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V1AGE ILUSTRADO.
no conocían límites; y si bien su calidad de estrange- una carta una corona y una rueda, lo presenta todo
ro le incapacitaba para usurpar el trono, trataba de á la futura emperatriz y la dice: «No hay medio, secontraer alianza con la familia reinante á lin de poder ñora: ó la una es para vos, ó la otra para mí.» Entonasegurar su dominación.
ces se decide Isabel; y como contaba con muchos
Birefl sin embargo era incapaz de resistir él solo el amantes en el regimiento de guardias de Preobajensky,
peso de los negocios. Munich, valiente general del les interesa por su causa, y con 60 hombres se dirige
ejército ruso, el cual soslenia á Biren, y había presta- al palacio imperial, sorprende á los duques en el lecho
do ademas señalados servicios, solicita el título de ge- y sin darles tiempo para vestirse, se apodera de ellos
neralísimo de los ejércitos de mar y tierra. La negati- y son conducidos á una prisión de estado, y luego esva de Biren despierta los celos de Munich que de ami- patriados de la Busia. El joven emperador dormia y
go se convierte en rival; y buscando un apoyo en los se le respetó su sueño.
padres del emperador, les propone romper el humiAsombra indudablemente esta continuada rapidez
llante yugo que les abrumaba con su peso.
de,conspiraciones, ocasionadas siempre por despreLigados por un mismo interés, pueden tener con- ciables favoritos sin poseer otra cualidad que la ambifianza mutuamente, y sin descanso comienzan á obrar ción y la audacia.
encargándose Munich de las últimas disposiciones.
Fácilmente ascendió Isabel al trono; mas no á goPreparado asi todo solo falta el golpe y se da este bernar, sino á ser gobernada.
con el mayor acierto apoderándose de Biren en el lePoseyendo un temperamento inflamable, ardiente,
cho donde reposaba con su muger. Defiéndese como lejos de distinguirse por la delicadeza de sus costumun león, pero cede al íin al mayor número, y le llevan bres, se deja arrastrar por sus caprichos amorosos que
á un cuerpo de guardia con las manos atadas y una recaían comunmente en los hombres de la mas baja
mordaza, y le arrojan por piedad un capote de solda- sociedad. Aborrecía el matrimonio por reservarse el
do para cubrir su desnudez.
derecho de satisfacer á su gusto sus numerosos capriEncerrado en un castillo, es procesado y condena- chos: en esto pensaba al menos con alguna moralidad.
El primer cuidado de su gobierno fué colmar de
do á muerte; pero la princesa Ana de Brunswick le
concede la vida y se le destierra perpetuamente á beneficios á los que la habían elevado. Simples soldados recibieron títulos de nobleza; y el oro y las conSiberia.
Munich habia triunfado venciendo á su enemigo; y decoraciones fueron prodigadas con generosidad. Asi
no satisfecho con esto su venganza, traza en diseño la sancionaba el funesto precedente de la insurrección,
casa en que habia de ser encerrado Biren, para que no y estimulaba á proseguirlas.
pudiera escaparse. Mas por una de esas lecciones que
Munich, Oslermann y otros son condenados al suda la Providencia, esta fortaleza servirá un dia de pri- plicio por instigación de Ja soldadesca triunfante: en
sión al mismo Munich.
el patíbulo reciben el perdón que aplauden los mismos
Declarada regente la duquesa de Brunswick, es su que les condenaron. Pero son desterrados con una
marido el generalísimo de las tropas, y queda burlada multitud de poderosos eslrangeros, y huye con estos
asi la ambición del que habia hecho la revolución por la civilización que empezó á introducir Pedro. De este
la negativa de este título. Es colocado sin embargo á modo destruía la hija la obra del padre.
a la cabeza de los negocios públicos, y en este puesto
Encerrado el joven Ivan en una prisión de estado,
solo aspira al poder absoluto. La arrogancia de sus ma- deja Isabel de ocuparse del reino por hacerlo de su
neras, y esa dureza de quien está mas acostumbrado á vida licenciosa, siendo el verdadera soberano Pedro
gobernar un ejército que una nación, fueron las pri- Schouvaloff, primo del amante de la emperatriz. Ejermeras causas de su ruina; que viéndose desposeído ce en breve tan prodigiosa influencia, que se le llama
poco á poco de sus mayores poderes, dimite la admi- Pedro III, como si en efecto reinara.
nistración de la guerra de que estaba solamente enAbierto como se ha visto el palenque de las conscargado, y vase á habitar un palacio vecino de la r e - piraciones, tramóse nuevamente una para derribar á
sidencia imperial.
