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TEMA 10. LOS GRUPOS HUMANOS Y SU ORGANIZACION SOCIAL Y
POLITICA
La formación de grupos humanos estables es la primera consecuencia
del carácter social de la condición humana. Un grupo pequeño, como la familia,
la tribu o el clan es ya una forma de sociedad. A medida que las sociedades
crecen, su organización va haciendose más compleja y las unidades que la
componen se especializan y diferencian unas de otras, hasta tal punto que
algunos autores consideran que el rasgo más característico de la sociedad
contemporánea es, precisamente, su complejidad. Una de las manifestaciones
de esta complejidad es la enorme variedad de personas, situaciones, valores e
ideas que conviven en una misma sociedad. Ante semejante diversidad, cabe
preguntarse qué es lo que mantiene unida a una sociedad.
1. ¨Qué es lo que mantiene unida a la sociedad?
a) Semejanza
La primera causa por la que una sociedad se mantiene unidad es por
un común acuerdo acerca de la fundamental. Esto se pone de manifiesto en
que todos los individuos comparten las mismas instituciones.
Para el sociólogo francés Emile Durkheim la razón principal por la que
una sociedad se mantiene unida es que sus miembros comparten una misma
cultura, es decir una misma forma de entender el mundo y de solucionar los
problemas de la vida. Podemos vivir juntos porque más o menos estamos de
acuerdo en lo fundamental: que los contratos son para cumplirlos, que se debe
respetar la propiedad privada, que los principales responsables de la educación
de los hijos son sus padres, que el delito debe ser castigado, que hay que honrar
a los difuntos, etc. Estas ideas fundamentales acerca de cómo hay que
comportarse en determinados asuntos importantes para la sociedad son las que
configuran las instituciones. Las instituciones vinculan entre sí a los miembros
de una sociedad porque establecen relaciones definidas entre ellos de derechos
y obligaciones, de responsabilidad o de piedad, etc. Hablaremos de las
instituciones más adelante. Ahora nos conformaremos con señalar que las
instituciones sociales son compartidas ampliamente por los miembros de una
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sociedad. Y este hecho de que todos compartan unas mismas instituciones es lo
que aporta un fundamento a la unidad del grupo social.
b) Cooperación
Una sociedad también se mantiene unida por interés. Juntos en
coorperación se pueden obtener cosas que individualmente serían
costosísimas o simplemente inaccesibles.
Otros autores explican la unidad social no tanto por el hecho de
compartir una misma cultura cuanto por las relaciones de cooperación que
unen a unas personas con otras. Los seres humanos viven en sociedad porque
se necesitan mutuamente, y porque es más fácil solucionar entre todos tareas
complejas que no cada uno por su cuenta. Por ejemplo, la seguridad interior o
la defensa exterior son tareas importantes que interesan a todos. Pero cada
individuo por su cuenta no podría rechazar un ataque enemigo; en cambio, si
colaboran formando un ejército sí es más fácil que lo consigan. El comercio
también es una forma de cooperación que vincula a unas personas con otras. La
experiencia y la historia dice que es más eficaz la tarea de producir bienes si se
realiza en colaboración con otras personas que si es uno sólo quien tiene que
obtener las materias primas, transformarlas, diseñar el producto, elaborarlo,
envasarlo y hacer la publicidad. La división del trabajo se ha impuesto porque
es la manera más eficaz de producir, comerciar y obtener los bienes que
queremos.
c) Obligación
La cooperación en la obtención de un bien común establece una
jerarquía y una estructura social, en la que necesariamente hay desigualdad.
