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CAPÍTULO CINCO
E L EZLN
Y
¿E L I S L A M E N C H I A P A S ?:
EL M O V I M I E N T O M U N D I A L M U R A B I T U N
Lic. Marco Lara Klahr
ABSTRACT
This ethnographic study presents the first survey of the
activities in Mexico of the Movimiento Mundial Murabitun, a radical Islamic sect based in southern Spain. During 1995, the leader
of the movement offered financial assistance, weapons and training to the Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) in
Chiapas, in an attempt to islamize the fresh uprising. The study
focuses primarily on the foundation of communities in Mexico,
liturgy, leadership, proselytizing strategies, finances, as well as
links and relationships with other Islamic movements, both within Mexico and around the world.
INTRODUCCIÓN
El hecho de que sobre un muro encalado haya sido escrito: “No hay
más Dios que Allah y Muhammad es su Mensajero”, pudiera parecer
una minucia. Pero es el caso que justo enfrente se levantan Getsemaní,
Nueva Esperanza y La Hormiga, colonias en San Cristóbal de las Casas,
Chiapas, atestadas de cúbicos aposentos de madera y calles polvosas,
donde miles de desplazados de San Juan Chamula han sido arrumbados, víctimas de la intolerancia político-religiosa en su municipio.
Es el inframundo urbano, el cinturón de miseria que aprieta con
violencia a la antigua Jovel. De aquí el tzotzil sale temprano, para des-
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cender a la ciudad y empezar a ofrecer sus servicios. Desde esta zona
se regentea mucho del transporte, el comercio informal y el robo en
pequeña escala de esta ciudad. Armas, drogas, vehículos robados
entran y salen también de la zona. Fue hasta este sitio que se vinieron
a asentar dos murabitun andaluces con la pretensión de instruir a los
indígenas sobre el Islam, la verdadera y única fe, y asimilarlos a la
“Umma” o comunidad islámica.
Larga y osada historia, pues se trata de un territorio en donde,
como parte de un sombrío proceso que ha durado casi ya tres décadas,
sus habitantes han transitado del sincrético catolicismo tradicionalista,
al presbiterianismo, y de ahí a los pentecostalismos, al adventismo del
séptimo día o a la denominación bautista, y aun a minúsculas vertientes evangélicas. Desde el principio del concepto, los caciques priístas
chamulas les cobraron cara la conversión, expulsándolos y apropiándose de sus tierras, a menudo golpeándolos y en ocasiones linchando
lo mismo a niños que a adultos, y también violando.
“IN SHA ALLAH”: EL MOVIMIENTO MUNDIAL MURABITUN
Es una cenicienta tarde de domingo de las que aletargan a San Cristóbal de las Casas. El Periférico Norte se revela como una prolongada
carpeta de dos carriles. Del lado derecho están las colonias de desplazados. Del izquierdo, la sierra de Moxviquil, cuyas faldas están totalmente urbanizadas y habitadas por católicos mestizos, feligreses de la
ermita de la Santa Cruz. Un predio extenso con dos accesos ocupa el
número 8 del Periférico Norte. En el muro exterior, rotulado, se lee:
No hay más Dios que Allah y Muhammad es su Mensajero,
Misión para el Da’wa en México, A.C., Centro de Convivencia y
Desarrollo Social para los Musulmanes, Centro de Información sobre
las Enseñanzas del Islam, Madrassa (escuela) Islámica, Sheikh
Hamdan bin Rashid Al Maktoun.
El reto de descifrar esto, que desanima al principio, se torna estimulante. Sin tantas vueltas, significa, como se verá, que aquí se adoctrina la
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religión del Islam, pero también que se trata de musulmanes peculiares,
más interesados en el activismo político que en el rigor de la fe coránica.
Pertenecen al nacionalista Movimiento Mundial Murabitun (MMM), que
desde los años sesenta se autoimpuso como misión reconquistar, “in
sha Allah” (“quiera Alá”), España. Para ello, estableció en Andalucía,
una pequeña comunidad virtualmente autónoma, la cual maneja su
propia moneda y participa en diversos tipos de manifestaciones
públicas en favor del Islam en el mundo. El movimiento se ha vinculado a expresiones fascistas europeas como los llamados skinheads
y ha recibido transferencias bancarias de origen oscuro de Malasia y
financiamiento de un emir árabe, un hombre prominente entre los
musulmanes, quien prefiere el anonimato.
