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TEATRO POSTERIOR A 1939 HASTA FINALES DEL SIGLO XX. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES El teatro fue, en los años anteriores e inmediatamente posteriores a la Guerra, el espectáculo más preciado por el público. Había abundantes autores que escribían piezas teatrales. Esta situación se mantuvo hasta el auge de la televisión en color en los años 70. En el teatro posterior a la guerra pueden reconocerse unas etapas y unas tendencias paralelas a las que observamos en la novela y en poesía. Una síntesis: Durante los años 40 y parte de los 50 continúa la tendencia tradicional pero también la búsqueda de nuevos caminos, entre ellos el teatro existencial. Mediada la década de los 50 apunta un teatro realista y social con el propósito de testimonio y denuncia hasta donde tolera la censura. A medida que avanzan los años 60 y entramos en los 70, ya cansados del realismo social, se producen intentos de un teatro experimental, aunque con fuerte carga crítica. TEATRO DE POSGUERRA La producción de los autores de los años 40 y principios de los 50, cabe señalar las siguientes líneas: a) Teatro de alta comedia o también llamado teatro de evasión: es un teatro que está en la línea del teatro benaventino. Es un teatro de continuidad, sin ruptura con lo anterior. En esta línea se sitúan autores como José Mª Pemán, Edgar Neville o Luca de Tena. En la posguerra, el teatro que predomina en España es un teatro dirigido a un público que entiende la escena como evasión. Pero sus obras son poco críticas con la realidad social e histórica que se estaba viviendo en España. Los temas eran la infidelidad en el matrimonio, la rebeldía de los hijos… A veces pueden plantearse problemas morales que se resolverán de acuerdo con la visión de la época. Este tipo de teatro burgués predomina hasta el año 1949, cuando Antonio Buero Vallejo estrenó Historia de una escalera b) Antes de la guerra, había estrenado ya Enrique Jardiel Poncela. Él y Miguel Mihura son los máximos representantes del teatro de humor. Jardiel Poncela se aleja del teatro cómico anterior y se basa en un teatro en lo inverosímil y lo absurdo. En sus obras combina el humor del lenguaje y de las situaciones, aunque algunos han criticado su exceso de enredo en el conflicto. A pesar de ello es una figura destacada de nuestro teatro español. Entre sus obras cabe destacar Eloísa está debajo de un almendro o Los habitantes de la casa deshabitada. Miguel Mihura, al igual de Poncela, basa su teatro en lo absurdo e ilógico. Parte de su obra, sin embargo, se caracteriza por una preocupación existencial y una intención crítica. En un primer momento su humor busca no solo entretener sino también reflexionar. Más tarde, su teatro se vuelve más convencional (es decir, abandona la denuncia social y cede ante los gustos del público que quiere, ante todo, divertirse. Su obra más relevante pertenece a la primer época: Tres sombreros de copa. Mihura enfrenta un mundo burgués y acomodado a otro más rebelde y bohemio. Vence el primero y fracasa el amor. De la segunda época destacan obras como: Melocotón en almíbar o Maribel y la extraña familia. TEATRO CRÍTICO. TEATRO REALISTA DE PROTESTA Y DENUNCIA Junto a un público burgués, aparece un público nuevo, juvenil y universitario que pide otro teatro, un teatro comprometido. La censura se relaja un poco y se consolida el concepto de realismo social. En los años 50 y 60, se implanta un teatro crítico que busca un compromiso ético-social con el individuo y con su realidad. Es el teatro del “realismo social”. Estos autores entienden el teatro como un medio para agitar y transformar la sociedad española. El estreno de la obra de Buero Vallejo, Historia de una escalera en 1949 y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre, en 1953, marcan el inicio del cambio y una renovación profunda en el teatro español. El dramaturgo no puede ya evadirse de la realidad española. Además de la nombrada anteriormente, Buero Vallejo también adopta una denuncia directa y abierta como en El tragaluz. En otras obras adopta un tono más simbólico como en La fundación, y en otras recurre al fondo histórico como El concierto