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PRESENTACION.
En este boletín del mes de mayo se presenta un artículo del Lic. en D. Arturo
Vega Nuñez dedicado al arte del buen hablar. En este artículo se destaca
la importancia de la oratoria y se hace alusión a los principales oradores
que han destacado en este arte y a los que tenemos como paradigmas en
el buen uso de la palabra.
Espero que las ideas que presenta el Lic. en D. Arturo Vega Nuñez sirvan de
reflexión para seguir perfeccionando como universitarios el arte del buen
hablar.
ES TIEMPO PRECISO, VITAL Y URGENTE DE QUE SURGAN LOS JOVENES ORADORES Y QUE RESUCITEN
EN ELLOS LOS GRANDES PROFETAS, QUE ADVIERTAN CON ARDIENTES VOCES, EL ADVENIMIENTO DE
LOS ACONTECIMIENTOS DE NUESTRA EPOCA, DE QUE DENUNCIEN CON INDICE FLAMIGERO LAS
GUERRAS, CARESTIAS, DESAMOR, DESHUMANIZACION Y DESTRUCCION; DE QUE SEÑALEN
INSPIRADOS POR EL CREADOR DEL UNIVERSO, LOS CAMINOS QUE HAN DE SEGUIR NUESTRAS
GENERACIONES, YA QUE ASECHAN A LO LEJOS CUATRO JINETES, CUYOS CORCELES SE LES
ESCUCHA RELINCHAR EN EL FIRMAMENTO.
(ARTURO VEGA NUÑEZ)
El hombre es la medida de las cosas; pero la palabra, a su vez, es la medida del hombre. Es por
ello que el hombre es su palabra, ella lo concreta y lo define, es su retrato; su imagen fiel y de ahí
que surge el apotegma: El silencio es la sombra del sonido, como sombra es el silencio de la luz.
Por lo tanto la Oratoria se convierte en un arte, el arte de consumirse iluminando.
Para hablar de ORATORIA, es menester acudir a las semillas vertidas por personajes señeros de la
historia, que alternadamente transitan de la luz hacia las sombras, del mas oscuro y macilento
cubil de sus derrotas, hacia la diáfana y sublime claridad triunfal de sus victorias, a hombres que
han sido luz en mi eterna formación como orador, desde Jesucristo, Horacio Salvador Zúñiga
Anaya y José Muñoz Cota, hasta Alicia Pérez Salazar y Carlos Francisco Aquino López sin olvidar
lo recorrido con mis amigos: Marisela Gastelu, D. Quetzalcoatl Fabela y J. Fernando Juárez. A
ellos estas palabras y de ellos estas ideas… todos vosotros en algún tiempo y en algún espacio
cobijados por nuestra Alma Mater, por nuestra amada ICLA-UAEM.
Para hablar de Oratoria habríamos que empezar por definirla, partiendo no solo de que oratoria
es el arte de hablar en público:
-Nos dice Zúñiga que la oratoria es la expresión de la verdad por medio de la palabra y a través
de la belleza.
-Por otro lado José Muñoz Cota nos dicta que la oratoria es el arte de hablar en público para
convencer y conmover, con verdad, belleza y bondad.
-A su vez Jiménez Igualada comparte, que la oratoria es la mas hermosa y principal de las bellas
artes, ya que no existe ninguna otra manifestación artística con la que el ser humano pueda
expresar cabalmente sus alegrías y sus dolores, sus desventuras y sus ilusiones, sus saberes y sus
amores; pero por ser la mas hermosa, es la mas útil y peligrosa.
-Por mi parte concibo a la oratoria como el Arte de la expresión humana, de la verdad que
genera convicción por medio de la palabra, a través de la bondad y belleza; para convencer y
conmover, convirtiendo a la palabra en verbo y al verbo en acción.
Considero vital el rescate del olvidado don humano: la palabra, ya que pese a los grandes
avances tecnológicos, la palabra siempre será la forma de comunicación por excelencia, pues
a pesar de la extraordinaria sensación que nos dan la percepción de los sentidos, no
trascendería si no pudiésemos expresarlo, es por ello que se traduce al idioma, a la escritura, a
los libros… el hombre es de origen, animal de palabras.
