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CANALIZACIONES ROMANAS
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VÁLVULAS, ACUEDUCTOS Y TUBERÍAS
ÁLVARO PLIEGO CORTÉS
Válvulas Romanas: Desde la antigüedad el hombre ha sabido regular el agua ya sea
con piedras o troncos de árboles.
Los egipcios, griegos y otras culturas eran capaces de dirigir el agua que captaban de
ríos o fuentes para el consumo público o riego.
Aunque fueron los romanos los verdaderos
desarrolladores de sistemas de canalización
de agua. Transportaban agua desde las
fuentes o ríos hasta los núcleos urbanos, a
veces a grandes distancias y salvando
importantes obstáculos mediante
acueductos.
Muchas de las válvulas eran de tipo plug o
stopcock, construidas de bronze, lo que hoy
seria ASTM B-67, material que dominaban los maestros de la "Collegia Fabrorum", rico
en plomo, no agrietable, anticorrosivo, dúctil, soldable a las tuberias de bronze o
plomo y de poca fricción lo cual facilitaba la rotación del vástago.
La válvula estaba compuesta de un cuerpo, de un vástago agujereado (plug) y un
bottom, más una gran leva para poder girar el vástago. A veces, se insertaba un inserto
que una vez golpeado con el martillo bloqueaba la salida del vástago pero permitía su
giro. Era una forma de impedir extraer el vástago para defraudar agua, práctica que
parece común a raíz de algunos agujeros encontrados en las tomas de la válvula.
En diversas ciudades mediterráneas se han encontrado pequeñas válvulas de la época
romana, cuyo diseño difiere muy poco, como en Rabat, Djemila, Istambul, Avarches,
Augusta (donde también se han visto válvulas de mariposa para grifos) y Nápoles
(donde el vástago era cilíndrico).
Los romanos usaban también unas primitivas válvulas de diafragma, realizadas de piel
de cuero que manualmente cerraba sobre un weir, para controlar el flujo y
temperatura del agua los baños.
También hay evidencia del uso de check valves para evitar el retorno del fluido,
válvulas en ángulo, y válvulas de mezcla.
LOS ACUEDUCTOS ROMANOS: La Roma
antigua consumía unos 160 millones de
litros de agua cada día, sobre todo en
fuentes, estanques, baños y letrinas
públicos. Una parte de ese caudal iba
directamente a las casas de los ricos, que
vivían en villas o en manzanas de casonas
de un piso. Pero la gente que habitaba en pisos altos tenía que recoger agua de las
fuentes y de los estanques, o contratar los servicios de aguadores profesionales.
Por lo menos 40 ciudades del Imperio Romano tuvieron redes de abastecimiento de
agua, y aún pueden verse las ruinas de unos 200 acueductos, entre ellos el
imponente Pont du Gard, de tres niveles, que dotó de líquido a Nimes, Francia, y el de
Segovia, España, de dos niveles y 36 m de altura.
El agua era llevada a Roma por una red de 420 Km. de canales y tuberías desde
manantiales, lagos y ríos situados en las montañas de los alrededores; el suministro
era continuo, pues no había manera ‘de regularlo. Unas cuantas villas tenían grifos
formados por un tubo inserto en el conducto de abastecimiento (llamado quinaria, de
unos 2 cm. de diámetro); aquél tenía un orificio por donde fluía el líquido y podía
cerrarse o abrirse haciéndolo girar.
El agua fluía por gravedad a lo largo de la red. Los canales (acueductos) eran de ladrillo
o de piedra con un revestimiento interior de cemento impermeable, y en promedio
medían 90 cm. de ancho y 1.8 m de profundidad; algunos eran subterráneos y tenían
respiraderos cada 73 m aproximadamente.
La parte superior del canal se cubría con lajas de piedra para evitar que el agua se
ensuciara. El primer acueducto de Roma fue el Aqua Appia, construido hacia 312 a.C.:
medía unos 16 Km. de largo y la mayor parte de su recorrido era subterráneo.
Si el acueducto no podía rodear un valle, por lo general se construía a través de éste
mediante una serie de arcos altos. El Aqua Marcia, erigido en 144 a.C., recorría 91 Km.
para llevar agua a Roma desde los manantiales del valle del Anio, situado a 37 Km. de
distancia en línea recta; la mayor parte de él era subterránea, pero los últimos 11 Km.
se levantaban sobre arcos.