Las relaciones de cooperación dan lugar a la formación de grupos
estables por cuanto establecen vínculos mutuos entre las personas. Cada uno
depende ahora de los demás para obtener lo que quiere. Ahora bien, las
relaciones de cooperación dan lugar también a situaciones de desigualdad entre
la gente, a lo que se ha llamado la estructuración de la sociedad. Por referirnos
a los ejemplos mencionados: un ejército es una forma eficaz de defenderse, y
por eso, surgieron los ejércitos como partes importantes de las sociedades; pero
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los ejércitos implican una jerarquía, una división entre los que mandan y los
que obedecen; y, con la jerarquía, las reglas para saber quién manda más y
quien menos. La división del trabajo genera las empresas, en las que también
hay una división entre los propietarios y los empleados, entre quienes deciden
lo que hay que hacer y quienes lo llevan a cabo. La estructuración social es, así,
parte esencial de las sociedades, pues toda organización social implica una
división de tareas y ésta, una desigualdad entre quienes componen el grupo.
2, La organización social
La sociedad no es el sumatorio de individuos: la muerte de los
individuos particulares no hace desaparecer la sociedad. La sociedad es, más
bien, la red de relaciones que se establecen en la convivencia mutua. El tipo
de relación y lo que comporta para cada uno se define por la posición social
en la que se encuentre el individuo.
La estructuración social y las instituciones son los componentes
esenciales de la organización social. En realidad, ambas realidades son las que
definen lo que es una sociedad. Una idea muy extendida, basada en el lenguaje
ordinario, es pensar que la sociedad es un conjunto de seres humanos que
viven en un territorio dado. Pero esta no es una buena manera de definir qué es
la sociedad. La sociedad, más bien, se define como una red de relaciones entre
personas. Pero lo esencial no son tanto las personas concretas de carne y hueso,
como las relaciones sociales que las vinculan. En efecto, cuando las personas
singulares mueren, no desaparece con ellas la sociedad. Las sociedades, por el
contrario, permanecen generación tras generación, con cambios, sí, pero con
una identidad muy similar. Tanto las instituciones como las estructuras sociales
generan lo hemos visto ya relaciones entre las personas, como el parentesco, la
ciudadanía, la amistad, las relaciones de autoridad, de propiedad, etc. Qué
derechos y deberes, qué obligaciones y posibilidades tiene cada uno en
sociedad viene determinado por la posición que ocupa en la red de relaciones
sociales. Por ejemplo, qué derechos y obligaciones tiene un padre de familia o el
jefe de una tribu es algo que viene definido por la organización social, es decir,
por las instituciones y las estructuras propias de esa sociedad. Por eso, las
sociedades son tan distintas entre sí, y, por eso, si queremos describir una
sociedad dada, lo que tenemos que hacer es describir sus instituciones y sus
formas de estructuración, y no elaborar la lista, con nombre y apellidos, de cada
uno de sus miembros.
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3. Las formas institucionales
Las instituciones son las relaciones sociales que se repiten en casi
todas las culturas y a lo largo de toda la historia: la familia, la economía, la
política, la educación, la justicia... Aunque el contenido de estas instituciones
varía de cultura a cultura, y de época en época, la institución como tal no
desaparece. En la medida que una sociedad se moderniza, el individuo
pierde protagonismo en las relaciones sociales establecidas en cada
institución.
En cada sociedad hay una manera más o menos peculiar de hacer las
cosas, resolver los problemas, organizar la vida de la gente. En las diversas
culturas hay diferentes formas de familia, diferentes religiones, variadas formas
de organización política, preferencias artísticas y gastronómicas propias, etc.
Pero lo que no deja de ser llamativo es que en prácticamente todas las
sociedades hay alguna forma de familia, de religión, de moral, de organización
política, de arte, de gastronomía, etc. A estas formas sociales se les suele llamar
instituciones. Ellas son las que configuran la organización de cada sociedad y
nos permiten hacernos cargo de su carácter peculiar y de sus semejanzas y
diferencias con respecto a otras sociedades. También vemos que las
instituciones sociales cambian con el paso del tiempo dentro de cada sociedad.
En las diversas épocas históricas van adoptando diferentes formas.