Isabel, en la cual tomó una gran parte el embajador
La reina estaba condenada á ser de continuo el ju- de Austria. Pero fué descubierta, y la principal vícguete de ambiciosos favoritos: á Munich sucedió Ós- tima en quien se ejerció la mas terrible venganza fué
termann, que dominaba al duque de Brunswick; y á la la bellísima Lapoukin, á quien no solamente se conduquesa, Galowkin que poseía su ilimitada confianza. denó á sufrir los golpes del knout, sino á corlársela la
Entre ambos favoritos existía una rivalidad implacable; lengua.
sostenida por la funesta conducta que observaban los
Triste el reinado de Isabel, solo dejó el glorioso
duques, distraídos con sus respectivos amantes. De recuerdo de algunas victorias, mas no debidas á la
modo que, si la administración de Biren había sido emperatriz, que deploraba la sangre que se vertió y
odiosa y perjudicial al imperio, la regencia desempe- odiaba la guerra, sino al valiente y entendido canciñada por los padres del emperador, no solo carecía de ller Betuscheff, que sacó al ejército ruso de la postrafuerza y autoridad, sino que mirando sin interés los ción en que se bailaba. Tenia la convicción y repetía
negocios del Estado, hacían perdiese las ventajas que continuamente que: «El estado natural de la Rusia era
obtuvo en los reinados de Pedro y Catalina.
la guerra: su gobierno interior, anadia, sus progresos
En 1741 es declarada la guerra á la Suecia; pero en la civilización, su comercio, lodo debía ser suborlos resultados de esta declaración no merecen ocupar dinado al objeto de reinar á fuera por el terror. No huá la historia; asi como las rivalidades que se suscita- biera sido contada en el número de las polencias si no
ron en la corte, que ocasionaron intrigas miserables, hubiese tenido 100,000 soldados, siempre prontos á
y una conspiración que hizo ascender al trono á Isa- invadir la Europa.»
bel Petrowna, hija del gran Pedro.
Triste pensamiento, que debe estudiarse en nuesEstaba un dia Isabel en su tocador, cuando se pre- tros días.
Enemigo de la guerra era también el príncipe á
sentó Mr. L'Estocq, cirujano francés y colocando sobre
KUSU.
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,m¡en Isabel había designado por heredero pcio no de tribunal inquisitorial, que se había hecho odioso á
E L , porque profesando al rey de Prtisia una los rusos; revoca las penas degradantes; crea un triverdadera idolatría, se lamentaba de los triunfos que I bunal que ejerciese las atribuciones de la policía geobtenían los rusos sobre los prusianos, que fueron en- neral ; reduce los derechos de importación de las merverdad importantes.
; " •.
¡
¿¿ , cancías que introducían los habitantes de la Persia v
de Arcángel, y aminora el precio de la sal. Al mismo
Tal era la situación de la Rusia, cuando el 29 de
tiempo que dictaba tan útiles providencias, deslruia
abril de 1761 exhala Isabel su último suspiro a los se- con otras ignorantes ciertas industrias que necesitaban
senta y dos años de su edad.
de gran protección.
Considerado con imparcialidad, su remado lúe
Fanático por todo lo prusiano, instruye al ejército
dulce para los rusos: la dominación de sus amantes
hizo suspender el curso de sus adelantos, que, si no al uso de esta nación, sometiéndole á este nuevo
se perdieron, débese al amor que tema Isabel á las apréndizage, y el mismo Pedro se viste el uniforme
letras, á las artes y á las ciencias. Ella crea lá uni- prusiano y se declara soldado del gran Federico.
Tales ridiculeces amenguaban su autoridad. Añáversidad de Moscou y la Academia de bellas artes de
San Petcrsburgo: bajo su protección autores originales dase á esta lo desordenado de sus costumbres, emensayaron dar á los rusos una literatura nacional: la briagado casi siempre, y el prestigio que le hacia permisma Isabel, entabla correspondencia con el filósofo der Catalina, y se comprenderá fácilmente que él misde Ferney, v despierta en la corle el gusto por las mo caminara á su ruina.
Es cierto que no hubiera acaecido á no tener por
obras de este príncipe de la literatura del siglo XVIII.
Isabel no carecia de algunas supersticiones ; y temien- esposa á esa célebre muger, llamada por Voltaire la
do siempre se repitiera con ella la escena que había Sem'wamis del Norte; pero si hubiera abrigado el
ejecutado para apoderarse del trono, hacia de la no- alma de Catalina, su genio, su ilustración, ¿cuál hache día, y velaba asi incesantemente sobre su persona. bría sido la suerte de la Rusia ?
En tanto que el emperador se abismaba, se disA la muerte de Isabel ocupa el trono Pedro III
Federowiclh, sin el menor obstáculo por parte de los ponía Catalina á apoderarse de la corona: había sonamigos de I van, el cual consumía sus días en una deado su posición , _ y comprendía perfectamente que
prisión de estado, y sin que nadie se acordara de los si no atacaba la primera se perdía irremisiblemente y
su hijo., á quien trató de desconocer Pedro.
dos ó tres hijos naturales que dejó Isabel.
