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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA
DE LA MÚSICA
COLEGIO LA INMACULADA. PP. FRANCISCANOS
TERCERO DE LA E.S.O.
Cartagena. Curso académico 2009/2010.
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INTRODUCCIÓN.
La Historia de la Música comenzó en el mismo instante en que el hombre
primitivo descubrió que podía cantar o producir sonidos golpeando unos
objetos contra otros o soplando a través de la cavidad de los huesos de los
animales. Pero no vamos a tratar aquí de estas tempranas manifestaciones
de la necesidad humana de la música. La Historia de la Música de nuestra
propia cultura occidental puede tratarse partiendo de las culturas en las que
la nuestra tuvo su origen: la judía, la griega, la romana. Sabemos por la
Biblia que la música ocupaba una parte muy importante en la vida del
pueblo judío. En la Biblia encontramos importantes referencias a los
instrumentos musicales, al canto, a los compositores – el rey David es uno
de los más célebres compositores judíos y los Salmos su obra más
destacada -. Lo mismo podemos decir de la importancia de la música en
Grecia y Roma, sobre todo en el teatro con sus Coros y en las
celebraciones, fueran religiosas o profanas, con la danza y el baile –
podemos recordar como fiestas características las Bacanales, celebradas en
honor de Baco o Dionysios.
Pero la Historia de la Música propiamente dicha comienza alrededor del
siglo VI cuando el repertorio tradicional del canto eclesiástico, que solía
transmitirse oralmente, empezó a ponerse por escrito y a codificarse. Luego
toda la música escrita en esta época – siglo VI – era música eclesiástica, ya
que los monjes de los monasterios eran casi las únicas personas que sabían
leer y escribir. Aunque no debemos ignorar que también la música existía
en las cortes y en los palacios de los nobles. Pero es con la música
eclesiástica con la que hemos de comenzar y la que necesitamos
comprender. La música procedente de las grandes catedrales góticas y de
los antiguos monasterios de Europa y conservada en los soberbios códices
miniados concebidos como lujosos regalos para Papas, reyes y príncipes.
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NOTA: El origen de las notas musicales, tal como han llegado hasta
nosotros, se atribuye al monje italiano Guido d´Arezzo (990-1050), quien
las tomó del principio de un himno latino en honor a San Juan Bautista
dejándolas establecidas como do, re, mi, fa, sol, la, si.
1. EL CANTO GREGORIANO.
La primera manifestación musical en la Iglesia medieval fue el canto llano,
conocido también como canto gregoriano por haber sido el Papa Gregorio
I (590-604) el que ordenó recopilarlos, clasificarlos y utilizarlos en todas
las iglesias de la Cristiandad. En todo el mundo cristiano, el elemento más
importante de la liturgia – conjunto de ritos sagrados que la Iglesia realiza
para la alabanza divina - era y es la Santa Misa, memoria sagrada de la
Última Cena del Señor. La Misa se celebraba en latín, lengua de las gentes
del Medioevo. Por eso, el canto gregoriano es todo en latín y hace
referencia a las distintas celebraciones litúrgicas de la Cristiandad:
Navidad, Semana Santa, Pascua de Resurrección, Pentecostés, Fiestas del
Señor, de la Virgen y de los Santos. El canto gregoriano fue tan venerado
como punto fijo de referencia musical, que ha llegado a constituir la base
de la mayor parte de la música religiosa que se compuso en Europa durante
los periodos medieval y renacentista.
AUDICIONES:
2. LA CANCIÓN PROFANA.
Junto al canto gregoriano, nos encontramos también en la Edad Media con
la llamada canción profana, cultivada por los juglares que viajaban por las
cortes feudales de Europa. Según las épocas y lugares, se les denominaba
de diferentes formas – goliardos, juglares, trovadores, bardos,
minnesinnger, meistersinnger, etc.-, pero todos tenían en común un mismo
cometido: ensalzar el amor cortés mediante la música y la letra. ¿Qué es el
amor cortés? Consiste en una concepción de la mujer como belleza
inalcanzable, a la que idolatraban y cantaban en sus canciones. Los más
conocidos de todos son los trovadores que florecieron principalmente en
Provenza (Sur de Francia) y que cantaban en lengua vernácula y no en
latín.
3. LA MÚSICA MEDIEVAL EN ESPAÑA.
La fama de la música provenzal llegó a España en el siglo XII,
concretamente a la corte castellano-leonesa, gracias al influjo de los monjes
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franceses. En dicha corte comenzaron a componerse obras en este estilo
musical. Entre ellas, la más importante es la colección de las Cantigas de
Santa María, compuestas por el rey Alfonso X el Sabio (1221-1284) en la
segunda mitad del siglo XIII. El tema de las Cantigas recoge una serie de
milagros realizados por la Virgen en honor de sus devotos. Sigue una
tradición religiosa de moda desde el siglo XI. Para componer esta obra, el
rey Alfonso el Sabio se sirvió de varias colecciones de milagros,
tradiciones orales y sucesos reales acaecidos en su corte. La finalidad de
estas colecciones era didáctica, es decir, ofrecer unos modelos de
comportamiento para la vida de los cristianos sirviéndose de los ejemplos
dados por los milagros. Entre ellos abundan los que tratan de la protección
de María para con los caballeros cristianos que luchaban contra los hijos de
la media luna o musulmanes.
AUDICIONES:
4. LA PRIMERA POLIFONÍA.
Tanto el gregoriano como la canción profana son música monofónica, es
decir, música de un solo sonido o de una sola línea melódica. La polifonía
es, por el contrario, la música compuesta por varias líneas melódicas o
varios sonidos o varias voces. La forma más importante de la polifonía es
el motete, composición musical, de carácter sagrado o profano, para varias
voces solas, es decir, sin acompañamiento de ningún instrumento, que
cantaban temas sagrados o profanos, según fueran de un tipo o de otro.
AUDICIONES:
5. LA MÚSICA EN EL RENACIMIENTO.
El periodo tradicionalmente conocido como Renacimiento se extiende
aproximadamente desde la mitad del siglo XV hasta los últimos años del
siglo XVI. Supuso una vuelta a los clásicos grecolatinos y a sus valores: de
ahí la idea de hacer renacer la civilización grecorromana. La base de este
movimiento estuvo en el humanismo, corriente que trató de poner el
hombre en el centro de todas las cosas, basándose en el principio de que el
hombre es la medida de todas las cosas. De aquí se derivan unas
consecuencias importantes para la música, pues esta ya no será
predominantemente religiosa, sino que se ocupará de temas humanos,
paganos, mitológicos, etc., como veremos más adelante. Otro factor
importantísimo para el desarrollo de la música fue la Reforma protestante
iniciada por Martín Lutero (1483-1566), quien consideraba la música como
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parte indispensable del culto divino. Lutero se dio cuenta de que la
participación de la gente sencilla en los cultos religiosos aumentaría si se le
permitiera participar en los servicios religiosos de una manera activa, en
vez de escuchar pasivamente el canto en latín como se hacía hasta
entonces. Además, ya en el siglo XV había desaparecido el latín como
lengua viva o hablada. Lutero estableció un repertorio de himnos o corales,
llamados así porque estaban concebidos para ser cantados a coro o en
coros por los fieles, e inspirados muchas veces en conocidos cantos
populares alemanes que resultaban familiares a sus seguidores. Introdujo
como lengua de dichos corales la lengua alemana, que era la que hablaban
sus seguidores, llamados luteranos o protestantes. La Reforma protestante
obligó a la Iglesia católica a reaccionar. Esta reacción se llamó
Contrarreforma. Su momento más importante fue durante la celebración
del Concilio de Trento (1545-1563). En dicho Concilio se tomaron medidas
para repristinar el canto eclesiástico. El resultado fue una música llena de
fervor, de contenido emocional y de sentimiento místico, como veremos al
tratar de la música renacentista en Italia y España. Por último, otro
elemento que contribuyó eficazmente a la propagación de la música y a su
desarrollo fue la invención de la imprenta a mediados del siglo XV. Gracias
a ella, se imprimieron muchos libros musicales. El impresor más famoso es
el veneciano Ottaviano Petrucci, quien, junto con sus discípulos,
imprimió música de todas las clases: polifonía religiosa y profana, música
instrumental, libros de himnos y colecciones de salmos. La primera música
impresa lo fue en el año de 1501, en Venecia, por el antedicho Ottaviano
Petrucci.
AUDICIONES:
6. LA MÚSICA ITALIANA DEL RENACIMIENTO.
Entre los compositores italianos de música religiosa en la época del
Concilio de Trento se encuentra Giovanni Pierluigi da Palestrina (ca.
1525-1594). Su música ha sido tradicionalmente reverenciada y
considerada como la cima de la polifonía del siglo XVI. Adoptó el nombre
del lugar donde nació, Palestrina, pequeña villa cerca de Roma, y su vida
entera estuvo dedicada al servicio de las iglesias más importantes de la
ciudad eterna: Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pedro del
Vaticano.
Palestrina debió su temprano éxito al obispo de su ciudad natal, el cardenal
Giovanni María del Monte, quien tras ser elegido Papa con el nombre de
Julio III, pidió al compositor que lo acompañara a Roma. Palestrina nunca
disfrutó del mismo favor al servicio de los Papas siguientes, mas parece
que siempre estuvo cómodamente situado a la cabeza de una u otra sección
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de la capilla papal. Con poco más de treinta años se había ganado una
extraordinaria reputación como compositor y director musical. Recibió por
ello numerosas ofertas para trabajar en otros lugares, por ejemplo, en Viena
y Mantua, pero no quiso abandonar nunca Roma. En la ciudad eterna fue
maestro de música de la Cappella Giulia, cantor de la Capilla Sixtina,
maestro de capilla en San Juan de Letrán y en santa María la Mayor, etc.
Contrajo matrimonio con Lucrecia Gori, a la que perdió, junto a varios
parientes, durante la epidemia de peste que azotó la ciudad de Roma entre
los años de 1572-1580. Contrajo segundas nupcias con Virginia Dormoli en
1581. Murió en Roma el 2 de febrero de 1594.
Compuso toda clase de música conocida hasta entonces: música vocal
sacra, música vocal profana, motetes, madrigales, himnos, etc. Pero su
composición más famosa es la Misa en honor del Papa Marcelo – Missa
Papae Marcelli – .
Otras dos figuras importantes del Renacimiento italiano son los venecianos
Andrea Gabrieli y su sobrino Giovanni Gabrieli. Andrea fue Maestro de
Capilla de la Basílica de San Marcos, centro religioso y musical de la
ciudad de los canales. Por las características arquitectónicas que ofrece la
Basílica, dividía a sus músicos y cantantes en grupos, situándolos en
diferentes galerías para que la música llegara al oyente desde distintas
direcciones. Esta técnica de los cori spezzati – coros partidos – no era
exclusiva de San Marcos de Venecia, pero allí se desarrolló especialmente
como respuesta al diseño de la misma, al amor veneciano por lo grandioso
y la genio de Andrea Gabrieli. Su sobrino Giovanni Gabrieli fue el
primero que utilizó la palabra concierto al publicar, en 1587, un volumen
con el título de Concerti y que contenía música religiosa, madrigales y
otras obras compuestas por él mismo y por su tío Andrea.
AUDICIONES:
7. LA MÚSICA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA.
Los cuatro pilares que sostienen el edificio de la música española del
Renacimiento son, sin menoscabo ni olvido de otros músicos menores,
Juan del Enzina, Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero y Tomás
Luis de Vitoria. El primer compositor español del Renacimiento a quien
conviene propiamente dicho título es a la figura de Juan del Enzina o de
la Encina (1468-1529). Fue nacido en Salamanca. Su padre era zapatero de
profesión y consiguió para varios de sus numerosos hijos que estudiaran
una carrera. Juan estudió leyes y latín en la Universidad salmantina.
Obtuvo después el cargo de director de espectáculos en la corte del Duque
de Alba. Completó posteriormente su formación musical en Italia, donde
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estuvo al servicio papal. Se ordenó sacerdote, peregrinó a Jerusalén y fijó
finalmente su residencia en León, donde murió. Sus restos descansan en el
coro de la catedral de Salamanca. Juan del Enzina es un prototipo de
hombre renacentista: músico, poeta, escritor, autor teatral, con influjo
posterior muy grande que llegó hasta Lope de Vega. Como músico, que es
lo que nos interesa, compuso obras polifónicas de dos clases: villancicos y
romances.
Cristóbal de Morales (ca. 1500-1553) es el más destacado compositor
español de comienzos del siglo XVI. Su estancia en Roma durante diez
años (desde 1535 a 1545) le granjearon el respeto y la fama de sus
contemporáneos. Fue también miembro musical de la capilla papal. De
entre sus composiciones destacamos sus motetes, como el Emendemus in
melius (Enmendémonos para mejor), de carácter penitencial, compuesto
para el miércoles de ceniza.
Francisco Guerrero (1528-1599), también célebre compositor de
polifonía sacra, trabajó en diversas ciudades españolas hasta que se trasladó
a Roma en 1574. Su obra, como la de Morales, se compone de motetes
sagrados, entre los que destacamos el que sirve de alabanza a la Eucaristía
y que lleva por título Pan divino, gracioso, sacrosanto...
Pero el compositor renacentista español más importante de todo el siglo
XVI fue Tomás Luis de Victoria o de Vitoria (ca. 1548-1611). Fue
también el compositor más importante de la escuela romana después de
Palestrina. Nació en Ávila, de niño cantó en el coro de la catedral abulense
y, cuando mudó la voz, fue a Roma a estudiar en el Colegio Germánico,
una institución de los jesuitas fundada por San Ignacio de Loyola.
Permaneció en la ciudad eterna cerca de 20 años, desempeñando cargos en
varias iglesias e instituciones religiosas. Ordenado sacerdote, regresó a
España, estableciéndose en Madrid, primero como compositor y organista
de la emperatriz María, para cuyos funerales escribió una famosísima Misa
de requiem. Acabó sus días retirado de la corte como capellán de un
convento. Sus composiciones son exclusivamente sacras. Por el aire que
respiran de misticismo, fervor y religiosidad, algunos críticos consideran su
obra como el más fiel reflejo del ambiente de la Contrarreforma en España.
Compuso Misas, 18 composiciones del Magnificat, Pasiones,
Responsorios, Lamentaciones y unos 50 Motetes, cuyos dos más famosos
son el Ave Maria y el O vos omnes, ambos en honor de la Virgen.
AUDICIONES:
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SEGUNDA PARTE: LA MÚSICA BARROCA
INTRODUCCIÓN. Páginas 108-116 del libro.
Se entiende por época barroca el periodo comprendido entre 1600 y 1750
aproximadamente, y, en la Historia de la Música, el periodo que comienza
con Monteverdi y finaliza con las grandes figuras de Bach y Haendel.
Las características que presenta la música barroca frente a la del
Renacimiento son radicalmente distintas. La suave polifonía renacentista,
marcada por el paso unísono de las voces, fueran éstas tres, cuatro o cinco,
contrasta con la nueva música barroca. Esta se distingue de la música
renacentista por las siguientes características:
- El contraste, que consiste en la oposición fuerte/suave o piano, presto o
rápido/lento, sólo/tutti o todos.
- Presencia constante del continuo, que solía ser normalmente un clave o
un órgano. La misión del continuo consistía en aportar al conjunto de la
composición el ritmo y la armonía necesarios. (Algo semejante a lo que
en la música moderna desempeña la batería).
- Abandono de la polifonía y predominio de los instrumentos. Es decir,
no se concibe ya la música como armonía de voces, sino que se
acompañan las voces con instrumentos.
- Cultivo del concierto, consistente en una composición musical dividida
en tres partes – allegro, lento o adagio, presto - para instrumentos solos.
- Creación de nuevas formas musicales desconocidas hasta entonces,
como la ópera, oratorios, cantatas, etc., que veremos más adelante.
- Concepción del órgano como instrumento solista, principalmente en el
centro y norte de Europa, sobre todo en las regiones que estaban bajo el
influjo de la Reforma protestante.
- Importancia de los Mecenazgos o patrocinadores de la música (algo
parecido a los modernos sponsor). La rivalidad por acoger a los mejores
artistas era proverbial entre las cortes, las ciudades, los Papas, los
obispos, etc. Algo de esto veremos más adelante al tratar de la vida de
Bach, Haendel y otros compositores.