Las instituciones dan forma a las relaciones sociales, es decir, a las
relaciones económicas, políticas, familiares, profesionales, de amistad, etc. La
unidad y variabilidad de las formas institucionales se explica porque son el
resultado de esa peculiar interacción entre naturaleza, cultura y libertad de la
que hablamos en el tema anterior. Cada institución va adoptando formas
particulares en el contexto cultural de la sociedad en la que está vigente. A su
vez, cada institución manifiesta algún aspecto de la naturaleza humana en su
dimensión social. Tanto las tendencias antropológicas básicas como el contexto
cultural son el marco de referencia en el que se desarrolla la comunicación
social, es decir, la interacción entre los miembros de una sociedad, mediante la
que las personas construyen su propio medio social. En la medida en que una
sociedad se va haciendo más diferenciada y compleja, las relaciones
interpersonales dan lugar a los sistemas de interacción en los que el
protagonismo del individuo va desapareciendo para cederlo a los medios
simbólicos de comunicación social.
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Así, el comercio en las sociedades simples se basaba en el trueque de
productos entre personas en el mercado local. En las sociedades complejas, en
cambio, el comercio se organiza de acuerdo con las pautas de la economía
financiera: se paga a plazos con dinero real, con letras de cambio o con tarjeta
de crédito. En las grandes transacciones ya ni siquiera se usa el dinero sino que
el pago se verifica como un apunte electrónico en una cuenta de compensación
bancaria. Pedir una hipoteca introduce al individuo en un sistema de leyes,
contratos y riesgos que no puede dominar, sino que más bien le domina. Los
cambios de los tipos de interés, de política económica o los acuerdos gobiernosindicatos pueden afectar a las condiciones de su hipoteca sin que el individuo
pueda hacer otra cosa que observar los vaivenes del sistema bancario.
Se puede hablar así de instituciones de ámbito microsociológico, en las
que cada persona puede jugar un papel importante en la configuración del
medio institucional. Entre estas están la familia, la pequeña empresa, la
vecindad, etc. Otras instituciones pertenecen claramente al ámbito de lo
macrosocial, como es la organización política, la estructura económica, el
sistema sanitario, la educación superior, etc. Estas instituciones componen el
núcleo del sistema social y resultan coercitivas para los individuos concretos.
En general, las instituciones se entienden como las formas sociales que
atienden a las diversas necesidades o tendencias de la vida humana en
sociedad. ¨Qué instituciones son más importantes para la sociedad? Parece que
hay algunas especialmente importantes: la familia es el ámbito de la primera
socialización; la economía es la forma en que se provee a la gente de los bienes
y servicios necesarios para la vida; la política es la forma de organizar la vida
en común; el derecho da las normas que todos deben observar para asegurar un
mínimo de orden social. Además de esto, hay que notar también que cada
sociedad define su propia jerarquía de valores y, por tanto, define la
importancia relativa de cada institución. Así, hoy parece que la institución más
importante de la sociedad es la economía, aunque sólo sea por el número de
páginas que le dedican los periódicos o por el énfasis que ponen los políticos
cuando tratan de esas cuestiones. En otras épocas o sociedades fueron otras las
instituciones principales. En tiempos lo fue la religión; en otros, la monarquía, y
aún en otros, el arte.
4. Las estructuras sociales
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Todas las sociedad se jerarquizan de manera necesaria mediante
criterios que forman parte de los valores que cualquier comunidad posee. La
desigualdad en esta estructura no tiene su origen en la diferencia individual
entre sus miembros, sino que es la manera de organizarse propia de las
sociedades. Si el criterio es económico, se habla de las diferencias de las
clases sociales, utilizando el vocablo de Marx. Según el nivel adquisitivo del
individuo podemos categorizarlo dentro de una clase social. Si el criterio es
político, hablaremos de partido, que es el modo en que se estructura la
política actualmente. Si el criterio es el prestigio hablamos de status social.
Los criterios de diferenciación son independientes entre ellos.
