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HIPÓTESIS DEL PROYECTO
Partiendo de estos presupuestos teóricos, es como hemos abordado el análisis de los procesos de
empobrecimiento y exclusión. Dicho análisis tratará de contrastar tres hipótesis, que se derivan de
las reflexiones planteadas en los apartados anteriores. Son las siguientes :
1- La exclusión es un fenómeno multifactorial, un proceso en el que determinadas condiciones
impiden que la persona, el grupo o una parte de la población disponga de la autonomía
individual que permite acceder a los derechos más elementales. Es la suma de factores lo que
genera la exclusión, porque la situación de una persona en la sociedad no se debe a una causa
única, a un solo elemento, sino que depende de múltiples circunstancias y motivos.
2- El género es una variable significativa para el análisis y la comprensión de los procesos de
exclusión social, a pesar de que generalmente no se ha tenido en consideración en las
aproximaciones que se han hecho al fenómeno. Esta afirmación responde al hecho de que la
pobreza y la exclusión social afectan de manera diferente a hombres y a mujeres, siendo estas
últimas las más perjudicadas.
3- En las dinámicas sociales y económicas de nuestra sociedad existe, junto con la discriminación
de género, una discriminación de origen y étnia que refuerza los procesos de exclusión y que
incide de manera específica en las trayectorias y factores que conducen a ese proceso a
determinados grupos sociales que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. Igual
que el género, la pertenencia a una u otra étnia condiciona las oportunidades, derechos y
circunstancias que viven las personas y que en ocasiones les pueden llevar a procesos de
exclusión.
Para llevar a cabo la contrastación de estar tres hipótesis nos hemos centrado en tres colectivos de
mujeres que son particularmente vulnerables frente a la exclusión social y la pobreza: las mujeres
inmigrantes extracomunitarias, las mujeres gitanas y las mujeres a cargo de familias
monoparentales:
Mujeres nmigrantes extracomunitarias:
Diversas fuentes han constatado que en los últimos años se ha producido un aumento espectacular
de la feminización de los flujos migratorios a Europa. Aunque es cierto que las mujeres siempre han
estado presentes en las migraciones internacionales, se ha podido observar un cambio importante
respecto a las tendencias de la migración femenina procedente de países no pertenecientes a la
Unión Europea.
En las sociedades de acogida, están muy generalizados ciertos discursos e imágenes –de forma
especialmente significativa aquellos difundidos a través de los medios de comunicación- que
favorecen una percepción muy distorsionada y estereotipada de las mujeres inmigrantes. Discursos
que no reflejan su realidad y su diversidad como sujetos. Y frecuentemente se habla de la mujer
inmigrante, como si esta fuera ignorante, sumisa, exótica, resignada… pero, sobre todo, como si
fuera una categoría homogenea, cuando lo cierto es que dentro de este colectivo existe una
tremenda heterogeneidad. Heterogeneidad en cuanto a orígen, estado civil, pautas culturales,
creencias religiosas, color de la piel, causas que motivaron la migración, expectativas de futuro, etc.
Todo ello va a influir de manera diferente en sus vivencias y proceso en la sociedad de acogida.
En unas ocasiones las mujeres emigran solas: bien como parte de un proyecto propio, autónomo, o
bien como parte de una estrategia más colectiva, familiar. En otras ocasiones, la migración se
realiza con todos o varios miembros de la familia, siendo a veces ellas quienes llegan antes y otras
veces al revés, especialmente si vienen por el sistema de reagrupación familiar dependiendo
entonces de otro miembro de la familia.
Las mujeres no son sujetos pasivos que acompañan a sus maridos en el proceso migratorio, sino que
muchas de ellas también emigran con un proyecto personal, con motivaciones de carácter
económico o de otros tipos, siendo incluso algunas de ellas pioneras de la emigración en sus países
de procedencia.
Pero a pesar de las diferencias, de esta heterogeneidad, las mujeres inmigrantes extracomunitarias
también se enfrentan a problemas y dificultades muy similares en los países de acogida. Por un
lado, sufren una discriminación múltiple: por el carácter de su trabajo (segmentado por el género y
la etnicidad), por la invisibilidad en que se encuentran (tanto al nivel de las jerarquías laborales
como en la vida social), etc. Por otro lado, y muy especialmente, debido a cómo les afectan las leyes
de extranjería de los países de la UE. Leyes que las sitúan en posiciones de discriminación y falta de
derechos y oportunidades. Todo esto las convierte en sujetos particularmente vulnerables ante la
exclusión social.
