Download lo social pasa por el cerebro
Document related concepts
Transcript
Lo social Lo último en neurociencias. El psicólogo estadounidense Daniel Goleman habla ahora de “inteligencia social”. Sí, porque nuevas investigaciones dan cuenta de que la intrincada y compleja arquitectura cerebral está diseñada para conectarnos con los demás, y es responsable de que haya “buena química” o no con el otro. Las relaciones humanas, entonces, comienzan en la cabeza. textos M. F. S. ilustración LATINSTOCK a 108 RELACIONES pasa por el cerebro E l grito sacude a los pasajeros del subte. Viene del fondo del vagón y genera, como siempre sucede, mucha confusión. ¿Qué pasa? ¿Es una pelea? ¿Alguien tiene un ataque de pánico? Fue el rostro de su compañero de asiento el que le dio al psicólogo estadounidense Daniel Goleman la respuesta: “Cuando vi su rostro sereno supe que –independientemente de lo que hubiera ocurrido– todo estaba bien”, cuenta tratando de explicar los procesos neurológicos que se establecen todo el tiempo entre las personas y que son esenciales para la supervivencia. Esta experiencia le vino como anillo al dedo para incluirla en Inteligencia social, el libro que acaba de publicar luego de Inteligencia emocional, que hacia fines de los ‘90 se convirtió en un boom editorial al vender más de 5 millones de ejemplares en todo el mundo. En su nuevo libro Goleman reúne las últimas investigaciones en el campo de la biología y las ciencias del cerebro, habla de la sutil arquitectura cerebral diseñada para conectar con los demás. Apunta: “Aun los encuentros más rutinarios actúan como reguladores cerebrales que prefiguran nuestra respuesta emocional. Cuanto mayor es el vínculo que nos une a alguien, mayor es el efecto de su impacto. Es por eso que los intercambios más intensos tienen que ver con las personas con las que más tiempo pasamos; o sea, las que más nos interesan”. Estas conclusiones se enmarcan dentro de las neurociencias sociales, uno de los campos que más ha avanzado en los últimos tiempos. “Hubo un cambio en la forma de abordar la mente humana. Antes se estudiaba todo lo medible hacia adentro del cráneo; pero en los últimos veinte años temas más complejos y relacionados con la cognición social, la interacción, el interés, la empatía o las emociones empezaron a ser investigados”, explica Lucas Sedeño, investigador del CONICET y especialista del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias (LPEN) de la Fundación Ineco. MUNDO INVISIBLE. Como un tango o una danza invisible. Así es como Goleman grafica el ballet que todos desplegamos cada vez que nuestros cerebros se encuentran. “No es que vamos mandándonos señales por radiofrecuencia –apunta Sedeño–. Tenemos un cerebro social que busca conectar con los otros”. Desde el vamos, en la conexión con los demás interviene la neuroquímica. “Desde que nacemos estamos todo el tiempo teniendo encuentros y experiencias con los otros. Estamos ‘experienciando’. Y cada vez que eso sucede se activa una serie de mecanismos imperceptibles que nos modifican mental, emocional y físicamente”, corrobora Carolina Preve, consultora psicológica y facilitadora en focusing. ¿Qué pasa cuando nos encontramos con alguien por primera vez? ¿Existe eso de la química, la cuestión de piel? “Una gran cantidad de información cerebral no consciente se despliega en milésimas de segundo cuando uno está frente a alguien por primera vez, y tienen que ver con uno, con experiencias pasadas y el contexto. Los procesos cognitivos serán diferentes si, por ejemplo, te encontrás con esa persona en un lugar que ya conocés que si estás en uno desconocido. Por otra parte, esa persona puede ‘despertar’ en uno memorias de alguien que ya conocemos. Si esa experiencia pasada es agradable, lo más probable es que esa persona te caiga bien”, explica Sedeño, de Ineco. La neurociencia social hoy puede dar cuenta de una serie de procesos cerebrales que se llevan a cabo e implican el protagonismo de la mirada: los ojos son el primer escáner del otro y de sus emociones. Ubicada detrás y por encima de las órbitas oculares, la corteza orbitofrontal lleva a cabo en segundos un proceso de ‘cálculo social’ que nos indica cómo nos sentimos con determinada persona, si nos gusta su cara o su tono de voz, cómo percibimos qué siente ella con nosotros y cuál debe ser, en función de eso, nuestra respuesta emocional. El radar cerebral Buscar indicios emocionales, detectar el miedo, saber si alguien es confiable o no, escrutar el entorno en busca de eventos emocionalmente intensos o rastrear posibles amenazas para, después, tener una respuesta (lucha, huida o paralización) es una función llevada a cabo por la amígdala. Ubicada en el cerebro medio, esta región en forma de almendra constituye una especie de radar. “Es el sistema de alerta más rudimentario con el que cuenta el cerebro”, define Daniel Goleman, en Inteligencia social. Cuando la amígdala se ve activada, los circuitos del cerebro (en una ruta que va desde inputs visuales hasta el tálamo) dirigen el pensamiento y la atención hacia aquello que nos ha asustado. A esta tarea, que la realiza en cuestión de microsegundos, la amígdala la lleva a cabo de manera automática, inconsciente y compulsiva con todas las personas con las que nos relacionamos. “Entonces, instintivamente prestamos atención a los rostros de la gente que nos rodea en busca de sonrisas, cambios bruscos de postura o tonos de voz poco amistosos que nos proporcionen indicios de peligro o signos de las intenciones de alguien”, explica. La amígdala, cuya importancia vital en tanto rol de centinela ha sido reconocida por las neurociencias, tiene una función clave a nivel social: posibilita el contagio interpersonal de emociones. “Los