La estructuración o estratificación social es el sistema por el que una
sociedad sitúa distintas categorías de personas jerárquicamente, según criterios
de poder, riqueza o prestigio. La estratificación social es una característica de la
sociedad y no sólo un resultado de las diferencias entre los individuos: la forma
en que cada sociedad define quién ocupa las posiciones de poder, o quien goza
de prestigio, es algo que pertenece a su cultura, y que por lo tanto varía con el
tiempo. Por ejemplo, en la Grecia antigua los comerciantes no tenían prestigio
social, porque se entendía que el trabajo manual era muy inferior a la
ocupación en las tareas de la polis. Por eso, los comerciantes no eran
considerados como ciudadanos, ni recibían el reconocimiento social que la
condición de ciudadano aportaba. Su trabajo era necesario, sí, pero no era digno
de honor. En cambio, en nuestra sociedad, los empresarios de éxito son
probablemente las figuras que gozan de un mayor prestigio social.
La estructuración social no sólo incluye las desigualdades entre las
diversas categorías de personas sino también las creencias o valores que
justifican esa desigualdad. De acuerdo con esas pautas de valor dominantes se
establecen los criterios de estratificación y también la consideración general de
los distintos niveles sociales, así como el conjunto de derechos y obligaciones
que corresponden al puesto que se ocupa en la sociedad. Los primeros
industriales, como J.D. Rockefeller, defendían la riqueza y el poder de su clase
como producto de su esfuerzo e iniciativa personales, lo cual, decía, era
consistente con las leyes de la naturaleza y con la voluntad de Dios. Los pobres
en la sociedad feudal eran objeto de asistencia caritativa porque, después de
todo, ser pobre no era culpa suya, sino que así lo había establecido Dios en su
Providencia. Pero en la sociedad industrial los pobres fueron redefinidos como
carentes de ambición y de capacidad, y consecuentemente, despreciados.
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a) Clases sociales
Los diferentes criterios de estratificación dan lugar a diversas
estructuras sociales. El criterio de riqueza da lugar a las clases sociales. Una
clase social es una categoría de personas que tienen un nivel similar de acceso a
recursos económicos, los cuales influyen fuertemente sobre el estilo de vida que
pueden llevar. Las clases no se establecen por decisiones jurídicas de la
autoridad. Los límites entre clases no son nunca definidos, aunque quienes
pertenecen a la misma clase tienen intereses compartidos. Marx consideró que
las clases se definían fundamentalmente por el acceso a la propiedad de los
medios de producción económica. De esta manera, en su opinión, sólo habría
dos clases en la sociedad industrial, la de los propietarios o capitalistas, y la de
los asalariados o proletariado. Entre ambas clases habría una tensión
irreconciliable, porque la diferencia entre ellas no sería sólo de nivel económico
sino que tendría también una dimensión política o de poder. La clase
propietaria tendría, junto con la riqueza, también el poder y el dominio sobre la
clase asalariada. Esta, además de sufrir la pobreza, soportaría la opresión
política de la clase dominadora. Para Marx, la distinción de clases supondría
necesariamente el conflicto entre ellas, que sólo podría acabar con la revolución
del proletariado, es decir, con la apropiación por parte del proletariado de los
medios de producción y del poder en la sociedad. La historia se ha encargado
de desmentir estas tesis de Marx. La sociedad industrial no tiene sólo dos
clases, ni estas son esencialmente antagónicas. Por el contrario, hay una
continuidad progresiva en la propiedad de la riqueza y en el nivel de los
ingresos, al tiempo que el Estado de Bienestar procura paliar las desigualdades
entre unas clases y otras.
En nuestra sociedad la clase a la que uno pertenece no depende sólo del
nacimiento. Hay sociedades, como la India, en la rige el sistema de castas: cada
uno pertenence a la casta de origen durante toda su vida y no le está permitido
ejercer la profesión de una casta diferente ni contraer matrimonio con alguien
de una casta superior o inferior. En las sociedades industriales, en cambio, son
las propias capacidades y el propio esfuerzo, además de la suerte, lo que
permite alcanzar una clase superior a la de origen. Las barreras entre clases
siguen existiendo pero también existe la posibilidad de mejorar la propia
condición social, mediante la educación, la inversión o el matrimonio.