Después de algunos años toma el emperador por
Con esta idea desarrolla la emperatriz todas sus
esposa á la princesa de Anhalt. La superioridad de seductoras gracias naturales para cautivar los corazoesta célebre muger, descendiente de uno délos anti- nes, halagando á todos y ostentándose en público r e guos electores de Sajonia, que cambia su nombre por vestida de cierta tristeza que la hacia mas interesante,
el de Catalina, debia ser fatal al czar, desnudo de y ganar mas las simpatías que engendra el sentimientoda especie de conocimientos. Cediendo tan pronto á to de una persona que sufre debiendo ser feliz. Este
pasiones impetuosas, como á un entusiasmo irreflexivo sistema de coquetería la dio los mas felices resultados;
y á un ardor de gloria militar que no reposaba sobre pero no contenta solo con esto, se fué apoderando de
ningún talento, ni sabia mandar con acierto, ni era los mas influyentes destinos públicos, nombrando para
capaz de resignarse á las órdenes de su compañera. desempeñarlos ya á algún amante, ya á otras personas
En esta lucha tan desigual Pedro III debia de sucum- que la eran completamente afectas.
bir. Su físico, destruido por la viruela, le hacia r e Los fracmasones, que tenían una logia en Kampugnante; estaba incapacitado de agradar á una mu- mcnny-Ostrof, una de las estancias del emperador,
ger como Catalina. El pertenecía por la sangre que se adhirieron á Catalina, formando una poderosa fraccorría en sus venas á Carlos XII y á Pedro el Grande; ción del partido que trabajaba con tesón por derribar
pero carecia del heroísmo del uno y del genio del al czar del trono: hasta una parienta suya que apenas
otro; solo estaba en posesión de una fiebre de imita- tenia diez y ocho años se coaligó en favor de la empeción mal entendida, que no producía en él mas que ratriz.. Formáronse, pues,-tres grandes fracciones de
los escesos y los vicios de aquellos dos hombres cs- conspiradores, que sin conocerse mutuamente, eran
traordinarios.
movidas por el común impulso que sabia inspirarles
Esposo de una muger llena de seducciones, el he- Catalina.
redero presuntivo de la corona vivió largo tiempo con
Revelábanle á Pedro estos precedentes; pero era
ella como un hermano sin cariño. Cumpliendo sus de- tal su ceguedad, que ademas de no creerlos, mandó
beres como marido, sirve de velo á los desórdenes de arrestar al oficial que pretendía informarle.
Catalina-, que en este punto dejó muy atrás á Isabel.
El emperador, últimamente, se decide á celebrar
r Catalina poseía en efecto el genio que la inmorta- una fiesta en Peterhof, donde comeria con su esposa y
lizo; amaba las bellas artes y la gustaba tomar parte la haria aprisionar después del festín. Pero antes de
en las delicias de una conversación instruida; pero no realizar este proyecto, prepara una orgía, acompañado
sabia entretenerla su marido sino con los detalles del de multitud de hermosas mugeres de la mas alta noejercicio á la prusiana, de los cuales era, no solamente bleza, á quienes seguían sus amantes; pues no parece
entusiasta admirador, sino «pie los practicaba con fa- sino que era condición precisa en la corte rusa este linatismo; y estas repeticiones continuas de los mismos bertino cortejo en todos los actos públicos.
términos técnicos, fatigaban horriblemente á Catalina,
Este era el momento en que se iba á jugar la vida
que la enojaba la conversación de su marido, y la ha- del emperador ó su muger, y la suerte de la Rusia.
d e SUS a m a n t e s
en
SoltflSf
^
'
Pelicular .la de Catalina, que no se descuidaba, muéstrase solícita,
hace estallar la revolución, y toma posesión del poder
w , r e d r ° *? j na «g"ra su reinado con generosidad; en San Petersburgo. Pedro en tanto se hallaba en Pcemr dclaSiber¡a a t o d o s los
«n?Ar' 1
desterrados, inclu- [terhof, y al saber lo sucedido, esclama en presencia
a Hun
- 'ch; suprime la chancillería secreta, especie ! de su corte: bien os decía yo que ella era capaz de
Vtage ilustrado.