estados de ánimo son tan contagiosos que podemos percibir un soplo de emoción en algo tan fugaz como una sonrisa o en un ceño fruncido apenas esbozado”, apunta el autor, poniendo como ejemplo las mismas reacciones que tiene la gente cuando ve una película movilizante. RELACIONES 109 a EMOCIONES CONTAGIOSAS. Las emociones se contagian a nivel neuronal con la misma facilidad que un virus. “En la economía emocional, el contagio es la transacción básica. En él se basa el toma y daca de sentimientos que –independientemente de su contenido explícito–, acompaña cualquier relación interpersonal”, dice Goleman. Y no sólo las emociones negativas. También las positivas. Las caritas felices y toda la oferta de emoticones puede, en este sentido, ejemplificarlo: según varios estudios, la sola contemplación de una imagen de un rostro feliz hace que uno tense automáticamente los músculos que esbozan la sonrisa. La explicación: tendemos a imitar la expresión que acabamos de ver. Cuanto más exacta es la imitación de la persona observada, más exacta es la sensación de lo que esa persona está sintiendo, afirma Goleman. Hoy se sabe que la empatía, que es la capacidad de experimentar lo que el otro siente, es un fenómeno no sólo mental sino fisiológico y tiene su basamento en las llamadas neuronas espejo, muy útiles a nivel social: nos permiten registrar el movimiento del otro y entender a los demás convirtiéndonos en parte de ellos al predisponernos a imitar ese movimiento. “Cuanto mayor sea la conexión con una persona, más entenderemos lo que ésta experimenta. Y aunque no queramos, sus emociones serán las nuestras”, dice Goleman para ejemplificar lo que él llama resonancia. INTELIGENCIA Y CALIDAD DE VIDA. Todas y cada una de nuestras relaciones no sólo configuran nuestra experiencia, sino también nuestra biología. Porque cada acople neuronal que establecemos con los demás activa circuitos, provoca un cúmulo de emociones y sensaciones que repercuten en nuestro cuerpo (desde las glándulas linfáticas hasta el bazo) e inciden en las decisiones que tomamos. “Quizá el más sorprendente de los descubrimientos sea el hecho de que se puede rastrear el vínculo que existe entre las relaciones estresantes y ciertos genes concretos que regulan el funcionamiento del sistema inmunológico”, apunta Goleman. La neurociencia social puede demostrar científicamente que reírnos con un amigo nos provoca emociones positivas; así como el contrario: que las relaciones tóxicas envenenan nuestro cuerpo. Si estamos en una relación tensa, se ha verificado que la tasa de hormonas aumenta hasta niveles dañinos. La buena noticia es que, gracias a la neuroplasticidad del cerebro, tenemos la oportunidad de curarnos en cualquier momento de nuestra vida. “Las haa 110 RELACIONES Las neuronas de la primera impresión ¿Cómo seleccionamos a nuestros amigos, socios o a nuestra pareja? ¿Cómo detectamos a las personas que nos atraen y las diferenciamos de las otras, aquellas que nos resultan indiferentes? Según los neurocientíficos, esto sucede durante lo que llamamos “la primera impresión”, y la respuesta la tienen las neuronas fusiformes. Tienen forma de huso y un cuerpo cuatro veces más grande que cualquier otra neurona, lo cual hablaría de su importancia. “Esta densa red conecta la corteza orbitofrontal con la parte superior del sistema límbico (corteza cingulada anterior) que orienta nuestra atención y coordina nuestros pensamientos, emociones y respuestas corporales con nuestros sentimientos”, explica Goleman. Cuando conocemos a alguien –ejemplifica el autor– nuestra sensación de gusto o disgusto puede presentarse incluso antes de nombrar lo que estamos percibiendo. Y lo hacen a gran velocidad. Se calcula que en el primer momento en el que nos encontramos con alguien, estas áreas esbozan un juicio a favor o en contra en cuestión de 500 milisegundos. Y, recién ahí, viene la respuesta. “Usando datos del contexto, la corteza orbitofrontal elabora la respuesta más equilibrada entre el impulso primordial (‘¡Andate!’) y la que mejor funciona (como por ejemplo, elaborar una excusa para irnos). Nuestra acción será diferente si la persona con la que estamos nos gusta o no… y si nuestros sentimientos cambian a lo largo de la interacción, el cerebro social se encargará de ajustar silenciosamente lo que decimos y hacemos al respecto”, apunta Goleman. bilidades sociales las vamos aprendiendo in situ, en la interacción con los demás. Si uno detecta situaciones estresantes, como sentirse incómodo en grupos, lo ideal es que trate de trabajarlo en ámbitos como la terapia. Quienes no tengan determinadas habilidades, las pueden aprender y desarrollar”, sugiere Sedeño. En la actualidad hay una gran cantidad de posibilidades para mejorar nuestros desempeños sociales. Desde su visión como psiconeuroinmunoendocrinólogo, el profesor de la Universidad Favaloro José Luis Bonet sugiere, en primer lugar, una introspección para luego probar otras alternativas: “Si tu jefe te provoca tensión y no podés dejar el trabajo, tal vez puedas aprender técnicas de relajación para tolerar la situación”. El focusing, por ejemplo, puede ser una herramienta de gran ayuda para conectarse de forma beneficiosa con la gente y, en definitiva, tener una mejor calidad de vida. “Si ejercitamos el cerebro, éste generará conexiones sinápticas o caminos que nos den bienestar”, asegura Preve. Al igual que cada puente neuronal que establecemos con los otros, los procesos de “curación social” no hacen más que redefinir el concepto de inteligencia. Las neurociencias hablan ya de una inteligencia más amplia y social que tiene que ver con la sumatoria de habilidades que tenemos para comprender a los otros y vivir con éxito en sociedad. q