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b) Partidos
El criterio de poder da lugar a la formación de partidos. La nuestra es
una sociedad de organizaciones. Cada vez se establecen más organizaciones
para los diversos aspectos de la vida social. Hay organizaciones políticas (como
el parlamento, el senado, los gobiernos locales), organizaciones sindicales,
organizaciones culturales, asociaciones deportivas, ONGs, etc. Toda
organización formal implica una jerarquía de autoridad, un ordenamiento de
los cargos según un criterio de poder: quién manda sobre quién y quién
obedece a quién, etc. Evidentemente, los distintos niveles de poder definen
categorías de gente, desde las más poderosas a las que no tienen mando sobre
nadie. Para alcanzar el poder, las personas se asocian en partidos políticos. La
inclusión en uno de esos niveles de poder o en uno de los partidos define la
categoría social a la que cada persona pertenece en términos de poder. El poder
no va directamente ligado a la clase social. Así, vemos cómo gente que
privadamente tiene ingresos modestos ocupa cargos políticos de importancia.
Sin embargo, también es verdad que quien tiene riqueza puede disponer de
más tiempo y más medios para promocionarse políticamente, personalmente o
a través de un partido.
c) Status
El prestigio da lugar a la formación de diferentes niveles de status (o
posición social). Solemos reconocer honor y prestigio a gente que ni es
especialmente rica ni desempeña cargo político alguno. En nuestra sociedad
una fuente importante de prestigio social son las profesiones. Por ejemplo, los
médicos gozan de prestigio social por la labor asistencial que realizan, el
cuidado que ponen en tratar a los enfermos, etc. Otras profesiones también
gozan de una posición de prestigio por la importancia que el desempeño de su
tarea tiene para la sociedad, aunque los ingresos que esa profesión genere no
sean especialmente altos, como los investigadores y científicos.
5. El poder y el Estado. La legitimidad del poder
La institución política genera la idea de Estado como el campo en el
que se gestiona los fines comunes a todos los individuos. Según la época
histórica se ha justificado de manera diferente el poder del Estado. En la
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Antig•edad y en la Edad Media, un Estado era justo si promovía la virtud,
que era el bien sobre el que todos estaban de acuerdo. Cuando ya no se está
de acuerdo en qué es la felicidad o el bien, el Estado se legitima garantizando
los derechos mínimos para que el individuo pueda buscar lo que él entiende
por felicidad. Es lo que ocurrió al filo de la modernidad. Hobbes defendió en
esta época de continuas contiendas entre los pueblos que el Estado era el
menos malo de los males: un acuerdo de cesar las mutuas agresiones en
favor de la seguridad. Los individuos ceden su natural poder y su libertad a
un soberano que mantiene una paz provocada por el miedo.
De todas las formas de desigualdad en la sociedad hay una
particularmente importante, que es la desigualdad política. La estructura
política de cada sociedad es la forma en que esta se organiza para dirigir su
vida social, para definir y conseguir objetivos necesarios o convenientes para la
sociedad misma. A la organización política de una sociedad se le suele llamar
"Estado". A lo largo de los siglos ha habido muy distintas formas de
organización política: república, monarquía, dictadura, tiranía, democracia... La
filosofía política se pregunta por las cuestiones más básicas de las
organizaciones políticas, sobre la legitimidad del poder social y de los que
ostentan ese poder, sobre la justicia y la necesidad de que unos hombres
obedezcan a otros, sobre los títulos que algunos proclaman para ejercer la
autoridad sobre los demás.
La reflexión filosófica surge, como ya hemos visto en los capítulos de la
primera parte, de la mano de la experiencia histórica. Aunque todos los
filósofos buscan desentrañar lo verdadero de la realidad a la que se enfrentan,
es lógico que cada uno dé más importancia a los acontecimientos cruciales de la
época que le ha tocado vivir.
