resultado de sus conversaciones
con la divinidad, cumpliendo así con su misión de enseñar a
todos los hombres la doctrina de Mazda. La mayor parte de estas
enseñanzas se conservaron al principio por tradición oral, pero
después fue puesta por escrito, y aunque es posible que esta
redacción la iniciara el propio Zoroastro, la mayor parte debió
ser realizada a lo largo de los años por sus sucesores, los
llamados Zaratustras. Una de las partes en que se divide el
Avesta, el Yasna, o Libro de la Ofrenda, fue considerada por
posteriores sacerdotes mazdeístas como la única realmente
revelada por Mazda a Zoroastro. En el Yasna se recogen los
gathas o revelaciones, cuyo origen se remonta entre los años
1500 y 900 a. C.
También han llegado hasta nosotros otros textos de
aquella religión: el Bundahish, o Libro de la Creación, en el que
se describe desde la creación del mundo hasta su fin
apocalíptico; y La visión de Arda Viraf, donde se describe una
visita al otro mundo, aún en vida, de un profeta, el cual cruzó el
23
puente de Chinvat (el puente del juicio) de la mano de dos
ángeles, quienes le enseñaron el cielo y el infierno, y le
mostraron la realidad de la resurrección de los muertos.
Aunque el mazdeísmo zoroástrico conservó cierto grado
panteísta, se construyó sobre un monoteísmo que reconocía a
Ahura Mazda (al que denominaron Ormuz en Occidente) como
el único y sumo hacedor de todo lo creado. Este principio
fundamental se complementaba con la existencia de Angra
Mainyu, o Arriman, el Espíritu Malo que se enfrentaba al
Espíritu Santo, que era Mazda. De las anteriores creencias arias,
Zoroastro sólo conservó un elemento: el culto al fuego, la más
pura manifestación de Ahura Mazda.
Según la doctrina zoroástrica, en el mundo se
contraponen dos grupos de poderes en una guerra sin descanso:
la lucha entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la luz y la
oscuridad, que durará doce mil años. En medio de esta batalla
cósmica entre Ahura Mazda y sus ángeles, contra Angra Mainyu
y sus demonios, se encuentra la humanidad, nacida de una
primera pareja creada por Mazda, a quienes infundó el alma a
través del aliento. Éstos le reconocieron como su verdadero
creador, pero Angra Mainyu sale del infierno donde está
condenado junto con sus demonios para tentar a las nuevas
criaturas, las cuales le veneran como su hacedor. Al mismo
tiempo que la idea de un mundo corrompido por el mal, aparece
aquí por vez primera el mito de la Caída del Hombre, cuya
redención tendrá lugar al final del plazo antes mencionado de
doce mil años. Una redención protagonizada por Zoroastro, el
cual anima a sus seguidores a tomar partido en esta lucha entre
la Luz y la Oscuridad. Como el resto de la creación, el hombre
está constituido de una mezcla del bien y del mal, pero tiene el
privilegio de poder escoger bando, entrando así en este conflicto
que dura desde el principio de los tiempos. Siguiendo su libre
albedrío, cada hombre y cada mujer tomará partido
voluntariamente en esta guerra, aunque naturalmente Zoroastro
24
predica el servicio a la Verdad y a la Luz. Para ello, el hombre
debe obedecer los mandamientos de la ley y del verdadero
orden, siendo su responsabilidad la de extender el imperio de
Mazda en la tierra (de ahí que el auténtico creyente deba
engendrar el mayor número posible de hijos). De sus actos
depende su suerte en el día del Juicio Final, cuando cruce el
puente Chinvat. Porque, al final de los doce mil años,
Saoshyant, “el Futuro Salvador”, “el Mesías del Mundo”,
descendiente de Zoroastro, llegará para culminar la victoria de la
Verdad sobre la Mentira. Entonces acaecerá la renovación del
mundo, el Frasho-Kerebi o Farshogard, en que todo será
reconstruido y purificado: es el fin del mundo apocalíptico que
luego sería heredado por los cristianos merced a san Juan. Según
el Bundahish, llegado ese momento, todas las almas, las de los
buenos y las de los malos, volverán a unirse con su cuerpo y la
humanidad entera se reunirá en una asamblea donde cada uno
verá sus buenas y malas obras. Las almas de los malvados
saldrán del infierno y serán purificadas con las llamas del fuego,
y las almas de los buenos se someterán a la misma prueba, pero
las llamas no les dañarán, ya que las atravesarán como un mar
de leche. Reinará a partir de entonces la perfección en el
universo, en el cual las almas serán provistas de cuerpos nuevos
y gozarán de una felicidad infinita.1
Como vemos, en esta religión mazdeísta aparecen por
primera vez conceptos y mitos que luego, a través en su mayor
parte del judaísmo y del cristianismo, serán retomados con
asombrosa similitud por parte del Islam. Así, en la religión
promulgada por Mahoma, reconoceremos a un dios creador
enfrentado a un antagonista; una jerarquía de ángeles y
demonios; una Creación, Caída y Redención del Hombre; un
profeta que advierte de la necesidad de que el hombre, desde su
libre albedrío (un tanto confuso, por cierto), tome partido en una
1
Cfr.Gerardo Muñoz Lorente, Los falsos fundamentos del cristianismo, 1999,
pp.42-47.
25