LOS RECELOS DE NAFÍA
“¡Sahará!, ¡ven!, ¡métete!”, ordena a su pequeña, una mujer chamula de
falda hasta los tobillos y cabello envuelto en un velo café. Interroga:
“¿Quiénes son ustedes?”
—Somos periodistas.
—¡Uh! Periodistas, ¡ya lo imaginaba! —se le descompone el gesto.
Llama a una española blanca, menuda, de rostro luminoso, la que ha
sido tomada por sorpresa, sale disparada hacia los visitantes.
—¡Aquí no hay nada! ¡No queremos nada con periodistas!
—No pretendemos molestar. Tan sólo quisiéramos conocer sus
actividades en la región.
—Bien, yo lo entiendo, pero ¡es que han dicho tantas cosas malas
de nosotros los periódicos en España! Yo no estoy autorizada para
informar nada, y la persona que podría atenderlos no está ahora.
Déjenme sus datos y, si les quiere decir algo, esa persona los buscará.
Es sólo cortesía. La mujer sabe que nunca nadie llamará.
Otra vez en la calle. Bocanadas de humo amarillo remontan la
blanca barda exterior, detrás de la cual, por lo que se escucha, alguien
trabaja incesantemente la madera. Mete la sierra. Martillea. Clava. En
la esquina, hacia el sur, hay un callejón. Habrá que explorar por ahí.
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Pero esto produce un breve revuelo en el patio de una casa azul de dos
plantas y ventanas blancas que se halla al fondo. Las mujeres, indígenas tzotziles de faldas largas y cabellera cubierta, apremian a los niños.
Sucede que alguien vino a advertir que periodistas merodeaban.
—¿Qué sucede aquí? —grita un español de edad madura, de estatura media, regordete, calvo y con barba cana— ¿A quién buscan?
—Somos periodistas.
—¡Pasen!
No lo dice, pero se llama Aureliano Pérez Yruela, y Nafia es su
nombre islámico. Antes estuvo preso en España y Estados Unidos, por
causa de su activismo integrista islámico. Vino a México en el año 1995,
para ofrecer dinero y armamento al Ejército Zapatista de Liberación
Nacional a cambio de que sus integrantes se convirtieran a su versión
del Islam, y se quedó a fundar esta congregación musulmana en los
Altos de Chiapas, de la cual hoy es Emir. Todo bajo órdenes expresas
de su líder en España, Abdul Qader al-Morabit.
El Instituto Nacional de Migración le ha seguido los pasos, pues
carece de la calidad migratoria necesaria para desempeñar actividades
religiosas en México. Esto lo informa Javier Moctezuma Barragán,
subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la
Secretaría de Gobernación.
Nafia usa un tono enérgico al hablar. Por lo que se verá, esto le
ha traído problemas con algunos antiguos prosélitos a quienes introdujo en las enseñanzas del Corán. Pérez Yruela se encamina al centro del jardín, se descalza, se sienta y comienza a hablar. No tiene
prisa, pero le urge aclarar cosas.
Es el suyo un speech acerca de la naturaleza perversa de los
medios de información y sus hacedores. Afirma que éstos “sólo buscan el escándalo” y que “ustedes ahora mismo vienen por una noticia y nosotros simplemente no queremos ser noticia en este momento”. Luce abundantes metáforas. Remata: “¡Los periodistas tienen
una garganta! Yo he sido periodista; bueno, usted lo sabe mejor que
nadie... ¡lo que tiene que tragarse un periodista!”
Más bien, aunque tampoco lo cuenta, para intentar acceder a los
dirigentes zapatistas se hizo pasar como periodista durante la prime-
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ra etapa del conflicto chiapaneco, aparte de colaborar de manera esporádica para un medio impreso de la organización terrorista vasca
ETA y para otro de Granada, España.
Un día de 1995, en la comunidad selvática de Guadalupe Tepeyac,
Nafia abandonó su afán periodístico con una expresión muy suya:
“¡Eah, se acabó la farsa!”, ante un grupo de periodistas con los que
había hecho amistad.
Nafia no quiere hablar. De nuevo a la calle. Pero esto alguna
ventaja tiene, pues permite ver que las cuatro casas que componen
el callejón en éste, que es el barrio Ojo de Agua, están en posesión
de los murabitun. No se trata de un dato intrascendente, porque de
entre dichas propiedades destaca una notoriamente ostentosa, con
construcción de tres pisos, antena parabólica, muros exteriores de
tres metros y bella herrería negra.
