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UNIDAD DIDÁCTICA 1: INTRODUCCIÓN AL MUNDO MODERNO
TEMA 1: LA ECONOMÍA EUROPEA EN EL SIGLO XVI
TEMA 2: LA SOCIEDAD EUROPEA EN EL SIGLO XVI
TEMA 3: LA RUPTURA DED LA CRISTIANDAD
TEMA 4: LA CULTURA DEL RENACIMIENTO
TEMA 5: LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS
TEMA 6: LA EXPANSIÓN IBÉRICA
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TEMA 1: LA ECONOMÍA EUROPEA EN EL SIGLO XVI.
Un conjunto de coyunturas afectaron a la economía del siglo XVI, la más constante
fue el aumento de los precios que afectó primeramente a los estados atlánticos y que se
extendió por todo el continente. El aumento era ya perceptible a finales del siglo XV, aunque
el proceso no se hizo inflacionista hasta mediado el siglo XVI. Los precios agrícolas
aumentaron mas deprisa que los demás, el simultáneo incremento demográfico contribuyó a
ello, así, por ejemplo, los cereales se encarecieron cinco veces mas en Inglaterra, siete en
Francia y aún mas en España.
El nivel de lo salarios no se elevó de un modo proporcionado, los salarios se doblaron o
triplicaron a lo largo del siglo XVI, pero hubo un innegable pérdida de poder adquisitivo que
se puso de manifiesto en apreciables devaluaciones monetarias. En esta época muy pocos
vivían únicamente del salario lo que permitió aminorar los efectos de la degradación salarial
que, sin embargo, constituía un peligro en el plano social, en la cuidad de Basilea, por ejemplo,
se prohibió la inmigración de los trabajadores pobres.
La llegada masiva de gran cantidad de metal precioso (oro y plata) procedente de la
América hispana agravó notablemente la inflación. España tuvo que difundir en múltiples
direcciones los tesoros de cuyo monopolio disfrutaba y a inundar con ellos Europa. El motivo
mas corriente de su empleo fueron los gastos militares que crecían sin cesar. España fue las
región mas afectada por el alza de los precios y la que menos ventajas reales sacó de su
sobrevenida riqueza.
Aunque la corona se había reservado el 20 % de toda cantidad de metal precioso
almacenado en Sevilla, fue la primera en proclamar su insuficiencia. Felipe II declaró, en
1557, que no podía satisfacer las demandas que había contraído, unos siete millones de
ducados. Otra bancarrota se produjo en 1575, con una suma mas del doble de la anterior, a
esta se sucedieron otras en 1596, 1607, 1627 y 1647. en 1557, el gobierno español
transformó su propia deuda en <juros> u obligaciones del estado. También se produjeron
bancarrotas, ese mismo año, en los Países Bajos, en Milán y en Nápoles, así como en Francia.
Las mayores víctimas fueron los pequeños ahorradores que habían prestado sus fondos a
través de los banqueros. En toda Europa se extendió la inestabilidad financiera y se
producían devaluaciones monetarias que provocaban la inflación.
Las necesidades crecientes permitieron al crédito prosperar pese a las dificultades y
para hacer frente a la incertidumbre financiera se reclamó la creación de bancos públicos, en
detrimento de los privados, que surgieron principalmente en Italia como los casos de Génova
(1586), Venecia (1587), Milán (1597) y Roma (1605). El crédito se extendió con el uso, cada
vez mas habitual, de la letra de cambio que se convirtió en el recurso indispensable para
inversiones y transacciones comerciales. El crédito se desarrolló tanto en el sector público
como en el privado, los estados tenían una incesante necesidad de dinero y sus gobiernos no
podían sostener el ritmo de los gastos que tenían que efectuar, quien prestaba al estado
tenía, además de los intereses, las garantías de los réditos o mejoras cedidas a cambio de los
acreedores; en caso de bancarrota los réditos no eran anulados. Esto animó a la formación de
un grupo de personas que vivían de los réditos y que además estaban vinculados a las
instituciones, así, las <rentes> francesas prestaban a la corona, en España existieron los
<juros>, emitidos por el estado, y los censos de las municipalidades y de los particulares y que
con el paso del tiempo los <juros> se convirtieron en uno de los pilares de la continuidad
económica y social.
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En el siglo XVI los propietarios territoriales procedieron al aumento de los cánones de
arriendo, ante las perspectivas ofrecidas por el mercado, y se dedicaron a la administración
directa de sus propios dominios. Un nuevo patriciado rural prosperó en muchas regiones de
Italia, Inglaterra y países de la Europa centrooriental. En el campo romano, la nobleza usó los
terrenos de labranza como pastizales ante la creciente demanda de carne de la ciudad.
En la primera mitad del siglo se extendió la superficie de los pastizales y en la
segunda se comenzó a cultivar de nuevo trigo y cereales. Para reaccionar frente al alza de los
cereales, España , por ejemplo, fijó los precios máximos de la producción lo que benefició en
mayor medida al vendedor. En Alemania, Castilla la Vieja y Polonia los arrendamientos
agrarios eran de largo plazo y aumentaron considerablemente a lo largo del siglo.
En definitiva, el aumento de la población hizo del cultivo de la tierra una inversión
segura y un buen negocio tanto para los nobles como para los burgueses.
Otra de las características importantes de este período fue el incremento de las
actividades comerciales e industriales. La economía europea era pionera por su dinamismo y
organización, centro de producción e intercambio.
El siglo XVI representó una gran fase de renovada expansión gracias principalmente a
las comunicaciones marítimas. Los centros marítimos atlánticos no superaban a los
mediterráneos y bálticos, lo que sí ocurrió en el siglo siguiente. Las ciudades que impusieron
su supremacía fueron Sevilla, Lisboa, Londres y Amberes. Las dos primeras constituían los
centros de gravedad de dos vastos y ricos imperios coloniales. Londres, a pesar de prosperar
cada vez mas, permaneció aún alejada de su máximo desarrollo. Bristol, Ruán, Bremen o
Hamburgo, sin ser escalas secundarias, no eran de primera magnitud.
Amberes reunió las ventajas del tráfico intercontinental, las rutas europeas y los
enlaces con el interior. El origen de su fortuna radicaba en su puerto debido a los intereses
mercantiles de portugueses y alemanes, sus relaciones con Inglaterra, el Báltico y el
Mediterráneo. Se convirtió en un motor económico mundial y un centro de múltiples
industrias: textil, metalúrgica, naval, editorial. Se fabricaban gran cantidad de materiales y
florecían las operaciones de crédito. Los portugueses encontraron en ella los capitales
alemanes y la plata de sus minas, necesarias para sus colonias en las Indias. A mediados de
siglo, la extraída en las colonias americanas de España les era más rentable y eso provocó que
se retirara de Amberes, en 1549, su monopolio de las especias. En 1565, sufrió las
consecuencias del agudo conflicto comercial entre Inglaterra y los Países Bajos y, en 1576,
surgió el saqueo español. Londres y Ámsterdam comenzaron a sustituir a Amberes en el plano
europeo e intercontinental. Mercaderes, empresarios y artesanos la abandonaron para
transferir sus energías a Leiden, Rótterdam, Haarlem y sobre todo a Ámsterdam.
También los puertos bálticos y mediterráneos conocieron un importante desarrollo
en el siglo XVI, así Alejandría aumentó su volumen de intercambio al igual que Constantinopla
o Venecia. Un buen ejemplo de florecimiento mercantil en el Mediterráneo lo ofreció la flota
de la ciudad de Ragusa que basó su fortuna en la creciente demanda de transportes
marítimos mediterráneos.
Aunque no existieron innovaciones importantes respecto a los transportes, la
expansión comercial resultó enormemente considerable y esencial para la formación de
capitales. No faltaron, sin embargo, las tendencias monopolistas ni las concentraciones de
numerosos agentes económicos en torno a un determinado eje comercial. En este tipo de
operaciones se distinguieron los ingleses que habían obtenido de la corona el monopolio del
comercio a gran distancia, tanto en Europa como fuera de ella, así la Moscovy Company gozó
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del derecho al tráfico hasta puntos como Jaroslav, Kazán y Astracán (dónde instaló sus
almacenes) y desde allí en dirección a Bujara y Persia. Más tarde el zar concedió iguales
privilegios a los holandeses, pero mantuvieron el dominio en aquella ruta comercial. En 1579
la Eastland Company con sede en Danzing y Elbing, en 1581 la Levant Company.
Los franceses realizaron su penetración comercial en el norte de África en la segunda
mitad del siglo XVI, tenía cónsules en Túnez y Fez desde 1577, en Argel desde 1579 y se les
concedió en 1604 un derecho de protección sobre los eclesiásticos latinos de Tierra Santa.
Francia era la potencia cristiana preponderante en el área otomana.
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TEMA 2: LA SOCIEDAD EUROPEA EN EL SIGLO XVI.
El s. XVI tiene mucho en común con el que lo precede y con el que lo sigue en el plano
de la vida cotidiana. La mortalidad infantil sigue siendo muy elevada, en muchos lugares era
superior al 50 % (Simancas y Palencia), se trata por tanto de una población joven por cuanto
la probabilidad de vida en torno a 1600 era de 34 años para las mujeres y de 28 para los
hombres. No se llegaba pronto al matrimonio, las jóvenes se casaban entre los 20 y 25 años,
los hombres entre los 25 y los 29, tanto antes como después de 1600. Las prácticas
anticonceptivas no se habían difundido aunque se recurría a ellas por distintos motivos.
El concilio tridentino tuvo como una de sus consecuencias la obligación a los párrocos
católicos de registrar la natalidad; en Inglaterra se realizó a partir de 1653. A pesar de las
plagas colectivas y de las deficiencias médicas, el s. XVI estuvo caracterizado por un fuerte
incremento demográfico que alcanzó valores próximos al 50 % desde N-S, E-W de Europa: en
el Imperio germánico se pasó de 12 a 20 millones, Inglaterra de 3,5 a 5. Este fenómeno se
produjo de manera desigual en las ciudades, así Florencia y Milán no crecieron mucho a
diferencia de las ciudades atlánticas (Sevilla, Lisboa, Amberes, Ámsterdam o Londres) y
también crecieron ciudades como Madrid, Roma y Nápoles. Sin embargo no existieron
grandes diferencias entre ellas y muy raras fueron las que superaron los 200.000 habitantes.
En este siglo muchas aglomeraciones fueron atacadas por enfermedades epidémicas:
Venecia perdió el 30 % de su población entre 1575 y 1576, Santander el 80 % en 1599,
Mantua el 70 % en pestes y Génova el 50 % en 1656, estos azotes (pestes) afectaban más a
las ciudades y en concreto a los barrios más pobres y con malas condiciones higiénicas.
Las familias populares no eran muy numerosas, el número medio de hijos era de 4
siendo los pudientes los que tenían más. El aumento demográfico entró en crisis a finales del
siglo por unas desfavorables condiciones metereológicas que causaron males cosechas, por la
peste que se difundía en España, Italia y Alemania. Las zonas mediterráneas fueron más
afectadas que las nórdicas que obligó a los estados costeros a importar masivas cantidades
de cereales del Báltico. También las insuficiencias se relacionan con una inversión de
tendencias en el campo, así a principios de siglo muchos campesinos eran relativamente
pudientes, a comienzos del siglo XVII no producían trigo suficiente para sus propias
necesidades. Se instituyó una relación entre la presión demográfica y el alquiler de tierras y
este deterioro de las condiciones de los campesinos provocó los traslados de población donde
no existían obstáculos para su movilidad. Muchos perdieron la propiedad de las tierras que
poseían quedando reducidos a la condición de braceros temporeros o de desocupados y
vagabundos mientras en Francia e Inglaterra los trabajadores agrícolas se convertían en
mayoritarios en el mundo rural a causa del aumento demográfico, gran parte del suelo estaba
constituido por campos comunales mientras que las haciendas pertenecían a los burgueses, al
clero o a los aristócratas. Después de la guerra de los campesinos en tiempos de Lutero una
gran cantidad de regiones se vieron afectadas por este tipo de revueltas.
Se ampliaron las zonas de cultivo ante la demanda de los campesinos, al no
beneficiarse del aumento del precio de los productos de la tierra, muchos bosques y
pastizales comenzaron a roturarse y se saneaban terrenos pantanosos en Italia, Inglaterra,
Francia y Alemania. La agricultura pasó por un periodo de notable desarrollo aunque no de
progresos técnicos. Sobre los campesinos siguieron gravando el fisco con impuestos como la
talla y el clero con sus diezmos y crecían los arriendos., con todo un número impreciso se
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benefició con el alza de los precios de los comestibles mientras pudo gozar de los cánones
antiguos.
Esta época vio desarrollarse notablemente el pauperismo, las formas de caridad
medievales estaban en crisis o se manifestaban como insuficientes, tanto la reforma
protestante como la católica buscaron nuevas soluciones. También varias órdenes religiosas
surgidas en el mundo católico propusieron entre sus objetivos la ayuda a los necesitados,
tendencia que se acentuó entre el s XVI y el XVII. Los grupos mercantiles fueron los más
sensibles con la pobreza, en Inglaterra la burguesía disminuyó, hasta una sexta parte, sus
donaciones para el culto y aumentó hasta el triple las destinadas a la asistencia. El s. XVI vio
surgir los Hospitales de Lyon (1533), Londres (1544) y París (1554) y cómo se recurrió al
sistema de dar una licencia a la mendicidad, así los mendigos españoles podía pedir limosna en
sus ciudades y sus inmediaciones hasta seis leguas, en Londres los mendigos iban provistos de
señales de reconocimiento y autorizados a pedir limosna. Más adelante se limitó el radio de
acción al territorio parroquial. Desde 1530, en Inglaterra y Francia, se difundió el uso del
impuesto para los pobres y se adoptó la distinción entre hospitales. También se tomaron
medidas contra el vagabundeo. En Inglaterra fueron tan severas que fueron abolidas. Se
aplicaron también a los pobres y se fue cambiando la imagen de ser la representación viviente
de Cristo por la de enemigo de la sociedad de los pudientes.
En el siglo XVI el grupo social predominante siguió siendo el de la nobleza, que tenía
en sus manos el ejercicio de las distintas formas de poder. La burguesía aceptaba la
superioridad de la nobleza y la aristocracia, lejos de ejercer su dominio incontestado, se
acercaba hacia su decadencia. Las monarquías seguían practicando la política de limitar los
derechos de los feudatarios sobre los que residían en sus dominios o jurisdicciones, así los
príncipes europeos perseguían un doble objetivo: consolidar su propia autoridad en el ámbito
local y debilitar la fuerza de los nobles, inestables en su fidelidad. Los nobles reaccionaron
para restaurar sus antiguos derechos o haciendo indispensable su apoyo a los monarcas
obteniendo a cambio privilegios. La relación entre nobleza y monarquía se configuró de
manera muy variada según los países, en España la afluencia de elementos burgueses al
servicio del soberano no puso en entredicho el vínculo privilegiado entre la corona y la
aristocracia, que no se opuso al absolutismo de la corona ya que los nobles controlaban todas
las ramas de la administración. En Francia la monarquía tuvo que luchar hasta mediados del
siglo XVII para dominar la resistencia e intolerancia de la aristocracia y se apoyó más en los
elementos que provenían de la burguesía.
Según el censo de fines del siglo, en Castilla la Nueva los nobles controlaban el 40 %
de las ciudades y el 34 % de la población, aunque seguían fieles a la corona, mientras en
Polonia la habían reducido a un cargo electivo.
En el entorno militar, el ejército inglés a mediados de siglo tenía aún una estructura
feudal lo mismo que algunos países europeos hasta mediados del siglo siguiente.
La burguesía ponía múltiples obstáculos a la supremacía de la aristocracia, más fuerte
en el plano económico tendía a obtener los rangos de la nobleza. Para engrosar su patrimonio,
los burgueses, habían tenido que ejercer personalmente actividades lucrativas, en general
mercantiles y que por tradición los nobles se habían abstenido de ello. Los nobles sostenían
que era indispensable a su condición social construirse lujosas mansiones, tener un notable
séquito de criados, darse al juego, la caza y los banquetes. No dedicaban tiempo a acumular
dinero pero sí a gastarlo con largueza y generosidad sin tener en cuenta sus disponibilidades
efectivas. En España se recurrió al mayorazgo para preservar los patrimonios aristocráticos,
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sus normas prohibían la venta de las propiedades familiares, aunque sí podían contraer
deudas, esto mantuvo los bienes mobiliarios, regulando al mismo tiempo el régimen de
primogenitura.
En Francia los nobles afirmaron que no podía pertenecer a la nobleza quien no fuera de
sangre noble y por otro lado perdía sus privilegios quien ejerciera actividad mercantil, la
<dérogeance>, aunque muchos juristas admitieron que quien se dedicara al comercio no podía
sufrir la pérdida sino tan solo la suspensión del rango mobiliario. La posesión de una tierra
titulada no bastaba por sí sola para acceder a la nobleza, había que vivir como tal y
demostrar que sus antepasados lo habían hecho igualmente, pero a pesar de estas severas
exigencias, el estado noble fue un cuerpo social bastante permeable.
Las relaciones entre la nobleza y la burguesía variaban fuertemente de un país a otro.
En los principados germánicos los burgueses son podían adquirir propiedades nobiliarias. En
Inglaterra no hubo cuestión de limpieza de sangre ni batallas genealógicas, la aristocracia
inglesa no era una auténtica casta, sus miembros no perdían su prestigio ni rango al dedicarse
a los negocios y se podía llegar a la nobleza aún sin poseer propiedades territoriales. Los
grandes aristócratas seguían ocupando los altos cargos que la corona les reservaba, mientras
la administración efectiva estaba en manos de la pequeña nobleza que desempeñaba los
cargos de sheriff y juez de paz y alimentaba la Cámara de los Comunes.
La tierra tuvo una gran función social para la aristocracia. En Italia la tierra fue
anhelada con mayor afán por los patricios urbanos, en el resto de Europa el desenlace fue
desigual mientras en unos los nobles del campo eran los menos afortunados en otros
conquistaron posiciones envidiables. La nobleza supo hacerse emprendora y las burguesías
ciudadanas cedieron cada vez más terreno frente al carácter emprendedor de la nobleza, que
se manifestó tanto en el plano social como en el económico y político. Los nobles daneses,
prusianos y polacos supieron sacar provecho de sus tierras y vender directamente sus
productos los comerciantes ingleses y holandeses. Esto ocasionó que los más perjudicados
fueran los campesinos reducidos al estado de servidumbre hereditaria.
En el siglo XVI existió una interdependencia entre los polos de mayor desarrollo y las
zonas marginales, existió una complementariedad entre los países de la Europa oriental y
occidental ya que los productos de unos encontraban salida en los otros. La prosperidad
holandesa e inglesa tuvo su exponente en los comercios bálticos.
En Rusia los zares se mostraron sumamente hostiles con las corporaciones ciudadanas,
el poder de los príncipes moscovitas fue aquél que más revistió un carácter sacro, su
autocracia marcó profundamente la sociedad rusa en el transcurso del siglo XVI. A principios
se llevó a cabo una importante reforma que favoreció a los pequeños nobles <nobles de
servicio> en perjuicio de los antiguos aristócratas o <boyardos>. Iván III otorgó a quienes le
servían el usufructo de las tierras conquistadas, los boyardos intentaron desquitarse a la
muerte de Basilio III, pero Iván IV “El terrible” tomó de nuevo, a su mayoría de edad, las
riendas del estado confirmando el carácter hereditario de las tierras otorgadas por Iván III
y entregó muchas otras en la zona de Moscú. El zar, con los privilegios otorgados a los nobles
de servicio, logró formar una fuerza militar autónoma que le sirvió para hostigar a los
boyardos expulsándolos a millares y ejecutándolos en masa. Promulgó leyes para aumentar las
prestaciones de los aldeanos y vincularlos al suelo con la prohibición absoluta de alejarse del
mismo.
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TEMA 3: LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD.
El humanista Vives, como Erasmo y Moro eran espíritus profundamente religiosos.
Todos los que integraban este mundo de intelectuales, eruditos, filósofos, latinistas,
constituían también un universo de hombres preocupados por la renovación de las relaciones
entre Dios y el hombre. Como premisa de partida es necesario afirmar que el Dios de los
humanistas es ante todo amor, de tal manera que era preciso abandonar la imagen que el
cristiano tenía de un Dios airado y terrible, divulgada desde los púlpitos medievales. Para
lograrlo los humanistas pensaron que había que cambiar las ideas y las palabras. La primera
consecuencia fue la preocupación, aparentemente erudita, por revisar las versiones oficiales
de las Sagradas Escrituras. Las nuevas ediciones modificaban notablemente los textos
medievales. Una vez conseguido, era preciso dirigir las críticas hacia los que oscurecían las
palabras: hacia los teólogos, "hierba pestilente" en palabras de Erasmo, más empeñados en
los debates sobre los misterios divinos y sobre los dogmas que en acercar a Dios a los
hombres. Frente a sus "sutilezas sutilísimas" los humanistas propusieron una teología, una fe
y unos ritos sencillos. Bastarían unos pocos dogmas; establecida la libertad del hombre, la
religión sería una cuestión individual ajena a normas; la Iglesia sería una institución que
serviría sólo para ayudar a los hombres en su camino de salvación; lo verdaderamente
importante sería vivir según el mensaje evangélico, liberado de las formas y fórmulas
eclesiásticas, tal como lo habían hecho los apóstoles y los primeros cristianos. La religión
resultante era tan ecléctica, individualista y subjetiva que se reducía a un moralismo basado
en el seguimiento del mensaje evangélico de Cristo, dejando la salvación a merced sólo de la
fe que vive del amor. Esta inquietud religiosa de los humanistas no era ajena a los ambientes
menos intelectualizados. Constituía una nota más del clima que preludió la Reforma. Pero en
modo alguno puede atribuírsele causalidad en las conmociones religiosas y espirituales que
vivió Europa a comienzos del siglo XVI.
Se suele asociar la Reforma a un hombre, Lutero, y a una fecha, el 31 de octubre de
1517, cuando el fraile agustino publicó las 95 tesis sobre las indulgencias. Pero antes de que
eso sucediera se propagaron ideas, como las humanistas, y se despertaron sentimientos
religiosos, como los de la "devotio moderna", que fomentaron, provocaron e hicieron posible
un clima de escisión de la Iglesia católica, apenas deseada ni siquiera por los que exigían
reformas. Es decir, antes de Lutero existía ambiente de reforma. Antes de Lutero existían
críticas (la de Wyclif, la de Huss, la de Erasmo) sobre los modos de vivir la religión en el seno
de la Iglesia. A partir de Lutero y gracias a él se discute la doctrina, la religión misma. En el
origen de todo ese proceso, que conduce desde la mera crítica hasta la elaboración por parte
de los reformadores de una nueva doctrina, se encuentran tres causas. En primer lugar, en el
origen de la reforma protestante está la disolución del orden medieval, es decir, la ruptura
de la unidad política, espiritual y religiosa que lo caracterizaban: la Iglesia, una en la
Cristiandad, representada en la unidad de "sacerdotium e imperium". Los cismas medievales y
la aparición del sistema de iglesias nacionales dependientes de los poderes seculares
representan el preludio de esa quiebra. Al mismo tiempo, el orden medieval favoreció
socialmente el clericalismo fundamentado sobre privilegios estamentales y sobre el monopolio
cultural de los clérigos, lo cual les confería una superioridad subjetiva sobre los laicos.
Cuando el monopolio y la superioridad se rompieron, por la aparición de los círculos
humanistas ajenos al clero, se creó una atmósfera antiescolástica y anticlerical que
favoreció, como hemos dicho en el epígrafe anterior, el desarrollo de las ideas reformistas.
