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Melodías de la memoria eterna
Un paseo alrededor de las copias de esculturas “clásicas” que ocupan actualmente la Casa
del Sol en Valladolid sumerge al visitante en una atmósfera emanada del pasado, pero que resuena
en la memoria, tal como Italo Calvino nos refiere en Por qué leer a los clásicos. Y es que según él, lo
“clásico” tiene esa cualidad de estar insertado en los pliegues de la memoria del inconsciente
individual o colectivo que prolonga de manera natural el pasado en el en el presente, a través de
lecturas y relecturas, de nuevas interpretaciones y que estando cargado de tradición está de rabiosa
actualidad simultáneamente.
Al igual que sucede con estas reproducciones escultóricas, los tres volúmenes dedicados a
las Arie Antiche, recopiladas y desempolvadas por el documentalista Alessandro Parisotti (18531913), constituyen un paralelo reseñable en el ámbito musical. Constituyen en sí mismas un museo
o tesoro, al reunir numerosas piezas para canto y piano extraídas de óperas y cantatas,
predominantemente en italiano, a una sola voz y con acompañamiento de piano. Estas nuevas
versiones, que se alejan del original, han sido adaptadas del original por Parisotti en una colección
que ha alcanzado una gran fama entre docentes, alumnos, aficionados al canto, y por qué no,
cantantes profesionales. Muchos grandes del canto han dedicado algún disco a estas piezas, entre
los que contamos a Dimitri Hvorostovsky, Ramón Vargas, Fischer-Dieskau o Cecilia Bartoli.
Precisamente, esta famosa cantante ha puesto de relieve que no se trata de obras tan fáciles como
podrían parecer en principio, como para ser utilizadas como primeras piezas en la enseñanza de
canto. Esto es lo que ha venido sucediendo desde su publicación a través de la edición enormemente
difundida sacada a la luz por Ricordi en 1890. Lo que no cabe duda es que aparte de su valor
patrimonial, el valor educativo como modelo para los jóvenes artistas ha estado presente en ambas
colecciones, tanto la escultórica del Museo Nacional de Escultura como la musical en el caso de la
colección de Parisotti.
La colección de reproducciones se nutre de varios temas e hitos que parcelan y articulan la
exposición como son la “Invención de la Antigüedad”, la “Belleza desnuda”, las “Imágenes del Furor”,
“Sabios y héroes” y “Enigmas y Fragmentos”. La colección de arias de Parisotti, en paralelo a ésta,
recorre la música desde autores como Falconieri o Caccini hasta autores como Spontini o Cherubini,
tratando los mismos temas de un pasado remoto redescubierto, pero en un soporte distinto:
pasamos del predominio de la escayola al sonido a través de la voz con acompañamiento pianístico.
Se dan cita así tanto personajes masculinos como femeninos a los que se les da voz en sus arias, pero
desprovistas del contexto que el resto de la ópera originalmente les confería: héroes y mujeres
desoladas, victorias y caídas, o la Arcadia y la humanidad de las bajas pasiones. Además, como en el
caso de la exposición, contamos con enigmas y fragmentos por doquier: el músico del final del siglo
diecinueve conocía a autores como Vivaldi, Haendel, Carissimi, Scarlatti, Pergolesi y un largo
etcétera, pero situaba en un altar mítico e inaccesible a autores como Monteverdi, Peri o Caccini,
entre otros, que como mucho conocía de los libros de historia, pero nunca a través de la audición
musical. Parisotti rescata la música de estos autores como si de una Pompeya redescubierta se
tratase: ¡Qué maravilla tuvo que ser escuchar fragmentos del mítico Orfeo de Monteverdi, por
ejemplo, en los oídos del público de los salones del diecinueve!
