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ADORACIÓN EUCARISTICA – 14 de Mayo 2016
“Alabanza a Jesús Misericordioso y Consolador en la sanación”
Motivación:
Seguimos caminando en el año de la misericordia. El Papa Francisco, en el final de la bula de
convocatoria, ha escrito lo siguiente: “que nuestra plegaria se extienda también a tantos
santos que hicieron de la misericordia su misión de vida ” (MV 24). Entre ellos, contemplamos a
la Madre María Rosa, como instrumento de misericordia y consolación. No se limitó su vida a
vivir las obras de misericordia, aunque podemos reconocerlas a todas en ella, sino sobre todo,
a vivir la experiencia del Dios rico en misericordia que la hizo cauce de su amor entre sus
hermanos. Pidamos la intercesión de la Madre, mujer profundamente enamorada de Jesús
Eucaristía, para vivir este momento de encuentro con quien se hace rostro visible de la
misericordia del Padre… Dispongamos nuestro corazón, diciendo juntos: “ En el nombre del
Padre…”
Exposición del Santísimo
Canto sugerido: Jesús (Cristóbal Fones)
Invocación al Espíritu Santo Consolador:
Nos dice San Pablo, que el fruto del Espíritu es el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la
benignidad, la bondad, la fe, mansedumbre, templanza… y que el mismo Espíritu ora en
nosotros… Nos hace clamar a Dios diciendo “Abbá”, Padre… Dejemos que este mismo Espíritu,
en las vísperas de Pentecostés, se pose en nosotros, nos habite… toque los rincones de
nuestro corazón, muchas veces herido, lastimado, endurecido… que podamos experimentar un
nuevo Pentecostés en nuestra vida personal, familiar, comunitaria…
Que el Espíritu que animó la primera comunidad reunida en oración en torno a María, nos
recuerde nuestro ser Iglesia, nuestro ser Familia de la Consolación, nos abra al grito de los
pobres, de los que sufren… Ven Espíritu Santo transforma nuestra corazón, sánalo para vivir
en la misericordia y ser portador de tu presencia donde nos invitas a estar… y a consolar
Canto sugerido: “Secuencia del Espíritu”
Lectura de la Palabra de Dios: Marcos 10, 46 – 52
Lectura divina del texto:
Vamos a reflexionar orando en torno a dos momentos…
o El grito del ciego
o El encuentro con Jesús
El grito del ciego
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente.
Jesús inicia ahí su camino hacia Jerusalén donde será crucificado, y lo hace seguido de una
multitud; cura enfermos, abre los ojos a los ciegos, pasa haciendo el bien. Mucha gente
acompaña a Jesús y Él a todos los acoge.
El ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo
limosna.
El ciego es figura de cada uno de nosotros, cuando tantas veces no logramos ver, no
logramos distinguir la presencia de Jesús a nuestro lado, como “Luz del mundo”.
El camino por el que pasa Jesús y junto al que está sentado el ciego, mendigando, es
también todo un símbolo: ese camino es el camino de nuestra vida, y el camino que es el
mismo Jesús: “Yo soy el camino” (Jn 14,6)…
Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
mí”
“Hijo de David, ten compasión de
Bartimeo, que ha oído hablar del nazareno, no va a dejar pasar la oportunidad que se le
ofrece de salir de su postración: y GRITA.
Ha aprendido a gritar, a orar con el mismo grito de Job, el grito de Jesús en la cruz; ese
grito es un impulso interior, se llama fe, esperanza… y ya son fruto del Espíritu Santo. Al
oír hablar de Jesús la fuerza del Espíritu lo mueve, se le despiertan los sentidos y
grita; antes de recuperar la vista Bartimeo ha recuperado el grito; antes de alcanzar a
Jesús ha logrado el espíritu de oración. El grito del ciego es un gesto de humildad y de
necesidad.
Muchos le regañaban para que se callara.
El grito molesta. Se enfurecen contra el ciego que grita su desgracia; le dicen que se calle.
Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí.
 ¿Cuál es hoy mi grito, mi necesidad? Presentemos en silencio a Jesús lo
que guardamos en el corazón…
Canto sugerido: Atráeme (Aim Karem)
El encuentro con Jesús
Jesús se detuvo y dijo: ¡Llámenlo!
