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Árbol de la victoria Eduardo Caccia Por alguna razón que mi limitado entendimiento no conoce, el ser humano colecciona victorias, seguramente como un refrendo a su naturaleza por sobrevivir y dominar, o tal vez como alimento al ego. Desde las narrativas cavernarias en forma de trazos rupestres, hasta los videos autoproducidos que circulan por el ciberespacio, el testimonio de un logro nos ha acompañado siempre. Pero qué pasa cuando una persona, sociedad, o todo un país, anclan la derrota a su código cultural. Esta semana ocurrió un hecho sobresaliente. El jefe de la delegación capitalina Miguel Hidalgo, Víctor Romo, durante una acto donde se presentó el remozamiento de la Plaza del Árbol de la Noche Triste, dijo que solicitará al INAH que se cambie el nombre a Plaza del Árbol de la Noche Victoriosa. La genialidad fue secundada por Miguel Ángel Mancera, quien atinadamente propuso que fuera una parada obligada dentro de los tours citadinos. El simbolismo de esta petición es trascendente. Los mexicanos venimos arrastrando la derrota histórica a tal grado que forma parte de nuestro adn nacional. El ahuehuete de Popotla tiene una placa que oficializa el llanto español, no el triunfo mexica. Es hora de darle la vuelta, resignificar a nuestro favor (y esto no implica tergiversar la historia). En La Visión de los Vencidos, Miguel León-­‐Portilla, hable de los “Cantos tristes de la conquista”, y recupera la voz de los cantares nativos que salen de una herida que aún supura. No nos extrañe que uno de los gritos de esperanza que más usamos sea “¡Sí se puede!”, arenga que anhela la excepción: la remota victoria. Tailandia tiene su Monumento de la Victoria en Bangkok, Francia el Arco del Triunfo, Korea el Pukkwan, los griegos a Nike, deidad de la victoria, que fue astutamente tomada para significar hoy en día el grito de guerra del ganador: “Just do it!” El lenguaje secreto de los monumentos y los nombres que usamos en algunas calles, nos delatan: Ángel de Independencia (por cierto una victoria alada que no vemos como tal), Monumento a la Revolución, Niño Perdido, Barranca del Muerto, y para completar el mosaico: Calzada de los Misterios. Opresión, revuelta, desgracia y misticismo. Símbolo que no conviene, o se resignifica o se elimina. La Estela de Luz, ícono de corrupción, debería temblar. Supongo que pocas culturas recrean símbolos de derrotas, nosotros estamos en la lista. Estados Unidos por ejemplo, tiene en Arlington y en otros sitios, la emblemática escena triunfante de los soldados en Iwo Jima. La imagen refuerza el inconsciente colectivo de un pueblo que se siente hecho para ganar. Tal vez por ello nuestros compatriotas allá celebran el Cinco de Mayo como día de la independencia mexicana. Un triunfo los inspira. La propuesta del delegado Romo, debe prosperar. El lenguaje que usamos es el filtro de la realidad que creamos. La neurolingüística ha probado que las palabras moldean conductas. De ahí que esta iniciativa o la de Agustín González Garza, “Hoy di algo bueno de México” (que invita a exaltar desde una medalla de oro hasta un taco al pastor), sean dignas de tomarse en cuenta para producir un cambio de mentalidad y luego de conducta. Está en juego algo mayor: ¿cómo forjar la mentalidad de triunfo de una nación? Nuestro himno nacional, por más bello que sea, no nos ayuda en su letra a la construcción de una mentalidad ganadora. Espero no ofender a nadie, pero qué bueno que no es obligatorio cantarlo completo, para hablar de batallas sangrientas están hoy los noticieros. León-­‐Portilla cita al poeta nahua, Natalio Hernández Xocoyotzin, que con maestría y belleza en “Necesitamos caminar solos”, alude al destino de su raza (nuestra raza) pero también a ese árbol de la victoria que merecemos: “Algunas veces siento que los indios/esperamos la llegada de un hombre/que todo lo puede,/que todo lo sabe/que nos puede ayudar a resolver/ todos nuestros problemas./ Sin embargo, ese hombre que todo lo puede/y que todo lo sabe/nunca llegará,/porque vive en nosotros/se encuentra en nosotros/camina con nosotros/aún duerme,/pero ya está despertando.” Hay noches que iluminan; gobernar es saber cuando prender la luz. Si te gustó, escríbeme. Si no, también: [email protected] Sígueme en Twitter: @ecaccia Visita mis páginas: http://www.mindcode.com http://www.eduardocaccia.com Eduardo Caccia ayuda a las empresas a innovar (vender más), a partir de entender el consciente y el subconsciente del consumidor. Really? Publicado en Mural, El Norte, y Reforma el 24 de Febrero de 2013.