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El corazón de Abee
Autores: Sofía Kalife Ibarra
y su mamá Mónica Ibarra Elizondo
Oakhill Preschool Monterrey
Una
tarde de verano, Abee y su
mamá estaban haciendo una manualidad con todas las cosas que guardaban
en una caja especial. Abee era una abejita
muy creativa y cada vez que hacía un trabajo en casa, imaginaba mucho para crear las
cosas más sorprendentes y divertidas con sus
pequeñas manitas.
Abee era hija única y esperaba con gran
impaciencia la llegada de su hermanito, que no
tardaría en nacer. Ella había propuesto que se
llamara Obee y sus papás estuvieron de acuerdo pues les parecía un bonito nombre.
Esa misma tarde, la mamá de Abee le
preguntó:
–¿Qué manualidad harás el día de hoy?
–Hoy quiero hacer algo súper especial
–contestó Abee muy entusiasmada–. ¡Hoy
quiero hacer a mi hermanito!
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Su mamá se quedó un poco confundida porque no sabía
cómo podía Abee hacer a su hermanito en una manualidad,
pero antes de que pudiera decir algo, Abee le dijo:
–Mira, mamá, vamos a hacer a mi hermanito de papel; yo
le pongo los ojos, tú la nariz, yo los brazos, tú el pelo, y así
hasta que lo terminemos.
Al ver la emoción con la que Abee imaginaba hacer a su
hermanito en papel, su mamá le dijo:
–Antes de empezar vamos a jugar un juego muy divertido,
¿quieres?
–Sí, mamá, me encantan los juegos –contestó Abee.
–Empezaremos por ponernos de pie y tú vas a nombrar las
partes de mi cuerpo –le dijo su mamá.
–Está bien –dijo Abee–. Veo que tienes cabeza, ojos, nariz
y boca; también tienes piernas, brazos, rodillas y dedos.
–Ahora es mi turno –dijo su mamá–. Yo veo una cabeza,
ojos, nariz, boca, rodillas, brazos, piernas…
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–¡Pues todas, mamá! Porque si no tuviera
toditas las partes del cuerpo no podría hacer
todas las cosas que yo hago.
– Pero en el mundo hay mucha gente que
no tiene alguna parte de su cuerpo y sin embargo puede hacer muchísimas cosas sorprendentes. Por ejemplo, hay quienes nadan sin
tener una pierna, o quienes pintan sin tener
brazos. Algunos hasta tocan un instrumento
musical sin poder escuchar. ¡Imagínate cuánto
han de trabajar para lograrlo!
Y así su mamá fue nombrando una a una
todas las partes del cuerpo de Abee, pero al
final le dijo:
–Además, veo que también tienes un corazón muy grande.
–¿Cómo puedes ver mi corazón, mami?
–preguntó Abee.
–No lo puedo ver, pero lo puedo sentir.
–respondió su mamá.
–¿Y cómo lo puedes sentir? –preguntó de
nuevo la abejita.
–Lo puedo sentir cuando te ríes, cuando
me abrazas, cuando me cantas, cuando me
miras, cuando rezas…
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–¡Qué padre, mamá! Yo también quiero
ver el corazón de todas las personas –dijo
Abee muy entusiasmada.
–Claro que puedes, Abee. Sólo tienes que
ver a las personas con amor: el corazón les
saltará de emoción y entonces lo podrás ver.
Abee estaba sorprendida por todo lo que
su mamá le estaba diciendo. De pronto dijo:
–Entonces mi hermanito puede nacer sin
alguna parte del cuerpo, ¿verdad, mamá?
–Sí, Abee –contestó su mamá.
–Y si nace así, ¿quiere decir que está descompuesto?
–No, Abee, claro que no –le explicó su
mamá–. Los niños que nacen sin alguna parte
de su cuerpo no están descompuestos, son especiales. Dios los manda con tanto amor que
no necesitan esa parte de su cuerpo para ser
felices y para hacer felices a los demás. Estos
niños especiales son angelitos que vienen al
mundo a darnos mucho amor, por eso debemos cuidarlos, protegerlos y llenarlos de amor
para que se sientan muy felices.
–Mamá, y si mi hermanito Obee naciera
sin ojos, ¿cómo podría verme? –preguntó la
abejita muy intrigada.
Cuando terminaron de jugar, la mamá de
Abee le dijo:
–Ahora dime, ¿qué partes del cuerpo crees
que tendrá tu hermanito Obee cuando nazca?
Abee se quedó muy pensativa y después
de un minuto contestó:
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–Te vería a través de sus manos –dijo su mamá.
–Y si no tuviera manos, ¿cómo me vería?
–Te vería por medio de tu voz.
–Y si no tuviera oídos, ¿cómo le haría?
–Te vería con su corazón, Abee, porque hay algo que todas las personas tenemos y es lo que nos hace ser buenos. No
importa si no tenemos alguna parte de nuestro cuerpo, lo importante es que todos tenemos un corazón tan grande que nos
hace amar lo que Dios nos da día con día, y ese mismo corazón nos hace agradecerle a Dios lo hermoso que es vivir.
–¡Tengo una idea, mamá! –dijo Abee–. Ahora todas las
noches le voy a dar gracias a Dios por mis ojitos, por mis rodillas, por mis brazos, por mi cabeza, por mis oídos y por mis
deditos, pero además también le voy a agradecer por todos
los niños especiales que nos manda y porque me dio mi corazón para querer a todos por igual.
–Muy bien –dijo su mamá–. Eres una niña
muy inteligente y además muy buena. ¿Qué
te parece si ahora sí hacemos a tu hermanito
en papel?
–Sí, mamá –respondió Abee–. Lo primero
que le voy a dibujar es su corazón.
Esa tarde Abee aprendió una gran lección:
darle gracias a Dios por todas y cada una de
las partes de su cuerpo, y en especial por su
corazón, el cual no puede ver pero sí puede
sentir. También aprendió que no importa si
su hermanito nace con todas las partes de
su cuerpo o si le falta alguna de ellas, pues
mientras tenga corazón, todo lo demás sale
sobrando.
FIN
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