AUDICIONES:
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1. MONTEVERDI Y LOS ORÍGENES DE LA ÓPERA.
Una de las primeras creaciones del Barroco fue la ópera y, aunque las
primeras óperas fueron escritas por Peri y Caccini, el verdadero creador de
la misma fue el italiano Claudio Monteverdi. Nacido en Cremona el 15 de
mayo de 1567, ciudad de la región de Lombardía, en el norte de Italia, y
principal centro del mundo en la fabricación de violines, entre los que
destacan los Stradivarius, verdaderas joyas instrumentales, desempeñó el
oficio de instrumentista y, posteriormente, el de Maestro de Capilla en la
corte de los Gonzaga de Mantua (Italia), cargos que ocupó desde 1591
hasta 1608 en que abandonó la corte a causa de una depresión por la muerte
de su esposa Claudia. El año de 1607 fue de capital importancia para su
vida: escribió y representó en Mantua su ópera Orfeo. El argumento de la
misma se basa en el mito griego clásico de Orfeo y Eurídice (Explicación).
El Orfeo de Monteverdi no es sólo la ópera más antigua, sino la más
representada hasta hoy en día en todos los teatros de ópera del mundo. A
ella le seguirán otras dos óperas más, El retorno de Ulises a la patria y La
coronación de Popea, basadas también en temas clásicos.
Tras unos años en su ciudad natal de Cremona, tratando de curarse de la
depresión antedicha, obtuvo el cargo de Maestro de Capilla de la Basílica
de San Marcos de Venecia. Allí publicó sus dos últimos libros de
Madrigales (el séptimo y el octavo) y prosiguió componiendo óperas. En
1630-1631 la peste se adueñó de Venecia obligándole a abandonar sus
actividades musicales. Al año siguiente, en 1632, tomó los hábitos como
religioso. Murió en Venecia el 29 de noviembre de 1643.
AUDICIONES:
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2. OTROS COMPOSITORES BARROCOS ITALIANOS.
Girolamo Frescobaldi. Fue considerado “un gigante entre los organistas”.
Desde 1608 hasta su muerte en 1643 desempeñó el oficio de organista en la
Basílica de San Pedro de Roma, donde transcurrió toda su vida. Tuvo una
reputación sin igual. Por su habilidad y agilidad de ejecutante mereció
todos los elogios además de ser considerado modelo para los compositores
e intérpretes de su tiempo.
Cavalli. Considerado el sucesor natural de Monteverdi, de quien fue
discípulo en la Basílica de San Marcos de Venecia y a quien sucedió en el
mismo cargo, llegó a ser el compositor de ópera más destacado de Venecia
y de Italia. Milán, Florencia, Nápoles y otras ciudades se disputaban la
representación de sus obras. Fue incluso invitado a Francia para montar
óperas en París con motivo de las bodas de Luis XIV.
Carissimi. Nacido en Roma, fue primero cantor del coro infantil y luego
organista de la catedral de Tívoli, a las afueras de Roma. Siendo Maestro
de Capilla del Colegio Jesuita, comenzó a componer oratorios para ser
representados ante la comunidad del Oratorio de la Santa Cruz. Dichos
oratorios relatan historias bíblicas, por ejemplo las de Jefté y el Juicio de
Salomón, con un cantante distinto desempeñando el papel de cada
personaje y un narrador para contar la historia. La importancia de
Caríssimi radica en haber aplicado los nuevos métodos barrocos al
oratorio y por haber hecho de él un género dramático que podía ser
representado tanto en los teatros como en las iglesias. Su influencia fue
grande y duradera, extendiéndose tanto a Alemania como a Francia (donde
Charpentier fue probablemente alumno suyo) e Inglaterra, en donde,
posteriormente, Haendel imitaría sus técnicas.
AUDICIONES:
3. LA MÚSICA BARROCA EN CENTROEUROPA.
Heinrich Schütz (1585-1672). Si hay en Europa un compositor
comparable a Monteverdi, éste es el alemán Heinrich Schütz. Nació en
Sajonia en 1585 y era hijo de un posadero. Cuando tenía 13 años, el
landgrave Moritz, gobernante de Hesse-Kassel, se hospedó en su casa y,
oyendo cantar al niño, le pidió al padre que se lo dejara para llevárselo al
coro de su corte de Kassel; posteriormente Schütz estudió leyes en la
universidad y luego su mecenas le brindó la oportunidad de marchar a Italia
para estudiar con Giovanni Gabrieli. Allí fue en 1609, llegando a ser el
discípulo predilecto de Gabrieli, quien, antes de morir, le dejó como
recuerdo su anillo de oro de desposado.
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Regresó a Alemania en 1613 y trabajó al principio en la corte de su
protector, en Kassel. Éste lo “prestó” después al más poderoso gobernante
de Sajonia, el Elector Johann Georg de Dresde donde recibió el
nombramiento de Kapellmeister – Maestro de Capilla -. Su trabajo
consistía en componer música para las principales ceremonias de la corte,
fueran religiosas o profanas, y en supervisar la labor musical de la corte
más poderosa de la Alemania protestante.
En Dresde permaneció el resto de su vida, aunque pasó algunas temporadas
fuera: Venecia, Copenhague y otras cortes alemanas. Su vida, sin embargo,
no fue feliz. En el terreno personal perdió a su mujer después de seis años
de matrimonio y sus dos hijas murieron antes que él. En el ámbito
profesional encontró graves dificultades debido al empobrecimiento de la
corte de Dresde por la Guerra de los Treinta Años; muchos músicos fueron
despedidos, y los que quedaron no recibían paga alguna, por lo que apenas
podían malvivir e ir tirando. Intentó establecerse en Dinamarca, pero el
Elector no accedió a sus deseos de marchar. Sus condiciones de trabajo
resultaban lamentables, por lo que intentó una y otra vez retirarse, cosa que
no consiguió hasta los 70 años. En 1670 encargó a uno de sus discípulos un
motete para su propio funeral, cosa que harían posteriormente Bach y
Mozart. Murió dos años después, en 1672.
La importancia musical de Schütz se debe a haber sido el compositor de las
dos primeras óperas alemanas: Dafne y Orfeo, ambas perdidas hoy.
Compuso también salmos, motetes, sinfonías sacras, pequeños conciertos
sacros y creó obras para las festividades religiosas mayores, como
composiciones sobre la Navidad y la Pasión.
Dietrich Buxtehude (ca. 1637-1707) es el más completo compositor de
música para teclado, órgano sobre todo. Trabajó en el norte de Alemania,
aunque él mismo se consideraba danés por sus ocho años de organista en
Helsingor (el Elsinore del Hamlet de Shakespeare). Fue también organista
de la iglesia de Santa María, en la ciudad alemana de Lübeck. Allí puso de
moda la antigua costumbre de dar conciertos públicos en la iglesia, los
famosos Abendmusik, “música vespertina”. Cuando Bach estaba en
Arnstadt recorría muchas millas a pie para escuchar algunos de ellos, y en
particular los de Buxtehude al órgano.
Johann Pachelbel (1653-1706), conocido como autor del famosísimo
Canon, fue también un renombrado organista. Con sus composiciones
corales para dicho instrumento ejerció una considerable influencia en la
música posterior, sobre todo en Juan Sebastián Bach, cuya ciudad natal de
Eisenach visitó Pachelbel poco tiempo antes de nacer Bach.
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3. LA MÚSICA BARROCA EN INGLATERRA.
Henry Purcell (1659-1695) pertenece a esa escasa estirpe de compositores
de gran talento, como Mozart y Schubert, que desarrollaron su arte
rápidamente y murieron muy jóvenes. Con sus breves 36 años de vida sigue
siendo el más grande compositor inglés de todos los tiempos. Se formó
primero como cantor de la Capilla Real de Londres; a los 8 años compuso
su primera obra, a los 15 fue encargado de afinar el órgano de la Abadía de
Westminster, a los 18 fue compositor de la Banda Real, y a los 20 ocupó el
cargo de organista de Westminster.
Compuso obras de todo género, entre las que destacan su ópera Dido y
Eneas, Antífonas sacras para los divinos oficios, Música de cámara,
teatral, piezas para teclado, canciones, etc.
AUDICIONES:
4. LA MÚSICA BARROCA EN FRANCIA.
Las conexiones entre Francia e Italia fueron muy fuertes históricamente.
Dos reyes franceses habían desposado a dos damas italianas de la
nobilísima familia de los Médici florentinos, llevando consigo a París
muchos artistas italianos. Esto hizo que la música italiana cautivara
rápidamente el gusto francés. Precisamente fue un italiano el que llevó a
cabo esta tarea: Giovanni Battista Lully.
Jean-Baptiste Lully (Florencia 1632-París 1687). Era hijo de un molinero
florentino; sin haber cumplido los 14 años marchó a Francia para trabajar
como servidor de una dama de la corte. Allí adaptó su nombre italiano al
francés, siendo conocido desde entonces como Jean Baptiste Lully. Llegó
a ser un habilidoso violinista, guitarrista, clavecinista y bailarín. Y fueron
sus dotes para esta última actividad artística las que le llevaron a
relacionarse con el joven rey Luis XIV. Su fama se propagó rápidamente,
ascendiendo de un puesto a otro hasta llegar a ser músico de la familia real.
Aunque en honor a la verdad conviene decir que Lully alcanzó su alta
posición debido más a su astuta manipulación – como buen italiano - que a
sus habilidades musicales. Su absolutismo musical era parejo al
absolutismo político de su rey. Entre sus composiciones destacamos las
escritas para Ballet, Motetes, Óperas, Música coral sacra, Sonatas, etc.
Marc-Antoine Charpentier (ca. 1648-1704), que estudió en Italia, llevó a
Francia el estilo del oratorio dramático y compuso numerosas Misas,
Motetes y otras obras religiosas, entre las que destaca su famosísimo Te
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Deum, uno de cuyos movimientos ha sido elegido como sintonía musical
para las conexiones televisivas de Eurovisión.
François Couperin (1668-1733). Nació en París de una familia de
organistas y clavecinistas. Cuando tenía 25 años ocupó el cargo de
organista real. Como compositor destacó sobre todo en creaciones para
clavecín, además de componer para órgano, música de cámara y música
vocal sacra.
Jean Philippe Rameau (1683-1764). Nacido en Dijon, la capital de
Borgoña, comenzó de joven su carrera de organista y teórico musical,
ocupando cargos en diversas ciudades, entre ellas París, donde adquirió
fama de pensador original y polémico. Se preocupó más de las teorías
musicales que de la composición. No obstante, nos ha dejado óperas, entre
las que destacan Las Indias galantes y Cástor y Pólux; también música
para teclado, de cámara, motetes y cantatas.
TERCERA PARTE. LOS GRANDES COMPOSITORES
BARROCOS
ANTONIO VIVALDI - JOHANN SEBASTIAN BACH - GEORG FRIEDRICH HAENDEL
ANTONIO VIVALDI
1.- VIDA. Nació en Venecia en 1678 y murió en Viena en 1741. Hijo de
Giovanni Battista Vivaldi y de Camilla Galicchio. Los orígenes de su
familia hay que buscarlos en Brescia. Entre los antecesores del músico
abundaron los marinos - de ahí que acabaran asentándose en Venecia - y
también los galeotes, piratas y bandidos. Toda la familia Vivaldi, por parte
paterna, tenía el pelo rojo (en italiano rosso) o azafranado, por lo que se les
conocía por el apodo de los Rossi (los Rojos). Por eso Vivaldi, siendo ya
sacerdote y músico célebre, era conocido como il prete rosso = el cura rojo
debido al color de su pelo.
De su padre, consumado violinista, heredó el amor a la música. Desempeñó
las tareas de Maestro de Capilla del famosísimo Ospedale della Pietà=
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Hospital de la Piedad. Era dicho hospital una institución benéfica donde se
acogía a los niños expósitos, se les educaba y se les enseñaba música como
un medio para ganarse la vida cuando fueran mayores. Con estos niños
desarrolló Vivaldi toda su actividad musical, ya que eran músicos
consumados hasta el punto de ser conocidos más por el instrumento que
tocaban que por su nombre propio.
Toda su vida la pasó en Venecia, excepción hecha de una breve estancia en
Ferrara, de la que le quedó un amargo recuerdo, ya que aquí le acusaron de
dedicarse por entero a la música y olvidarse de sus obligaciones
sacerdotales, como por ejemplo el no celebrar misa. Así que volvió a
Venecia y allí siguió viviendo.
Ganó enormes sumas de dinero con sus composiciones, pero las gastaba
con la misma facilidad con que las ganaba - obras de caridad, empresario
musical, fiestas, etc. -, llegando a verse en la pobreza más absoluta al final
de sus días venecianos.
Marchó a Austria en busca de fortuna a principios del año 1741 y se instaló
en Viena, la capital, donde triunfó ante el emperador Carlos VI. Pero la
pobreza de la que no pudo o no supo salir, su crónica enfermedad de asma
y el abandono en que se vio le llevaron a la muerte. Murió en Viena el 28
de julio de 1741 en medio de la más absoluta pobreza, en casa de la familia
Satler, unos amigos que lo habían acogido por caridad al ver la pobreza y la
miseria en que estaba sumido.
2.- OBRAS. La obra de Vivaldi es ingente en calidad y en cantidad.
Compuso cientos de obras instrumentales, siendo el Concerto la más
característica de sus composiciones. Las características del Concerto
vivaldiano son: división en tres partes, normalmente repartidas en un inicio
o Allegro, seguido de un Adagio o lento, para acabar con un Vivace o
rápido moviento al final.
Entre sus composiciones más destacadas, conviene recordar L’Estro
armonico, que agrupa 12 conciertos para diversas combinaciones de
instrumentos de cuerda; La Stravaganza, publicados cuatro años después
de L’Estro y que contiene otros 12 conciertos para orquesta de cuerda.
Aunque su obra más divulgada ha sido Il cimento dell’armonia e
dell’invenzione = El cimiento o fundamento de la armonía y de la
invención, donde se encuentran los cuatro conciertos dedicados a las
estaciones del año, es decir, Le quattro stagioni. En todo el conjunto de Il
cimento Vivaldi recurre a la imitación de la naturaleza, creando una música
descriptiva inspirada en textos literarios que le han merecido una fama
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inmortal. Las Cuatro estaciones son una descripción de escenas de la
naturaleza y de las actividades humanas en cada una de las estaciones del
año: Primavera, Verano, Otoño e Invierno que veremos más detenidamente
en las páginas siguientes.
Compuso también infinidad de obras de carácter religioso: Misas, corales,
cantos, etc. De esta ingente producción destacamos su Magnificat - canto
de acción de gracias a Dios que la Virgen María entonó cuando fue a visitar
a su prima santa Isabel, la madre de san Juan Bautista, poco después de
recibir el anuncio de que iba a ser madre de Jesús por boca del arcángel san
Gabriel, tal como nos lo cuenta el evangelista san Lucas -, un Te Deum himno de alabanza a Dios -, una Salve Regina - la oración cristiana de la
Salve -, y su más famoso oratorio Juditha triumphans - Judit triunfante,
sobre la famosa heroína bíblica Judit y su triunfo sobre Holofernes.
Compuso también óperas, obras orquestales, música de cámara, obras
vocales y corales - Misas, Salmos, Motetes, Oratorios, etc -, que han hecho
de Vivaldi uno de los músicos más prolíficos y fecundos de todos los
tiempos.
AUDICIONES:
JOHANN SEBASTIAN BACH
1.- VIDA. El más grande músico, junto con Wolfgang Amadeus Mozart, de
todos los tiempos, nació en Eisenach, pequeña ciudad de la región alemana
de Turingia, el 21 de marzo de 1685 y fue bautizado dos días después en la
iglesia de san Jorge, la histórica y famosa Georgenkirche. Eisenach es una
ciudad con profundas raíces y tradiciones históricas, políticas y culturales.
