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Julio César Tello Rojas: Arqueólogo.
Una biografía
César W. Astuhuamán Gonzáles (*)
1
Richard E. Daggett (**)
Los principales textos acerca de la vida y obra de Julio César Tello Rojas
se escribieron poco después de su muerte en 1947 (Mejía 1948, 1964,
1967a, 1967b; Lothrop 1948; Carrión 1948; Espejo 1948b; Strong 1948;
Jaguande 2001). Algunos trabajos exploraron el aspecto académico de
Tello (Santisteban 1956; Espejo 1959); otros, el inventario de sus documentos inéditos (Valcárcel 1966). Otros tantos abordaron una época o
una región específica investigada por Tello (Espinoza 1983; Astuhuamán
y Guerrero 1998); la participación en sus primeras expediciones (Daggett
1992); el rol que desempeñó siendo diputado (Guzmán 1997); aun su
correspondencia con otros intelectuales ha sido analizada (Castillo y
Moscoso 2002). Con ocasión de conmemorarse su fallecimiento, primero
los 30 años y luego el cincuentenario, diversas instituciones le dedicaron publicaciones de homenaje y certamenes académicos (Instituto Nacional de Cultura 1977; Universidad Nacional Mayor de San Marcos
1997; Municipalidad Provincial de Huarochirí - Fondo Documentario
de la Cultura Peruana 1997; Centro de Estudios Histórico-Militares del
Perú 1997; Municipalidad Provincial de Huarochirí - Universidad Alas
Peruanas 1998). Fue nominado para ser elegido el Peruano del Milenio.
Inauguró una serie de documentales televisivos acerca de los personajes
más importantes en la Historia del Perú. Finalmente, luego de muchos
años de interrupción, sus cuadernos de campo empezaron a ser publicados en 1999 por el Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM.
En vida, Tello obtuvo becas, distinciones y honores. Todo esto nos conduce a preguntarnos las razones de tales merecimientos y por qué es
considerado símbolo de la Arqueología peruana. En este trabajo intentaremos responder estas interrogantes y descubrir al personaje real en el
*
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Universidad Nacional Mayor de San Marcos - University of London.
University of Massachusetts Amherst, retired.
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contexto histórico en que vivió, para conocerlo y valorarlo en todas sus
dimensiones.
Los orígenes
Nació en Huarochirí, en la sierra de Lima, un 11 de abril de 1880, como
hijo de Julián Tello García y María Asunción Rojas Erikes. Su padre fue
un hombre importante en la localidad: llegó a ser autoridad; su madre
descendía del último gobernador Inca de Huarochirí (Lothrop 1948: 50).
Las tierras de su familia, conformadas por manantiales, huertos y parcelas denominados Tomala, Oyada y Wirmache, y situadas lejos del actual
poblado y donde originalmente tenían su humilde casa, conservaban el
topónimo Koniraya, el que nos recuerda a la ancestral deidad andina
(Carrión 1948: 9; Mejía 1967b: vi; Santisteban [s.d.]). Cuando niño, Tello
escuchó los relatos acerca de las antiguas deidades de la región, Pariacaca
y Wallallo. Allí conoció los lugares donde se desarrollaron sus hazañas,
descritas en el manuscrito del siglo XVII; aprendió las costumbres de su
comunidad; entendió la importancia de la naturaleza en los ciclos
agropecuarios, y que era una entidad viviente y animada (Tello y Mejía
1979: 36).
Entre 1886 y 1892 asistió a la escuela de la localidad, donde recibió
el apelativo de sharuko por su vivacidad, coraje e ímpetu arrollador (Mejía
1948: 3-6; Mejía 1979: vi). En 1893, María Tello propuso que su sobrino
Julio continuara su educación en Lima (Mejía 1948: 6). Gracias al apoyo
económico de su tía y la venta de las antiguas joyas de la familia, su
padre y él viajaron a Lima a fines de marzo. Allí le consiguieron una
pensión en la calle Sanchilla (actualmente Jirón Ilave # 460, Barrios Altos), para continuar el cuarto año de educación primaria en el Colegio de
Lima, dirigido en aquel entonces por el Dr. Pedro Labarthe (Lothrop
1948: 50; Mejía 1967b: vi). Lamentablemente en 1895 su padre fallece
repentinamente y se agotan los recursos económicos necesarios para
continuar sus estudios. A partir de entonces, Tello padeció muchas penurias. Trabajó en las labores domésticas de su pensión y, posteriormente, como mayordomo en la residencia de un distinguido médico en Lima:
esto le permitiría continuar estudiando (Lothrop 1948: 50-51; Castillo y
Morán 2002: 166). Mientras penosamente buscaba un nuevo alojamiento, conoció a Don Ricardo Palma, pues Tello estudió con uno de sus
hijos. Él le concedió su apoyo para que viviera largo tiempo en la Biblioteca Nacional (Espejo 1959: 20; Mejía 1967b: vii). Prosiguió sus estudios
hasta el cuarto año de educación secundaria en el Colegio de Lima y en
1899 ingresó al prestigioso Colegio Guadalupe, donde terminó el ciclo
preparatorio para continuar sus estudios universitarios (Mejía 1967b:
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vi). Durante sus estudios escolares, Tello destacó por su talento para
matemáticas, historia, literatura, ciencias naturales y filosofía; por ello
recibió sus primeras becas (Lothrop 1948: 51; Espejo 1959: 20).
Los años de su adolescencia fueron de dura formación(1). Lejos de
su familia y terruño, afrontó dificultades, entre ellas la marginación que
sufrían las grandes mayorías indígenas, pues siendo mestizo, él se sentía indígena. Esto le hizo formar un recio carácter ante la adversidad y
fuerte voluntad para lograr metas (Carrión 1948: 8). Pero la nostalgia y
añoranza por su tierra, a donde solía regresar en vacaciones, lo acompañarían toda su vida.
LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA
A comienzos de marzo de 1900, Tello rindió un examen escrito e ingresó
a la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos(2),
como un paso previo hacia la Facultad de Medicina de San Fernando
(Mejía 1967b: vi; Espejo 1959: 20-25). A comienzos de julio, Tello fue
nombrado auxiliar en la Biblioteca Nacional por Ricardo Palma, lo cual
le permitió pagar sus gastos de manutención durante sus estudios universitarios (Espejo 1959: 21).
En 1901, Tello fue alumno del Dr. Sebastián Barranca, naturalista y
anticuario, catedrático de Mineralogía, Geología y Paleontología. Barranca estaba muy interesado en las lenguas originarias del Perú. Así, en
febrero de 1902, Tello fue enviado a las provincias de Huarochirí y Yauyos
para realizar su primer trabajo de campo y recolectar especies vegetales,
datos de animales silvestres e información lingüística (Mejía 1948: 8-9;
Espejo 1959: 21-24).
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Tello nació y creció en medio de tiempos difíciles. La derrota del Perú en la Guerra del
Pacífico (1879-1883) no sólo significó la destrucción de la capacidad productiva del
país, la pérdida de territorios, la postración económica, la segmentación política, el
desprestigio de los minoritarios sectores dominantes, quienes a su vez responsabilizaban
y marginaban a las grandes mayorías indígenas. Significó también la constatación de que
no existía una nación peruana y que la sociedad tenía grandes problemas por conocer y
resolver. Uno de ellos era el del indio, considerado por González Prada como el verdadero
peruano. Tras el proceso de reconstrucción nacional, comenzaría, con el gobierno de
Piérola, la República Aristocrática (1895 – 1919), durante la cual el grupo que representaba
los intereses de los exportadores dirigió la política gubernamental, y el Estado fue su
instrumento político (Cotler 1988: 119-120, 128; Lumbreras 1997: 7).
A inicios del siglo XX, la Universidad Mayor de San Marcos sufría un proceso de
transformación. No sólo era importante formar profesionales competentes, sino además
que fueran capaces de investigar y plantear soluciones a los graves problemas del Perú, y
que conocieran la cultura peruana y se identificaran con ella (Espejo 1959: 11-12). Con
objetivos claros, las investigaciones de sus maestros y alumnos, y la mejora de su
infraestructura, la Universidad comenzó a progresar intelectualmente.
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A fines de marzo de 1902, Tello fue promovido a la Facultad de
Medicina y también al cargo de oficial-conservador en la Biblioteca Nacional (Mejía 1964: 73; Espejo 1959: 22). Entre los años 1903 y 1904,
trabajó como conservador en el Museo Raimondi, que en aquellos tiempos funcionaba en la Facultad de Medicina, y estudió las colecciones de
Arqueología y Ciencias Naturales del sabio italiano. En este periodo de
su vida, Tello se formó como investigador del pasado reuniendo información para su futura tesis (Espejo 1959: 25-26). Un día, mientras Tello
trabajaba catalogando libros en la Biblioteca Nacional, quedó impresionado al observar unas imágenes del artículo “Primitive Trephining in
Peru”, publicado por Manuel Antonio Muñiz y W.J. McGee (1897). Allí
se publicaban las fotos de los cráneos trepanados que su hermano mayor
recolectó en unas chulpas de Chuicoto por encargo de su padre, que
había sido gobernador en Huarochirí, y quien a su vez recibió estas instrucciones del Prefecto de Lima (Espejo 1959: 26; Mejía 1967b: vii;). Tello
había visto y tocado dichos cráneos cuando tenía ocho años. Este hallazgo despertó en él la curiosidad por conocer el pasado prehispánico de su
tierra y la causa de la operación quirúrgica. Así se definió su vocación
por la Antropología Física y Cultural (Lothrop 1948: 51; Mejía 1948: 9;
Espejo 1959: 26; Mejía 1967b: vii-viii). Por ello, durante los periodos de
vacaciones de los años 1905 y 1906, con ayuda de su buen amigo Ricardo Palma, hijo del tradicionalista, recolectaron restos óseos prehispánicos
en las provincias de Huarochirí y Yauyos, lo cual les ocasionó más de un
problema con la policía (Espejo 1959: 26; Mejía 1967b: viii).
A comienzos de mayo de 1906, Tello, alumno del Quinto Año de
Medicina, ofreció una conferencia titulada “La craniectomía en el Perú
Prehistórico”, en el salón de actos de la Sociedad Geográfica de Lima,
situado en la Biblioteca Nacional. En esta conferencia trató acerca de la
arquitectura funeraria y las trepanaciones craneanas, y fue ilustrada
con los restos óseos que recientemente había recolectado (Mejía 1948: 9;
Espejo 1959: 28). Entre los asistentes se encontraba el Dr. Max Uhle,
considerado en esos años el principal especialista acerca del Perú
prehispánico, y quien meses después sería nombrado director de la Sección de Arqueología y de las Tribus Salvajes del Museo Nacional de
Historia (Anónimo 1906; Rowe 1954: 12). Durante la primera conferencia de su carrera científica y al término de ella, Tello fue muy aplaudido
por la numerosa concurrencia. Tenía 26 años.
A mediados de mayo de 1907, luego de ganar la plaza por concurso,
Tello empezó su internado en el Hospital Dos de Mayo de Lima (Mejía
1948: 9; Espejo 1959: 51); se dedicó también a terminar su investigación
para graduarse. Su ambicioso plan de tesis original era sobre la cirugía
precolombina, de la cual sólo desarrolló el capitulo de la sífilis. El 16 de
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noviembre de 1908 sustentó exitosamente su tesis “La antigüedad de la
sífilis en el Perú” para optar el grado de Bachiller, la cual fue aprobada
por aclamación, distinción otorgada excepcionalmente. Su tesis, que tenía por objetivo conocer las motivaciones que ocasionaron las trepanaciones craneanas, es un trabajo pionero de los estudios interdisciplinarios, pues integra información arqueológica, etnohistórica, médica
y antropológica. Tello contrastó dicha información con su hipótesis: la
sífilis sería autóctona y una de las causas de las trepanaciones (Espejo
1959: 10, 28-40).
Por acuerdo de la Facultad de Medicina se dispuso la publicación
de su tesis. También la facultad pidió al gobierno nacional que comprase
la colección de quince mil cráneos de Tello, reunida durante varios años,
con el propósito de crear el Museo de Anatomía y Patología. Una pequeña parte de esta colección sería adquirida por la Universidad de Harvard
en 1911 (Espejo 1959: 28-29; Mejía 1964: 77; Daggett 1992: 3, 13). En la
dedicatoria de la tesis, Tello le agradece a Don Ricardo Palma, por el
ejemplo, los consejos que contribuyeron a la formación de su carácter y
por la valiosa ayuda brindada (Espejo 1959: 22). Es precisamente en su
tesis de 1908 donde Tello planteó la siguiente disyuntiva “o la sífilis es
exótica, importada de un lugar americano más o menos distante o de otro Continente, o es autóctona, de nuestro suelo” (op. cit. p. 37), la cual retomará en sus
trabajos de 1921 y 1929, al plantear el problema de los orígenes de la
civilización andina, estableciendo un paralelo entre ambas.
En enero de 1909, Tello asistió a una cena en honor a los recién
graduados y en especial a García Calderón, quien había publicado El
Perú Contemporáneo, en 1907. En la reunión, Don Ricardo Palma dijo que
el homenajeado, Tello y Riva Agüero eran los mejores de su generación,
posteriormente denominada del Novecientos. Todos ellos seguirían rumbos distintos y asumirían diferentes posiciones frente a los indígenas y
el pasado prehispánico (Tealdo 1942: 75; Espejo 1959: 40; Flores 1987:
227, 237-239; Castillo y Moscoso 2002: 166, 181). A fines de abril de 1909,
Tello recibió el grado de Médico y Cirujano, y por un tiempo tuvo su
consultorio y ejerció la profesión, pero vivía en un modesto apartamento
en la calle Chillón N° 145 (Mejía 1967b: viii; Espejo 1959: 50).
