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Transcript
Artículos
Presentación
Redacción de Carta a las Iglesias
En este número de Carta a las Iglesias ofrecemos varios temas
de actualidad, que presentamos a continuación para su mejor
lectura.
1. Lo central es la elección del Papa Francisco. Los artículos de
Jon Sobrino y José María Tojeira lo ubican en el contexto de la iglesia
actual, más específicamente, de nuestro país El Salvador, y analizan
qué pudiera ser lo central de su pontificado.
El artículo de José Ignacio González Faus presenta las tareas,
unas más centrales y otras más urgentes, que deberá abordar el
nuevo papa.
El artículo de José Comblin, escrito poco antes de su muerte,
analiza el espinoso problema del gobierno en la Iglesia. Lo
publicamos pues le tocará al nuevo papa enfrentarlo y buscar
caminos de solución para problema tan arduo.
Y el magnífico poema de don Pedro: “Deja la curia, Pedro”.
Foto de portada BBC Mundo
www.uca.edu.sv/publica/cartas
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Diseño y diagramación de revista: Ronald Cardoza
En el próximo número de Carta a las Iglesias retomaremos el
tema con mayores conocimientos. Intentaremos sistematizar lo que
ahora va apareciendo como una especie de “florecillas del Papa
Francisco”. Y analizaremos lo que se puede prever como tareas,
problemas y utopías de su pontificado.
2. Marzo es mes de mártires salvadoreños: Rutilio Grande y
Monseñor Romero. Nos lo recuerda el Padre Tojeira y Carlos Ayala. De
Jon Sobrino publicamos la homilía en la misa de la UCA: “Monseñor,
en ti el pobre encuentra compasión”. Ofrecemos noticias, fotografías
y textos de Monseñor Romero, de la celebración del 16 y la magnífica
exposición desplegada en el Centro Monseñor Romero.
3. La muerte de Hugo Chávez, aunque esperada, es un
acontecimiento central para el continente latinoamericano. Es obvia
la diversidad de opiniones sobre su persona y obra. Pero sería injusto
relegarlo al olvido, y además no es bueno. Ofrecemos la oración del
Padre Pedro Trigo, jesuita, gran teólogo y exquisito poeta, que ha
pasado su vida en Venezuela,
4. Publicamos la homilía cuaresmal de Martin Maier: “Estamos
hartos de pasar hambre”.
5. Por último, una carta a los medios de comunicación de José
Ignacio González Faus.
Cerramos el número con las palabras del Papa Francisco:
“No te olvides de los pobres”.
El Papa Francisco
El nuevo Papa. Reflexiones
Jon Sobrino
D
esde el anuncio del nuevo Papa los periodistas
preguntan cuál es nuestra opinión. Para
contestar en serio habría que esperar algunos días
y semanas. Pero ante su insistencia ofrezco ahora
algunas reflexiones por si son de utilidad. Cuatro
cosas me han venido a la mente: 1. Folclore mediático,
2. Conocimientos necesarios, 3. Reflexiones sobre
el para qué de lo que estaba ocurriendo, y 4. Si y a
qué nos compromete.
1. Folclore mediático. La Plaza de San Pedro
estaba abarrotada de gente de todas razas y colores,
con banderas variopintas, con rostros expectantes y
sonrientes. La fachada del Templo estaba adornada con
esmero calculado. Se dejaban ver también personas
vestidas con capisayos y acicaladas como no se ven en
las calles de la vida real, en campesinos y señoras del
mercado. Imperaba el folk-lore -del inglés: costumbres
populares-, aunque en la plaza de San Pedro las
costumbres eran más sofisticadas y acicaladas que en
las de los pueblos del terruño español y los cantones
salvadoreños. Nada de esto era malo, pero no decía nada
importante de quién iba a ser el nuevo papa, qué alegrías
y problemas iba a tener y con qué cruz iba a cargar…
Sí era chocante el despliegue de suntuosidad alejada de
la sencillez de Jesús. Y se adivinaba una cierta jactancia
en los organizadores: “todo está saliendo bien”. Cuando
esta perfección expresa además poderío la suelo llamar
pastoral de la apoteosis.