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En segundo lugar, en el origen de la Reforma están los abusos morales de algunos Pontífices y
del clero. Por abusos se entiende: la negligencia en el cumplimiento de los deberes
apostólicos, el afán de placer y la mundanización en las conductas clericales, la excesiva
fiscalidad sobre los fieles cuyo único fin era precisamente costear la vida ociosa de los
clérigos, el sentido patrimonialista que gran parte del clero tenía de la iglesia, hasta el punto
de que muchos clérigos no se sentían como titulares de un oficio, sino como propietarios de
una prebenda, en el sentido del derecho feudal, al que iban ligadas algunas obligaciones, no
siempre bien observadas. Y por último, estaba muy extendida la concentración de cargos
eclesiásticos (obispados, curatos, capellanías que llevaban aparejada la cura de almas) en una
sola mano. Este conjunto de abusos produjo un extenso descontento contra la Iglesia mucho
tiempo antes de que estallase la Reforma, pero constituyó un arma eficaz, empleada por los
reformadores del siglo XVI, para conquistar las adhesiones populares contra Roma.
En tercer lugar, en el origen de la Reforma estaban también algunos factores netamente
religiosos, entre los cuales cabe destacar: la falta general de claridad dogmática que
afectaba no sólo al pueblo sino a los propios eclesiásticos y la extremada sensibilidad
religiosa del creyente que hacía angustiosa la tarea de asegurarse la salvación eterna, más
valorada incluso que la existencia terrena. Toda la vida del hombre, desde su nacimiento a su
muerte, desde la mañana a la noche, estaba dominada por percepciones y referencias
sagradas: aquellos hombres apenas podían definir la frontera entre lo natural y lo
sobrenatural, tendían a asegurarse la salvación mediante un sistema abigarrado de
protecciones, de abogados celestiales, mediadores de todo tipo y para todas las
circunstancias, tan criticado por los humanistas, por supersticioso. La salvación eterna era un
asunto tan primordial que el cristiano vivía preparándose cotidianamente para morir, de tal
manera que la vida constituía un valor subordinado a la forma de morir. Dicho de otro modo,
la vida tendría sentido si se conseguía una buena muerte. En aquel ambiente la comunicación
entre vivos y difuntos era continua. Los que vivían lo hacían pendientes de generar recursos
salvadores. Los difuntos que no hubiesen obtenido la gracia del cielo directamente se
beneficiaban de las misas y sufragios encargados por los vivos, que les ayudarían a abreviar la
cita previa al cielo, el purgatorio. Las indulgencias, que concedía la Iglesia, eran para quien las
conseguía y las acumulaba una manera de remisión de penas en el purgatorio. Eso explica la
demanda (espiritual y material) de ese tesoro administrado por el Papa, quien lo explotaba a
través de las órdenes religiosas, los párrocos, etc., pues las indulgencias las compraba el
cristiano. Se facilitaban ganancias de indulgencias a cambio de un donativo. Eso generó la
avidez de algunos, más atentos en financiar sus lujos, y la obsesión de otros, empeñados en
acumular días, meses o años de perdón para asegurarse el tránsito hacia el cielo. La Curia
romana, insaciable en obtener dinero para la hacienda pontificia, se atrajo con este sistema
la antipatía y el odio hacia el Papado, un factor nada despreciable si deseamos explicar el
clima reformista de principios del siglo XVI.
Este desprestigio del Pontífice de Roma se había ido fraguando con el tiempo. A lo
largo de la Baja Edad Media hubo momentos en los cuales los cristianos asistían atónitos y
perplejos a la presencia simultánea al frente de la Iglesia de dos Papas (uno en Roma, otro en
Aviñón) lo que producía un desconcierto sobre la legitimidad, la autoridad y la infalibilidad de
uno o de otro, al mismo tiempo que las ponía en entredicho. Su consecuencia fue el
fortalecimiento de la teología conciliar y de las opiniones conciliaristas, la convicción de que
la interpretación de la verdad, la emisión de las normas y la capacidad suprema de decisión
correspondían a los concilios generales, verdaderos representantes de la Iglesia y
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capacitados para juzgar al Pontífice falible. Sólo el Concilio V de Letrán (1512-1517) sometió
tales teorías, pero no cabe duda de que éstas contribuyeron decisivamente a la ruptura de la
Cristiandad.
El ambiente en el que triunfó la Reforma estaba dominado de un fuerte sentimiento
apocalíptico. Todos en Alemania y en gran parte de Europa estaban convencidos de que el fin
de los tiempos estaba inmediato. El fin del mundo vendría acompañado de la visión del
Anticristo y de su breve reinado, del triunfo de Cristo y del juicio final. El conjunto se
convirtió en arma de combate y en instrumento de propaganda eficaz de los predicadores y
reformadores, para quienes el Anticristo estaba encarnado en el Papado y reinaba en Roma.
Lutero y los alemanes se sintieron dominados por la obsesión del último día, por la obsesión
de la necesidad de instauración de una Iglesia nueva. Para obtener la certidumbre necesaria
había que dirigirse a la suprema fuente de revelación, la Sagrada Escritura, evitando
intérpretes falibles y poco autorizados. La imprenta, los humanistas, los predicadores y los
catequistas del pueblo analfabeto multiplicaron la necesidad de recurrir a la Biblia,
inspiradora de todos los reformadores.
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TEMA 4: LA CULTURA DEL RENACIMIENTO.
El siglo XVI constituye un periodo de desarrollo no sólo en el ámbito demográfico,
marítimo, económico y político, sino también en el religioso. Las actividades culturales
experimentaron igualmente un notable incremento. La nueva técnica de los caracteres de
imprenta móviles realizó rápidos progresos de modo que a comienzos de siglo ya estaba en
plena actividad. La imprenta se convirtió en un instrumento cultural de mucho valor, las
censuras que se montaron para frenarlo lograron sus objetivos en muy pocos países , como
España. Los talleres tipográficos desempeñaron un gran papel en la propaganda de las
controversias religiosas e igualmente se acrecentó su uso político y administrativo, por
ejemplo, los contratos marítimos comenzaron a realizarse por el sistema de rellenar
formularios. El uso de la imprenta fue un vehículo notable en obras literarias, geográficas,
jurídicas, científicas, técnicas o musicales.
El libro se convirtió en el objeto cultural más vendido, cada vez más en las lenguas
vulgares y cada vez menos en latín. Fue un producto de factura esmerada y a menudo muy
bella, bien encuadernado, compaginado, con papel verjurado a mano y adornado con óptimas
ilustraciones hechas a pluma. Si el libro fue un descubrimiento del siglo XV, fue
innegablemente una conquista del siglo XVI, sus formatos fueron de lo más diverso, desde el
gran infolio al minúsculo en dozavo.
La mayor parte de las literaturas nacionales pusieron en circulación unas obras
maestras que no tenían parangón con las del siglo anterior, por ejemplo la historiografía
italiana que por un lado tiene una ampulosa producción humanística y por otro el ritmo de un
Maquiavelo o de un Guiciardini, así como en la literatura caballeresca las sobresalientes obras
de Pulci, Boiardo, Ariosto y de Tasso, dentro de este género fuera de Italia tenemos los
éxitos del “Amadis de Gaula” (1540-1548) y de “Os Lusiadas” de Camoens (1572).
Otra característica importante relacionada con la imprenta como vehículo difusor de
la cultura fue la nueva artificiosidad del lenguaje vulgar, que se hace académico y con una
tendencia excesiva al clasicismo. El patrimonio literario sufría la influencia de las tendencias
aristocráticas y elitistas dominantes de los estratos superiores de la sociedad de la época.
El siglo estuvo animado por la creatividad, nacieron el teatro de Ruzzante, la novela
picaresca y la comedia dell´arte. Grandes obras como las de Rabelais, Montaigne, Lutero o
Shakespeare.
Algo similar ocurrió con las artes figurativas, un producto de serie era claramente
más popular que el similar salido de la imprenta, teniendo en cuenta que para los indoctos la
apreciación visual, la contemplación de las obras, les permitía apreciar muchas de sus
intenciones y valores estéticos.
El estilo renacentista, aunque no se difundió en igual medida en todos los países
europeos, era grandilocuente y estaba basado en valores doctos. En un sentido relativo, el
peso específico de pintores y escultores fue mayor que el de los escritores. En su ejecución
el clasicismo significaba estudio y estilo amanerado, los contenidos siguieron siendo los
tradicionales, en gran medida temas religiosos, que llegó a cambiar e incluso traicionar en
ocasiones el espíritu cristiano de la historia, así cuando más adelante en las regiones
católicas los artistas fueron inducidos de nuevo a respetar las intenciones religiosas, los
resultados no fueron muy positivos. El arte de la Contrarreforma quiso ser edificante pero, a
menudo, resulto ser retórico.
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El estilo renacentista se impuso en todas partes, sólo en el siglo XVII. Durante el XVI
muchas zonas, sobre todo del norte de Europa, permanecieron adheridas al gótico.
En el plano arquitectónico, se alzaron edificios civiles y privados en cantidad mucho
mayor que en el siglo anterior. El nuevo lenguaje de los artistas se hizo clásico (elementos
empleados por los antiguos: columnas, frontones, cariátides, bóvedas de cañón, etc), la única
innovación relativa fue la cúpula para las construcciones religiosas. Los arquitectos, aparte de
introducir estos elementos, impusieron un rigor de perspectiva, una simetría espacial
totalmente diferente a la del gótico. Toda construcción fue sometida a normas geométricas y
a relaciones de volumen consideradas ideales y perfectas, se tendía a lo imponente, a lo
majestuoso, además de a lo regular y armonioso. La arquitectura se estaba convirtiendo más
en un marco que en algo representativo de la comunidad.
Entre las estructuras urbanas en transformación, se manifestaba todavía en formas
bastante espontáneas y variopintas con una participación colectiva en los tipos más diversos
de ceremonia pública: procesiones, ejecuciones capitales, autos de fe, entradas triunfales,
carnavales, fiestas de todo tipo, etc. El gusto por la manifestación pública era muy vivo, los
príncipes daban ejemplo, tomaban y provocaban las iniciativas, aunque las comunidades no se
quedaban atrás. Las Cortes eran aún itinerantes y las estancias de los soberanos daban lugar
a escenas llenas de movimiento. La pasión por el espectáculo animó la producción teatral, de
marcado carácter religioso, con sus misterios y representaciones sacras y también cada vez
más, comedias típicamente laicas. Los edificios dedicados a las representaciones eran todavía
escasos, los patios de los palacios se adaptaban fácilmente, siendo típica del siglo XVI la
utilización provisional de espacios, sobre todo abiertos pero también cerrados, como lugares
teatrales y escénicos y donde se recurría a grandes artistas o a eminentes técnicos para la
maquinaria y dirección, desde Leonardo hasta Tiziano o Palladio.
Requiere especial atención en este periodo el desarrollo de la música como elemento
esencial de los espectáculos profanos, las iglesias contribuyeron a su valoración. El impulso
aportado a este campo por Lutero fue uno de sus mayores logros culturales. En el canto de
los salmos, son célebres los de Claude Goudimel. Calvino la adaptó a la religiosidad por él
predicada y fue un arma eficaz entre sus seguidores hugonotes en las guerras de religión
francesas, no permitió el uso de instrumentos musicales en los servicios religiosos en los
lugares donde se observó su mandato. La Contrarreforma promovió más tarde unas tomas de
posición que no eran tan diferentes a las de Calvino, Carlos Borromeo prohibió en su diócesis
de Milán el uso de cualquier instrumento en la iglesia, a excepción del órgano, y varios
teólogos católicos se declararon en contra de las formas demasiado elaboradas de música
religiosa, aunque no fue hostil, la Contrarreforma, al uso de la música. Los ballets, la caza, la
guerra, las paradas al aire libre y las simples canciones estimularon una gama riquísima de
obras.
La canción francesa reinaba en la primera mitad del siglo, con Clément Janequin
(1480-1557) y Guillaume Costeley (1531-1606) después. Los Países Bajos se encontraban en el
origen de los más notables desarrollos de la música del siglo, los flamencos perfeccionaron la
tradición polifónica del período anterior y combinaron las líneas melódicas con las
sonoridades vocales. Las obras procedentes de los Países Bajos —los madrigales— ocupan un
lugar importante; Italia se había abierto a la influencia flamenca, aunque la supo nutrir y
renovar. Adriaan Willaert fue nombrado maestro de capilla de la iglesia de San Marcos en
Venecia en 1527 y hata 1571 él y su sucesor, Cyprien de Roe, formaron generaciones de
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músicos italianos. Willaert introdujo lo coros múltiples con trombones, instrumentos de
cuerda y órgano; Verdelot y Arcadelt fueron apreciados por sus madrigales.
Roma se convirtió también en un gran centro musical, donde brilló Luigi da Palestrina
(1525-1594) y su alumnos español Victoria (1535-1611). Músico de renombre europeo fue
Roland de Lassus (1532-1594) un flamenco que residió en Italia y que desde 1556 fue
llamado a Munich por Alberto V de Baviera donde permaneció hasta su muerte, fue autor de
decenas de misas, centenares de motetes, además de salmos, letanías, canciones, madrigales
y lieder.
En Francia la música tendió a concentrarse en la corte, floreció el ballet. Inglaterra
conoció su edad de oro con Isabel y Jacobo I. En Italia se desarrollaron, a final de siglo, los
gérmenes de la ópera, cuyos primeros ejemplos fueron “Dafne” (1597) de Peri, y “Orfeo”
(1607) de Claudio Monteverdi (1567-1643).
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TEMA 5: LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS.
Análogamente a lo sucedido con las técnicas de la vida económica, las de los
descubrimientos marítimos maduraron a través de una ininterrumpida experiencia durante
los siglos XIV y XV, fuera de la ciencia universitaria que era la que poseía los conocimientos
teóricos para las navegación astronómica, pero su disociación con respecto a la práctica hizo
que los descubrimientos fueron realizados antes de que esos conocimientos fueran dominados
por los navegantes.
Los grandes descubrimientos precedieron a la navegación astronómica, los grandes
viajes que se realizaron entre el siglo XIV y XV fueron la base de la intensificación de los
intercambios y de las comunicaciones mundiales. La fase que va desde 1340 a11420 fue muy
importante —fueron alcanzados los archipiélagos de las Canarias y de las Azores— por las
perspectivas económicas que se abrieron. El reconocimiento a gran escala de las costas
africanas se verificó a partir de 1420.
Hasta el siglo XVI, la navegación oceánica de los europeos permaneció sustancialmente
vinculada al régimen de los vientos y de las corrientes, así que la experiencia de los
navegantes ibéricos adquirida entre Canarias y Azores se reveló como insustituible y
determinante, desde la isla más oriental del primer archipiélago a la más occidental del
segundo hay más de 2200 km y soplan vientos estacionales que los marineros
euromediterráneos ignoraban. Hasta la realización de los máximos descubrimientos, estos
archipiélagos continuaron siendo los puntos de referencia, de partida y de llegada de sus
empresas oceánicas.
La aparición de la carabela en las rutas africanas no está documentada antes de 1440,
pero debe suponerse su presencia en la etapa del cabo Bojador, alcanzado por Gil Eanes en
1434 por la necesidad de un velero rápido y maniobrable. De casco alargado y veloz, la
carabela poseía poca capacidad de almacenaje (entre 50 y 100 tn. de media) y es la causa de
su abandono inmediatamente después de los descubrimientos cuando se requería traer a
Europa cargas cad vez más consistentes. Se recurrió entonces a un nuevo tipo de nave (de
250 a 300 tn. de media) con dos o tres mástiles, mayor velamen y una discreta velocidad. La
carabela fue por excelencia el navío de la exploración oceánica, capaz de llevar las
provisiones necesarias para mantener durante muchos meses a una tripulación de unos 30
hombres, además de su facilidad de maniobra y su excepcional velocidad.
El Portugal del siglo XV se aseguró así una notable ventaja respecto a las demás
marinas de la época. Tras la muerte de Enrique el Navegante, resultó fundamental el apoyo
de los soberanos, como Juan II (1481-1495) y Manuel (1495-1521) que tomaron las riendas
economicomarítimas de su país, transfiriendo la base de operaciones a Lisboa.
A lo largo de sesenta años, los descubrimientos se sucedieron con fases alternas,
aunque también con éxito ininterrumpido. Se alcanzó Cabo Verde y el estuario del Senegal en
1444, se exploró la costa de Oro en torna a 1470 y se alcanzaron las islas de Santo Tomé y
Fernando Poo, Diego Cao llegó al estuario del Congo en 1482 y Bartolomé Dias dobló el punto
más meridional del continente, el cabo de Buena Esperanza. La circunnavegación de Vasco de
Gama, diez años después de Dias, zarpó hacia la India con cuatro pequeñas naves, se dejó
transportar desde Sierra Leona hasta el Atlántico meridional, con un rodeo de 10000 km
para volver a encontrarse tras cuatro meses de navegación en el cabo de Buena Esperanza
(nov de 1497). Al año siguiente, en enero, llegó a la altura de río Zambeze, en marzo a
Mozambique, en abril a Mombasa y, en mayo a Calicut, puerto de la India meridional en el
14
océano Índico, regresando en agosto a Lisboa, dos de las cuatro naves y la mitad de sus
hombres se habían quedado en el viaje.
La empresa de Cristóbal Colón (1451-1506), que se insertó entre la de Dias y la de
Vasco de Gama, fue casi tan lusitana como española. Colón perfeccionó su buena formación
marítima mediterránea con una experiencia cartográfica y náutica entre Lisboa, las Azores y
el Golfo de Guinea. Su intención fue la de ponerse a servicio del soberano portugués, pero en
1485 éste rechazó su propuesta de llegar a China Y Japón navegando hacia occidente, sus
carabelas ya habían llegado cerca del Índico. Además de su obstinada fe, Colón obtuvo los
medios para intentar su viaje gracias a la confianza que pusieron en él los franciscanos
españoles e Isabel de Castilla. Nombrado almirante, virrey y gobernador general, dejado el
puerto de Palos el 3 de agosto de 1492, llegó a Canarias el 9 de septiembre y un mes después
el 12 de octubre llegaba a las Antillas, el 28 de octubre estaba en Cuba, el 6 de diciembre
llegaba a Haití, el 15 de marzo de 1493 estaba de nuevo en Palos con sus carabelas Niña y
Pinta (la Santa María había naufragado en santo Domingo). Los viajes de Colón, en particular
el segundo —23 de septiembre de 1493-11 de junio de 1496— concretaron genialmente la
mejor ruta que debía seguir tanto para la ida como para el retorno, en la travesía del
Atlántico.
A parte de las incalculables consecuencias del involuntario descubrimiento del
continente americano, el primer viaje de Colón tuvo ya un resultado inmediato: la repartición
del ámbito extraeuropeo en dos zonas: una española y otra portuguesa; la línea de separación
de ambas fue un paralelo situado a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde —Tratado
de Tordesillas, 7 de junio de 1494—.
Además de los objetivos económicos, los descubrimientos fueron motivados por el
objetivo de propagar la fe cristiana.
El dinamismo europeo se basaba en una experiencia colonizadora ya plurisecular, como
también en un mecanismo económico capitalista suficientemente estructurado y maduro. En
sus asentamientos de ultramar, los portugueses se comportaron de modo análogo a los
genoveses y venecianos en Levante, buscando las bases y los puntos de apoyo costeros más
aptos para atraer las riquezas continentales y negociarlas en beneficio propio. Los sucesivos
desarrollos de la penetración europea —en primer lugar la española en América— iniciaron
una fase totalmente nueva de colonización.
Los descubrimientos y en particular las relaciones comerciales que los siguieron,
pusieron en contacto con otros continentes a un número relativamente reducido de europeos.
A fines del siglo XVI, quienes se encontraban en ultramar no superaba los doscientos mil,
sobre un número de habitantes en Europa que ascendía, aproximadamente, a cien millones. No
obstante, llegaron a controlar a poblaciones indígenas de cincuenta a cien veces más
numerosas. El promedio de las naves empleadas sería una nave por cada millón de km2
recorridos y se estima que los recorridos llevados a cabo a través de los océanos, entre el
siglo XVI y mitad del XVII, fueron cerca de veinticinco mil. Si consideramos sólo América, en
todo el siglo poco más de un millón de europeos zarparon hacia sus costas.
El aprovechamiento de los nuevos mundos se efectuó de un modo bastante rápido a
beneficio de regiones cada vez más vastas de Europa. La llegada de metales preciosos de
América contribuyó a reducir la separación que existía entre diversos países al mismo
tiempo que se constituía un sistema comercial que incluía, por primera vez, a todo el globo.
Después de 1590,las riquezas que provenían de América eran ya aprovechadas más
claramente por el norte de Europa que por la península ibérica. Los dos puntales siguieron
15
siendo Lisboa y Sevilla, teniendo ésta última una ventaja del 50 %; el mando de las
operaciones fue tomado por ambos estados, el español y el portugués, aunque el primero
controlara, hacia 1500, poco más de la mitad del territorio. Después de1550, los marinos de
las provincias septentrionales debieron confluir en Sevilla, cuyo centro urbano pasó de los
40000 habitantes, a finales del siglo XV a los 120000 se principios del XVII.
16
TEMA 6: LA EXPANSIÓN IBÉRICA
En el siglo XV, Castilla, sólo poseía en el Atlántico las islas Canarias, cuya colonización
ocupó varias décadas. En cambio, las isla de Santo Domingo, diez veces mayor, fue ocupada y
reducida a colonia por los españoles en unos diez años. Su intenso aprovechamiento hizo que
al faltar mano de obra se deportaron a ella a los habitantes de las Bahamas, los
conquistadores carecían de todo escrúpulo con tal incrementar sus beneficios. Se lanzaron a
la búsqueda de nuevas tierras, desde Cuba hasta la zona de Panamá: en 1513, Vasco Núñez de
Balboa encontraba otro mar al otro lado del istmo.
En 1519 se iniciaron dos empresas importantes: con cinco navíos, Magallanes empezó
de Santander su periplo al globo y Cortés partió a la conquista de México con 600 hombres,
quince mosquetes y siete pequeños cañones que disparaban balas de piedra. Al cabo de tres
años, una sola nave regresaba del inmenso viaje, con 18 supervivientes de los 265 que habían
salido. En un periodo similar, Hernán Cortés, valiéndose del apoyo de los enemigos de los
aztecas, se habían apoderado de su país. Mientras que a finales del siglo XV los españoles
eran señores en ultramar de no más de 50000 km2, en 1515 poseían ya 250000 y desde 1540
dominaban un radio de dos millones.
Desde el inicio se había dirigido a la sumisión de sus habitantes, sin embargo era
difícil controlar a los colonos debido a la lejanía con la madre patria. La primera acción de
Cortés, la fundación de Veracruz, fue llevada a cabo sin autorización de su superior local: el
Adelantado de Cuba, sus seguidores constituyeron por propia iniciativa una comunidad
autónoma hasta que, en octubre de 1522, las cartas enviadas por Carlos V legalizaron la
situación de la nueva provincia llamada Nueva España, pero tuvieron que pasar varias décadas
para que el vasto territorio fuera verdaderamente controlado. El territorio maya fue
ocupado entre 1527 y 1544, se produjo una gran revuelta seguida de una gran represión
entre 1547y 1548. más que por los arcabuces europeos, los habitantes quedaron diezmados
por la enfermedades contagiosas —ante todo la viruela— traídas por los conquistadores, a
fines del siglo XVI, de ochenta millones se habían reducido a doce. El cruce étnico entre los
recién llegados y las mujeres de lugar dio lugar a la humanidad criolla que constituyó uno de
los mayores fenómenos culturales y raciales provocados por la conquista.