Es por ello que me permitiré plasmar con la palabra escrita, un mural de la oratoria, con el
marco de la verdad y el humanismo, con el eco del conocimiento que infinitamente transita en
el universo de aquellos grandes hombres poseedores de la tinta roja y negra, con el pincel que
convence, conmueve y te lleva a actuar.
El hombre – a la manera del maestro Zúñiga- es un animal que piensa; mejor aun el hombre es el
único animal que habla. Podríamos conceder según los últimos descubrimientos de la ciencia,
cierta inteligencia a determinados animales o que ciertos estados de conciencia son comunes
al hombre, así como para algunos animales; pero no podríamos en ninguno de los casos
conceder a ningún animal este maravilloso privilegio que nosotros disfrutamos y compartimos: la
palabra, don extraordinario con el que corona su obra celular la naturaleza y en el que se hace
sublime la mas perfecta creación de Dios; y que no solo constituye la diferencia especifica y
esencial de que nos enorgullecemos, sino el vehiculo mas poderoso de nuestro espíritu; la
expresión mas alta de nuestro ser, que por obra y gracia de la razón puesta en el cauce de la
elocuencia vuélvese vitalmente fecunda, pues al volcarse sobre las anchas llanuras del mundo,
todo lo fertiliza, todo lo embellece, todo lo transfigura, lo mismo que el agua multiforme cuya
clara sangre, a través de la raíz hincada en la gleba, trasmuta el dolor de las células
subterráneas, en la alegría de las espigas doradas, las panojas de seda y los frutos de almíbar.
Seguramente –dice la maestra Alicia- que quienes mejor se expresaron en la antigüedad fueron
los conductores de la humanidad: consejeros, hechiceros, guías, y sacerdotes, mas tarde los
políticos. Después, el hombre mas fuerte; mas tarde el mas hábil y por ultimo el que mejor
hablaba, el que mejor pensaba, evolucionando del homo silvestres al homo sapiens.
Sin la palabra hablada o escrita, la civilización y la cultura habrían sido imposibles; no solo no
habría Historia, Literatura, ni Religión, ni Estado. A través de la palabra Amo, ató el hombre su
destino con la mujer e hizo posible la continuidad de la especie; con la palabra Creo, prendió el
hombre alas en su espalda y se remonto hasta Dios, y así fue, como con la acción de estos
verbos, la criatura efímera se hizo eterna en la tierra y en el cielo.
El espíritu no se concibe sin la palabra que lo expresa, lo explica o lo traduce; el pensamiento
puede ser latencia, pero, solo es existencia, solo es potencia en la palabra; inútil es que la razón
exista si es hermética y muda, cadáver, feto o despojo; nada significaría la idea si se quedase en
nuestra cabeza, como en una vitrina de museo o en una cripta de cementerio, estaríamos
vertiendo nuestro mejor vino en vasijas de barro.
Hablar, por esto, no constituye un ejercicio tangente a la vida, es la vida misma. ¿De que nos
serviría la inteligencia, que función representaría la sensibilidad, para que la emoción o la
tristeza, incluso el odio o el amor, si no hubiera una forma de expresarlos?
Hablo, luego existo. Porque el pensamiento necesita de la palabra para manifestarse. Una
emoción callada es una emoción suicida. De ahí que afirmemos lo que el maestro dictaba: La
palabra es el cauce de la idea y de la imagen; es la que lleva el agua azul del cielo y la linfa
iridiscente de la imaginación. Río luminoso que conduce, en sus ondas elásticas, el tulipán del
sol, la magnolia de la luna y las azucenas de luz de las estrellas.
