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Premio Foro de la Cadena Agroindustrial Argentina
I Edición
1º Premio: Susana Marta Tealdi – Rosario, Prov. de Santa Fe
“Escribir la verdad”
“El que quiera luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad
tendrá que vencer por lo menos cinco dificultades.
Tendrá que
1) tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier;
2) la inteligencia necesaria para descubrirla;
3) el arte de hacerla manejable como un arma;
4) cómo saber a quien confiar la verdad y
5) el discernimiento indispensable para difundirla”.
Bertold Brecht – Alemania - 1934.
Hablar de agroindustria es referir la primera expresión integradora de esfuerzos productivos, que vence
al fantasma del país bifronte, del país dividido y enfrentado, del país que aún hablando el mismo idioma
suele no entenderse.
Los casi mil días que nos separan de la celebración del bicentenario patrio, resultan un buen período
como para aprovecharlo con un objetivo claro, perfectamente definido y a todas luces beneficioso para
nuestro país. Esto es: “...luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad...” aunque
“...haya que vencer por lo menos cinco dificultades” como señalaba Brecht.
La cita viene muy a cuento porque la mentira, de los que aún sabiendo la verdad la tapan o, peor, la
desfiguran y la ignorancia de los que realmente desconocen la perfomance de la cadena agroindustrial
argentina, arman la fórmula perfecta de negación de la realidad. Aunque ésta tenga un enorme peso
específico, una presencia inocultable y una historia innegable.
1) “Tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier”.
Por qué no? De todos modos no será la primera vez que se diga, mucho menos la última.
La verdad en cifras y posicionamiento internacional (*) es la siguiente.
La agroindustria significa para la economía argentina:
el 11% del PBI,
el 45% del valor de los bienes producidos en el país,
el 52% de las exportaciones,
el 35% del empleo y
el 46% del aporte a la recaudación fiscal.
La agroindustria hace que Argentina sea:
1º exportador mundial de pellets, harina de soja, aceite de soja, aceite de girasol,
limones, peras y expellers de girasol,
2° exportador mundial de maíz y sorgo,
3º exportador mundial de grano de soja y leche en polvo,
4° exportador mundial de jugo de manzana,
5° exportador mundial de trigo,
6° exportador mundial de carnes,
9° exportador mundial de quesos y
10° exportador mundial de vinos.
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Premio Foro de la Cadena Agroindustrial Argentina
I Edición
La agroindustria argentina genera, produce y distribuye alimentos de todo tipo: cárnicos (bovinos,
porcinos, caprinos, ovinos, aves, pescados, liebres, conejos, camélidos), granos, cereales, frutas,
legumbres, harinas, pan, pastelería, aceites, grasas, manteca, margarina, verduras, lácteos, embutidos,
bebidas, dulces, huevos. Todo esto en un mundo que exige “alimentar a la creciente población mundial
y tener agua para producir esos alimentos” (Instituto Internacional del Agua de Estocolmo). Y en tiempos
en que el agua se considera cada vez más un commodity susceptible de comercialización y con un valor
que se fija en función de la facilidad de acceso a las fuentes.
El concepto de “cadena productiva” se empezó a utilizar 40 años atrás y resulta muy interesante tenerlo
presente para comprender su importancia.
Alude al “conjunto de agentes y actividades económicas que intervienen en un proceso productivo
desde la provisión de insumos y materias primas, pasando por su transformación y producción de
bienes intermedios y finales hasta llegar a su comercialización en los mercados internos y externos
incluyendo proveedores de servicios, sector público, instituciones de asistencia técnica y organismos de
financiamiento en un área geográfica determinada.”
Para trasladar el contenido del concepto a la realidad, imaginemos hasta donde podamos, a la cantidad
de tierra, gente, empresas, predios, fábricas, vehículos, silos, caminos, plantas, buques, oficinas,
talleres, bancos, compañías de seguros, negocios, distribuidoras, maquinarias, laboratorios,
instituciones, centros de capacitación... que están involucrados en la tarea agroindustrial, convertidos
en los eslabones de una gran cadena unida, fuerte, resistente, que tracciona, que genera valor, que
permite crecer.
Pues eso es la cadena productiva agroindustrial argentina.