Ésta es el enclave chiapaneco del Movimiento Mundial Murabitun,
que tiene a las espaldas, sobre una loma, la ermita de la Santa Cruz y al
frente los suburbios tzotziles de evangélicos desplazados.
En apariencia, el recelo de Nafia y sus seguidores hacia los medios proviene de las falsedades que, explica, éstos han difundido
sobre ellos. Particularmente, les molesta la impertinencia de reporteros de Televisión Azteca, “que vienen a meterse como en su casa,
persiguiéndonos con sus cámaras”.
Pero hay muchas otras historias que contar.
LA CURIOSIDAD CHAMULA
Los primeros tzotziles-chamulas conversos al MMM le fueron arrebatados a la Iglesia de Dios y otras denominaciones evangélicas, alrededor de 1997, a través del político y ex diputado chamula Domingo
López Ángel, dirigente de una importante organización de desplazados, quien entró ese año en contacto con los murabitun.
Al cabo, unas cien familias chamulas aceptaron el Islam, cambiando a Jesucristo por Alá. Adoptaron nombres islámicos, aprendieron de
memoria versos del Corán y los racates para el salat (oración). Acomodaron su vida doméstica a las necesidades del ritual, y a las exigencias
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físicas y espirituales de su nueva religión. Sin embargo, un conflicto de
tierras, el autoritarismo de Nafia y la curiosidad chamula habrían ocasionado la ruptura de la naciente comunidad islámica. Cerca de 40
familias chamulas de la comunidad serrana Molino los Arcos se escindieron de los murabitun, para regirse según las nuevas enseñanzas de
que ha ido proveyéndoles el Centro Cultural Islámico de México, con
sede en el Distrito Federal, por vía telefónica o a través de la red.
CONVERSIÓN DE CIEN FAMILIAS CHIAPANECAS
El marido de Jamil Gómez Gómez no dice su nombre, pero afirma: “Alá
es más importante que cualquier otra cosa”. Por ello, no obstante que es
ayudante de albañil, el joven chamula interrumpe cada vez la jornada,
deja sus bártulos, se lava, se aparta a un rincón de la obra, tiende su
alfombra, mira en dirección a La Meca y, todo fervor, comienza el salat.
De acuerdo a los preceptos de su nueva fe, lo hace así cinco veces al día
Hoy su vivienda está al borde del Periférico Norte, en la colonia
Nueva Esperanza. Pero creció en Chicontamtic, paraje de Pantelhó. No
profesaba religión, reconoce, hasta que hace tres años, cuando tenía 18,
“llegó a mi pueblo un señor de Molino Los Arcos, me platicó del Islam
y me gustó, porque no es igual a otras religiones. Luego me trajeron a
vivir aquí y me casé. Ismail, mi hijo, de cuatro meses, ya es musulmán”.
Al igual que la suya, unas cien familias de expulsados chamulas
abrazaron el Islam. Cómo fue la conversión: la pista conduce a dos
andaluces, un natural de la ciudad de México y un chamula, viajando
de Inglaterra a Malasia, España y Arabia Saudita; de España a Dubai,
en los Emiratos Árabes; de Andalucía a Chechenia, a la Lacandona y a
la periferia sancristobalense; y de ésta a la ciudad de México.
EL SHEIKH HAMDAN BIN RASHID AL MAKTOUN
Según el expediente de la Secretaría de Gobernación, los fundadores
de la Unión Islámica de México, que tienen su sede nacional en el
barrio Ojo de Agua de esta ciudad, son los andaluces Aureliano Pérez
Yruela y Esteban López Moreno, y el mexicano Luis García Miquel.
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La historia sobre los orígenes del Movimiento Mundial Murabitun revela que se trata de un grupo extremista asentado en España, al cual pertenecen los antes mencionados. Así la refiere un destacado líder islámico que solicita confidencialidad: “Los murabitun toman tal denominación de un movimiento que surgió en el Maghreb durante las Cruzadas,
para apoyar a los musulmanes contra la reconquista española.
“Los murabitun de ahora, surgen de un movimiento fundado por
un escocés, cuyo nombre islámico es Abdul Qader as Sufi, y que empezó en Inglaterra, entre los años sesenta y setenta, atrayendo a gente
de la calle y a skinheads; desde su origen fue más político que religioso;
es nacionalista y hasta fascista.