De ahí que no es casual para el Hombre que, antes de romper el silencio se sentirá morir de
incertidumbre, paseará con los nervios encabritados, la imaginación en ascuas, el corazón en
llamas; pero, luego, cuando ya esta situado en la orbita del verbo, respirará optimista, liberado,
sintiendo que trae un mundo sobre los hombros, un universo en la punta de la lengua que va a
mostrar gloriosamente a los oyentes. Por eso cuando la Patria peligra… nos ponemos en pie
entre la Patria y el peligro, ofrecemos nuestro pecho para que sobre el, se arroje la barbarie
invasora y la crueldad de la zarpa enemiga no haga pedazos el pecho inmaculado de nuestra
madre común, nuestra madre patria que vio sangrar sus entrañas para dejar surgir a sus mejores
hombres, para cobijarlos sobre sus tierras abrazadas amorosamente por los mares
colindantes…ya que morir no es nada, cuando por la patria se muere; pero recuerda joven
orador que todos los hombres mueren, pero no todos viven realmente.
¡Saber! Si, pero saber sin hablar lo que se sabe, es inútil; saber sin enseñar lo que se sabe es
injusto. ¿Pero, podría saberse sin estudiar palabras escritas o lecciones de inteligencias que
forzosamente se expresan con palabras?
¡Sentir! Si, ¿Pero, no requiere el sentimiento el limite de lo expresado? ¿No pugnan las
sensaciones por encontrar sus símbolos? ¿No busca el amor, su signo verbal?... ¿Mudo el amor?
¡Mentira! El amor parece mudo porque esta lleno de palabras, que en fuerza de querer decirlo
todo, acaba por no decir nada, pues no es pobreza, sino plenitud que se ahoga en el caudal
inagotable de su propia abundancia. Y el dolor… ¡lo mismo! Pero con signo contrario, este nos
invade, nos sepulta en su soberana inmensidad, y de querer decir mucho, de tanto como
queremos decir no decimos nada. Así como en el disco de Newton, el prodigio multicolor del
espectro, truncase en la aparente negación de una blancura sin matices; así parece difuminarse
en la nada la infinidad de la plenitud. Y así como un rayo de luz se descompone en un haz
multicolor; así del silencio nace la voz.
De ahí que gracias a la elocuente palabra, en el amor o en el dolor y todos sus matices,
debemos paginas inmortales; oraciones sublimes; evangelios incomparables. Y precisamente
dicha elocuencia tiene el poder de transfigurar al bruto en arcángel; de trocar la pesuña en ala;
de hacer del instinto vuelo y del grito canto, y del trueno aleluya, y de la sombra aurora, pues
por la divina virtud del dolor y del amor hecho palabra, el hombre de las cavernas o el hombre
de las batallas, han podido reivindicar sus miserias especificas en los gloriosos símbolos de carne,
gloria y espíritu, que se llaman Esquilo el Trágico, Sócrates el Sabio, Platón el Artista, Demóstenes
el Elocuente, Miguel Ángel el Creativo, Francisco el Santo y Jesús el Divino, que nunca fuera mas
grande, ni mas bello, ni mas bueno, que cuando convertido todo El en palabras, bajaba hasta la
conciencia y llegaba hasta el corazón de los humildes en la misericordia armoniosa de las
parábolas; en la dulzura inefable de las sentencias y en esa maravillosa sinfonía pastoral que
llamamos el Sermón de la Montaña…
¡El Verbo! Con razón apunta la eterna sabiduría: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios,
y el Verbo se hizo hombre y habito entre nosotros… el alfa y la omega… el YO SOY que
permanecerá hasta el final de los tiempos…” Y el Verbo es el Fiat que hace la luz y a cuyo
imperativo el Universo se hace, como se hace la luz dentro del ojo… Y Verbo es la justicia del
Padre, y Verbo es la llama del Espíritu que en lenguas de fuego desciende hasta el alma que ha
de vibrar en los flamígeros labios de los profetas. Y Verbo es el Hijo, todo el en palabras y
bendiciones como lengua de maravillas, lengua de sortilegios, de insólitos prodigios y de
esplendores regios que llegan hasta los brazos abiertos de la Cruz!