Tengamos valor para decir la verdad: ¿Podríamos imaginar a la economía argentina funcionando sin el
aporte de la cadena agroindustrial? Definitivamente NO.
2) “Tener la inteligencia necesaria para descubrirla (a la verdad)”.
Gran problema para las autoridades que en lugar de planificar el desarrollo y crecimiento de la
economía “de la mano” del sector que demuestra a diario su eficiencia, se ufana maltratando a sus
protagonistas y negando sus logros.
En los equipos de gobierno falta (desde hace mucho tiempo) sinceramiento y humildad para reconocer
que se necesitan conocimientos específicos, protagonismo de expertos, capacidad de gestión y respeto
por la participación ciudadana para generar políticas públicas para el sector. No es menos importante la
falta de decisión política que respalde y garantice este andamiaje de estímulo y reconocimiento a la
labor agroindustrial.
Gran problema en nuestro país, donde el “ser urbano” pareciera que come pollos que nacieron pelados
dentro de la góndola del supermercado y consume lácteos frescos día a día, pero no imagina siquiera al
tambero vigilando el ordeñe aún en las madrugadas frías y lluviosas.
Se nota que el sector asume no haber sabido contar, informar, relatar a toda la sociedad la atractiva e
interesante historia de la producción agroindustrial, las impactantes imágenes del trabajo en el campo y
la industria, la verdad de lo que ella significa en el contexto de toda la producción argentina. Mejor aún,
los representantes del sector han empezado a hablar otro idioma, a pronunciar otros discursos, han
abierto las tranqueras, van perdiendo el sentido de ghetto con el que se movían.
Se observa también un áspero y útil proceso de autocrítica, inusual en la dirigencia argentina. Los
protagonistas del sector han abierto bien los ojos para detectar los errores cometidos en su relación con
la sociedad toda. Tienen mucho por delante, pero ya se están realizando esfuerzos correctivos que
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deriven en el rescate de una acción compartida, consensuada, de mutuo entendimiento con la
ciudadanía. Además hay fuertes indicios de revisión con respecto a la unidad de acción gremial
respetando las diversas posiciones, del funcionamiento intra e interinstitucional, de la inversión concreta
en formación dirigencial con miras a una sólida participación en los estamentos gubernamentales y el
desarrollo de meditadas estrategias de comunicación a través de los medios masivos.
La verdad está a la vista. El sector ha sido inteligente para detectarla, aunque algunos aspectos le
duelan, pero el gobierno se obstina en negarla.
3) “Tener el arte de hacerla (a la verdad) manejable como un arma”.
Manejar la verdad con destreza puede ser, más que un arma, una formidable herramienta para la
planificación de la actividad productiva nacional, para el desarrollo de planes educativos y de
capacitación acordes a las exigencias de cada región.
Manejar la verdad con respecto a lo que significa la producción agroindustrial en el país puede ser
además el elemento aglutinante de una ciudadanía dispersa y enfrentada por intereses ajenos a sus
verdaderos sentimientos.
Manejar la verdad generaría un espacio de reconocimiento entre actores que potencian su esfuerzo
gracias a la empatía del encuentro en el trabajo común. Respaldar la difusión de lo que significa
producir en esa cadena que se inicia con la semilla cuidadosamente alojada en la tierra para terminar
en una mesa familiar argentina o en lejanas latitudes convertida en alimento. Comprender que criar una
vaca lleva casi 3 años, o que el 80% de la producción de carne vacuna se consume en el país y que la
carne genera 2 millones de puestos de trabajo en el país.
Manejar la verdad como el ingrediente indispensable para unir, para reforzar lazos de confraternidad
entre conciudadanos, para aventar la envidia, la división, el estrago de la sinrazón.
4) “Saber a quién confiar la verdad.”
Quién tiene la verdad (de la realidad productiva agroindustrial) y en quién se puede confiar para
depositarla? Punto central del análisis.
Si hay algo que identifica la “argentinidad” y logra total consenso, es esa expresión enorme, indefinida
según como se la mire y usada sin límites que es el “campo”. El ser argentino sufre una crisis de
identidad que desaparece cuando se habla del “campo” porque aún sin entenderlo muy bien el
sentimiento que produce la palabra es de bienestar y de contención. No hay argentino que no sepa de
que se habla cuando se dice “campo”.