Y se escuchó el nombre del nuevo papa: Jorge Mario
Bergoglio. Para los no iniciados fue una sorpresa total. Y
una gran novedad. El papa es argentino, el primer papa
de ese país. Y es jesuita, el primer papa de esa orden.
Ambas cosas pueden ser trivializadas, como ha ocurrido
en algunos medios. Por eso hay que entenderlo bien.
Argentino es Messi, pero no todos los argentinos son
estrellas. Jesuita fue Pedro Arrupe, pero -y aquí hablo de
cosas más serias- no todos los jesuitas somos como él.
Al folclore pertenece también titulares como “argentino
y jesuita” sin mucho ingenio y con pereza mental. ¿No
tendrán otra cosa que decir?
Los momentos folclóricos y mediáticos duran poco.
Triste es mantenerlos voluntaristamente, o seguir
añadiendo detalles intranscendentes, sin acabar de entrar
en el fondo del asunto: el papa, la Iglesia, Dios y nosotros.
De los amos de los medios -y de la tolerancia de los
espectadores- dependerá que lo folclórico siga siendo lo
más socorrido.
Pero algo no fue folclórico ya el primer día: la
vestimenta sencilla del papa, la pequeña cruz sobre su
pecho donde no había oro ni plata ni brillantes, su oración
que, inclinándose, pidió al pueblo antes de bendecirles él
a ellos. Son signos pequeños pero claros. Ojalá crezcan
como signos grandes y que acompañan a su misión.
Clara quedó la sencillez y la humildad.
2. Conocimientos necesarios. Sin ellos es difícil
hablar del nuevo papa -y no es fácil conseguirlos
en breve tiempo. No soy experto en la vida, trabajo,
gozos y sufrimientos de Bergoglio. Haré uso de
algunos conocimientos personales. Y para no caer en
irresponsabilidad he procurado conectarme con personas
sobre todo de Argentina, a las que no citaré, que han
tenido contacto directo con él. Espero comprensión por
lo limitado de lo que voy a decir en este apartado. Y pido
disculpas si cometo algún error.
Bergoglio es un jesuita que ha ocupado cargos
importantes en la Provincia de Argentina. Ha sido profesor
de teología, superior y Provincial.
No es difícil hablar de sus tareas externas. Pero de lo
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Papa Francisco
más interno sólo se puede hablar con delicadeza y, ahora,
con respeto y responsabilidad.
Muchos compañeros lo han recordado como persona
de hondos convencimientos y temperamento, decidido
luchador y sin tregua. “Si le hacen papa, limpiará la curia”,
se ha dicho con humor.
También le recuerdan por su interés desmedido de
comunicar a otros sus convicciones sobre la Compañía
de Jesús, interés que se podía convertir en posesividad,
hasta exigir lealtad hacia su persona.
Muchos recuerdan su austeridad de vida, como jesuita,
arzobispo y cardenal. Muestra de ello es su vivienda y su
proverbial viajar en autobús. Ya obispo, muchos de sus
sacerdotes recuerdan su cercanía y como se les ofrecía
a suplirles en su trabajo parroquial, cuando necesitaban
dejar la parroquia para salir a descansar.
La austeridad de vida iba acompañada de un
real interés por los pobres, indigentes, sindicalistas
atropellados, lo que le llevó a defenderlos con firmeza
ante los sucesivos gobiernos. Los temas morales le han
sido cercanos, y ciertamente el del aborto, lo que le llevó
a enfrentarse directamente con el presidente del país.