Tras la conquista de México continuaron hacia la América meridional. Diez años
después de que Pascual de Andagoya hubiera llegado al sur de la actual Colombia (1523), se
encontraron frente a los incas a 3000 m de altura (1532) y sólo con el rescate del emperador
Atahualpa se apoderaron de metales por valor equivalente a medio siglo de producción
europea. Tras haber sido bautizado, el soberano fue estrangulado en el verano de 1533 y los
españoles pudieron entrar en Cuzco. Pizarro prefirió tener en principio a un soberano inca y
nombró a un hermanastro de Atahualpa, llamado Manco que no tardó en provocar una
revuelta, los doscientos hombres de Pizarro tuvieron que resistir un asedio de unos dos
meses hasta la llegada de refuerzos capitaneados por Almagro (marzo de 1537), nacía así una
gran provincia, la del Perú cuyo control no fue fácil, Manco se refugió en las montañas y
desde allí condujo una prolongada guerrilla contra los invasores, en cambio, su sucesor TituCusi (1560-1571) se hizo bautizar y dejar a los misioneros agustinos permanecer en la zona
por él controlada. En 1572, el virrey Francisco de Toledo se apoderó de la base de Vitcos en
hizo decapitar al inca Tupac Amaru, entonces se produjeron las discordias entre los jefes
españoles llegando a una especie de guerra civil entre dos facciones capitaneadas por Pizarro
y Almagro. Los partidarios de Almagro fueron derrotados en abril de 1538 y se refugiaron en
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la costa del Pacífico. Tres años más tarde un hijo de Almagro regresó al Perú y asesino a
Francisco Pizarro en 26 de junio de 1541.
La América del Sur española se extendió un poco hacia la Amazonia —Orellana entró
en 1540— y a lo largo de la costa chilena donde tuvieron la feroz resistencia de los
araucanos que infligieron un grave derrota a los conquistadores en la batalla de Tucopel,
1553. El resto del siglo el virreinato del Perú no se extendió mucho más.
Magallanes había llegado, en 1521, a Filipinas, pero los españoles no estaban ya en
condiciones de establecerse allí duraderamente. La fundación de Buenos Aires en 1535 fue
un gran acontecimiento. La expedición de Legazpi y Urdaneta (1564-1565) logró la ruta para
atravesar el Pacífico que facilitó la ocupación de Filipinas y que los españoles llegaran a la
zona de la producción de las especias, se realizaba así la cirunnavegación económica del globo.
Las Filipinas eran ya una colonia hacia 1570 y en sus islas los misioneros llevaron a cabo una
de más importantes obras de conversión: de un centenar en 1570 pasaron a 100000 an 1583 y
cerca de 300000 a finales del siglo. Se estableció una línea regular entre Acapulco y Manila.
Simultáneamente se implantaban dos redes de penetración europeas en Extremo Oriente: la
portuguesa con base en Macao y la española con base en Filipinas.
A través de la subyugación de la mano de obra indígena, los españoles persiguieron
también el dominio de las vastas tierras interiores del continente americano y les impusieron
su religión y les marcaron con el sello de su propia raza.
Tanto Fernando e Isabel como sus sucesores reservaron a los castellanos la exclusiva
de los monopolios y del aprovechamiento de las tierras de ultramar, cedieron a los
particulares la tarea de fundar las colonias en cuyo interior cada uno tenía amplia
jurisdicción. Se instauró la <encomienda> que consistía en la delegación a un hombre
emprendedor de los derechos señoriales sobre un dominio y sobre los indígenas que lo
habitaban, se dio práctica de exigir a los jefes indígenas que proporcionasen determinadas
cantidades de mano de obra a los titulare de las encomiendas, los indígenas eran
considerados como parte integrante del botín sin ninguna contrapartida real para ellos, cada
individuo estaba sometido a un tributo en oro y en trabajo desde la edad de catorce años. La
encomienda no suprimía la autoridad indígena, sino que hacía a su detentor (encomendero) el
árbitro de la aplicación de las prescripciones cuya observancia debía asegurar la integración
de los indígenas en el nuevo sistema. Este régimen se impuso durante todo el siglo XVI, sin
oposición, en los virreinatos de México y del Perú.
Castilla creo órganos centrales de control comercial y administrativo. En 1503 se creó
y estableció en Sevilla la Casa de Contratación, que en nombre del rey supervisaba y regía el
movimiento de las mercancías y de los metales preciosos. En 1524 fue creado el Consejo de
Indias, que trataba los asuntos de mayor importancia relativos al imperio de ultramar. En las
colonias bajo la autoridad suprema de los virreyes, fueron instituidas las <audiencias> de
auditores y procuradores, auténticos detentores del poder. La primera en Santo Domingo
(1511) luego México (1527), Panamá (1538), Lima y Guatemala (1542), Guadalajara, Santa Fe,
Las Charcas, Quito y santiago de Chile (1564) y la última del siglo XVI fue la de Manila en
1583. Compuesta de letrados, la audiencia fue el verdadero instrumento de la construcción
imperial en ultramar.
La intelligentsia española del siglo XVI, representada por eclesiásticos, intentó frenar
los excesos cometidos por los conquistadores contra los indígenas, se distinguieron los
dominicos Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas (1474-1536) y Francisco Vitoria,
que contribuyeron a despertar la conciencia europea ante estos problemas. En 1538, Pablo
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III publicó una bula que prohibía esclavizar a los indígenas, pero en 1545 Carlos V sancionaba
definitivamente el sistema de la encomienda.
La conquista militar y administrativa fue acompañada y sostenida por la religiosa, que
representó su aspecto más duradero, destacaron los agustinos, los franciscanos y los
dominicos, la evangelización se caracterizó por un número reducido de sacerdotes en relación
a las necesidades reales. Se crearon tres arzobispados (m de siglo) y las diócesis fueron de
quince en 1566 a treinta cuatro en 1622. Se produjo un proceso de criollización eclesiástica
acompañada de un fuerte declive del espíritu misionero y una agravación de la conducta
respecto a los indígenas.
Más consistentes fueron las ventajas que Europa sacó de las colonias de ultramar en
el plano económico. El desnivel tecnológico y el escaso número de colonos hizo que los
productos del suelo fueran secundarios. Los productos coloniales fundamentales en el imperio
hispánico siguieron siendo las drogas y las especias asiáticas y sobre todo los metales
preciosos americanos, a la extracción y tratamiento de éstos se dedicaron a los indígenas y
también a muchos esclavos negros, el rendimiento fue posible porque el trabajo no era
remunerado y era indiferente la suerte física de los trabajadores, las víctimas se contaron
por millones. La exportación de metales preciosos a Europa, a comienzos del siglo, superó las
25000 toneladas. Dos grandes centros de producción eran el mejicano y el peruano con los
yacimientos del Potosí que proporcionaron el 80 % de la plata peruana y donde a fines del
siglo XVI se concentraba una masa de 120000 hombres, ascendió a 160000 en 1610.
En la primera mitad del siglo XVI, la plaza a la que iban a parar los metales preciosos
llegados a España era Amberes, a la que se enviaban como pago a material bélico y papel. Los
bienes que provenían de América representaba una cincuentava parte de la producción de la
agricultura europea, en el plano de los intercambios su valor resultó el doble o el triple que el
del comercio marítimo del trigo en Europa. En el siglo XVI, la plata representó el 80 % de los
metales preciosos, el oro un poco menos del 20 % y las perlas el 1-2 %.
El éxito colonial de Portugal no fue menos notable que el de España, la superación del
Cabo de Buena Esperanza, por sus navegantes, les puso en contacto con India e Insulindia,
donde interesaban casi de modo exclusivo las especias asiáticas. África proporcionó, además
de un número cada vez más creciente de esclavos, cierta cantidad de oro que sirvió para
financiar la importación de las especias asiáticas. Al principio de siglo fue el oro de Guinea y
más tarde el de Mozambique. Incluso la difusión de la fe cristiana, que ere el objetivo
principal de las empresas de ultramar, se centró prioritariamente en Asia, aunque a Brasil,
Álvares Cabral había llegado casi por casualidad entre abril y mayo de 1500 cuando se dirigía
a la Indias. El asentamiento comenzó después de 1530, tras la expedición de Martín Alonso
de Souza. En 1540 se procedió al nombramiento de un gobernador general que permitió a la
monarquía empezar a percibir los derechos regulares, después llegaron los jesuitas que
contribuyeron a la estructuración del país y hacia fin de siglo construyeron astilleros navales.
La gran aventura lusitana del siglo XVI siguió siendo la asiática donde no tuvieron
ninguna dificultad en asumir el control del océano Índico, tanto desde el punto de vista
náutico como comercial, los intereses lusitanos y los de los comerciantes árabes entraron en
abierto conflicto.
Se debe tener en cuenta las dimensiones geográfica de Portugal, en torno a 1500 eran
menos de un millón y medio, y lo mares que surcaban que se encontraban con adversarios más
aguerridos que los encontrados por los españoles. El tiempo que se tardaba entre Goa y
Lisboa equivalía al que se tardaba entre Lima y Sevilla, a fines del siglo XVI con el sistema en
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su máxima perfección, se tardaba en el trayecto dieciocho meses para un viaje de ida y
vuelta. Uno de ida y vuelta de Goa a Japón duraba tres años.
Tanto en África como en Asia, el imperio portugués se basó en el sistema de la
factorías monopolistas, aprovechas por la corona a través de los concesionarios. Un capitán
mayor —desde 1505 asumió el título de virrey— delegaba sus propios poderes en regidores y
gobernadores, de su incumbencia fueron las responsabilidades militares, comerciales y
logísticas. La victoria naval entablada en Diu por Francisco de Almeida (1509) en la que
venció a los musulmanes consagró una supremacía incontestada en el siglo XVI. El sucesor de
Antequera, Albuquerque comprendió la importancia de las embocaduras del golfo Pésico y del
mar Rojo y así orientó una política de cooperación con Persia y vio igualmente la necesidad de
ampliar sus bases hacia Insulindia, donde Goa, conquistada en 1505 se convirtió en la capital
de la India portuguesa. Tomó Malaca en 1511 y su posesión duró 130 años, Ormuz conquistada
entre 1507 y 1508 fue sede del virrey a partir de 1510 y a través de esta fortaleza y su
escala, los portugueses lograron pertrecharse de la moneda persa de plata que les resultó
preciosa en os intercambios efectuados en las plazas indias. Lo que no prosperó fue el
bloqueo al mar Rojo, siempre fallido y en 1517 se abandonó la idea de poseer Adén.
Durante todo el siglo XVI, el volumen de la producción de las especias aumentó sin
cesar, las cantidades llegadas a Europa se duplicaron, objeto de amplio consumo, la pimienta
constituía los dos tercios de los artículos que importaban a Europa, cultivada en Malabar
tenía la ventaja de llegar a los mercados occidentales en diez meses mientras el resto de
especias tardaban mucho más tiempo desde las Molucas —sándalo, macis, clavo, etc.— . A
partir de 1501-1503 el centro de maniobra de las especias fue Amberes. La ciudad más
perjudicada fue Venecia, aunque mantuvo el eje Venecia–Alejandría para suministrar a
Europa. Por la ruta del mar Rojo llegó una cantidad de especias equivalente a tres cuartas
partes dela que tomó la ruta del Cabo de Buena Esperanza. En el océano Índico el comercio
estuvo en manos portuguesas en un 60 % mientras que el resto lo mantuvieron los árabes.
Tras el viaje de Magallanes, —portugués al servicio se España— lucharon durante años
para que les reconociesen la pertenencia de las Molucas a su área de influencia, resuelto a si
favor en 1529. en 1522 sus naves habían alcanzado las costas australianas, en 1543 enlazaron
con Japón con quien se incrementaron los intercambios comerciales, se realizó una
importante empresa misionera con el jesuita Francisco Saverio que en 149 fundó una iglesia
que llegó a contar con dos millones de fieles. En 1555 llegó para ellos la hora de China, se
instalaron en Macao que pasó a ser un gran puerto comercial. A diferencia del imperio
español, los portugueses no realizaron un auténtico crecimiento a lo largo del siglo,
referente al comercio, le nivel alcanzado en 1515 no fue superado en el futuro.
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UNIDAD DIDÁCTICA 2: LA CREACIÓN DE LOS ESTADOS
MODERNOS
TEMA 1:
LA MONARQUÍA ABSOLUTA EN LA EUROPA
OCCIDENTAL
TEMA 2:
LAS GUERRAS DE ITALIA
TEMA 3:
LA REFORMA
TEMA 4:
CARLOS V Y SUS RIVALES
TEMA 5:
LA CONTRARREFORMA
TEMA 6:
FELIPE II Y LA EUROPA PROTESTANTE
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TEMA 1: LA MONARQUÍA ABSOLUTA EN LA EUROPA OCCIDENTAL
El siglo XVI se caracteriza tanto por la subsistencia de una concepción contractual de
la autoridad como por el lento triunfo de una idea absolutista del estado, el soberano siguió
siendo considerado legítimo en tanto que respetaba las exigencias fundamentales y
tradicionales, como la de defender la fe y su propio dominio y salvaguardar las posibles
prerrogativas de los distintos miembros del cuerpo social y sus delegaciones.
La exigencia de la política exterior y la acción militar hicieron necesaria una acción
centralizada de los asuntos públicos. A excepción de los Países Bajos e Inglaterra, todo el
mundo se sentía mucho más vinculado a la fidelidad hacia el príncipe natural que al valor
todavía incierto de <nación>, se admitía que era necesario obedecer al rey, aun cuando su
comportamiento pareciera tiránico: oponerle resistencia era casi un sacrilegio.
La evolución de los distintos organismos europeos fue lenta para que su estructura
empezase a emerger y se llegase al verdadero absolutismo. Este proceso es una de las
características de la Edad Moderna.
Durante el siglo XV, apareció en Francia una constelación de prestigiosos tribunales
de justicia que se convirtió en bastión de la presencia y jurisdicción monárquicas: los
Parlamentos. El primero fue el de París, que hacia 1360 adquirió autonomía separándose del
Consejo del Rey, Tolosa en 1420, los del Delfinado —en Grenoble en 1476—, de Guyena — en
Burdeos en 1462—, de Borgoña —en Dijón en 1476— y de Normandía —en Ruán en 1515—. El
derecho consuetudinario francés fue codificado en 1454. La monarquía aumentó su dominio
sobre el país , aunque los gobernadores fueran todavía grandes feudatarios. Los Estados
Generales fueron perdiendo su función al no ser convocados y los representantes de las
clases sociales se reunieron con mayor frecuencia en los <estados> provinciales.
Desde principios del siglo XIV, la monarquía francesa estaba regida por leyes
fundamentales, que se reducía a la ley sálica —excluía del trono a las mujeres— y a la
imposibilidad de enajenar el patrimonio territorial el estado y renunciar a la propia soberanía.
A lo largo de la segunda mitad del XV, el rey pudo dominar cada ves mejor el Grand Conseil
—administrador supremo de justicia—. Francisco I constituyó un consejo más restringido
—Conseil des Affaires—. Simultáneamente , con Enrique VIII, Thomas Cromwell creaba en
Inglaterra el Privy Council.
En el terreno financiero, en Francia surgieron circunscripciones locales llamadas
“élections” que se agrupaban en “généralités”, grupos de consejeros generales (cinco o seis).
Había ido aceptando un sistema fiscal, bajo la presión de las necesidades impuestas por la
Guerra de los Cien Años, que se basaba en el monopolio de la sal (gabela), el impuesto directo
(talla) y el subsidio (aide) a los que se añadieron los derechos de aduanas y los diezmos
eclesiásticos. Estos impuestos, desde 1451, el rey los exigió de manera autoritaria, que tenía
en la talla su mayor fuente de ingresos, fijados por ordenanza y se cobraba parroquia a
parroquia. No era un sistema equitativo al estar exentos los nobles, el clero y los altos
funcionarios, también lo estaban algunos pueblos, distritos y ciudades, en la práctica estaba
reservado a las clases medias e inferiores. Hacia la mitad del siglo XVI, la monarquía
perfeccionó sus sistema de control atribuyéndose la supervisión de las finanzas urbanas
(1555) y confiando a sus propios funcionarios la jurisdicción civil de las ciudades (1567).
En el terreno eclesiástico, el Concordato de Amboise (1461) si bien reservaba al Papa
la potestad de conceder los beneficios más importantes, subordinaba esta concesión al
beneplácito del rey. Más tarde, el concordato de 1516 entre Francisco I y León X confirió al
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soberano el derecho de nombrar alrededor de seiscientos cargos eclesiásticos de mayor
relieve.
La situación de España resultó bastante distinta. La unión de las coronas aragonesa y
castellana, sobrevino relativamente tarde y hasta el final del XVII las autonomías de las
regiones mediterráneas se opusieron con éxito al centralismo. En Cataluña, la Generalitat,
asumió prerrogativas judiciales y militares. En Aragón, las Cortes eran más potentes y
estructuradas que en Castilla. Los derechos de cada <orden> eran celosamente defendidos
frente al intrusismo real. En el seno de las propias Cortes aragonesas, los representantes
catalanes formaban un grupo aparte, como un estado dentro del estado. En Castilla, las
Cortes se reunían menos regularmente y el soberano podía designar directamente a algunos
miembros. Tras la unión, las Cortes tuvieron una consideración todavía menor, Isabel y
Fernando no las convocaron entre 1483 y 1497.
A fin del siglo XIV, la Hermandad entre las ciudades castellanes dejo de constituir
oposición al poder monárquico. En cuanto a la Mesta, sus funcionarios eran asimilables a
funcionarios reales. Los más perjudicados eran los campesinos, el soberano no conseguía
salvaguardarlos de la explotación de los nobles.
La monarquía, aunque no pudo eliminarla en Cataluña, Aragón y Valencia, redujo casi
del todo la autonomía de las ciudades de Castilla, que con las contribuciones que éstas
votaban en las Cortes mantuvo el núcleo de un ejército permanente. La disolución de las
autonomías municipales en Castilla fue casi total tras la represión de la revuelta de los
comuneros (1520-1521), donde las ciudades se sublevaron contra la pretensión de instaurar
en ellas a corregidores como supervisores administrativos y contra la exigencia real de que a
sus delegados en las Cortes se les otorgasen plenos poderes para aprobar las contribuciones
fiscales. Las ciudades reclamaban el derecho de nombrar a sus propios funcionarios y
reunirse en las Cortes cuando lo creyesen oportuno. Los representantes de Carlos V cedieron
ante la nobleza y recibieron a cambio el apoyo armado que derrotaron a los comuneros
fácilmente en abril de 1521. Más tarde, cuando Carlos V trató de poner un impuesto a los
nobles, éstos se negaron a aceptarlo (1538) y el monarca se abstuvo de convocar a la nobleza
a las Cortes de Castilla, aunque siguieron fieles al soberano y éste les reservó gran parte de
los cargos administrativos y eclesiásticos.
Según Philippe de Commynes, historiador y cronista francés (1447-1511), los reyes,
como jefes de sus estados, eran siempre los responsables de sus errores porque les era
posible seguir los dictados de la inteligencia política. No todos los príncipes eran tan frios y
calculadores como Filippo Maria Visconti o Francesco Sforza en Italia, Luis XI en Francia y
Fernando el Católico en España, pero el remedio a sus eventuales insuficiencias se había
encontrado y se practicaba cada vez más: consistía en rodearse de hábiles ministros y de
fieles consejeros que a su vez se valían de un cuerpo de funcionarios.
En los estados europeos no existía un gobierno como el sentido actual, no había
ministros con competencias muy específicas y sectoriales, salvo en el terreno financiero,
eran colaboradores laicos que desempeñaban diversas funciones o bien parientes
consanguíneos que asistían al monarca o incluso altos dignatarios eclesiásticos de alto
prestigio.
A medida que se iban organizando y articulando los consejos reales, se perfilaba una
lucha entre los que pretendían pertenecer a él por su rango y los que procedían de una clase
más modesta, la burguesía. La figura del canciller dominó en los siglo XIV y XV y los
secretarios se impusieron en el XVI en grandes monarquías como la inglesa y la francesa. El
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secretario de Enrique VIII, Thomas Cromwell se convirtió en la persona más importante del
estado en 1533 cuando sustituyó al cardenal Wolsey. En Francia , los secretarios del rey
pasaron a formar parte de su consejo a partir de 1547. Desempeñaban la función de
embajadores, de pronunciar discursos elocuentes y redactor documentos oficiales y de
utilizar en beneficio del rey sus conocimientos de derecho y administración. El derecho
romano ejerció un función cada vez más notable en la afirmación de la soberanía imperial.
No faltaron contrastes y resistencias, en los Estados de Carlos el Temerario y en el
Imperio Germánico los esfuerzos centralizadores que tendían a aplicar normas más
uniformes provocaron revueltas en las poblaciones apegadas a sus costumbres más
ancestrales y a su antigua <libertad>. En suelo inglés el derecho consuetudinario no fue nunca
suprimido , salvo en los tribunales militares y eclesiásticos, mientras en cuestiones
matrimoniales y testamentarias estaba en vigor el derecho canónico, fue el Parlamento el
paladín del derecho consuetudinario para establecer un contrapeso al poder monárquico.
Un hecho estaba surgiendo con claridad: el príncipe y su corte constituían la suprema
instancia decisoria, que se iba potenciando cada vez más . la teoría del derecho divino de los
reyes se formuló y se sostuvo hacia finales del siglo XVI. La autoridad real se impuso como
autoridad laica en conflicto con el papado o aprovechando las debilidades de la Iglesia.
Lo que contribuyó a aumentar la autoridad del príncipe fue la asignación de los
distintos cargos y funciones públicos. Fue un proceso lento pero irreversible que llegó a su
plena madurez a finales del siglo XVII, con el triunfo del absolutismo.
El instrumento de la vasta acción monárquica era ya la burocracia, los funcionarios
constituyeron una categoría muy emprendedora y activa, cada uno estaba directamente
interesado en su cometido, la remuneración era, a menudo, un factor totalmente secundario,
porque no estaba garantizada de modo regular o no constituía el atractivo principal del cargo
desempeñado. Mientras en Inglaterra varios cargos siguieron siendo honoríficos, en Francia
se practicó la elección de los funcionarios (recaudadores y miembros del Parlamento).
El estado se asemejaba a una empresa de gestión pública, que se estaba montando y
cuyos beneficios eran cada vez mayores, muchos acudieron a servir al soberano para invertir
del mejor modo posible su prestigio, sus energías y su saber. El más alto de los objetivos
sociales seguía siendo el de la nobleza. Un cargo público además de para obtener ganancias
era el mejor medio para acrecentar la propia influencia, por lo menos a nivel local y
satisfacer las ambiciones sociales.
Al irse formando la administración central de los estados se dio vida a un conjunto
enmarañado y confuso de competencias. La distinción entre dominio privado del príncipe y
patrimonio nacional era casi inexistente al principio, se fue precisando con extrema lentitud.
Faltaba también el debido acoplamiento entre los poderes locales y centrales. La
incoherencia de las situaciones se veía favorecida por la vía simultánea de sistemas jurídicos
diversos, como el derecho romano, el canónico y el consuetudinario, de éstos resultó el
incremento de la fortuna de las profesiones jurídicas ya que sus profesionales eran los únicos
capaces de orientarse entre el laberinto de normas y trámites reglamentarios. Los cargos
más elevados no fueron nunca vendidos y siguieron dependiendo siempre de la concesión
soberana, su disponibilidad equivalía a la posibilidad de un gobierno efectivo y se reveló como
una de las vías maestras del absolutismo. Era un fenómeno corriente que el soberano tuviese
en cuenta solamente sus preferencias personales o recompensar algún servicio. No existía
estabilidad en el ejercicio de los cargos más elevados: la muerte del soberano podía
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comportar su pérdida, aunque en el siglo XVI existieron, en la monarquías europeas,
auténticas dinastías de funcionarios.