En el primer semestre de 1909 se publicó su tesis como un libro
(Tello 1909; Mejía 1967b: viii). Convertido en una celebridad por sus
méritos, Tello fue premiado durante las Fiestas Patrias con una medalla
de oro por la Ciudad de Lima, debido a la excelencia de su grado académico, siendo alcalde Billinghurst. El 21 de agosto, una resolución suprema del gobierno de Leguía, a solicitud de la Facultad de Medicina, le
otorgó una beca de perfeccionamiento por dos años para estudiar Antropología en la Universidad de Harvard, si bien primero Tello tuvo que
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decidir entre Francia y Estados Unidos (Lohtrop 1948: 51; Espejo 1959:
50; Mejía 1967b: vi). Así, luego de renunciar a sus dos trabajos, en la
biblioteca y el hospital, partió el 23 de setiembre rumbo a New York a
bordo del vapor Loa (Mejía 1964: 80; Mejía 1967b: viii). En 1910, el Gobierno de Perú lo nombró su representante ad honorem ante la Junta de la
Asociación de Cirujanos del Ejército de los Estados Unidos de América,
con sede en Richmond, Virginia (Mejía 1948: 30). A fines de ese año fue
elegido miembro de la Asociación de Antropología Americana (Mac
Curdy 1911: 100); participó en los encuentros anuales de 1910 y 1911.
Desde octubre de 1909, Tello fue alumno becario en la Escuela de
Graduados de la Universidad de Harvard, en la Facultad de Artes y
Ciencias. Esto le permitió completar la beca del gobierno peruano, pues
Harvard asumió los costos de la enseñanza. En el Departamento de Antropología participó en los cursos de Antropología General y Americana, Arqueología, Etnología, Sociología y Lingüística (Mejía 1967b: viiiix). El departamento se fundó en 1886 y formó a muchos antropólogos
(3). En Harvard, Tello fue un destacado estudiante. Al comienzo, el idioma inglés (Lothrop 1948: 51) y el exigente nivel académico, fueron sus
principales dificultades, las cuales superó gradualmente. Fueron maestros de Tello mientras estudió en Harvard, William Farabee, especialista
en la Amazonía peruana y metales; Alfred Tozzer; y Roland Dixon, quien
planteaba que el movimiento poblacional explicaba el cambio en el registro arqueológico y lo ayudó a mejorar su inglés, por lo cual Tello siempre lo recordó con gratitud (Espejo 1959: 51; Mejía 1967b: ix; Ravines
1989: 115; Trigger 1995).
Mientras estudió en Estados Unidos, el interés de Tello continuó
orientándose hacia el estudio de restos óseos humanos, la lingüística y
los museos. Viajó por el país; asistió a certamenes académicos; visitó
museos, en especial los que tenían colecciones de material óseo provenientes de Perú. A fines de junio de 1911, Tello obtuvo el grado de Master
of Arts con especialización en Antropología (Mejía 1948: 10; Espejo 1959:
51-52; Mejía 1967b: ix).
3
En aquellos años era notable el crecimiento de la profesionalización en Arqueología en
Estados Unidos. La Antropología norteamericana estaba fuertemente influenciada por
los planteamientos difusionistas, el particularismo histórico y el concepto de cultura de
Franz Boas. Éste formó a dos generaciones de antropólogos en la Universidad de Columbia
y era opositor de las teorías racistas. Boas consideraba que la principal tarea de la
Antropología era recolectar y sistematizar la información acerca de las culturas, y luego
teorizar. También que existían cuatro campos de aproximación y especialización:
Lingüística, Antropología Física, Arqueología y Antropología Cultural (Eriksen y Nielsen
2001: 39-41). El planteamiento boasiano de reunir la mayor cantidad de información en
el campo y sólo después plantear conclusiones y teorías, influiría mucho en Tello (Carrión
1948: 20-21).
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A comienzos de setiembre de 1911, el gobierno de Leguía le otorgó
otra beca para estudiar Antropología en Europa. Partió de New York a
Alemania para asistir a los cursos de Antropología General a cargo de
Felix von Luschan, experto en Antropología Física, en la Universidad
de Berlín, y estudiar las colecciones peruanas del Museo Etnográfico
(Mejía 1967b: ix). Luego, viajó a Inglaterra para participar en el XVIII
Congreso Internacional de Americanistas, que se desarrolló en Londres,
para el cual el gobierno peruano le encargó presentar una ponencia y lo
nombró su delegado ad honorem (Espejo 1959: 52; Mejía 1964: 81-82). En
mayo de 1912, expuso en dicho congreso su ponencia “Trepanaciones
prehistóricas entre los Yauyos de Perú”. Tello informó que parte de su
colección de restos óseos se encontraba depositada en el Museo Warren
de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard (Tello 1912:
76). Durante el debate que siguió a la ponencia, Tello fue felicitado por
el Dr. Ales Hrdlicka, del Smithsonian Institution, quien había estudiado el material de Tello en Harvard (Editor 1912: xxxix; Espejo 1959: 66;
Daggett 1992: 3, 13).
Tello conoció las principales universidades, museos y bibliotecas
de Inglaterra y Europa, aprendiendo de su organización y funcionamiento. Luego del congreso viajó a Francia para estudiar las colecciones
óseas de los museos (Tello 1913). También habría asistido esporádicamente a los cursos de Etnología y Sociología Americana en la Universidad de París (Espejo 1959: 52; Mejía 1967b: ix). Tello regresó a Londres,
donde permaneció entre setiembre y diciembre de 1912, frecuentando el
centro académico conformado por la Universidad de Londres, el Museo
y la Biblioteca Británica (4). Habría participado libremente de los cursos
y seminarios de Antropología de dicha universidad, pues no estuvo registrado como alumno regular. En Inglaterra, el difusionismo había desplazado al evolucionismo, y emergía la Antropología Social (Mejía 1967b:
ix; Trigger 1995: 152-153).
Gobernaba Inglaterra Jorge V, quien manejaba el más grande imperio colonial de esos tiempos. Londres destacaba como cosmopolita (White
2001: 7-9, 103). Tello se enamoró y casó con Olive Mabel Cheeseman (5),
el 20 de noviembre de 1912 en el distrito de Brentford, condado de
Middlesex (Lothrop 1948: 51; Mejía 1948: 10; Espejo 1959: 52). Un mes
después de casarse, y gracias a la ayuda del Profesor Putnam (director
emérito del Museo Peabody de la Universidad de Harvard), Tello y su
4
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En la biblioteca del Museo Británico, Tello trascribió varias crónicas y documentos
coloniales acerca de los Incas y el Perú (Valcárcel 1966: 86-87).
Cuando se casaron, él tenía 31 y ella 18. Vivían en la Avenida Ealing N° 29, en el oeste
de Londres, según consta en su certificado de matrimonio. Con su esposa tendrían tres
hijas, Grace, Elena y Rosa. Para ese entonces, Julio Tello Dueñas, primogénito de Julio
César, ya había nacido.
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esposa se embarcaron hacia Lima (Lothrop 1948: 51; Mejía 1964: 83;
Mejía 1967b: ix).
La destacada trayectoria universitaria de Tello se debió a diversos
factores, principalmente a su esfuerzo, perseverancia y a una constructiva ambición, pues venció muchos obstáculos de orden social y económico; estos rasgos de su personalidad le ayudarían a lograr sus objetivos
(Rowe 1954: 24-25; Espejo 1959; Mejía 1967b: vi). Pero también se debió a
una serie de afortunadas coincidencias, a tomar las decisiones acertadas
y conocer a personas indicadas. La sólida formación universitaria de
Tello en el Perú y en el extranjero (6), su origen andino, su fuerte carácter
e intuiciones geniales, le permitirían perseverar en los años futuros en
medio de la adversidad y ser fiel a su vocación de investigador (Mejía
1967b: ix, xiv-xv; Jave 1980: 31).
LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS
En la primera década del siglo XX los estudios arqueológicos en el Perú
estaban iniciándose, destacando los trabajos de Uhle. Los principales
problemas eran la falta de instituciones debidamente organizadas, la
escasez de investigadores nacionales, el saqueo del patrimonio cultural
y la falta de apoyo económico por parte del Estado (Mejía 1967b: ix-x).
Luego de la renuncia de Uhle a la dirección del Museo Nacional de
Historia (1907-1911), ubicado en el antiguo Palacio de la Exposición
(Rowe 1954: 12-13), una comisión se hizo cargo y, a comienzos de marzo
de 1912, el historiador Gutiérrez de Quintanilla fue nombrado director
interino (Tello y Mejía 1967a: 78).
Luego de arribar al Callao la segunda quincena de enero de 1913,
Tello tramitó ante el gobierno peruano el integrar, como investigador
adjunto, la Expedición Antropológica del Museo Nacional de Washington. Fue comisionado por el Ministerio de Fomento mediante un permiso
6
Estudiar becado en el extranjero le permitió a Tello dominar otros idiomas, conocer
otras realidades y culturas; establecer contactos e insertarse en los círculos académicos
internacionales, y principalmente, aprender Antropología. Aprendió acerca de las
recientes problemáticas teóricas y metodológicas de su especialidad; los primeros
homínidos y su ubicación en la secuencia evolutiva, el poblamiento de América, las
investigaciones acerca de la religión, la procedencia de las poblaciones a partir de sus
diferencias físicas, entre otros temas (Duckworth 1913: 147-155; Marett 1913: 155162). Todo ello le permitiría posteriormente situar sus problemas de investigación en
contextos más amplios y debatir con otros científicos. También conoció las instituciones
académicas y sus grandes proyectos de exploración; valoró la importancia de la cooperación
entre la investigación antropológica, las universidades, el gobierno y los museos para
obtener resultados (Marett 1913: 159). Pero también observó en el Viejo Mundo los
excesos a que podían llegar la exacerbación de los nacionalismos, y que condujeron a
sangrientos conflictos armados (Kohl, Fawcett 1995; Diaz-Andreu, Champion 1996).
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oficial emitido a fines de enero. La expedición dirigida por Hrdlicka se
realizó en febrero(7), y consistió en una exploración en Huarochirí y los
valles de Huaura, Chancay, Chillón, Rímac, Lurín, Chilca y Mala (Tello
1913; Hrdlicka 1914; Mejía 1948; Mejía 1967b: xvii; Daggett 1992: 1-8).
Hrdlicka inició la exploración en Cajamarquilla, Chosica y Matucana
(Daggett 1992: 5). En las proximidades de San Damián (Huarochirí) recolectaron restos óseos en los sitios de Pueblo Viejo, Ulculla y Cinco
Cerros. Tello acompañó a la expedición en Huarochirí pero no prosiguió
con ellos hacia el Sur. Es probable que él y Hrdlicka tuvieran problemas
derivados de sus fuertes personalidades y sus diferentes relaciones con
las comunidades locales. Hrdlicka no quedó satisfecho con el trabajo del
joven Tello (op. cit. p. 7), a pesar de su manejo de idiomas, su conocimiento de la Arqueología de la región y su gente, así como del material óseo.
Otra posibilidad por la que Tello habría desistido de continuar con la
expedición de Hrdlicka, es porque debía regresar a Lima para obtener un
puesto en el Museo Nacional de Historia y reunirse con su familia. Superando sus diferencias en la expedición de 1913, ambos científicos manifestaron posteriormente su mutua admiración profesional (op. cit. p. 8).
Respecto al destino de los materiales recuperados durante la expedición de 1913, una parte de los restos óseos recolectados fue exhibida y
estudiada en California, integrando después el Museo del Hombre de
San Diego. Otra parte permaneció en Washington D.C., en el Smithsonian
Institution, y el Museo Nacional (Lothrop 1948: 51; Rogers, citado en
Daggett 1992: 12). Pero la mayor parte se quedó en el Perú y fueron la
base para la posterior creación del Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos, destacando los cráneos trepanados y los huesos
largos con huellas de enfermedades (Carrión 1947: 5).
A fines de marzo de 1913, Tello solicitó al gobierno de Billinghurts
(8) la creación de una sección de Arqueología en el Museo Nacional de
Historia con la finalidad de detener el vandalismo que afectaba a los
monumentos prehispánicos, petición que fue aceptada en junio (Tello y
Mejía 1967a: 82-83). A mediados de julio, Tello propuso en el informe
“Presente y Futuro del Museo Nacional” que dicho museo fuese reorganizado con base científica bajo la forma de un museo nacional de Ar7
8
Las principales razones de Hrdlicka para venir al Perú en 1913 eran recolectar restos
óseos para una exposición internacional, y continuar sus investigaciones acerca del
poblamiento americano iniciadas en 1910. Los objetivos de la expedición fueron
determinar la relación antropológica entre el hombre de la sierra y el de la costa,
observar la distribución del tipo costeño, caracterizar al tipo de población del grupo
Nasca, y ampliar las investigaciones escritas con relación a la patología andina y
precolombina (Daggett 1992: 2-3).
En 1912 Guillermo Billinghurts había sido elegido Presidente de la República y gobernaría
hasta 1914, representando las exigencias populares y a los sectores progresistas de la
clase dominante (Davies 1974: 44; Cotler 1988: 171).