“Al principio, no tenían financiamiento, pero hay evidencias de que
cuando Mahatik Mohamed, primer ministro de Malasia, se fue duro contra un grupo llamado Dalar al Kam y le congeló cuentas bancarias, dicha
organización transfirió fondos a Inglaterra en favor de Abdul Qader.
“Con esos recursos dejaron Inglaterra para establecerse en España, proyectando la recuperación de la península para los musulmanes. De hecho, formaron una ciudad en Andalucía y crearon su propia
moneda. Hoy tienen una presencia bastante grande, con unos tres mil
conversos. Pero, insisto, sigue siendo un movimiento social y lo religioso como que lo ajusta a sus patrocinadores”.
El declarante cree esto porque “cuando fueron a Arabia Saudita
a buscar financiamiento, los saudis, que son ortodoxos, les dieron
dinero para que reconstruyeran su mezquita y ahí es donde deja de
ser el movimiento de Abdul Qader as Sufi, para convertirse en
Movimiento Mundial Murabitun; aparte, Abdul Qader as Sufi se
hace llamar Abdul Qader al-Morabit”.
En el muro frontal de la Unión Islámica de México, en San
Cristóbal, Chiapas, aparece escrito: “Sheikh Hamdan bin Rashid Al
Maktoun”. El entrevistado aclara el dato: “Es clásico en ellos buscar
lugares donde hay conflictos sociales o étnicos. Ya están en Chechenia,
por ejemplo. Estudian bien y van a donde hay revuelta. Por lo visto, esto
les da resultado, porque así consiguen patrocinadores, uno de los cuales es justo el sheikh Hamdan bin Rashid Maktoun, Emir de Dubai”.
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ACERCAMIENTOS AL EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL
Aureliano Pérez Yruela es hombre cercano a Abdul Qader. Cuando
vino a México en 1995, se acercó al Centro Cultural Islámico de México, y terminó llevándose a varios musulmanes mexicanos, Luis
García Miquel, entre ellos.
En Chiapas, estuvo primero en la comunidad zapatista de
Guadalupe Tepeyac. La abandonó abruptamente dos días antes de que
el Ejército Mexicano la ocupara, el 9 de febrero de ese año. Presentándose como reportero corresponsal, enviado de un periódico de
Granada (España), tuvo acceso al campamento del EZLN y habló con
el comandante Tacho y el mayor Germán para solicitarles una entre vista con el subcomandante Marcos.
El propio Nafia aceptó entonces, ante tres periodistas, quienes
aguardaban también para entrevistar al jefe zapatista, que su plan era
hablar con Marcos. Afirmó que traía la encomienda de su líder,
Abdul Qadar, de ofrecer dinero y armas al movimiento, siempre que
sus integrantes se islamizaran.
En tal ocasión, refirió que había estado preso en Nueva York y
en Andalucía, por su activismo; que antes estuvo en Chechenia y que
los murabitun encontraban enorme similitud entre la resistencia musulmana en Chechenia y el movimiento zapatista. Además, les confió que colaboraba para Eguin, el diario etarra clausurado por el juez
español Baltasar Garzón.
El reportero que cuenta estos pasajes recuerda que varias veces al
día Nafia se retiraba para hacer el salat en el baño del hospital de
Guadalupe Tepeyac y que le platicó que Abdul Qadar le había enviado
a Marcos, como regalo, varias monedas de oro antiguas.
Después de dejar esta comunidad tojolabal a principios de febre ro de 1995, se internó en la selva para contactar a los lacandones,
haciendo amistad con uno de los líderes.
Al final, a mediados del mismo año, Nafia marchó a San Cristóbal
de las Casas con la idea de crear, con Esteban López Moreno, español
también, y García Miquel, la Unión Islámica de México, que incluía un
proyecto de da’wa (evangelización). Abrieron una cabina de larga distan-
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cia en la central camionera, luego un puesto en el mercado y, por último,
La Alpujarra, una panadería que aún funciona, a cinco calles del centro.
LA CONVERSIÓN DEL DIPUTADO
Con todo, les fue imposible penetrar en la sociedad sancristobalense,
hasta que conocieron a Domingo López Ángel, en 1997. Fue un golpe
de suerte: se trataba del líder del Consejo de Representantes Indígenas
de los Altos de Chiapas (CRIACH).