a) La perspectiva clásica
En la filosofía clásica la polis se concibe como la socieda más perfecta
porque su fin es el más alto: facilitar la plenitud de la existencia humana, o
dicho con otras palabras, la felicidad. La finalidad, el sentido de la polis es el
mismo que el del individuo. El núcleo de esa felicidad consiste, para la filosofía
clásica, en la práctica de la virtud. La polis debe facilitar a las personas la vida
virtuosa porque esa es la manera en que la gente podrá ser feliz. La sociedad
cumplirá su fin si consigue este objetivo. El poder en la polis se ejerce de
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acuerdo con este criterio: es justo y legítimo si promueve las virtudes de los
ciudadanos y, por el contrario, será injusto y perderá su legitmidad si hace lo
contrario. En la Grecia antigua y en la Europa cristiana el criterio de justicia y
de virtud era público y compartido. Los ciudadanos y los gobernantes tenían
una misma idea de lo que era bueno, justo y virtuoso. Las leyes expresaban, con
mayor o menor acierto, con mayor o menor grado de cumplimiento, las ideas
compartidas por toda la sociedad acerca de lo que era justo y bueno. En Grecia
la fuente de las leyes era la tradición homérica; en la Europa antigua y
medieval, la religión cristiana.
b) La perspectiva moderna
Con el comienzo de la época moderna, surge el pluralismo religioso en
Occidente. Ahora ya no hay una idea común acerca de lo que es justo y
virtuoso. La filosofía moderna muestra el desacuerdo fundamental de la época
acerca de cuál es el contenido de la felicidad, y la felicidad misma pasa a
convertirse en un asunto estrictamente privado. El poder social no puede
decidir por los individuos cómo han de llegar a su propia felicidad. La
finalidad fundamental del Estado es ahora lo que podríamos llamar un
"programa de mínimos": identificar algunas condiciones mínimas
indispensables para que cada cual pueda realmente ser feliz, como son, por
ejemplo, estar vivo, ser libre, tener algunas propiedades, etc. Estas condiciones
tienden a ser entendidas como "derechos naturales". La misión del Estado es
garantizar que todos los ciudadanos disfruten de esos derechos mínimos para
que, sobre esa base, puedan luego perseguir de modo privado su propia
felicidad, entendida por cada cual a su manera. Las leyes, en el planteamiento
moderno, ya no expresan lo que es justo o bueno, sino lo que es imprescindible
cumplir para que los hombres puedan convivir.
El Estado moderno es justo y legítimo si cumple su misión de
protección. Desde esta perspectiva, el fin del Estado y el fin del individuo son
distintos: lo público se entiende ahora al servicio de lo privado. La filosofía
moderna creyó que esta nueva forma de comprender la organización política
daría cumplida respuesta a los problemas surgidos de la experiencia del
pluralismo religioso y del afán de libertad. Sin embargo, encontró en su
desarrollo dificultades y paradojas. Entre ellas, las que apuntó en sus obras el
filósofo inglés del siglo XVII, Thomas Hobbes.
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c) El precio de la paz
La filosofía de Hobbes surgió en íntima conexión con la experiencia de
las guerras de religión de la Europa moderna. Fue ésta una época muy inestable
políticamente, en la que los enfrentamientos bélicos se sucedieron sin apenas
interrupción durante más de un siglo y medio.
Hobbes pensaba que la sociedad era un artificio pactado por los
individuos que se consideraban en peligro ante la amenaza de los demás. Para
Hobbes, el rasgo antropológico esencial es que cada ser humano busca
pasionalmente su propio interés. Como los recursos y las riquezas disponibles
son limitados y, en cambio, los deseos de los individuos son insaciables, la
situación de convivencia es, más bien, una situación de conflicto permanente,
de guerra de todos contra todos para obtener cada cual su propio beneficio. De
ahí su famosa frase de que "el hombre es un lobo para el hombre". Y esta triste
situación de amenaza continua de muerte sería la condición humana
permanente si no se pusiera remedio. El único remedio posible, según Hobbes,
es que cada uno de los individuos ceda su poder a un único individuo, que se
constituye así como el único soberano. Esta cesión es la renuncia de cada uno
de los individuos a perseguir por sus propios medios su beneficio particular. Si
todos los individuos renuncian igualmente a luchar por sus intereses
particulares, el conflicto desaparece. Los demás ya no son una amenaza para
mis bienes o, incluso, para mi vida, porque todos hemos cedido nuestro poder
al soberano.