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queología. Esto condujo a comienzos de diciembre de 1913, y con el apoyo de Billinghurts, a la creación de un independiente Museo de Arqueología y Antropología, con Tello como director (op. cit. p. 84-95). Este hecho acrecentó el conflicto con Gutiérrez de Quintanilla, debido a la autonomía y creciente poder de Tello (Gutiérrez 1922; Mejía 1967b; xix; Tello
y Mejía 1967a: 82-84; Silverman 1996: 9-10). De esta época también datan
las polémicas periodísticas entre Horacio Urteaga y Tello (e.g. Tello 1914),
acerca de las disciplinas encargadas de estudiar los sitios prehispánicos
de la Nación, en concreto los de Lima.
Debido a los conflictos internos existentes en el museo, a la falta de
apoyo económico del nuevo gobierno, y a los sentimientos antinorteamericanos imperantes en el país, Tello renunció a su puesto de director a
mediados de marzo de 1915, tras el golpe de estado de Benavides en
1914 y la elección de Pardo como presidente (1915-1919) (Tello y Mejía
1967a: 96-100; Davies 1974: 44; Cotler 1988: 176; Castillo y Moscoso 2002:
168). Gutiérrez de Quintanilla continuaría siendo director del Museo de
Historia Nacional hasta 1935, y se convirtió en uno de los más fuertes
adversarios de Tello durante muchos años. Quintanilla era la expresión
de la minoritaria élite costeña dominante, para quien el museo debía
enfatizar el Arte y la Historia, mientras que Tello proponía que estuviera
centrado en la Arqueología y la Antropología (9).
En las primeras décadas del siglo XX comenzó a desarrollarse el
indigenismo en los círculos intelectuales limeños y provincianos. Tello
participó activamente de este movimiento en sus inicios al integrar la
Asociación Pro-Indígena, de la cual se alejaría en 1922 por discrepancias metodológicas, teóricas y políticas con sus principales exponentes.
Tello consideraba que no era un problema étnico sino sociopolítico y
económico derivado de la conquista europea (Tello y Mejía 1967b: 51;
Shady 1997: 4; Castillo y Moscoso 2002: 167, 179-180; Arroyo 2003).
Aunque heredó apellidos hispanos, Tello se sentía y tenía rasgos indígenas, que han quedado descritos por Rebeca Carrión: “...rostro curtido por
el sol de las alturas, frente de profundo pensador, mirada honda y triste, nariz de
águila, mentón altivo y rebelde cabellera...” (1948: 7). El fenómeno más importante en la cultura peruana del siglo XX fue el aumento de la toma de
conciencia sobre los indígenas entre los intelectuales, científicos y políticos. Sin embargo, siendo una actitud que invitaba a encontrar la esencia
del país en el mundo andino, el indigenismo no fue un movimiento
cohesionado (Flores 1987: 241-248, 266-267, 280).
9
A partir de la presencia emergente de los migrantes en las ciudades, la clase obrera y las
nuevas corrientes ideológicas, las instituciones culturales y el Estado fueron cuestionados
en su concepción, organización y utilidad a la sociedad (Jave 1980: 15-16).
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En 1915, Tello exploró el sur del Perú con el auspicio de Victoria
Aguirre, de Argentina, y el Profesor Putnam, del Museo Peabody, y respaldado por los delegados de la Asociación Pro-Indígena en la región
(Castillo y Moscoso 2002: 167, 170-171). Realizó exploraciones en Puno,
Cuzco y Tiahuanaco; luego, excavaciones en los valles de Chala, Atico,
Sabandia, Yauca, Acarí, Río Grande de Nazca, Ica, Pisco y Chincha.
Principalmente registró tumbas y cementerios Nasca (Tello 1959: 44-47;
Mejía 1964: 87-91; Mejía 1967b: xvii); estudió la colección de cerámica
Nasca de Enrique Fracchia (conformada por dos mil cuatrocientos artefactos) y compró una colección de textiles por encargo. Los artefactos
recuperados durante esta expedición integraron posteriormente el Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos (Carrión 1947: 5-6;
Lothrop 1948: 51; Mejía 1967b: xviii; Daggett 1992). Una parte de los
materiales de Nasca se encuentra actualmente en el Museo Peabody de
la Universidad de Harvard. También en 1915, Tello publicó diversos
artículos periodísticos acerca de la Arqueología de Lima y trepanaciones
craneanas en diarios de la capital, como era usual en esos tiempos ante
la falta de revistas especializadas (Espejo 1948b: 14; Valcárcel 1966: 87).
A fines de diciembre de 1915 asistió, como representante del Perú y
con apoyo de la Fundación Carnegie, al XIX Congreso Internacional de
Americanistas desarrollado en Washington D.C., donde presentó una
ponencia y exhibió los materiales recolectados en su exploración en el sur
del Perú (Hodge 1915: xviii, lii). En enero de 1916, Tello expuso su ponencia “Los antiguos cementerios del valle de Nasca” en el II Congreso Científico Panamericano, que se realizó en Washington D.C., y también ayudó
a realizar algunas transacciones con el Museo de Bellas Artes de Boston
(Tello 1917; Gutiérrez de Quintanilla 1922: 134-137; Daggett 1992: 8).
Hrdlicka asistió al certamen y elogió su trabajo (Tello 1917: 291).
A inicios de abril de 1916, Tello fue nombrado Socio Correspondiente de la Academia Nacional de Historia de Colombia (Mejía 1948: 30). A
mediados de año, Tello exploró diversos sitios arqueológicos en los valles del Santa, Virú, Moche, Chicama, Jequetepeque y Lambayeque, en la
costa norte (Mejía 1964: 93). Luego, en el mes de julio, se unió en Piura a
la Expedición Peruana de la Universidad de Harvard, auspiciada por el
Museo de Zoología Comparativa y la Escuela de Medicina Tropical de
dicha universidad. La expedición fue dirigida por el Dr. William Moss.
Tello fue el antropólogo de esta exploración (10), a la cual se había comprometido a apoyar en su reciente viaje a Estados Unidos.
10
El principal objetivo de la Expedición de 1916 fue “realizar un reconocimiento zoológico
y antropológico de una de las regiones menos conocidas del país” (Noble, citado en
Daggett 1992: 8). Sus integrantes tenían diversos intereses, desde el arqueológico y
antropológico hasta la investigación de los grupos sanguíneos y las enfermedades tropicales,
además de recolectar especímenes de reptiles, serpientes, anfibios y aves (op. cit. 8-9).
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Integrando la Expedición de 1916 (11), Tello exploró la costa piurana,
las provincias de Huancabamba, Ayabaca y Jaén; registró cerámica
monocroma con decoración incisa (Mejía 1967: xv), que después consideraría una de las primeras evidencias de cerámica Chavín. De Huancabamba la expedición partió hacia Tabaconas, y de allí a Perico, donde
estableció otra base operaciones. Tello hizo investigaciones etnográficas
y lingüísticas acerca de los Aguaruna (Daggett 1992: 16, nota 27). Prosiguieron a Tutemberos (Amazonas) y Bellavista; descendieron luego a la
costa por Querocotillo, Huambos, Chongoyape y llegaron finalmente a
Chiclayo a mediados de octubre.
Así, gran parte de los materiales reunidos por Tello durante las expediciones de 1913, 1915 y 1916, también formaron parte del Museo de
Arqueología de la Universidad de San Marcos (Carrión 1947: 5; Mejía
1948: 19; Daggett 1992: 11, 16). Sin embargo, una pequeña parte del material arqueológico fue enviado a los Estados Unidos, especialmente al
Museo Peabody de la Universidad de Harvard, donde permanecen hasta la actualidad. Suponemos que las condiciones del permiso del gobierno así lo estipulaban, pues la legislación peruana sobre antigüedades
(patrimonio arqueológico), vigente entre 1911 y 1921, y promulgada por
el presidente Leguía en agosto de 1911 (un mes después del redescubrimiento de Machu Picchu por Hiram Bingham), en el artículo 4º indica:
“...queda prohibida absolutamente la exportación de ellas, cualquiera que sea su
clase y condición, excepto el caso de duplicado...” (12).
11
12
La reconstrucción del itinerario que siguió la expedición se puede realizar a partir de las
publicaciones de Moss y Noble (Daggett 1992); de la relación de una parte de los
materiales arqueológicos recolectados y enviados al Museo Peabody de la Universidad de
Harvard; y de los cinco cuadernos de campo de Tello de 1916. La expedición llegó a
Sullana a fines de julio de 1916 y luego partió hacia Huancabamba. Durante la travesía,
Tello describe las colecciones y sitios arqueológicos; también los problemas logísticos
derivados de la conducción del proyecto. Al llegar a su primer destino, a mediados de
agosto, establecieron su primera base de operaciones en una casona de Huancabamba y
exploraron los alrededores durante casi un mes en un radio de 40 Km. Tello registró
evidencias arqueológicas en una cueva de cerro El Burro, Baño del Inca (Caxas), laguna
Warinja, Sondor, Huancabamba y cerro Pariakaka (Astuhuamán 1998). Del cerro San
Antonio, al norte de Huancabamba, Tello recuperó fardos funerarios, vestimentas y
utensilios (Ramírez 1966: 34). En base a los asentamientos y cementerios reportados,
Tello planteó la fuerte presencia Inca en la región. En la laguna Shimbe, en las Huarinjas,
registró las prácticas y rituales curanderiles, así como las creencias acerca de las deidades
que moran en los cerros y lagunas, en lo que podría considerarse uno de los primeros
registros de Antropología médica y etnografía religiosa.
Bajo el amparo de dicha ley, Uhle, a fines de 1911, ya como Director del Museo
Nacional de Historia, reunió y exportó una colección de objetos arqueológicos de
representativos estilos prehispánicos al Museo Paulista, pasando por alto las restricciones
existentes para las exportaciones de antigüedades, por ser un pedido oficial del gobierno
de Brasil y, en aquellos tiempos, una expresión de cortesía internacional (Rowe 1954:
14, nota 2). También Hiram Bingham, a fines de octubre de 1912, mediante un decreto
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Las primeras investigaciones de Tello estuvieron principalmente relacionadas a restos óseos humanos. Reunió la información necesaria para
la elaboración de su tesis doctoral, la cual seguiría la misma orientación
de su tesis de bachillerato. Es necesario contrastar la información de los
cuadernos de campo de Tello durante su participación en las primeras
expediciones, con los materiales depositados en los museos de Perú y
Estados Unidos, con la finalidad de conocer su gradual proceso de aprendizaje en las tareas de dirección y registro arqueológico, que le permitirían tener la experiencia y madurez para dirigir grandes proyectos.
4. LAS GRANDES EXPEDICIONES
En enero de 1917, a pedido de los pobladores de su tierra, Tello inició su
campaña para obtener un escaño en la Cámara de Diputados por Huarochirí, compitiendo contra un poderoso personaje de Lima. Integró el
Partido Nacional-Democrático, formado por el joven Riva-Agüero, al que
se unió por una solidaridad generacional y por el ideal de buscar una
renovación de la clase política antes que por una aproximación ideológica. Ganó la elección en junio y fue el único miembro electo de su partido.
Destacó por ser independiente y progresista (Mejía 1964: 94-96; Jave 1980:
18-22). Como diputado, Tello presentó un proyecto de ley sobre el control
técnico y administrativo del Museo de Arqueología de la Universidad de
San Marcos (Jave 1980: 16).
En 1918, Tello comenzó a dar clases de Arqueología en la Universidad de San Marcos. A mediados de julio se graduó como Doctor en Ciencias Naturales en la Facultad de Ciencias. El título de su tesis fue “El uso
de las cabezas humanas artificialmente momificadas y su representación
en el antiguo arte peruano”, la cual daría a conocer en la Revista Universitaria (Espejo 1948b: 14; Santisteban 1956: 20; Espejo 1959: 20-21).
A fines de 1918 elaboró un proyecto para la Universidad con la
finalidad de realizar una expedición arqueológica (Mejía 1967a: 4). Entre enero y junio de 1919 dirigió la Expedición Arqueológica al departamento de Ancash, la primera de gran envergadura. Realizó investigaciones en los valles de Huarmey y Culebras, el Callejón de Huaylas, Chavín
de Huántar, Yauya, Pomabamba y Huari, entre otras provincias aledañas; y explicó la importancia de la reconstrucción histórica de la antigua
civilización en un conferencia en Huaraz (Mejía 1947; Espejo 1948b: 14;
supremo, exportó los objetos duplicados excavados en Machu Picchu y otros sitios del
Cuzco a los Estados Unidos, donde permanecen hasta el presente en el Museo Peabody
de Historia Natural de la Universidad de Yale. Sin embargo, el Gobierno de Perú se
reservó el derecho de exigir la devolución de los objetos únicos y los duplicados
extraídos (Ravines 1989: 22).
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Mejía 1967b: xv-xx). Más de mil artefactos fueron recolectados con la
finalidad de implementar un centro de investigaciones y para la enseñanza de la Antropología.
En este contexto, el Museo de Arqueología de San Marcos empezó a
funcionar el 21 de octubre de 1919. Se añadieron otras colecciones y las
que Tello recolectó entre 1913 y 1918 (Carrión 1947: 4-5; Carrión 1948: 27;
Mejía 1964: 97-98; Mejía 1967b: xix-xx). El análisis de los hallazgos de la
Expedición de 1919 le permitirían elaborar nuevos planteamientos acerca
del origen de las culturas peruanas (Tello 1921; Carrión 1948: 11-12, 30).
En 1919, luego del golpe de Estado de Leguía y el inicio de su segundo gobierno (1919-1924), Tello es reelecto como diputado por Huarochirí.
Presentó en el nuevo Congreso mociones y proyectos de ley a favor de su
tierra natal, la cultura, la educación y la investigación. Fue identificado
con el gobierno de Leguía, líder inicialmente de un movimiento de clase
media y de raíces populares, que luego asumió una naturaleza autoritaria (13).