Baste recordar, como celebración, sus torneos poéticos y musicales de la
Edad Media, los célebres Sängerkrigen de los Minnesänger = Los Maestros
Cantores, uno de los cuales fue cantado por Wagner en su Tannhäuser;
como acontecimiento político, recordamos las nupcias de santa Isabel de
Hungría, quien, en la misma Georgenkirche donde fue bautizado Bach, se
había desposado en 1221 con el landgrave de Turingia Ludwig IV e,
igualmente como hecho político, conviene recordar la constitución como
ducado independiente de la ciudad de Eisenach tras la desmembración del
ducado de Weimar. La pequeña ciudad estaba dominada por un imponente
castillo medieval, alzado en la más alta de las colinas que la rodean; y muy
cerca de ella se encuentra el famosísimo castillo de Wartburg, el que fue
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testigo de la vida penitencial y caritativa de santa Isabel de Hungría y de
los torneos de Tannhäuser
Pero para las personas profundamente religiosas, como Bach y toda su
familia, la ciudad tenía otras características más importantes: Eisenach
estaba íntimamente ligada a Lutero y su reforma religiosa, el luteranismo o
protestantismo. En Eisenach había estudiado Lutero, en la escuela de latín
anexa a la Georgenkirchen, entre 1498 y 1501; en Eisenach se había
refugiado en mayo de 1521 después de la gravísima ruptura de la Dieta de
Worms a raíz de su cuestión de la autoridad de la Sagrada Escritura; en
Eisenach predicó Lutero el 3 de mayo de 1521, violando la expresa
prohibición del emperador Carlos V o Carlos I de España, con lo que se
metió en un camino sin posibilidad de retorno: el de la Reforma luterana;
en Eisenach, concretamente en su castillo, se dedicó Lutero, entre 1521 y
1522, a la traducción de la Biblia al alemán y a la formación de los cantos
de la Reforma, la nueva música religiosa, que alcanzaría su máxima
perfección en Bach; finalmente, muy cerca de Eisenach, en el histórico
castillo de Wartburg, Lutero se despojó de su hábito de religioso agustino,
rompiendo así definitivamente con la Iglesia católica.
Con respecto a su vida, conviene decir que Bach pertenecía a la más
formidable estirpe de músicos que jamás haya existido. Una familia tan
numerosa, con tantas ramificaciones y repeticiones de nombres, hasta el
punto de que los especialistas han tenido que dar un número correlativo a
sus miembros para poder aclararse en esta intrincada red.
Fue el octavo hijo del matrimonio formado por Johann Ambrosius Bach y
María Elisabeth Lämmerhirt. Nació el 21 de marzo de 1685 en el actual
número 5 de la calle Luthergasse. En casa de los Bach se respiraba una
profunda fe religiosa, una piedad intensa y un gran amor por la música.
Poco antes de nacer Johann Sebastian, su ciudad natal había vivido una
experiencia que dejó profunda huella en el ambiente musical de la ciudad y
que influiría grandemente en nuestro músico: Eisenach había hospedado a
Johann Pachelbel (1635-1706), el autor del famosísimo Canon.
Bach fue inscrito en la Lateinschule = Escuela de Latín, en la que
estudiaban niños cuyos padres deseaban para ellos una formación superior;
los demás iban a la Deutschschule = Escuela de Alemán. El director de la
Escuela de Latín era el Kantor de la Georgenkirche, que por aquellos años
era Andreas Christian Dedekind. Entre las obligaciones de los alumnos
estaba la de cantar en las funciones litúrgicas de los domingos y fiestas en
dicha iglesia. Aparte, claro está, del horario de estudios, que era muy
dilatado.
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Del párrafo anterior se deduce que Bach tuvo una doble formación musical:
en la escuela, bajo la dirección del Kantor y, en casa, con las enseñanzas de
su padre Joahnn Ambrosius y de su tío Johann Christoph. De su padre
aprendió el arte del violín, en el que muy pronto sobresaldría; de su tío
aprendió a tocar y amar el órgano, a conocer y apreciar la música de
Frescobaldi y sobre todo la de Pachelbel.
Cuando Bach acababa de cumplir los nueve años murió su madre. De los
ocho hermanos que fueron ya habían muerto cuatro, ya que la mortalidad
infantil era entonces cosa harto frecuente; el mayor de los vivos, Johann
Christoph estaba ya colocado; los tres restantes - María Salomé, Johann
Jacob y Johann Sebastian - vivían en la casa paterna. Ante la necesidad de
dar una madre a los dos pequeños, Johann Ambrosius optó por contraer
nuevo matrimonio seis meses después de quedar viudo. Y lo hizo con
Bárbara Margaretha Keul, viuda y con una hija, Christiana María, de nueve
años. Pero a los tres meses de la celebración de este matrimonio, el 20 de
febrero de 1695, murió el padre de los Bach, Johann Ambrosius, dejando a
la familia en una situación crítica. Pero el hermano mayor de los Bach,
Johann Christoph, que había sido alumno de Pachelbel en Erfurt y ahora
era organista de la Michaeliskirche = Iglesia de San Miguel de Ohrdruf, se
hizo cargo de los dos hermanos menores y se convirtió en un segundo
padre para Johann Sebastian. Allí permaneció hasta que acabó sus estudios
en 1700 - equivalentes a nuestro bachillerato -, aprendiendo de su hermano
los secretos del órgano y cantando en el coro de la iglesia.
LUNEBURGO.- Marchó después a Luneburgo - Lüneburg - a
perfeccionar sus conocimientos de órgano, dando origen a sus primeras
composiciones para órgano: Corales sobre todo. Aquí obtuvo un puesto
como violinista ocasional en la corte de los duques de Lüneburg,
familiarizándose con el estilo francés de las suites, ouvertures, etc., y en el
que luego escribiría sus magistrales composiciones de Köthen.
WEIMAR.- Pasó posteriormente a lo que sería su primera etapa en
Weimar, donde trabajó como violinista en la corte del duque de Weimar,
pero su vocación no era la de ser un simple violinista, por lo que pronto
abandonó la corte y marchó a Arnstadt en busca de una plaza de organista
en la Neukirche = Iglesia Nueva.
ARNSTADT.- En este oficio lo encontramos en 1703 y aquí duró hasta
1706, en el que unos problemas burocráticos con el ayuntamiento de la
ciudad le obligaron a abandonarla.
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MÜHLHAUSEN.- Pasó posteriormente - en 1706 - a Mühlhausen, como
organista de la parroquia de san Blas, una de las dos iglesias que había en
la ciudad. La otra era la Marienkirche = Iglesia de la Virgen María. Aquí
encontró trabajo, un sueldo altísimo para lo que se ganaba en su tiempo y,
sobre todo, el amor de su prima María Bárbara, con la que contrajo
matrimonio en 1707. La felicidad de su hogar se vino abajo por una disputa
entre los dos pastores de ambas iglesias, disputa que dividió a la población,
y que hizo que Bach tuviera que abandonar su cargo y la ciudad al tomar
partido por el pastor de la Marienkirche, rival de su superior de san Blas.
WEIMAR (2ª etapa). En 1708 marcha de nuevo desde Mühlhausen a
Weimar, donde el duque Wilhelm Ernst - Guillermo Ernesto - le ofreció el
doble cargo de Hoforganist = Maestro de Órgano y Kammermusicus =
Director de la música de cámara o Maestro de la orquesta de cámara de
palacio. Empieza así su segunda etapa de Weimar. Aquí permanecería
hasta 1717, aquí le nacieron sus cinco primeros hijos - de los veinte que
tuvo en sus dos matrimonios - y aquí vieron la luz sus primeras Cantatas,
obras que seguiría componiendo a lo largo de su vida.
Las dificultades que surgieron entre la profunda fe luterana de Bach y el
pietismo extravagante del duque hicieron que Bach, sin consultar con el
duque, se buscara otro lugar donde desempeñar su trabajo musical. Al
enterarse el duque de que quería macharse, le negó el permiso de salida de
sus territorios y lo metió en la cárcel. La prisión duró cuatro semanas hasta
que, con ánimo enojado, el duque le concedió licencia para marcharse, cosa
que hizo en el año de 1717.
KÖTHEN.- En Köthen, Bach y su familia percibían un sueldo muy
superior al de Weimar, lo que les sirvió para llevar una vida casi
principesca al no faltarles de nada. Tenía casa, buen sueldo, el trabajo que
le gustaba, etc., ¿qué más podía pedir? Aquí pasó Bach una de las etapas
más felices de su existencia, hasta el punto de querer vivir en Köthen el
resto de sus días. También aquí se encontró con un príncipe, Leopoldo, y
una corte amantes de la música profana, pero enemigos de cualquier clase
de música sagrada. ¿Por qué motivos? La corte de Köthen había abrazado
la fe calvinista, aunque el pueblo seguía siendo luterano. La fe calvinista
prohibía los cantos y la música en las celebraciones sagradas. Así que Bach
se encontró con una tarea hasta ahora desconocida para él: la de componer
e interpretar música profana, dejando de lado la música religiosa. Esta sería
la causa principal de que, tras unos años felicísimos en Köthen, Bach
comenzara a sentirse insatisfecho, ya que por su profunda religiosidad, por
su formación musical y quizá por su mismo temperamento, era, y se sentía,
músico de iglesia y organista por encima de todo. No obstante, aquí
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brotaron algunas de sus mejores obras profanas, entre ellas sus seis
Conciertos de Brandeburgo, Música de cámara para instrumentos
solistas, Sonatas varias, Conciertos para violín, las dos Suites
instrumentales: Suite francesa y Suite inglesa y, sobre todo, su Música
para clave, destacando, en este apartado, las tres grandes colecciones
didácticas, de las cuales señalamos El clave bien temperado y El pequeño
libro para Ana Magdalena Bach. ¿Quién era esta Ana Magdalena?
ANA MAGDALENA BACH.- Fue su segunda esposa, ya que el 7 de julio
de 1720 había fallecido su prima y primera esposa María Bárbara, de la que
tuvo siete hijos. Al morir María Bárbara, Bach se quedó con cuatro niños
pequeños: la mayor tenía 12 años y el más pequeño no llegaba a los 5. Por
eso, a pesar del dolor por el tránsito de su primera esposa, pensó en buscar
una nueva ‘madre’ para sus hijos y un apoyo para él mismo en la vida.
Johann Sebastian y Ana Magdalena se prometieron en septiembre de 1721,
contrayendo matrimonio unos meses después, el 3 de diciembre del mismo
año, en la casa que Bach tenía en Köthen con el fin de evitar conflictos
entre las dos iglesias de la ciudad, la luterana y la calvinista.
Como dijimos anteriormente, Bach echaba de menos en Köthen la música
religiosa, a pesar de las ventajas materiales que le ofrecía la corte. La
ocasión de encontrar un lugar propicio para su vocación de organista y
compositor religioso se le presentó Bach al quedar vacante el puesto de
Kantor de la iglesia de santo Tomás de Leipzig - la Thomaskirche -, por la
muerte de su titular Johann Kuhnau. El Ayuntamiento de la ciudad sacó a
concurso la plaza vacante. A esta convocatoria se presentaron siete
aspirantes, entre ellos Telemann, quien fue el elegido. Pero Telemann
renunció a la plaza. Esto obligó a las autoridades de Leipzig a hacer una
nueva convocatoria en la que, con algún que otro problema y ciertas
dificultades, la plaza fue otorgada a Bach.
LA IGLESIA DE SANTO TOMÁS (THOMASKIRCHE) DE
LEIPZIG.- El 5 de mayo de 1723 se le comunica a Bach el nombramiento
como Kantor de la Iglesia de santo Tomás de Leipzig, tomando posesión el
15 del mismo mes. La iglesia, del siglo XIII, formaba parte del antiguo
convento de los padres Agustinos. A raíz de la Reforma luterana, el
Ayuntamiento de la ciudad se incautó del convento, de la iglesia y demás
edificios anejos, entre ellos una escuela privada regida por los Agustinos, la
famosísima Thomasschule. Lo mismo pasó con la iglesia de san Nicolás.
Ambas iglesias, la de santo Tomás y la de san Nicolás, eran las más
importantes de Leipzig en la época de Bach.
Las obligaciones de Bach como Kantor eran de dos tipos: enseñar a los
alumnos de la Thomasschule y componer y dirigir la música en las iglesias
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de santo Tomás y san Nicolás. El sueldo era muy superior al de Köthen,
aunque en la práctica parecía menor, ya que la vida en una gran ciudad
como Leipzig era mucho más cara que en la pequeña Köthen. Sin embargo,
Bach contaba con otras entradas de dinero por la asistencia a bautizos,
bodas, funerales, música en la universidad, colectas para la escuela, etc.
Además, poseía casa gratis. De aquí que no sólo viviera desahogadamente a
pesar de su numerosísima familia - había tenido trece hijos más de su
matrimonio con Ana Magdalena, aunque de los veinte nacidos sólo
sobrevivieron doce -, sino que, a su muerte, dejó a sus hijos una herencia
bastante copiosa.
Debido a su edad avanzada, tuvo algunos problemas con los niños de la
Thomasschule, a los que tenía que enseñar música, latín y el catecismo. Los
alumnos, bastante desinteresados en aprender dichas materias, le apodaban
“la vieja peluca” o simplemente “el peluca”, lo que provocaba la irritación
y la desesperación en el maestro. Pero por encima de todo estaban las
alegrías que Bach encontraba en su propia casa, con su familia, en la
composición y dirección musical para la iglesia de santo Tomás. Eran
numerosísimos los músicos que iban a visitarle, para quienes las puertas de
su casa estaban siempre abiertas y la mesa preparada. De todas las cortes
solicitaban su presencia. El rey de Polonia lo nombró compositor de corte.
El embajador ruso, Kayserling, le pidió una composición para combatir el
insomnio de su protegido Teófilo Goldberg, naciendo así las famosísimas
Variaciones Goldberg. Federico el Grande de Prusia lo invitó a Berlín,
donde fue objeto de los más grandes honores. En suma, estaba en la
cúspide de su fama. Todos querían escuchar a Bach, tenerlo a su vera,
invitarlo a inspeccionar o inaugurar órganos: ciudades, nobles, príncipes,
reyes, etc. Bach no sólo vivió en Leipzig la mitad de su vida creadora, sino
que allí produjo lo mejor de su obra. A esta etapa pertenecen obras claves
como las dos Pasiones: La Pasión según san Juan y la Pasión según san
Mateo; también el Magnificat, el Oratorio de Navidad, la Misa en si
menor, el Concerto italiano, las ya nombradas Variaciones Goldberg,
además de obras para órgano, entre las que se encuentran las conocidísimas
Tocatas y fugas, destacando por su celebridad la Tocata y fuga en re
menor.
DECADENCIA Y MUERTE.- Sin embargo, tanta felicidad se vio
turbada por una enfermedad progresiva de la vista que le llevaron a la
ceguera total. Creyendo que podía curarse de la misma - parece que se
trataba de unas cataratas muy avanzadas - se puso en manos del famoso
cirujano inglés Jhon Taylor, de quien se contaban maravillas y que pasaba
una temporada en Leipzig. Al quitarse las vendas unos días después de la
operación, desgraciadamente veía menos que antes. Taylor dijo que se
imponía una segunda operación, que el músico soportó con paciencia
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ejemplar. El resultado fue peor todavía: quedó ciego. Además, lo trataron
con medicinas de efectos muy dolorosos y con sangrías que debilitaron su
hasta entonces robusta salud. Aunque todo ello lo vivió como lo que fue:
un profundo creyente, un hombre de grandísima fe y un santo varón. Bach
nunca temió a la muerte, ya que la veía como el momento de reunirse con
el Señor. Por ello vivió las últimas semanas de su vida con plena lucidez y
una gran paz interior. Su esposa Ana Magdalena nos ha narrado con detalle
los últimos momentos de la vida de Bach. Pocos días antes de morir, llamó
repentinamente a su yerno Christoph Altkinol y le pidió que escribiera una
música que quería dictarle. Se trataba del coral para órgano Ante tu trono
me presento, un coral que Bach había trabajado en varias ocasiones y que,
en estos instantes supremos, adquirió un valor excepcional y muy
significativo.
Pero dejemos hablar a su esposa y oigamos lo que ella misma nos cuenta
con todo detalle:
“… Al cabo de un rato oí su voz apagada que me llamaba: ‘¡Magdalena,
querida, acércate!’. Al oír el tono tembloroso de su voz me volví como si
me hubiera atravesado una flecha. Christoph (Altkinol) había salido y me
precipité sobre su lecho. Con los ojos muy abiertos miraba hacia mí ¡y me
veía! ¡Sus ojos, apagados por el esfuerzo y el dolor, se habían vuelto a abrir
y tenían un brillo doloroso!. Fue el último regalo que le hizo Dios:
devolverle la vista poco antes de su fin. Volvió a ver el sol, vio a sus hijos y
me vio a mí y al nietecito que le tenía Lieschen y que llevaba su nombre.