Y en nuestra selva de concreto el Verbo se recrea; el Verbo, es todo: Oratoria en Demóstenes;
trueno en Mirabeau; relámpago en Voltaire; hoguera en O’Coneill; antorcha en Pitt; llamarada
en Bossuet; grandeza en Marco Tulio y Julio Cesar; incendio en Savonarola; iris de paz en Fray
Luis; tempestad de sangre en Dantón; arrullo en Teresa; sinfonía en Castelar; paz en Gandhi;
guerra en Adolfo; misericordia en Wojtyla… Sabiduría en los Tlahtoanis; látigo de fuego en
Ramírez; huracán de cóndores en Altamirano; himno cívico y épico en Martí; canto lírico en
Heredia; éxodo de cisnes en Darío; fuga de garzas en Valencia; fiesta de ruiseñores en Gutiérrez
Nájera; conciencia liberal en Juárez; respeto e igualdad en Bolívar; valentía y entrega en
Belisario Domínguez; sed y justicia en Fabela; rectitud y progreso en López Mateos; Concierto de
alondras en Jesús Urueta; belleza y enseñanza en Zúñiga; semillas en Cota y retoños en los
Oradores Mexicanos que al grito del Verbo, en belleza y verdad cantemos: “Por mi raza, hablara
el espíritu”
¡La palabra en todas partes! ¡La palabra en todos los tiempos! La palabra en todas las supremas
ocasiones de la vida, en la dicha del Tabor y en la agonía del Gólgota; en los excelsos instantes
del alma, la palabra, siempre la palabra, por eso, en su máxima grandeza, los hombres y los
pueblos han hablado mejor, por eso el Cosmos surgió de una palabra y el Universo habrá de
terminar cuando el Creador del Universo deje caer de sus infinitos labios, en la eternidad vacía,
la palabra, ¡Fin!
Esto, amigos y amigas es Oratoria, el arte suprema del Hombre; -dice Zúñiga- desde la
disertación con pretensiones de conferencia pasando por el discurso lírico, hasta la arenga
calida, épica, vibrante de entusiasmos, lujuriosa de imágenes, encabritada de ideas; toda la
gama de un verbo tan pobre cuanto se quiera, pero siempre dispuesto a ofrendarse en intentos
de belleza, en anhelos de verdad; todo esto es el verbo peregrinante, el verbo incansable, el
verbo que caminaba ya dentro de mi cuando yo permanecía inmóvil, verbo que camina junto
a mi en este afán inextinguible de mi vida, verbo peregrinante que un día caminara sin mi,
cuando la muerte haya sellado para siempre el impaciente temblor de mis labios…
Es en corolario la sublimidad de la palabra, es la belleza y armonía del Verbo, es la expresión
exacta de la Verdad; es el verbo que me crea, me acompaña y me despide, quedando
eternamente resonando en los senderos infinitos, para recrearse por siempre en las venideras
voces que hablaran como testigos de lo acontecido.
Veo pues tan cierto y oportuno recordar que en nuestros días se siguen discutiendo y
debatiendo con singular sabiduría y atingencia, la arcaica cuestión de las ventajas y
desventajas de la oratoria, sobre todo en un pueblo de verborreicos como el nuestro, en un
pueblo sediento de educación, en un pueblo con hambre y sed de justicia, pero
desgraciadamente en un pueblo polarizado y conformista; y peor aun en un medio tan propicio
como la juventud, olvidando que se es joven –dice Reyes Heroles- solo cuando se ve la vida
como un deber y no como un placer, cuando se tiene la voluntad de hacer y no de poseer,
cuando la rebeldía frente a lo indeseable no ha terminado, cuando se mantiene el anhelo por el
futuro y se cree todo posible. Esa es la verdadera juventud, la que no quiere ni acepta ser
esclava; pero que se avergüenza, también de ser amo o verdugo. Y todo para querer generar el
desarrollo de esa maleza intelectual que constituye ignorancia y pantanos de palabrería, entre
cuyas excesivas espesuras se asfixian las flores de los pensamientos sublimes y se malogran los
frutos de las fecundas ideologías, donde se idiotiza a las masas y se esclaviza a las mentes,
provocando un retroceso a la ignorancia y la barbarie.
