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CAPÍTULO 19 SÍNDROMES MUCOCUTÁNEOS Maite Sainz de la Maza Serra 1. INTRODUCCIÓN Llamamos síndromes mucocutáneos a aquellas enfermedades, presumiblemente autoinmunes, que se caracterizan clínicamente por la afectación de la piel y de las mucosas, histológicamente por la existencia de ampollas, e inmunológicamente por la existencia de anticuerpos depositados. A nivel ocular van a afectar principalmente a la conjuntiva. El hecho de que la conjuntiva y la piel estén afectadas dentro de una misma enfermedad se explica porque, en virtud de un mismo origen ectodérmico, ambas poseen estructuras en común, tales como el epitelio o la epidermis, y la membrana basal epitelial o la unión epidermo-dermal, alguna de las cuales pueden constituir el tejido diana sobre el que tendrá lugar el ataque inmunológico. Este ataque inmunológico contra el epitelio o la epidermis, o contra la membrana basal epitelial o la unión epidermo-dermal está basado en un depósito de anticuerpos que va a dar lugar a un acúmulo de fluido por rotura de matrices intercelulares que recibe el nombre de ampolla. Dentro de los síndromes mucocutáneos destacaremos la necrólisis epidérmica tóxica, la epidermólisis bullosa, el pénfigo vulgar, el pénfigo bulloso, la dermatitis herpetiforme, el eritema multiforme, y el penfigoide de membranas mucosas (tabla 1). 2. NECRÓLISIS EPIDÉRMICA TÓXICA 2.1. Definición, historia y desencadenantes La necrólisis epidérmica tóxica (NET) o síndrome de Lyell se define según los siguientes criterios (a) lesiones dolorosas y edematosas de la piel y de las membranas mucoTabla 1. Síndromes mucocutáneos 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Necrólisis epidérmica tóxica Epidermolisis bullosa Pénfigo Pénfigo bulloso Dermatitis herpetiforme Eritema multiforme Penfigoide membranas mucosas sas que cursan con una necrosis generalizada; (b) signo de Nikolsky positivo (pérdida de la piel ante una presión suave debido a su necrosis); (c) presencia de síntomas prodrómicos de fiebre, tos, cefalea, y astenia; (d) gran afectación de las membranas mucosas; y (e) exclusión del síndrome de la piel escaldada causada por exotoxinas estafilocócicas. Está causada por una reacción inmunológica desencadenada generalmente por fármacos y tiene una alta tasa de mortalidad. En 1956 Alan Lyell propuso el término «necrólisis» para describir cuatro casos clínicos caracterizados anatomopatológicamente por necrosis de la epidermis, y clínicamente por una epidermólisis generalizada (separación de la epidermis) que daba lugar a la formación de ampollas, exfoliación, o ambos (1). Todos ellos habían tenido unos síntomas prodrómicos que incluían fiebre, tos, cefalea, y astenia. Lyell llamó a este síndrome «necrólisis epidérmica tóxica» y postuló que una toxina circulante dañaba específicamente la epidermis. Desde dicho artículo se ha progresado en el conocimiento de la enfermedad y en la actualidad se cree que es casi siempre inducida por un fármaco y no por una toxina (2). Aunque se han asociado más de 100 tipos de fármacos, los más frecuentemente implicados son la penicilina, fenitoína, sulfonamidas, butazonas, fenoftaleína, pentazocina, alopurinol, etambutol, mefloquine (antimalárico) (3), y docetaxel (antineoplásico) (4). Guillaume y cols dieron un período medio desde la ingestión del fármaco hasta el inicio de la enfermedad de 13.6 (DE 8,4) días (5). Otros posibles factores precipitantes aunque mucho menos frecuentes son las infecciones sistémicas, las vacunas, los fumigantes, la radioterapia, la reacción del injerto contra el huésped, y las neoplasias tales como los linfomas y las leucemias (2,6). Existe un subgrupo en el que no es posible identificar un agente desencadenante y que presenta una mortalidad superior. 2.2. Epidemiología e histopatología La NET existe en todo el mundo y afecta a todas las edades. Es más común en la población senil puesto que ésta recibe mayor número de fármacos que la población joven (7). La incidencia varía entre 0,4 y 1,2 casos por millón y por año (8). La enfermedad es más frecuente en individuos con la infección HIV (9), con lupus eritematoso sistémico, y en 188 Superficie ocular trasplantados de médula ósea (10). La tasa de mortalidad varía del 15% a 40%, siendo la más frecuente causa de muerte la infección o el fracaso multiorgánico (11-13). Los factores que se asocian a un peor pronóstico vital son la edad adulta, la extensión de la necrólisis, el nivel de urea, el origen idiopático, la utilización previa de varios fármacos, el nivel de glucosa, y la neutropenia, linfopenia, y trombopenia (6). La reacción inflamatoria asociada a la necrosis afecta inicialmente a todas las capas de la epidermis. Posteriormente se forman ampollas subepidérmicas con separación completa de toda la piel de la mayor parte de la superficie corporal. 2.3. Manifestaciones sistémicas Los síntomas prodrómicos consisten en fiebre alta de aparición brusca, astenia, cefalea, náusea, vómito, diarrea, e hinchazón de la cara y de la región periorbitaria. Tras ellos comienza la erupción dérmica, caracterizada por inflamación y necrosis de la epidermis que afecta inicialmente a la cara y a las extremidades y progresa posteriormente hacia extensas áreas del resto del cuerpo. Después se forman grandes ampollas subepidérmicas con líquido claro que se rompen con facilidad y dan lugar a la pérdida de la epidermis en áreas muy extensas (aproximadamente un 40% de toda la superficie corporal) dejando un aspecto que recuerda al de un gran quemado. Se puede apreciar el signo de Nikolsky que consiste en la pérdida de la epidermis o en la formación de ampollas tras un roce suave de la piel debido al proceso necrótico. Debido a que la enfermedad es epidérmica, el proceso curativo cursa sin cicatrices. 2.4. Manifestaciones oculares La afectación ocular suele aparecer al mismo tiempo o después de la necrosis epidérmica y sus complicaciones constituirán las secuelas más importantes de la enfermedad. En la fase aguda consiste en la afectación de la piel ocular (párpados) con extensas ampollas palpebrales y pérdida de las pestañas, y en la afectación de la mucosa ocular (conjuntiva) con conjuntivitis mucopurulenta que cursa con pseudomembranas; el proceso cicatrizante dará lugar a la formación de simbléfaron, ectropión, triquiasis, queratoconjuntivitis sicca, y posibles úlceras corneales. Dichas secuelas y complicaciones serán las que pueden dar lugar a la ceguera e incluso a la pérdida del globo ocular. 