En todo ello se aprecia una forma suya específica
de hacer la opción por los pobres. No así en salir
activa y arriesgadamente en su defensa en las épocas
de represión de las criminales dictaduras militares. La
complicidad de la jerarquía eclesiástica con las dictaduras
es conocida. Bergoglio fue superior de los jesuitas de
Argentina desde 1973 hasta 1979, en los años de mayor
represión del genocidio cívico militar. No parece justo
hablar de complicidad, pero sí parece correcto decir que
en aquellas circunstancias Bergoglio tuvo un alejamiento
de la Iglesia Popular, comprometida con los pobres. No
fue un Romero.
No tengo conocimientos suficientes, y lo digo con
temor a equivocarme. Bergoglio no ofrecía la imagen
de Monseñor Angelleli, obispo argentino asesinado por
los militares en 1976. Muy posiblemente sí ocurría en
su corazón, pero no solía aflorar en público el recuerdo
vivo de Leónidas Proaño, Monseñor Juan Gerardi, Sergio
Méndez…
Por otra parte, desde 1998, como arzobispo de
Buenos Aires acompañó de diferentes maneras a
sectores maltratados de la gran ciudad, y con hechos
concretos. Un testigo ocular cuenta que en la misa del
primer aniversario de la tragedia de Cromagnon -incendio
ocurrido durante un concierto de rock que costó la vida a
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200 jóvenes- Bergoglio se hizo presente y con fuerza exigió
justicia para las víctimas. A veces usó lenguaje profético.
Denunció los males que “trituran la carne del pueblo”, y
les puso nombre concreto: la trata de personas, el trabajo
esclavo, la prostitución, el narcotráfico, y muchos otros.
Para algunos, quizás la mayor virtud y la mayor
fuerza para llevar adelante su actual ministerio papal es
que Bergoglio es un hombre abierto al diálogo con los
marginados y desde el dolor. Acompañó con decisión
procesos eclesiales en los márgenes de la Iglesia Católica,
y los procesos que ocurren al borde de la legalidad. Dos
ejemplos emblemáticos son la Vicaría de curas villeros
de los barrios marginales y su apoyo a los curas que
deambulaban sin un ministerio digno.
3. Reflexión. Qué le espera al Papa Francisco, solo
Dios lo sabe. El nuevo papa habrá pensado bien lo que le
puede esperar y lo que él deberá, podrá y querrá hacer.
Ahora enumeramos algunas tareas que a nosotros, desde
El Salvador, nos parecen importantes, y que pueden ser
importantes para todos en la Iglesia. También nosotros
debemos llevarlas a cabo, pero el papa tiene una mayor
responsabilidad y, ojalá, tenga más medios. Las tareas
coinciden mucho con las que José Ignacio González Faus
ha propuesto recientemente.
La primera -la mayor de las utopías- es hacer realidad
la utopía de Juan XXIII: “La iglesia es especialmente
la Iglesia de los Pobres”. No tuvo éxito en el aula del
Vaticano II, de modo que unos 40 obispos se reunieron
fuera del aula, y en las Catacumbas de Santa Domitila
firmaron el manifiesto que se ha llamado “El Pacto de las
Catacumbas”.
Por lo que muchos dicen, Bergoglio tiene sensibilidad
hacia los pobres. Ojalá tenga lucidez para hacer real la
Iglesia de los Pobres, y que ésta deje de ser iglesia de
abundancia, de burgueses y ricos. No le faltarán enemigos,
como no faltaron después de Medellín a muchos jerarcas
que sí pusieron a los pobres en el centro de la Iglesia. Los
enemigos estaban dentro de curias eclesiásticas, y muy
poderosamente en el mundo del dinero y el poder. Estos
asesinaron a miles de cristianos y cristianas.
Ojalá el Papa Francisco no se asuste de una iglesia
perseguida y mártir, como las de Monseñor Romero y
Monseñor Gerardi. Y los canonice o no, ojalá proclame
que los mártires, concretándolos también como los
mártires por la justicia, es lo mejor que tenemos en la
Iglesia. Es lo que la hacen parecida a Jesús de Nazareth.