¿Que hacer pues con la parte de razón que asiste a quienes se muestran alarmados por el auge
que adquiere entre nosotros la expresión demasiado, ordenada, razonada, inspirada, veraz,
elegante y poderosa?. Que pone a pensar y hace temblar, a los que se dicen dueños del poder
y la razón, a los confundidos e ignorantes, no solo por confundir lamentablemente la oratoria
(que implica elocuencia) con la retórica (que significa artificio), error que obliga a identificar al
retórico de tribuna, que es una mezcla de recitador y farsante, hijo del mejor postor y la vanidad,
cuyas palabras se las lleva el viento, con el orador propiamente dicho, donde debe realizarse la
síntesis admirable del pensador y el artista, del sabio y el humilde, el ideólogo y el poeta, la sólida
cultura y la basta imaginación, la tesis medular y la imagen pictórica, el guía y el maestro, en fin:
la razón apasionada de Mirabeau que implica emoción, inteligencia y conocimiento y la
proyección de la verdad por medio de la belleza y con un propósito de mejoramiento, de
caridad o de justicia, donde su palabra se convierte en la acción del Verbo, que han
encarnado invariablemente los mas grandes oradores de todos los siglos, cuyos discursos aun
resuenan en los ecos de las conciencias despiertas, cuyas obras permanecen como testigos de
el precio que ha costado la Historia. Y ya es tiempo de que los verdaderos oradores tomen las
riendas del País y retomen los senderos de paz, libertad, igualdad y justicia, que reclama nuestra
patria heredada por nuestros padres y prestada por nuestros hijos.
Por todo esto, no todos los que hablan pueden considerarse oradores, porque de la misma
manera que el pintor, el músico, el actor, el escritor, requieren de una entrega total para el mejor
desempeño de su ocupación para hacer bella e impecable su obra, así la oratoria exige una
entrega total y una gran preparación constante, porque su importancia es grande –dice
Cicerón- como grande es la forma que proporciona. El Orador no nace, el orador se hace y diría
Miguel Ángel, el don que Dios me dio, fue el talento, mi deber, es la perfección; así que
hagamos de la palabra le herramienta perfecta para la grandeza, preservación, evolución,
desarrollo y perpetuidad de la Raza Humana.
Dice vuestro maestro Zúñiga que necesario es que comprendamos que no puede haber
gimnasia mas bella que la de la inteligencia, ni búsqueda mas hermosa que la de la verdad, ni
contienda mas sublime que la del pensamiento hecho palabra y la palabra hecha al mismo
tiempo razón y metáfora, ciencia y arte, raíz y fronda, montaña y nube, guerra y vuelo…
La Oratoria es la herramienta por antonomasia de la expresión del ser humano en todo tiempo,
en todo lugar y bajo cualquier circunstancia, ante cualquier persona o auditorio; ya sea en la
política, en la religión, en la cultura, en una profesión, en la familia; en ocasiones de placer,
gloria, felicidad, dolor, tristeza o desdicha; el Arte del buen hablar es como el bisturí en manos
del cirujano, como el barro en manos del alfarero, como la decisión en el intelecto; cada ser
humano decide ¿Qué? y ¿Cómo?, ¿Cuándo? y ¿Dónde?, ¿Por qué? y ¿Para qué? hacer o
dejar de hacerlo.
La oratoria es un Arte, una Filosofía, una Religión, es una Vida digna de ser vivida.
Expresaba el maestro Muñoz Cota: “siempre que me invitan a hablar me repito: debo preparar
cuidadosamente lo que voy a decir y siempre caigo en la improvisación, fiado en el poder de la
subconciencia, para llamar a este fenómeno de algún modo; porque sabemos que todo lo que
se lee, no se pierde, se almacena en algún lugar de la subconciencia, -y nos recuerda su esposa
Alicia- cuando empezamos a hablar, echamos mano de los conocimientos previamente
adquiridos; la creación es continua y permanente pero esto es una hipótesis de trabajo, que
puede llegar a fallar en el momento del discurso, si no se esta en preparación constante.