A comienzos de julio de 1919, Tello fue nombrado Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador (Mejía 1948:
30). Entre 1919 y 1921, Tello ayudó a Víctor Larco Herrera en reconocimientos arqueológicos entre Nazca y Piura, destinados a la compra de
colecciones privadas para establecer un museo arqueológico en Lima. El
estudio de estas colecciones le permitió identificar los estilos cerámicos
Chavín, Muchik y Nasca. El Museo Arqueológico de Víctor Larco Herrera
fue fundado el 3 de noviembre de 1919, con motivo del Centenario de la
Independencia, y estaba integrado por más de veintitrés mil artefactos
(Carrión 1948: 12-13; Mejía 1948: 20-21; 1964: 98; 1967: xv, xx). Luego, en
1920, Tello estudió los objetos de oro de la colección Brünning de
Lambayeque (Valcárcel 1966: 87). Ese año inició los más importantes
debates orientados a la creación de la Asociación Peruana para el Progreso de la Ciencia (Editor 1921a: 5-6); coordinó el contrato de Means
con la finalidad que se hiciera cargo de la Sección de Arqueología del
Museo Nacional, y planificó la edición de una revista de Arqueología
(14) (Castillo y Moscoso 2002: 171-172, 184).
13
14
Leguía, autodenonominado Viracocha, a pesar de sus promesas y discursos en favor de los
indígenas, sólo los utilizó como un medio para conseguir sus objetivos políticos. Durante
el Oncenio (1919-1930), no cambiaron sus condiciones de vida aunque se dieron algunos
avances en su integración al Perú oficial (Davies 1974: 58, 69, 75-76, 91-93; Jave 1980:
17-18, 33; Flores 1987: 253-254; Cotler 1988: 188-191, 389; Basadre 1997: 2). Las
prioridades de Leguía eran otras: industrializar y modernizar el país, la estabilización
económica, la defensa nacional, fortalecer las relaciones comerciales con Estados Unidos
y los tratados internacionales (Davies 1974: 54-55; Cotler 1988: 199).
Sin embargo, ante la indiferencia y oposición que percibía con relación a sus planes, Tello
estuvo tentado de abandonar el Perú e irse a vivir a los Estados Unidos con su familia
(Castillo y Moscoso 2002: 167, 172-173).
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En 1921, Tello publicó Introducción a la Historia Antigua del Perú, una
síntesis de los resultados de la Expedición de 1919 e importante trabajo
teórico donde describe por primera vez a Chavín como una civilización
avanzada con orígenes amazónicos, y cuyos primeros indicios ya había
observado en la Expedición de 1916 y en varias colecciones. Planteó la
naturaleza autóctona y no importada de la civilización peruana, la cual
se extendería de oriente hacia occidente, de la montaña a la costa, diferenciando además entre las culturas Chavín y Huaylas. Las ideas de
Tello eran opuestas a los planteamientos de Uhle, desarrollados entre
1904 y 1917, acerca de las conexiones entre las culturas de América Central y Sudamérica (Tello 1921; Lothrop 1948: 51; Carrión 1948: 11-12;
Rowe 1954: 21; Mejía 1967b: xxi). Las ideas de Uhle y anteriores propuestas difusionistas, habían sido bien acogidas por el minoritario grupo étnico dominante para justificar su supuesta superioridad y procedencia foránea, y plantear que históricamente los indígenas eran dependientes y sin capacidad de crear civilización propia; que eran, además,
un problema para el desarrollo del país, el cual era necesario solucionar.
La dominación estaba cargada de un fuerte componente étnico (Cotler
1988: 235-236; Lumbreras 1997: 7). También el racismo ideológico estuvo presente en la Literatura entre 1907 y 1919, a través de los intelectuales oligárquicos (Flores 1987: 238-239).
A mediados de mayo de 1921, Tello renunció al cargo de Director del
Museo Larco, del cual fue iniciador, investigador y donde planificaba
formar su gran instituto de Arqueología (Tello y Mejía 1967a: 121-122;
Castillo y Moscoso 2002: 174-175). En la sesión inaugural de la Asociación Peruana para el Progreso de la Ciencia pronunció su discurso acerca de la investigación científica (Espejo 1948b: 15). Investigar, para Tello,
no significaba cultivar una ciencia o ser erudito; el investigador persigue
metódica, objetiva y placenteramente la solución a un problema científico y ambiciona el prestigio de la institución que lo acoge.
En la correspondencia mantenida entre Tello y Pedro Zulen, entre
febrero y junio de 1922, ambos exponen la necesidad de reformar o moralizar la Universidad, que había sido recesada en 1921 (Castillo y Moscoso
2002: 169, 174, 178-179). A mediados de junio, Tello hizo una exposición
sobre la Expedición de 1919 en un encuentro desarrollado en la Asociación Peruana, donde abordó también el tema de la Reforma Universitaria
(Editor 1921b: 149, 151). En Fiestas Patrias recibió la Medalla del Centenario de la Independencia y la condecoración de Gran Oficial de la Orden del Sol del Perú, otorgada por el gobierno de Leguía (Mejía 1948: 30).
En diciembre de 1921, Tello expuso en la Cámara de Diputados el informe “La Universidad y el Museo Nacional”, y propuso que éste debería
estar bajo el control de San Marcos, lo cual produjo el rechazo de los
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círculos sociales, literarios, culturales y parlamentarios (Silverman 1996:
10). Como respuesta recibió los agravios contenidos en la publicación de
Gutiérrez de Quintanilla (1922). Así, la lucha a nivel de las instituciones
culturales se reprodujo también en otros planos de la vida política (Jave
1980: 17).
A fines de julio de 1922, Tello fue el orador principal en un certamen
público de la Asociación Peruana, al que asistió el Presidente Leguía y
otras autoridades. Expuso la necesidad del desarrollo de la ciencia, la
reforma universitaria y el establecimiento de seminarios en la Universidad que abordaran problemas específicos (Editor 1922: 155-167). En la
propuesta de Reforma Universitaria de 1922, elaborada junto con Encinas y presentada a la Cámara de Diputados, Tello planteó la creación de
organismos dedicados a la investigación y nuevos métodos de enseñanza. Dicha reforma fue impulsada por el gobierno de Leguía (Carrión
1948: 25-27; Cotler 1988: 190-191), pero fue criticada por diversos intelectuales, entre ellos Pedro Zulen y Angélica Palma, por considerar que
se trataba de implantar el modelo norteamericano en San Marcos (Castillo y Moscoso 2002: 179, 183).
En 1922, Tello realizó una exploración arqueológica y una investigación de etnografía religiosa en San Pedro de Casta, Huarochirí, cuyos
resultados fueron publicados el año siguiente en la revista Inca por el
Museo de Arqueología de la Universidad (Espejo 1948a: 21-22; Mejía
1967b: xvii). En dicho artículo en torno a Wallallo, una de las principales
deidades de la sierra de Lima, se integra armoniosamente la información
arqueológica, la etnohistórica y la etnográfica (Tello y Miranda 1923;
Arroyo 2003). Propone que los asentamientos prehispánicos de la zona
estaban dispuestos alrededor de cerros (moradas de los apus), y todos
ellos en torno al templo de Wallallo, ubicado en Marcahuasi. En trabajos
posteriores, editados póstumamente (Tello y Mejía 1979; Shady y Novoa
1999), Tello reconstruye el sistema religioso, el panteón de dioses y héroes del centro andino.
En 1923, Tello publicó su inconcluso artículo “Wira Kocha”, también en la revista Inca, valioso desde un punto de vista teórico y
metodológico: integra diferentes fuentes de información acerca de la más
importante deidad andina, analiza el aspecto iconográfico y adopta una
perspectiva que hoy podría ser considerada estructuralista. Tello planteó que los grandes estilos artísticos de los Andes Centrales fueron la
representación de las ideas religiosas en torno al dios felino y que la
estructura de los mitos que analizó era esencialmente la misma. Así, los
antiguos peruanos habrían compartido un común panteón de dioses
(Silverman 1996: 10-11). En la revista Inca, editada por Tello en 1923 con
el apoyo de Mario Vicente Villarán, rector de la Uninersidad de San
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Marcos, publicó no sólo acerca de Arqueología, sino también de Lingüística, Folklore y Arte Prehispánico (Espejo 1948b: 15-19; Jave 1980: 28;
Cotler 1988: 190-191).
En 1923, Tello fue nombrado catedrático de la Universidad de San
Marcos y director de su Museo de Arqueología (Lothrop 1948: 51). También fue profesor de Antropología General y Peruana en la Facultad de
Ciencias (15), cátedra que tendría hasta 1927 (Carrión 1947: 4; Buse 1974).
Debido a sus múltiples actividades, Tello empezaba sus clases a primera
hora; tenía pocos pero entusiastas y constantes pupilos, tal como lo recuerda Basadre, quien era un alumno libre. Muchos de ellos llegarían a
ser importantes personajes en la vida política y económica del Perú
(Lothrop 1948: 51; Jave 1980:22).
A comienzos de junio de 1924, Tello fue nombrado Miembro Correspondiente de la Sociedad de Americanistas de París. Ese mismo mes se
creó, también bajo su dirección, el Seminario de Antropología Nacional
en el Museo de Arqueología, orientado a la investigación, destinado a
los alumnos de Ciencias y Letras, y del doctorado (Carrión 1947: 4; Mejía
1948: 30; Buse 1974). A comienzos de diciembre, el reelecto gobierno de
Leguía (1924-1929), que durante su campaña repitió la promesa de la
integración indígena, inauguró muchos monumentos y obras públicas
con motivo de las celebraciones por el Centenario de la Batalla de
Ayacucho. También compró el Museo Arqueológico de Víctor Larco
Herrera y lo convirtió en el Museo de Arqueología Peruana, con Tello
como director. Fue inaugurado el 12 de diciembre en la avenida Alfonso
Ugarte. Allí Tello leyó su siempre vigente discurso “El Museo de Arqueología Peruana: sus fines y propósitos”, y destacó el rol del museo en la
conservación del patrimonio cultural, la investigación para incrementar
el conocimiento y la educación destinada a fortalecer la identidad nacional (Mejía 1964: 99; Mejía 1967b: xx; Davies 1974: 84; Ludeña 1998). A
este lugar también se trasladó parte de las colecciones reunidas por Uhle
(Rowe 1954: 24-25), aunque la mayoría permaneció en el extranjero. La
necesidad de conocer la procedencia y el contexto arqueológico de las
colecciones adquiridas por el museo, lo impulsaría a realizar diversas
expediciones en el Perú (Carrión 1948: 13).
15
Tello como profesor, hablaba sin retórica. Planteaba problemas e hipótesis, incentivaba
a sus alumnos en el conocimiento del pasado para iniciarlos en la Arqueología y trataba
de formar una escuela con ellos. Pero la falta de vocación o las elevadas perspectivas
económicas lo desanimaba. Por eso, Tello empezó a formar su escuela con el personal de
su equipo técnico (Carrión 1948: 28). Durante las sesiones del Consejo de la Facultad de
Letras, especialmente cuando Horacio Urteaga era decano, Tello interrumpía los debates
diciendo “Pido la palabra para oponerme”. Era un convincente orador; le agradaba
debatir. Ante quienes exponían sólo teorías arqueológicas, él presentaba ardorosamente
evidencias para refutarlos. Fue muy difícil discutir con él (Lothrop 1948: 53; Jave 1980:
23; Basadre 1997: 2).
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En febrero de 1925 fue nombrado miembro de la Real Sociedad
Antropológica de Londres (Mejía 1948: 30). De abril a junio, Tello realizó
una investigación arqueológica con el personal del Museo de Arqueología, entre ellos Mejía Xesspe, en la Huaca Malena, en el valle de Asia, en
el sur de Lima, cuyos resultados han sido publicados recientemente.
Destacan los hallazgos de un cementerio Inca con más de trescientos
fardos funerarios pertenecientes a una colonia de mitimaes (Carrión 1947:
5; Carrión 1948: 13; Valcárcel 1966: 29; Shady y Novoa 2000). Tello también trabajó en mayo con Alfred L. Kroeber, de la Universidad de California (16), en Cerro de Oro, valle de Cañete (Kroeber 1926: 34; Valcárcel
1966: 87; Eriksen y Nielsen 2001: 101).
A fines de julio de 1925, Tello junto con el arqueólogo norteamericano Samuel K. Lothrop y su esposa, exploraron los valles de Chincha y
Pisco. Descubrieron las Necrópolis de Cerro Colorado y Cabeza Larga en
la península de Paracas, pertenecientes a dos periodos distintos (Mejía
1967b: xvii; Tello y Mejía 1967b: 140). Las investigaciones en Paracas
permitieron establecer las relaciones entre las culturas del centro andino:
costa, sierra y montaña (Carrión 1948: 13-14), y fueron dadas a conocer
inicialmente a través de los diarios capitalinos entre febrero y junio de
1926 (Espejo 1948b: 15). Entre los años 1925 y 1926, Tello habría encargado a Mejía Xesspe la exploración de Parinacochas, Andahuaylas, La
Unión, Condesuyos, Castilla y Arequipa (Valcárcel 1966: 88), con la finalidad de aclarar dichas relaciones.
En 1926, Tello inició en la Facultad de Letras la cátedra de Arqueología Centroamericana y Peruana. A fines de julio fue nombrado Socio
Correspondiente de la Sociedad Científica Argentina (Mejía 1948: 30).