Para ello no es esencial que canonice a Monseñor
Romero aunque sería un buen signo. Y si el papa cae
Papa Francisco
Mural de Padres de la Iglesia Latinoamerica, en el Centro Monseñor Romero
Gerardi, Angelelli, Hélder Cámara, Romero, Samuel Ruiz, Joaquí Ramos, Rivera, Don Sergio, Proaño y Larraín.
en alguna debilidad humana, sea ésta estar orgulloso de
su patria latinoamericana, sufriente y esperanzada, mártir
y siempre en trance de resurrección. Y estar orgulloso
de toda una generación de obispos: Leonidas Proaño,
Helder Camara, Aloysius Lorscheider, Samuel Ruiz…
No llegaron a papas, la mayoría de ellos tampoco a
cardenales. Pero de ellos vivimos.
África, Asia y América Latina. c) Que aprendamos a amar
a la madre tierra.
La segunda es la conocida constelación de
problemas al interior de la organización de la Iglesia que
esperan solución urgente. a) La muy urgente reforma de
la Curia Romana. b) Que los miembros de la Curia sean
preferentemente laicos. c) Que Roma deje a las iglesias
locales la elección de sus pastores. d) Que desaparezcan
del entorno papal todos los símbolos de poder y de
dignidad mundana, y ciertamente que el sucesor de Pedro
deje de ser jefe de Estado, porque eso avergonzaría a
Jesús. e) Que Roma y toda la Iglesia sienta como ofensa a
Dios la actual separación de las iglesias cristianas. f) Que
Roma solucione la situación de los católicos que fallaron
en su primer matrimonio y han encontrado estabilidad
en una segunda unión. g) Que Roma repiense el celibato
ministerial.
Termino con la reflexión que escribí después de
la renuncia de Benedicto XVI. Es utopía, pero por ella
habrá que trabajar. Cierto es que la exquisita plaza de San
Pedro, descrita al principio, no es el lugar cristiano de la
utopía. Este es el portal de Belén, la casa de los pobres.
Pero sea en un lugar o en otro, ojalá nos animemos unos
a otros a lo siguiente:
Y otras tres. a) Que de una vez por todas arreglemos
la situación insostenible de la mujer en la iglesia. b)
Que dejemos de minusvalorar, a veces menospreciar, al
mundo indígena, a los mapuches de América del Sur y
a todos los que el papa irá conociendo en sus viajes por
4. Compromiso. El nuevo papa en el balcón de San
Pedro y los millones de personas en la Plaza no debieran
convertirse en un gran actor, el papa, y en espectadores
taquilleros, los fieles.
Cuesta humanizar y desmitificar al papa.
Cuesta creer que es como nosotros. Pero
bueno será comprometernos, dentro de
nuestras posibilidades a que salga elegido
alguien que, además de amplias dotes de
gobierno pastoral, se parezca a Jesús y nos
anime a parecernos a Jesús. Y que, con la
modestia del caso, le ayudemos a parecerse
a Jesús.
Esto es lo que hoy le pedimos y le ofrecemos al
Papa Francisco.
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Papa Francisco
Nuevo papa
José María Tojeira sj
En menos tiempo del esperado, tenemos nuevo papa.
Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, fue
elegido papa en la quinta votación del cónclave, al finalizar
el segundo día del mismo. Muchas sorpresas acompañan
a esta elección. El nombre del cardenal Bergoglio no
aparecía en la mayoría de las listas de candidatos que
circularon por los medios de comunicación. Con ello, se
cumplió esta vez el dicho de “quien entra al cónclave como
papa sale como cardenal”. La otra sorpresa: por primera
vez en la historia de la Iglesia, el papa es latinoamericano
y jesuita. Bergoglio fue el único cardenal jesuita que
participó en el cónclave como elector. La mañana del día
de su elección como papa, CNN recordaba que el cardenal
Bergoglio había obtenido un importante número de votos
en el cónclave anterior, en el que fue elegido Benedicto
XVI. Y añadía que en esa votación, aunque la mayoría
de votos fue para el cardenal Ratzinger, el resto fue para
Bergoglio. De ser cierta esta afirmación, se podría decir
que este cónclave fue una continuación del anterior.