2.5. Diagnóstico diferencial La NET presenta muchas similitudes con el eritema multiforme major o síndrome de Stevens-Johnson hasta tal punto que algunos médicos consideran que el síndrome de Lyell se equipararía a la forma más grave del síndrome de Stevens-Johnson (14). Sin embargo, en el síndrome de Stevens-Johnson la afectación mucosa es más grave y puede presentarse varios días antes de la afectación epidérmica. El signo de Nikolsky aparece en la NET pero no en el síndrome de Stevens-Johnson. La fiebre en la NET desaparece con la erupción epidérmica pero persiste en el síndrome de Stevens-Johnson. La afectación ocular suele ser menos grave en la NET que en el síndrome de Stevens-Johnson con menos cicatrización y simbléfaron. 2.6. Tratamiento Es de crucial importancia suspender todo tratamiento que esté utilizando el paciente tan pronto como se sospeche que pueda estar desarrollando una NET (15). El tratamiento general consiste en la protección de la dermis expuesta y de las superficies mucosas afectadas con xenotrasplantes de piel porcina o alotrasplantes de piel de cadáver, en la monitorización del balance electrolítico, en el control nutricional, y en la profilaxis de la infección sistémica con antibióticos (16). El tratamiento oftalmológico del síndrome agudo es de soporte, con antibióticos tópicos y lubricantes; se debe intentar evitar la formación de simbléfaron liberando las sinequias cuando éstas están recién formadas. En los casos de afectación grave y crónica de la superficie ocular con déficit parcial de células del limbo es de utilidad el recubrimiento con membrana amniótica, el cual reduce la inflamación, vascularización, y cicatrización (17). En los casos de afectación grave y crónica de la superficie ocular con déficit total de células del limbo es de utilidad el alotrasplante de limbo asociado al recubrimiento de membrana amniótica y a terapia inmunosupresora. La utilización de los corticoides sistémicos es controvertida y por tanto en la actualidad no se recomienda. Por una parte se cree que podrían inhibir la reacción inmunológica mediada por células pero por otra parte podrían prolongar la cicatrización de las heridas, incrementar el riesgo de sepsis, o aumentar la mortalidad (18,19). Otras terapias utilizadas con resultados variables son la plasmaféresis, la azatioprina, la ciclofosfamida, la ciclosporina A, el oxígeno hiperbárico, y la inmunoglobulina intravenosa humana (20-22). 3. EPIDERMÓLISIS BULLOSA 3.1. Definición y genética La epidermólisis bullosa (EB) abarca un conjunto de enfermedades hereditarias (la EB simple o no distrófica, la EB atrófica y la EB distrófica o dermolítica) y una no hereditaria (la EB acquisita) caracterizadas por una fragilidad extrema de la piel con formación de ampollas ante pequeños traumatismos y afectación de mucosas, especialmente la oral y la esofágica (23). La EB simple es de herencia autosómica dominante pero también existen formas autosómicas recesivas. La EB atrófica o de la unión es de herencia autosómica recesiva. La EB distrófica se hereda de forma autosómica dominante o recesiva. Capítulo 19. Síndromes mucocutáneos 189 3.2. Etiopatogenia 3.5. Manifestaciones oftalmológicas La etiología es desconocida. La etiopatogenia es variada. En la EB simple existe una disminución de la gelatinasa, enzima relacionada con la degradación del colágeno. En la EB distrófica hay un aumento de la actividad de la colagenasa. En la EB acquisita existe una respuesta autoinmune contra el colágeno tipo VII. La EB simple cursa con alteraciones en las capas basales del epitelio corneal, principalmente en áreas periféricas, que pueden dar lugar a erosiones corneales recurrentes. Además pueden existir quistes de iris y anomalías en el epitelio pigmentario de la retina. La piel de los párpados puede presentar ampollas. La EB atrófica o de la unión y la EB distrófica o dermolítica autosómica recesiva pueden presentar una queratitis punteada superficial difusa debida a la vacuolización en las capas basales que puede dar lugar a erosiones corneales recurrentes. Además pueden existir vesículas conjuntivales, blefaritis, entropión, ectropión, simbléfaron, triquiasis, pseudomembranas, neovascularización corneal, y alteraciones esclerales. La EB acquisita puede cursar con pequeñas vesículas en las capas basales del epitelio corneal, cicatrización conjuntival con formación de simbléfaron y estenosis u obstrucción de los conductos nasolacrimales (24). 3.3. Anatomía patológica En la EB simple o no distrófica las ampollas se encuentran intraepidérmicas por encima de la membrana basal sin causar cicatrización. Existe desintegración de las células basales y suprabasales y marcada citolisis. Existe una variedad localizada en pies y manos (Weber-Cockayne) y una forma extensa (Köbner). En la EB atrófica o de la unión las ampollas se encuentran en el interior del complejo de la membrana basal de la lámina lúcida. La epidermis intacta forma el techo de la ampolla y la lámina densa el suelo. No hay cicatrización pero sí hay atrofia de la piel en las formas afectas. Existen formas letales (Herlitz) y formas no letales. En la EB distrófica o dermolítica las ampollas se encuentran en la dermis superficial por debajo del complejo de la membrana basal. Cursa con cicatrización. En la EB acquisita las ampollas varían desde una situación subepidérmica, indistinguible de aquéllas de los pacientes con penfigoide bulloso hasta la dermis superficial, característica de la EB distrófica o dermolítica. 3.4. Manifestaciones sistémicas La EB simple cursa con ampollas en la piel que pueden complicarse con sobreinfección bacteriana. Puede acompañarse de retraso de crecimiento, anemia, y alteraciones musculoesqueléticas, neurológicas o dentarias. La EB atrófica también cursa con ampollas en la piel que pueden sobreinfectarse. Curan sin cicatrización. Puede acompañarse de alteraciones ungueales, dentarias, orales y del cuero cabelludo. La EB distrófica en su variedad dominante cursa con ampollas localizadas o generalizadas que pueden dejar cicatriz atrófica o hipertrófica. Puede acompañarse de alteraciones ungueales u orales. En su variedad recesiva se acompaña de manifestaciones sistémicas muy graves que incluyen contractura de las articulaciones, queratinización de los dedos de las manos y reabsorción de los huesos de éstos, estenosis anal o esofágica, fimosis, alteraciones dentarias, anemia grave, retraso del crecimiento, y mayor riesgo de cáncer de piel. La EB acquisita cursa con ampollas, erosiones, atrofia, alteraciones de la pigmentación y cicatrización de la piel en zonas traumatizadas, especialmente en áreas extensoras, además de afectación en las membranas mucosas tales como ampollas orales o nasofaríngeas. Además puede haber alteraciones dentarias o estenosis esofágica (24). 