Yo le acerqué una magnífica rosa roja y su mirada se posó en el brillante
color: ‘¡Magnífica! - dijo -; donde ahora voy veré colores más hermosos y
oiré la música que hasta ahora sólo hemos podido soñar. ¡Y mis ojos verán
al mismísimo Señor!’.
“Estaba inmóvil, tenía mi mano en la suya y parecía estar viendo la imagen
con que había soñado toda su vida, la del Altísimo, al que había servido
con su música.
“Pero cada vez se veía más claro que se acercaba su fin. ‘¡Tocad un poco
de música!’, dijo, mientras nos arrodillábamos junto a su lecho. ‘Cantadme
una hermosa canción sobre la muerte, que ha llegado mi hora’. Yo vacilé
un instante, no sabiendo qué música escoger para aquellos oídos que pronto
oirían la música celeste. Pero Dios me inspiró y empecé a cantar el coral
Todos los hombres tienen que morir, para el cual había escrito él un
preludio en mi cuadernito de órgano. Los demás me siguieron y cantamos a
cuatro voces. Mientras cantábamos se esparció una expresión de paz por el
rostro de Sebastian. Parecía que se había alejado de las miserias de este
mundo.
“Un martes por la tarde, a las ocho y cuarto del 28 de julio de 1750,
falleció. Tenía sesenta y cinco años. El viernes por la mañana lo enterramos
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en el cementerio de san Juan de Leipzig. Desde el púlpito, el pastor
pronunció estas palabras: ‘ Se ha dormido dulcemente en el Señor el muy
inteligente y muy honorable Johann Sebastian Bach, compositor de Su
Majestad el Rey de Polonia y del Príncipe Elector de Sajonia, Maestro de
Capilla del Príncipe de Köthen y Kantor de la Escuela e Iglesia de santo
Tomás de Leipzig. Siguiendo la costumbre cristiana, ha sido enterrado su
inanimado cuerpo’.
“Pero, con mucha más intensidad que las palabras del pastor, oía en mi
corazón el coral que Sebastian había escrito en su lecho de muerte: Ante tu
trono me presento”.
De esta manera aconteció el tránsito a la casa de Dios de una de las
cumbres mayores, si no la mayor, de la historia de la música; de uno de los
creyentes más grandes por su fe cristiana; de un músico que puso como
lema de todas sus composiciones ‘sólo al Dios Altísimo la gloria; al
prójimo para que pueda instruirse con él’; de un hombre santo y bueno al
que se le conoce con el nombre de Johann Sebastian Bach.
AUDICIONES:
GEORG FRIEDRICH HAENDEL
VIDA.- Georg Friedrich Haendel (o Händel) nació en la ciudad sajona de
Halle en 1685, el mismo año en que nacieron J. S. Bach y el italiano
Domenico Scarlatti, con quien le unió una larga y fructífera amistad. Su
familia era acomodada aunque carente de la tradición musical que hemos
visto en la familia Bach.
Los pocos datos que tenemos de su infancia nos muestran a un niño
obstinado en aprender el arte de la música a pesar de la oposición paterna.
Su padre, Georg Haendel, de profesión barbero-cirujano, casó en segundas
nupcias con Dorothea Taust, veintiocho años más joven que él. De esta
unión nacieron tres hijos: el músico Haendel y dos hijas. La fe luterana que
se profesaba en el hogar de los Haendel, el conocimiento de la Biblia y el
respeto por las tradiciones, crearon un clima acogedor y familiar - que nos
atreveríamos a llamar burgués - en el que creció G. F. Haendel, rodeado del
cariño de un padre ya anciano y de una madre por la que sintió toda su vida
un gran respeto.
En una visita que el padre hizo al duque de Sajonia, este oyó tocar al hijo y
le recomendó al padre que no desperdiciara sus cualidades musicales. Al
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regresar a casa, Haendel asistió a las lecciones que impartía el organista de
la Marienkirche, aunque el padre confiaba en que más adelante su hijo se
interesaría más por la carrera de leyes - Derecho, diríamos hoy - y las
ventajas halagüeñas que conllevaba que no por ser organista en una iglesia
cualquiera.
A los 11 años, con ocasión de un viaje a Berlín para conocer la corte de
Federico III, se ganó hasta tal punto el aplauso y la admiración de todos por
su dominio del teclado, que el rey rogó a su padre que lo dejara bajo su
protección para proporcionarle una formación musical adecuada. El padre
se opuso, contrariando profundamente a su hijo, y regresaron de nuevo a
Halle. Poco después murió el padre. Acabadas su formación humanística y
musical en Halle, se trasladó a Hamburgo, centro operístico de la Alemania
barroca. En esta ciudad entabló una fructífera amistad con Johann
Mattheson, quien lo introdujo en los círculos culturales de la ciudad. Esta
amistad juvenil llevó a ambos a Lübeck, en la que el anciano maestro
Dietrich Buxtehude iba a dejar su puesto de organista en la Marienkirche y
buscaba un sustituto que reuniera dos condiciones: a) que fuera un experto
en el arte del órgano y b) que estuviera dispuesto a casarse con su ya no
joven hija. Al enterarse de las condiciones, ambos pusieron pies en
polvorosa. Vuelto a Hamburgo, ingresó como músico en la Ópera, lo que le
daría un conocimiento directo y excepcional de este arte. Escribió su
primera ópera, Almira, y una Pasión según san Juan, acogidas con
bastante éxito. Pero la quiebra del empresario del Teatro de la Ópera
hamburguesa le dio la oportunidad para aceptar la invitación de Gastón de
Médicis, hermano del Gran Duque de Toscana, para viajar con él a Italia.
VIAJE A ITALIA.- Llegó a Florencia en 1706 y se sintió decepcionado al
ver la indiferencia musical de los florentinos, a pesar de tener en la corte a
un músico como Alessandro Scarlatti, padre del que sería después su gran
amigo Domenico Scarlatti. En 1707 se marchó a Roma y se dedicó al
estudio de los compositores italianos de moda: Benedetto Marcello,
Giacomo Carissimi y los dos Gabrielli, Andrea y Giovanni. Entró en los
círculos musicales romanos. El cardenal Colonna le encargó algunas obras
en honor de la Virgen y el cardenal Ottoboni, que se había rodeado de
músicos de la talla de Domenico Scarlatti y Arcangelo Corelli, lo acogió en
sus veladas musicales de los miércoles, para las que compuso algunas
obras. Pero sintiendo la necesidad de escribir obras de mayor envergadura
se trasladó de nuevo a Florencia. En 1708 marchó a Nápoles con su amigo
Domenico Scarlatti, donde fue acogido con grandes honores. Aquí escribió
su ópera bufa Agrippina que sería estrenada en el teatro de san Juan
Crisóstomo de Venecia en 1709 y que le valió el reconocimiento
internacional.
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VUELTA A ALEMANIA.- Cuando todo parecía indicar que Haendel
permanecería para siempre en la ciudad de los canales, recibió la tentadora
oferta de ocupar la plaza de Maestro de Capilla de la corte de Hannover,
abandonando Italia en dirección a Alemania (Hannover) en 1710. La
estancia en Italia, a donde volvería nueve años más tarde en busca de
cantantes para sus óperas, fue de gran importancia en el aprendizaje
musical del caro sassone = el querido sajón o alemán. Como muy bien se
dice, Haendel ya no compondría jamás como lo había hecho antes de ese
viaje.
PRIMER VIAJE A LONDRES.- En el contrato que firmó con la corte de
Hannover introdujo una cláusula que le permitía disfrutar de un permiso de
12 meses. ¿Tuvo la intuición de lo que le iba a suceder? No lo sabemos. Lo
que sí sabemos es que, pocos meses más tarde de la firma del contrato, a
finales de 1710, Haendel marchó para Londres, ciudad abierta a las
corrientes musicales que llegaban de Italia y con una frenética actividad
musical propia del furor que caracteriza a los nuevos ricos.
Precedido de una gran fama que había llegado incluso a los oídos de la
reina Ana, estrenó, a las pocas semanas de su llegada, en febrero de 1711,
su ópera Rinaldo en el King’s Theatre. El éxito de la representación lo
catapultó a la fama definitiva y le granjeó el aprecio de la ciudad que
pronto sería la suya para el resto de sus días.
VUELTA A HANNOVER .-Volvió a Hannover a cumplir con los deberes
de su oficio. Pero ante la imposibilidad de representar su Rinaldo a causa
de la inactividad del teatro local, y debido a la atracción cada día más fuerte
que sentía por Londres, en 1712 pidió de nuevo licencia para trasladarse a
la capital británica, donde se instaló definitivamente para el resto de sus
días.
LONDRES PARA SIEMPRE.- Apenas vuelto a Londres, se firmó la Paz
de Utrecht (1713) dando así fin a la guerra de Sucesión a la corona
española que había enfrentado desde los primeros años del siglo a franceses
y españoles contra ingleses, prusianos, austriacos y portugueses. Con este
motivo, la reina Ana encargó a Haendel, pese a su condición de extranjero,
una composición para conmemorar la firma de dicha Paz de Utrecht.
Haendel compuso el Te Deum ‘Utrecht’ y el Jubilate ‘Utrecht’, cantados
el 7 de julio de 1713 en la catedral de San Pablo de Londres. Estas
composiciones fueron el primer gran éxito cortesano que confirmaron la
categoría musical de Haendel.
Pero un acontecimiento inesperado vino a oscurecer la recién adquirida
fama: La repentina muerte de la reina Ana en 1714 hizo que subiera al
trono de Inglaterra el príncipe alemán Georg Ludwig de Hannover, al que
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Haendel había dejado plantado con su marcha a Londres. Este subió al
trono con el nombre de Jorge I. Los primeros encuentros entre el nuevo rey
y el músico no fueron muy agradables. Pero la ocasión de restablecer la paz
entre el monarca y el compositor se presentó en el año de 1717. El rey
quiso dar una fiesta sobre el río Támesis con motivo de su aniversario.
Pidió a Haendel que compusiera la música. Así nació la Water Music =
Música acuática. Haendel ocupó un barco de la City Company,
acompañado de 50 instrumentistas. En otros iban el rey Jorge I y los
invitados. La música amenizó la fiesta tanto a la ida como a la vuelta. Y fue
tal éxito alcanzado, que hubo de ser repetida varias veces a requerimiento
del rey. Treinta años más tarde, a petición del sucesor, el rey Jorge II,
Haendel volvería a escribir otra composición con motivo de firmarse la Paz
de Aquisgrán (1749) que daba por finalizada la guerra de Sucesión a la
corona austriaca. Y aunque Inglaterra no salió bien librada de la situación,
se quiso celebrar adecuadamente la firma de la paz. Para ello se preparó un
castillo de fuegos artificiales al aire libre con una música apropiada para la
ocasión. Así nació la Fireworks Music = Música para los reales fuegos
artificiales, obra que se hizo tan popular como la Water Music. Baste
recordar que antes del estreno oficial se efectuó un ensayo general de la
orquesta en los jardines de Vauxhall que convocó a unos 12.000
espectadores. Ambas son dos de las piezas más celebradas del compositor
alemán.
En 1719 Haendel ocupó el cargo de director de la Royal Academy of Music,
sociedad creada para ofrecer representaciones operísticas en el King’s
Theatre. Los éxitos alcanzados lo consagraron como el músico más grande
de Inglaterra. Sin embargo, una pelea en el escenario entre las sopranos
italianas Francesca La Parmigiana y Faustina Bordoni, quienes llegaron a
las manos ante la atónita mirada del público y del mismísimo príncipe de
Gales, hicieron tambalearse los cimientos de la Royal Academy que quedó
herida de muerte hasta 1728 en que fue disuelta.
Ante esta situación, Haendel se retiró de la escena para recuperar fuerzas y
reconsiderar la situación. Con Johann Jakob Heidegger marchó a Italia en
busca de voces para la ópera. En Italia fue acogido con entusiasmo por
todos los círculos musicales, sabedores de sus éxitos londinenses. Después
marchó a su Halle natal para visitar a su madre, que, ciega como después lo
sería su hijo, estaba viviendo sus últimos días.
Tras diversos desengaños en Londres que le hicieron abandonar la ópera,
Haendel marchó en 1741 a Irlanda, donde, en abril de 1742 y en el New
Music Hall de Dublín, estrenó El Mesías, su Oratorio más célebre y que se
ofreció como concierto benéfico a favor de presos y enfermos de diversos
hospitales. Como ya vimos en Vivaldi, encontramos de nuevo aquí la
relación entre la música y los asilos y hospitales, que tan fecunda ha sido a
lo largo de la historia.
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En Londres tuvo dificultades para estrenarlo con su título original, por lo
que tuvo que cambiarlo por el de Sacred Drama. Pero fue tal el entusiasmo
que suscitó que, al iniciarse los primeros compases del Aleluya, el rey y
toda la corte se pusieron de pie para escucharlo. Desde entonces es de
obligado cumplimiento en Inglaterra escuchar de pie el Aleluya. La
audición de El Mesías impresionó hasta tal punto a Joseph Haydn en su
viaje a Londres que le inspiró sus dos grandes oratorios, La Creación y Las
estaciones, como veremos más adelante.
Enfermo de los ojos, su ceguera había ido progresando lamentablemente, a
pesar de la constante atención de los mejores especialistas ingleses. Poco
después de 1751 quedaría definitivamente ciego, desgracia que también
afectó los últimos momentos de Johann Sebastian Bach. En 1759 asistió a
una audición de El Mesías en el Covent Garden y poco después,
concretamente el 14 de abril de 1759, moría a la edad de 74 años.
OBRAS.- Aparte las señaladas anteriormente en su biografía, la obra de
Haendel es ingente en calidad y cantidad. Compuso infinidad de óperas,
basadas en acontecimientos históricos para expresar las pasiones humanas a
través de figuras legendarias o mitológicas; costumbre que arranca del
Orfeo de Monteverdi. Entre las óperas más conocidas citamos: Rinaldo,
con un argumento basado en las Cruzadas; Il pastor Fido, de contenido
pastoril; Giulio Cesare in Egitto, sobre la historia romana y las relaciones
entre César y Cleopatra; Serse (o Jerjes, en español), sobre el poderío persa
en tiempos de Ciro. A Serse pertenece el famosísimo Largo o Larghetto,
un aria de la primera escena del primer acto, una bella melodía hecha de
lentos ascensos y descensos en escala y que comienza con las palabras de
Ombra mai fu. Compuso también una serie de obras corales conocidas
como Anthems e inspiradas en los salmos bíblicos, otras obras corales para
orquesta y voces, como el Te Deum ‘Utrecht’, ya señalado anteriormente,
la Oda para el día de santa Cecilia, etc., música instrumental, obras para
clave, de las que destacamos el Passaccaglia o Pasacalles en castellano,
obras de cámara, composiciones para orquesta, entre las que destacan sus
famosos Concerti Grossi, especialmente los Doce Concerti grossi del
Opus 6 que son los que hoy gozan de un mayor prestigio entre el público
por ser un resumen de los valores del compositor de Halle; Oratorios, entre
los que enumeramos Israel en Egipto (sobre la venta de José por sus
hermanos y su llegada a Egipto hasta alcanzar la cima de su poder con el
cargo de administrador del Faraón, tal como la cuenta el libro del Génesis),
Saúl (sobre este personaje bíblico y sus luchas con el rey David) y el ya
comentado El Mesías. Para órgano compuso también unos conocidísimos
Conciertos para órgano y orquesta, ejecutados en los entreactos de las
representaciones de ópera o de los Oratorios, y que son una delicia de
música para cualquier oyente por la variedad de temas, sencillez de
melodía, riqueza expresiva y el permanente diálogo entre el órgano y la
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orquesta, etc., etc. En resumen, Haendel, como Bach y Vivaldi, forma parte
de esa tríada sagrada que fundamentó la música del Barroco y sentó las
bases para una posterior evolución en los siglos venideros, siglos que
dieron figuras como Haydn, Mozart, Beethoven, que no hubieran llegado a
ser lo que fueron sin tener a sus espaldas el legado musical de estos tres
compositores barrocos.
AUDICIONES:
CUARTA PARTE: EL CLASICISMO
Se entiende por Clasicismo el periodo que va desde la primera mitad del
siglo XVIII (1750) hasta la primera treintena del siglo XIX (1830). En este
tiempo se sientan las bases de lo que se conocería después como Siglo de
las Luces, Ilustración, Siècle des Lumieres, Aufklärung, Secolo dei Lumi,
etc.