La continuidad era casi la regla en las administraciones ciudadanas y provinciales,
donde los cargos públicos se convirtieron en monopolio de una especie de aristocracia que
veló tenazmente para retenerlos. Los señoríos y principados de la Italia centroseptentrional
constituyeron los prototipos de un género de poder político: el de un príncipe que era
aceptado no solo por su legitimidad, sino porque aseguraba la función soberana por encima de
sus propios intereses. En ciudades republicanas como Venecia, Florencia y Génova se ejerció
cada vez más como señorío; estos señoríos no tenían que rendir cuentas a los ciudadanos, sino
a un grupo restringido de ellos que detentaban el poder efectivo y que era el mismo estado..
la conciencia progresiva de la razón de estado iba ligada a un concurso de situaciones y a una
maduración de las conciencias y una nueva dimensión de la mentalidad. El príncipe europeo
quedaba como revestido de nuevas vestiduras, laicas y civiles, casi sagradas. Su acción se
presentaba como trascendente y justificaba todos sus actos poniéndolos en un plano
inatacable en sí mismo y por sí mismo. Los asuntos de estado escapaban al común de los
mortales, se trataba de una esfera totalmente humana pero autónoma, que tenía cierto sabor
a divino y era superior a la misma religión.
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TEMA 2: LAS GUERRAS DE ITALIA
Entre finales del siglo XV y principios del XVI, Francia había demostrado ser, a pesar
de la pérdida del reino napolitano, la potencia más emprendedora en la península italiana.
Controlaba buena parte del Piamonte, dominaba el ducado de Milán y, desde 1507, ocupaba
también Génova. La política de Julio II le había permitido consolidar su preponderante
presencia: Ferrara y Mantua eran sus fieles aliadas y le ofrecían una preciosa cuña en llanura
bañada por el Po.
Su fuerza militar, tenía luces y sombras, disponía de un aguerrido grupo de artillería y
de una caballería pesada formada por la flor de su numerosa nobleza, pero le faltaba
infantería moderna, disponía sólo de grupos de infantes compuestos de cadetes
indisciplinados. Se orientaba hacia los suizos y alemanes de donde reclutaba como
mercenarios a millares de hombres para cualquier campaña, gracias a los notables recursos
financieros de que disponía.
En la infantería helvética, se verificaba lo que no ocurría en Francia o Italia, que los
nobles asumiesen la función de oficiales a pie para dirigir a los infantes. Los cuadros de
piqueros suizos, nobles, caballeros, artesanos y campesinos se encontraban eficazmente
unidos que unido a su rígida disciplina había constituido el secreto de sus victorias frente a
Carlos el Temerario y luego en Italia.
Otros países
relativamente pobres habían formado infanterías similares, los
lansquenetes, que provenían de los estados hereditarios austriacos y de las zonas vecinas de
Alemania meridional, donde los pequeños señores feudales o los cadetes nobles reclutaban a
los campesinos formando una tropa excelente, un fenómeno análogo había tenido lugar
durante las guerras de Italia. Constatada la inferioridad de la infantería española frente a la
suiza, que militaba para los franceses, Gonzalo de Córdoba había tomado a esta última como
modelo desde su primera campaña calabresa de 1495-1496 y la pequeña nobleza española no
dudó en abastecer cada vez con sus miembros a las filas de esa infantería, que se debía
revelar muy pronto como una de las mejores de Europa.
Reanudada la guerra en Italia, durante dos décadas se extendió por todo su
territorio, los españoles, en el norte, sufrieron importantes reveses iniciales. El ejército
francés, al mando de Gastón de Foie, había pasado al contraataque en la llanura del Po a
comienzos de 1512. el 10 de abril, 2000 lanceros, 3000 soldados de caballería ligera, 18000
infantes y 50 piezas de artillería atacaron el campo italoespañol, situado en la cercanías de
Rávena, y con notable inferioridad numérica. En esta batalla, los lansquenetes, se mostraron
por primera vez a la altura de los helvéticos. Aunque la infantería española, bien secundada
por la italiana, pareció tomar ventaja inicial, no fue suficiente, el duque de Ferrara, tras un
primer empleo no muy eficaz de la artillería francesa, colocó sus cañones de forma que
abatiese a la caballería española y ésta lanzó un prematuro ataque sufriendo muchas
pérdidas y permitiendo a la caballería enemiga realizar un decisivo movimiento envolvente que
deshizo las filas de la infantería italoibérica. Sangrienta victoria que costó la vida a Gastón
de Foie, pero que quedó sin fruto inmediato. Las hostilidades prosiguieron al año siguiente
con un cambio total en las alianzas: el acuerdo de Julio II con el emperador Maximiliano hizo
que Venecia volviera al bando francés. Los suizos, derrotados en Novara en 1513, se
reconciliaron con el Papa León X. El emperador Maximiliano se quedó aislado en sus
pretensiones sobre el ducado de Milán y la Tierra Firme veneciana. Al año siguiente,
Francisco I, que había sucedido a Luis XII, emprendió el camino de Lombardía con 60000
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hombres y 75 cañones. La gran batalla de Marignano (1515), en dos jornadas sucesivas, opuso
a los piqueros helvéticos a sueldo por el duque de Milán contra los lansquenetes del
Cristianísimo. El día 13 el éxito del enfrentamiento era incierto, el 14 los suizos daban la
impresión de prevalecer, la vanguardia del ejército veneciano se presentó de improviso y la
caballería de Bartolomeo d´Alviano los sorprendió por el flanco y la espalda mientras los
lansquenetes se reorganizaban, volvían al ataque y aniquilaban al enemigo. La victoria permitía
a los venecianos recuperar su Tierra Firme y a los franceses el ducado de Milán.
A la muerte de Fernando el Católico, Carlos de Habsburgo quiso firmar con Francisco
I el tratado de Noyon (18 agosto 1516) era sólo una tregua. A la muerte de Maximiliano,
enero de 1519, el 28 de junio era elegido para el trono imperial el rey de España, que se
convirtió en Carlos V, contra la candidatura del soberano francés. Venecia estrechó sus
lazos con Francia ante el aumento del poder imperial. Francisco I reabrió las hostilidades con
apoyo de los cantones suizos, pero en 1521 el emperador volvió a poner d Francisco María,
heredero de los Sforza, en el ducado de Milán, cuya posesión se convirtió indispensable para
ambos competidores.
El general francés Lautrec atacó entre Monza y Milán el campo fortificado enemigo,
el 27 de abril de 1522 sus mercenarios helvéticos se encontraron con los arcabuceros
españoles en cuatro líneas sucesivas de mil hombres que mientras una disparaba las otras
cargaban produciendo una derrota gravísima a las tropas suizas. Los arcabuceros disparaban
a una distancia de doscientos metros con balas capaz de perforar todo tipo de corazas y la
zona que tenían que recorrer los enemigos era más ancha y más mortal y peligrosa, el
contraataque de los infantes españoles y alemanes provocó la muerte de al menos 3000
enemigos.
Francia no se resignaba a la pérdida del Milanesado y en otoño de 1523 envió un nuevo
ejército para recuperarle. En otoño de 1524, Francisco I regresaba a Lombardía y obligaba a
las tropas enemigas a refugiarse en Pavía en espera de refuerzos, llegados éstos en 1525,
Pescara, comandante imperial, inició las operaciones para liberar Pavía, bajo cuyas murallas se
encontraba el ejército francés. La victoria española se debió esencialmente a la excelente
actuación de los arcabuceros, a la acción de los lansquenetes y a la salida de las tropas
asediadas que sorprendieron por la espalda al adversario. El rey no pudo evitar su captura y
Carlos V lo envió prisionero a Madrid, donde se vio obligado a firmar en enero de 1526 cuyas
condiciones casi humillantes, una vez liberado, se negó a observar.
El 22 de mayo del mismo año, en Cognac, bajo la égida de Francia, se reconstituyó una
liga italiana contra la preponderancia española, se adhirieron a ella: Venecia, Florencia, el
Papa y el duque de Milán. Las fuerzas venecianas y pontificias no pudieron frenar a los
lansquenetes imperiales que, al mando del condestable de Borbón, se dirigieron a Roma y la
tomaron a saco (6 de mayo de 1527). Los franceses al año siguiente asediaron Nápoles que
resultó un fracaso y donde murió Lautrec. En Italia septentrional, en 1529, los arcabuceros
españoles se impusieron a los lansquenetes adversarios sin que la caballería francesa pudiese
restablecer la situación. Desde entonces el rey de Francia no lograría jamás arrebatar a los
españoles el ducado de Milán.
Carlos V, que se había reconciliado con el Papa Clemente VII, estaba llevando a cabo
otra campaña para reforzar sus posesiones en Italia, los florentinos habían proclamado la
república, pero su deficiente organización y su falta de cohesión militar, les hizo capitular al
asedio en agosto de 1530 y renunciar para siempre a los ordenamientos republicanos y
acoger a un príncipe, el duque de Médicis.
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Francia había acabado suscribiendo la Paz de Cambrai (5 de agosto de 1529) a la
espera de ser capaz de reemprender la ofensiva. A escala mundial y europea el conflicto no
estaba acabado, pero en Italia el triunfo de casa de Habsburgo parecía evidente. Lo
sancionó el coronamiento de Carlos V que tuvo lugar en Bolonia ante los representantes de
todos los estados italianos que aceptaron la supremacía del Imperio.
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TEMA 3: LA REFORMA
Ningún acontecimiento de la historia occidental es tan complejo como la Reforma
porque ha sido reducida a un fenómeno de la religiosidad y es considerada como propia de la
esfera espiritual. En el propio clima de la Reforma, se encontraban incrustados,
interpenetrados y estrechamente unidos lo político, lo social, lo económico, lo religioso y lo
cultural. Presentó una especie de cocción en la que todo aparecía implicado, así que lo que se
calificaba de religioso era una trama imprescindible de todas las realizaciones colectivas.
Afectó profundamente al siglo XVII europeo con repercusiones significativas en otros
continentes y que se prolongaron con fuerza hasta el propio siglo XVIII.
La Reforma atrajo principalmente a las clases en ascenso, sobre todo en las zonas
anglosajonas, desde los comerciantes y los burgueses hasta los artesanos y cuantos habían
llegado al gobierno de las comunidades ciudadanas. Los diezmos y la fiscalidad gravaban en
amplios sectores del mundo laico, hasta el punto de que los obispos ponían una multa anual por
concubinato. En los países de lengua alemana y en los anglosajones, esos gravámenes
suscitaban un malestar cada vez más acentuado así como a las clases sociales que estaban
directamente afectadas por los privilegios del clero, que incluían impuestos sobre los
productos en venta en el mercado y sobre las actividades mercantiles.
Hay que tener en cuenta que la reforma no fue un movimiento victorioso en todo el
ámbito europeo, no se impuso en los estados ibéricos ni italianos así como tampoco penetró en
la mayor parte de la península balcánica.
La cristiandad occidental acariciaba desde hacía mucho tiempo el proyecto de
reformar la Iglesia, la idea surgió cuando su funcionamiento comenzó a resultar
decepcionante lo que hizo aparecer la ruptura existente entre la vida atribuida a los
primeros cristianos y la que se tenía ante los ojos, la imagen de un cristianismo primitivo
ejemplar era en parte mítica e ideológica y la idea de una primera fase de pureza y de virtud
se hacía necesaria para reaccionar frente a las que parecían ser formas de decadencia y
adulteración. Una concepción espiritual de la función de la Iglesia chocó durante siglos con
una concepción más temporal y política dentro del propio seno de la Iglesia, ambas tendencias
se enfrentaron durante mucho tiempo y, a mediada que pasaban los años, grupos de laicos
iban acercándose a los clérigos que defendían la Reforma. El fenómeno se acentuaba de tal
manera que los sacerdotes no deseaban que los laicos leyeran y conocieran los libros sagrados
y menos aún que discutieran sus contenidos e interpretación, aparecían como los hombres
doctos y consagrados, que vivían distinto de los demás sin contraer vínculos familiares, que
suministraban los medios para hacer propicia la divinidad y conjuraban las insidias de las
fuerzas del mal. Por esto el clero ocupaban el primer rango social, se les pagaban los diezmos,
se les legaban las propiedades inmuebles y las propiedades territoriales y legislaban en
materia de comportamiento. El intento de los reformadores no era privar a la Iglesia del
ejercicio de sus funciones, sino de disciplinarlo según determinados criterios.
Durante el siglo XV se sucedieron una serie de iniciativas y tentativas encaminadas a
reprimir abusos de las órdenes monásticas, a introducir formas más sobrias de piedad, a
fundar cofradías y asociaciones religiosas. Algunos reaccionaron de modo radical, John
Wyclif (1330-1834) había sostenido que los príncipes tenían el derecho de expropiar el clero
y distribuir y administrar sus bienes en beneficio de la comunidad, consideraba contrario a la
ley divina el voto de castidad de las monjas y reprobable la mendicidad de los monjes. Aunque
era un teólogo, expresaba las reacciones de la sociedad laica frente a la Iglesia y sus obras
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ejercieron una influencia notable, gran parte de sus críticas fueron reasumidas por los
reformadores del siglo XVI. Joan Hus (1369-1415) y sus seguidores corroboraron sus ideas,
en gran parte, afirmando que nadie podía hacerse representante de Cristo o de Pedro sino
imitaba su comportamiento.
Al movimiento de la Devotio moderna se unieron, sobre todo en el noroeste europeo,
instancias humanistas que promulgaban el retorno a las fuentes originales de la inspiración
cristiana que tuvo su mayor exponente en Erasmo, la lenta y constante búsqueda de la
perfección y elevación moral se fundaba en una disciplina interior y en la confianza de
recorrer el camino de la virtud y de la salvación.
En el transcurso del siglo XVI, XVII y XVIII, la naturaleza llegará a ser
gradualmente al instancia suprema, tanto en las dimensiones de la política y del derecho como
en las de la moral y del conocimiento científico, convirtiéndose en un criterio de referencia
para la verdad religiosa.
Mientras Carlos V se apoderaba definitivamente de Lombardía y preparaba su
supremacía sobre la península italiana, el imperio era presa de agitaciones a las que intentaba
hacer frente. La causa ocasional de los desórdenes fueron las tomas de posición del moje
agustino, Martín Lutero (1483-1546), que entró en conflicto con un dominico a propósito de la
asignación de indulgencias en territorio alemán. Antes de presentar y hacer circular sus “95
tesis” (1517), había llegado a convicciones dogmáticas contrarias a la doctrina tradicional.
Impugnaba el derecho del Papa a distribuir los frutos de los méritos de Cristo y de los
santos. En 1518 al remitir al pontífice sus tesis no se retractó de ellas, para él todo cristiano
era un pecador, digno de ser condenado sin apelación posible sino creía profundamente
poderse salvar solamente gracias a la misericordia de Dios, los sacramentos perdían su
importancia, lo que contaba era la iluminación interior por la que cada uno se aseguraba de
que la propia miseria moral no le sería imputada.
El luteranismo gozó de una serie de circunstancias favorables. Ante todo, su
divulgador debería haber sido entregado al cardenal Cayetano, legado pontificio en Alemania,
por el contrario, el elector Federico de Sajonia lo sustrajo a tal procedimiento, sosteniendo
que no se tenía que arrestar antes de que el acusado fuera juzgado como hereje por una
universidad alemana y tras una discusión pública. León X declaró heréticas 41 proposiciones
de los escritos de Lutero y lo excomulgó (15 de junio de 1520), el fraile echó a las llamas la
bula papal ante los profesores y estudiantes de Wittemberg. Al año siguiente más de un
millar de caballeros le escoltaron hasta la Dieta de Worms, donde había sido convocado,
rechazó retractarse y la Dieta lo expulsó del Imperio, aunque siguió defendido por el elector
de Sajonia.
A parte de la solidaridad de sus seguidores tuvo otro aliado muy importante en la
imprenta que difundió sus tesis y sus escritos. Lutero tuvo ardorosos partidarios: desde
Carlstadt hasta Ulrich von Hutten, desde Franz von Sickingen hasta Felipe Melanchton, quien
a fines de 1521 presentaba ordenada toda la doctrina luterana en la obra “Loci comunes”. A
partir de entonces numerosas ciudades fueron adoptando el luteranismo: Constanza, Erfurt,
Magdeburgo, Halberstadt, Breslau, Bremen, etc. Alemania era el terreno más apropiado para
una revuelta antirromana y antiopontificia. En 1525 algunos príncipes alemanes se aliaron
para defender la doctrina, incluido el elector de Sajonia y en la Dieta de Spira lograron
rechazar la aplicación del Edicto de Worms que cuando una nueva Dieta, en 1529, quiso volver
a ponerlo en vigor, la protesta de seis príncipes alemanes y catorce ciudades se aganron el
epíteto de protestantes, nombre que desde entonces designaría a los seguidores de Lutero y
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posteriormente a todos los reformadores de análoga inspiración. En 1513 llegaron a tener un
verdadero pacto armado llamado la Liga de Esmalcalda. Ni el Papa ni el Emperador pudieron
hacer nada contra los príncipes que no dudaron en manejar el movimiento reformador para su
propio provecho, éstos se otorgaron toda una serie de poderes, se convirtieron, revestidos
de obispos, en soberanos en el pleno sentido de la palabra, ampliando su propia estructura
administrativa, interfiriendo en las nominaciones eclesiásticas y en la formulación de la
doctrina. Hubo una Reforma desde las altas esferas, que iba acompañada de centralizaciones
territoriales y comportaba visitas e inspecciones oficiales y confiscaba bienes eclesiásticos.
Los juristas protestantes sostuvieron que los príncipes electores no debían ser considerados
súbditos del Emperador sino asociarse con él en el gobierno de Alemania. Fueron los estados
territoriales contrarios a los Habsburgo los que hicieron posible la victoria protestante en la
Dieta de Augsburgo de 1555.
Lutero no se había limitado a los problemas religiosos y a las consecuencias que se
derivaron, algunos de sus seguidores asumieron posiciones más radicales que él. Lutero no
revolucionó la vida del fiel, el confesionario se conservó y gran parte del servicio religioso
siguió celebrándose como antes., puesto que no tenía un programa litúrgico muy claro e
innovador. Más llamativa fue la consecuencia de la doctrina según la cual todos los cristianos
participaban del sacerdocio, conllevaba que el clero no tenía que constituirse en una casta
separada, que sus miembros podían casarse y que los conventos debían ser abolidos. El mismo
Lutero se casó con una monja, Katharina von Bora, con quien tuvo seis hijos.
Aprovechando esto los campesinos tendían a rebelarse frente a los abusos y a los
gravámenes feudales, así es fácil imaginar el numeroso grupo de seguidores que tuvo Thomas
Müntzer (1489-1525) cuando anunció a los campesinos que ellos eran los elegidos, destinados
a conseguir la victoria frente a los príncipes y los grandes personajes que querían impedir el
triunfo del Evangelio. Los predicadores radicales se pusieron a la cabeza de los aldeanos
dando origen al movimiento de los anabaptistas, que según ellos, debían bautizarse de nuevo
para conseguir comunidades de santos, donde todo se repartiría equitativamente. Los mismos
nobles luteranos, incluido Lutero, se enfrentaron a ellos, Müntzen fue capturado y ejecutado
en 1525. en 1534 una nueva revolución de los anabaptistas se produjo en el valle del Rin hasta
que se impuso la represión por parte de las tropas episcopales y se les dispersó.
La gran aportación del luteranismo consistió en la ruptura de la unidad confesional
propia del mundo católico. Lutero, con la ayuda de los príncipes, no dudó en constituir una
Iglesia diferente de la de Roma . fue el primero de una larga lista de reformadores que
intentaron organizar iglesias autónomas que respondiesen a sus doctrinas, pero que fuesen
generosas con el poder constituido: Marín Bucero (1491-1551) en Estrasburgo, Ecolampadio
(1482-1531) en Basilea, el rey Gustavo Vasa (1523-1560) en Suecia, etc.
La gran victoria militar que Carlos V obtuvo sobre los protestantes alemanes en
Mühlberg (24 de abril de 1547) no pudo restablecer la situación y sus efectos fueron
pasajeros. Alemania, aunque reconoció como Emperador al hermano de Carlos V, Fernando de
Habsburgo, se encontró dividida en el plano religioso en dos zonas desiguales: Baviera y la
parte occidental (valles del Mosa, del Mosela, y gran parte del valle del Rin) siguieron siendo
católicos, el resto —cerca de 2/3 del territorio— fue desde entonces protestante: la Paz de
Aubsburgo (1555) sanción esta división confesional.
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TEMA 4: CARLOS V Y SUS RIVALES
Carlos V aglutinaba en un mano un gran poder, además de la corona húngara, unía a su
cetro imperial la corona española y la joven potencia transoceánica en continuo desarrollo de
los castellanos. En contrapartida, a tales vastos dominios de los Habsburgo se erigía no solo
el expansionismo otomano, sino también la decidida acción de Francia. Carlos V soñaba con
restablecer el prestigio del Imperio y con hacer de su cabeza el árbitro de los destinos
continentales, no obstante, a pesar de haber perseguido su objetivo durante más de tres
décadas tuvo que reconocer que no la había conseguido.
Como en Italia anteriormente, ahora en Europa los estados concretos perseguían una
política absolutamente exenta de prejuicios, abierta a todas las alianzas que fueran eficaces
y provechosas. Francia sola no podía haber hecho frente a los Habsburgo, cuyos territorios
prácticamente la rodeaban en torno a 1530, pero no le fue difícil apoyarse en los principales
adversarios del emperador y disgregar el bloqueo a que era sometida.
Frente a la herejía, Carlos V no se mostró ciertamente inactivo. En los Países Bajos
organizó un sistema de vigilancia religiosa similar al de la Inquisición española e hizo publicar
toda una serie de ordenanzas sumamente rigurosas. Los más perseguidos fueron los
anabaptistas, que quedaron relegados a la clandestinidad y reducidos a grupos aislados.
Frente a la propagación del luteranismo, promovió la convocatoria de un concilio con la
esperanza de subsanar las divisiones confesionales. Sus esfuerzos alcanzaron éxitos tardíos.
En 1530 Melanchton, portavoz protestante, intentó ir al encuentro de los interlocutores
católicos, pero Carlos V rechazó en bloque las confesiones de fe de los reformadores. En
1541, en Ratisbona, el legado pontificio logró un acuerdo con los luteranos pero los términos
no fueron aprobados ni por el Papa, ni por Lutero ni por Calvino. En el ámbito eclesiástico, el
concilio se realizó en 1545 y en el político y sobre todo alemán, la palabra quedó reservada a
las armas (Mühlberg) y a la constatación de la imposibilidad de entenderse. La paz religiosa
de Augusta no hizo sino sancionar la división entre principados católicos y principados
protestantes.
Su confrontación con Francia no fue sustancialmente más afortunada ya que desde
1530 Francisco I no vaciló en emprender dos caminos que, aunque poco acordes con su título
de rey Cristianísimo, eran políticamente rentables. El apoyo a los príncipes protestantes,
adversarios del emperador, y el del entendimiento con los turcos. Con apoyo francés, el duque
de Baviera, católico aunque contrario a los Habsburgo, se alió con el landgrave luterano de
Hesse para restituir al duque de Württembeerg el estado que en 1522 le había quitado el
hermano del emperador, Fernando. Desde 1536 las hostilidades entre Carlos V y Francisco I
se reanudaron y se concluyeron después de la muerte de ambos, tras una sucesión de
tratados de paz y conflictos armados con fases alternas para cada bando.