de San Ovidio (situada en el París del siglo XVIII), quizá en estas últimas para poder burlar mejor a la censura. Otros autores que se encuadran dentro del “realismo social” son Lauro Olmo, con La camisa; Carlos Muñiz, El tintero; Martín Recuerda, Los salvajes en Puente San Gil; Rodríguez Méndez, Los inocentes de la Moncloa. Todos estos autores tienen una temática común: injusticia social, y la alienación. Ante ello la actitud del autor sería de testimonio o de protesta. En definitiva, estos autores pretenden crear un teatro comprometido con los problemas de la España en que vivían. TEATRO EXPERIMENTAL y TEATRO INDEPENDIENTE A mediados de los años 60 surge un teatro menos social y más experimental. Aparecen nuevos nombres que intentan superar el teatro social mediante fórmulas más vanguardistas y experimentales. Se asimilan corrientes experimentales del teatro extranjero (Bertold Brecht, Samuel Beckett, o Artaud). El teatro que hacían estos autores era tan o más crítico que el de los realistas por lo que chocaron también con la censura. El caso más revelador de la marginación fue Fernando Arrabal que continuó su obra en el extranjero. En España, el único caso de éxito rotundo fue Antonio Gala. El teatro de este momento también gira en torno a la protesta y denuncia: temas como la dictadura, la falta de libertad, la injusticia, la alienación… Pero lo nuevo es el tratamiento dramático: se desecha el enfoque realista para sustituirlo por enfoques simbólicos y alegóricos. También a mediados de los años 60, como alternativa al teatro comercial, surgen diversos grupos del llamado “teatro independiente” (Tábano, Els Joglars, Els Comediants, o Teatre Lliure). Suelen hacer un teatro crítico y comprometido con la realidad. Estos grupos buscan nuevas fórmulas que contribuyan a la renovación del teatro y del espectáculo. Se recurre a la farsa, a lo grotesco, a deformaciones esperpénticas; se da entrada a lo alucinante, a lo onírico; se cultivan recursos sonoros, visuales, corporales… inspirándose en la comedia musical, la revista o el circo. Lo más destacado es que junto a enfoques críticos se preocupan por los aspectos lúdicos del espectáculo. TEATRO DESDE 1975 Tras el experimentalismo de los años 60 y 70, todos los géneros literarios vuelven la vista a la tradición y lo convencional. Esto sucede también en el teatro. Los nuevos autores dramáticos se inclinan hacia la comedia realista, bien concluida y que desarrolla temas de actualidad: la droga, la delincuencia, los conflictos amorosos contemporáneos, la corrupción política… casi siempre con un matiz irónico y humorístico. Se abandona, pues, toda experimentación y se busca contar historias actuales, bien planeadas, con tensión dramática y con personajes bien diseñados, que resulten reconocibles para el espectador. Se trata de llevar al escenario el mundo en el que vivimos. Quizá el autor más destacado sea José Luis Alonso de Santos con obras como La estanquera de Vallecas, o Bajarse al moro (las cuales fueron llevadas al cine). También es interesante la obra del actor Fernando Fernán Gómez, por ejemplo: Las bicicletas son para el verano. Destacaremos también a un joven autor, Fermín Cabal o José Luis Sanchís Sinisterra con ¡Ay, Carmela!, también llevada al cine. El panorama de estos últimos años es variado y cambiante. Predomina el teatro comercial (continúa con esquemas formales anticuados); teatro institucional (El Centro Dramático Nacional o La Compañía Nacional de Teatro Clásico, que realizan montajes de obras consagradas y contribuyen a difundir el patrimonio teatral histórico); teatro de humor (cosecha éxitos con fórmulas nuevas como los monólogos, comedias mudas, teatro de improvisación); teatro musical (este género hasta hace bien poco, poco habitual en España, prolifera hoy en día con éxito con adaptaciones de obras internacionales como Cats, Los miserables, pero también se crean obras propias como Hoy no me puedo levantar). Pero también surgen autores y grupos que realizan nuevas propuestas escénicas. Especial mención a las mujeres como dramaturgas como Paloma Pedrera y Yolanda Pallín, así como las obras de autores como Ernesto Caballero, Eduardo Galán o Ignacio García May.