Otra novedad es el nombre que escogió Bergoglio:
Francisco. Y es fácil descubrir en esto la personalidad
del nuevo pontífice. Sin duda, el nombre fue escogido
en relación a dos grandes hombres que han marcado
la historia de la Iglesia. Por un lado, Francisco de Asís,
con el que el cardenal argentino se ha identificado en su
estilo de vida. Una existencia austera, sencilla, en medio
de la gente y con amor profundo a los pobres. Y por otro
lado, Francisco Javier, cofundador de la Compañía de
Jesús, un gran misionero que vivió con el afán de llevar
la fe cristiana a lo que hoy conocemos como Asia: India,
Japón, Indonesia y China. Quizás estos dos referentes
definirán lo que serán las principales preocupaciones
del papa Francisco: que la Iglesia vuelva a una vida
sencilla y pobre, y que recupere el espíritu misionero para
evangelizar con pasión al mundo de hoy. No hay que
pasar por alto que el cardenal Bergoglio participó en la
Conferencia de Aparecida, cuyo documento final también
apunta a que la Iglesia latinoamericana debe tener esas
dos características: seguidora de Jesús y misionera.
A pesar de que cumplió 76 años en diciembre pasado
y que vive con un solo pulmón desde joven, el nuevo
papa tiene salud y fuerza suficiente para asumir con
responsabilidad el ministerio que se le ha encomendado.
Es un hombre de talante fuerte, sabe tomar decisiones
y tiene gran experiencia pastoral y de gobierno. Ha sido
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arzobispo de Buenos Aires por más de 15 años, y entre
2005 y 2011 fue presidente de la Conferencia Episcopal
argentina. Su oposición clara y directa a algunas de las
políticas gubernamentales en su país es muestra clara de
esas capacidades. Es muy probable que los cardenales
hayan pensado en él como papa precisamente por su
fortaleza y porque han visto en él la capacidad y el vigor
necesarios para impulsar las reformas que la Iglesia
requiere, en particular la correspondiente al interior
de la Curia Vaticana. Es muy probable que también
haya influido en la elección la sencillez de su vida, que
permite ver en él a un buen seguidor de Jesús, así como
su fidelidad al magisterio de la Iglesia, la que está bien
probada.
Del papa Francisco, teológicamente moderado,
cercano a los pobres del mundo, con talante pastoral y
sencillo, podemos esperar un pontificado que imprima
un estilo austero, fuera del boato y el lujo al que se han
acostumbrado muchos obispos, cardenales y miembros
de la Curia Romana. Si él, como arzobispo de Buenos
Aires, viajaba en transporte público, vivía en un pequeño
apartamento y visitaba con frecuencia las parroquias de
la ciudad, tanto las del centro como las de la periferia, es
francamente posible pensar que este sea el carácter que
imprima a la Iglesia y a sus autoridades.
Ya hay hechos suyos que apuntan en esa dirección.
En su primera aparición pública, se refirió a sí mismo
siempre como obispo de Roma, y pidió la bendición y la
oración de la feligresía antes de dar su bendición, todo
ello con una actitud de sencillez y humildad, más acorde
con la colegialidad episcopal y la eclesiología del Concilio
Vaticano II. Otra buena señal es que haya invitado a los
argentinos a no viajar a Roma para celebrar el inicio de
su pontificado y a donar a los más necesitados lo que
gastarían en el viaje.
Nos alegra que el nuevo obispo de Roma sea
latinoamericano, un continente mayoritariamente
cristiano, aunque cada vez menos católico, y que pueda
trasladar toda la experiencia pastoral y eclesial de nuestro
subcontinente al pontificado. De modo que la fe, como
experiencia de vida, y el compromiso con el seguimiento
de Jesús hagan de la Iglesia católica aquella que el Hijo
de Dios siempre quiso.