En agosto de 1926, Tello exploró los valles de la costa norte: Santa, Virú,
Moche (Chan Chan, Huaca del Sol y la Luna) y Chicama; también elaboró un plano de Chan Chan (Mejía 1948: 14; Mejía 1967b: xvi). En setiembre de 1926, con la finalidad de conocer las relaciones entre Paracas y las
culturas de la costa, Tello trabajó con Kroeber y Mejía Xesspe en la costa
sur, donde realizaron excavaciones en Paracas y en los cementerios de la
cuenca del Río Grande de Nazca (Carrión 1948: 14-15; Mejía 1967b: xvii;
Ravines 1989: 23). Los resultados fueron expuestos en el XXII Congreso
16
Kroeber vino al Perú en busca de los datos de campo que necesitaba para publicar las
colecciones que Uhle envió a su universidad (Lothrop 1948: 51). Era un antiguo alumno
de Boas y lideraría la Antropología en Estados Unidos luego de la muerte de su maestro.
Durante la década de 1920, los antropólogos norteamericanos comenzaron a incursionar
en Sudamérica y América Central en compañía de sus colegas locales. Así, en 1925 y
1926, Kroeber dirigió la primera y la segunda expedición Marshall Field al Perú (Ravines
1989: 23; Eriksen y Nielsen 2001: 109). Esa década fue el inicio de la fundación
metodológica, teórica e institucional de la Antropología a nivel mundial. Se crearon
programas de investigación, se obtuvieron fondos, y se realizaron publicaciones y
conferencias (Eriksen y Nielsen 2001: 55).
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Internacional de Americanistas, desarrollado en Roma la última semana
de setiembre, en su ponencia “Los descubrimientos del Museo de Arqueología Peruana en la Península de Paracas” (Tello 1928a; Ravines
1989: 236; Daggett 1991: 45). También en 1926, realizó exploraciones
desde el valle de Lunahuana hasta Tupe, en Yauyos, donde investigó la
lengua jakaru o kauki, por la cual estuvo interesado desde 1902. Con los
datos recopilados redactó el manuscrito Lengua Akaro o Kauki (Espejo
1959: 24; Mejía 1967b: xvii).
En enero de 1927, Tello envió un pequeño equipo del Museo de
Arqueología, entre ellos a Mejía y A. Hurtado, a una nueva expedición a
la cuenca del Río Grande de Nazca, al valle de Kopara y Paracas (17),
auspiciada por la Comisión Organizadora de la Exposición Iberoamericana que se realizaría en Sevilla (Mejía 1948: 14; Valcárcel 1966: 33-35;
Mejía 1967b: xvii). Luego que Tello se unió al equipo, descubrieron en
Kawachi (fundo Pacheco de Nazca) más de dos toneladas de grandes
fragmentos de vasijas decoradas con escenas mitológicas andinas y que
fueron posteriormente reconstruidas en el museo (Carrión 1948: 15; Tello
y Mejía 1967a: 146, 150). Tello esclareció el origen de la cerámica de
Pacheco: estaba en los valles interandinos, no en la costa; y correspondía
al denominado Horizonte Medio. Esta idea fue la base para que él plantease la existencia de un “imperio andino” que se extendía a lo largo de
los Andes ocupando las cuencas interandinas, ubicado secuencialmente
entre Chavín y los Incas, y que junto a estos constituye uno de los tres
grandes imperios del Antiguo Perú (Carrión 1948: 15, 29-30).
También registraron los acueductos subterráneos y los geoglifos de
la cuenca del Río Grande, que años más tarde Mejía (1942) presentó en
una ponencia relacionándolos con el sistema de ceques del Cusco. La
segunda quincena de octubre de 1927, el equipo técnico descubrió el
primero de más de cuatrocientos fardos funerarios en Wari Kayan
(Paracas), en las faldas de Cerro Colorado. Tello se unió a ellos y supervisó las excavaciones, las cuales continuarían en 1928 (Mejía 1967b:
xvii; Ravines 1989: 23; Daggett 1991: 46). En diciembre de 1927 se inauguró una exhibición especial de Paracas en el Museo de Arqueología
Peruana, la cual coincidió con el Congreso Latinoamericano de Medicina que se realizaba en Lima (Tello 1959: 10). También en 1927, Tello fue
nombrado Socio Correspondiente de la Sociedad Chilena de Historia
Natural (Mejía 1948: 30).
17
Recientemente se han publicado las notas de campo de las excavaciones de Mejía Xesspe
en los valles de Las Trancas y Nazca, los sitios de Chiquerillo y Huayuri. Las notas son
ilustradas en formato digital, y allí se registran las visitas de Tello al campamento (Shady
y Novoa 2002).
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En febrero de 1928, Tello publicó su libro La Reforma Universitaria;
ensayos y discursos, donde desarrolló el proyecto de reforma presentado
al Congreso por él y Encinas en 1922. En este libro expuso sus principales ideas acerca de la Universidad: una institución académica consagrada a la investigación y adecuadamente organizada; una universidad
científica que formara con nuevos métodos de enseñanza a hombres y
mujeres que solucionen los grandes problemas nacionales, y no una fábrica de profesionales (Tello 1928b; Carrión 1947: 3, 6; Carrión 1948: 27;
Mejía 1948: 29; Jave 1980: 21-22). En abril fue nombrado miembro honorario de la Sociedad Antropológica de Washington (Mejía 1948: 30).
Ese mes inició su cátedra de Arqueología Americana y del Perú en la
Facultad de Letras de la Universidad (op. cit. p. 28), la cual tendría hasta
su muerte.
En 1928 se realizó un festival folklórico en Lima. Tello invitó al grupo Pariakaka de Huarochirí, y los vistió con trajes decorados con motivos prehispánicos, actitud criticada posteriormente por Arguedas al considerar que Tello perdió de vista al indígena viviente prefiriendo el glorioso pasado Inca (Arroyo 2003). Tello (1937) consideraba que la civilización Inca era sólo la parte final de un largo desarrollo histórico, que
constituyó una confederación de naciones vinculadas entre sí por fuertes lazos tradicionales, coordinadas armónicamente por el imperio Inca,
y que fue una época de grandeza, prosperidad y estabilidad (Carrión
1947: 1; Carrión 1948: 30; Espinoza 1983).
En setiembre de 1928, Tello asistió como representante del Perú al
XXIII Congreso Internacional de Americanistas en New York (Mejía 1948:
30). Allí presentó su ponencia “Civilización Andina: algunos problemas
de la Arqueología Peruana”, la cual trataba de la Expedición de 1919 y
de sus planteamientos respecto al desarrollo autónomo de la civilización en el Antiguo Perú. Es importante entender el contexto de la propuesta de Tello. En 1924, convencido de que tenía las evidencias necesarias para probarlo, Uhle había presentado una ponencia en el XXI Congreso Internacional de Americanistas desarrollado de Göteborg, en la
que propuso que las altas civilizaciones del Nuevo Mundo tenían un
origen común en el área Maya, y que, a su vez, todas ellas provenían del
centro de Asia (Rowe 1954: 17, 21-22). Las ideas hiperdifusionistas de
Uhle fueron cuestionadas por Tello en el certamen de 1928, al que también asistió Uhle como representante del Ecuador exponiendo sus teorías acerca del desarrollo de la cultura americana (ibidem). Después del
congreso y con el apoyo de la Fundación Carnegie para el Avance de la
Enseñanza, Tello dio una serie de clases en las universidades del noreste
de Estados Unidos (Mejía 1948: 29).
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En 1929, Tello preparó una muestra de las principales culturas
prehispánicas, por encargo del gobierno de Leguía, la cual fue exhibida
en la Exposición Iberoamericana de Sevilla (Jave 1980: 23-24). A mediados de junio de 1929 se discutió y aprobó en el Congreso de la República
la Ley N° 6634 (18), acerca de la Conservación de Monumentos Arqueológicos. Ésta se basó en un proyecto presentado por Tello en la Cámara
de Diputados. A comienzos de octubre de 1929 se instaló, tal como lo
estipulaba la ley, el Patronato Nacional de Arqueología. Tello fue uno de
sus miembros fundadores y representó a la Universidad del Cuzco
(ibidem). En 1929, Tello en desacuerdo con la rereelección de Leguía,
decidió no ser elegido nuevamente como diputado (Jave 1980). En 1929,
Tello fue nombrado miembro del Consejo Permanente del Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas de Copenhagen
(Mejía 1948: 30).
A mediados de octubre de 1929 se presentó en el Museo de Arqueología Peruana la exposición “Arte del Antiguo Perú”, preparada en base
a los materiales arqueológicos registrados en las excavaciones de las
Necrópolis de Paracas y Pacheco. En esta ocasión, y con la presencia del
presidente Leguía, Tello destacó el rol que debía cumplir el museo: no
sólo estudiar, preparar y clasificar material, sino realizar investigaciones arqueológicas y estar en relación directa con las entidades educativas mediante publicaciones y conferencias, y contando con el apoyo
estatal (Anónimo 1929: 2; Mejía 1967b: xvii). Esta exhibición se hizo en
coordinación con el II Congreso Sudamericano de Turismo, que estaba
desarrollándose en Lima (Daggett 1991: 47-48). Auspiciado por este congreso, Tello publicó su importante trabajo de 1929, Antiguo Perú; Primera
Época. En él presentó los problemas para explicar la presencia de una
alta civilización aborigen en los Andes. Planteó la hipótesis de que las
culturas peruanas fueron el producto del desenvolvimiento y diferenciación de culturas primitivas llegadas al territorio andino en estado rudimentario. En este mismo trabajo, Tello (1929), destacó la propagación del
culto al dios jaguar o Wiracocha, sosteniendo que esta deidad es la que
da unidad y fisonomía propia a la civilización peruana, siendo la religión el factor integrador de las diversas sociedades andinas antiguas y
actuales (Campana [s.d.]).
En febrero de 1930, Tello y su equipo exploraron la quebrada de
Chilca, desde Pucusana hasta la cordillera de Wichuka en el distrito de
18
Permanentemente, el gremio de arqueólogos ha solicitado al gobierno la vigencia de la
Ley N° 6634, formulada por Tello, y la derogatoria de la actual Ley N° 24047, que
supuestamente ampara el Patrimonio Arqueológico de la Nación. La antigua ley es en
muchos aspectos mejor que la vigente, pues no tenía el ambiguo artículo acerca de la
presunción, y los sitios arqueológicos no necesitaban ser expresamente declarados como
tales para ser protegidos.
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Olleros, en Huarochirí (Mejía 1948: 14; Mejía 1967b: xvii). Luego, en Cerro de la Bandurria identificaron un templo y un camino que parte de allí
y se dirige hacia el Norte, se pierde en el desierto y reaparece al pie de la
cordillera. El recorrido del camino Inca de la costa central es descrito e
ilustrado por Tello en sus cuadernos de campo (Shady y Novoa 1999,
2000). Desde sus primeras expediciones, registró en los mismos sitios
sus observaciones acerca de las difíciles exploraciones o excavaciones
que realizaba, planteando hipótesis, describiendo el medio ambiente y
sus habitantes (Carrión 1948: 19).
Las repercusiones de la crisis internacional del capitalismo en 1929,
y la gran depresión que le sucedió, empezaron a sentirse en la economía
nacional. El Perú fue uno de los países más afectados en América Latina.
Las inversiones norteamericanas disminuyeron y el descontento generado por el autoritarismo del gobierno de Leguía se incrementó, iniciándose
una época de enfrentamientos sociales (Davies 1974: 96; Cotler 1988:
227, 389). Los cambios en la política peruana, derivados del violento
derrocamiento de Leguía por Sánchez Cerro en agosto de 1930, y la animadversión del director del diario Libertad y un exintegrante de su equipo, ocasionaron que Tello comenzara a ser fuertemente criticado en ese
medio de prensa (19). El nuevo gobierno lo reemplazó en su cargo por
Luis E. Valcárcel a comienzos de octubre (Espejo 1948b: 16; Rowe 1954:
25; Tello y Mejía 1967a: 172). Casi todo el equipo que trabajaba con Tello
también renunció al Museo de Arqueología Peruana, y a mediados de
octubre juraron en Pachacamac que dentro o fuera del museo, en la prosperidad o en la misera, serían leales a la ciencia (Lizarraga 1999: 365;
Farfán [s.d.]).
Así, a sus cincuenta años, Tello se encontró nuevamente en medio
de la adversidad y con sus contrincantes en el poder, afrontando las
consecuencias de haber transitado los peligrosos senderos del poder
que conectan al Estado y la Arqueología. El siguiente lustro fue muy
difícil para él, su equipo y sus familias; Tello, que solía decir que sus
éxitos en la vida se los debía a sus enemigos, se dedicó más tiempo a
enseñar en San Marcos y a editar una nueva revista de investigación,
Wira Kocha, en 1931, de la que apareció sólo un número (Lothrop 1948:
52-53; Espejo 1948a: 23). A mediados de abril de ese año, organizó el
Instituto Nacional de Antropología en la Facultad de Letras de la Universidad (Mejía 1967b: xx). Ese mismo mes se creó el Museo Nacional,
con Valcárcel como director general, y también el Instituto de Investigaciones Antropológicas como una dependencia del museo, el cual estuvo
provisionalmente localizado en el Museo Bolivariano (Daggett 1991: 51).
A mediados de junio, se dispuso mediante ley la asociación del Instituto
Nacional de Antropología con el Instituto de Investigaciones
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Antropológicas, que desde setiembre de 1931 hasta fines de 1938 estuvo
bajo la dirección de Tello (Mejía 1967b: xx; Daggett 1991: 51). También en
setiembre se inició la transferencia de la colección Paracas desde el Museo de Arqueología Peruana (en la Avenida Alfonso Ugarte) hacia la
sede de la asociación en Magdalena Vieja (Mejía 1948: 14).