La música deja poco a poco de ser propiedad exclusiva de la Iglesia y de
los Mecenas, es decir, va perdiendo su orientación sagrada o religiosa, y va
disminuyendo paulatinamente la protección de los príncipes sobre los
compositores. Se vuelve cosmopolita, a saber, se populariza gracias al
nacimiento de lo que hoy llamaríamos público. Hasta ahora se había
ejecutado en lugares muy restringidos: Capillas, Iglesias, Catedrales,
Palacios, etc. Con el Clasicismo la música se populariza: se dan
conciertos públicos en París, Leipzig – los famosísimos conciertos de la
Gewandhaus – , Viena, Berlín, etc.; florecen las Sociedades Musicales, se
inauguran Salas de Conciertos, como la inaugurada en Dublín en 1742 – el
New Music Hall – y donde Haendel estrenó El Mesías (cfr. página 24), etc.
La música se hace más simple y sencilla, dejando de lado los arabescos y
complicaciones propias del Barroco. En suma, la música del Clasicismo es
una música más popular, sencilla, inteligible y placentera para todos; el
término que mejor le conviene es el de música galante: exquisita, uniforme,
fácil, civilizada y elegante. Son numerosos los músicos que representan
esta nueva tendencia. Nosotros, sin olvidarnos de quienes son considerados
como el puente o la transición desde el Barroco al Clasicismo, nos
detendremos en las dos figuras más representativas de este periodo: Franz
Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart.
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Sin embargo, no conviene olvidarse de que el puente o la transición entre el
Barroco y el Clasicismo lo realizaron varios compositores, entre los que
destacan, por encima de todos, los cuatro hijos de Johann Sebastian Bach.
Éstos son:
1. Wilhelm Friedemann Bach (1710-1784). Fue el mayor de todos y fue
un virtuoso de los instrumentos de teclado. Sobresalió en la música de
clave, en la música de órgano y en la creación de la sinfonía. Su padre le
dedicó el Pequeño libro para órgano y el Pequeño libro de clave. Fue
uno de los primeros compositores que intentó vivir como artista
independiente y vendió directamente a los editores sus partituras
musicales. Algunos de sus motivos musicales los emplearía después
Mozart en su Requiem.
2. Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788). Fue llamado el Bach de
Hamburgo por haber desarrollado toda su tarea musical en la ciudad
hanseática. En efecto, en la ciudad báltica sucedió a Teleman – que era
su padrino – como Kantor y director de música de las principales
iglesias de Hamburgo, ciudad a la que dedicó muchas energías para
organizar conciertos públicos. Cuando el príncipe heredero de Prusia
fue coronado Emperador con el nombre de Federico II, lo llevó consigo
y lo nombró Kapellmeister, Maestro de Capilla, de la corte imperial.
3. Johann Christoph Friedrich Bach (1735-1782). Llamado el Bach de
Bückeburg, ha sido inexplicablemente olvidado, a pesar de tener un arte
profundo y equilibrado y de que sus numerosas sinfonías son de una
notable perfección formal. A diferencia de sus hermanos, fue un músico
tradicional y de inspiración popular. Su obra más destacada es el
oratorio La infancia de Jesús (Die Kindheit Jesu).
4. Johann Christian Bach (1735-1782). Es el más joven de los hijos de
Johann Sebastian Bach. Fue conocido como el Bach de Milán y también
como el Bach de Londres. Al morir su padre él tenía quince años y
completó sus estudios musicales con su hermano Carl Philipp
Emanuel (el que aparece en el número 2 de este apartado). A los 19
años marchó a Italia. Allí entabló amistad con el célebre compositor
franciscano el padre Martini, de quien fue su alumno en Bolonia. El
padre Martini, aparte de las enseñanzas musicales, lo instruyó también
en las verdades de la fe católica - ¡no olvidemos que toda la familia
Bach era de fe protestante! – y se bautizó como católico en la iglesia de
San Francisco de Bolonia. Fue director de un conservatorio musical en
Milán, de donde proviene el apelativo de el Bach de Milán.
Pasó después a Londres, donde fue nombrado maestro de música de la
reina de Inglaterra, puesto vacante tras la muerte de Haendel. Fue
maestro directo de Mozart durante la estancia de éste en Londres. Se le
considera el representante más significativo del estilo musical galante.
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Fundó también una de las primeras organizaciones de conciertos
públicos, que divulgó sus composiciones. Esta estancia le granjeó el
sobrenombre de el Bach de Londres.
FRANZ JOSEPH HAYDN (1732-1809)
Nació el 31 de marzo de 1732 en Rohrau, pequeño pueblo situado en una
región pantanosa fronteriza entre Austria y Hungría. Fue el segundo hijo de
una familia de doce hermanos – de los que sólo sobrevivieron seis, tres de
ellos dedicados a la música: Franz Joseph, nuestro músico, Johann
Michael y Johann Evangelist –, más su padre Matthias Haydn y su madre
Anne Marie Koller.
Su padre, a pesar de no tener nociones musicales, tocaba el arpa y el
pequeño Joseph le solía acompañar cantando. Viendo la hermosa voz de su
hijo, sus padres pensaron que ésta podría servirle para valerse en la vida.
Por este motivo lo confiaron a su tío Matthias Franck que vivía en la
cercana ciudad de Hainburg. A la edad de 6 años Joseph Haydn dejó
Rohrau donde ya no volvería a vivir jamás.
En Hainburg aprendió a leer, escribir, recitar el catecismo, cantar y tocar
casi todos los instrumentos de viento, cuerda y percusión. Pero a los dos
años de su estancia en Hainburg sucedió un acontecimiento que le
cambiaría su vida para siempre: Karl Georg Reuter, Maestro de Capilla de
la Catedral de San Esteban de Viena, se detuvo en Hainburg con ocasión de
una gira en busca de nuevas voces para el coro de la Catedral. Allí conoció
las cualidades del infante Joseph Haydn y se lo llevó con él a Viena.
Haydn en Viena.
A la capital del Imperio Austro-Húngaro llegó con 8 años y allí residió los
veinte siguientes, entrando así a formar parte del selectísimo grupo de los
Niños Cantores de Viena1. Fueron unos años felices en todos los sentidos,
1
Los Niños Cantores de Viena son uno de los coros más antiguos del mundo. Fue
fundado por el Emperador Maximiliano I, abuelo paterno de nuestro Emperador Carlos
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de vida en la corte imperial, de agasajos y honores; su hermano Michael se
unió a él unos años después para formar parte de dicho coro de Niños
Cantores de San Esteban de Viena... Pero una desgracia natural torció el
rumbo de los acontecimientos: Al llegar a la pubertad, con 15 años recién
cumplidos, se le cambió la voz... y Haydn fue despedido del coro en una
húmeda tarde de noviembre de 1749, vagando solo y sin dinero por las
calles de Viena.
Haydn expulsado de los “Pueri Cantores”.
Nunca pensó en volver a Rohrau, su villa natal; pero, en su inconsciencia
juvenil, sí pensó en hacer un disparate que le devolviera a su antigua
condición de cantor. El disparate fue que se quiso castrar, cosa corriente en
su época, ya que los castrati2 gozaban de privilegios en los mejores coros y
cortes de la época. Avisado su padre de los deseos del niño, acudió a Viena,
lo llevó con él a Rohrau y lo encerró en una buhardilla de la casa hasta que
se le quitara aquella tentación. Durante su forzado encierro Haydn se
dedicó a estudiar partituras, a tocar en un viejo clavicordio las obras de
Carl Philipp Emanuel Bach, uno de los muchos hijos de Johann Sebastian
Bach, y a componer música. Este intento de disparate hizo que se perdiera
un cantor, pero, a la vez, que se descubriera uno de los más grandes
compositores de todos los tiempos.
Vuelta a Viena.
Volvió a Viena en busca de la gloria, encontrando alojamiento en casa de
un peluquero llamado Johann Peter Keller, de cuya hija menor, Therese, se
V, en el año de 1498, fecha en la que nombró a los doce primeros niños como miembros
cantores de la recién formada orquesta de la Corte Imperial. Desde entonces, y hasta
nuestros días, los Niños Cantores de Viena son uno de los símbolos emblemáticos de
Austria. Un gran número de compositores ha surgido de sus filas; además de Joseph
Haydn y su hermano Michael, destacamos a Franz Schubert, a Salieri - el envidioso
enemigo del genio musical de Mozart -, a Hans Ritchter, etc. En el año de 1998 se
cumplieron los quinientos años de la fundación de esta celebérrima institución musical.
Cada domingo, desde que fue fundado, el coro de los Niños Cantores de Viena canta la
Misa Solemne en la capilla del Hofburg – el Palacio Imperial – de Viena,
continuando así una tradición ininterrumpida desde 1498. Wiener Sängerknaben über
alles! ¡Los Niños Cantores de Viena por encima de todo!
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Los castrati- literalmente: castrados - eran cantantes que se privaban voluntariamente
de sus atributos masculinos con tal de seguir cantando en coros catedralicios o
palaciegos. Pero su mayor apogeo lo alcanzaron cantando ópera, ya que hacían de
sopranos y contraltos (timbres de voz propios de mujer) levantando auténticas pasiones
entre el auditorio. Los más famosos castrati eran italianos y, entre ellos, el mejor de
todos fue Farinelli. Por toda Europa, incluida España, se extendió esta fiebre de los
castrati. Hoy los vemos como reliquias exóticas de una época ya pasada, gracias a Dios.
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enamoró. Desgraciadamente para Haydn, Therese entró en una orden
religiosa. Luego encontró empleo como Kapellmeister – Maestro de
Capilla – del conde Morzin, para quien compuso sus primeras sinfonías. En
el contrato que éste le hizo una de las cláusulas decía que no podía casarse.
Pero Haydn, que no sentía ninguna atracción ni por la vida religiosa ni
tampoco por la soltería, se enamoró de Maria Anna, hermana de Therese,
su novia anterior. La boda tuvo lugar en la catedral de San Esteban de
Viena, el 26 de noviembre de 1760. El conde Morzin montó en cólera y
reaccionó intempestivamente despidiéndolo de su trabajo.
Al servicio de la Casa Esterházy.
Haydn no tardó en encontrar trabajo: el príncipe Paul Anton Esterházy le
ofreció, el 1 de mayo de 1761, el cargo de Kappellmeister – Maestro de
Capilla – de su corte, quedando así unido a la familia Esterházy para el
resto de sus días. La residencia principal de la familia era el palacio de
Eisenstadt (Kismarton, en húngaro), situada a 50 kms. al suroeste de Viena.
Allí se estableció Haydn y allí escribió para el príncipe tres sinfonías – la nº
6 (Le matin), la nº 7 (Le midi) y la nº 8 (Le soir) -. La muerte prematura de
Paul Anton Esterházy, en marzo de 1762, hizo que le sucediera su hermano
Nikolaus Esterházy, quien hizo su entrada solemne en Eisenstadt el 17 de
mayo de 1762. Las ceremonias organizadas para tal ocasión permitieron a
Haydn apreciar y saborear el fasto, el lujo, los banquetes y los festejos a los
que tan dada era esta familia, considerada la más rica del Imperio AustroHúngaro.
Haydn en Esterháza.
Al príncipe Nikolaus Esterházy se le quedó pequeño el palacio de
Eisenstadt y mandó construir otro nuevo y más grande, con una gran
cascada frente al edificio central, 1076 habitaciones, una sala de ópera con
capacidad para 400 plazas, un teatro de marionetas en forma de gruta, un
biblioteca, una pinacoteca, salones de bailes, etc. El coste de la obra
ascendió a 13 millones de florines. El palacio encerraba tanta
magnificencia que sus contemporáneos no dudaron en compararlo con el de
Versalles. El nombre que recibió fue el de Palacio de Esterháza. Durante
más de veinte años, conciertos, óperas, representaciones teatrales, fiestas,
fuegos artificiales, banquetes, etc., se sucedieron ininterrumpidamente,
sobre todo en verano, puesto que el príncipe Esterházy y su séquito pasaban
el invierno en Viena. Haydn, durante su estancia en Esterháza, no se limitó
sólo a dirigir los conciertos musicales y las representaciones operísticas,
sino que también compuso sinfonías y conciertos para la orquesta de
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palacio. Pero no todo fue paz en el palacio. Las envidias y las riñas entre
los músicos estaban a la orden del día. Haydn se empeñaba en poner paz
entre ellos, pero en algunos momentos le resultó imposible. Por ejemplo,
cuando el flautista Franz Nigal, en un día de asueto, disparó su escopeta de
caza sobre unos pájaros que sobrevolaban el tejado de un pabellón del
palacio y el pabellón ardió por completo, quedando reducido a cenizas. Fue
inmediatamente despedido; o el caso de la riña entre el violoncelista Franz
Xaver Marteau y el flautista Pohl en una taberna de Eisenstadt, en el
trancurso de la cual Pohl perdió un ojo; o también la violenta querella que
enfrentó a los dos violoncelistas Ignaz Küfell y Joseph Weigl. Estas grescas
entre los músicos movieron al príncipe a castigarlos a todos con la
prohibición de no salir del castillo de Esterháza. Muchos, que eran casados,
no podían ver a sus esposas ni hijos. En estas circunstancias hay que situar
el famoso episodio de la composición de la Sinfonía nº 45, “Los Adioses”.
De ello han circulado muchas versiones, pero la de Griesinger parace ser la
más cercana a la realidad: “Entre los músicos del príncipe Esterházy se
encontraban jóvenes recién casados y padres con hijos, quienes, durante el
verano, mientras duraba la estancia del príncipe en Esterháza, se veían
obligados a abandonar a sus esposas en Eisenstadt. Aquel año, por las riñas
entre ellos, el príncipe decidió prolongar su estancia en palacio varias
semanas más y les prohibió salir del mismo. Los músicos, consternados por
la medida, se dirigieron a Haydn para que intercediera y les ayudara a salir
de aquella situación. Haydn tuvo la idea de componer una sinfonía en el
transcurso de la cual los instrumentos enmudecieran unos tras otro. Esta
sinfonía fue interpretada en presencia del príncipe. Haydn recomendó a
cada uno de los músicos que, una vez terminada su parte en la obra,
apagaran su vela y salieran con el instrumento bajo el brazo. El príncipe y
todos los presentes comprendieron inmediatamente el significado. Al día
siguiente, el príncipe concedió a todos los músicos la libertad de poder salir
de Esterháza para que pudieran ver a sus esposas e hijos”. Este fue el
origen de la conocidísima sinfonía número 45, conocida con el
sobrenombre de “Sinfonía de Los Adioses”.
La estancia en Esterháza le sirvió a Haydn para componer infinidad de
obras que mandaba al exterior: Viena, París y, sobre todo, Londres fueron
su principales receptores. De esta manera, sin haber salido nunca de su país
natal, Haydn se convirtió en uno de los músicos más famosos de la Europa
de su tiempo, lo que hizo que le llovieran encargos de nuevas obras. Entre
estos encargos, merece destacarse uno que le llegó de España. D. José
Saluz de Santamaría, marqués de Valde-Íñigo y canónigo de la Santa
Cueva de Cádiz, pidió a Haydn la composición de una obra para coro y
orquesta basada en las Siete Palabras de Cristo en la Cruz. La obra fue
terminada en el invierno de 1786/1787 y se estrenó en Viena el 26 de
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marzo de 1787 y en Cádiz el Viernes Santo de aquel mismo año. Además
de esta época creadora en Esterháza, Haydn también viajaba a Viena cada
vez que el príncipe se desplazaba allí. En uno de estos viajes,
probablemente a finales de 1784, conoció a Mozart, quien le cautivó por su
talento musical. “Os lo dice ante Dios un hombre honesto – escribía en una
carta a Leopoldo Mozart, padre de Mozart -: vuestro hijo es el compositor
más grande que jamás yo haya conocido, personalmente o de nombre.
Posee gusto y una gran sabiduría para componer”. A partir de este
momento, el sentimiento de aprecio recíproco creció entre ambos
compositores.
Haydn reconquista la libertad.
La muerte del príncipe Nikolaus Esterházy le liberó de sus compromisos
con la casa Esterházy y Haydn quedó libre para marchar a Viena.