TOMO II
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xx
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VIAGE ILUSTRADO.
todo. Esta imbécil csclamaeion en tan crítico momento
retrata á Pedro. Reúne el czar las tropas disponibles
para ganar con sus armas lo que perdió con su impotencia; pero duda, y Catalina en tanto se aprovecha,
poniéndose á la cabeza de 15,000 hombres. Vístese el
uniforme de guardia, empuña la espada, y ciñe á su
frente una corona do laurel. Esto escita el entusiasmo
hasta el mas alto punto en los que la acompañaban; al
propio tiempo que los que seguían, á Pedro, hombres
y mugeres, tiemblan de terror. No saben dónde dirigirse; hallan cerradas todas las, poblaciones y defendidas con tropas; se ven amenazados por todas partes,
y faltándoles tierra donde pisar, son,inútiles para ellos
las aguas, á pesar de ofrecerse el mismo Munich á ser
remero: «Mas venid, príncipe, le grita este.fiel y célebre anciano, yo os precederé, y no llegarán á vos
hasta haber pasado por mi cadáver.» Pedro no quiere
combatir, y dirige una carta á Catalina, suplicándola
le conceda al menos partir con él la autoridad. Sin
ron testación esta carta, envía una segunda en que
pide una pensión y la libertad de ir á vivir á Holstein. Vergonzosa degradación; pero digna de tan
inepto soberano, que rechaza en último recurso la huida, por acogerse á la generosidad de su esposa.
Los ullrages que sufrió coronaron su imbecilidad.
Elevado í uña escalera, fué despojado de sus ropas y
degradado de lodos sus. honores," quedando solo con
la camisa y los pies desnudos; sufriendo, para colmo
de vergüenza, los insultos de una soldadesca servil.
Este, proceder deshonraba tanto á quien lo mandaba ejecular como á quien lo sufría; porque amenguaba la dignidad soberana, y demostraba una innoble
pequenez de alma en hacer esperimentar tales ignominias. Era al fin su esposo.
La siguiente abdicación de Pedro vino á coronar
tan estraños sucesos y á legarnos uno de los mas notables documentos que presenta la historia.
«En el corto tiempo de mi reinado absoluto en el
imperio de Rusia, he reconocido que mis fuerzas no
son suficientes para tal peso, y que era superior á mí
gobernar este imperio, no solo soberanamente, sino de
cualquiera manera que fuere... Asi que, conozco la
posibilidad de un sacudimiento que habría tenido por
consecuencia la ruina total y me hubiera cubierto de
una eterna vergüenza. En vista de tal circunstancia y
después de maduras reflexiones, declara sin ninguna
violencia al imperio ruso y al universo, que renuncio
por. toda mi vida al gobierno de dicho imperio, no deseando reinar ni soberanamente ni bajo ninguna otra
forma; sin esperar á conseguirlo nunca por cualquier
medio que se pudiera. En fé de que hago un juramento
sincero á la faz de Dios y de todo el universo, escribo
y firmo esta renuncia con mi propia mano.»
Mediaron posteriormente entre Catalina, y Pedro
algunas negociaciones de avenencia, acogidas por él
con alegría; y decidiéndose á ir al castillo de Oranienbaum, desciende el ex-emperador del carruage; sube
á uno de los treinta kibilkas (l) que se habían reunido,
y después de atarle se le hace partir con dos conjurados que le impedían gritar. Al mismo tiempo parten
los treinta carruages en otras tantas direcciones, á fin
de que se ignorara la verdadera ruta de Pedro.
Catalina hace su entrada en San Petersburgo con
toda solemnidad, y prestan juramento los grandes que
(t) Kibitkas se llaman en Rusia á unos carro-matos
de cuatro ruedas.
habían formado el cortejo del infortunado Pedro. A
verentre-ellos á Munich, «¿Sois vos, general,,le dice
la emperatriz, el que quería batirme?»
—Si, señora; yo no podia proceder do otro modo
con quien me había sacado del destierro.
Y entregando á Catalina su espada, añade:
—La fidelidad que he guardado á mi príncipe y á
mi bienhechor son una garantía de la que conservaré
á la emperatriz.
El triunfo de Catalina había sido, pues, brillante
y grande: por el ascendiente de su carácter había hecho descender del trono á su esposo: ¿le conservaría
la vida? Tal era la cuestión que se tenia que resolver.
Pedro no se consideraba desgraciado: ó era incapaz de comprender su situación, ó esperaba cambiarla. Viósele pedir, su bufón, un perro al que era muy
afecto, romances, la Bibjia, etc. Mas adelante entró
en negociaciones con algunos descontentos; y á lodo
esto, que no ignoraba Catalina, vino á añadirse'el arrepentimiento que empezaron á demostrar las tropas
que contribuyeron á derribar al czar del trono, aumentándose cada dia con las reconvenciones del pueblo
que se interesaba por su inepto ex-soberano.