3.6. Diagnóstico La sospecha a partir de las manifestaciones clínicas se puede confirmar a partir de la biopsia de los tejidos afectos. La microscopia inmuno-electrónica es útil para determinar el nivel de la lesión y realizar el diagnóstico diferencial con el penfigoide bulloso y el penfigoide de membranas mucosas. Ni la histopatología ni la inmunofluorescencia directa rutinaria consiguen la diferenciación. Los depósitos inmunes en la epidermólisis bullosa acquisita están en la lámina densa y en la sublamina densa. Recientemente se ha propuesto la microscopia confocal para localizar el depósito de IgG en la membrana basal en la zona dermal del colágeno IV en la piel de los casos de EB acquisita y poder diferenciarla del penfigoide bulloso y del penfigoide de membranas mucosas (26). 3.7. Tratamiento Deben evitarse los traumatismos en la piel mediante el uso de la ropa y del calzado adecuados. En el caso de lesiones deben tratarse precozmente con pomadas antibióticas para prevenir sobreinfecciones bacterianas. En las formas severas los corticoides orales a altas dosis pueden ser utilizados en episodios agudos. Otras posibilidades son la colchicina, ciclosporina, la azatioprina, o la ciclofosfamida (27). Recientemente se ha propuesto la utilización de la inmunoglobulina intravenosa con buenos resultados (28). El consejo genético y el diagnóstico prenatal en las formas hereditarias son de gran importancia. 4. PÉNFIGO 4.1. Definición y clasificación Bajo el término de «pénfigo» se conoce a tres tipos de síndromes, el pénfigo vulgar, el pénfigo foliáceo, y el pénfi- 190 Superficie ocular go paraneoplásico (29). Estos síndromes, de patogenia autoinmune, tienen en común las siguientes características: (1) ausencia de adhesión de las células epidérmicas dando lugar clínicamente a ampollas y erosiones de la piel; (2) autoanticuerpos IgG en las células epidérmicas; y (3) autoanticuerpos circulantes. Sin embargo tienen diferentes características clínicas, histológicas e inmunológicas. Las lesiones mucosas del pénfigo foliáceo son extraordinariamente raras y la formación de ampollas fláccidas intactas es poco común. Existe más bien una descamación generalizada de la piel. Se trata de una enfermedad debilitante que casi nunca llega a ser mortal debido a la naturaleza superficial de las lesiones y a la ausencia de afectación mucosa. Las lesiones del pénfigo paraneoplásico consisten en erosiones orales dolorosas refractarias a terapias convencionales, y en una erupción cutánea polimorfa con ampollas. 4.2. Epidemiología y genética El pénfigo vulgar es la forma más común de pénfigo en Europa y América del Norte. Se asocia a los antígenos de histocompatibilidad HLA-DR4 y DR6. El pénfigo foliáceo puede dividirse en varios subtipos: (1) el pénfigo eritematoso, en el cual coexisten características clínicas e inmunológicas del pénfigo y del lupus eritematoso; (2) el pénfigo brasileño o endémico, el cual ocurre en áreas rurales de América del Sur; (3) el pénfigo secundario a fármacos tales como D-penicilamina o captopril. El pénfigo paraneoplásico se asocia a una neoplasia ya sea conocida u oculta, especialmente linfomas no Hodgkinianos, timomas, leucemias linfocíticas crónicas (30). El pénfigo suele ocurrir en la cuarta y quinta década de la vida y afecta por igual a hombres y a mujeres. 4.5. Manifestaciones oftalmológicas Las manifestaciones oftalmológicas en el pénfigo son raras aunque pueden constituir el primer signo de la enfermedad. La más frecuente es la conjuntivitis purulenta o pseudomembranosa no cicatrizante. La inmunofluorescencia directa suele evidenciar el depósito de IgG en la sustancia intercelular de las células epiteliales aunque no siempre. La alteración corneal es muy rara, pero puede existir una ulceración corneal que de lugar incluso a una perforación. La afectación de la piel periocular puede dar lugar a malformaciones palpebrales y/o triquiasis, que a su vez pueden ocasionar una queratopatía (31,32). 4.6. Diagnóstico 4.3. Anatomía patológica La lesión común a todas las formas de pénfigo es la acantolisis o separación de las células epidérmicas por pérdida de los puentes de unión entre ellas, con la formación de las ampollas intraepidérmicas. La acantolisis en el pénfigo vulgar ocurre en todas las capas de la epidermis mientras que en el pénfigo foliáceo sólo ocurre en las capas más superficiales (capa de células granulares). Pueden detectarse células flotando en el líquido de las ampollas (células de Tzank). No existe fibrosis subepitelial. La inmunofluorescencia directa muestra el depósito de anticuerpos IgG en la sustancia intercelular de la epidermis. 4.4. Manifestaciones sistémicas Las lesiones del pénfigo vulgar suelen comenzar en la orofaringe y posteriormente afectan a la epidermis del tronco superior, cabeza, cuello, axilas, y mamas. También puede afectarse la mucosa esofágica u otras mucosas. Aparecen ampollas fláccidas que al romperse (espontáneamente o tras presión suave- signo de Nikolsky) dejan amplias áreas desnudas dolorosas, a veces sangrantes, que no se curan sin tratamiento específico. Antes de la introducción de los corticoides orales en 1950, la enfermedad tenía una mortalidad del 50% a los 2 años del inicio y del 100% a los 5 años del inicio. La mortalidad era secundaria a la pérdida de proteínas y electrolitos a través de la piel, a la ingesta deficiente y a la sepsis. En la actualidad, la mortalidad se estima en alrededor del 5% y casi siempre resulta como consecuencia de la complicaciones de la terapia inmunosupresora y no de la enfermedad en sí misma. La inmunofluorescencia directa demuestra la existencia de anticuerpos IgG en la sustancia intercelular de la epidermis o del epitelio de la mucosa oral. En ocasiones también en el epitelio de la mucosa conjuntival. La anatomía patológica demuestra la acantolisis y las ampollas intraepidérmicas, hallazgos prácticamente específicos de esta entidad. 4.7. Tratamiento El tratamiento inicial consiste en corticoides orales a dosis de 1 mg/kg/d disminuyendo las dosis según la respuesta clínica (33). En casos graves se requiere otro inmunosupresor tal como la azatioprina, la ciclosporina, la ciclofosfamida, o el mofetil micofenolato ya sea para disminuir las dosis de corticoides o para mantener la remisión completa (34-36). Otras alternativas son las sales de oro o la plasmaféresis. La inmunoglobulina intravenosa ha demostrado ser efectiva en esta entidad en pacientes que no responden a tratamientos más convencionales (28). El Rituximab (anticuerpo monoclonal anti-CD20) ha sido probado recientemente con éxito en casos refractarios (37). 