Inmediatamente le llegaron invitaciones de todas partes. Cuando iba a
aceptar la del Rey de Nápoles (Italia), un extranjero se personó en su casa y
le dijo: “Soy Salomom de Londres y vengo a buscarle. Mañana firmaremos
un contrato”. La oferta consistía en un viaje a Londres y la dotación de 300
libras por una ópera, 300 por seis nuevas sinfonías, 200 por los derechos de
autor, 200 por su participación en veinte conciertos y 200 como garantía de
un concierto en su honor. Además Salomom depositó en fianza de 1.500
florines en un banco vienés. Así fue como, a sus cincuenta y ocho años,
Haydn abandonó por primera vez su país natal, desembarcando en el puerto
de Dover el 1 de enero y llegando a Londres el día 2 de enero de 1791.
En una carta, fechada el 8 de enero de 1791, escribe: “El primer día del
año, después de la misa, subí a bordo a las 7.30 de la mañana y llegué sano
y salvo a Dover a las 5 de la tarde... La mayoría de los pasajeros se
encontraban indispuestos y ofrecían un aspecto fantasmagórico... Mi
llegada ha causado una gran sensación... Todo el mundo desea
conocerme... Mi alojamiento es confortable, pero caro... Ayer, en un gran
concierto, me llevaron a través de toda la sala hasta la primera fila, frente a
la orquesta, y allí me examinaron como si fuera un bicho raro y me
dirigieron infinidad de elogios en inglés... Todo esto resulta halagador para
mí, pero hay momentos en los que desearía poder volar algún tiempo hasta
Viena para poder trabajar en calma, pues el ruido de los comerciantes en
las calles es absolutamente insoportable”.
El contenido de esta carta da una idea de lo que debía ser para Haydn, tras
tantos años de reclusión en Esterháza, la vida en Londres: recepciones,
agasajos, invitaciones, conciertos como primera figura, contacto
permanente con la flor y nata de la aristocracia inglesa, audiencias con el
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rey Jorge IV, etc. En Londres compuso unas serie de sinfonías conocidas
con el sobrenombre de Sinfonías de Londres. Su fama era tan grande, que
la universidad de Oxford le otorgó el grado de Doctor honoris causa en
música. Con este motivo, se organizaron tres conciertos en Oxford los días
6, 7 y 8 de julio de 1792. El día 7 se estrenó la sinfonía nº 92, que desde
entonces pasó a llamarse Sinfonía Oxford. Tras los fastos oxonienses,
Haydn, cumplidos sus compromisos con Salomom, abandonó Londres e
Inglaterra y regresó a Viena. A su paso por Bonn, le fue presentado un
joven músico de 21 años, que tocaba en la orquesta del príncipe elector de
Colonia (Köln). Este joven se llamaba Ludwig van Beethoven. Tras este
encuentro, se decidió que Beethoven fuera a Viena para recibir lecciones
del gran maestro Joseph Haydn. Desde Bon, Haydn se dirigió a Frankfurt,
donde el príncipe Esterházy Paul Anton asistía a las fiestas de la
coronación del Emperador Francisco II y llegó a Viena con el séquito del
príncipe el 24 de julio de 1792.
De nuevo en Viena.
En Viena recobró la tranquilidad que no pudo tener en Londres. Su primera
tarea fue la de enseñar a Beethoven. En una carta dirigida al príncipe
elector de Colonia, fechada en noviembre de 1793, decía de su alumno:
“Está llamado a convertirse un día en uno de los más importantes
compositores europeos. Llegado el momento, estaré orgulloso de
presentarme como su maestro”.
Segunda estancia en Londres.
Haydn salió de Viena camino de Londres el 19 de enero de 1794, para
cumplir con nuevos compromisos musicales en la ciudad del Támesis. Allí
compuso nuevas sinfonías que también se conocieron como las Sinfonías
de Londres (unas 12 en total). Aquí ganó no sólo prestigio, sino también
dinero, lo que le hizo llevar una vida desahogada y dedicarse por entero a la
composición. Por ejemplo, en Londres ganó 24.000 florines, de los que
9.000 fueron para gastos de viaje, alojamiento y comida. El resto, fueron
ganancias para él. Y fama, sobre todo fama. Él mismo decía que su fama en
Alemania fue consecuencia de sus viajes a Inglaterra.
Viena hasta su muerte.
En 1795 Haydn abandonó Inglaterra para siempre, después de pasar dos
temporadas de un año y medio cada una. Al llegar a Viena, se encontró con
un nuevo príncipe Esterházy, Nikolaus II, quien había decidido recobrar el
antiguo esplendor musical de la casa Esterházy cuando la gobernaba su
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abuelo Nikolaus I. Encargó a Haydn la dirección musical, pero con mayor
libertad que en el pasado: sólo le pidió a Haydn la composición de una
misa anual en honor de la onomástica de su esposa, la princesa María
Hermenegilde. Con este motivo compuso 6 misas. Para alivio de Haydn, el
nuevo príncipe abandonó el palacio de Esterháza, estableciéndose en Viena
la mayor parte del año y residiendo en Eisenstadt sólo durante el verano.
Así vivió hasta el año 1803, en que, al agravarse su salud, abandonó sus
compromisos con el príncipe y se refugió en su casa de Viena, en la que
murió el 31 de mayo de 1809, cuando contaba setenta y siete años de edad,
y en el momento en que las tropas de Napoleón ocupaban por segunda vez
Viena. Los últimos días de su vida los pasó encerrado en su casa tocando
varias veces al piano el himno imperial que había compuesto doce años
antes (Gott erhalte Franz den Kaiser), el 12 de febrero de 1797. Dada la
tensa situación del momento, por la invasión napoleónica, su muerte pasó
desapercibida por entonces. El 15 de junio tuvo lugar un solemne funeral,
al que asistió Stendhal, el famoso novelista francés, autor de novelas tan
célebres como Rojo y Negro, La Cartuja de Parma, etc., en la iglesia de los
Escoceses. En 1820 sus restos fueron trasladados a Eisenstadt, donde desde
1954 reposan en el mausoleo iniciado en 1932 por el príncipe Paul
Esterházy, rindiendo así homenaje a uno de los ilustres varones que dieron
más lustre y prestigio a dicha casa principesca.
Durante su última y definitiva estancia en Viena, Haydn compuso su
famoso Concierto para trompeta y orquesta en mi bemol, su no menos
famoso oratorio La Creación, el himno Gott erhalte Franz den Kaiser
(Dios guarde a Francisco II, el Emperador), ya nombrado en el párrafo
anterior y considerado como el himno nacional de Austria hasta el
desmembramiento del imperio Austro-Húngaro tras la Primera Guerra
Mundial (1914-1917). Compuso también otro oratorio, Las Estaciones,
además de Cuartetos, Conciertos, Sinfonías, etc.
En conclusión, con Haydn adquiere su estructura definitiva la sinfonía, tal
como después la concibieron Mozart y Beethoven, por lo que es
considerado el Padre de la Sinfonía. Su ingente producción, su acendrada
fe religiosa, su servicialidad a todo el que se le acercaba, hicieron de él no
sólo uno de los compositores más grandes de la historia de la música, sino
también un hombre ejemplar en todos los sentidos. Con razón quienes lo
conocieron y trataron le llamaban “Papá Haydn”, pues para todos fue un
padre cariñoso, servicial y atento. Ninguna de las personas que lo conoció
se retiró de su lado sin una sonrisa en los labios o una gota de dulzura en su
corazón.
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WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)
Introducción.
Todo lo que podamos decir de Mozart será vana palabrería por ser,
junto a Johann Sebastian Bach, el más grande músico de todos los tiempos,
si no el primero de todos. Estuvo tocado por la mano de Dios para la
música. El gran teólogo alemán Karl Barth escribió: “Cuando en el cielo
Dios reina como Dios, suena música de Bach; cuando en el cielo hay fiesta
– y el cielo es una fiesta permanente – suena la música de Mozart”. Mozart
es la gracia de Dios hecha música. Su música no parece escrita por mano de
hombre, sino por los ángeles. Su existencia ha sido uno de los regalos más
grandes que Dios ha hecho a la humanidad.
Como los grandes genios tuvo una vida breve (vivió sólo 33 años),
pero intensísima. Niño prodigio primero, luego genio musical, recorrió toda
Europa desde los seis años, interpretando en el piano y en el violín las más
difíciles obras y componiendo piezas de perfecta construcción.
Pasó de ser un niño prodigio a músico de cuerpo entero. Viajó
durante 15 años por las mejores cortes europeas, suscitando la admiración
de cuantos lo escuchaban. De aquí que se haya podido decir: Mozart es la
Música, o sea, decir Mozart es decir Música con mayúscula.
Su fiebre creadora y su afán como compositor no cesó nunca. Es
inútil tratar de establecer un mínimo catálogo de su obra, pues abarcó todos
los géneros conocidos hasta entonces. Vgr., en la música dramática u
operística, destacamos Don Giovanni (Don Juan), Le Nozze di Figaro (Las
bodas de Fígaro), La Flauta mágica, El rapto del Serrallo, Così fan tutte
(Así hacen todas), etc.; entre sus oratorios y misas, destacamos el Requiem
y la Misa de la Coronación; numerosas Sonatas para piano, tan hermosas
como perfectas, entre las que destaca la Sonata KV 300 i (331), con el
célebre allegretto final alla turca, conocido también como Marcha Turca;
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Música de Cámara, varias decenas de Sinfonías, entre las que destacamos
la Sinfonía nº 40 en sol menor; Serenatas para cuerda, la más célebre de
las cuales es la Eine Kleine Nachtmusik (Una pequeña serenata nocturna);
Conciertos para piano y orquesta, como el conocidísimo Concierto para
piano y orquesta nº 21 en Do mayor; Conciertos para órgano y orquesta,
Minuettos, Rondós, como el Rondó en Re mayor, KV 382; Motetes y
Cantos sacros, como el Ave Verum (Ave, verdadero cuerpo nacido de la
Virgen María...etc., un himno en honor de la Eucaristía), el Exultate
Iubilate (Exultad y regocijaos...), etc., Música festiva y alegre, como la
popular Sinfonía de los Juguetes (aunque ya sabemos los problemas que
despierta su autoría, tal como vimos al hablar de Haydn), Una broma
musical, Paseo en trineo, etc., etc. Pero antes de adelantar acontecimientos,
presentaremos una breve sinopsis de su vida.
Infancia y primeros años.
Mozart nació en la ciudad de Salzburgo, Austria, el 27 de enero de
1756 y fue bautizado al día siguiente en la catedral de su ciudad natal. Se le
impusieron los nombres latinos de Johannes (Juan) Chrysostomus
(Crisóstomo) Wolfgangus (Wolfgang) Theofilus (Teófilo). Los dos
primeros no los usó apenas en su vida. El tercer nombre lo utilizó en su
forma alemana – Wolfgang – y el último lo tradujo de su forma griega a la
latina – Amadeus. De ahí su nombre más conocido: Wolfgang Amadeus
Mozart.
Su padre era Leopoldo Mozart, nacido en Augsburgo (Alemania). De
joven se trasladó a Salzburgo para estudiar filosofía en su Universidad,
pero pronto la dejó por su verdadera vocación: la música. Fue nombrado
compositor de la corte del príncipe-arzobispo de Salzburgo. Casó con Anna
Maria Pertl, salzburguesa. De los siete hijos habidos en el matrimonio, sólo
sobrevivieron dos: Maria Anna, a quien llamaban familiarmente con los
nombres de Marianne o el diminutivo de Nannerl, y Wolfgang Amadeus,
que fue el último. El mismo año del nacimiento de su hijo (1756) Leopoldo
publicó una obra pedagógica que le dio fama casi universal, y que en
nuestros días resulta imprescindible para conocer el recto modo de
interpretar la música de su tiempo. Esta obra se intitulaba Versuch einer
gründlichen Violinschule = Ensayo de una escuela (=método) fundamental
de violín. Pero dejó la composición musical para “consagrar a la educación
de sus hijos el tiempo que no estuviera dedicado al servicio del príncipearzobispo”, según testimonio de su hija Nannerl. Esto se debió a que
Nannerl, y especialmente Wolfgang, mostraron desde muy temprana edad
un talento musical excepcionalmente grande y precoz. Y Leopoldo, que era
un hombre profundamente religioso y dotado de un altísimo sentido de la
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responsabilidad, llegó a sentir tan íntimamente la obligación de desarrollar
el talento musical de sus hijos y de darle a conocer al mundo, que se creyó
llamado a una misión casi mesiánica. En sus cartas habla, refiriéndose a
Wolfgang, del “milagro que Dios hizo nacer en Salzburgo”, y en cuanto a
su formación, dice: “Debo corresponder así al favor que el Omnipotente me
hizo; de lo contrario, yo sería la más ingrata criatura”.
Según cuenta Leopoldo, Wolfgang tocaba de memoria en el clave
algunas composiciones cuando sólo tenía 4 años, y a comienzos de 1761,
¡con sólo 5 años de edad!, compuso ya su primera obra, un Minuetto y trío
(que figura con el nº 1 en el catálogo mozartiano de Ludwig Ritter von
Köchel, que suele abreviarse KV o K simplemente, iniciales de Köchel
Verzeichnis = Catálogo de Köchel). La precocidad de Mozart como
intérprete fue tan asombrosa que constituyó un “fenómeno” nunca visto en
el campo de la música. En 1761, con 5 años, debutó en público en un
concierto en la Universidad de Salzburgo. Cuatro meses después de aquella
primera presentación en público, su padre consideró que su hijo estaba
preparado para empresas mayores, y así, el 12 de enero de 1762, le llevó,
junto a su hermana Nannerl a Munich (München), donde ambos tocaron el
clave en presencia del príncipe elector de Baviera. Pero este viaje fue sólo
un “ensayo general” del que sería el primer viaje importante de Mozart:
Viena, adonde llegaron en el último trimestre de 1762. Aquí actuaron
numerosas veces en los palacios y casas de la nobleza y llegaron a tocar
dos veces en el Palacio Imperial de Schönbrunn ante la Emperatriz María
Teresa. El éxito que tuvieron en Viena fue apoteósico. La gente no se
cansaba de admirar aquel prodigio de seis años que tocaba el clave con la
maestría de un consumado artista. Todo el mundo hablaba de él y se
contaban mil y una anécdotas suyas. Los nobles se lo disputaban y el
mismo Emperador llegó a colocarse a su izquierda para pasarle las hojas
durante la ejecución de las obras que Mozart tocaba a primera vista o con
poquísima preparación. El día de Navidad de 1762 el poeta Konrad
Friedrich Pufendorf le dedicó una poesía que fue inmediatamente publicada
y que circuló en Viena como regalo de Navidad. Estaba dedicada “Al
pequeño clavecinista de seis años de Salzburgo” y decía así:
Ingenium coeleste suis velocius annis
Surgit, et ingratae fert male damna morae.
(Surge un ingenio celeste, más veloz que sus años
y soporta mal el daño de la ingrata tardanza).
El 5 de enero de 1763, víspera de Reyes, los Mozart estaban de
vuelta en Salzburgo y en febrero dio Wolfgang, ante la corte de su ciudad,
un concierto en el que tocó el violín y el clave. Después de cinco meses de
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descanso y trabajo en casa, Leopoldo emprendió, con toda la familia, un
viaje mucho más ambicioso. Su meta era conquistar París y Londres con
sus dos prodigiosos retoños.
A la conquista de París.
El viaje se inició el 9 de junio de 1763 y, aunque el destino final eran
las dos grandes capitales europeas, Leopoldo aprovechó el viaje hacia París
para dar conciertos en todas las ciudades importantes que les cogían de
camino. El padre de Mozart llevaba pensados todos los detalles de esta
“gira” y resultó ser un manager o public-relations digno de nuestros días.
Por ejemplo, al llegar a una ciudad, lo primero que hacía era insertar una
nota en algún periódico local que ponía por las nubes a los dos niños; luego
paseaba a sus hijos por los lugares más concurridos para que todos
pudiesen ver a gusto a los dos prodigios; se preocupaba también de
conseguir cartas de presentación para músicos y personajes importantes; no
se olvidaba del detalle de alojarse en la mejor posada u hotel de la ciudad,
para mayor prestigio, etc.
La primera ciudad importante en que hicieron escala fue Munich.
Aquí Wolfgang dio conciertos en solitario una veces y acompañado de su
hermana Nannerl otras. No sólo recibieron alabanzas, sino también dinero.