En tan críticas circunstancias resuelve dar Orlof
un golpe decisivo: preséntase en la prisión del czar
seguido de Teplof, y ambos infunden en Pedro la esperanza de su libertad, ofreciéndole según el uso establecido en Rusia, beber con ellos un vaso de vino
antes de comer. Acepta el príncipe; se mezcla un veneno activo al licor; pero no produce todo el efecto
esperado: la víctima entonces rehusa beber de nuevo,
y se arroja en los brazos de su fiel Bressau, que habia
obtenido el permiso de no abandonar al emperador, el
cual quiere que se le conduzca al lecho. Orlof entonces y su cómplice Teplof ayudados de Rariatinki, oficial que mandaba la guardia, se arrojan sobre el infeliz Pedro y le ahogan.
Al saber Catalina el horrible fin de su esposo, vierte algunas lágrimas y anuncia á su corle que el czar
habia muerto de un cólico hemorraideo. Se espone su
cuerpo al público,, vestido con el uniforme de Holslein,
ocultando las señales de su muerte violenta, y es admitido el pueblo á besarle la mano.
Catalina, por mas que hayan querido defenderla
algunos historiadores, no deja de aparecer, sino como
autora, como cómplice del asesinato de su esposo, y
tamaña complicidad, fué un crimen igual al del asesino, pues por su posición no podia ser envuelta ni arrastrada á un acto que podia evitar con solo quererlo.
En vano tratando demostrarquo fué un secreto la
meditación del asesinato, y que ni Catalina , ni Gregorio Orlof, tenían esa dureza que hace á uno capaz
de un gran crimen. En cuanto á que la emperatriz
sintió dolorosamente la ejecución, pasando muchos días
en su lecho entregada á la desesperación, lo creemos;
pero el mismo historiador lo dice: «no era por la pérdida de un esposo que no amaba y que le habia preparado una larga prisión y quizá la muerte , sino qué
la atormentaba este atentado , que al serle atribuido
empañaría su gloria.»
Treinta y tres años tenia Catalina cuando se hallaba de única soberana de la Rusia, cuyo imperio va á
entrar en ese período de grandeza del que no ha descendido. Al genio de esta muger es al que deben atribuirse los estraordinarios acontecimientos en que tan
gran papel hizo el Norte. Ella es quien todo lo va á
dirigir; política, administración, diplomacia, y cuyo
KLSIA.
éxilo igualó al talento con que se condujo; ella quien
va á enriquecer á la 'Rusia con una porción de establecimientos consagrados á la instrucción del pueblo
v al alivio de la miseria : ella quien sostiene una correspondencia activa con Voltaric: ella quien desea que
d'Alembert acepte las funciones de director del heredero del trono: eUa quien 1 ama á Diderot á sueórle,
v ella en fin la que quiere civilizar á su pueblo.
" En medio de este cuadro tan glorioso, se nos presenta , no la emperatriz glorificada por los filósofos
franceses, sino la muger con sus pasiones y supeditada servilmente á sus amantes que la maltrataban hasta el punto de golpearla. Ni su genio , ni su orgullo,
ni el negar á esa edad que hiela las pasiones, pudieron triunfar del desorden de sus costumbres. Los adoradores á quienes reehazaba la decadencia de sus encantos, los atraia con el oro y los abrumaba de títulos
v condecoraciones: los oficiales de sus guardias consideraban el colmó de la fortuna, atraer sobre ellos
una do sus miradas. Satisfecho el capricho de los sentidos, se confunden con la multitud , pero poseyendo
grandes honores y altos empleos.
Con tal mezcla de grandeza como soberana, y de
abyección como muger, ocupa Catalina en la historia
nú lugar tan equívoco que no puede defendería del
desprecio la admiración que inspira. En contacto por
sus cualidades con Pedro el Grande, ambos han ejecutado una obra llena de magnificencia: el uno introduce en Rusia los primeros elementos de civilización;
la otra los completa. Si Catalina muestra un genio varonil durante su reinado, ostenta al mismo tiempo una
indulgencia y una ternura de corazón que revelan á
la muger Hena de bondad. A tanto llegó esta, que*
colma de favores aun á los que habían sido sus enemigos, saca de la Siberia al monstruo Biren, y lo restablece en la posesión de su ducado de Curlandia.
Sin embargo de esta conducta, desde 1762 empezaron conspiraciones para derribarla del trono, las
cuales se sucedían unas á otras con estraordinaria rapidez. Catalina escapaba de un peligro para entrar en
otro, y según la opinión de la mayor parle de los historiadores, no gozó la emperatriz de una verdadera
popularidad.