La cuestión de la autenticidad tampoco es un tema baladí y la falsificación es una sombra de
duda que cae sobre toda obra de arte del pasado, especialmente de aquéllas en las que la
trazabilidad de su autor es complicada o su procedencia es oscura. También forma parte del atractivo
de las obras expuestas en los museos el preguntarse por la autenticidad de lo contemplado y de los
retos de algunos falsificadores insignes el hacer pasar por buenas obras suyas. Parisotti no se excluyó
de dejar su huella en la colección: se dice que Se tu m’ami, atribuida a Pergolesi, famosa por aparecer
en el ballet Pulcinella de Stravinsky, fue compuesta por Parisotti. No deja de parecer sorprendente
que el Stravinsky neoclásico que se acerca al museo de Parisotti para inspirarse fuera a ser atraído,
entre otras obras, por una que no es original. La cuestión de la autenticidad aparece como algo
novedoso en este período de revival en el que el interés por la música del pasado emerge
(observemos el caso de los Dolmetsch, que a la manera apóstoles prerrafaleístas, pero de la música
antigua, protagonizan el panorama musical y cultural en la Inglaterra de fines del diecinueve). Esto
será el germen de movimientos como el denominado Early Music que tanta importancia ha tenido
en los recientes tiempos. Como si se tratase de otra vuelta de tuerca, el programa de concierto que
se va a ofrecer muestra la mirada que una época ya pasada tenía sobre obras redescubiertas de una
época anterior. De esta manera, entramos simultáneamente en los salones de la nobleza y en los
primeros teatros de localidades de pago de los siglos diecisiete y dieciocho bajo el prisma de los
salones burgueses del final del siglo diecinueve, de los que degustamos los aromas que aportan los
arreglos para voz y piano de Parisotti.
Las versiones que se ofrecen como sugerencia para el concierto utilizan los efectivos de la
voz de soprano unida al acompañamiento de un arpa, lo que no supone ningún cambio con respecto
al original de Parisotti, ya que simplemente se hace una traslación del acompañamiento pianístico al
arpa, incluso añadiendo un color que hoy es insólito. El arpa, instrumento por antonomasia femenino
en el siglo diecinueve, era popular entre las jóvenes de aquélla época, cultivado como elemento
portador de rango social. Lo que pretendían estas versiones era trasladar la plasticidad de las arias
originales –que se habían escrito con acompañamiento orquestal de cuerda- a una solución más
económica y fácilmente realizable de voz y acompañamiento. La textura original de estas romanzas
se adapta a la popular de las arie da camera decimonónicas, adquiriendo estas versiones el regusto
que poseía escuchar música en los salones Biedermeier, que daban sus últimos coletazos.
En este formato de soprano y arpa a cargo de Laura Sabatel (soprano) y Juliette Commeaux
(arpa), las arias del pasado se asemejan a las canciones con acompañamiento de autores como Verdi,
Rossini, Bellini o Donizetti, siendo un género que se postula como alter ego íntimo y sentimental de
las grandes arias teatrales con acompañamiento de gran orquesta, esta vez para diversión del
aficionado. La selección de piezas que se propone es la siguiente:
Già il sole dal Gange
Alessandro Scarlatti
Caro mio ben
Giuseppe Giordani
Sposa son disprezzata
Antonio Vivaldi
Se tu m’ami
atribuido a Giovanni Battista Pergolesi
Vittoria, Vittoria mio core
Giacomo Carissimi
O cessate di piagarmi
Alessandro Scarlatti
Pur dicesti, o bocca bella
Antonio Lotti
Tu che hai le penne, Amore
Giulio Caccini
Selve amiche
Antonio Caldara
Il mio bel foco
atribuido a Benedetto Marcello
Plaisir d’amour
Giovanni Martini
Piangerò la sorte mia
Georg Friedrich Händel
In un fiorito prato
Claudio Monteverdi
Ah, mio cor, schernito sei!
Georg Friedrich Händel
Tu mancavi a tormentarmi
Marc’Antonio Cesti
Lasciatemi moriré
Claudio Monteverdi
Stizzoso
Giovanni Battista Pergolesi
Amarilli mia bella
Giulio Cacccini