La oración del ciego provoca la respuesta de Jesús. El mismo Señor nos recuerda que no
vino por los justos sino por los pecadores; que no son los sanos los que tienen necesidad del
médico sino los enfermos…
Llamaron al ciego diciéndole: Ánimo, levántate que te llama.
¡Ánimo!, ¡Levántate! Ponte en pie. Hermoso el gesto de tomar de la mano y sentir que
alguien te empuja hacia arriba; Jesús levantó de su muerte a la Hija de Jairo, al hijo de la
viuda de Naím, a su amigo Lázaro, a los cojos y paralíticos… “Levántate, y toma tu
camilla” (Lc 5,24). Hoy también Jesús te envía su Espíritu y te dice “Ánimo,
levántate”… que Jesús te llama. ¿Para qué te vas a levantar? ¿Para desperezarte y
volverte a dormir? No. Levántate porque Jesús te llama y quiere cambiar a mejor tu modo
de vida como primer paso para el cambio de tu comunidad, de tu familia, de tu entorno.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
El ciego deja atrás el manto, su vieja forma de vida. Es un gesto de grandeza; ¿Cuál es
el manto que tendríamos que dejar… aquello con lo que nos cubrimos y no deja avanzar hacia
un cambio del corazón?
Saltar hacia Jesús. Es el momento de la gracia, del encuentro, que el ciego Bartimeo inicia
cuando lanza el manto abandonando, antes incluso de ser curado, las muletas, lo que le que le
sostenía hasta entonces. ¿Qué podríamos dejar nosotros para salir al camino, al encuentro
con Jesús?
El paso del ciego es el primer paso de toda conversión: dejar atrás el hombre viejo dando
cabida así al hombre nuevo. Es el salto de la fe que se arriesga a lanzarse en la esperanza
de que Dios nos acoge siempre.
Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti?
¿Creemos de verdad en esta Palabra? Cerremos los ojos, situémonos nuevamente ante
Jesús y dejemos que Él también nos diga a cada uno de nosotros: ¿QUÉ QUIERES QUE
HAGA POR TI?
¿Qué necesitamos ver?
¿Creemos de verdad en el poder sanador de Jesús?
Canto sugerido: Cúrame (Salomé Arricibita)
Momento de alabanza:
El Papa Francisco, suele decir, que la oración de alabanza nos hace fecundos. En la misa, todos
los días, cuando cantamos repitiendo “Santo, Santo...”, hacemos una oración de alabanza,
alabamos a Dios por su grandeza, porque es grande.
La oración de alabanza nos da alegría, nos lleva a ser felices ante el Señor. El punto de partida
es, precisamente, “hacer memoria” de esta elección: “el Señor nos ha elegido antes de la
creación del mundo. ¡Ésta es la verdad! ¡Ésta es la revelación! Somos elegidos en el corazón de
Dios antes de la creación del mundo. Y en un momento de la vida, también nos hemos
encontrado con Jesús, al igual que Bartimeo… y cuando Él nos pone de pie, no podemos sino
agradecer, bendecir, alabar…
Dejemos que brote de nuestro corazón una alabanza a Jesús, ya no centrada en nuestro grito,
en lo que queremos que haga por nosotros, sino en su Persona, en lo que Él es… rostro visible
de la misericordia del Padre…
Intención:
Ante Jesús sacramentado, queremos también expresar nuestra oración comunitaria. En la
secuencia de Pentecostés, lo expresamos vivamente: “sana el corazón enfermo”. En este día,
hacemos una oración de intercesión especialmente dirigida a todas las personas que viven
situaciones de enfermedad, física, moral, espiritual. Por eso, en este clima de oración, los
invitamos a expresar en voz alta, nombres de personas que conocemos y que necesitan de
nuestra oración… Jesús, que bien las conoce, sabrá como bendecirlas y fortalecerlas en su
amor…
Oración:
Hacemos nuestra esta parte de la oración del Año de la Misericordia, en estas vísperas de
Pentecostés:
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción
para que el Jubileo de la Misericordia
sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,
llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre
y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Señal de la Cruz y Reserva del Santísimo
Canto sugerido: Recibid (Aim Karem)
Momento Mariano:
Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para
invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés.
Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora. Ella es la mujer de fe, que vive y camina en la
fe,. Ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y
fecundidad. Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, porque queremos ver, y ponernos en
camino, como el ciego Bartimeo, para anunciar a Jesús, luz del Mundo, guiados por la fuerza de
su Espíritu. Rezamos juntos:
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.