Así documenta el hecho el Centro de Investigaciones Económicas y
Políticas de Acción Comunitaria, en Los evangélicos en el conflicto actual en
Chiapas: “Domingo López Ángel cambia de la religión evangélica a la
musulmana, a través de un grupo de españoles, que llegó a San Cristóbal
en 1995, y comenzó a introducir su influencia por medio de proyectos de
educación, pretendiendo abrir mercados internacionales para el café (...)
“López Ángel argumenta que cambió de religión porque a los grupos religiosos evangélicos los maneja la Secretaría de Gobernación, y
sólo están explotando a los indígenas, mientras dice esperar que los
musulmanes le den dinero, porque poseen mucho petróleo”.
En la ola de expulsiones que por razones político-religiosas inicia en San Juan Chamula a partir de 1974, López Ángel fue echado
de su comunidad por haber ingresado a la Iglesia Adventista del
Séptimo Día. Tenía entonces 17 años y se instaló con su familia en
un barrio marginal de San Cristóbal de las Casas.
En cambio, cuando los murabitun lo contactaron, pertenecía a la
grey de la Iglesia de Dios y era ya un conocido político local, pues
en 1979 participó en la fundación del CRIACH, cuyas bases eran
decenas de miles de desplazados evangélicos y católicos de Chamula, Cancuc, Chenalhó, Pantelhó y otros municipios alteños. A
mediados de los noventa, se convirtió en diputado local por el PRD,
del cual fue expulsado por encabezar, en 1996, un ataque contra participantes en el tercer Congreso Estatal de ese partido en Tuxtla
Gutiérrez, apoyado por la Unión Nacional Lombardista, la cual
tenía reputación de ser un grupo paramilitar, y a la cual el CRIACH
se había unido para formar la Alianza Zapatista.
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En su mejor época, tanto el CRIACH como otras organizaciones de desplazados, controlaban parte del transporte urbano, el
comercio informal y el hampa callejera de San Cristóbal de las Casas.
Además, encabezaba invasiones, particularmente en grandes extensiones de reserva ecológica, creando colonias de desplazados como
La Hormiga, Nueva Esperanza y Getsemaní.
Su líder, Domingo López Ángel, era el estratega, quien pagó su activismo con dos encarcelamientos en el penal de Cerro Hueco: el primero, en abril de 1992, tras ser acusado de secuestro, robo, plagio, tentativa de violación y despojo; y el segundo, en abril de 1998, por delitos
semejantes, más el de homicidio. En ambos casos el escenario fue el
conflicto entre desplazados y caciques priístas de San Juan Chamula.
En medio de esos avatares y con un poder bien disminuido, en
1997, Domingo López Ángel y unos cien seguidores se asimilaron con
sus familias a la Umma o comunidad musulmana, a través de los murabitun, que dos años atrás habían venido. Tal hecho permitió que los
musulmanes españoles encontraran la hebra de donde jalar y espacios
para establecer su sede a las orillas de la ciudad.
TENSIONES CON EL CENTRO CULTURAL ISLÁMICO DE MÉXICO
La armonía duró poco.
Las 40 familias chamulas de Molino Los Arcos, un paraje boscoso de San Cristóbal situado a pocos kilómetros de la Unión Islámica
de México, se hicieron musulmanas por influencia de los murabitun y
construyeron su propia mezquita en un solar.
Un miembro de esta comunidad explica que, en 1999, hubo una
discusión entre un anciano de la comunidad y el español Aureliano
Pérez Yruela (Nafia), por un terreno del que éste quería apropiarse, sin
considerar la opinión de los chamulas.
A la vez, por un hecho fortuito, un artesano de Molino Los
Arcos halló el Centro Cultural Islámico de México: “Los murabitun
nunca les informaron de nuestra existencia. Sin embargo, en una feria
comercial, Yahya (un chamula llamado Juan) conoció a un egipcio
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que vende artesanías y que le informó de nosotros. El hombre vino
y le dimos seguimiento a su caso, además de coranes”, dice Omar
Weston, fundador de dicho centro, situado en el Distrito Federal.
Ismail López, un converso capitalino comisionado por el
Centro Cultural Islámico de México, para viajar en dos ocasiones a
Chiapas, envió el año pasado una carta a la Sociedad Islámica
Latinoamericana, en la cual explica que la primera vez “no estuve
de acuerdo (con) la forma en la que realizan el salat, porque no le
dan el tiempo adecuado a cada movimiento (...) Parecía que tenían
prisa (...) no había ni (...) concentración ni devoción. Después del
salat se reunían en un círculo, cantaban, movían la cabeza y mezclaban suras del Corán con el salaam del Profeta... Hacían esto al mismo
tiempo y a una sola voz. A esto le llamaban Wird”.