5. PENFIGOIDE BULLOSO 5.1. Definición El penfigoide bulloso, al igual que el penfigoide de membranas mucosas, es una enfermedad mucocutánea que se caracteriza clínicamente por ampollas amplias y tensas subepi- Capítulo 19. Síndromes mucocutáneos 191 Tabla 2. Diagnóstico diferencial entre el pénfigo, el penfigoide bulloso, y el penfigoide de membranas mucosas Clínica Penfigo Penfigoide Bulloso Penfigoide membranas mucosas Edad Lesiones Cutáneas 40-60 años 100% ampollas fláccidas o piel desnuda Frecuentes orales 60-80 años 100% ampo llas tensas 60-80 años 25% ampollas tensas 8-33% orales Inicio agudo mortal sin tto. Intraepidérmica si epidermis Autolimitado 80-90% boca, ojos, nariz, faringe, laringe, esófago, ano, genitales, tracto urinario Crónico, progresión frecuente Subepidérmica no membrana basal epidermis Submucosa no membrana basal mucosa Lesiones Mucosas Curso Histología localización ampolla acantolisis autoac dérmicas, e inmunológicamente por el depósito de inmunoglobulinas y componentes del complemento en la membrana basal de la piel o de las membranas mucosas afectadas (29). El penfigoide bulloso cursa predominantemente con lesiones cutáneas (100% de los pacientes) y las lesiones mucosas son triviales, transitorias, curan sin cicatrización, y si existen, sólo afectan a la mucosa oral. Por el contrario, el penfigoide de membranas mucosas cursa predominantemente con lesiones mucosas graves, persistentes, curan con cicatrización, y las lesiones cutáneas, si existen, son triviales y transitorias (tabla 2). 5.2. Epidemiología La incidencia del penfigoide bulloso se estima en 1/100.000/año y afecta principalmente a indivdiduos mayores de 60 años. No existe predilección racial o geográfica y no existe asociación genética. 5.6. Tratamiento Los corticoides tópicos pueden ser útiles en aquellos casos con afectación limitada de la piel del cuerpo; reducen la inflamación cutánea sin los efectos secundarios de los corticoides orales. Incluso en los casos con afectación extensa, los pacientes tratados con corticoides tópicos tienen un control más rápido de la enfermedad, hospitalizaciones más cortas, menos complicaciones graves, y menor tasa de mortalidad que aquéllos tratados con corticosteroides orales (39). Otras posibilidades terapéuticas son la azatioprina, el metotrexate, la ciclosporina, la ciclofosfamida, o la plasmaféresis (27). La combinación de tetraciclina y niacinamida puede ser efectiva. La inmunoglobulina intravenosa ha demostrado ser efectiva en pacientes que no responden a tratamientos más convencionales (28). 6. DERMATITIS HERPETIFORME 5.3. Manifestaciones sistémicas 6.1. Definición Las ampollas tensas con base eritematosa frecuentemente son generalizadas pero en el 15 al 30% son localizadas, a menudo en la zona pretibial. Las lesiones mucosas, si existen, son triviales y transitorias. La luz ultravioleta puede ser un factor precipitante. Se caracteriza por ampollas y vesículas en la piel que cursan con gran picor y se distribuyen según un patrón simétrico en las áreas extensoras de los codos y rodillas así como del sacro y del cuero cabelludo (29). 6.2. Etiopatogenia 5.4. Manifestaciones oftalmológicas Debido a que apenas afecta las mucosas, y si lo hace, se trata de la mucosa oral, no hay afectación conjuntival. Ocasionalmente puede afectar la piel periocular dando lugar a alteraciones palpebrales. Es desconocida pero en casi todos los pacientes existe una enteropatía sensible al gluten que suele ser asintomática. El 90% de los pacientes con dermatitis herpetiforme tienen el antígeno de histocompatibilidad HLA-B8, el cual está presente en el 30% de la población general. Además existe un mayor riesgo de padecer un linfoma intestinal. 5.5. Diagnóstico 6.3. Manifestaciones sistémicas Existe un depósito de inmunoglobulinas, predominantemente de IgG, y de componentes del complemento según un patrón linear en la membrana basal de la epidermis con técnicas de inmunofluorescencia directa (38). Las ampollas intactas son raras puesto que los pacientes se rascan a menudo y acaban rompiéndolas. Así pues, las áreas de rascado de 2 a 5 mm según un patrón de distribu- 192 Superficie ocular ción característico son muy características de la enfermedad. Antes del descubrimiento de la dapsona como tratamiento efectivo, la primera causa de mortalidad era el suicidio debido al prurito extremo complicado con la poca comprensión por parte del facultativo puesto que a menudo dicho prurito es extremadamente desproporcionado con respecto a la gravedad de las lesiones dermatológicas. 6.4. Manifestaciones oftalmológicas Puede haber ampollas y vesículas en la piel de los párpados que cursan con gran picor. 7.3. Etiopatogenia Su causa es desconocida pero en la mitad de los casos se puede demostrar un factor precipitante (40). Dentro de éstos podemos destacar agentes virales, bacterianos, fúngicos, o parasitarios; fármacos orales tales como las sulfonamidas, los barbitúricos, los salicilatos, la fenilbutazona, la penicilina, etc.; y factores variados tales como las neoplasias, la insolación, el frío, etc. (41). El período de latencia entre la exposición del agente precipitante y el desarrollo de la enfermedad varía desde 1 a 7 días. Se trata de una reacción de hipersensibilidad. 7.4. Manifestaciones sistémicas 6.5. Diagnóstico 7.4.1. Eritema multiforme minor Por inmunofluorescencia directa se observa predominantemente un depósito de IgA de características uniformes a lo largo de la membrana basal. A diferencia de éste, en el penfigoide bulloso el depósito es predominantemente de IgG. 6.6. Tratamiento La dapsona, a dosis de 50-150 mg mg/día es una terapia altamente efectiva para la dermatitis herpetiforme puesto que alivia el prurito en 24-48 horas (27). Si la dapsona no se puede tolerar por ser el paciente congénitamente deficiente en la enzima glucosa 6 fosfato deshidrogenasa (tendría lugar una hemólisis de consecuencias muy graves), o por alergia a las sulfonas, se puede intentar la sulfapiridina. Se debe intentar la eliminación completa del gluten de la dieta, lo cual hará reducir o eliminar la dependencia de la dapsona. Las manifestaciones cutáneas pueden estar precedidas por fiebre, malestar general o síntomas gripales. Aparecen lesiones de 1 a 2 cm de diámetro según un patrón simétrico distribuido en las superficies extensoras de las extremidades, especialmente en las palmas de las manos y las plantas de los pies (23). Menos frecuentemente afectan a la cara, el cuello y el tronco. Inicialmente las lesiones son máculas rojas que se expanden y se edematizan; la periferia se mantiene eritematosa pero el centro pasa a tener una coloración cianótica, dando el aspecto característico de una diana. Sin embargo, no siempre están presentes. Las lesiones van apareciendo en sucesivos brotes a lo largo de varios días, pueden cursar con prurito intenso, y desaparecen en 2 a 6 semanas pudiendo dejar hiperpigmentación. Pueden aparecer vesículas o ampollas en las máculas en forma de diana preexistentes. También pueden existir placas de urticaria, pero a diferencia de en la urticaria, éstas no se expanden o mueven. 