Por lo tanto llegamos al cumplimiento de que no existen los discursos improvisados, porque la
improvisación no existe; ya lo dijeron los griegos: “de la nada no se habla”
El Orador a de ser un jinete digno de transitar por los senderos de la vida, para con su acontecer
escribir la historia, teniendo dominio del carruaje que le fue encomendado, equilibrando los
caballos bipolares negro y blanco que le transportan por el mundo en tiempo, espacio y lugar.
El Orador es aquel que con su expresar multidisciplinario y concatenado por vías kinestesicas,
auditivas y visuales transmite enseñanza y comparte vida, convenciendo, conmoviendo y
haciendo actuar a los demás. Ya que antes de disertar, construye en su mente un artístico
discurso ayudado de sus fuerzas y reconociendo sus debilidades, aprovechando las
oportunidades y previendo amenazas.
Recordemos las palabras del tribuno maestro Muñoz cota, diciéndonos que tomar la palabra es
tomar posesión de la vida, dejémonos guiar por su enseñanza vertida en el decálogo para el
orador, seamos dignos merecedores del legado puesto en nuestras manos y no defraudemos la
historia vendiendo nuestra palabra; construyamos discursos convirtiéndolos en obras de arte,
descubramos el mensaje oculto de las palabras y decodifiquemos la sabiduría y la verdad para
descifrarle al pueblo los senderos de su destino iluminando sus caminos, dirijamos nuestro verbo
motor con prudencia recordando que el silencio es oro y que debemos atender donde
hablaremos y de que hablaremos, a quienes le hablaremos y como les hablaremos. Recordemos
que hay un abismo entre el discurso leído o aprendido y el discurso pronunciado directa e
improvisadamente, ya que la lectura o la memoria solo son el esqueleto de la elocuencia en el
discurso, y es en la improvisación donde se da la sensación de que las palabras cobran vida y
van sabiamente manejadas, adueñándose del auditorio; dejemos nuestra vida en las tribunas y
seamos libres, porque la verdad nos hace libres, recordando que todos los hombres mueren,
pero no todos viven realmente, pues ya se ha dicho que morir es vida, cuando por la
humanidad se muere.
Tengamos siempre presente que la Oratoria es un Arte; y mentira que sea un Arte pequeña, de
nuestros guías y maestro hemos aprendido, y como ellos no aceptamos que haya arte mayor y
arte menor, arte superior o arte inferior. Se es o no se es artista, como se es o no se es poeta.
Porque, –dice Cota- ¿Quién es mas grande, Bach o Beethoven; Vivaldi o Mozart, Revueltas o
Moncayo?... ¿Y en poesía es mas grande Neruda o Benedetti, Sabines o Paz, Amado Nervo o
Lope de Vega? Sencillamente son diferentes.
De la misma manera no hay oratoria antigua ni oratoria moderna; hay formas y estilos, uno solo
es el verbo y una sola es la palabra que susurra, convence, emociona y conmueve, aunque
toda ella en diferentes tiempos y en diferentes voces.
Nos recuerda Aquino: convencer, es vencer con sus ideas, con sus argumentos, con las tesis de
su discurso, con su tono y su volumen; convencer a su auditorio, es decir vencer a su auditorio.
De la misma manera conmover, es decir, mover con su emoción, con la sensibilidad, con el
coraje que le imprima a sus palabras y ademanes; ya se dice entre oradores: si quieres que tu
auditorio se emocione, emociónate tú. Pues cuando un joven se levanta en la tribuna hay un
manojo de relámpagos en boca y una tempestad en los ademanes de su mano.
Dice el apóstol Santiago en su Epístola Universal: “la lengua, ese órgano tan pequeño que, sin
embargo… es una chispa capaz de incendiar un bosque.”
La palabra es un puño cerrado que hace la guerra, pero una mano abierta que restaura la paz.