El precio de la paz es, por su parte, el sometimiento absoluto al
soberano absoluto. En él reside todo el poder social y no hay ningún otro poder
que pueda hacerle frente, porque en caso de que lo hubiera daría lugar al
conflicto social y a la "guerra de todos contra todos". Para Hobbes, la vida social
si ha de ser posible, es necesariamente una vida política de sometimiento.
¨Es justa esa situación? Para Hobbes, más que justa, es la única solución
posible. La justicia no es más que lo que emana de la voluntad del soberano,
porque lo que importa no es el contenido de las decisiones de soberano, sino
más bien que esas decisiones están sostenidas por un poder incontestable. Esta
es precisamente la condición para la paz social. Como nadie tiene poder para
enfrentarse al soberano, no hay guerra o conflicto social posible. Toda rebelión
quedaría inmediatamente sofocada.
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Parece entonces que esta situación sería de extrema indigencia para los
individuos, que quedarían a merced del arbitrio del soberano. Para Hobbes no
es así. El soberano también se mueve por su propio interés y busca su beneficio
particular. Y como todos los demás individuos, anhela desesperadamente su
seguridad. Por eso, a la hora de tomar decisiones, buscará lo mejor para el
pueblo, porque cuanto más contento esté el pueblo más seguro estará su poder
y también su posición y su vida. El soberano que quiera seguir siéndolo
procurará el beneficio de los individuos bajo su dominio, pues un dominio que
les perjudicara continuamente no haría sino provocar revueltas y revoluciones.
El poder, para Hobbes, no sólo es legítimo, sino estrictamente necesario
para que la sociedad humana pueda existir. La legitimidad del poder tiene su
origen en el miedo que los individuos tienen unos de otros. El miedo y el afán
de seguridad les lleva a constituir a otro individuo como soberano y a esperar
de él protección y paz. Para Aristóteles la sociedad era un bien para las
personas porque les permite desarrollar sus capacidades y alcanzar la plenitud
de su vida. Para Hobbes y, en general, para la filosofía moderna la sociedad es
un mal necesario. Es un mal porque vivir en sociedad significa renunciar al
propio poder, a la propia capacidad de actuar en libertad; pero es necesario
porque sin la sociedad, es decir, sin un poder político, no podríamos vivir.
El miedo origina y hace legítimo el poder del soberano absoluto, según
Hobbes. Pero esto no es válido para todas las sociedades, para todas las formas
de gobierno ni para todas las épocas históricas. De hecho, ha habido muchas
formas de gobierno que no han sido despóticas, que han permitido poderes
contrapuestos, y que han sobrevivido como sociedades durante largos períodos
de la historia. Max Weber, sociólogo alemán de finales del siglo XIX y
comienzos del XX, se planteó en otros términos el problema de la legitimidad
del poder.
6. Otras fuentes de legitimidad
Hay otras formas de legitimar el poder. Para Max Weber el poder se
justifica por la obediencia que provoca la autoridad. Tanta obediencia, tanto
poder legítimo. La razón por la que se obedece puede ser triple: porque todos
hemos acordado algo (autoridad legal), porque es lo que siempre se ha creído
y es nuestra herencia (autoridad tradicional), o porque es lo que prescribe un
líder al que se cree por encima del resto de los mortales (autoridad
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carismática). La cuestión es si el poder queda justificado sólo porque así lo
crean los que se someten a ese poder.
Para Max Weber, el poder o dominación es la probabilidad de
encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos
específicos. Es decir, tiene poder aquel que consigue que los demás le
obedezcan, incluso aunque estos en principio se opongan. Weber llama
autoridad a las formas legítimas de dominación. Así, los distintos tipos de
autoridad se explican por las diferentes bases sobre las que la autoridad se
legitima ante sus seguidores. Los tipos principales de autoridad son tres: la
autoridad legal, la autoridad tradicional y la autoridad carismática. Cada una
de ellas se fundamenta en la creencia de los seguidores de que esa autoridad es
legítima. Se diferencian porque las razones por las que la gente la acepta son
distintas.