Ivan continuaba abandonado en una prisión de estado, y el pasar por imbécil era un motivo mas para
escitar el celo de sus partidarios, que reinarían en su
nombre. Un simple subteniente llamado Mirovitch,
queriendo vengar resentimientos particulares, trata de
apoderarse del príncipe, y después de vencer eslraordinarías dificultades, y la resistencia de los soldados,
que habían de ser sus cómplices, penetra al fin en la
cámara de Ivan;. pero antes de que logre salir déla
fortaleza, se le oponen las centinelas, acude tropa, y
el resultado es la muerte deí joven prisionero y e!
arresto de Mirovitch, que procesado de orden de Catalina por el símbolo, el senado, las tres primeras clases de la nación, y los presidentes de todos los culeg'os, es condenado á morir, y sufre su sentencia con
el mayor valor.
i-1;03 que imputan á Catalina el crimen de haberse
. ,' l° d e Mirovitch para asesinar á Ivan, se han denido poco en examinar este hecho" que se presenta
aro, Mirovitch fué procesado con la mayor publicitiAm y C ° n ! a m i s m a f u é a l cadalso; y en todo este
cipo no pronunció una palabra que pudiera hacer
sospechosa a la emperatriz.
or este medio inesperado vióse libre Catalina de
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los que pudieran aspirar legítimamente al trono. Apar,
tada de estos cuidados, podia ya pensar en su imperio y en la obra que la inmortalizó.
. Preséntasenos ahora Catalina bajo un nuevo aspecr
to, el do la muger política. Se trata do los polacos,
que desgracias inherentes á la constitución política de
este generoso pueblo, le habían colocado fuera de la
civilización.
Una de las causas de sus infortunios fué el principio electivo, 'esa áncora salvadora para muchos pueblos , pero mal comprendida y peor apreciada en Polonia, era motivo de guerras sin cuento, porque allí
estaba el palenque donde se disputaban las ambiciones europeas, donde luchaban las intrigas de lodosIos gabinetes, que empleaban á porfía el oro y todaslas seducciones imaginables.
La forma del gobierno polaco era representativa,'
pero sin pueblo; porque estaba esclavizado por la nobleza que imponiu su voluntad á los ministros y estos
á la corona. Podia tenerla Polonia alguna semejanza
con la Inglaterra; pero de ningún gobierno estaba
mas distante, por la diferencia que existía entre una
y otra aristocracia. La de Polonia, ademas, no era
compacta; asi que en nada se.entendían, y estaban
siempre en esa constante lucha que engéndrala confusión de principios hostiles los unos á los otros. En r e sumen , en Polonia no habia ni república, ni monarquía , ni aristocracia; existia solo una asociación de
nobles prontos á armarse para combatirse mutuamente ; asociación que dejaban subsistir los gabinetes de
Europa, para que el pais no cayese en manos de dos ó
tres potentados, que repartiéndosele hubiesen roto el
equilibrio general.
En esta inteligencia trabajó Pedro el Grande con
todas sus fuerzas para aumentar la anarquía que devoraba á la desgraciada Polonia. Esta pérfida intervención se convierte en una tradición, á la cual se muestra fiel Catalina. Una ocasión favorable se le presenta,
La muerte de Augusto, rey de Polonia, el i de octubre de 1763. Las intrigas, las ambiciones, todas las
plagas que asolaban á la Polonia se conjuran en su
ruina. Catalina se propone ascender al trono polaco á
uno de sus amantes llamado Stanislao Augusto Poniatowski; y ya ocupando parle del pais con tropas rusas,
ya derramando oro en abundancia, consigue tener di-,
vidida á la nobleza , porque á no estar asi, hubiera
conservado la Polonia su nacionalidad. El 7 de mayo
de 1764 fué reunida la dieta electoral, y en medio de
un sufragio oprimido quedó e!ecfo Poniatowski. luciéronse algunas reformas á la constitución; mas solo á
los detalles, pues el liberum veto, manantial de todos
los desórdenes no fué suprimido.
La posición de Poniatowski es crítica. Se encuentra colocado entre el reconocimiento que debe á Catalina, y la restauración de la Polonia que medita; de la
Polonia que la czarina quiere conducir á su completa
destrucción.
Stanislao cambia completamente al verse rey de
Polonia, y solo procura el engrandecimiento de su nación. Trata con dulzura á los nobles, los agasaja , los
visitadlos reconcilia,y de acuerdo con ellos trasforma
el reino con medidas tan útiles como sabias. Stanislao
se muestra un gran rey, y la Polonia un gran pueblo.
Catalina que habia elevado á su amigo por tenerle
á su devoción, se encuentra con la repulsa del rey polaco para formar entre ambos una alianza ofensiva y
defensiva.
ai
VIAGK ILUSTRADO.