7. ERITEMA MULTIFORME 7.1. Definición El eritema multiforme se trata de una erupción dermatológica aguda y autolimitada que en su forma más leve, el llamado eritema multiforme minor (descrito por Hebra en 1860) afecta a la piel, y en su forma más grave, el llamado eritema multiforme major o síndrome de Stevens-Johnson (descrito por Stevens y Johnson en 1922) afecta a la piel y a las mucosas, incluida la conjuntiva (23). 7.2. Epidemiología y genética Tiene una prevalencia del 1% en un departamento de dermatología. Existe cierta predilección por los varones. Suele aparecer entre los 20 y los 40 años pero más del 20% de casos ocurre en niños y adolescentes. Aparece más en invierno y no existe una preferencia geográfica o racial. Se ha asociado a los antígenos de histocompatibilidad HLA B15 y DQW3. 7.4.2. Eritema multiforme major (síndrome de StevensJohnson) Después de un período prodrómico de hasta 2 semanas, aparece el inicio agudo de vesículas y ampollas en las membranas mucosas. Estas vesículas y ampollas pueden erosionarse y formar úlceras y pseudomembranas. La mucosa oral se afecta en el 100% de los casos y cursa con mucho dolor y con dificultad en la ingesta de sólidos, o incluso de líquidos. A menudo la mucosa labial se afecta con costras y úlceras. La mucosa conjuntival se afecta en el 90% de los casos. En casos graves, las lesiones llegan incluso a las mucosas de la faringe, laringe, esófago, tráquea, bronquios, genitales y ano. Las lesiones cutáneas están presentes en el 85% de los casos. Manifestaciones menos frecuentes incluyen diarrea, paroniquia, poliartritis, y otitis media. Puede haber afectación pulmonar o renal. Sin tratamiento la enfermedad tiene una mortalidad del 5 al 15% secundaria a infección, toxemia, o fracaso renal (necrosis tubular aguda). El eritema multiforme puede ser recurrente (10-15%), especialmente en aquellos casos secundarios al virus del herpes simple (41-43). Capítulo 19. Síndromes mucocutáneos 193 7.5. Manifestaciones oftalmológicas Existe una afectación ocular en el 10% de los pacientes con eritema multiforme minor y en el 90% de los pacientes con síndrome de Stevens-Johnson. La afectación ocular aguda dura de 2 a 6 semanas. Suelen comenzar como una conjuntivitis purulenta bilateral con edema y/o ulceraciones del párpado (23). A veces existen ampollas en la conjuntiva y puede haber quemosis (fig. 1). También puede aparecer una uveitis anterior así como erosiones y úlceras corneales que pueden dar lugar a una perforación corneal. Luego se pasa a un estadio crónico indefinido que en la mayoría de casos es cicatricial (fig. 2). Puede producirse fibrosis subepitelial conjuntival e incluso simbléfaron que pueden dar lugar a complicaciones posteriores tales como triquiasis, ectropión, entropión, síndrome de ojo seco, lagoftalmos, queratitis por exposición, erosiones y leucomas corneales, queratitis infecciosa, neovascularización corneal, insuficiencia limbar parcial o total, etc. En un porcentaje pequeño de pacientes el estadio crónico indefinido cursa con episodios activos de inflamación que suelen durar entre 1 y 5 semanas (44); parece ser que pueden ser desencadenados por estrés, menstruación, etc. En estos casos la biopsia conjuntival muestra un depósito de inmunocomplejos en el epitelio y un infiltrado inflamatorio crónico formado por linfocitos T a nivel de la sustancia propia. Figura 1: Sd. Stevens-Johnson. Fase ocular aguda caracterizada por inflamación palpebral, quemosis conjuntival y simbléfaron. 7.6. Diagnóstico El diagnóstico es clínico siendo características las lesiones dérmicas en diana, su simetría y la tendencia a formar ampollas. El diagnóstico diferencial con la NET es difícil y un mismo paciente puede presentar lesiones típicas de ambas. Debido a ello, las dos entidades podrían considerarse como dentro del espectro de una misma enfermedad (14). En el síndrome de Stevens-Johnson la afectación mucosa es más grave y puede presentarse varios días antes de la afectación epidérmica; como consecuencia, la afectación ocular también reviste mayor gravedad con más cicatrización y simbléfaron, la fiebre persiste durante la erupción epidérmica, y no hay signo de Nikolsky, En la NET, la afectación mucosa es menos grave (incluida la afectación ocular), la fiebre desaparece con la erupción epidérmica, y hay signo de Nikolsky. 7.7. Tratamiento No existe tratamiento específico. Se sabe que parar el fármaco precipitante lo antes posible puede acortar el proceso y prevenir las consecuencias. Es esencial el cuidado extremo de la piel, el mantenimiento del balance hidroelectrolítico, el control nutricional, y la profilaxis de las infecciones. No existe evidencia clara de que el tratamiento con corticoides sistémicos a altas dosis (1 mg/kg/d) en el período agudo mejore el pronóstico de la enfermedad ni el de las complicaciones oculares mientras que sí puede producir efectos secundarios, algunos de ellos graves (45). Si existe Figura 2: Sd. Stevens-Johnson. Fase ocular crónica caracterizada por extensa cicatrización conjuntival con fibrosis subepitelial conjuntival, simbléfaron, y neovascularización corneal (insuficiencia límbica). afectación ocular se debe intentar evitar la formación de simbléfaron liberando las adherencias mecánicamente, se debe lubricar abundantemente y se debe prevenir la infección. Si existe metaplasia escamosa de la conjuntiva puede utilizarse la vitamina A tópica. Algunos autores recomiendan la realización de un trasplante de membrana amniótica en los fondos de saco conjuntivales para evitar la formación de simbléfaron y los fenómenos de erosión sobre la córnea de la conjuntiva fibrosada. Los pacientes cuyo desencadenante ha sido el virus herpes simplex pueden requerir tratamiento con aciclovir o valaciclovir sistémico para evitar las recurrencias (42,43). Los inmunosupresores sistémicos (azatioprina, dapsona, talidomida, levamisol, ciclosporina, mofetil micofenolato) son de utilidad en las conjuntivitis crónicas recurrentes en las que se ha demostrado un depósito de inmunocomplejos en la biopsia conjuntival (27,44). La inmunoglobulina intravenosa a altas dosis también ha sido probada en estos pacientes con resultados variables (28). 