De Munich partieron para Ausgburgo, ciudad natal de su padre, donde
dieron tres conciertos públicos. Aquí también hizo Leopoldo su “campaña
publicitaria” habitual. En un periódico local insertó una crónica hecha
anteriormente por un rotativo de Viena y en el que se decía: “Una niña de
once años que toca en el clave y en el piano las sonatas y conciertos más
difíciles de los grandes maestros, de la manera más limpia y con una
facilidad increíble: Pero esto no es nada ante la sorpresa que causa ver a un
niño de seis años sentado al piano tocando sonatas, tríos, conciertos, y, lo
que es más asombroso, oírlo improvisar, inventando de su cabeza obras de
exquisito gusto y perfecta construcción”. Habla luego el periódico del
“número” que solían hacer los dos hermanos y que dejaba estupefactos a
los espectadores: Mozart niño cubría el teclado con un paño que le impedía
ver las teclas y así tocaba con la misma facilidad y perfección que si
estuviera viendo las teclas. En Ausgburgo compraron un clavicordio de
viaje que les fue muy útil. Tras atravesar otras ciudades, llegaron a
Mannheim, cuya orquesta oyeron y de la que dijo Leopoldo que era “sin
discusión posible la mejor de Alemania”. Este encuentro dejó un recuerdo
imborrable en Wolfgang, que, años más tarde, volvería una y otra vez a
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Mannheim. Prosiguieron el viaje por Maguncia, Frankfurt, Coblenza y
Aquisgrán, para llegar, el 18 de noviembre, al primer destino de su viaje:
París.
En París encontraron al barón Melchior von Grimm, familiar de los
famosos hermanos Grimm, escritores de cuentos, quien les abrió las puertas
de la mejor sociedad parisina: intelectuales, artistas, nobleza, eclesiásticos,
etc. Los conciertos fueron un éxito artístico y financiero. En París se
imprimieron las primeras obras del genio Mozart. Este hecho insólito – un
niño de siete años que publica ya sus primeras creaciones artísticas – único
en la historia no sólo de la música sino de todas las demás manifestaciones
del espíritu, es tan sorprendente, que bien merece un comentario.
Paréntesis sobre la infancia de Mozart y su hermana.
Pero el ritmo de vida que Leopoldo impuso a sus hijos tuvo una
grave consecuencia para ellos: no conocieron o no tuvieron infancia, sobre
todo Wolfgang, quien tuvo que soportar la parte más dura de esta
exhibición en público desde la edad de 5 ó 6 años (ya que Nannerl tenía
para entonces unos 12 años). En ningún otro músico se dio este hecho en
grado tan intenso como en Mozart; para él, desde que empezó a tener uso
de razón, si no antes, la música fue su vida y vivió exclusivamente para
ella. Los constantes viajes contribuyeron probablemente a minar su salud,
pues ya en estos años estuvo aquejado de una serie de enfermedades que
nunca le abandonarían, y que casi con seguridad influyeron en su
prematura muerte.
Se ha acusado a Leopoldo Mozart de haber, en cierto modo,
negociado con el genio de su hijo, impidiéndole disfrutar de una niñez
despreocupada y feliz como cualquier otro niño. Pero la realidad es que
Mozart fue cualquier cosa menos un niño normal. Fue un prodigio de la
naturaleza, una criatura tocada por la mano de Dios, un ser en el que la
gracia divina se transparentaba a raudales y en cada instante. La mejor
prueba es el hecho de publicar sus primeras obras cuando no tenía más que
siete años. Más aún: todo hace creer que el pequeño Wolfgang – “el
maestro Wolfgan”, como le llamaba su padre – sentía tanto la música, la
vivía tan intensamente, que no sólo no echaba en falta los juegos infantiles
de los demás niños de su edad, sino que viviendo la música fue
completamente feliz. Si la vida le fue adversa en los años posteriores fue
por motivos totalmente imprevisibles en aquellos momentos.
A la conquista de Londres.
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El 10 de abril de 1764 dejaron París para dirigirse a Londres, donde
llegaron el 23 del mismo mes. En Londres se les abrieron de inmediato las
puertas del Buckingham Palace. Tanto el rey Jorge III como la reina Sofía
Charlotte, grandes amantes de la música, quedaron prendados de los
pequeños genios. El rey y la reina sometieron a Wolfgang a un auténtico
test para saber hasta dónde llegaba su genio musical: Le hizo tocar a
primera vista obras difíciles de Haendel – considerado el músico nacional
inglés, por el conocido “espíritu de recogimiento” de los ingleses – y de
otros autores. Al final tuvieron que rendirse a la evidencia: Wolfgang era
un prodigio en el arte musical. Los recompensaron económicamente y les
abrieron la puertas de la mejor sociedad londinense. También los músicos
ingleses sometieron al jovencísimo “maestro” a las más refinadas pruebas
técnicas, de todas las cuales salió triunfante. Pero tampoco Leopoldo se
olvidaba de sus “técnicas promocionales”: sacaba a pasear a sus hijos por
los lugares más concurridos y de moda de Londres. En uno de estos paseos
obtuvo el mejor premio que podía desear: En Saint James Park se cruzaron
con la carroza real. He aquí como Leopoldo relata la escena: “El rey y la
reina venían en su carroza, y, aunque nosotros llevábamos puestos unos
vestidos distintos de los que nos poníamos para ir a palacio, nos
reconocieron; y no sólo nos saludaron, sino que el rey abrió su ventanilla,
sacó fuera la cabeza y con el sombrero y las manos nos saludó
cordialmente, sobre todo al maestro Wolfgang”. El hecho se difundió por
toda Londres y la gente ardía en ascuas por conocer al pequeño genio.
Entre la mucha gente que los Mozart conocieron en Londres destaca la
figura de Johann Christian Bach, el menor de los hijos del inmortal Kantor
de Santo Tomás de Leipzig, con el que trabaron una perdurable amistad. En
resumen, Londres fue un éxito sin igual en todos los sentidos: fama, dinero
y formación para el joven músico, quien además se dedicó intensamente a
la composición de nuevas obras.
Regreso a casa.
Después de quince meses triunfales en Londres, el 1 de agosto de
1765 la familia Mozart embarcó en Dover para regresar a casa, haciendo
numerosos y prolongados altos en el camino; llegaron a su casa de
Salzburgo el 29 ó 30 de noviembre de 1766. Las tareas domésticas para
Mozart consistían en aprender latín, perfeccionar su italiano y progresar en
sus conocimientos musicales, especialmente la técnica del contrapunto y la
fuga. No hay pruebas de que Mozart asistiera nunca a la escuela; su
principal maestro, si no el único, fue su padre. Pero conviene advertir que
no por los estudios se olvidó de componer; entre otras muchas cosas,
destaca la célebre Cantata fúnebre, K 42, cuyo origen fue el siguiente:
Deseando el príncipe-arzobispo de Salzburgo aclarar de una vez por todas
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si lo que Mozart componía era cosa suya o le ayudaba su padre, encerró al
pequeño en una habitación de su palacio y lo mantuvo incomunicado
durante una semana, en la que compuso esta obra. El título se debe a la
malicia de Mozart, quien deseó durante su forzosa clausura que el príncipearzobispo muriera por mantenerlo encerrado; para el hipotético entierro
compuso esa Cantata fúnebre. Este detalle nos sirve para apreciar que los
gustos musicales del joven genio se dirigían, por este tiempo, a la ópera.
Pero la ópera no tenía cabida en Salzburgo, en cuya corte se ejecutaba
esencialmente música religiosa. Tampoco los otros géneros musicales en
los que el genio de Mozart podía descollar – sinfonías, música de cámara,
conciertos, etc., - tenían cabida en su ciudad. Había, por tanto, que buscar
nuevos horizontes y, para ello, la familia Mozart se dirigió a Viena, cuando
el genio tenía solamente 11 años de edad .
Primera estancia en Viena.
El momento propicio para dirigirse a Viena se presentó con motivo
de la celebración de la boda de la princesa María Gabriela, hija de la
emperatriz María Teresa. Los Mozart salieron de Salzburgo el 11 de
septiembre de 1767 y el día 15 llegaron a Viena. La ciudad festejaba ya la
futura boda de la princesa con conciertos, óperas, fuegos de artificio, bailes,
etc. Pero todo cambió de repente, pues en la primera semana de octubre se
abatió sobre la capital austriaca una violenta epidemia de viruela. Entre las
víctimas se contó la princesa María Gabriela. Para huir de ella, los Mozart
abandonaron precipitadamente la ciudad y se refugiaron en Brno y luego en
Olomouc (ciudades que hoy pertenecen a la República Checa). A pesar de
las precauciones, tanto Nannerl como Wolfgang contrajeron la enfermedad,
pero en forma benigna; con todo, les quedaron, sobre todo a Wolfgang,
señales en la cara para toda la vida.
Pasada la epidemia, el 10 de enero de 1768 regresaron a Viena. Allí
compuso y trató de estrenar su ópera bufa, La finta semplice (La simple
simulación). Entonces comenzó un calvario: los músicos, envidiosos de
que un niño de 12 años triunfara, se opusieron con todas sus fuerzas; se
hablaba incluso de que detrás de toda esta oposición estaba nada menos que
Christoph W.Gluck3, entonces en el apogeo de su gloria. Pero Mozart,
como si estas intrigas no fueran con él, se aprestó a componer una nueva
partitura escénica, Bastien und Bastienne – Bastián y Bastiana -, que se
estrenó en casa de un acaudalado médico vienés. La recompensa por los
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Nacido en el Alto Palatinado (Bohemia) en 1714, fue uno de los grandes reformadores de la ópera.
Estudió con el gran Sanmartini en Milán. Viajó por París, donde conoció a Rameau, y Londres, donde
conoció a Haendel. Entre su producción, destacamos Orfeo y Eurídice, su mejor obra, Ifigenia en Áulide,
Ifigenia en Táuride, Alcestes, etc. Murió en Viena en 1787.
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sinsabores pasados le llegó a Mozart con motivo de la consagración de la
nueva iglesia de los jesuitas en un suburbio de Viena. Para tal
acontecimiento, Mozart estrenó una Misa solemne a 4 voces y orquesta, un
Ofertorio, también a 4 voces y orquesta, un Concierto para trompeta y,
posiblemente, un Veni, Sancte Spiritus. La crónica de la ceremonia la
tomamos del Wienerisches Diarium, periódico vienés: “Toda la música de
la solemne función fue compuesta ex profeso para esta celebración por
Wolfgang Mozart, de doce años, tan conocido a causa de sus
extraordinarios talentos, hijo del señor Leopoldo Mozart, maestro de capilla
del príncipe de Salzburgo, y fue interpretada por el autor con general
aprobación y asombro, y dirigida por él con la misma precisión”. Con este
triunfo, los Mozart regresaron a Salzburgo, a donde llegaron el 5 de enero
de 1769. Aquí, con motivo de la onomástica del príncipe-arzobispo, estrenó
su ópera La finta semplice en el teatro del palacio arzobispal y, en
recompensa, obtuvo el nombramiento de Konzertmeister – Maestro de
conciertos – de la corte.
Viaje a Italia.
El 12 de diciembre de 1769 Mozart y su padre se pusieron camino de Italia,
patria de la música y, sobre todo, de la ópera, por la que Wolfgang se sentía
tan atraído. Tras muchas peripecias – recordemos que entonces se viajaba
en carreta o a lomos de animales –, el 20 de enero de 1770 llegaron a
Milán, primera etapa del viaje. El niño causaba admiración y el genio de
Mozart suscitaba los mayores entusiasmos. La gente se agolpaba por las
calles por donde tenía que pasar para ver a aquel “portento de la música” y
hasta hubo que suspender varios conciertos porque la gente no cabía en la
iglesia donde Mozart iba a tocar.
En Verona, la ciudad de los famosos amantes Romeo y Giulietta (Romeo y
Julieta, en español) y segunda etapa del viaje, sucedió otro tanto: su genio
despertó una admiración rayana en el estupor. Lo colmaron de honores, le
concedieron diplomas, lo nombraron Maestro di Cappella, el pintor
Saverio della Rosa le hizo un retrato en el que Mozart aparece tocando el
clave y hasta le ofrecieron un contrato para componer la obra inaugural de
la temporada de ópera por el que Mozart percibiría 100 gigliati de oro y
una vivienda propia.
Prosiguieron el viaje hacia Roma e hicieron una escala de cinco días en
Bolonia para visitar al más afamado teórico musical de la época: el padre
franciscano Giovanni Battista Martini. Éste, que ya estaba retirado de sus
clases, cuando oyó a Mozart improvisar una fuga y otros ejercicios de la
más alta técnica musical quedó tan asombrado que hizo con él una
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excepción: asistió al concierto que el joven genio dio en el palacio del
conde Pallavicini.
Luego, a través de Florencia, Siena, Orvieto y Viterbo, llegaron a Roma, el
11 de abril de 1770. Aquí sucedió uno de los episodios más célebres de la
vida de Mozart. Cuando llegaron a Roma era Semana Santa y acudieron a
los Oficios Sacros que la Iglesia Católica, en memoria de la Pasión y
Muerte de Jesús, celebraba en la Capilla Sixtina. Allí cantaron el famoso
Miserere de Allegri, obra polifónica para 9 voces y dos coros. Esta obra era
propiedad exclusiva de la Capilla Sixtina, hasta el punto de que estaba
prohibido, bajo pena de excomunión, cantarla en otro sitio. Acabados los
Oficios Religiosos y vuelto a su posada, Mozart se dedicó a transcribirla.
Al día siguiente, volviendo de nuevo a la Capilla Sixtina para los Oficios
del Viernes Santo, le enseñó su “copia”al director del Coro de la Capilla
Sixtina. Este quedó tan admirado que lo presentó de inmediato al Papa, que
a la sazón era Clemente XIV, para que le explicara cómo había osado
hacer eso. Mozart se limitó a decir: “Santidad, me bastó con oír el Miserere
y luego transcribirlo en esta partitura que Vos tenéis en las manos. Nada
más”. El Papa y toda la Corte Pontificia quedaron atónitos ante la destreza
de semejante prodigio de 14 años.
De Roma bajaron a Nápoles, donde recibieron los mismos honores y
gentiles recibimientos. Toda la ciudad partenopea se volcó en halagos y
reconocimientos al niño prodigio, hasta que finalmente se vieron obligados
a regresar de nuevo a Salzburgo.
De nuevo en Salzburgo.
Nada más volver a su ciudad natal tuvo lugar un suceso que influiría
decisivamente en la vida posterior de Mozart: la muerte del príncipearzobispo Segismundo, quien había permitido a Leopoldo Mozart – el
padre de Wolfgang – largas ausencias de su cargo, le había mantenido la
paga y le había dado una gran suma de dinero para el primer viaje a Italia.
El cargo de nuevo arzobispo de Salzburgo recayó en la persona del conde
Hieronymus Colloredo. Para su entronización compuso Mozart la serenata
dramática Il sogno di Scipione (“El sueño de Escipión”). Al principio todo
fue bien en las relaciones Arzobispo de Salzburgo-familia Mozart.
Colloredo nombró a Mozart Konzertmeister de la corte arzobispal, con un
salario anual de 150 florines de oro, cantidad nada despreciable tratándose
de un joven de 16 años. Pero las cosas comenzaron a empeorar y Mozart a
sentirse a disgusto con su nuevo señor. Colloredo era un hombre enérgico
que no permitía que se transgredieran las normas. Y ahí nacieron los
problemas, porque Mozart necesitaba cumplir los compromisos que había
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adquirido durante el viaje a Italia y el arzobispo no le daba permiso para
ausentarse. A este problema se le añadió otro: el paso de “niño prodigio” a
hombre. Mozart, recién cumplidos los 17 años, tenía que enfrentarse a la
lucha por la vida. Una lucha para la que quizá no estaba preparado.
De nuevo en Viena.
Aunque el arzobispo Colloredo no era propenso a conceder permisos para
ausentarse de Salzburgo, pero un viaje que el arzobispo debía realizar a
Viena les brindó la ocasión a los Mozart para dirigirse con él a la capital
austriaca. Allí conoció a Haydn, quien le orientó en nuevas técnicas
musicales y lo presentó a lo más granado de la sociedad musical vienesa.
Al regresar a Salzburgo, Mozart empezó a soñar con establecerse en Viena,
capital del Imperio Austro-Húngaro y de las nuevas tendencias musicales.