Añade: “Los problemas comenzaron cuando los niños musulmanes (los pequeños chamulas) comenzaron a preguntarme (cosas)
como ‘¿por qué no cantas el Wird con nosotros?’, a lo que yo les
respondía, ‘lo que ustedes hacen no está en el Sunna de Mahoma’
(...) El número de preguntas creció hasta que el Emir pensó que yo
estaba haciendo algo malo, así que me dijo que mis días entre ellos
habían llegado a su fin”.
Seis meses después, a mediados de 1999, Yahya (el chamula que
los había encontrado) se comunicó por teléfono al Centro Cultural
Islámico de México. “Me pidió”, prosigue Ismail López en su carta,
“que fuera o mandara a alguien que les enseñara el Islam, ya que se
habían separado de Nafia y su grupo.
“Un mes después, fui de nuevo a Chiapas. Uno de los hermanos, Abdul-Haq (nombre islámico del anciano indígena padre de
Yahya), me dijo que pensaba que ya no podían pertenecer al Islam,
ya que este tipo (Nafia) les había dicho que su grupo era el único;
que ellos no tenían derecho a leer el Corán; que los enfermos no se
merecían el Islam ni los que lo aprendían lentamente. Les dijo que
no mandaran a sus hijos a la escuela, que dejaran de comer tortillas
¡y que no trabajaran en el mercado! Que un musulmán no hacía esas
cosas. Abdul-Haq siguió diciéndome que el Emir les había dicho
que tenían que casarse con cuatro mujeres, que se supone que los
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buenos musulmanes hacen eso. También me dijo que el Emir abusaba verbalmente de ellos y que no los respetaba”.
Hoy, los habitantes de Molino Los Arcos aprenden árabe, no
obstante que muchos hablan un español ininteligible (el hijo de
Jamil Gómez Gómez, por ejemplo, tiene cuatro meses de edad y le
son enseñados, a la vez, tzotzil-chamula, español y árabe); estudian
directamente el Corán; perfeccionan el ejercicio de los salat y, en
caso de dudas, llaman al Centro Cultural Islámico de México o
hacen consultas en su página web (islam.com.mx ). Tal institución gestionó una beca para que Yahya marche a Siria “para aprender bien
el Islam”, precisa Weston.
¿LA EXPULSIÓN?
La Procuraduría General de la República, eventualmente comenzó a
indagar tanto en la comunidad islámica de Torreón (Coahuila), como
en Molino Los Arcos (en San Cristóbal de las Casas), para saber más
de las actividades de los murabitun.
En octubre de 2000, éstos solicitaron registro como asociación
religiosa a la Secretaría de Gobernación, dependencia que les pidió
precisar cierta información. El trámite, pues, está en curso.
Para Javier Moctezuma Barragán, actual subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación,
un obstáculo es que los españoles han violado la ley de Asociaciones
Religiosas así como la Ley General de Población, en virtud de que
ambos, Aureliano Pérez Yruela y Esteban López Moreno entraron al
país con la autorización para ejercer el comercio, de manera que “su
calidad migratoria no les permite hacer actividad religiosa”, para lo
cual requieren de autorización específica.
Añade que “hay dudas respecto del cumplimiento del requisito
de ley que establece que deben tener notorio arraigo (...) el artículo
7, fracción segunda, de la Ley de Asociaciones Religiosas establece
que se otorgará el registro a quien haya realizado actividades religiosas en la República Mexicana por un mínimo de cinco años y cuen-
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te con notorio arraigo entre la población. El asunto es que estos dos
ciudadanos españoles no podían haber realizado actividades religiosas en virtud de su calidad migratoria”.
Así, entre las penas que podrían esperarles están, dice
Moctezuma, “desde un extrañamiento, hasta medidas radicales, como la expulsión”, aunque una atenuante sería que ambos tienen
hijos nacidos en territorio mexicano.
≈
El autor, Marco Lara Klahr, es licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado de
la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro normalista. Ha sido reportero para
los periódicos La Jornada, El Financiero y El Universal, donde ganó el Premio Nacional
de Periodismo (2000) en el género de reportaje de investigación. Es autor del libro Días de
furia: memorial de violencia, crimen e intolerancia, publicado por Plaza y Janés (2001).