194 Superficie ocular 8. PENFIGOIDE DE MEMBRANAS MUCOSAS (PENFIGOIDE CICATRICIAL OCULAR) 8.1. Definición El penfigoide de membranas mucosas, previamente conocido como penfigoide cicatricial, describe un grupo heterogéneo de enfermedades crónicas e inflamatorias de patogenia autoinmune caracterizadas por autoanticuerpos contra la membrana basal de las membranas mucosas afectadas y ocasionalmente de la piel. Las membranas mucosas afectadas incluyen aquéllas de los ojos, nariz, boca, genitales, tracto respiratorio y tracto gastrointestinal. La enfermedad causa cicatrización de la mayoría de las membranas mucosas, de ahí el nombre previo de penfigoide cicatricial. Sin embargo, debido a que no existe cicatrización en aquéllos pacientes con la enfermedad restringida a la mucosa oral, se prefiere el nombre actual de penfigoide de membranas mucosas (46). 8.2. Epidemiología, genética y etiopatogenia La incidencia del penfigoide de membranas mucosas varía de 1:12.000 a 1:20.000 en la población general. Sin embargo, se cree que posiblemente es mayor y no queda reflejado en las estadísticas puesto que los estadios iniciales a veces no se detectan, las manifestaciones afectan a diferentes subespecialidades, y los pacientes ancianos afectados en ocasiones no acuden al médico. La mujer aparece más afectada que el hombre. Aunque la edad más frecuente suele estar entre los 60 y los 70 años pueden existir casos a partir de la segunda década de la vida. No hay predilección geográfica. Existe una asociación del penfigoide de membranas mucosas con el antígeno de histocompatibilidad HLADQB1*0301 (HLA-DQw7) (47-48). Es posible que el hecho de existir ese alelo en los genes de un individuo determine, Figura 3: Penfigoide cicatricial ocular. Estadío III. Inflamación conjuntival crónica, fibrosis subepitelial, retracción de los fórnices, simbléfaron, queratopatía, y neovascularización corneal. tras desencadenantes desconocidos tales como infecciones virales, fármacos sistémicos o tópicos oculares (practolol sistémico, idoxuridina y epinefrina tópicos oculares, etc), la existencia de un autoantígeno localizado en la membrana basal (proteína de 205 Kd, subunidad b-4 del dímero integrina a6/b4) (49) de la conjuntiva u otras membranas mucosas. Dicho autoantígeno inducirá la producción específica de anticuerpos (inmunoglobulinas y complemento), células efectoras, y citoquinas (TGF-b, IFN-g) (50-57), algunas de las cuales producirán daño tisular y fibrosis. En el caso de la afectación ocular, aparecerá la cicatrización de la conjuntiva, de los orificios de las glándulas de Meibomio, y de los ductos lagrimales. 8.3. Manifestaciones sistémicas La mucosa oral constituye la afectación más frecuente de la enfermedad seguida de la mucosa ocular (conjuntiva), nasal, nasofaríngea, y anogenital (58). Luego sigue la afectación dérmica y por último la de las mucosas laríngeas y esofágicas. La afectación oral típicamente se manifiesta como áreas eritematosas con ampollas o erosiones o como erosiones recubiertas por pseudomembranas localizadas más frecuentemente en la mucosa gingival y del paladar aunque también pueden aparecer en la mucosa labial, de la lengua, o de la boca. La afectación anogenital se manifiesta por ampollas, erosiones y cicatrización con o sin fusión de los tejidos labiales. Las lesiones dérmicas, si existen, aparecen principalmente en el tronco superior y en la cabeza y se caracterizan por placas eritematosas que evolucionan a ampollas pruríticas con ruptura y cicatriz atrófica. 8.4. Manifestaciones oculares La afectación ocular aparece en un 70% de casos siendo la primera manifestación de la enfermedad en 1/3 de ellos (58). En los 2/3 restantes, la afectación ocular aparece después de algún tiempo de afectación de la mucosa oral. Comienza con una conjuntivitis crónica unilateral especialmente localizada en el fórnix inferior y región cantal interna. Su evolución es lenta aunque salpicada por episodios agudos de progresión rápida. Suele ser unilateral en su inicio pero se bilateraliza en el término de dos a cuatro años aunque manteniendo frecuentemente cursos asimétricos. Existen cuatro estadios clínicos basados en los cambios conjuntivales (59). El estadio I se caracteriza por la presencia de conjuntivitis crónica y fibrosis subepitelial especialmente en la conjuntiva tarsal superior e inferior. El estadio II por retracción de los fórnices especialmente el inferior; según el porcentaje de la pérdida de profundidad del fórnix inferior se diferencia en 4 subtipos (a, b, c, d). El estadio III por la aparición de simbléfaron; según el porcentaje de afectación horizontal por simbléfarons se diferencia en 4 subtipos (a, b, c, d). Un número en paréntesis describe la cantidad de simbléfaron detectables (fig. 3). Este estadio también se caracteriza por cierto grado de queratopatía, queratinización Capítulo 19. Síndromes mucocutáneos 195 de los márgenes palpebrales y de la superficie conjuntival (fig. 4), neovascularización corneal, triquiasis, distiquiasis, e insuficiencia lagrimal. El estadio IV se caracteriza por una queratinización extrema de la superficie ocular con queratopatía sicca grave y anquilobléfaron. 8.5. Diagnóstico El diagnóstico de confirmación del penfigoide de membranas mucosas con afectación ocular se efectúa mediante la biopsia conjuntival al demostrar el depósito de anticuerpos anti-inmunoglobulinas y anti-factores del complemento en la membrana basal conjuntival con técnicas de inmunofluorescencia directa (58,60,61) (fig. 5). La sensibilidad de esta técnica es de alrededor del 80%. Los depósitos más frecuentes están formados por IgG y C3 seguidos de aquéllos formados por IgA, e IgM. Los formados por IgD y otros componentes del complemento son poco comunes. En casos de sospecha clínica alta y negatividad de la inmunofluorescencia directa se recomienda someter el tejido conjuntival a la técnica de la inmunoperoxidasa con complejo avidina-biotina, más sensible (el 10-15% de las biopsias son inmunoperoxidasa positivas e inmunofluorescencia directa negativas), aunque más laboriosa y costosa (62). 