Mujeres responsables de familias monoparentales:
El término “familias monoparentales” es reciente en Europa y en el estado español, ya que se utiliza
solo desde hace aproximadamente dos décadas. Esta es la denominación que actualmente reciben
las familias que, con anterioridad, en el contexto de diferentes circunstancias sociales y políticas,
eran llamadas con otros nombres, a menudo peyorativos: cabezas de familia sin cónyuge, familias
incompletas, familias disociadas, familias rotas, etc. Los conceptos utilizados para referirse a un
fenómeno nunca son neutros, inocentes, sino que responden a las imágenes, prejuicios, ideas
preconcebidas que se tiene de ellos. En el caso de la familia, la utilización de un término u otro ha
servido para reflejar posturas en cuanto a lo que se considera una “familia normal”, y estigmatizar
experiencias que adquieren diferente forma.
Cuando en este trabajo hablamos de “familias monoparentales” -suscribiendo las definiciones de la
literatura más reciente sobre el tema- nos referimos a “aquellas en que un progenitor convive con y
es responsable en solitario de sus hijos e hijas”1. Existe una gran heterogeneidad entre este tipo de
familias, dependiendo de diversos elementos: el género de la persona responsable, su edad, sus
recursos de partida… También varía el “camino” por el que se llegó a la monoparentalidad: si fue
una opción el ser madre/padre en solitario, si fue a raiz de la muerte de un cónyuge, o a raiz de una
separación o divorcio, etc. Es fundamental tener en consideración todas estas diferencias porque, de
hecho, son significativas y configuran “distintos puntos de partida y distintas trayectorias vitales,
que proporcionan un desigual acceso a los privilegios sociales”2. Debido a esta heterogeneidad,
algunos autores/as han cuestionado la utilidad de un concepto -monoparentalidad- que hace
1
GONZÁLEZ RODRIGUEZ, M.M. Monoparentalidad y exclusión social en España. 2000. Otra posible
definición : “aquella familia formada por un progenitor que sin convivir con su cónyuge ni cohabitando con
otra persona, convive al menos con un hijo/a dependiente u soltero/a”, según el “Final Report of Lone Parent
Families in the European Community” COMMISSION OF THE EUROPEAN COMMUNITIES, 1989.
2
GONZÁLEZ RODRIGUEZ, M.M. 2000.
referencia a situaciones muy diversas. Sin embargo, diferentes análisis han llegado a la conclusión
de que “la situación monoparental, especialmente la experimentada por las mujeres, pero también
por hombres, unifica más que separa”3, en lo que se refiere al tipo de problemas que tienen que
afrontar, las ayudas sociales a las que pueden tener acceso, etc.
Un factor importante a la hora de considerar una familia como monoparental, son las características
de los hijos/as. Solo pueden considerarse esctrictamente monoparentales aquellas familias de un
solo progenitor en las que hijos e hijas son realmente dependientes de él/ella.4.
Por otro lado, es importante distinguir la diferencia entre familia monoparental y hogar
monoparental. Entendemos por familia “un conjunto de personas, unidas por relaciones de afecto y
apoyo mutuo, comprometidas personalmente en un proyecto de vida en común que se quiere
duradero” 5 . Generalmente, se suele utilizar indistintamente familia monoparental y núcleo
familiar monoparental. El hogar, sin embargo, hace referencia fundamentalmente al hecho de
compartir un espacio común. Un núcleo monoparental puede constituir en sí un hogar independiente
-si reside en una vivienda autónomamente respecto a otros núcleos familiares- y es entonces cuando
nos referimos a un hogar monoparental, o puede estar formando parte de un hogar más amplio en el
que residan otros núcleos o parientes.
Dada la dificultad para acceder y mantener una vivienda propia, ocurre a menudo que las mujeres
monoparentales vayan a vivir con otros miembros de su familia, generalmente con sus padres. Es lo
que en la literatura sobre el tema se denomina “familias monoparentales dependientes”. Este dato es
importante porque en la mayoría de los estudios sobre monoparentalidad llevados a cabo hasta el
momento –al menos a nivel del estado español- no se ha distinguido entre “familia” y “hogar” y se
ha tomado este último como unidad de análisis, con lo cual hasta hace bien poco, no se tenía en
consideración a las familias monoparentales dependientes, que quedaban invisibilizadas bajo el
paraguas del hogar de los abuelos, minimizando así la cantidad y necesidades de quienes se
encuentran en situación de monoparentalidad.