En 109 d.C. el emperador Trajano mandó construir un acueducto para abastecer la
zona comercial e industrial de la ribera oriental del Tíber; en algunos lugares dicho
canal tenía 30 m de altura y surtía agua hasta las piscinas del quinto piso del Forum,
que era la plaza del mercado.
Hacia 350 d.C. ya había 11 grandes acueductos que surtían agua a Roma. Al llegar a la
ciudad, el líquido era depositado en unos 250 tanques distribuidos en diversos puntos
de la red.
Tenemos dos puntos, A y B, y entre los dos encontramos una depresión. Somos
ingenieros romanos, y podemos solventar el problema construyendo un acueducto.
Pero, ¿seguro que el acueducto es la mejor solución?
Según el principio de Pascal, si construyéramos una tubería entre el punto A y B, el
agua también llegaría al destino (siempre que B estuviera más bajo que A). Con este
sencillo sistema de vasos comunicantes se habrían ahorrado tiempo y dinero, ya que
es más sencillo de construir y necesita mucho menos material.
Canalizaciones romanas : Llegada el agua a la ciudad era necesario distribuirla
desde el castellum hasta las fuentes, las domus, las termas, etc. Estas canalizaciones,
tuberías o cañerías podían ser tubuli de madera o arcilla o fistulae de plomo.
Los tubuli de madera eran poco frecuentes y se usaban sobre todo en zonas de
montaña o boscosas; eran pequeños troncos seccionados, empalmados con mandriles
metálicos en los que se despejaba un canalillo
por donde circulaba el agua.
Los tubuli darcilla eran cañerías de barro –
terracota roja, por ejemplo- de entre 16 y 20
centímetros de diámetro y con un grosor de
unos 3,6 centímetros. Una longitud media de
cada tubulus podía estar entre 50 y 70 cms. El
material era de uso muy frecuente entre los
romanos –era con lo que se hacían las
recipientes de cocina y en general todas las
vajillerías-, de ahí que las cañerías de arcilla
fueran bien apreciadas; además, la materia
prima era barata, la fabricación sencilla y no
Tubería de arcilla.img1
requería un personal especializado para su
mantenimiento, al tiempo que resultaban más seguras y preservaban el sabor del
agua.
Lo contrario ocurría con las fistulae de plomo. Ya desde la antigüedad se conocía el
carácter nocivo del plomo que provocó a lo largo de la historia de Roma patologías
manifiestas –entre ellas quizás las de algún que otro emperador- e intoxicaciones y
enfermedades en los mineros y trabajadores del plomo, así como en todos aquellos
que usaban con mucha frecuencia el plomo –por
las cañerías y los utensilios de cocina. No
obstante, el plomo resulta perjudicial sobre todo al
aire libre, por lo que las cañerías de plomo, si
estaban soterradas no debían de ser tan nocivas
como se pensaba. Estas fistulae de plomo se
hacían mediante planchas de plomo de entre 5 y
15 milímetros de grosor y de una largura de unos
2,90 metros que se curvaban gracias a un mandril
de bronce calentado a golpe de martillo y con
pestañas de arcilla; luego se soldaban los extremos
Tubería de plomo.img2
de la lámina haciendo correr plomo líquido por las
pestañas de arcilla; por último se ensamblaban los
tubos con manguitos cortos soldados en ambos extremos, lográndose así una
hermeticidad casi perfecta con escasos riesgos de ruptura en su uso normal.
El calibre de las cañerías se establecía en función del caudal de agua que por ellas
pasaba; su grosor se medía en cuadrantes, es decir, cuartos de pulgadas (0,4625
centímetros), siendo las medidas normalmente entre tubos de 5 cuadrantes –llamados
quinaria (2,3125 centímetros)- hasta tubos de 15 cuadrantes (6,9375 centímetros) para
una distribución menor de agua, e incluso de calibre mayor para la distribución de
agua a mayor escala, la vicenaria -20 cuadrantes (9,35 centímetros)- y la centenaria 100 cuadrantes (46,25 centímetros). Para fabricar estas fistulae sí se requería un
trabajo especializado, por lo que su fabricante solía dejar su impronta con el nombre
del dueño de la cañería, si era un particular, o el nombre del emperador o de alguna
colectividad; también podía aparecer el nombre del fabricante, el nombre del
administrador de la obra, el del monumento, si estaban dedicado a alguna obra
pública.