Otro adversario aún más temible que el francés le tuvo ocupado durante décadas en el
opuesto frente balcánico y en el berberisco norte de África. El Imperio Otomano tenía como
objetivo principal la expansión armada en dirección a Europa, toda su estructura interna
estaba concebida en función de la guerra, de modo que el organismo estatal equivalía a una
inmensa máquina bélica. Todo titular de una propiedad territorial (timar) estaba obligado
como máximo a prestar servicio militar a caballo, a su vez cualquiera que participase en el
ejército victorioso podía ser investido como señor de tierras en la nueva zona conquistada. El
timar no se heredaba, de modo que las tierras podían ser redistribuidas a quienes se
distinguían en la guerra. Los pueblos sometidos estaban obligados por la administración turca
32
a pagar un conjunto de tributos y prestaciones variables según las necesidades bélicas y, por
otro, muchos de sus integrantes —para mantener sus tierras o recuperarlas— participaban
en las operaciones militares junto a los turcos. La serie ininterrumpida de derrotas cristianas
no debe sorprender ya que ninguna potencia europea estaba organizada de un modo tan vasto
y coherente en función del ataque y de la expansión armada. Al innegable deseo de hacer la
guerra santa contra los infieles no musulmanes se unía el interés personal de los
combatientes. Incluso la religión de los países subyugados era aprovechada, a cambio del
permiso para practicar los respectivos cultos, debían abonar tributos especiales que
financiaban las futuras campañas. En cuanto a las fuerzas armadas, además de utilizar las
propias e inducir a elementos de los pueblos sometidos a reforzarlas, no dudaron en
constituir milicias escogiendo por la fuerza a los jóvenes que les interesaban entre las
poblaciones cristianas, éstos jóvenes eran deportados, sometidos a un rígido adiestramiento
militar, hechos musulmanes e integrados en un cuerpo especial de infantería, cuyos miembros
se llamaban jenízaros, verdaderos soldados profesionales, les estaba prohibido casarse
(hasta la mitad del siglo XVI), constituían el núcleo y la flor del ejército: eran entre 20000 y
30000 hombres y formaban la fuerza armada más disciplinada de la época.
A fines del XV y comienzos del XVI la expansión turca quedó frenada en los Balcanes,
ya por la resistencia húngara como por el conflicto entre el sultán y el sha de Persia, Selim I
(1512-1520) atacó a los persas y sus tropas llegaron a ocupar Tabriz (1514) pero no
doblegaron al adversario. En la otra dirección, los otomanos, obtuvieron pronto resultados
notables, en 1516 ocupaban Siria, Palestina y el mismo Egipto, incluso Arabia llegó a pasar
bajo su dominio hasta el Golfo Pérsico y el océano Índico. Los españoles habían pasado a la
ofensiva en la costa del norte de África —donde se habían establecido numerosas bases
piratas musulmanas— ocupando Melilla (1497), Mers-el-Kebir (1505), Orán (1509), Bujía y
Trípoli (1510) y controlando el norte argelino (1515). Mientras las fuerzas navales turcas,
compuestas por unidades corsarias armadas en el Egeo, habían comenzado a establecerse en
el norte de África, tras apoderarse de la isla de Djerba y luego Cherchell, su jefe aceptó la
invitación argelina de establecerse en su ciudad pero sucumbió ante los españoles ante las
murallas de Tlemecén. El mando de los corsarios fue asumido por su hermano, Khaireddin,
conocido como Barbaroja que, para enfrentarse mejor a los españoles, apeló directamente al
Diván que lo nombró su lugarteniente (1516), así el poder otomano se instalaba en el
Mediterráneo occidental y tomaron la posesión definitiva de Argel en 1529.
Carlos V no podía asistir inactivo a los progresos otomanos —Barbarroja se había
apoderado de Túnez en 1534— y la reacción del emperador fue inmediata y coronada por el
éxito; en 1535, él mismo participó en la expedición que logró recuperar Túnez y poner una
guarnición española en La Goleta. La situación en el mar empeoró al aliarse el sultán y
Barbarroja con Francia, cuando al año siguiente se reanudó el conflicto ente el emperador y
Francisco I, una flota fancoberberisca realizó un ataque contra Baleares y las costas
españolas, la contienda entre el Imperio y el turco era más abierta cuando Solimán (15201566), sucesor de Selim, había reemprendido enérgicamente el avance en los Balcanes, a fin
de 1521 la fortaleza de Belgrado caía en sus manos, el ataque que realizó contra Hungría
concluyó con la victoria de Mohacz (1526) donde perdió la vida el soberano magiar y se
desmoronó todo su imperio, pasando en gran parte a dominio otomano —el resto quedó en
poder de los Habsburgo— la ofensiva turca continuó llegando, tres años más tarde, a asediar
Viena, aunque en vano, lo que acabó con sus avances en tierra.
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Por mar, sin embargo, continuaron. Una imponente coalición marítima se había
constituido para hacerles frente, formada por los venecianos, los españoles y el pontífice,
alrededor de 200 unidades se encontraron frente a la fortaleza de La Prevesa, con casi otro
tanto de navíos musulmanes al mando de Barbarroja, que había reunido sus fuerzas en el
golfo de Arta. Andrea Doria, levantó el bloqueo y permitió salir a la flota turca a mar abirto
lo que aprovechó Barbarroja para presentar batalla que, aunque sin infligir graves pérdidas a
la flota cristiana, que transformó en una victoria que fue más en el plano moral y estratégico
que en el puramente naval, pero como consecuencia la colación naval cristiana no pudo
reconstruirse durante mucho tiempo.
Carlos V intentó recuperar Argel pero la empresa fracasó y produjo notables pérdidas
(1541). Andrea Doria sólo logró tener un éxito en 1551, atacando y tomando Djerba, base del
corsario Dragut, éste junto con unidades francesas contraatacó en 1553 y arrebató Córcega
a los genoveses a favor del rey Cristianísimo. En 1560 una expedición naval hispanopontificia
intentaría en vano ocupar Trípoli, en poder de Dragut. El Mediterráneo se había convertido
casi en un lago otomano, mientras los movimientos de la mayor potencia europea, la española,
quedaron condicionados, al menos hasta Lepanto, por la amenaza que suponía el imperio
otomano.
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TEMA 5: LA CONTRAREFORMA
Se ha entendido tradicionalmente por Contrarreforma aquel conjunto de medidas
eclesiásticas y de iniciativas político–religiosas promovidas, en gran parte, por la Iglesia
romana para hacer frente a la propagación del protestantismo. El desarrollo de las iniciativas
eclesiásticas no anduvieron separadas de tomas de posición políticas, diplomáticas y
militares, además de culturales y sociales. Las vicisitudes protestantes ejercieron una
influencia decisiva y determinante de esas tomas de posición, que en su conjunto merecen ser
llamadas Contrarreforma. Es imposible decir que le habría sucedido al catolicismo si hubiera
podido proseguir la obra de reestructuración interna emprendida en el siglo XV y comienzos
del XVI sin encontrarse frente a los movimientos protestantes, en cambio, hay que constatar
que al catolicismo no le faltaron energías para reaccionar ante el mundo reformado,
manifestando una fuerza autónoma y una fisonomía propia, aunque la mayor parte de tales
energías se concentraron en luchar contra esa gran adversario.
Hasta comienzos del siglo XVI católico equivalía a cristiano, en las décadas siguiente
la situación cambió radicalmente y la Europa que había sido fiel a Roma se encontró dividida
en dos auténticos campos contrapuestos. Este fenómeno duró alrededor de un siglo, entre la
mitad del XVI y mitad del XVII.
En lo que hizo la Contrarreforma se hace menudo ardua distinción entre las
manifestaciones ideológicas y los aspectos religiosos de los diversos fenómenos. El uso
ideológico de las doctrinas de naturaleza religiosa se traduce poco a poco en una devaluación
de hecho de su valor originario. El primer ejemplo lo aporta el significado del término
<herejía>. En la Europa del siglo XVI todo el mundo se convirtió en hereje a los ojos de quien
no era partidario de su confesión, hasta entonces la herejía era error y crimen de unos pocos
frente a la verdad compartida por la inmensa mayoría. Aunque no se llegó en todas partes a
los extremos de la Inquisición española (que condenó en masa a todos los protestantes de los
Países bajos rebeldes),la rabia dogmático constituyó aún un ingrediente muy fuerte en las
encarnizadas contiendas del siglo XVI. Cada príncipe intentaba mantener o imponer la unidad
religiosa en su estado, pero a veces él mismo no sabía inclinarse claramente por una parte o
por otra y si tenía convicciones muy precisas en la materia podía encontrarse frente a unas
oposiciones internas difíciles de superar, donde no faltaron ni las ejecuciones capitales ni los
asesinatos de los propios soberanos por motivos políticos y religiosos.
En cierta medida, las luchas confesionales hicieron más incierta y lábil la dirección de
los asunto públicos. Las luchas contribuyeron a dar más libre curso a los motivos objetivos de
descontento y a los conflictos sociales. Cuando había razones económicas o políticas para
oponerse a la acción de la monarquía, las ideas de la reforma servían de óptimos pretextos
para resistir a su autoridad, desde Francia a Escocia o de Inglaterra a Austria. Los
calvinistas formaron un fermento de indudable relevancia política y de innegable alcance
internacional, el frente común que se constituyó entre las potencias protestantes de la
segunda mitad del siglo XVI fue debido a su impulso y no al de los luteranos, y gracias a ellos
el protestantismo se convirtió en una bandera de lucha continental y mundial. Las potencias
católicas tuvieron que hacer frente durante mucho tiempo a este desafío con suerte dispar
y a la lucha militar entre las potencias para asegurar su predominio siguió la contienda entre
dos bloques cuyos intereses estaban ensamblados con los políticos y los económicos.
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Numerosos miembros del clero y también muchos fieles se dieron cuenta que era
necesario poner remedio a los abusos de toda índole que degradaban el culto y las ceremonias
y que al mismo tiempo degradaban a sus ministros. Los países en los que más se concretó tal
organización católica fueron España e Italia, aquellos que luego se pusieron a la cabeza de la
Contrarreforma.
El cardenal español Jiménez de Cisneros (1436-1517) contribuyó notablemente al
fortalecimiento de las estructuras eclesiásticas de su país y no fue ajeno a la germinación
del espíritu misionero que caracterizará a la espiritualidad católica del siglo XVII. Anticipó
algunas medidas de control de la práctica religiosa que después se hicieron sistemáticas: por
ejemplo, en 1503 mandó elaborar el censo de todos aquellos que no habían participado en la
comunión pascual de Toledo. Promovió los sínodos para imponer a los sacerdotes la residencia
en sus parroquias, la instrucción para la predicación y el catecismo para los niños. También se
distinguió por acciones drásticas, como la confiscación de libros árabes encontrados en el
reino de Granada (que en parte envió a la hoguera) y el bautismo en masa de millares de
musulmanes. Fundó en Alcalá de Henares una universidad de nueva concepción, provista de
facultad de derecho, cuyas enseñanzas estaban encaminadas para un mejor conocimiento de
la filosofía cristiana y una profundización de las doctrinas teológicas. No admitió las tres
mayores tendencias de la escolástica (tomismo, escotismo y nominalismo) y no dudó en
introducir el estudio del griego y del hebreo: en Alcalá entre 1514 y 1517, fue impresa la
Biblia trilingüe.
Las numerosas iniciativas del cardenal español preludiaban las de la Contrarreforma.
En Italia desde el siglo XV se habían distinguido eclesiásticos reformadores y celosos
predicadores, habían surgido nuevas órdenes religiosas, como la de lo mínimos, fundada por
san Francisco de Paula. El impulso siguió durante el siglo XVI con la fundación de los teatinos
en 1524 de Gaetano da Tiene y de Gian Pietro Carafa y de los barnabitas de Antón María
Sacaría en 1530, siguieron los filipenses de Felipe Neri en 1548 y los fatebenefratelli de san
Juan de Dios en 1540. estas nuevas órdenes se distinguieron de las del Medievo por una
mayor inserción en la vida cotidiana de los fieles, a los que intentaban asegurar la asistencia
material y espiritual así como la instrucción cristiana. Se manifestaba un nuevo fervor
religioso, no provocado en modo alguno por la Reforma ya que ésta se difundió muy poco en la
península italiana.
A pesar de todo, la reforma católica procedía muy lentamente, se hacía sentir
gravemente la ausencia o la discontinuidad del impulso pontificio: una reforma católica no
habría sido nunca posible sin una reactivación sistemática del papado. En mayo de 1512 había
sido convocado un concilio —V de Letrán—, pero Julio II se decidió a convocarlo sobre todo
por motivos políticos y su desarrollo demostró que el papado estaba todavía lejos de asumir
sus responsabilidades. Ni León X (1513-1521), ni Adriano VI (1521-1523), ni Clemente VII
(1523-1534) tomaron iniciativas de gran relieve, aunque el peligro luterano se hacía cada vez
más manifiesto. Sólo con Pablo III Farnesio el clima comenzó a cambiar y lo demostró con la
elevación al cardenalato de hombres como Gasparo Contarini, Jacopo Sadoleto, Gian Pietro
Carafa y Reginald Pole y otros como Marcelo Cervini, Juan Álvarez de Toledo, etc.
Pablo III (1534-1549) fue además el Papa que logró organizar el ansiado concilio,
primero lo convocó en Mantua (1526) con la esperanza de poder hacer una reunión con los
representantes protestantes, cosa que no duró mucho tiempo ya por las dificultades políticas
(reanudación de la guerra entre Carlos V y Francisco I) ya por las rigurosas condiciones
propuestas por Lutero. Se intentó realizar en Vizenza, con éxito todavía menor. Hubo que
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esperar hasta 1542 pero ya era tarde la reconciliación y sólo podía proponerse la
organización de un catolicismo y una estructura eclesiástica en oposición a otra. Esta fue la
obra del concilio convocado en Trento en junio de 1542 y que se inauguró en diciembre de
1545. en 1542 Pablo III había creado la Congregación de la Inquisición.
Los Papas sucesores de Pablo III no quisieron dejar exclusivamente al concilio la
iniciativa de la Contrarreforma: todos la asumieron como propia, con una energía sin
precedentes. Concluidos los trabajos los decretos emanados fueron aprobados por una bula
de Pío IV (1559-1564) de enero de 1564, la mayor parte de los estados italianos (incluso
Venecia), Portugal y España los aceptaron de inmediato.
La figura clave de la reforma católica resultó ser la del obispo, por un lado se prohibió
la acumulación de cargos episcopales, por otro, fueron los prelados los encargados de las
visitas pastorales regulares y minuciosas en sus diócesis. Un cuidado no menos evidente se
dedicó a la función del sacerdote y en especial a su formación donde los seminarios se
convirtieron en una pieza fundamental de las renovadas instituciones eclesiásticas formando
una densa red que cubrió toda la catolicidad desde Roma o Milán hasta Olmütz, Braunsberg,
Fulda e Ingolstadt, también se impulsó el surgimiento de las universidades católicas que se
situaron en zonas fronterizas con el mundo protestante, de Dillingen (1554) a Douai (1559),
de Olmütz (1573) a Würzburg (1575), de Pont-à-Mousson (1582) a Gratz (1586), Padereborn
(1615), Salzburgo (1625), Münster y Osnabrück (1629).
Se pusieron en marcha más iniciativas, en 1568 se publicaron un catecismo y un
breviario, a los que siguió un misal en 1570, el índice de libros prohibidos se volvió a publicar
en 1564 y confirmado en 1571 por la Congregación del Índice. Una atmósfera de vigilancia
cultural y de rigidez doctrinal se instauró progresivamente, mientras todo el clero quedaba
sometido a un adiestramiento apropiado al ejercicio de sus funciones.
El espíritu de apostolado se revigorizó y animó en particular a los miembros de nuevas
órdenes, entre éstas se distinguió la Compañía de Jesús, fundada en 1534 por Ignacio de
Loyola (1491-1556) que constituyó la milicia más activa de la Iglesia, supieron compaginar la
firmeza de la disciplina con la habilidad de la acción concreta sobre el laicado, en particular
de las clases sociales superiores para las que organizaron colegios muy eficientes.
La múltiple realidad de la Contrarreforma tuvo también un símbolo urbanístico en el
nuevo rostro que asumió la ciudad de Roma, la nueva Basílica de San Pedro iba tomando
cuerpo hasta que su cúpula vino a destacarse sobre la ciudad, así los Papas hicieron de ella la
capital digna de la catolicidad renovada.
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TEMA 6: FELIPE II Y LA EUROPA PROTESTANTE
La ofensiva calvinista: las guerras de religión den Francia.
Mientras el catolicismo tensaba sus fuerzas para asegurar la salvación de las armas y
su triunfo terreno, el protestantismo no se mostraba menos activo. Muchas iniciativas
resultaron paralelas en ambos campos desde la espiritualidad hasta la casuística, desde los
libros de plegarias hasta la instrucción. Mientras surgían las universidades católicas no
faltaban las fundaciones de universidades protestantes, incluso las figuras más destacadas
ofrecían caracteres bastante análogos, como los de Ignacio de Loyola y de Calvino. En el
mundo protestante, la zona luterana, en particular la alemana, se distinguía claramente de
aquellas regiones en las que el calvinismo estaba tomando la delantera. La “Confessio
helvética”, de 1566 señaló la ruptura entre la iglesia de Lutero y las fundadas por Zuinglio y
Calvino que se diferenciaban en particular por la doctrina de la eucaristía. No faltó un
esfuerzo luterano de definición teológica, dirigido por Jacobo Andrea, que culminó en el
“Libro de concordia”, publicado en 1580, que sisntetizaba los puntos capitales de la fe
luterana y atenuaba la doctrina de la predestinación. Frente a ellos, los calvinistas, no
renunciaron a la lucha abierta y armada, su doctrina estaba impregnada de rigor y
radicalismo potencialmente revolucionario que atraía a los miembros de las diversas clases
sociales.
Tras el tratado de Cateu-Cambrésis, se acentuó en algunos países, especialmente
Francia y los Países Bajos, el malestar económico y social, de lo que se aprovechó el
calvinismo. La historia de las décadas de guerra religiosa que agitó a Francia no puede
prescindir de desempeñar el papel de antagonista de España. En muchas ocasiones los
hugonotes (nombre de los calvinistas franceses) pudieron presentarse como campeones de la
política nacional con toda la desventaja para el partido católico, al que era demasiado fácil de
acusar de connivencia con España. A los calvinistas les ayudó el hecho de que una parte de
una parte de la nobleza y de los príncipes vieron la forma de ejercer una mayor influencia en
el reino en detrimento del centralismo monárquico. Francia se encontró, igualmente, desde
1559, con una serie de soberanos demasiado jóvenes para ejercer plenamente sus funciones.
Cuanto ocurrió en Francia en la segunda mitad del siglo XVI fue sumamente
significativo, algunos políticos, como el almirante Gaspar de Coligny, aspiraron a emprender
una acción importante en el concierto europeo tratando de sacar partido de las dificultades
del adversario ibérico, Felipe II les pagó haciéndose aliado del partido católico, ejerciendo
presiones militares e interviniendo en Flandes en las contiendas internas francesas.
El éxito final de quien había sido jefe de los hugonotes, Enrique de Borbón (futuro
Enrique IV), además de convertirse al catolicismo, se presentó como abanderado de la
política nacional y se consolidó luchando contra la intervención española, unido a la debilidad
de la monarquía que la obligó a oscilar alternativamente entre el partido hugonote y el
católico, que intentaban a la vez condicionar su acción. Esto contribuyó a prolongar el
conflicto interno marcado tanto por enfrentamientos sangrientos como por treguas y edictos
de pacificación. Los hugonotes vieron como se les iban reconociendo un margen cada vez más
amplio de libertad e incluso la posesión de algunas plazas fuertes. La contienda no podía
hacer otra cosa que radicalizarse y llevar a país al marasmo, lo que llevó a la búsqueda de una
tercera vía que excluyera el predominio de las otras dos. Esta perspectiva fue avanzada por
los llamados “politiques”. La solución fue adoptada con el edicto de Nantes de 1598 que
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sancionó la existencia de un reino donde coexistían dos religiones distintas sin comprometer
la solidez nacional y estatal. Con su acción Enrique IV encarnó este difícil éxito, no tardó en
abjurar del calvinismo (1593) una vez heredada la corona pero reconoció a los hugonotes con
la misma igualdad de derechos. El edicto de Nantes fue aceptado de forma duradera por los
calvinistas, que mantuvo sus conquistas y añadió concesiones suplementarias. El objetivo era
evitar que los hugonotes constituyeran un estado dentro del estado, como habían intentado
hacer hasta entonces. Este objetivo no se consiguió plenamente, puesto que el rey no pudo
hacer otra cosa que dejar bajo su control los lugares fortificados que ocupaban y que eran
aproximadamente unos 150.
Los inconvenientes de tal situación debían hacerse sentir en las décadas siguientes, no
obstante, la estructura dualista que se instauró marcó el fin del sueño de hacer de Francia
una potencia calvinista, los reformados siguieron siendo la parte hostigada de la nación,
gracias también a la acción del partido de los Guisa que había impedido que los hugonotes se
instalasen en el norte y en este del país. París se rebeló como un autentico bastión del
catolicismo, siendo la representación protestante en la capital casi testimonial
España contra los Países Bajos e Inglaterra.
Las guerras de religión en Francia habían vuelto a poner en primer plano a facciones
aristocráticas opuestas ( a los Montmorency, a los Coligny y a los Borbón por unalado, y a los
Guisa por el otro) que se disputaron el predominio o al menos intentaron asegurárselo. Tanto
la liga católica como los hugonotes hacían presión sobre los Estados Generales y las
asambleas con objeto de controlar el ejercicio del poder soberano. Francia atravesó sus
crisis más grave y sólo por un concurso de circunstancias pudo evitar un cambio de régimen y
volver así a una monarquía fuerte. Lo que no se logró en Francia se realizó en los Países Bajos.
En el momento en que Carlos V decidió retirarse del trono asignó el Imperio germánico a su
hermano Fernando y todo el resto (el Milanesado, el reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el
imperio de ultramar) a su hijo Felipe, juntamente con el título de rey de España y los Países
Bajos. Felipe II que se había educado y formado únicamente en España, aunque residió
algunos años entre los flamencos —1555 a 1559—, no estaba hecho para comprenderlos,
estaban muy apegados a sus autonomías tradicionales mientras que Felipe tenía la vocación de
soberano absoluto; el protestantismo había penetrado en la región y Felipe consideraba con
horror la herejía, miraba a Flandes como una de las posesiones de la corona que estaban
fuera de las fronteras españolas. Al volver a España, Felipe dejó en la región como regente a
su hermanastra Margarita, duquesa de Parma, los flamencos se dieron cuenta de que el rey
quería gobernar más que por el Consejo de regencia, formado por personalidades locales, por
medio de un Consistorio secreto compuesto por hombres de su confianza, el más importante
de éstos era Antonio Perrenot de Granvela.
En los Países Bajos existían cuatro sedes episcopales, para hacer corresponder la
estructura eclesiástica con la política, Felipe II elevó la sede de Malinas a la categoría de
arzobispado, poniendo a Granvela a su cabeza y promovió la institución de catorce nuevos
obispados. La reacción contra estas medidas fue muy viva, en 1560 consintió que las tropas
españolas abandonasen la región y en 1564 hizo que Granvela regresara a España para calmar
el descontento.