Decir “campo” es hablar de buena gente, de conductas que aún conservan la carga ética y moral
perdida en las urbes, de espacio sano, de lugar de esparcimiento, de contacto con la naturaleza, es
describir in mente la geografía de un país extendido, rico, privilegiado. Ese sentimiento ancestral anida
en nuestras mentes desde el principio de los tiempos:
“Estoy encantado de la agricultura en el suelo que habitáis, y he tenido razón para deciros que el
organismo de Santa Fe, enfermo de achaques de política, es tan robusto y tan rico en elementos de
vida, que cumplirá su ley de progreso; y aunque las luchas de los partidos poblaran de cenizas la
Provincia, su riqueza brotará del limo de los campos, más grande y más fecunda, el día que goce de
diez años de venturosa paz.
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La paz interna es un estado de equilibrio social, resultante de dos acciones recíprocas que se controlan.
¿Sabéis cuáles son ellas? El respeto de los gobernantes a los gobernados y de los gobernados a los
gobiernos.
Soldados de la Industria! Obreros de la riqueza nacional! Elejidos y electores! Venid con el viajero a
contemplar esas tierras en que cuaja la simiente del engrandecimiento económico! ¡Venid a admirar con
entusiasmo sincero las inmensas praderas de trigos ondulantes, que parecen girones de la túnica del
sol tendidos sobre los grandes pliegues del terreno! ¡Sufrid el aturdimiento de la vocinglería de las
máquinas que animadas por el aliento irresistible de la inteligencia humana, parecen legiones de
gigantes afanados en transformar la faz del Universo! ¡Venid, y amaréis más a vuestra Patria!” (**)
Los inmigrantes encontraron en el “campo” el espacio abierto y fértil para instalarse, trabajar,
desarrollarse y crecer hasta plantar las mismísimas bases de esta actividad –la producción
agroindustrial- que en el pasado nos ubicó entre los más importantes productores del mundo y hoy
sostiene la economía argentina.
La población urbana creció con el aporte de gente de “campo” que por el proceso de industrialización
se desplazó buscando opciones laborales. De modo que las ciudades se hicieron grandes con gente de
“campo” más las generaciones sucesivas que se reprodujeron dentro de las propias ciudades. Pero,
qué familia argentina no tiene parientes o conocidos que vivan en el “campo”? Y siendo así, cuándo
empezó el distanciamiento entre unos y otros? Quién o quiénes avivaron el fuego de la separación y la
discordia entre una población con un origen común?
A la hora de plantearnos a quién confiar esta verdad nos damos cuenta de que todos la conocemos. Lo
que debemos combatir es la desconfianza precisamente. De ahí que superando este sesgo de
intemperancia, la participación ciudadana debe convalidar la fijación de una política pública sectorial
basada en la organización y la racionalidad por parte de quienes tienen la responsabilidad de gobernar,
ejecutando y legislando.
5) “El discernimiento indispensable para difundirla”.
Periodistas, comunicadores sociales, instituciones gremiales, cátedras, investigadores, empresarios,
productores con su redes de contactos personales, familiares, de amigos, de colegas, dentro y fuera del
país difunden esta verdad (la de la producción agroindustrial). Cómo es que no se ve? Que no se
escucha? Que no se entiende? O es que no interesa?
La cadena agroindustrial emplea el 35 % de la mano de obra ocupada en la Argentina. El 28%
pertenece al sector primario, igual porcentaje al sector secundario o manufacturero y el resto al sector
terciario o de servicios. Está claro? (***)
Son millones de personas involucradas directa o indirectamente. Tal vez no se diga bien, no se levante
la voz lo suficiente, no se logre neutralizar la estridencia de los conductores de programas de
“entretenimiento”. Pero en nuestro querido país ha llegado la hora de decidir: idiotizarnos con “bombón
asesino” o pensar.
(*) Datos del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina.
(**) LA REJION DEL TRIGO – Estanislao Zeballos – Hyspamerica – Respetando la ortografía original.
(***) “La generación del empleo en las cadenas agroindustriales” – Juan J. Llach, M. Marcela Harriague
y Ernesto O’Connor. Junio 2004 - En www.producirconservando.org.ar
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