En julio de 1931, Tello, el equipo y Lila M. O’Neale, de la Universidad de California, auspiciados por la Universidad de San Marcos, iniciaron su expedición arqueológica hacia la cuenca del Mantaro e investigaron varios sitios entre ellos Wari-Willka. Se trasladaron luego desde
Huancayo hacia Ayacucho, donde exploraron la cuenca del Huarpa y
registraron los sitios de Ocros, Conchopata, Wari-wakaurara y Aukiwillka (Mejía 1948: 14; Mejía 1967b: xvii). A fines de agosto, en un diario
capitalino, Tello destacó la importancia arquitectónica de Wari, comparándolo con Tiawanaku y Chavín (Ravines 1989: 236). A mediados de
diciembre, Tello fue nombrado miembro de la Sociedad Geográfica Americana de New York (Mejía 1948: 30).
De 1931 a 1936, Tello enseñó Antropología General, y Arqueología
Americana y del Perú, en la Universidad Católica (Mejía 1948: 28), que
en aquel entonces funcionaba en el local de la Plaza Francia. Uno de sus
alumnos fue Javier Pulgar Vidal, quien recuerda que Tello “...hablaba
clara y distintivamente con voz que cautivaba al alumno; lo concentraba y tornándolo muy atento le predisponía al más eficiente aprendizaje.” Realizaba
salidas y prácticas de campo en los sitios arqueológicos de Lima (Pulgar
Vidal 1998: 2). A inicios de agosto de 1931, y cumpliendo un encargo de
Tello, Pulgar Vidal presentó en clase los fragmentos de cerámica que
había recolectado en el sitio de Kotosh (Huánuco), los cuales Tello identificó como pertenecientes a una cultura pre-Chavín. En la década del
sesenta, y gracias a un reporte escrito por Pulgar Vidal, una expedición
japonesa excavó en el sitio y registró la tradición arquitectónica Kotosh,
anterior a Chavín de Huántar (op. cit. p. 3-4).
En octubre de 1931, el gobierno de Sánchez Cerro ordenó el receso de
la Universidad de San Marcos y se paralizaron las actividades académicas por un largo tiempo (Davies 1974: 99, 112; Jave 1981: 24-25; Espinoza
1983). Comprometido con las luchas de su tiempo y su tierra, a comienzos de 1932, y ante la detención de los dirigentes de la comunidad de San
Mateo de Huánchor, que habían propiciado la destrucción de una empresa minera que contaminaba el río Rímac, Tello integró en Lima el
Comité de Ayuda de los Detenidos (Yovera 1998: 19-20). La defensa del
patrimonio cultural también fue uno de sus principales objetivos, expresado no sólo en leyes o conferencias, sino en artículos de difusión publicados en la prensa y que llegaban a las grandes mayorías, como los que
publicó en mayo y junio de 1932 (Espejo 1948b: 16). A fines de julio de
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1932, Tello fue nombrado miembro de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Londres (Mejía 1948: 30). Durante muchos años, mantuvo
estrechas relaciones con instituciones científicas de Europa, Inglaterra y
Estados Unidos.
Luego del asesinato de Sánchez Cerro en abril de 1933, Benavides
fue nombrado presidente por el Congreso (Davies 1974: 112; Cotler 1988:
246). En julio de 1933, Tello dirigió la exploración arqueológica a la costa
nor-central, desde Chicama hasta Santa (Daggett 1987: 112). Desde agosto hasta octubre se realizaron exploraciones y excavaciones en los templos de Cerro Blanco y Punkurí, en el valle de Nepeña (op. cit. pp. 113119). Allí se descubrió arquitectura monumental y una tumba (Mejía
1967b: xvi), manifestaciones de una cultura pre-Chavín en la costa. Los
descubrimientos en Nepeña fueron ampliamente difundidos en los medios de prensa entre setiembre y octubre (Espejo 1948b: 17). A fines de
octubre, Tello dio una charla acerca de sus descubrimientos en Nepeña,
Paracas y la cultura Chavín, durante una cena ofrecida en su honor en el
Hotel Maury en el centro de Lima (Anónimo 1933).
En marzo de 1934, Tello criticó a través de la prensa las excavaciones
que dirigía Luis E. Valcárcel en el Cusco y otras regiones, avalado por las
autoridades, con motivo del IV centenario de la fundación española de
la ciudad, lo cual produjo una gran destrucción del patrimonio cultural
y la perdida de información de los contextos arqueológicos al ser realizadas por aficionados y saqueadores (Espejo 1948b: 17; Espinoza 1983;
Ravines 1989: 25, 249). En mayo de 1934, Tello empezó a enseñar Historia Incaica y Pre-Incaica en el Colegio Antonio Raimondi (Santisteban
1956: 20, 25).
En julio de 1934, Tello acompañado de su equipo y Cornelius van
Roosevelt, inició otra expedición al norte peruano. Investigó los valles de
Huaura, Fortaleza, Huarmey, Casma y Santa (en este lugar exploró la
Gran Muralla). Luego, prosiguió hacia el Callejón de Huaylas, donde
registró el camino Inca, la cuenca del río Pukcha y el templo de Chavín
de Huántar (aquí observó cerámica con decoración incísa). También exploró Chichipon y Tinyash (Roosevelt 1935; Valcárcel 1966: 27; Mejía
1967b: xvi), e identificó un estilo cerámico en el Alto Marañón. Respecto
a la Gran Muralla de Santa, Tello (1938b: 2-3) planteó que era un camino
de penetración de la costa a la sierra, de carácter religioso y comercial.
Concluyó su expedición en setiembre explorando el área de Carhuaz en
el Callejón de Huaylas (Tello 1942b: 664-668).
En 1935, coincidentemente con la celebración del IV centenario de la
fundación española de Lima y la publicación de Villar Cordoba, Las
culturas prehispánicas del departamento de Lima, Tello inició los trabajos
arqueológicos en la capital. Así, en febrero exploró los sitios ubicados en
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los valles del Rímac, Chillón y Chancay, entre ellos Huaral Viejo y Teatino;
además, levantó un plano de Cajamarquilla con su equipo técnico (Mejía
1948: 15; Mejía 1967b: xvii; Shady y Novoa 1999). Entre los meses de
mayo y julio, Tello expuso una serie de seis clases de Arqueología, en
idioma inglés, en la Embajada Británica en Lima, y también publicó artículos periodísticos acerca de las culturas pre-incas (Espejo 1948b: 17;
Mejía 1948: 28-29).
A fines de julio de 1935, lideró un pequeño equipo que exploró los
sitios arqueológicos alrededor de las ciudades de Huánuco y La Unión
(Huánuco Pampa), y nuevamente el Callejón de Huaylas (Mejía 1956:
320; Mejía 1967b: xvi). En Kotosh, también encontró artefactos similares
a aquellos que había registrado en Chavín de Huántar (Tello 1942b: 635),
diferenciando entre cerámica pre-Chavín y Chavín, e identificando los
vestigios de una cultura pre-Chavín en la región (Mejía 1967b: xvi; Pulgar 1998). En octubre, acompañó a Valcárcel en una exploración al sur
del Perú (Anónimo 1935), investigando los sitios de Churajón y Pucará,
donde recolectó fragmentos de cerámica incisa pero policroma, semejantes a los que registró en Kotosh y Chavín, a los cuales consideró preTiahuanaco y pertenecientes a uno de los tres troncos originarios de la
civilización andina (Tello 1942a: 240-241; Tello 1942b; Mejía 1967b: xviii).
En julio de 1936, Tello viajó a los Estados Unidos. Visitó museos y
durante el mes de agosto ofreció una serie de veinticuatro clases sobre
Arqueología Peruana en la Escuela de Verano de la Universidad de Nuevo Mexico, en el Cañón Chaco. A fines de agosto fue nombrado miembro
de la Escuela de Investigación Americana, una de las instituciones
auspiciadoras de las jornadas (Lothrop 1948: 52; Daggett 1994: 58-60).
En setiembre, ofreció una serie de charlas en los Estados Unidos, donde
destacó la necesidad de mejorar la cooperación interamericana y el apoyo técnico a través de las investigaciones en el área andina (Carrión
1947: 6; Mejía 1948: 29; Daggett 1994: 60). Todo ello condujo a la fundación del Instituto de Investigaciones Andinas, el 26 de setiembre, en la
ciudad de New York, con el apoyo de Truxton Beale y Robert Woods
Bliss (Lothrop 1948: 52; Tello 1959: 11). Este instituto fue incorporado
como una entidad sin fines de lucro en el Estado de New York en febrero
de 1937; y fue Tello el representante científico de Sudamérica. Desde
entonces ha realizado diversas expediciones arqueológicas en el área
andina, especialmente en el Perú (Strong 1943: 2; Carrión 1947: 6; Mejía
1967b: xxiii). A fines de noviembre, Tello dio una conferencia en México,
en la Academia Nacional de Ciencias Antonio Alzate (Espejo 1948b: 18).
A fines de enero de 1937, Tello dirigió las exploraciones en el valle
de La Leche en Lambayeque y las excavaciones en los cementerios de La
Ventana, Illimo y Batán Grande, con la finalidad de comprobar el hallaz-
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go de objetos de oro por parte de saqueadores organizados. Además,
registró una sucesión de culturas costeñas y sus relaciones con Chavín
(Tello 1937; Carrión 1947: 6; Valcárcel 1966: 37; Mejía 1967b: xvi). Tello
difundió estas investigaciones a través de conferencias y en los diarios
capitalinos entre enero y abril (Espejo 1948b: 18).
A mediados de mayo de 1937, el filántropo norteamericano Nelson
Rockefeller visitó el Instituto de Investigaciones Antropológicas y ofreció apoyar económicamente a Tello para la preservación de algunos fardos funerarios de Paracas, que se encontraban allí en peligro de deterioro. Esta oferta fue aceptada con la aprobación del nuevo gobierno militar
de Benavides. También se acordó enviar cinco fardos funerarios al Museo Metropolitano de Arte o al Museo de Historia Natural, ambos en
New York, con la finalidad de conseguir más fondos (Lothrop 1948: 52;
Daggett 1994: 60-61).
A mediados de junio de 1937, Tello, acompañado de su equipo técnico y estudiantes norteamericanos, entre ellos Donald Collier, partió de
Lima e inició la Expedición Arqueológica al Marañón; fue auspiciado
por Nelson Rockefeller y el Instituto de Investigaciones Andinas. Diversos sitios fueron explorados y excavados en los valles de Chancay,
Huaura, Supe, Pativilca y Fortaleza (Ruiz [s.d.]). Luego, arribó al valle de
Casma a fines de junio, donde descubrió los siguientes sitios: Cerro
Sechín, Sechín Alto, Pampa de las Llamas, La Cantina, Moxeque y Pallka.
Excavó en el primero y registró monolitos grabados (Tello 1942a: 236;
Mejía 1948: 15; Mejía 1967b: xvi). En un breve reporte periodístico de los
resultados de dicha expedición, Tello (1938a: 3-4) distingue tres momentos de ocupación en el valle de Casma y observa que el temprano es el
más importante. Planteó que Sechín Alto tiene un planeamiento arquitectónico similar a Chavín de Huántar pero sin la presencia de cerámica
Chavín, y que era probablemente anterior. En otro artículo periodístico,
Tello (1939) describe los sitios arqueológicos situados entre Lima y
Paramonga, y les asigna su filiación cronológica y cultural. A fines de
setiembre, Tello partió del valle de Casma rumbo al Norte; exploró los
sitios ubicados en los valles de Nepeña, Lacramarca, Santa, Moche y
Jequetepeque. El equipo arribó a Cajamarca a inicios de octubre y exploró
los sitios de Otuzco, Chokta, Yanacancha, el acueducto de Kumbe-mayo,
Cochabamba (Chachapoyas), Nunamarca (Pataz), Marcahuamachuco y
Wiracochapampa (Huamachuco). Retornó a Lima a mediados de diciembre (Mejía 1956; Mejía 1967b: xvi).
A partir de la Expedición Arqueológica al Marañón, Tello planteó la
existencia de una cultura regional en Cajamarca estrechamente vinculada con Recuay, y que la zona-hábitat de la cultura Chavín era la cuenca
del Marañón; además, sostuvo la existencia de una antigua cultura que
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se manifestaba en la costa y la sierra, conformando un imperio con más
poderío religioso que político, cuyos templos fueron destruidos por terribles fenómenos naturales que fueron cubiertos por capas aluviónicas
(Carrión 1948: 16-18, 29; Bueno 1997: 12).
El primer semestre de 1938, Tello estuvo dedicado a la edición y
publicación del segundo y último volumen de la revista Inca (Espejo
1948a: 22). A mediados de agosto, el presidente Benavides visitó el Instituto de Investigaciones Antropológicas y dispuso que los textiles Paracas
fuesen puestos nuevamente en exhibición. Debido al interés de Rockefeller
y a que Lima sería en diciembre la sede del VIII Congreso Panamericano,
Benavides autorizó a Tello a construir un nuevo museo en el cual se
depositaría la colección Paracas y le prometió los fondos para ello (Lothrop
1948: 52; Daggett 1994: 61). A fines de setiembre, una ley ordenó la reorganización de los museos de la Nación, y a comienzos de octubre, el
Museo de Antropología fue creado, por un decreto presidencial, a partir
del Instituto de Investigaciones (Mejía 1967b: xx; Daggett 1994: 62). En la
navidad de 1938, el Museo de Antropología abrió sus puertas en un
local más amplio y moderno en Magdalena Vieja. Tello fue nombrado
oficialmente como director el 3 de enero de 1939 (Daggett 1994: 62).