Negar el poder de la palabra hablada y la fuerza del discurso, es negar la historia de la
evolución humana; la oratoria alcanza niveles de arte, cuando une a la tesis la belleza.
Citando la pluma de Muñoz Cota: “Admitirás que has descubierto el mundo maravilloso de las
palabras… Que siglo de palabras. El discurso nunca será mío. Sin saberlo yo, sin darme cuenta, lo
están dictando las bocas cerradas de los esclavos, las agudas lágrimas de las viudas y los
huérfanos, los puños cerrados de la multitud rebelde. Casi nada de lo que tiene el orador es
suyo, fruto maduro de su inspiración: las palabras las están gritando los que tienen miedo para
decirlas, los que no pueden decirlas por las mordazas, los que no las tienen, los de inteligencia
vacía o reprimida. Ya lo he dicho y lo rubrico: hay palabras que están de pie y miran de frente al
verdugo… Pero hay palabras que permanecen de rodillas o que toleran que el amo las
golpee… Tu, joven orador, escoge tus palabras… la oratoria es una vocación libertaria…”
Amigos míos, condiscípulos de la palabra, apóstoles del verbo peregrinante, maestros del arte
de consumirse iluminando, depositarios todos de las semillas en el aire; que la palabra (espejo
del alma y expresión de la conciencia) que hoy nació, encuentre oídos que la asimilen, manos
que la cobijen, corazones y mentes que la hagan suya; para que mas allá de dar la vuelta al
mundo, siembre a su paso el compromiso de ser cumplida con hombres que le den vida.
Y si te duele la corona de Cristo, te avergüenza la cicuta de Sócrates y te interpela la bofetada
de Zúñiga… A ti te lo digo: ¡Levántate! ¡Levántate y habla!
Todos libres, por la palabra libre: el esfuerzo supremo del hombre, jamás será en vano y podrá
salvarlo todo; algún día moriremos, mas si cabalmente cumplimos con nuestro deber, nuestra
obra dará frutos eternos y será entonces cuando la humanidad quede salvada.
He aquí Universitarios todos que ahora conoces la importancia y la trascendencia de este
preciado y selectivo arte del buen hablar: “Oratoria”, e aquí que si bien sabemos ha sido
abandonado en la ignorancia de muchos y rechazado en el miedo de otros, nuestra máxima
casa de estudios, la Universidad Autónoma del Estado de México, mantiene vivo el verbo
incendiario de los oradores, siendo casa de formación, cobijo, impulso y tribuna de los que
gustamos de tan distinguido arte; sabedores pues en nuestra época, de que nuestra Universidad
a través de la Dirección de Identidad Universitaria ha conservado, compartido y promovido la
oratoria en las abejas de lumbre sedientas del arte del buen hablar, sirviendo como enjambre
formativo nuestra bella sala Ignacio Manuel Altamirano o nuestra histórica Aula Magna Adolfo
López Mateos, en los distintos cursos impartidos; sirviendo los distintos auditorios de nuestras
facultades, preparatorias, y demás edificios universitarios como tribunas para disertar sobre los
valores y la identidad en los concursos promovidos por la Secretaria de Rectaría, a través de
dicha Dirección de Identidad, dignamente encabezada por el Licenciado Alejandro Linares
Zarate, a quien agradezco la distinción a su servidor por permitirme compartir con la comunidad
universitaria un poco de la grandeza de la Oratoria, que sin duda será mejor apreciada al
deleitarse en las disertaciones hechas desde las tribunas y en las enseñanzas vertidas desde las
aulas.
Solo me resta invitar a que seamos polvo pensante, ya que polvo que piensa no vuelve al polvo,
alimentémonos del sabio néctar de la oratoria en los cursos que nuestra Universidad comparte
por medio de la Secretaria de Rectoría y a través de la Dirección de Identidad Universitaria.
…y seguiré escribiendo, para que la muerte no tenga la ultima palabra…
…y seguiré hablando, para que a mi muerte el eco viva eternamente…
LIC. ARTURO VEGA NUÑEZ