En esta tensa situación se mostraban muy activos los calvinistas que se habían
implantado en los Países Bajos, al ser perseguidos hacían todo lo posible para transformar el
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malestar político local en una auténtica resistencia a la autoridad. Inconscientemente, fue el
propio rey el quien animó a que se constituyera una oposición organizada, así quiso que se
acrecentara el rigor de la lucha antiprotestante y a consecuencia de los disturbios de 1556
sustituyó a la regente Margarita por el duque de Alba quien llegó al frente de 20000
soldados con consignas de extrema severidad donde permaneció desde 1557 hasta 1573 y
aplicó medidas tan drásticas que desencadenaron una auténtica guerra. Los calvinistas se
encontraron cada vez menos solos en la lucha que empezó a tomar la forma de una resistencia
nacional atrayendo a sus filas a muchos nobles moderados y originariamente católicos.
Guillermo de Orange se adhirió a su confesión en 1573, pero ya se había desencadenado una
insurrección guerrillera guiada por tierra y por mar por los “gueux” (desarrapados). En el
gran centro comercial de Amberes se temía que la intervención de la Inquisición pudiese
alejar la presencia de los banqueros de religión no católica. El primero de los derechos
reivindicados era el de la libertad de las creencias, la reivindicación de la fe individual se
había convertido en la de los derechos innatos, naturales y no revocables por parte de los
poderes temporales. El apego interno al conjunto de los <privilegios> locales simbolizaba un
tradición de libertad, representaba el vínculo sagrado que unía a los súbditos a su soberano.
A medida que la actuación española se mostraba más dura respecto a los súbditos, éstos
tendieron a asimilar los <privilegios> a una forma de contrato, era una presión animada por las
presiones calvinistas respecto al derecho de resistencia a la autoridad contraria a la fe
verdadera y conducía a la disolución del deber de obediencia en caso de que el príncipe no
hubiese observado la ley de reciprocidad contenida en ellos. Los gueux del mar manifestaron
una fuerza agresiva e indomable hasta el punto de tomar posesión de casi todas las ciudades
de Zelanda y Holanda. Después de que Guillermo de Orange hubo aceptado (1572) las
funciones de gobernador de Holanda empezó a delinearse una fragmentación del país entre
una parte septentrional cada vez más independiente de España y una meridional todavía bajo
su control efectivo. A ello se llegó en 1579 cuando fueron proclamadas primero la Unión de
Arrás (comprendía el sur valón y estaba animada por la aristocracia católica local) y después
la de Utrech, que reagrupaba las regiones flamencas y calvinistas y proclamaron su república
independiente (Provincia Unidas, julio de 1558). El poder español se estabilizó en la parte
meridional gracias a la habilidad táctica y política del nuevo gobernador Alejandro Farnesio
quien entre 1579 y 1585 volvió a ocupar los grandes centros de Torunai, Ypres, Brujas, gante,
etc.
Varios elementos contribuyeron a mantener católica esa región donde la propiedad
eclesiástica ocupaba un lugar predominante y donde la Contrarreforma había llevado a cabo
una notable ofensiva con la fundación de toda una serie de seminarios y donde los jesuitas
concentraron sus esfuerzos y abrieron muchos colegios: Tournai, Dinant, Saint-Omer,
Amberes, etc. La contienda cambió de aspecto al internacionalizarse para que Farnesio no
avanzara demasiado en su reconquista. La superioridad militar española y su convencimiento
en la fe se encontraron frente a un conjunto de fuerzas que vinieron a obstaculizar sus
designios y que a la larga resultaron suficientes para transformar una revuelta local en un
verdadero conflicto internacional con resultado desfavorable para la monarquía española.
España tenía que mantener hacer frente en el mediterráneo al sultán y tenía la amenaza de
los hugonotes franceses, no tuvo nunca la posibilidad de llevar a cabo una eficaz acción naval
en aguas de los Países Bajos, la marina era su punto débil aunque en la primera fase fuese su
principal arma, les era fácil transformar sus barcos mercantes en navíos armados aptos para
operaciones militares mediante el empleo de la artillería a bordo. El dominio del mar
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aseguraba unas preciosas relaciones con la aliada natural de los sublevados: la Inglaterra de
Isabel I.
Las relaciones entre Felipe II y la reina Isabel (1558-1603) tenían ya una larga
historia desde que el soberano español, muerta María Tudor (1558), había considerado la
posibilidad de casarse con ella. Los acontecimientos tomaron enseguida un rumbo diferente,
las simpatías de los ingleses por Orange eran evidentes y los gueux del mar encontraron
refugio en sus puertos. Isabel intentaba no enemistarse demasiado con España para evitar
que ésta apoyase a los partidarios católicos de la pretendiente María Estuardo, aún así
permitía a sus súbditos la piratería activa contra los ibéricos y fueron adquiriendo
experiencia naval para poder competir con ellos. Estas rencillas tenían un evidente rencor
confesional, desde 1559, Isabel se había hecho proclamar <suprema gobernante temporal y
espiritual del reino>, había puesto en vigor la legislación anticatólica con el Acta de
Uniformidad, que castigaba a quien no seguía el culto oficial, también por influjo de escocia
que había aceptado el calvinismo de Jhon Knox, los puritanos que se inspiraban en él se
difundían por toda Inglaterra, la reina no los favorecía convencida de que el episcopalismo
anglicano defendía mejor los interese del estado, estos conflictos internos fueron lo que
produjeron que las relaciones entre Inglaterra y España no se precipitaran en un auténtico
conflicto hasta después de 1585. mientras Felipe II, emparentado con la dinastía portuguesa
se había anexionado Portugal y todos sus dominios de ultramar en 1580.
La piratería inglesa se hizo más intensa y amplia a partir de 1580, en 1585 Isabel
aceptaba enviar un cuerpo expedicionario en ayuda de las Provincias Unidas. Felipe II decidió
finalmente salir al encuentro del enemigo e inició los preparativos para construir una gran
flota. Mientras la católica María Estuardo era eliminada de la escena y obligada a subir al
patíbulo (febrero de 1587), las naves de Francis Drake atacaban el puerto de Cádiz e
incendiaban los navíos allí concentrados. El gran enfrentamiento tuvo lugar al año siguiente en
aguas del canal de la Mancha donde entraron en contacto las unidades ibéricas —la Armada
Invencible— con las inglesas. El combate duró una semana y se resolvió con un desastre para
los españoles, menos dañados por el adversario que por una tempestad ante la cual no
encontraron refugio adecuado.
El frente protestante obtuvo pronto nuevos éxitos, Mauricio de Nassau, sucesor de
Guillermo de Orange, al mando del ejército de las Provincia Unidas ocupaba Breda en 1590,
Nimega y Deventer e en 1591, tras la muerte de Alejandro Farnesio, Felipe II aceptaba
reconstituir en los Países Bajos una especie de estado borgoñón satélite, bajo la soberanía de
su hija Isabel y su marido el archiduque Alberto. En 1596 Drake volvió a saquear Cádiz
durante una semana, la orgullosa España empezó a pensar en negociar, la primera paz fue la
de Vervins (1598), entre Felipe II y Enrique IV, la segunda entre Felipe III y la Inglaterra
de Jaime I, que había unificado Inglaterra y Escocia en 1604. en 1606 el monarca español
proponía un armisticio a las Provincias Unidas y al año siguiente fueron suspendidas las
hostilidades: el 9 de abril de 1609 se firmaba una tregua de doce años, ello consagraba
innegablemente la existencia de las Provincias Unidas, el reconocimiento del estado calvinista
en 1648 fue sobre todo un acto formal.
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Desde el Mediterráneo hasta la Europa del Norte y del Este.
Las luchas de la segunda mitad del siglo XVI entre las potencias de la Europa
occidental estaban consagrando las nuevas relaciones de fuerzas y nuevos equilibrios que
iban a caracterizar la fisonomía mundial del siglo siguiente. Se puede situar en los años
finales del siglo XVI el inicio del traspaso de la supremacía de España a las potencias
marítimas protestantes. La mitad del siglo XVI había señalado el apogeo de la expansión
otomana, tanto en el mar como en los Balcanes. Si el mundo germánico tardaba en organizarse
contra el avance turco, la catolicidad meridional preparaba sus energías para la
contraofensiva. En 1559 nacía la orden de los caballeros de San Esteban con sede en Pisa y
base marítima en Livorno, se volvían a fortalecer las filas de la orden de Malta, precisamente
en Malta un gran ataque llevado a cabo por Solimán el Magnífico y por Dragut chocó por
primera vez con un obstáculo insalvable y se vio obligado a retroceder (1565). El nuevo
sultán Selim III atacó Chipre que opuso una férrea resistencia, la alianza entre Venecia y
los españoles que unieron sus tropas y fueron al encuentro de la armada enemiga, era tarde
para salvar a Chipre pero no demostrar que la armada de la Santa Liga unida podía hacer
frente a la musulmana: el 7 de octubre de 1571, la flota turca salía claramente derrotada de
Lepanto, el efecto psicológico fue notable y desde entonces los otomanos, a pesar de
reconquistar Túnez a los españoles al año siguiente, no intentaron ya el enfrentamiento
directo en el mar, contentándose con la guerra de corso.
En la segunda mitad del XVI, el Mediterráneo se estaba abriendo de nuevo a las
marinas atlánticas, primero a la inglesa y luego a la holandesa. Fenómeno similar se producía
en el Báltico, objeto de contienda entre daneses, suecos y anseáticos, el tratado se Spira en
1544 había proclamado que los estrechos del Sund tenían que ser dejados libres al tráfico y
limitaba el importe de los derechos de pago, los mayores beneficiados fueron los holandeses,
aunque el dominio de las aguas bálticas siguió siendo muy disputado. Tras ocupar Novgorod
(1478), Iván III había expulsado a los anseáticos e intentado establecerse en el Báltico,
medio siglo después Iván IV el Terrible reemprendió la empresa ocupando Narva, la reacción
fue inmediata a la presencia rusa y polacos y lituanos formaron en 1569 la Unión de Lublin. Un
tratado firmado al año siguiente entre las potencias bálticas (excepto Rusia), Inglaterra,
Escocia, España y Francia proclamaba la libertad de navegación.
La unión de los destinos de Polonia y Suecia —asuntos monárquicos— hizo frente a
Iván IV, inicialmente derrotados lograron arrebatar Estonia y la ciudad de Narva y perdieron
Livonia (1579-1581). El monarca sueco Juan III acogió a los jesuitas y abjuró del
protestantismo (1578). En Polonia a la política tolerante de Segismundo II —estableció la
libertad de culto— no tardó en seguir el influjo de la Contrarreforma, a la muerte de
Esteban Bathory se reabrió la lucha por la sucesión entre el archiduque Maximiliano de
Habsburgo y el heredero sueco, Segismundo, éste logro hacer retroceder al archiduque y lo
hizo prisionero, concediéndole la libertad a cambio de su renuncia definitiva a sus
pretensiones, Segismundo (1587-1632) de sólida formación católica no vaciló en hacer suyos
los objetivos de la Contrarreforma, se enfrentó a sus propios súbditos adheridos, en gran
mediada, al luteranismo siendo su propio tío Carlos el que se puso al frente del partido
protestante. En octubre de 1536 fue promulgada en Brzesc (Brest-Litovsk) una unión
confesional entre las iglesias romana y ortodoxo rutena.
El fin del siglo XVI vivió los primeros síntomas de una reconquista católica de las
tierras ocupadas por los turcos. El Papado estaba consagrándose a la reconstitución de un
42
frente antiotomano. El Imperio tuvo una brillante victoria sobre los turcos en Giurgevo
(1595). La guerra del Danubio terminó con la tregua de Sziva-Torok, de noviembre de 1606,
el sultán renunció entonces al tributo que le habían estado pagando los Habsburgo. El
principado de Transilvania mantuvo sus vínculos a la Hungría austríaca. Las ambiciones polacs,
sin olvidadar a Moldavia y Valaquia se orientaron a tierras rusas y conquistaron Esmolensko,
el proyecto de anexionar moscovia a Polonia fracasó por la resistencia del pueblo ruso. En
cambio, fueron notables los resultados en la política de unión religiosa con los ortodoxos.
La gestación de nuevo orden europeo resultó muy laboriosa tanto en el este como en el
oeste, tomó forma antes en occidente que en oriente. Inglaterra y las Provincia Unidas
ocuparon la escena mundial hasta comienzos del siglo XVII, al lado de los reinos ibéricos y
Francia. En cambio, la extensa zona báltica, polaca, rusa y balcánica continuará buscando una
ordenación estable.
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UNIDAD DIDÁCTICA 3: LAS ESTRUCTURAS DEL SIGLO XVII
TEMA 1: LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
TEMA 2: LA COYUNTURA ECONÓMICA
TEMA 3: LAS FORMAS RELIGIOSAS
TEMA 4: LA CULTURA DEL BARROCO
TEMA 5: LOS IMPERIOS IBÉRICOS
TEMA 6: LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA DE EUROPA
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TEMA 1: LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
Antes y después del siglo XVI la distribución de los hombres en la superficie
terrestre resultó sumamente irregular, mientras por un lado el 70 % estaba concentrado al
inicio del siglo XVI en el 7 % del territorio, por otro en suelo europeo —que representaba el
2 % del total— se hallaba concentrado un porcentaje del 20 al 25 % de la humanidad. Los dos
polos demográficos del planeta eran Europa y China cuyas poblaciones iban en aumento
continuo. De los 50-60 millones de 1400, los europeos pasaron al menos al doble a fines del
siglo XVII, los chinos pasaron de 70 a 120 millones. El crecimiento, sin embargo, no fue un
hecho continuo, el final del siglo XIV representó un momento de clara disminución, seguido
por un estancamiento y luego por una decidida recuperación, que culminó a finales del siglo
XVI. En cambio, el siglo XVII marcó un nuevo estancamiento, en algunos casos una caída
demográfica, antes de producirse el renovado y gran impulso del siglo XVIII.
La mortalidad fue claramente mayor en el siglo XVII que en el anterior,
principalmente la infantil —de cien niños sólo 61 estaban aún vivos a los 15 años y entre 1580
y 1679 de cien varones vivos a los 15 años sólo 41 llegaban a los 50, en ambientes
aristocráticos—.
Se ha observado cierto paralelismo entre las depresiones económicas y la disminución
del crecimiento demográfico en muchos países europeos durante las últimas décadas del siglo
XVI y casi todo el XVII, la tendencia al declive se acentuó en torno a 1650 por la sucesión de
crisis de subsistencia, de epidemias y de conflictos militares. En las grandes ciudades el
promedio de defunciones fue claramente superior al de nacimientos, si la población urbana no
disminuyó siempre en la misma proporción fue debido al continuo fenómeno de la inmigración
del campo a la ciudad.
La guerra de los Treinta Años provocó una parada brutal en el desarrollo demográfico
en Polonia y Alemania, en esta época también la población de Bohemia disminuyó de 1700000
a 930000 habitantes y en Moravia de 800000 a 600000. En Bohemia fue debido al éxodo
masivo de 150000 protestantes en torno a 1627 (cuando el emperador Fernando II expulsó a
los nobles que habían rehusado convertirse). El Alemania a fin de la guerra contaba con el 40
% menos de habitantes que al inicio —el 50 % en alguna zonas—, mientras los centros urbanos
alemanes perdieron cerca de 1/3 de sus efectivos, una región como Württemberg no volvió a
tener su precedente demográfico hasta 1730. Un retroceso análogo se observó en otros
países europeos; entre 1568 y 1648 en Bravante quedaron anulados los progresos que había
registrado en los sesenta años precedentes. La peste de 1630 redujo en más de una tercera
parte a las poblaciones de las ciudades italianas; en Cerdeña fue la carestía de 1680 lo que
redujo sus habitantes de 300000 a 230000. Las pérdidas humanas causadas por las
devastaciones que acompañaron a los turbulentos años de la Fronda (1648-1653) —París y
Francia septemtrional— fueron casi un 20 %, una nuevas crisis en Francia fue la producida
por carestía de 1693-1694 que afectó principalmente a los campesinos pobres. Otros
descensos demográficos se registraron en Dinamarca en torno a 1650, en Inglaterra por la
viruela y en Finlandia por la carestía producida entre los años 1696 y 1697.
Una clasificación escalonada de la densidad demográfica entre las zonas europeas en
torno a la mitad del siglo XVII, se obtendría el resultado de: 44 hab/km2 en Italia
septentrional, 34 en Francia, una veintena en Alemania y poco menos en Castilla, y 5 en Rusia
y en Ucrania. Pero cada país constituía un caso en sí mismo, si en apariencia Suiza no fue
directamente afectada por los conflictos bélicos, si pagó un alto tributo a las guerras con la
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aportación de mercenarios, de 50000 a 100000 suizos había caído en luchas ajenas en el siglo
XV, de 250000 a 300000 en los siglos XVI y XVII.
La emigración del campo a la ciudad actuó de modo muy decisivo sobre todo hacia las
capitales —como París y Londres— . La primera necesitó tres siglos para incrementar su
población de 100000 a 200000 habitantes, luego entre 1610 y 1660 se dobló de nuevo, la
ciudad contaba con cerca de 450000 personas en 1684. el desarrollo de Londres fue análogo
a mediados del siglo XVI tenía 100000 habitantes, el doble hacia 1610 y el cuádruple en
1665, hay que destacar que Inglaterra estaba desprovista de otras grandes aglomeraciones,
solo cuatro —Norwich, York, Bristol y Exeter— superaban los 10000 habitantes.
En grandes ciudades europeas se habían convertido Madrid y Viena ambas con 100000
habitantes a finales del XVII y sobre todo Ámsterdam que dobló su población entre 1622 y
1700 llegando hasta los 200000 habitantes. En cambio, Venecia y Amberes retrocedieron
demográficamente perdiendo la última más de la mitad de sus efectivos entre 1568 y 1569.
por otro lado, en Polonia de los 700 centros con el título de ciudad sólo ocho superan los
10000 habitantes y Hungría que en 1680 parecía un desierto.
Entretanto, la peste disminuía lentamente, bien por la difusión de una raza de ratas
marrones que habría eliminado el precedente portador de las pulgas pestíferas, la rata negra,
o por la sustitución de la madera y la paja por piedra o ladrillos en las construcciones de las
casas. En contrapartida, la intolerancia religiosa provocaba desplazamientos más o menos
forzados de poblaciones enteras o grupos importantes. Entre 1609 y 1614 el rey de España
Felipe III expulsó de sus dominios a cerca de 275000 moriscos que se dirigieron al norte de
África. Otros movimientos migratorios fueron os de los protestantes de los Países Bajos, de
los hugonotes franceses y de los escoceses. El único caso de emigración voluntaria fue la de
decenas de millares de ingleses en dirección a las colonias de la América septentrional. En
cambio, en la guerra que se entabló en Irlanda —entre 1641 y 1652— hubo un verdadero
exterminio de la población autóctona que perdió medio millón de personas.
Un grupo étnico para el que desde el siglo XVI se agravó la tradicional diáspora fue el
hebreo, en los países en que eran tolerados estaban obligados a vivir en guetos que no
representaban, precisamente, un refugio seguro. Entre el siglo XVI y XVII desde Levante
hasta Ragusa, desde Italia hasta Alemania e Inglaterra, los hebreos supieron dar cuerpo a
asentamientos muy fructíferos y a una especie de internacional de los negocios. En centros
como Ragusa, los hebreos tomaron en sus manos casi todos los hilos de los comercios, en
otos, como en Venecia, constituyeron un grupo de importancia fundamental. Muchos exiliados
de la península ibérica se establecieron en Ámsterdam y en Hamburgo y facilitaron la
penetración nórdica en los imperios español y portugués.
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TEMA 2: LA COYUNTURA ECONÓMICA
Tendencias de la economía.
El siglo XVII no se presenta para Europa como una fase de desarrollo y expansión, a
pesar de ampliarse e intensificarse los intercambios con los demás continentes. Cuando los
especialistas hablan de la economía de este periodo, emplean términos negativos como crisis,
depresiones o recesiones, de modo análogo a los demógrafos.
Si se quiere explicar la evolución de la situación económica, se debe analizar dentro
del contexto general, donde se observa que el aumento de las especias en Extremo Oriente,
la equiparación de la relación asiática oro-plata con la europea, el freno impuesto a los
productos europeos en el mercado mexicano contribuyeron al estancamiento por lo menos
relativo de los intercambios.
En Europa, Holanda e Inglaterra se resintieron menos de las dificultades económicas
que España o Polonia, la recesión de las ciudades de la llanura italiana del Po repercutió en los
mercados de Alemania meridional y aquí y en Renania se resintieron negativamente del
colapso de Amberes, que también fue pernicioso para España.
Los historiadores de la economía ven en el siglo XVII una constelación de depresiones
(desde la producida en 1620-1630 hasta las ocurridas en 1660-1670 y 1690-1700) sin tener
en cuenta que, particularmente en España y en Italia, ya se verificó una a finales del siglo
XVI con el declive da las importaciones de metales preciosos procedentes de América. En el
siglo XVII, la economía castellana acusó bastante bruscamente el final de un periodo de
expansión, así como un retroceso demográfico y dificultades financieras. La disminución de
las llegadas de oro y plata a España se volvieron a producir entre 1610 y 1620, seguida de una
contracción de los comercios entre la madre patria y los virreinatos del otro lado del
Atlántico; se ha calculado que al quinta parte correspondiente a la corona de los metales
preciosos importados pasó de once millones de pesos en el quinquenio 1601-1605 a 600000
pesos en el quinquenio 1656-1660. la inflación monetaria derivada de ello fue bloqueada en
1679 con las medidas tomadas por el gobierno de Carlos II.
La economía mundial de España, tras haber condicionado el desarrollo europeo del
siglo XVI, lo influenciaba negativamente mientras su flota mercante declinaba de modo claro.
En el Mediterráneo, repercutió en las primeras décadas del siglo XVII la llegada masiva de
los holandeses al océano Índico, su aparcamiento de las especias y de los mismos productos
del mercado persa, que ahora llegaban a Ámsterdam por la ruta atlántica, las marinas
mediterráneas, con excepción de la francesa, cedían el paso en aguas de Levante a la
victoriosa competencia de las naves holandesas e inglesas. Se resentían las exportaciones
italianas y con ello la producción que se redujo considerablemente debido a la competencia de
los tejidos ingleses y holandeses introducidos directamente en los mercados mediterráneos
por sus respectivas marinas. La economía balcánica acusaba, igualmente, un notable
estancamiento. A excepción de Riga, los puertos bálticos sufrieron entre 1620 y 1650 un
declive que llegó a repercutir incluso en Londres. En suma, aún cuando Europa entera fue
invadida progresivamente por una oleada de crisis en la primera mitad del siglo XVII, en los
países septentrionales no se verificó una auténtica disminución de las fuerzas comerciales.
Las monedas de oro y plata no eran objeto de circulación popular, se concentraban en
manos de quienes se ocupaban del comercio externo. A escala europea, el metal precioso
provenía sobre todo de España. Para el incremento de sus negocios, tanto holandeses como
47
ingleses tenían necesidad de ese metal, los holandeses pudieron consolidar su situación en el
Norte gracias a disponer de esos metales. Las Provincias Unidas habían concedido libertad de
movimiento a las divisas y constituyeron un gran mercado de lingotes de oro y plata. La plata
española era obtenida a cambio de trigo, cobre, estaño, tejidos y madera, una parte se iba
hacia el Báltico y otra hacia las Indias orientales y China. Ante el incremento del valor de la
plata los estados recurrieron al cobre para la acuñación de sus monedas. Se produjeron
fuertes devaluaciones, las mayores en Turquía, Polonia y Francia y también en Rusia donde el
cópec de cobre sustituyó al de plata. Con relación al oro, la plata se devaluó en Europa desde
la mitad del siglo XVII, llegó al mercado un nuevo protagonista: el oro de los yacimientos
aluviales brasileños de Minas Gerais (Mato Grosso) y de la región de Bahía.