En agosto de 1939, Tello asistió a la primera sesión del XXVII Congreso Internacional de Americanistas en la Ciudad de México y presentó
su ponencia “Sobre el descubrimiento de la Cultura Chavín del Peru”
(Tello 1942a; Carrión 1947:6). En setiembre, se desarrolló en el Museo de
Antropología una recepción para los delegados de la segunda sesión del
XXVII Congreso Internacional de Americanistas, llevada a cabo en Lima,
y en la cual Tello tuvo una activa participación. Había dispuesto la construcción de una impresionante réplica del templo de Nepeña en el patio
de ingreso del museo; dio la bienvenida a los asistentes al congreso y los
guió a los sitios de Cajamarquilla y Pachacamac (Basadre 1942: lv-lvi;
Lothrop 1948: 52; Wong 1997: 6). Con este motivo, en 1938 Albert Giesecke
había dirigido los trabajos de limpieza y escombramiento de estructuras
arquitectónicas de dichos sitios, de modo que se encontró en Pachacamac
un ídolo de madera que actualmente se exhibe en el Museo de Sitio
(Valcárcel 1966: 47; Ravines 1989: 26).
En la segunda sesión (21), Tello presentó su brillante ponencia, considerada su obra de madurez, “Orígenes y Desarrollo de las Civilizaciones Prehistóricas Andinas” (Tello 1942b), en la cual trató acerca de las
culturas que integran la civilización andina, su caracterización y clasificación, distribución espacial y ubicación cronológica. Tello planteó que
existían tres troncos originarios de la civilización andina, uno de ellos
Chavín-Kotosh, los cuales dieron origen a diversas culturas en los Andes occidentales y orientales. Según Tello (1942: 88-93), la civilización
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Chavín-Kotosh se caracterizó por presentar edificios de roca, obras
escultoricas exponentes de un arte lítico avanzado, cerámica monocroma
y representaciones de seres en torno al motivo felínico. También propuso
la existencia de cuatro grandes edades y civilizaciones, la más antigua
de las cuales abarcaría desde el segundo milenio antes de la era cristiana, y la más reciente era la civilización Inca (Tello 1942c; Carrión 1948:
18-19, 30). Es importante destacar que aún no se conocía la datación por
radiocarbono y que recientes investigaciones en la costa central (Caral)
plantean que la civilización andina se inició en el tercer milenio antes de
Cristo.
A fines de setiembre de 1939, junto a Valcárcel y otros investigadores, se debatió sobre la formación de una nueva entidad arqueológica.
Este encuentro originó la creación de la Asociación Peruana de Arqueología. Las reuniones se desarrollaron normalmente en el Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos (Editor 1940: 78-84) y Tello
participó en el comité editorial de su publicación oficial, Chaski. Tres
números fueron presentados durante el periodo 1940-1941 (Espejo 1948a:
22). También entre setiembre y octubre, Tello habría comisionado a Mejía
Xesspe para desarrollar exploraciones y excavaciones en el Callejón de
Huaylas, especialmente en los sitios de Katak, Chinchawas y Katey
(Valcárcel 1966: 25-27; Mejía 1967b: xvi).
A mediados de mayo de 1940, y con el auspicio del Ministerio de
Fomento, Tello, el equipo técnico y los obreros, empezaron las
excavaciones en Pachacamac, las que continuarían hasta 1946 (Tello
1943; Daggett 1988: 17-20). Entre 1940 y 1941, los trabajos se desarrollaron en el sector Mamacunas o Acllawasi, el templo del Sol, la Plaza de
los Peregrinos y en el ushnu Inca (Anónimo 1940a, 1940b; Tello 1940,
1943). Las excavaciones y el inicio de la restauración en Mamacunas,
donde trabajaron Cirilo Huapaya y Luis Cossi, permitieron registrar construcciones de rocas, una red de cisternas y acueductos que desaguan en
Urpay Wachak, y definir dos momentos de ocupación: el primero, asociado a construcciones con bloques de roca labrada; el segundo, asociado a los adobes paralelepípedos Incas (Tello 1940; Valcárcel 1966: 47-48;
Tello y Mejía 1967b; Mejía 1967b: xviii). Tello distinguió cuatro sectores
de edificaciones en Pachacamac: templos, palacios cercados, aposentos
menores no cercados y las residencias del pueblo. También planteó que
Urpay Wachak sería contemporáneo con el templo de Pachacamac, debido a la presencia de adobes pequeños; además, que el templo del Sol y la
ocupación tardía de Mamacunas serían edificaciones gemelas (Tello
1940).
En setiembre de 1940, Tello, Valcárcel y William Strong (representando al Instituto de Investigaciones Andinas), realizaron una investi-
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gación arqueológica en el valle de Nazca (Strong 1948: 55-56). Asimismo, Tello encargó a Luis Cossi, Hernán Ponce y Cirilo Huapaya realizar
trabajos arqueológicos en Tambo Colorado, mientras Mejía exploró la
provincia de Chocorvos en Huancavelica (Valcárcel 1966: 54-55; Ravines
1989: 26). A mediados de setiembre, Tello fue autorizado por un decreto
presidencial a investigar en Chavín de Huántar, y otra resolución ministerial le dio el permiso para liderar el equipo del Museo de Antropología.
Las excavaciones fueron desarrolladas de noviembre a diciembre; se descubrió la fachada completa del templo y ciento diecinueve artefactos,
principalmente esculturas de roca que la adornaban, los cuales fueron
colocados en el museo de sitio inaugurado a mediados de diciembre
(Tello 1960: 135, 361; Valcárcel 1966: 52). Lamentablemente, a mediados
de enero de 1945, un aluvión arrasó el museo y gran parte de los materiales se perdieron. Por fortuna se habían obtenido moldes de la mayoría de
las esculturas (Mejía 1967b: xvi; Silva 1997: 10). También en 1940, Julio
Espejo Nuñez realizó una exploración de la cuenca del Pukcha, registrando diversos sitios arqueológicos. Las investigaciones en dicha cuenca fueron continuadas posteriormente por él en la década del cincuenta
(Ravines 1989: 26, 112).
En 1941, el Instituto de Investigaciones Andinas envió algunos equipos de investigadores al Perú. Así, Tello y Lothrop fueron los codirectores de un proyecto relacionado con los fardos funerarios de Paracas; se
descubrió en Ocucaje (Ica) manifestaciones del periodo Cavernas (Strong
1943: 7; Carrión 1947: 16; Ravines 1989: 26). Las publicaciones acerca de
Paracas y las sociedades del centro andino, a las que Tello dedicó sus
últimos años, fueron editadas póstumamente (Carrión 1948: 29; Tello
1959; Tello y Mejía 1979). A fines de mayo de 1941, Tello fue nombrado
miembro honorario del Real Instituto Antropológico de Gran Bretaña e
Irlanda (Mejía 1948: 30). En mayo y junio de 1941, Tello encargó a Luis
Cossi y Mejía Xesspe la exploración de las provincias de Pisco y
Castrovirreyna, quienes investigaron y continuaron consolidando las
edificaciones de los sitios Inca de Tambo Colorado, Huaytará, Inkawasi
de Huaytará y otros (Valcárcel 1966: 54-56; Mejía 1967b: xviii). También
se realizaron exploraciones en los valles de Supe, Chilca, Mala y Arequipa
(Carrión 1948: 16). A fines de 1941, Tello regresó a Chavín con el equipo
técnico, entre ellos Julio Espejo, quien en octubre realizó trabajos de exploración en la región (Mejía 1948: 15; Valcárcel 1966: 52).
En febrero de 1942, Tello habría comisionado a Cirilo Huapaya la
exploración del valle de Asia (Valcárcel 1966: 29). A mediados de junio
de 1942, Tello partió de Lima liderando una expedición arqueológica
auspiciada por la Viking Fund de New York y por la Fundación Wenner
Gren para la Investigación Antropológica. Esta última había auspiciado
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también los trabajos de Paul Fejos en el Alto Urubamba (Cusco), en 1940
y 1941 (22), y quien compartió informaciones con Tello (Ravines 1989:
26; 115; Valcárcel 1966: 58-59). Luego de explorar los sitios arqueológicos cercanos a Jauja y Huancayo, en la cuenca del Mantaro, continuaron
hacia Huanta, Ayacucho y Cangallo. Tello llegó al Cuzco, a mediados de
julio, para recorrer las cuencas del Urubamba y Vilcanota (Mejía 1967b:
xviii). Realizó investigaciones en Machu Picchu y Ollantaytambo. A fines de agosto descubrió el sitio de Wiñay Wayna, donde la expedición
(conformada también por Mejía, Llanos, Cossi, Huapaya y Chávez Ballón)
trabajó hasta mediados de octubre o noviembre (Valcárcel 1966: 56-57;
Mejía 1967a: 7). En noviembre, Tello fue nombrado Doctor Honoris Causa
en la Universidad Nacional del Cusco (Mejía 1948: 30). En 1942, dirigió
las exploraciones en los valles de Moquegua, Locumba y Tacna, especialmente él hizo exploraciones entre Paracas y Atico (Valcarel 1966: 59;
Mejía 1967b: xviii).
A mediados de agosto de 1943, un decreto autorizó la construcción
de un nuevo local para el Museo de Antropología. En julio de 1944 se
colocó la primera piedra, pero sólo eso (Daggett 1994: 63; Espejo 1948b:
20). También en 1943, Tello continuó dirigiéndo las exploraciones en el
sur del Perú, especialmente en los valles de Ocoña, Majes, Chorunga y en
Condesuyos. Encargó tales labores a Mejía Xesspe, Abelardo Santistéban
y Flores García (Valcárcel 1966: 81-82; Mejía 1967b: xviii). Tello trabajo
también ese año en Ocucaje, un sitio que consideraba del tipo Paracas, y
que había descubierto anteriormente (Lothrop 1948: 53).
Tello continuamente realizaba inspecciones y trabajos en los sitios
arqueológicos de Lima, muchos de los cuales han sido destruidos por la
expansión urbana. Realizó supervisiones entre 1935 y 1941, y dirigió los
trabajos en Jicamarca en 1938 y 1944; en Cajamarquilla registró entierros
estratificados; también trabajó en Huallamarca en 1939; Makat Tampu
en 1944; Orrantia en 1945, entre otros. Luego, comisionó a su equipo
técnico la exploración de sitios en el valle alto del Rímac y Santa Eulalia,
entre ellos San Pedro de Mama (Lothrop 1948: 53; Mejía 1948: 16-17;
Valcárcel 1966: 60-63; Mejía 1967b: xviii). Los cuadernos de campo acerca de sus trabajos en los valles de Lima han sido editados recientemente
(Shady y Novoa 1999). También en mayo de 1944, Tello habría comisionado la exploración de Huallanca en el Callejón de Huaylas (Valcárcel
1966: 26) y de la cuenca del Pampas, desde Choclococha hasta su confluencia con el Apurímac (Mejía 1967b: xviii).
En 1945, Tello dirigió el primer programa nacional de rescate arqueológico en Ancón (23), en representación del museo y por encargo del
Patronato Nacional de Arqueología (Tello 1946; Ravines 1989: 28). En
un artículo periodístico denunció la destrucción de la Necrópolis por
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parte de la Compañía Urbanizadora Miramar, lamentando la pérdida de
valiosa información cultural acerca de entierros tempranos y la desidia
de las autoridades. Sostenía que el reconocimiento arqueológico debe
necesariamente preceder a la urbanización moderna (Tello 1946: 3, 6;
Lothrop 1948: 53).
A fines de enero de 1945, el Museo de Antropología abrió sus puertas en su nueva y actual ubicación en Pueblo Libre, con la denominacion
de Museo Nacional de Antropología y Arqueología, y con Tello como
director. Mientras, el Museo Nacional de Historia quedó bajo la dirección de Luis E. Valcárcel (Mejía 1967b: xx; Daggett 1994: 63). En 1945,
Tello dirigió los trabajos en Pachacamac, especialmente en el Acllawasi,
y preparó una memoria para enviarla a la Junta Departamental de Lima
(Valcárcel 1966: 49, 52). También publicó “El país de los Incas”, donde
resume sus planteamientos acerca de ellos y presenta un completo mapa
de sus caminos (Espinoza 1983). En 1946, dirigió las excavaciones en
Kuntur Wasi (Cajamarca) y las exploraciones en la parte superior de la
cuenca del Jequetepeque (Mejía 1967b: xvi). Los resultados de las investigaciones en Kuntur Wasi y Ancón serían presentados posteriormente
por Rebeca Carrión (1948b).
En 1946 se creó el Instituto de Etnología y Arqueología de la Universidad de San Marcos, bajo la dirección de Luis E. Valcárcel y Tello. A
mediados de mayo, el Consejo Universitario de San Marcos acordó la
federación de su Museo de Arqueología con el Museo Nacional de Antropología y Arqueología (Mejía 1967b: xx). Además, Tello logró ser elegido representante de la Facultad de Letras ante el Consejo Universitario. El ambicioso proyecto de Tello, por el que trabajó tenazmente cuarenta años, se había concretado. Dio lugar al museo más completo que haya
existido en el Perú y América del Sur. Reunía en un solo archivo a las
principales colecciones destinadas a la investigación y difusión, y era
integrado por más de ochenta y dos mil artefactos (Carrión 1948: 34).
Además, era el primer centro de formación profesional de antropólogos
y arqueólogos. Tello no disfrutaría mucho tiempo de su gran logro.