Pasó una breve temporada en Munich – ¡cosa rara por la severidad del
arzobispo Colloredo! –, de la que da cuenta en una carta dirigida al padre
Martini y que dice así:
“El año pasado escribí en Munich una ópera bufa para el Carnaval. Pocos
días antes de marcharme, su Alteza el Elector mostró deseos de oír una
música mía compuesta en estilo contrapuntístico. Tuve, pues, que escribir
este motete – Misericordias Domini, K. 222 – a toda prisa, par dar tiempo
a copiar la partitura para su alteza y a sacar las particellas para poder
interpretarlo el domingo siguiente en la Misa Mayor al tiempo del
Ofertorio. Queridísimo Padre Martini: le ruego que me diga francamente
y sin reserva su parecer...”.
En Salzburgo permaneció dos largos años, pero el descontento con el
arzobispo seguían aumentando progresivamente. A comienzos de 1777 la
situación se había hecho insostenible para los Mozart. La necesidad de
encontrar una salida digna se hacía imperiosa. Su padre Leopoldo fue a
hablar personalmente con el arzobispo, pero la visita resultó
contraproducente. Por una carta de Leopoldo Mozart al padre Martini
conocemos los detalles de aquella tempestuosa entrevista. En ella, el
arzobispo desahogó toda la cólera que guardaba contra los Mozart,
especialmente contra Wolfgang: “Ni siquiera tuvo reparo en decir que mi
hijo no sabía nada, que lo que debía hacer era ir a Nápoles para aprender
música en un conservatorio”, nos cuenta su padre. Mozart se encontró en
una alternativa dramática: había cumplido los 21 años, tenía ya en su haber
más de 300 composiciones, de éxito clamoroso muchas de ellas, y sentía el
deseo irrefrenable de dar salida a sus posibilidades; tenía, en fin, que pensar
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en su futuro y decidir su vida. Como las ataduras que lo ligaban a la corte
del arzobispo eran insuperables, decidió escoger la libertad del artista y
pedirle a su señor que lo liberara de servirle. La petición, fechada el 1 de
agosto de 1777, obtuvo respuesta un mes más tarde, el 1 de septiembre,
fecha en la que el arzobispo firmó el Decretum por el que “libraba al padre
y al hijo del servicio, para que buscaran su felicidad en otro sitio”.
Viajes por Europa y vuelta a Salzburgo.
Tras librarse de sus compromisos con el arzobispo Colloredo, Mozart
emprendió una serie de viajes por Europa, con etapas en Munich,
Augsburgo, Mannheim y París. Aquí se le unió su madre, que moriría poco
después, el 3 de julio de 1778. El desengaño por la muerte de su madre le
avivó la nostalgia por la casa paterna y la ciudad natal; abandonó París y se
dirigió a Salzburgo, a donde llegó el 15 de enero de 1779. A pesar de los
problemas anteriores, fue nombrado organista de la corte del PríncipeArzobispo, es decir, Hoforganist (Hof=Corte y Organist= Organista). Su
trabajo consistía en tocar en la Corte y en la Catedral, ayudar en la
instrucción de los niños del Coro y componer cuando fuera necesario. Su
sueldo consistía en 450 gulden anuales. Fue en esta etapa cuando compuso
la Misa de la Coronación, K. 317, y las Vesperae solemnes de confessore,
(Solemnes Vísperas para un Confesor) K. 339, el famosísimo Concierto
para dos pianos y orquesta, K. 365, además de varias sinfonías. Pero las
cosas empeoraron de nuevo con motivo del viaje que el arzobispo
Colloredo hizo a Viena para asistir a las fiestas de la coronación de José II
como Emperador Austro-Húngaro, en marzo de 1781. En Viena Mozart se
sintió humillado por el trato que le daba el arzobispo. La situación explotó
el 9 de mayo de ese año: tras una violenta entrevista, el arzobispo lo
insultó, llamándole haragán, harapiento, imbécil y díscolo y diciéndole que
nadie le servía tan mal como él. Mozart aguantó el chaparrón de insultos
con una infinita paciencia y al final preguntó al arzobispo: “¿Su Eminencia,
pues, no está contento conmigo?”. A lo que el arzobispo replicó: “¡Mira,
mira! Ahora quiere amenazarme este imbécil. ¡Sí, sí! ¡Imbécil!”. Y cuando
el arzobispo le dijo que no quería tener trato con él, Mozart le replicó
textualmente: “¡Ni yo con Usted!”. Al día siguiente presentó su dimisión al
arzobispo, que se la aceptó, después de varias instancias, sólo un mes más
tarde.
En Viena para siempre.
Tras abandonar la corte del arzobispo, Mozart se quedó en Viena para
siempre, hospedándose en casa de unos amigos músicos, la familia Weber,
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que tenía tres hijas, Aloysia, Konstanze y la más pequeñita que se llamaba
Sophie. La primera era cantante de ópera y estaba casada con el actor y
pintor Joseph Lange; la segunda, Konstanze, no servía para nada. Pero le
hizo tal tilín a Mozart que el 15 de diciembre de 1781 Mozart pidió a Herr
Weber la mano de su hija, quedando fijada la boda para el verano siguiente.
En efecto, el 31 de julio de 1782 se cumplimentaron los requisitos oficiales
para el matrimonio. El 2 de agosto los novios recibieron juntos la Sagrada
Comunión – signo de que se iban a convertir en marido y mujer –, el 3 de
agosto firmaron el contrato matrimonial y el 4 del mismo mes se casaron en
la Catedral de San Esteban de Viena. Mozart tenía 26 años; Konstanze, 20.
Del matrimonio nacerían 6 hijos, de los que sólo dos sobrevivieron – Karl
Thomas y Franz Xaver – pues los otros cuatro murieron en tierna edad. De
los dos hermanos, sólo el menor, Franz Xaver, heredó de su padre la
vocación por la música. La vida conyugal de Mozart fue relativamente
feliz: durante toda su vida estuvo muy enamorado de su mujer, pero
padecieron grandes apuros económicos porque Konstanze fue muy mala
administradora. Gastaba grandes cantidades de dinero en lujos personales:
joyas, vestidos, zapatos, pelucas, peinados, etc. Mozart era incapaz de
llevar su economía y Konstanze más incapaz todavía de ayudarle en ello.
Pero a pesar de estas dificultades domésticas, Mozart componía y
componía obras maestras. De esta época son El rapto del serrallo (Die
Entführung aus dem Serail, K. 384), la impresionante colección de
Conciertos para piano y orquesta, entre los que destacamos el Concierto nº
20 en re menor, K. 466. Compuso también Una pequeña serenata nocturna
(Eine kleine nacht musik, K. 525), Una broma musical (Ein musikalischer
Spaas, K. 522), diversas sinfonías, entre ellas la famosísima Sinfonia nº 40
en sol menor, K. 550, y varias óperas, entre ellas La flauta mágica (Die
Zauberflöte, K. 620), Las bodas de Fígaro (Le nozze di Figaro, K. 492),
Don Juan (Don Giovanni K. 620) y el popular motete Ave Verum, K. 618,
compuesto en 1790 para la fiesta del Corpus Christi de Viena. No podemos
olvidarnos tampoco de la colección de Sonatas para piano, entre las que
destacamos la Sonata nº 11 en La mayor, K. 331, con su famosísimo tercer
movimiento Rondó alla turca, más conocido popularmente como Marcha
turca, ni del no menos famoso Rondó en Re mayor para piano y orquesta,
K. 382.
El “problema” Salieri.
En la vida de Mozart hay un episodio bastante oscuro: el de su posible
envenenamiento a manos de Antonio Salieri (1750-1825). Salieri era un
músico italiano que encontró trabajo como compositor en la Corte Imperial
de Viena. Nació en Legnano (Verona) en 1750 y murió en Viena en 1825.
Estudió primeramente violín con su hermano – que había sido discípulo de
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Tartini – y luego en Venecia y en Viena estudió el clavicémbalo,
composición y canto. Se estableció en esta última ciudad con los cargos de
compositor de la Corte, director de la Capilla Imperial y de la Ópera
Italiana y, por último, director de la Orquesta de la Corte. Colaboró en la
fundación del Conservatorio de Viena en 1817. Profesor de gran mérito y
fama, tuvo entre sus muchos discípulos a Beethoven, Schubert, Liszt, etc.
Fue amigo de Haydn y enemicísimo de Mozart. Se le acusó de haber
envenenado a Mozart por envidia musical, acusación que unos mantienen
ser una calumnia y otros una verdad. Lo que sí sentía por Mozart era una
envidia y unos celos atroces. Salieri era un “mecánico” de la música;
Mozart era un genio. Salieri componía mecánicamente; Mozart estaba
tocado por la gracia de Dios para componer. Salieri se quedó soltero, no
contrajo matrimonio por llegar a ser un gran músico; ofreció a Dios su
soltería a cambio de que le diera el talento divino del que carecía. Frente al
genio de Mozart Salieri se sintió eclipsado, lo que hizo que se enfrentara a
Dios por haber preferido a Mozart y no a él. Y esto no se lo perdonó nunca
a Mozart. Lo espiaba, le ponía todos los obstáculos posibles, lo denigraba
ante el Emperador José II de Austria y los músicos de la Corte Imperial,
hasta que decidió destruir a Mozart por cualquier medio a su alcance,
llegando a plantearse incluso el asesinato. Para más información sobre este
tema veremos el film Amadeus (1984), de Milos Forman, ganador de 8
Oscar, entre ellos, el de mejor película del año.
El principio del fin.
El éxito de Mozart en Viena, a pesar de la envidia de Salieri, sobrepasó las
fronteras del Imperio Austro-Húngaro. Los Monarcas europeos de entonces
se lo disputaban con tal de que compusiera para ellos. Vgr. los Zares de
Rusia, los Príncipes Electores alemanes, el Emperador de Prusia, etc. Éste
último, que a la sazón era Federico Guillermo II de Prusia, lo invitó a su
corte, muy cerca de Berlín y Mozart se dirigió allí. La primera etapa del
viaje le llevó hasta Praga, que por entonces formaba parte del Imperio
Austro-Húngaro y donde se habían representado ya muchas óperas de
Mozart. Siguió luego hacia Dresde y Leipzig – donde Mozart tocó en la
Iglesia de Santo Tomás, en el mismo órgano que había usado J. S. Bach – y
el 25 de abril de 1789 llegó a Postdam, donde estaba la Corte. Federico
Guillermo II de Prusia y su Corte quedaron admirados del genial talento del
músico y lo colmaron de honores y riquezas. El 4 de junio estaba Mozart de
vuelta en Viena con un cargamento de dinero y de oro que pronto
Konstanze se encargó de dilapidar, unas veces por enfermedad verdadera y
otras por enfermedad ficticia. Konstanze se iba con frecuencia al balneario
de Baden a tomar las aguas, lo que suponía nuevos gastos y problemas, a
los que había que añadir uno nuevo: las muestras de fragilidad que la salud
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de Mozart empezada a dar. La tos se hacía cada vez más persistente, la
fiebre aparecía con frecuencia y la salud de Mozart se resquebrajaba por
momentos. En esta tesitura emprendió la composición de su última obra, el
Requiem, K. 626. Sobre la composición de esta última obra de Mozart hay
una leyenda llena de misterio. Trataremos de desvelarla.
El misterio del Requiem.
Las circunstancias bajo las que nació esta obra han dado origen a una
leyenda un tanto misteriosa y romántica. He aquí el resumen: el conde
Franz von Walsegg-Stuppach era un gran aficionado a la música; tocaba
muy bien la flauta y el violonchelo y en su palacio de Viena se daban
conciertos y representaciones teatrales dos veces por semana, los martes y
jueves. El 14 de febrero de 1791 – fiesta de San Valentín – murió la joven
esposa del conde, que no había cumplido aún los 21 años. En honor a ella,
el conde quiso hacer componer una Misa de Requiem excepcional, que se
estrenaría en su palacio. Su consejero Puchberg fue quien le sugirió que
encargase a Mozart la composición. El conde prefirió llevar todo el asunto
en secreto y para ello envió al abogado Johann Nepomuk Sortschan a hacer
a Mozart el encargo. La visita de este misterioso enviado – según
Konstanze manifestó luego, “era alto y delgado, con sombrero y traje gris”
– tuvo lugar en julio. Rogó a Mozart que mantuviera un secreto total y
prometió pagárselo muy bien, pero no dijo quién era ni de parte de quién
venía. Mozart inició de la composición del Requiem en un estado febril. Su
salud iba a menos día a día y él era sabedor de ello. Una tarde, paseando
con su esposa por el Prater de Viena, le dijo: “Konstanze, presiento con
toda claridad que me queda poco de vida. ¡No hay duda de que alguien me
ha dado un veneno! No puedo apartar de mí esta idea. ¿No he dicho ya que
estoy escribiendo este Requiem para mí mismo?”. La última parte que
compuso la escribió en la cama, pues su salud, que había ido empeorando
progresivamente en las últimas semanas, decayó con rapidez y, a finales de
noviembre, ya no pudo levantarse. Según una detallada relación escrita en
1825 por Sophie, la hermana pequeña de Konstanze, Mozart era
plenamente consciente de que se acercaba su fin y más de una vez dijo que
con el Requiem estaba componiendo sus propios funerales. Empeoró
rápidamente; durante las dos últimas semanas se le hincharon las manos y
los pies y sufría frecuentes y violentos vómitos. El 4 de diciembre,
aprovechando una leve mejoría en su estado, fueron a verle a casa algunos
amigos. Mozart se empeñó en cantar con ellos algunos fragmentos del
Requiem que estaba componiendo, pero al llegar al Lacrimosa hubo que
interrumpir el canto y Mozart dejó a un lado la partitura. Su salud empeoró
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rápidamente la tarde del 4 de diciembre. A las 9 de la noche perdió el
conocimiento y a la 1 de la madrugada del 5 de diciembre de 1791 moría
plácidamente. El diagnóstico médico estableció que su muerte fue debida a
“una fiebre reumática aguda”, aunque se dijo entonces – y el enigma sigue
vivo en nuestros días – que había muerto envenenado por algún compositor
envidioso (léase Antonio Salieri, del que ya hablamos anteriormente). Sea
como fuere, el 6 de diciembre por la tarde, después de la bendición del
cadáver en la catedral de San Esteban de Viena, se le llevó al cementerio de
San Marcos, situado a unos 5 kilómetros de Viena, y allí, al día siguiente,
fue enterrado.
La leyenda de su muerte.
En torno a la muerte, al funeral y al entierro de Mozart se ha tejido también
una misteriosa leyenda: que si ninguno de sus amigos estuvo presente en el
funeral, que si su entierro se celebró desamparado de todos y sólo
acompañado de un perro, que si sus restos mortales fueron depositados en
una fosa común para los pobres, que si ninguno de sus familiares y amigos
visitó su tumba inmediatamente después, etc., etc. ¿Qué hay de verdad en
todo ello? ¿Dónde acaba la realidad y dónde empieza la leyenda? Una cosa
sí es cierta: La caprichosa Konstanze, entre el dolor por la pérdida de su
esposo y los achaques y enfermedades que tenía, tardó tiempo en ir al
cementerio a visitar la tumba de su marido. Cuando fue al cementerio, se
encontró con que el sepulturero era nuevo y no tenía ni idea de dónde se
encontraban sepultados los restos de Mozart. Nadie sabía donde estaban y
todas las investigaciones posteriores han resultado infructuosas hasta
nuestros días. Su cuerpo quedó perdido para siempre en el anonimato del
cementerio de San Marcos de Viena, pero los tesoros de su música han
enriquecido a toda la humanidad. Ese es el destino del genio: ser sepultado
en la tierra como el grano de trigo para que, muriendo, brote de nuevo y dé
muchas espigas que sigan alimentando con el pan de la música a la
humanidad que ha venido después. ¡Loor y gloria a uno de los genios más
grandes de la música! ¡Loor y gloria a uno de los genios más grandes de la
humanidad! La existencia de seres como Mozart es una prueba de que Dios
no abandona a los hombres y los sigue obsequiando con los dones de su
bondad. Por eso dijo el gran teólogo alemán Karl Barth: “En el cielo,
cuando Dios reina como Dios, suena la música de Bach. En el cielo,
cuando Dios hace fiesta para los inmortales, suena la música de Mozart”.
Laus Deo: Alabado sea Dios. A Él la gloria y la alabanza por habernos
regalado el inefable don de la música mozartiana. Amén.
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