Herida en su orgullo de muger y soberana, solo
Esla, en efecto, se declara. Catalina en tanto conpiensa en vengarse; le es fácil; pero no quiere alar- tinua con su gran política. La dieta reconoce ciudadamar á la Europa.
nos, sean rusos ó cstrangcros, á cuantos habitan el
El fanatismo religioso que tenía divididos á los po- territorio nacional; y la condición del pueblo, se melacos , es el palenque escogido por Catalina: aumenta jora , quitando á los nobles el derecho de vida y muerto
las divisiones, los resentimientos, y al fin estallan. No que ejercían.
bastaba esto á tan pérfida muger: las tropas rusas inLa primer guerra entre los turcos y los rusos no
vaden la Polonia, y exijen ser mantenidas á costa del fue muy gloriosa para Catalina; lo fué la segunda en
pais. En vano Stanislao, con los mas nobles sentimien- 1770, cuidando la emperatriz de hacer tomar á los
tos, trata de unir á la aristocracia; á todos los, pola- griegos las armas contra la Puerta, ofreciendo una licos ; que si hubieran atendido mas á su nacionalidad bertad que esperaban impacientes y que fué ilusoria;
que á sus pasiones, la Polonia se hubiera salvado qui- pues solo consiguieron ver convertidos en ruinas los
zá para siempre; pero se perdió.
tristes restos de su pasada grandeza.
El horrible combate, naval de Tchesme indujo á
Catalina obtuvo lo que deseaba. Prestando una
vana tolerancia, en moda entonces, y como aliada de los rusos victoriosos á penetrar en el puerto de Conslos disidentes, inunda la Polonia con sus soldados; s,u tantinopla, capital de sus eternos enemigos. No lo
embajador el príncipe Kepuin , impone órdenes á la efectúan a causa de otras atenciones; pero continuadieta , y hace arrestar á los miembros que en uso de ron la guerra con crueldad, hasta que en 1772 se essu derecho, osan manifestar opiniones que le conde- tipula la paz, rota en el año siguiente.
nan; y el rey Stanislao Augusto , el noble PoniatowsLa Rusia había padecido en este tiempo horriblek i , elevado por Catalina al trono, sufre el yugo mos- mente; pues á las desgracias de una guerra llevada á
covita como el último de sus subditos. Los nobles po- sangre y fuego, se agregó una epidemia que asoló toda
lacos , indignos de su nobleza, en vez de unirse á su la provincia ele Moscou y dio margen á punibles escerey y morir con las armas en la mano, prefieren de- sos en el pueblo entregado á la anarquía mas desengollarse mutuamente como fieras; la saña se apodera frenada. Merced á Gregorio OrLof, el principal amante
de todos; el patriotismo no existe; el sentimiento de de Catalina, el que pretendía ser su esposo, y el
independencia nacional está aletargado en todos los que ostentaba un lujo verdaderamente soberano, se
corazones; se despertará sin duda, hará esfuerzos he- contuvieron los escesos, aunque, cometiéndose otros.
roicos ; pero será tarde, si, muy tarde..... _ ;
Catalina era dominada por sus amantes en las
Véase, pues, cuan importante es la historia de Ca- cuestiones domésticas, llegando, como hemos dicho,
talina , de esta muger tan grande por su talento como hasta el punto de golpearla;: pero en cuanto al gobierpor sus vicios y sus crímenes. Desde ahora en adelan- no del imperio, era independiente, y no.había otra
te la historia de la Rusia está íntimamente ligada con voluntad que la suya.
la de toda la Europa, sobre la que ejerció una influenLa campaña de 1774 contra los turcos se abre
cia directa y deeisiva muchas veces. Ahora veremos lánguidamente y acaba con una paz impuesta por los
Jas colosales proporciones que ha ido adquiriendo este rusos y concluida y firmada en Kainardji sobre un
imperio naciente que se halla en el dia en la fuerza de tambor.
su juventud.
En tanto que Catalina triunfa en Oriente, no abanLo acaecido en Polonia cubrió de «lerna ignomi- 'dona á la Polonia. Los franceses que la ayudaban son
nia al gabinete de Versalles, que tenia á la vista do- vencidos, sin embargo de portarse como héroes. Solo
cumentos exactos que le debieron hacerse declarar el el Austria podía contrabalancear el poder de la Rusia;
defensor de la independencia polaca; de esta inde- pero Catalina y el rey de Prusia dicen á la emperatriz
pendencia , saludable garantía de la civilización euro- María Teresa: «O partís con nosotros una parte de la
pea. El gobierno do Versalles hizo traición á los mas Polonia ó vamos á declararos la guerra.» Asintió con
.sagrados deberes con no haber gritado á las armas é vergüenza, y gracias á la ignominiosa conducta de la
intervenido para sostener el derecho de gentes, tan Francia y á la debilidad de los polacos, se ven des- '
pojados de mas de 5.000,000 de habitantes (1772),
inicuamente vulnerado,
La Francia empieza á conocer su situación ; teme que se repartieron como botin las naciones coaligadas
y se decide á obrar. Las lineas siguientes dirigidas por para esté vandalismo.
Catalina tocaban! apogeo de su. gloria, había venMr. Choiseul, ministro de Negocios estrangeros, al
representante del rey de Francia en Constantinopla, cido á los turcos, á los polacos y á la insurrección del
imperio que capitaneó Pougatehef, que fué descuartidan una exacta idea de aquellas circunstancias.