8.6. Diagnóstico diferencial El penfigoide de membranas mucosas debe diferenciarse de otras entidades que también afectan las membranas mucosas (46). El pénfigo vulgar se caracteriza por afectación de la piel en el 100% de los casos, en forma de ampollas fláccidas con zonas de piel desnuda con signo de Nikolsky positivo, en individuos de 40 a 60 años de edad. A diferencia de éste, el penfigoide de membranas mucosas se caracteriza por afectación de la piel en el 25% de los casos, en forma de ampollas tensas, con afectación de las mucosas en el 80-90%, en individuos de 60 a 80 años de edad (tabla 2). En el pénfigo vulgar es común la afectación de las mucosas, principalmente de la mucosa oral; sin embargo la afectación de la mucosa conjuntival es muy rara, y si aparece, no se asocia a gravedad. Ello contrasta con la frecuente afectación de la mucosa conjuntival en el penfigoide de membranas mucosas, a menudo de consecuencias cicatrizantes. Histológicamente en el pénfigo vulgar la localización de la ampolla es intraepidérmica (piel) y existe acantolisis, mientras que en el penfigoide de membranas mucosas la localización de la ampolla se encuentra en la submucosa (mucosas) y no existe acantolisis. La inmunofluorescencia en el pénfigo vulgar revela el depósito de inmunoreactantes, principalmente IgG, en la epidermis, mientras que en el penfigoide de membranas mucosas el depósito de inmunoreactantes, IgG, C3, IgA, IgM, IgD, C4, es en la membrana basal de las mucosas afectadas. El penfigoide bulloso se caracteriza por la afectación de la piel en el 100% de los casos, en forma de ampollas tensas y grandes con afectación mucosa en el 8-33% (boca, ano, Figura 4: Queratinización del margen palpebral y de la superficie conjuntival como secuela del penfigoide cicatricial ocular. vagina, esófago), en individuos de 60 a 80 años de edad. A diferencia del penfigoide de membranas mucosas, la afectación de la mucosa conjuntival es muy poco frecuente y sin consecuencias graves. Histológicamente, la localización de la ampolla es subepidérmica y la inmunofluorescencia revela el depósito de inmunoreactantes en la membranas basal de la epidermis. El liquen plano afecta tanto a la piel como a las membranas mucosas y típicamente aparece en forma de pápulas poligonales planas pruríticas, violáceas, o placas con puntos blanquecinos, o áreas reticuladas de descamación en la piel, así como afectación de la mucosa oral, conjuntival, laríngea, esofágica, anal, y uretral. La afectación de la mucosa oral puede ser la única manifestación en el 20% de pacientes y cursa con placas que forman un patrón reticular. El síndrome de Stevens-Johnson típicamente se manifiesta como lesiones dérmicas inflamatorias de inicio abrupto, autolimitadas, precedidas de fiebre, astenia, anorexia, cefalea, molestias faríngeas, rinitis, tos, o artralgias. Las lesiones dérmicas son máculas que inicialmente aparecen en la cara, cuello, mandíbula, y tórax y posteriormente se expanden hacia las Figura 5: Depósito de anticuerpos en la membrana basal conjuntival con técnicas de inmunofluorescencia tras biopsia conjuntival. Ello da el diagnóstico de confirmación de penfigoide cicatricial ocular. 196 Superficie ocular extremidades. La afectación de las membranas mucosas, incluye invariablemente a la mucosa oral y menos frecuentemente a la mucosa conjuntival y anogenital. La enfermedad IgA linear es una dermatosis bullosa que comparte características con el penfigoide bulloso, la dermatitis herpetiforme, y el penfigoide de membranas mucosas. Al igual que en el penfigoide de membranas mucosa, puede existir afectación ocular y depósito de inmunoreactantes (IgA) en la membrana basal. A diferencia del penfigoide de membranas mucosas, en la enfermedad IgA linear las lesiones dérmicas curan sin cicatriz. En consecuencia, en los casos con afectación mucosa ocular sin afectación dérmica, la diferenciación entre ambas entidades es difícil, incluso imposible. 8.7. Tratamiento 8.7.1. Afectación extraocular El tratamiento depende de la localización y progresión de las lesiones, de la edad del paciente, de las enfermedades subyacentes, y de la respuesta a las medicaciones. La enfermedad localizada en el aparato digestivo superior puede controlarse con pomadas o inyecciones de corticoides (63,64). La afectación dérmica grave puede tratarse con dapsona, siempre y cuando el paciente no sea deficiente en la enzima glucosa-6-fosfato deshidrogenasa (65). 8.7.2. Afectación ocular De cara al tratamiento oftalmológico es importante diferenciar el penfigoide de membranas mucosas como enfermedad principal de su patología asociada tal como la disfunción de glándulas de Meibomio, la queratitis sicca grave, la queratinización de los márgenes palpebrales, la triquiasis, o el entropión. Todas estas entidades son importantes causas de inflamación ocular y si no se diagnostican y no se tratan, la inflamación progresará ya que el tratamiento del penfigoide propiamente dicho no las controlará. Nos encontraremos aumentando dosis de inmunosupresores con sus posibles efectos secundarios para intentar controlar una inflamación recalcitrante que en el fondo se controlaría con otro tipo de tratamientos. Si existe una disfunción de glándulas de Meibomio, el tratamiento incluye la higiene de los párpados por la blefaritis o la doxiciclina sistémica por la meibomitis, así como pomada antibiótica por las noches ya que la sobreinfección bacteriana de los párpados ocurre con frecuencia. Si existe una queratitis sicca debe realizarse una lubricación con colirios o pomadas sin conservantes u oclusión de los puntos lagrimales si todavía no ha ocurrido el proceso cicatrizante a nivel palpebral. Si existe una queratinización de los márgenes palpebrales puede utilizarse la pomada de vitamina A; en casos graves, puede realizarse el trasplante de membranas mucosas a partir de la mucosa oral (66). La triquiasis es una causa muy común de defectos epiteliales corneales, leuco- mas, y queratitis bacterianas secundarias; su corrección incluye ablación del folículo de las pestañas con crioterapia (67), electrocauterio, láser de argón, o excisión quirúrgica, aunque ningún método es definitivo. La crioterapia es el tratamiento más utilizado pero en ocasiones debe realizarse repetidamente para eliminar la pestaña anómala de manera definitiva. El tratamiento del entropión es difícil porque la cirugía estándar puede acelerar la cicatrización conjuntival; los típicos procedimientos de rotación palpebral pueden ser útiles en estadios iniciales siempre y cuando la inflamación del penfigoide esté controlada. En casos más evolucionados, el trasplante de membranas mucosas en la conjuntiva tarsal y fórnix inferior puede ser efectivo (66,68). Sin embargo, las dificultades técnicas del procedimiento junto con una alta tasa de complicaciones limita su uso generalizado. Se aconseja que no debe efectuarse si el penfigoide no está bajo control con inmunosupresión sistémica o si está en estadio muy evolucionado (IV) o si hay queratoconjuntivitis sicca grave. Tras haber descartado que todos los potenciales agravantes expuestos anteriormente no son los responsables de la inflamación conjuntival, debe instaurarse el tratamiento del penfigoide de membranas mucosas