La autoridad legal es la que se fundamenta en la creencia en la
legalidad de las ordenaciones establecidas y en los derechos de mando de los
llamados según esa ordenación a ejercer esa autoridad. Este tipo de gobierno se
fundamenta en la autoridad de las leyes más que en las personas. Un ejemplo
es el de nuestras sociedades democráticas, que justamente llamamos "estado de
derecho". En ellas, ostenta el poder aquel que ha sido elegido mediante el
procedimiento electoral vigente. Aceptamos como gobernante al que ha
obtenido la mayoría de los votos, precisamente porque ha sido designado para
el cargo de acuerdo con las leyes que todos aprobamos o, al menos, acatamos.
Pero el poder del gobernante no sólo tiene su origen en las leyes sino que está
limitado en su ejercicio por las mismas leyes. No sería aceptable que un
gobernante tomara decisiones contrarias a las leyes del país, ni tampoco sería
aceptable que intentara seguir gobernando una vez cumplido el tiempo para el
que fue elegido. El poder propiamente reside en las leyes y la persona elegida
gobierna en nombre de las leyes.
La autoridad tradicional se basa en la creencia cotidiana en la santidad
de las tradiciones y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para
ejercer la autoridad. Lo que determina la obediencia de la gente no es el deber
impersonal hacia un ordenamiento jurídico sino la lealtad hacia el líder, que no
es un mero superior, sino un maestro, porque encarna los principios de la
tradición. La autoridad legal se justifica por referencia a las leyes presentes. En
cambio, la autoridad tradicional se justifica por referencia al pasado y a la
costumbre. Un ejemplo clásico es el de las monarquías tradicionales. El
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heredero al trono lo es en virtud de su origen genealógico y es él quien está
investido del poder para organizar la sociedad, de acuerdo con la tradición que
encarna en su persona. Históricamente ha habido otras formas de autoridad
tradicional. La gerontocracia era el gobierno de los más viejos. En el
patriarcalismo, la posición de dominio se alcanzaba también por herencia,
como en la monarquía, y su ámbito de ejercicio era muy amplio. El feudalismo
era una forma de autoridad más moderna, en la que el dominio del señor
feudal estaba limitado por ciertos derechos y obligaciones respecto a los
vasallos, definidos y heredados por tradición.
La autoridad carismática se fundamenta en la devoción de los
seguidores hacia el carácter excepcional, santo, ejemplar o heroico de los
líderes, así como hacia el orden normativo sancionado por ellos. Al líder se le
considera distinto de la gente corriente y es tratado como si tuviera poderes
sobrehumanos o, al menos, extraordinarios, como si estuviera dotado de
cualidades que no son accesibles para la gente normal. Weber hace hincapié en
que la legitimidad del líder carismático no exige que tenga realmente estas
cualidades sino que sus seguidores piensen que es así. El carisma es una fuerza
revolucionaria, a diferencia de la autoridad legal y de la tradicional, porque
provoca una alteración radical de las actitudes y de la manera de comportarse
de la gente. El carisma suscita una actitud nueva ante los problemas del
mundo. Ejemplo de líder carismático es el ayatollah Jomeini, que llegó al poder
en Irán; también Martin Luther King o Gandhi, que aunque no ocuparon
ningún cargo político, suscitaron tras de sí movimientos populares de apoyo y
de fervor.
Max Weber señaló la importancia de la aceptación de los seguidores
para el ejercicio del poder. De hecho, la legitimidad del poder consiste, para
este autor, en que tenga una base popular, ya sea esta de tipo legal, tradicional
o carismática. Pero, ¨acertaba Weber en esta afirmación? ¨Es legítimo todo
poder político por el hecho de que sea aceptado como tal? O, yendo un poco
más lejos en la pregunta, ¨es justo un gobierno por el hecho de que la gente
piense que lo es? La respuesta a estos interrogantes es la cuestión central del
tema siguiente.
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