También en este siglo los imperativos religiosos dejaron de ejercer su primacía sobre
la actividad económica, aunque la noción de justo precio siguió estando viva y siguió
inspirando la política de las autoridades, sobre todo en el campo de la alimentación.
Los comercios.
A pesar de los progresos realizados en los tráficos terrestres, estos fueron turbados
tanto por los frecuentes y prolongados conflictos bélicos como por fenómenos naturales. Ls
administraciones públicas no fueron capaces de obviar la mala calidad de las rutas ni la difícil
circulación por los cursos de agua, a excepción del Rin que constituía un eje de importancia
muy notable para las numerosas chalanas que lo surcaban, llevando hasta Frankfurt del Main
el pescado holandés y los tejidos flamencos para regresar con cargas de vino, aceite,
fustanes o seda, etc.
Interesente fue el desarrollo seguido por el comercio de la lana inglesa y de sus
productos, sobre todo en la época del florecimiento de Amberes, su exportación al
continente era ingente y excedía a la demanda local. La lana era llevada a un staple o
factoría, que tras la pérdida de Calais (1558) fue sucesivamente situado en Middelburg y en
Brujas. En 1617, la factoría fue abolida y se prohibió la exportación ya que la lana era
necesaria para la industria insular, que además empezaba a importarla de España. Los ingleses
tenían factorías en los Países Bajos y en las Provincias Unidas dominando el mercado de telas
de calidad, también hicieron competencia a los holandeses en el Báltico, aunque aquí el
volumen holandés era muy alto ya que 1666, las tres cuartas partes del capital que pasaba a
través de la Bolsa de Ámsterdam se invertía en aquella zona. Ni siquiera las Actas de
comercio emanadas desde Inglaterra y las tarifas aduaneras impuestas por Francia (1664 y
1667) lograron quitar a los holandeses la primacía comercial, que mantenían el control de los
tráficos en Europa.
Uno de los principales artículos casi monopolizados por ellos era la madera,
indispensable para la actividad de los astilleros, que tras agotar las reservas españolas,
inglesas y francesas hubo que recurrir a Noruega y el Báltico, Dantzing era el principal
puerto de la madera. Los tráficos de las marinas fueron sumamente intensos a través del
Sund en el Báltico, así mismo, las marinas nórdicas fueron muy activas en el Mediterráneo,
los holandeses en 1670 tenían 200 naves de 360 Tm., los ingleses les hicieron una
competencia muy activa, preparando lentamente la supremacía que alcanzarían en el siglo
siguiente. Así, el Mediterráneo era un teatro de intensas corrientes de intercambio, y de esa
zona y en particular de Italia los países nórdicos copiaron la técnica comercial, sobre todo en
el campo de la contabilidad, así los mercaderes holandeses se aplicaron atentamente a hacer
48
suyos los métodos de la actividad bancaria, en Suiza, éstos fundaron manufacturas de
terciopelo, introdujeron la industria de la seda y el cultivo de la morera, librando a los
cantones de la dependencia económica de los países limítrofes. Se desarrollaron las técnicas
aseguradoras, crediticias y financieras que contribuyeron a la expansión comercial y teniendo
un particular desarrollo las sociedades basadas en la inversión permanente de capitales. La
expansión de este capitalismo comercial favoreció innegablemente la reorganización de la
producción industrial.
Mercantilismo e industrias.
Un fenómeno nuevo producido en el siglo XVII fue el nacimiento de las políticas
mercantilistas inspiradas en el nacionalismo, contaban con numerosos precedentes en las
practicadas por las ciudades al inicio de la Baja Edad Media que ahora tuvieron mayor
repercusión internacional. Muchos gobiernos actuaron con la convicción de que era una de sus
funciones el disciplinar la actividad económica de sus propios súbditos y uno de los criterios
fue controlar el volumen de las importaciones y desarrollar las exportaciones, así se tenía
muy en cuenta la balanza comercial y se intentaba equilibrar con la producción agrícola e
industrial.
La guerra apareció como la desembocadura natural de las rivalidades económicas y del
comercio como su prolongación por diversos medios, es decir, que a los motivos dinásticos de
conflicto propios de la Europa de los siglos XIV y XV y a los confesionales del XVI se unieron
entonces los específicamente económicos.
La rivalidad económica constituyó un componente relevante en la primera guerra entre
ingleses y holandeses, el Acta de Navegación de 1651 pretendía eliminar a los holandeses del
comercio de importaciones a Inglaterra. El segundo conflicto en 1665 fue considerado como
el clásico ejemplo de una guerra comercial. Los holandeses además de chocar con el
mercantilismo inglés, no tardaron en hacer lo propio con el francés. Para ingleses y
franceses, la desorbitante actividad marítima de lo holandeses era incompatible con la noción
de soberanía económica y para los holandeses la razón de estado estaba subordinada a los
intereses privados del comercio.
En el transcurso del siglo XVII, la organización de la industria siguió llevando un
retraso bastante considerable con respecto a la del comercio a pesar de las persistentes
reglamentaciones corporativas. Sólo en Inglaterra y en Holanda la industria logró sustraerse
al control de las guildas y responder de un modo más ágil a las exigencias de la demanda y de
la moda. El grueso de la actividad manufacturera, el sector textil, siguió siendo de tipo
artesano o incluso doméstico como la producción de lana —1969 unos 40000 operarios
trabajaban en sus domicilios en Manchester—, a pesar de algunos momentos de crisis la
industrial textil inglesa fue bastante próspera sacando gran partido de la inmigración de
numerosos oriundos de los Países Bajos meridionales. En la producción de seda fue la italiana
la más destacada y mejor provista de materia prima. En metalurgia, la industria del cobre y
del hierro fue notablemente estimulada en Suecia a causa de las confrontaciones bélicas, la
industria de la fundición en Inglaterra y Suecia desplazó a favor de los países nórdicos el
equilibrio económico europeo. El carbón se convirtió en una importante materia prima de la
industria, su aprovechamiento —aún inicial— favoreció el desarrollo del sistema capitalista de
producción.
49
TEMA 3: LAS FORMAS RELIGIOSAS
El resurgimiento evidente de las actividades eclesiásticas estuvo marcado por el
programa explícito de vincularlas en mayor medida a la vida mundana y laica. Entre los
artífices más eficaces de esta orientación figuraron los jesuitas, presentes ya en muchas
naciones europeas: en 1626, España contaba con 1962, Alemania con 2283 y Francia con 2156.
Resultó un conjunto imponente de iniciativas que se referían a la vez a la vida cultural y
política, a la social y económica. En Francia los jesuitas, readmitidos en 1603, se dedicaron a
la instrucción elemental desde 1617 en adelante, en 1626 sus doce colegios de la región
parisina contaban con más de mil alumnos cada uno. En la primera mitad del XVII también
operaron los oratorianos del cardenal Bérulle: en menos de un cuarto de siglo fundaron 43
colegios de enseñanza. Entre 1600 y 1650 fueron instituidas en Francia más de 7500 casas
de religiosos por le florecimiento de órdenes tanto antiguas como nuevas. La Italia y España
católicas ejercieron una notable influencia en Francia, los carmelitas reformados fueron
introducidos tras un viaje de Bérulle a España. Entre las nuevas fundaciones destaca la
congregación benedictina de Saint-Maur que se distinguieron por la investigación histórica
erudita.
Junto a las órdenes prosperaron las cofradías. En 1625 en París había 325, la cuarta
parte del suelo urbano de París estaba ocupada en el siglo XVII por edificios sacros o de
asistencia social, a los 30 monasterios en 1600 se sumaron 60 (20 hombres y 40 mujeres)
antes de 1660. Destacar el Hospital Nom-de-Jésus, fundado en 1635 por San Vicente Paúl
que daba asilo a mendigos y en 1665 el Hôpital General des Pauvres de la Compagnie du Saint
Sacrement.
La acción de la Contrarreforma se hizo sentir de un modo más amplio e intenso en el
siglo XVII que en el anterior. Si el protestantismo había exaltado la función sacerdotal de
los laicos, el catolicismo —al menos en algunas zonas— otorgó al laicado un puesto mucho más
importante que antes, una prueba fue el interés de la órdenes religiosas más dinámicas por la
enseñanza. La Contrarreforma emprendió una auténtica campaña misionera en la mayor parte
de Europa, el calvinismo la siguió a dura penas mientras el luteranismo no hizo nada al
respecto. En Bohemia y en los Países Bajos el catolicismo triunfó gracias a la presencia de
tropas españolas, los protestantes fueron considerados como muertos civiles, excluidos de
los cargos públicos y del reconocimiento legal de sus matrimonios, sin llegar a los extremos
de Bohemia donde los herejes eran amenazados con la muerte y la confiscación de sus bienes.
En Moravia sólo se obligó a los nobles protestantes a vender sus bienes en 1654 y en Silesia
en 1653 fueron cerrados 656 templos protestantes y expulsados 500 pastores. La
universidad católica de Breslau fue fundada bajo el mandato del emperador Leopoldo y
reconocida oficialmente en 1702.
El siglo XVII registró manifestaciones de una religiosidad muy aguda y rígida. En el
campo católico mencionar a san Vicente Paúl y a los jansenistas, el primero fue guiado por la
idea de que para elevar el nivel religioso de los cristianos era necesario actuar con fuerza
sobre la formación de sus sacerdotes, llevó a cabo desde 1628, sus programas de retiro
espiritual para los que estaban a punto de ser ordenados sacerdotes que tuvieron tal éxito
que todas las diócesis francesas los adoptaron; la trayectoria de los jansenistas que llegaron
a posiciones similares a los calvinistas, afirmando que Cristo no había muerto por todos los
hombres, insistían en el carácter irresistible de la gracia, en el número limitado de elegidos y
en a indignidad del hombre tras el pecado original.
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En el campo protestante se estaba consolidando una tendencia impregnada de
tolerancia, a principios del XVII en Holanda hubo una controversia entre los calvinistas más
rígidos —encabezados por Gomar (1565-1641) y llamados gomaristas— y los partidarios de
Armiño (1560-1609) según el cual Cristo se había inmolado por todos y nadie podía
proclamarse elegido antes de morir. En lo político, los primeros eran partidarios de la
autonomía de la Iglesia respecto al Estado, y los segundos se inclinaban por un amplio control
civil de la vida religiosa. Se consolidaron los pietistas de Paul Gerhardt (1606-1676)
dedicados al activismo de la piedad. En lo religioso por un lado se llegaban a excesos
innegables y por otro había concesiones dogmáticas y una práctica más liberal y comprensiva.
Esto se llevó a cabo desde la primera mitad del siglo XVII en el ámbito de la academia
protestante de Saumur, fundada por el hugonote Du Plessis Mornay, este colegio teológico
inspiró una tendencia al liberalismo religioso no muy distinta a la propugnada por Armiño. Una
filiación espiritual menos eclesiástica, aunque análoga, es la que se puede establecer entre el
deísmo incipiente de Fausto Socino (1539-1605) o Jean Bodin (1530-1596) y el de los
ingleses Herbert de Cherbury (1583-1648) Y John Locke (1632-1704). Durante el siglo XVII
se robustecieron progresivamente las corrientes racionalistas que habían hecho su aparición
en el siglo anterior. Por otra parte, insistiendo en la importancia de la libertad de conciencia,
los arminianos sostenían que sólo esa libertad se podía compaginar con la libertad de
comercio, que no debía condenar al ostracismo a ningún pueblo ni a ninguna fe.
El gran binomio que inspiraba esta actitudes de pensamiento era el de naturaleza y
razón, así un hombre de firmes convicciones religiosas como Pierre Bayle (1647-1706) en su
Diccionario filosófico asumía actitudes y defendía tesis cuyo racionalismo podía parecer más
libertino. La corriente que en Francia encarnó este modo de pensar fue el libertinismo
erudito, cuyos exponentes fueron Pierre Gasendi (1592-1665) y La Mothe le Vayer ( 15881672) esta corriente expresaba la necesidad de liberar a las personas instruidas en las
constricciones doctrinales, disfrutar el derecho de la razón en el examen de los problemas
morales y humanos, aunque sin atacar de frente a las posiciones oficiales de las distintas
iglesias.
51
TEMA 4: LA CULTURA DEL BARROCO
Una gran parte de la cultura más difundida siguió siendo la transmitida por los
ministros de las distintas confesiones. El siglo XVII es un periodo de predicación intensa y
meticulosa más sistemática y organizada que los siglos anteriores. En el campo católico su
exponente fueron los jesuitas y en el campo protestante lo más aguerridos fueron los
puritanos ingleses. Frente a ellos había un conjunto de cátedras de enseñanza mucho más
tupido que antes. Se trataba de niveles culturales distintos y poco comunicados entre sí, el
primero correspondía a estratos amplios y en gran parte analfabetos de la población y, el
segundo, a grupos más restringidos y de condición más elevada.
La preocupación por saber leer y escribir para poseer una cultura personal fue
sumamente rara, la mayor parte de la gente buscaba la instrucción como requisito técnico o
profesional, incluso para esto, la formación de las ideas morales y de las normas de conducta
estaba en manos del clero. Así mismo, existía un desnivel bastante claro entre la
alfabetización de la gente de las ciudades y de las que vivían en el campo, en Narbona, por
ejemplo, el 90 % de los burgueses sabía leer y escribir a finales del siglo XVI, entre los
artesanos urbanos el porcentaje era del 65 % y en el territorio circundante oscilaba entre el
10 y el 30 %. Desde un punto de vista global, se observa que al instrucción, a finales del XVI,
estaba ya tan difundida en París casi como lo estará en el resto de Francia a finales del
XVII. Hacia 1380, los 100000 habitantes de la capital francesa tenían 41 escuelas públicas
para varones y 22 para mujeres, todas de pago. La situación variaba de unas zonas a otras, se
ha afirmado que los países protestantes tenían, a final de siglo, el grado de instrucción más
alto de Europa, sin embargo, en el radio de acción católica se realizaron grandes progresos,
en París desde mitad de siglo cada parroquia poseía una escuela gratuita para los pobres y a
finales del siglo el número de mujeres alfabetizadas era casi igual al de los hombres.
El sistema de censura de las obras impresas era mayor en los países católicos que en
los protestantes, con todo, la censura actuaba con criterios diferentes según los estados: en
España se podía escribir libremente sobre problemas económicos y coloniales pero no sobre
filosóficos y morales. De todas formas el control de los gobiernos resultó casi tan
constrictivo como el de las iglesias. En París, por ejemplo, el libro gozó de una mayor libertad
que fue en aumento hacia finales de siglo. Desde el punto de vista de la lengua empleada, la
progresión de los idiomas nacionales fue relativamente lenta, en el ultimo tercio del siglo
XVI, el 65 % de los libros publicados en Frankfurt no estaban escritos en alemán, éstos
descendieron al 50 % a comienzos del XVII y desde 1680 estaban en clara minoría.
El siglo XVII fue el siglo de las publicaciones políticas, en el tiempo de la Fronda,
aparecieron en París más de cuatro mil opúsculos de propaganda y, durante la revolución
inglesa (1640-1661) se publicaron al menos quince mil, donde los diarios británicos tuvieron un
desarrollo prodigioso y pasaron de 4 en 1641 a 167 en 1644 y a 722 en 1645. en París
igualmente, los periódicos constituyeron un sector independiente de la actividad de la
imprenta. Los primeros periódicos eran las versiones tipográficas de los <avisos> que
circulaban manuscritos en el siglo anterior y ahora contenían crónicas reunidas de diversas
ciudades europeas en lugar de una sola. El primer semanario apareció en 1615 en Frankfurt.
Los gobiernos aprovecharon este canal informativo, Richelieu encargó a Théophraste
Renaudot la publicación de la “Gazette de France” en 1631, ejemplo seguido en Florencia en
1636, Roma en 1640, Génova en 1645 y Madrid en 1661. Inglaterra fue el primer país en
poseer un prensa de oposición política a gran escala, siendo su mayor exponente Jhon
52
Lilbourne en los años 1648-1649. el siglo XVII también el primero en poseer una literatura
popular impresa, a la que contribuyó en gran parte la narrativa novelesca.
Este periodo no fue cultural y científicamente muy brillante para las universidades
que no supieron fomentar el desarrollo del saber, se mantuvieron mucho tiempo fieles a la
escolástica tradicional. Muchas desempeñaron la función de proporcionar a los hombres
cualificados para ocupar los puestos superiores de la administración y de los tribunales. En
muchos sitios se exigía un título universitario, así que pequeños nobles o burgueses debían
pasar por estos centros de enseñanza superior. La función internacional de las universidades
no decreció y su función cultural resultó cada vez más integrada en otras instituciones.
En este siglo florecieron las academias y estaban, sin duda, reservadas a una elite y
que se abrían a un círculo de nivel cultural y ambiente social determinado. Sucedió a menudo,
sobre todo entre los literatos, que se formaba para tener un público al que poder destinar su
producción. Lo que más cuenta, a pesar del respeto a la ortodoxia religiosa, es que se trataba
de cenáculos laicos, libres de tratar cualquier tema y capaces de afrontar problemas de
actualidad o de utilidad pública. La vida cultural de estas academias se completaba con los
intercambios que se producían entre ellas y con las visitas que recibían. Cada vez era más
frecuente el viaje de actualización y estudio que muchos nobles, burgueses y artistas,
llevaban a cabo para perfeccionar su formación. El país que más objeto de esas visitas
temporales era, por su patrimonio artístico, cultural y científico, Italia, donde afluían
visitantes de toda Europa.
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TEMA 5: LOS IMPERIOS IBÉRICOS
Es lógico reunir a los dos reinos ibéricos por cuanto entre 1580 y 1640 ambos tuvieron
los mismos soberanos. a los lusitanos la unión dinástica les reportó más inconvenientes que
ventajas, ya que los enemigos de España aprovecharon la ocasión para dañarla extendiendo la
lucha a Portugal y a sus posesiones. La unión dinástica no se tradujo ni en una política unitaria
ni en una integración económica orgánica, los portugueses mantuvieron la gestión de la
autonomía de sus dominios y sus tráficos pero no vieron que se les extendieran los privilegios
de que gozaban los castellanos ni obtuvieron el derecho a comerciar con la mayor parte de las
posesiones españolas. Ambos imperios coloniales estuvieron separados a pesar de sus
estrechas relaciones, que se saldaron mejor sobre todo en Extremo Oriente y en el
transporte de los esclavos africanos a América central y meridional, los negros iban
directamente a Potosí a través del puerto de Buenos Aires, desde donde llegaban al norte
por la vía de Tucumán.
El Imperio Lusitano
La organización de los tráficos lusitanos no resultó modificada desde 1580 en
adelante. En el siglo XVII el portugués siguió siendo la lengua franca que se había impuesto
en los comercios asiáticos y los contactos con los indígenas siguieron estando marcados por la
tolerancia recíproca y mezcla racial. El monopolio real siguió concediendo a cuantos
participaban en el comercio el derecho a embarcar cargamentos personales de mercancías
que eran inferiores a las transportadas por cuenta del erario público. Aunque desde el inicio
del siglo XVII las tierras de ultramar fueron proclamadas parte integrante de la madre
patria, los funcionarios locales controlaban a su placer los comercios y la vida económica. Por
un lados las técnicas tradicionales se revelaban cada vez más inadecuados y por otro, su
estado se mostraba menos capaz de salvaguardar su monopolio, estas deficiencias se
pusieron de relieve en el conflicto armado con los holandeses. Los lusitanos poseían
excelentes oficiales y comandantes, pero confiaban la dirección de sus unidades a nobles
provistos de una experiencia más militar que náutica, lo que produjo disensiones y actos de
indisciplina. Sus naves estaban más concebidas para almacenaje que para resistencia al mar o
ataques enemigos, así las flotas portugueses tuvieron la tendencia a estar compuestas de un
número cada vez menor de unidades, al viajar sobrecargadas o a veces siendo vetustas,
sufrieron numerosos naufragios, una serie particularmente negra se registró en los 16201623 en que sobre 34 naves que habían partido de Lisboa naufragaron ocho, tuvieron que
volver atrás nueve y fueron capturadas dos.
En el siglo XVII la competencia holandesa puso al descubierto los inconvenientes de
haber hecho de Goa el centro del sistema económico y administrativo del océano Índico, los
tráficos allí, estaban obstaculizados por los monzones, situaron múltiples comercios: tejidos
indios de algodón se cambiaban en África por oro y marfil y en Indonesia por especias. A
causa de los vientos las naves no podían acercase a Goa durante los tres meses de invierno,
mientras que durante los tres de verano no podían zarpar. Cuando los holandeses hicieron sus
incursiones en el Índico tuvieron en cuenta esas dificultades y prefirieron adentrarse
directamente en Indonesia. Entre 1637 y 1645, conjuntamente con los ingleses, decidieron
realizar el bloqueo de Goa, logrando derrotar a sus comercios que ya no levantaron cabeza.
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Antes de estos acontecimientos , la potencia portuguesa había iniciado su decadencia,
los comercios lusitanos en Extremo Oriente florecieron en medio de contratiempos, el envío
anual de una gran nave a Japón se realizó únicamente entre 1560 y 1618, aunque circularon
por aquella ruta unidades menores y más veloces, eran tráficos rentables centrados en
Macao, donde se cargaban porcelanas y sedas para Nagasaki. Otra conexión era la que unía
Macao con Macasar (isla de Célebes), rica en especias y con Manila.
Los dominios portugueses estaban repartidos en un espacio inmenso, protegidos por
una marina gloriosa pero de mediana entidad que no podían escapar durante mucho tiempo de
los ataques de los rivales. Esto ocurrió también en Brasil, primera tierra en la que intentaron
sacar provecho agrícola, la concesión semifeudal del suelo favorecía el régimen de las
plantaciones, cuyo apoyo era el empleo de la mano de obra negra. La primera capitanía
importante fue la de Sao Vicente, cerca de Santos (1532), luego Pernambuco y la de Bahía.
Las plantaciones continuaron su crecimiento y en 1620 los colonos europeos o de sangre
mezclada se aproximaban a los 70000 situados la mayor parte en la zona azucarera de
Pernambuco.
Los holandeses habían hecho su aparición en la zona en torno a 1587 y en el siglo XVII
se instalaron en la costa del noroeste, importaban esclavos y exportaban azúcar y en 1620
controlaban una tercera parte del comercio. Llegó así su primer golpe de mano sobre Bahía
(1623-1625) sin consecuencias inmediatas. Más duradera fue su acción contra Recife y
Olinda (1630), ocuparon Olinda en 1631 y en 1635 Recife. Su retirada no fue provocada por la
reacción portuguesa sino por la guerra que libraron simultáneamente con Inglaterra, los
holandeses asediaron las colonias lusitanas en África: Luanda, santo Tomé, etc.
Los portugueses en 1649 constituyeron una compañía general para el comercio de
Brasil, asumido el monopolio de transporte entre las grandes colonias y la madre patria.
Otras grandes compañías fueron fundadas bajo el reinado de Pedro II (1667-1683).