5. EL OCASO
A fines de julio de 1946, Tello empezó a sentirse enfermo. Viajó a los
Estados Unidos para un tratamiento en setiembre. Retornó a fines de
noviembre (Mejía 1948: 30), pero su enfermedad estaba ya muy avanzada. A mediados de abril de 1947, escribió una carta al presidente
Bustamante y Rivero (1945-1948) en que le pedía apoyo estatal para que
el museo continuara con su marcha progresiva para prestigio y gloria de
la Nación, destacando la necesidad de que peruanos y extranjeros co-
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nozcan su importancia y magnitud (Vega 1998: 81-82). Meses antes de
fallecer, Tello recomendó a Rebeca Carrión que el museo no fuera apartado de su tarea científica y las misiones que debía cumplir. Ella sería su
sucesora en la dirección del mismo (Carrión 1948: 23). Días antes de
morir, en su testamento, Tello reconoció que “no obstante mi empeño, no me
ha sido posible analizar y estudiar en forma definitiva todo el inmenso material
documental descubierto y acumulado durante largos años de labor...”. Destacó
la necesidad de continuar las investigaciones iniciadas y la publicación
de sus resultados.
El 3 de junio de 1947, a las 8:10 pm, Julio César Tello Rojas murió
luego de meses de dolorosos tratamientos en la clínica del Hospital Arzobispo Loayza. Tenía 67 años (24). El 6 de junio su féretro fue trasladado desde la rotonda del museo hacia el Cementerio General de Lima
(Mejía 1948: 30; Mejía 1967b: v), donde fue enterrado con honores de
Ministro de Estado. Un año despúes, y tal como lo dispuso en su testamento, sus restos fueron sepultados en un mausoleo en el museo que con
tanto esfuerzo creó y siempre amó.
EPÍLOGO
En su testamento, Tello dejó instrucciones para que sus documentos
y libros pasaran a ser parte de su Alma Mater (Valcárcel 1966). Así, los
cuadernos de campo y textos inéditos fueron depositados en el Archivo
Central. Actualmente, constituyen el Archivo Tello, que forma parte del
Museo de Arqueología y Antropología de San Marcos, que él mismo
fundó; y que está bajo la custodia de su familia y la Universidad.
Tello era de la opinión de que debía dejar sus notas de campo y
colecciones ordenadas para que otros investigadores las publicaran
(Lothrop 1948: 53). Por ello, sus principales obras fueron editadas
póstumamente por su leal colaborador, Toribio Mejía Xesspe, y publicadas por la Universidad y el Instituto de Investigaciones Andinas, hasta
que la muerte de Mejía en 1983 interrumpió estas publicaciones. Ellas
fueron retomadas en 1999 por el Museo de Arqueología y Antropología
de la Universidad en forma de Cuadernos de Investigación del Archivo
Tello. Asimismo, sus libros y revistas reunidos durante toda su vida, e
integrada por más de doce mil libros y folletos encuadernados en 7,662
volúmenes, pasaron a ser parte de la Biblioteca Central de la Universidad (Carrión 1948: 28; Valcárcel 1966: 21). Esas eran sus únicas riquezas
y su legado a la posteridad, pues vivió y murió modestamente.
En comparación con la inmensa información reunida, Tello publicó
pocas monografías, en las que no abundan los detalles técnicos de sus
excavaciones, exploraciones y análisis de materiales, pues presentó prin-
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cipalmente los resultados (Lothrop 1948: 53). Ello provocó una sensación equivocada acerca de su pericia como arqueólogo. Pero el registro
detallado se encuentra contenido en sus notas de campo y en las de su
equipo técnico, que se hallan depositadas en el Archivo Tello.
La casa de la familia Tello en Huarochirí, que tanto influyó en su
obra, fue declarada Monumento Histórico-Artístico por el Instituto Nacional de Cultura en 1996. En la placa recordatoria está escrito: “En esta
casa nació el eminente sabio peruano Julio César Tello el 11 de abril de
1880; la ciudad de Huarochirí rinde este homenaje de admiracion y gratitud a su hijo ilustre”. Recientemente, la Municipalidad de Huarochirí y
la Universidad Ricardo Palma han inaugurado, en la plaza principal de
la ciudad, han inaugurado un monumento en su memoria. Debería tener
el mismo destino que su casa de Huarochirí aquella casa en la cual vivió
reservada y modestamente con su familia en Miraflores, Lima, construida en estilo prehispánico y conocida como Inkawasi, donde se reunió
cordialmente con Basadre y otros intelectuales (Basadre 1997: 2) y que
fue su templo del conocimiento. Respecto a su familia, Julio Tello Dueñas asumió la defensa activa del legado de su padre a partir de 1974.
El museo que con tanto esfuerzo Tello creó, inspirado en los grandes
museos europeos que conoció, es uno de sus principales legados y sigue
existiendo con la denominación de Museo Nacional de Antropología,
Arqueología e Historia. La concepción museográfica que Tello dejó, ordenada secuencialmente por culturas y temas y destinada a la enseñanza (Carrión 1948: 21), fue transformada en la década del setenta. Mientras tanto, el viejo proyecto de un nuevo museo continúa siendo un eso,
un proyecto, por la falta de apoyo estatal o privado. Cada 11 de abril, los
arqueólogos nos reunimos para conmemorar su nacimiento en el mausoleo donde se encuentra descansando.
La actual universidad peruana conserva muchas de las propuestas
de Tello contenidas en su Reforma Universitaria, entre ellas las especializaciones, los cursos de cultura general, los institutos de investigación,
la escala de docentes, los cursos obligatorios y electivos, especialmente
el espíritu científico (Carrión 1948: 27). Es una institución con la cual
Tello se identificó toda su vida y que, pese a los problemas que atravieza,
intenta satisfacer las necesidades del país, estando a la par con las universidades privadas y extranjeras.
Se ha especulado que Tello no creó escuela de investigadores y que
no formó arqueólogos, y eso no es cierto. Aún existe el Instituto de Investigaciones Andinas que él contribuyó a crear en 1936. Esta entidad auspició también los trabajos de John Murra en 1941 en la Sierra Central y el
Proyecto Virú en 1946. Tanmbién están las publicaciones donde Tello
propone la creación del Instituto Nacional de Antropología en el Perú
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(1931), el Instituto Internacional de Arqueología (1939) y una Escuela
Inter-americana de Arqueología, ya que para él era decisiva la contribución de la Arqueología en la solución de los problemas nacionales y
latinoamericanos, pues fortalecía la autoestima colectiva, no sólo de los
indígenas sino también de los criollos y mestizos. Así, la
institucionalización de la Arqueología era necesaria (Carrión 1948: 3233; Espejo 1948b: 16, 19). Pero en el Perú, Tello no disfrutó del respaldo
económico de instituciones adecuadamente organizadas, estables y equipadas. Por ello, conciente de esta limitación, concentró sus esfuerzos
crearlas y organizarlas (Jave 1980: 28). Recién un año antes de la muerte
de Tello, se crearon el Museo Nacional y el Instituto de Etnología y Arqueología, donde se formaría la aún vigente primera generación de
arqueólogos y antropólogos profesionales peruanos, muy influenciados
por la emergente escuela norteamericana (Morales 1997, 1998).
La Escuela dejada por Tello, ante la falta de seguidores en la Universidad, la constituye su equipo técnico, algunos de ellos sin formación
académica (en una profesión que aún no existía), pero sí con una vasta
experiencia de campo, compenetrados en el estudio del pasado peruano
y la protección del patrimonio. Ellos continuaron con las investigaciones iniciadas por Tello y publicando hasta la década del ochenta. No
pocas veces fueron incomprendidos y maltratados. Gracias al equipo
técnico, la obra personal de Tello aparece sobredimensionada, porque
ellos y él fueron uno solo para conseguir sus objetivos; muchas exploraciones y trabajos los realizaron cumpliendo las instrucciones de Tello.
A partir de la Conferencia de Chiclín de 1946, donde se redefinió la terminología y periodificación de la Arqueología peruana, y de los trabajos de Rowe
en la década del cuarenta, la escuela peruana de Arqueología creada por Tello
(caracterizada por su perspectiva indigenista, su aproximación a la religiosidad
andina y su compromiso con el presente) empezó a sentir los embates de la cada
vez más creciente influencia de los arqueólogos extranjeros que trabajaban en el
Perú y su tendencia histórico-cultural, de fases y estilos, y funcionalista. Así, la
agenda de la investigación arqueológica nacional empezó a ser escrita por ellos
(Silverman 1996: 10-14; Morales 1997: 13) (25). Esta situación se acrecentó
con la muerte de Rebeca Carrión Cachot en Guatemala en 1960, con el temprano
alejamiento y desaparición de Eugenio Yacovleff en 1934, y los posteriores
fallecimientos de Mejía Xesspe en 1983, Julio Espejo en 1984 (Ravines 1989), y
recientemente de Chávez Ballón. Debe tenerse presentes a Pedro Rojas, Hernán
Ponce, Cirilo Huapaya, Genaro Farfán y Luis Cosi, entre otros.
Respecto a los planteamientos de Tello acerca del carácter autóctono de la civilización andina, en esencia siguen plenamente vigentes. Su
antigüedad y origen pre-Chavín son temas que las recientes investigaciones aclararán en los próximos años. Aunque ahora ya es otro tiempo,
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una relectura integral de las obras de Tello es necesaria, pues han sido
poco leídas y entendidas, pero bastante plagiadas, criticadas o ignoradas. También es necesario continuar con la publicación de sus cuadernos de campo. De esta manera, trascendiendo a la muerte, Tello y su
equipo continuarán reconstruyendo las historias de nuestros antepasados y, vinculándolas con el presente, reivindicarán a mujeres y hombres
andinos de ayer y hoy.
Para Tello, el Perú era básicamente indígena e intentó mejorar las
condiciones de vida de la población nativa, desde su posición de médico, congresista, catedrático y arqueólogo (Lothrop 1948: 53). En el Perú,
Tello fue una de las personas que más contribuyó a la revaloración e
integración de los indígenas durante el siglo XX, y a la idea de que eran
la parte fundamental de la Nación. Su legado se extiende a toda América
latina y a todos los grupos étnicos que la habitan.
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En este periodo, al igual que otros personajes, Tello fue muy maltrado debido a su
identificacion con el gobierno de Leguía, a quien había apoyado en el Congreso. Fue
calumniado, atacado e incluso detenido. Pero también por un fuerte prejuicio étnico y
recelo contra él (Jave 1980: 27, 32-34; Castillo y Moscoso 2002: 168, 182). En este
contexto político adverso, Tello no se identificó, ni antes ni despúes, con los partidos de
Haya de la Torre y Mariategui, aunque existieron algunas coincidencias ideológicas, mas
no pragmáticas, con el Amauta con relación a la reinvindicación del indio y el campesino
ante el real problema de su explotación. Por ejemplo, Tello no escribió en la revista
Amauta (fundada en 1926) y tampoco aparece citado en Los 7 Ensayos (publicado en
1928), lo cual se explicaría en parte por el hecho de que Mariátegui estuvo en Europa
entre 1919 y 1923, y dos de las obras tempranas de Tello se publicaron en 1921 y 1929.
Es probable que Mariátegui no tuviera acceso a ellas. Además, ambos personajes asumieron
diferentes posiciones frente al indigenismo (Flores 1987: 271-273, 280; Cotler 1988:
214, 216; Vega 1998: 99).
A esta segunda sesión, Tello invitó a Uhle, a quien admiraba pese a estar en desacuerdo
con sus ideas. En aquellos años, Uhle había perdido gran parte de la lucidez que lo
caracterizó y que lo ha hecho ser considerado, junto a Tello, uno de los padres de la
Arqueología peruana (Rowe 1954: 18-19; Mejía 1967b: xii; Jave 1980: 34). Uhle vivió
bajo la protección del gobierno peruano hasta 1942. Debió regresar a Alemania, donde
murió en 1944, pues el Perú le había declarado la guerra a Alemania dentro del contexto
de la Segunda Guera Mundial (Rowe 1954: 18-19). El gobierno de Manuel Prado (19391945) se alineó contra del nazismo y mantuvo una campaña proindígena. Su política
planteaba que el potencial económico del Perú se lograría cuando los indígenas fueran
educados e integrados a la sociedad (Davies 1974: 130; Cotler 1988: 253-254). Fue
durante su gobierno cuando el mito “del peruano Tello que derrotaba al alemán Hule”
comenzó a crearse hasta convertirse en el discurso oficial del Estado. Tello fue considerado
héroe nacional y símbolo del grandioso pasado del Perú. Fue un nacionalismo acrecentado
además por la victoriosa campaña militar contra el Ecuador en 1941.
Los trabajos continuaron hasta 1947 bajo la dirección de Tello, y luego fueron asumidos
por Rebeca Carrión (Ravines 1989: 28). Este proceso de expansión urbana y
modernización, muchas veces en perjuicio del patrimonio cultural, fue acelerado por las
oledas migratorias de la década del 40 hacia las ciudades, originadas a partir de 1935 por
la expansión de la red vial y los flujos mercantiles entre la costa y la sierra (Flores
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Galindo 1987: 291).
Siguiendo sus instrucciones, el Dr. Weiss embalsamó su cadáver, extrajo su corazón, y una
mascarilla mortuoria fue elaborada por Luis Cossi Salas (Wong 1997: 6). Las causas de su
enfermedad son desconocidas.
El Perú no fue un caso aislado. A partir de la década del 50, la Antropología y Arqueología
en Latinoamerica estuvieron fuertemente influenciadas por la escuela norteamericana
(Boas-Kroeber-Rowe), la Antropología francesa de Levi-Straus, y los planteamientos
ecológicos de Steward y White (Eriksen y Nielsen 2001: 109).
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