propiamente dicho. Debido a que el penfigoide es una enfermedad sistémica con posible afectación ocular, las terapias tópicas oculares con AINEs, esteroides, ciclosporina A, o retinoides van a ser inefectivas y las terapias subconjuntivales con esteroides o mitomicina C van a ser insuficientes. Los esteroides sistémicos como único tratamiento han demostrado ser relativamente eficaces en el control de la enfermedad (fracaso del 30%) pero su uso crónico a altas dosis da efectos secundarios intolerables. La inmunosupresión sistémica con fármacos no esteroideos ha demostrado ser el tratamiento de elección en la inflamación ocular activa secundaria al penfigoide de membranas mucosas (69). En casos de inflamación moderada debe utilizarse la dapsona 1 mg/kg/d por vía oral (con niveles normales de la enzima glucosa 6 fosfato deshidrogenasa) con un incremento progresivo (2 mg/kg/d) según la respuesta clínica. Si hay intolerancia puede utilizarse otra sulfona, la sulfapiridina 500 mg/12 horas (70). Si no es efectiva y/o existe intolerancia se puede añadir la azatioprina (1-2 mg/kg/día). En ese caso es importante la monitorización de los niveles séricos de la actividad de la tiopurina metiltransferasa puesto que ellos predicen la eficacia y los efectos indeseables del tratamiento (71). Si ello no es efectivo y/o existe intolerancia el régimen anterior se puede sustituir todo por la ciclofosfamida (1-3 mg/kg/d). Dichos tratamientos inmunosupresores deben ser monitorizados por médicos oftalmólogos familiarizados con su uso en colaboración con los hematólogos y los oncólogos (72). En casos de inflamación grave debe utilizarse la ciclofosfamida (1-2 mg/kg/d). Los esteroides sistémicos (1-1,5 mg/kg/d) pueden utilizarse en combinación en las primeras semanas del tratamiento pero se deben ir disminuyendo poco a poco si la clínica lo permite, cambiar a pauta de «días alternos» y parar por completo al cabo de 1 ó 2 meses desde su inicio. En ocasiones de gran inflamación se pueden utilizar los pulsos intravenosos para luego pasar a terapia oral tanto en cuanto a la ciclofos- Capítulo 19. famida (73) como a los esteroides. En caso de respuesta insuficiente, se debe añadir o sustituir por dapsona. Tras un control completo de la inflamación ocular, el tratamiento se mantiene durante un año. Después, las dosis pueden disminuirse lentamente, y si no existe recurrencia, el tratamiento puede suspenderse. Las visitas controles después de la interrupción del tratamiento deben mantenerse toda la vida puesto que en un 46% de los pacientes la enfermedad puede recurrir (74). En caso de recurrencia, el control de la inflamación suele conseguirse fácilmente después de la re-institución del tratamiento (puede ser menos agresivo que el previamente utilizado). Por lo tanto, la interrupción del tratamiento con un seguimiento cuidadoso no aumenta el riesgo de progresión de la enfermedad. Sin embargo, la inmunosupresión sistémica no logra controlar la inflamación ocular del penfigoide de membranas mucosas en el 10% de los pacientes, 6% de los ojos, a pesar de todas las combinaciones o sustituciones de fármacos. En estos casos puede utilizarse la terapia con inmunoglobulina intravenosa, la cual ha demostrado ser efectiva en esos pacientes que no se controlan con tratamientos convencionales (75,76). Otros fármacos tales como el daclizumab (anticuerpo monoclonal contra el receptor de la IL-2) pueden ser de ayuda pero se requieren más estudios para evaluar su eficacia (77). La cirugía de la catarata está indicada siempre y cuando la actividad inflamatoria esté bajo control con tratamiento inmunosupresor y éste se mantenga durante el post-operatorio. La técnica preferiblemente ha de ser la facoemulsificación a través de una incisión corneal (78,79). El trasplante de córnea sólo debe reservarse para aquellos casos con amplia perforación real o inminente que requieran la adición de tejido por motivos tectónicos (80). El pronóstico de la rehabilitación visual es malo, especialmente si el penfigoide de membranas mucosas está evolucionado con extensa cicatrización conjuntival, queratitis sicca grave, y neovascularización corneal extensa, incluso si no hay actividad inflamatoria porque esté controlada con inmunosupresión sistémica. Las causas principales de fracaso son la formación de defectos epiteliales corneales, ulceración estromal, perforación, y rechazo del trasplante. Entre las posibles etiopatogenias están la insuficiencia límbica total, la sequedad grave, y la vascularización que favorece el rechazo. Debido a esta insuficiencia límbica total, el alotrasplante de limbo en combinación con el recubrimiento de membrana amniótica se presenta como cierta alternativa para la reconstrucción de la superficie ocular como paso previo a un trasplante de córnea con fines de rehabilitación visual. Sin embargo, está contraindicado en pacientes con sequedad ocular grave o con actividad inflamatoria por el penfigoide o por la patología asociada. En los casos en estadio IV con gran cicatrización corneal en los que no existe otra posibilidad quirúrgica de ganancia visual, la queratoprótesis puede ser efectiva para conseguir cierta agudeza visual (81,82). Para plantear dicha cirugía la visión no debe ser mayor de movimientos de mano por opacidad corneal, la proyección de la luz en el sector nasal debe estar intacta, y la ultrasonografía debe descartar Síndromes mucocutáneos 197 un desprendimiento de retina. No está indicada en niños o en individuos que no puedan ser seguidos frecuentemente. Se debe explicar al paciente que se trata de una posibilidad de ganancia visual que puede ser sólo temporal. Dohlman y cols (82) encontraron que tras una queratoprótesis realizada en 20 pacientes con penfigoide de membranas mucosas, el 72% mantuvieron una visión útil (de 20/200 a 20/20) a los 2 años aunque sólo el 43% a los 5 años. De entre las causas de la pérdida visual se incluían la endoftalmitis, el glaucoma terminal, y el desprendimiento de retina. Las complicaciones estaban directamente relacionadas con el grado y la cronicidad de la actividad inflamatoria durante todo el curso clínico de la enfermedad. BIBLIOGRAFÍA 1. Lyell A. Toxic epidermal necrolysis: an eruption resembling scalding of the skin. Br J Dermatol 1956; 68: 355-61. 2. Avakian R, Flowers F, Araujo O, Ramos-Caro F. Toxic epidermal necrolysis: a review. J Am Acad Dermatol 1991; 25: 69-79. 3. McBride SR, Lawrence CM, Pape SA, Reid CA. Fatal toxic epidermal necrolysis associated with mefloquine antimalarial prophylaxis. Lancet 1997; 349: 101-4. 4. Dourakis SP, Sevastianos VA, Alexopoulou A, et al. 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