«He visto con sentimiento que el Norte de la Euro- zado. Menos dichosa en sü familia, había tenido solapa se avasalla á la emperatriz de Rusia, y que la In- mente un hijo de su matrimonio con Pedro MI. Este
glaterra y sus ayudas permanecen en la apatía que hijo , sobre cuyo nacimiento se habló tanto, anunciaba
esta princesa presentía para establecer su despotismo el mismo carácter de su padre, y le tenia por consien esta parte. La Dinamarca, por temor de la Rusia y guiente suma repugnancia. Cásale con la princesa de
con la esperanza ilusoria de adquirir la parte del Hols- Hesse-Darmstadt, que muere en 1776 , y el gran dutein perteneciente al gran duque, se entrega con b a - que Pablo contrae segundas nupcias con María de
jeza á los caprichos de la czarina. La Suecia no deli- Wurlemberg, ligándose asi con el gran Federico, rey
bera ni obra sino por las órdenes de los moscovitas. El de Prusia. De este matrimonio nacieron los dos emperey de Prusia sostiene las operaciones de la corte de radores que han ocupado el trono de la Rusia cerca de
San Petersburgo. En el Norte prepárase una liga que cuarenta años.
será formidable para la Francia. El medio mas cierto
Sus amantes también la inquietaban; pero entrede romper este proyecto y de arrojar quizá de su trono gada al desorden de sus costumbres, sabia reemplausurpado á la emperatriz Catalina, seria suscitarla una zarlos é indemnizarse con los unos de los disgustos de
guerra.»
los otros.
RUSIA.
Los ¡Hiérvalos de paz no eran desperdiciados por
Catalina: arregla la administración de justicia y manda que no se pueda detener á ningún ruso sin enjuiciarlo; crea bancos de comercio, construye nuevos
hospitales, graneros de reserva, aumenta la instrucción popular multiplicando las escuelas, y afirma asi
los elementos de una futura civilización.
En el esterior interviene en todas las cuestiones
políticas.
Habia obtenido de la Puerta la independencia de
la Crimea; pero la invade y la pone la ley, ó mas
bien el capricho de Potemlun, nuevo amante de la
emperatriz. De aqui se siguió, con pretesto de consoidar la paz, la devastación del pais, la destrucción
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Los enemigos de Catalina no descansaban en tanto. La Puerta, á instigación de la Inglaterra, declara
la guerra á la Rusia el 18 dé agosto de 1787. Esta
guerra dura dos años, sin mas resultados decisivos 6
importantes que el derramarse arroyos de sangre, y
suscitarse nuevas guerras en que tomaron parte por
diferentes causas los griegos, los polacos y los suecos,
estos implacables enemigos de la Rusia , que quena
hacer una provincia suya del reino de Carlos XII.
Las paces que se obtenían después de estas guerras eran solo un cambio de armas. A los cañones se
silstituian las notas diplomáticas. El gabinete de San
Petersburgo combatía siempre.
El ".luevo rey dePrusia, Federico Guillermo, deser-
Catalina II, emperatriz de Rusia.
total, completa, que creó la soledad. Tal era el ver- tó de la política de su tío; se bizo defensor de la Podadero carácter de la protección rusa.
lonia, y lanza una protesta contra la influencia rusa,
. Al mismo tiempo bullía en la mente de Catalina el diciendo que cumplen su deber los verdaderos patriointento de estender los límites de su imperio hasta el tas, los buenos ciudadanos combatiéndola. AI mismo
Caucaso; forma proyectos, traza planes y comienza á tiempo declara el embajador del rey de Prusia en Varobrar. La Europa veía con admiración á esta muger y sovia, que el intento de su señor eva garantir á la
se asustaba al considerar de lo que era capaz. No era Europa de la ambición de los bárbaros del Norte, y
menor el asombro que causaba en la Rusia, cual pudo devolver á la Polonia su brillo, su gloria y su libercomprenderlo en el viage que hizo con tanta magnifi- tad. En fin, una nueva constitución polaca se procencia á Kerson, donde leyó sobre una de las puertas mulgó el 3 de mayo de 1791, la cual escita la saña
. lns cnpeion siguiente: Por aqui se debe pasar para de Catalina, que pretendía borrar el reino de Polonia
VC a Bizancio.
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l
del mapa; y fiel á su máxima de dividir para reinar,
sueño dorado del imperio ruso, que no sp creerá la pone en práctica, é invade ademas la nación con
en el apogeo de su grandeza hasta poder sentar su tro- 100,000 hombres. Las consecuencias fueron una nueno en la antigua corte de Constantino.
va repartición de aquel desgraciado reino, favorecida