El Imperio Español
A mediados del siglo XVI, España era todavía la segunda nación marinera de Europa, a
pesar de los tráficos sevillanos con América, su flota mercantil más importante era la
vizcaína, con Bilbao como centro principal de astilleros, sólo en el siglo XVII los astilleros de
Vizcaya comenzaron a decaer. Pese a los incesantes conflictos, España hasta 1660 logró
hacer funcionar las conexiones entre Andalucía y las colonias americanas, hasta esa fecha las
escuadras que las aseguraban fueron interceptadas o derrotadas solo tres veces (famosa fue
la acción del holandés Piet Heyn que en 1628 se apoderó de ocho millones de florines). La
flota llamada Carrera, compuesta por sesenta naves de promedio, atravesaba cada año el
Atlántico con unidades de tonelaje cada vez mayor (400 de media hacia 1600), aunque eran
naves de escasa facilidad de maniobra y que embarrancaban con facilidad. En el siglo XVII la
potencia económica y política de España se estaba disgregando, la lucrativa Carrera
experimentaba una transformación interna, los comerciantes extranjeros asentados en Cádiz
tomaron cada vez más su control y al menos durante las primeras décadas del siglo siguió
siendo el vehículo de relevantes tráficos atlánticos.
En la primera mitad del XVII los cargos sevillanos de la Casa de Contratación fueron
ocupados por personajes de alto linaje pero exentos de competencia económica, con la
consiguiente pérdida de su eficiencia administrativa.
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Como a los colonos les estaban prohibidas numerosas actividades productivas, los
tejidos, el vino, el aceite, el jabón, la lana de la madre patria llevaban las naves de la Carrera
en sus viajes de ida. Las posesiones de ultramar no constituyeron para la industria española
ningún estímulo suficiente para el desarrollo adecuado. La economía colonial siguió estando
basada en la ganadería, en las plantaciones y en las minas, los competidores ingleses,
holandeses y franceses lograron romper el monopolio y abastecer con sus productos al Nuevo
Mundo Ibérico.
El mercantilismo español se ejerció también en el Pacífico: las importaciones chinas
que hacían la competencia a los tejidos castellanos fueron prohibidas en 1631. durante todo
el siglo XVII siguió estando en actividad la línea Acapulco-Manila recorrida por galeones
construidos en Manila por artesanos asiáticos dirigidos por maestros europeos. El mejor
periodo para estos tráficos fue entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII.
En Extremo Oriente se produjo la conjunción entre los tráficos lusitanos, españoles y
chino-japoneses. Mientras que los españoles no abandonaron las Molucas hasta 1663, Manila
contribuyó a salvar el comercio de Macao cuando Japón expulsó a los portugueses y los
holandeses bloquearon Malaca. Desde 1620 hasta 1680 las Filipinas se resintieron
fuertemente de la clausura al exterior verificada en China, en este mismo periodo declinaba
la producción de plata del Perú.
El desgaste infligido por los corsarios franceses, ingleses y holandeses se hizo sentir
cada vez más sobre el sistema de los tráficos españoles. El comercio entre América y Sevilla
descendió por debajo de la 10000 toneladas anuales alrededor de 1640, a causa de la
rivalidad armada holandesa, y a continuación siguió descendiendo.
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TEMA 6: LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA DE EUROPA
Las formas de la supremacía oceánica
El proceso de relaciones marítimas entre continentes iniciado y desarrollado en el
transcurso del siglo XVI, se intensificó en el XVII. No todas las flotas se incrementaron
igual, los armamentos navales conocieron un clarísimo ascenso, se distinguieron sobre los
demás los ingleses y los holandeses. El tonelaje mercantil de Inglaterra era de 70000 Tm.
en 1582, Holanda con sus 570000 Tm. en 1670 superaba ampliamente a Inglaterra, Francia,
Escocia, Alemania, España y Portugal juntas, así Ámsterdam superó a Lisboa también como
centro de la publicación de mapas, atlas y manuales de navegación. La proyección cartográfica
de Mercator (1569) y perfeccionada por Wrigt (1590) se hizo de uso casi normal a partir de
1630.
El curso de la historia se estaba modificando gracias a las nuevas orientaciones de los
tráficos con repercusiones tanto fuera del continente como en el interior. En la ocupación
territorial Europa controlará hacia el 1700 cuatro millones de km2. El orgullo del europeo se
estaba desarrollando cada vez más frente a los pueblos de ultramar, aunque los objetivos de
la conquista religiosa no habían desaparecido, habían cedido rápidamente el primer puesto a
los económicos, ya en transcurso del siglo XVI. Ya desde los siglos XV y XVI los europeos se
habían aproximado a otros pueblos con desenvuelta superioridad, como si los que no eran
cristianos estuvieran desprovistos de auténticos derechos sobre el suelo que ocupaban y
sobre los productos que éste ofrecía.
De 1533 en adelante el rey de Portugal concedió a sus nobles las capitanías
hereditarias en Brasil. Ya en el XVII, los distintos gobiernos concedían siempre la soberanía
feudal a las compañías privilegiadas, que se comprometían a cumplir sus obligaciones de
vasallos. En 1606 Jacobo I cedió a los socios de la Virginia Company la plena propiedad de las
tierras que hubiera descubierto; en 1628 Luis XIII asignó el Canadá a la Compagnie
Française des Indes Orientales. De este modo el aspecto de varias áreas de ultramar, sobre
todo costeras, era remodelado según la pauta de los usos y de los modelos de vida vigentes
en Europa. La relación de dominio más exportada fue la señorial dado que se trataba de
ocupación del suelo y de aprovechamiento de sus recursos. Para los estados, la expansión
oceánica representó un factor de consolidación y se tradujo en una reorganización
administrativa.
Una particular relevancia asumieron en el siglo XVII las relaciones entre los gobiernos
y las compañías monopolistas que dependían de ellos. El desarrollo del aparato estatal les
llevó a intervenciones directas en sus operaciones de ultramar y los estimuló para recuperar
los derechos que al principio habían sido cedidos a las compañías, con el objetivo de
someterlas a las leyes válidas para todo los súbditos, así se verificaron desacuerdos entre las
compañías y los gobiernos. Los estados se interesaron de valerse de los privilegios que habían
concedido para pasar a la gestión directa de las colonias y hacer de ellas las bases de
auténticos imperios, llegaron a enfrentarse con los colonos, cada vez menos dispuestos a
sacrificarse por las exigencias de los intereses de los grupos económicos de la madre patria,
se pasó, en poco tiempo, de la expoliación o de la explotación epidérmica al de la valoración
autónoma de los recursos de ultramar, surgiendo así las contradicciones del sistema colonial.
La primera solución fue la de las compañías comerciales, ala que ya se había recurrido para
los tráficos con el este europeo o el Levante.
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Existieron compañías efímeras y otras más seculares, con radio de acción solo regional
o bien mundial, algunas se hicieron así prósperas (como las de las Indias Orientales
holandesas, británicas y francesas) hasta el punto de poder moverse como potencias
autónomas y constituir un estado dentro del estado. Se entraba en ellas por derecho
hereditario o por el pago de una cuota o bien al término de un periodo de aprendizaje. Las
compañías que sólo admitían a comerciantes cualificados se distinguían de las que aceptaban a
cualquiera que invirtiese su dinero, las primeras se caracterizaban por sus estatutos y las
segundas por el modo de invertir el capital. Cada socio utilizaba sus fondos como caja común
para cada viaje: al regreso, los intereses eran divididos. Las compañías que operaban en
lugares geográficamente dispersos nombraron gobernadores locales, sometidos de
diferentes modos a la dirección central. Cualquier representante quedaba libre para poder
negociar personalmente, fuera del ámbito de la compañía, y por ello podía llegar a convertirse
en el competidor más temible.
Europa utilizaba en su expansión oceánica los instrumentos más perfeccionados de su
técnica naval y militar, de su organización social y económica, aunque no podía dejar de
tropezar con dificultades que no eran sólo materiales o exteriores, en muchos casos, se
encontraban con poblaciones de distinta mentalidad y con las que era muy difícil comerciar.
Otra dificultad era la escasa disponibilidad de mano de obra, las compañías tuvieron que
recurrir frecuentemente al reclutamiento de colonos europeos, muchos braceros eran
contratados por periodos que oscilaban entre un año y medio y tres años. Sin embargo, la
fuente más abundante de fuerza de trabajo fue la esclavitud y el empleo servil de los negros,
sin los cuales no habrían sido posibles ciertos cultivos rentables. El tráfico de esclavos se
convirtió en uno de los principales instrumentos de la colonización atlántica. Fernando el
Católico lo promovió y desde 1510 ordenó en la Casa de Contratación organizar el
abastecimiento de mano de obra negra para las minas americanas. Como los negros se
encontraban en las esfera de competencia lusitana, fueron éstos los que dominaron ese
comercio tanto en dirección a las colonias españolas como a las propias. Los negros fueron
llevados también a Brasil desde 1525. en el siglo XVII su tráfico pasó en gran parte a manos
de los holandeses, que organizaron regulares y numerosos cargamentos desde la Costa de
Oro. Este tráfico fue intenso desde 1640 hasta 1700. en la segunda mitad del siglo lo
practicaron también los franceses, desde 1673 con la Compañía del Senegal y desde 1685 con
la Compañía de Guinea. Más activamente los ingleses desde 1663 cuya Royal African Company
vendió 90000 esclavos entre 1671 y 1711. ninguna profesión cristiana se opuso a ese
comercio, ni siquiera la calvinista, sus teólogos sostuvieron que eso era justificable porque
los negros tenían que ser catequizados y no vendidos a españoles o portugueses.
Los holandeses
Recién llegados a los océanos se convirtieron bien pronto en auténticos dominadores
de las rutas del Atlántico y sobre todo del Índico. Tradicionales y expertos pescadores de
arenque en el mar del Norte y principales intermediarios del comercio báltico, constituyeron
la gran revelación marinera del siglo XVII. Sus puntos de referencia consistieron en una
dúctil capacidad de iniciativa, en una flota en rápido ascenso y sumamente competitiva y en
hacerse insustituibles como intermediarios comerciales. Los constructores navales
holandeses se distinguieron por su pericia y por el sentido de la economía en el uso de los
materiales para la construcción. Sus astilleros tenían un precio inferior en un 40-50 % a los
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ingleses. Sin innovaciones revolucionarias siguieron a la cabeza de la proyección de mercantes
de línea simple, de flotación segura y de mejor aprovechamiento del espacio, fue una
producción sistemática y a gran escala.
Las innovaciones más destacadas fueron las aportadas al diseño del casco, el amplio
uso de cabrestantes y aparejos que permitían economizar la mano de obra. La nave de tres
palos transoceánica iba provista de velas cuadras a proa y de una vela mesana latina en el palo
mayor.
El comercio de especias que supieron organizar provechosamente, representó le
precioso complemento de sus comercios bálticos, para éstos y para el mar del Norte
construyeron una nueva embarcación, el fluyt, provisto de pocos cañones para disminuir
gastos de tripulación y armamento, tenía una sección panzuda, fondo casi plano y una longitud
de cuatro a seis veces mayor que su anchura máxima: la proa era chata y la popa redondeada,
oscilaba entre las 200 y 500 Tm. y dominó durante el siglo XVII el comercio de la Europa
septentrional, debido también a su precio.
Amberes fue el gran emporio del siglo XVI, tanto de las especias como del comercio
internacional, no fue centro de astilleros importantes y por eso dependía de las marinas
extranjeras. Tras producirse la revuelta antiespañola a la flota de las Provincias Unidas les
fue fácil su bloqueo. Durante la primera mitad del XVII, entre la tregua de los Doce Años y
la guerra siguiente el bloque fue eficazmente mantenido, esto produjo que Ámsterdam se
fuese haciendo con el comercio en detrimento de Amberes, donde siguió existiendo el tráfico
fluvial con el interior del país.
Los holandeses se lanzaron al océano por motivos coyunturales. Al disminuir la
afluencia de la sal portuguesa por su conflicto con España, a partir de 1598 empezaron a
aprovechar los inmensos yacimientos de Venezuela, ya que este producto era imprescindible
para la conservación del pescado. A parte ampliaron el mercado de intercambio con
diferentes productos, así en 1621 se llegó a la constitución oficial de una Compañía de las
Indias Occidentales, lo que se intentaba era la creación de colonias en el continente
americano afín de conseguir productos de venta segura en Europa. Se establecieron en
diversas zonas y bastante distantes unas de otras, desde Brasil hasta Guayana, desde el
Curaçao hasta la desembocadura del Hudson, tras sus huellas llegaron los ingleses y los
franceses. Su colonia más importante fue Nueva Holanda que contaba con 2000 hombres en
1635 y con 10000 diez años más tarde. Su capital Nueva Ámsterdam , se convirtió enel
centro de un intenso tráfico de pieles de castor, pero en 1644, por el conflicto con los
ingleses tuvieron que cederla y se rebautizó con el nombre de Nueva York. Aún así la marina
holandesa siguió ocupando un puesto de gran relieve en los comercios atlánticos.
Las mayores fortunas holandesas, sin embargo, se realizaron en Asia, varias compañías
había dirigido sus naves por la ruta de la seda hasta las islas de la Sonda, en 1600 el número
de barcos holandeses era ya igual al de los portugueses y diez años más tarde lo habían
cuatriplicado. Supieron viajar con productos manufacturados para utilizarlos como
mercancías aptas para el cambio por otras. Buscaron un paso hacia oriente que los sustrajese
al fuerte estorbo de los vientos estacionales y así tras varios avatares encontraron en el sur
el mar de Java a través del estrecho de la Sonda, siguiendo una ruta practicable durante
todo el año, así evitaron la vía del mar Rojo y del Golfo Pérsico y minaron la función del
emporio de Goa. En Yakarta, Jan Pieterszoon Coen fundó la plaza fortificada de Batavia. No
renunciaron a los tráficos con Persia, ofreciendo tejidos y armas de fuego y consiguieron
hacer confluir en Batavia notables cantidades de seda y tapices.
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En 1602 se fundó la Gran Compañía Holandesa de las Indias Orientales y desde el
principio asumió los caracteres de máximo ente semipúblico, de hecho independiente en
cualquier otro campo, dispuso, también desde el comienzo de un capital de cerca de seis
millones y medio de florines, de más dinero y naves que sus rivales portugueses e ingleses
juntos. La componían seis cámaras distintas: sólo la de Ámsterdam poseía la mitad de los
títulos, cada una era autónoma, empleaba sus propias embarcaciones, escogía hombres y
mercancías y vendía los productos al regreso. Inicialmente cada socio podía retirar su propio
capital y sus interese sin dificultad, pero desde 1612 en adelante, la Compañía rechazó
efectuar reembolsos y desde 1623 los propietarios de pequeñas cuotas perdieron todo poder
efectivo y los titulares de grandes inversiones vieron como se les reconocía
estatutariamente una posición dominante. Hacia mediados del siglo XVII, los Estados
generales renunciaron al derecho de aprobar el nombramiento del gobernador general de la
Compañía en Asia. Ésta mantuvo el monopolio del comercio de Extremo oriente en el
estrecho de Magallanes, con facultad de declarar la guerra y concertar la paz, de estipular
alianzas y ocupar cualquier territorio.
Los holandeses evitaron comprometerse en conquistas, se opusieron a una emigración
de tipo colonial y evitaron mezclarse con los indígenas. Su única instalación agrícola fue en
Ciudad del Cabo, a partir de 1652, en la ruta de las especias. El objetivo de la Compañía
Holandesa fue dominar los comercios y controlar la producción. En 1670 tenía un centenar de
naves de 600 Tm. en servicio. A principios de siglo, los puntos neurálgicos del sudeste
asiático cayeron en sus manos: Amboina en 1605, Molucas en 1609, el enfrentamiento con los
ingleses se resolvió a su favor y los fue expulsando sucesivamente de Yakarta, Banda,
Amboina y la Molucas entre 1620 y 1630. en 1641 tomaron también la base de Malaca y otras
plazas lusitanas en Ceilán y la India meridional. En cambio, no lograron expulsarlos de Macao
ni impedir que éste irradiase mercancías hacia Manila, India e Europa.
La verdadera fuente de la riqueza holandesa siguió estando en Indonesia, donde la
Compañía se comportaba casi como un soberano feudal con respecto a los príncipes locales,
los apoyaba militarmente y controlaba de manera férrea la producción, lo que se traducía en
una serie de medidas colonialistas. Cuando la cantidad producida superaba la demanda, el
excedente se destruía y los cultivos fueron concentrados en determinados territorios. De
1680 en adelante se instituyó un cuerpo de supervisores, responsables de las cosechas en las
diversas zonas. Exigían también prestaciones personales de trabajo por parte de los
indígenas. Los precios de las especias eran fijados para unos cuantos años, vinculados con
entregas obligatorias, y en condiciones favorables para ellos.
Ingleses y Franceses.
Entre los europeos que se lanzaron al comercio trasnsoceánico es preciso no silenciar
a los daneses y a los suecos quienes también tuvieron sus Compañías de las Islas Orientales.
La lado de la flota holandesa se desarrollaron en particular la inglesa y la francesa,
mientras la holandesa optó por el carácter mercante, la inglesa conservó el tipo de
embarcación armada, existió una ósmosis entre ambas marinas, a fines del siglo XVII, una
cuarta parte, sino la tercera, de los navíos ingleses era de construcción holandesa. La flota
británica de acrecentó en la segunda mitad del siglo llegando a las 260000 Tm. en el 1700. a
partir de la mitad del siglo se hizo sentir la presencia inglesa y francesa más allá del océano,
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que hasta entonces la hostilidad con España y sus navíos les era más provechosa la guerra de
corsarios.
La Compañía Inglesa de las Indias Orientales vio la luz al comienzo del siglo XVII, por
una reacción de los mercados londinenses frente a un acaparamiento de las especias por
parte de los holandeses, que había hecho doblar su precio en el mercado. Cada socio tenía
derecho a un voto proporcional a sus inversiones. Los beneficios de esta Compañía fueron
pronto notables, llegando al 250 % entre 1609 y 1613, y al 500 % en 1617. fue la verdadera
heredera de los portugueses en la India e incluso los sustituyeron en Ormuz a partir de 1623.
Su primer asentamiento fue en Pulicat (1609) cerca de Madrás, de la que apoderaron en 1643
y tenían un fuerte de 1639. la presencia inglesa en la India fue muy notable desde Surta (se
habían instalado en 1612) hasta Masulipatam (1631). En 1634 estableció contacto con el Gran
Mongol y fue autorizada para comerciar en Bengala, allí surgieron la factoría de Hooghly
(1640) y Cassimbazar (1658). En 1641 agregaron Bombay y abrieron en la costa china las
bases de Amoy y Fuzhou.
Los ingleses consideraron América septentrional como una tierra destinada a
poblarse. En Virginia comenzó el cultivo de tabaco hacia 1610 y en la década siguiente era la
principal abastecedora de ese producto para la madre patria, se acudió a la mano de obra
africana. La segunda colonia fue la de Nueva Inglaterra en 1620, en 1629 Masachusetts y a
continubación Providence, Connecticut, New Haven y Rhode Island, y en las cercanías de
Virginia surgían Maryland y las dos Carolinas. La presencia inglesa fue diferente de la
española y de la portuguesa en el resto del continente, en lugar de conquistadores,
feudatarios o funcionarios fueron agricultores y comerciantes. El comercio con esas colonias
constituía en la segunda mitad del siglo XVII casi un monopolio para la madre patria, que lo
consideró como un sector fundamental de su riqueza.
No descuidaron las islas atlánticas, en 1602 habían ocupado el archipiélago de las
Bermudas, en 1642 ocuparon Barbados (base principal de sus corsarios) y otras islas
menores. La conquista de Jamaica les permitió combatir con los holandeses en el contrabando
con la América española. En 1690, una sexta parte de la flota inglesa estaba dedicada las
transacciones comerciales con América.
Gran potencia continental, Francia fue la última en dedicarse a las empresas
transoceánicas. Su comercio gravitaba en parte en torno al tráfico mediterráneo y en parte
por su poco interés por las aventuras de ultramar. En sus viajes americanos durante el siglo
XVI se puede mencionar l’exploit de una compañía de barcos mercantes de Ruán, que desde
1595 sostuvo una guerra contra los portugueses de Brasil y se dedicó al comercio con Guinea
y Angola. Desde 1604 se constituyó también la Compañía Francesa de las Indias Orientales,
después de que una expedición llegara a Bantam (Java) en 1601. No obstante, a los inicios del
siglo XVII, antes de Richelieu, no tenía el empuje que había caracterizado a Holanda e
Inglaterra. Éste fue consciente de la necesidad de que el estado francés se hiciese promotor
de la expansión en ultramar. Fundó en 1628 la Compañía de los Cien Socios y dio a Champlain
un apoyo vigoroso. La energía de Richelieu logró resultados parciales, aunque no
despreciables, como los asentamientos en Guayana, en las Antillas (1626) y en el río San
Lorenzo (dónde fundaron Montreal en 1641). Tras la declaración de guerra a España (1635, la
Compañía se apoderó de Guadalupe y de la Martinica.
En 1633, Richelieu había apoyado la fundación de otra Compañía para la explotación de
Guinea, Senegal y Gambia y en 1634 y 1635 otras para operar en Mauritania y Sierra Leona.
En 1642, los franceses de la Compañía de Oriente se apoderaron de Madagascar y fundaron
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Fort-Dauphin. Richelieu dio un impulso a la emigración a América y por consiguiente a la
colonización, se enfrentó en Canadá con la resistencia de los iroqueses (1641-1666) u una
segunda guerra entre 1682 y 1701.
Un nuevo impulso a la expansión francesa lo dio Colbert a partir de 1664 a través de
numerosas compañías (sobre todo la de las Indias Orientales y la de las Indias Occidentales).
El gobierno de Luis XIV participó en su fundación, reclutó sus socios, nombró sus directores,
reunió los capitales necesarios y proporcionó las naves. El estado así, intentó realizar
objetivos no solo económicos, sino también políticos y estratégicos. El explorador Cavalier de
la Salle descendió el valle del río Mississippi y en su desembocadura fundo Luisiana en 1682.
Los contactos entre Europa y los demás continentes se ampliaron de modo muy
notable durante el siglo XVII, a ello contribuyó también la nueva política de la Santa Sede,
que en 1622 decidió crear un órgano para la coordinación de las misiones: la Congregación de
Propaganda FIDE. Los nuevos vicariatos apostólicos empezaron a ser instituidos a partir de
1658, su presencia se hizo sentir particularmente en lugares como Siam, Tonkín y la
Conchinchina. Los jesuitas que entraron en China en el siglo XVI fueron apreciados por sus
conocimientos en astronomía y artillería y, en 1692 el emperador K’ang-hi de la dinastía
manchú de los Tsing autorizó el ejercicio público de religión cristiana en todo el imperio. Aún
así la penetración europea en ultramar seguía siendo bastante marginal, junto a Japón se le
escapaba también la mayor parte de África negra y se le continuaba mostrando hostil el
Norte de África.
Los europeos habían penetrado de modo parcial en los continentes, igual que en un
océano como el Pacífico, cuyo control se les escapaba casi totalmente. Sin embargo hay que
señalar la penetración Rusa en Asia, iniciada en el siglo XVI y que continuó en todo el siglo
XVII, fueron los cosacos sus artífices que se extendieron cada vez hacia oriente en busca de
pieles, haciendo retroceder poco a poco a los tártaros. El espacio siberiano fue
progresivamente controlado por medio de la construcción de campamentos fortificados
—ostrog—, donde el gobierno moscovita confinaba también a prisioneros políticos o a presos
de derecho común, de estos campamentos surgieron poco a poco las ciudades: Ienisseisk en
1618, Krasnoiarsk en 1628, Iakustsk en 1632. una vez alcanzado el río Lena la penetración se
efectuó tanto hacia en norte como hacia el sur en dirección al Baikal. En 1665 los cosacos
llegaron al valle del Amur y fundaron Javaroska, aproximándose a la zona controlada por el
soberano de Pekín y se enfrentaron sus tropas en 1685. El tratado de Nertchinsk delimitó la
frontera a lo largo del río Amur, fueron intermediarios los jesuitas, dado que cada
contendiente ignoraba la lengua de su adversario.
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