Durante los últimos años, y especialmente desde hace un par de décadas, diversos organismos
internacionales se han hecho conscientes de las difíciles situaciones que atraviesan las familias a
cargo de mujeres monoparentales y de sus necesidades específicas6. Entre los grupos identificados
por la Comisión Europea como especialmente vulnerables a sufrir procesos de exclusión social, es
el que tiene mayor probabilidad de caer en la pobreza. Adicionalmente, una vez se encuentran en
situación de pobreza, la probabilidad relativa de permanecer en ella es superior a la del resto de la
población. Los altos niveles de pobreza que sufren las familias monoparentales a cargo de mujeres
3
ALMEDA, E. Y FLAQUER, LL. La monoparentalidad en España: claves para un análisis sociológico.
1992.
4
Aunque hay bastante coincidencia, no existe un consenso absoluto sobre los elementos que determinan la
condición dependiente de los hijos. Existe acuerdo respecto a que su estado civil debe ser de soltería, y
respecto a que la edad es un elemento importante. Pero para cada país (haciendo referencia siempre a Europa),
varía la edad máxima para ser considerados dependientes. En el estado español, es de 18 años. Aún así, y
sobre todo con vistas a hacer análisis comparativos, conviene prestar atención a los criterios que diferentes
estadísticas utilizan para determinar la dependencia de los hijos/as, ya que en ocasiones no es la edad lo que
se tiene en cuenta, sino otros elementos: la dependencia económica, la incapacidad física o psíquica, etc. Y
también hay algunos autores para quienes la sola existencia de hijos/as en un hogar encabezado por un solo
progenitor, es causa suficiente para que sea considerado monoparental.
5
GONZÁLEZ RODRIGUEZ, M.M. 2000.
6
Primer programa para combatir la pobreza de la Unión Europea, en 1981 ; Resolución del Parlamento
Europeo en Julio de 1986 (JO de 8-9-86); Resolución del Parlamento Europeo en 1993 (JO de 8-9-93);
Comité Económico y Social (JO de 20-1-92); Conferencia Mundial Sobre las Mujeres, Pequín, 1995, etc.
reducen seriamente su bienestar y su capacidad de elección en el corto plazo; sin embargo, es la
permanencia en la pobreza lo que verdaderamente constituye un riesgo de exclusión social. La
pobreza prolongada amenaza severamente la autonomía familiar para gestionar su trayectoria vital,
es decir, sus recursos materiales, financieros y sociales.
Mujeres gitanas:
Tras siglos de persecución, marginación, e incluso exterminio, y a pesar de ser ciudadanos con una
supuesta igualdad de derechos en muchos países de Europa, el pueblo gitano continúa sufriendo hoy
en día una importante marginación social. Por parte de la sociedad mayoritaria, existe un gran
desconocimiento acerca de sus particularidades culturales y de la heterogeneidad que existe dentro
de la comunidad gitana. Desconocimiento que frecuentemente se suple con prejuicios
desvalorativos acerca de las personas de étnia gitana.
La incapacidad que podemos observar en los países europeos para desarrollar modelos sociales que
incorporen la diversidad cultural, sumada a toda una historia de exclusión, hace que a las personas
gitanas se les planteen grandes dificultades para poder participar con igualdad de oportunidades en
ámbitos como el laboral, el formativo, etc.
Además, la cultura gitana, como todas, es una cultura dinámica que está experimentando cambios
fundamentales. Cambios que afectan a las actividades económicas tradicionales, a la valoración de
la formación formal, a modelos de participación, etc. Incorporar estos cambios a la vez que se
mantiene su identidad cultural como pueblo hace que nos encontremos en un momento
particularmente interesante, y de manera muy especial en lo que respecta a las mujeres.
Las realidades de las mujeres gitanas son muy diversas. Sin embargo, en general, se enfrentan a una
discriminación doble: por ser mujeres y por ser gitanas. Como mujeres, comparten con las mujeres
payas muchos de los problemas vinculados a la inserción y promoción laboral, por ejemplo. Pero
además, como gitanas, se encuentran con una serie de desventajas por pertenecer a una minoría
étnica poco considerada en la sociedad mayoritaria y porque su identidad femenina se sigue
construyendo dentro de una sociedad patriarcal7.
Partiendo de la heterogeneidad que caracteriza a las mujeres gitanas, y de que no todas ellas sufren
pobreza, es importante mencionar que en este proyecto centraremos nuestra atención en las mujeres
gitanas que están experimentando procesos de exclusión social.
7
ASGG Guía de salud para mujeres gitanas. Madrid, 2000.