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LECTIO DIVINA
"EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA" 2016
OCTUBRE
"SEÑOR, QUE SE ABRAN NUESTROS OJOS"
ORACION INICIAL
MÁNDANOS TU SANTO ESPÍRITU
Señor Jesucristo, tú nos prometiste el
envío del Espíritu Santo consolador.
Que tu Espíritu nos dé seguridad y
audacia para proclamar tu nombre por
siempre.
Que tu Espíritu nos dé la fuerza de ser
anunciadores del reino.
Que tu Espíritu nos dé inteligencia para
vivir nuestra realidad amándola y
sirviéndola, anunciando y
denunciando.
Que tu Espíritu nos dé las palabras
justas que la persona comprende
y sabe guardar en el corazón para que
la semilla germine. Amén.
LECTIO (Lectura): ¿Qué dice el texto? La Palabra escuchada
Al salir de Jericó, les iba siguiendo una gran multitud de gente. En algún momento,
dos ciegos estaban sentados a la orilla del camino, y al enterarse de que pasaba
Jesús, comenzaron a gritar: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!» La
gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban aún más fuerte: «¡Señor, hijo de
David, ten compasión de nosotros!» Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: «¿Qué
queréis que haga por vosotros?» Ellos dijeron: «Señor, que se abran nuestros ojos.»
Jesús sintió compasión y les tocó los ojos. Y al momento recobraron la vista y lo
siguieron.
(Mt 20,29-34)
MEDITATIO (Meditación): ¿Qué me dice el texto?
comprendida
La Palabra
En este pasaje vemos la historia de dos ciegos que, por falta de su visión se
encontraban sentados junto al camino. Desde el borde del camino-experiencia
social de marginación- la fe grita al Señor la inclusión en el seno de la familia
humana. Desde la enfermedad de la ceguera- experiencia humana de tantas
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limitaciones físicas y espirituales- la fe grita al Señor que podamos ver. Desde la
pobreza del que pide limosna-experiencia humana de tantos tratos injustos- la fe
grita a los demás y al Señor por la supervivencia. Al oír que Jesús les pregunta,
pierden todos los miedos y le piden :«Señor, que se abran nuestros ojos.». Que
expresión tan hermosa del acto de fe en Jesús: creer en Jesús es, sentirse llamado
por Él, atraído a su órbita, objeto de su interés. Creer en Jesús es, soltar amarras,
acercarse confiadamente a Él. Cabría preguntarnos ¿cómo es nuestro seguimiento?
La ceguera es todavía relativamente frecuente en el oriente próximo. El
polvo, la falta de higiene y el extraordinario resplandor de la luz solar son causa de
la inflamación de los ojos que, en no pocas ocasiones, degenera en la ceguera.
Jesús tuvo la oportunidad de conocer de cerca a muchos ciegos. Eran la más
viva estampa de la miseria, el desamparo y la desesperanza. No es extraño que el
Hijo de David, el hombre de los ojos más puros, amables y profundos, sintiera una
especial simpatía hacia ellos. Entre la gente «eran considerados como los miembros
más débiles, indefensos y desdichados de la sociedad» . Pero para Jesús eran los
preferidos.
Dice R. Guardini que el fondo de los ojos es el corazón. Quiere decir que no
vemos sólo lo que los ojos perciben, sino lo que aprecia el corazón. Sin un corazón
limpio no es posible tener los ojos sanos.
Jesús vino a curar, no sólo los ojos, sino los corazones. Este es también el
mayor prodigio en el caso de los dos ciegos. Este «curar» no es una simple curación
fisiológica, sino que es «salvación» o profunda transformación del corazón para una
nueva andadura.
ORATIO (Oración): ¿Qué le digo? Mi palabra responde a la Palabra
Contemplo a estos dos ciegos con sus bastones por el camino. Me imagino ser
uno de ellos. Van corriendo “a trompicones”. Yo tantas veces hago lo mismo! Yo te
sigo, Señor apresuradamente, no veo, pero me dejo llevar por los sonidos, por los
murmullos de la gente. Pero tú, Señor , pareces no darte cuenta de mi estado. Me
preguntas y preguntas, al que tantas veces va a mi lado y tampoco ve: “ Crees que
puedo curarte, creéis que puedo curaros...” ¿Acaso, Señor no te he mostrado mi fe
corriendo a ciegas, y aún clamando misericordia por el camino?. Ya sé, tú quieres Jesús
provocar en mi una adhesión plena porque sabes, que en este momento estoy
iluminada ya por la fe. La fe que hay en mi corazón no me ha ahorró ningún esfuerzo,
ninguna dificultad a la hora de alcanzarte . Es verdad que gracias a la fe mi vida
espiritual crece y se “ilumina”, sin embargo, tengo la experiencia de que, ni siquiera en
el ámbito espiritual, tener fe significa automáticamente poseer un conocimiento
cierto, o una seguridad completa. Porque la fe sólo es auténtica cuando se conquista
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paso a paso, entre caídas y temblores, entre oscuridades y gritos de auxilio. Le fe es
una lucha, al estilo de san Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la
meta, he mantenido la fe”.
Por eso no dudo, no temo a las oscuridades y a las dudas de la vida, confío en tu
misericordia. Quiero, Señor, comprender que pruebas de la fe son garantía de su
autenticidad. Así mi caminar será parecido a aquel que un día recorrieron “a
trompicones” estos dos pobres ciegos iluminados por la luz de su fe y siguiendo al
Señor, yo me siento uno de ellos, por eso yo también te grito como ellos: «¡Señor, hijo
de David, ten compasión de mi, de todos los que tenemos necesidad de ve!»
CONTEMPLATIO (Contemplación): ¿Cómo interiorizo el mensaje?
La Palabra encarnada
 Suplico, llamo y grito desde mi ceguera; insisto a Jesús, repitiendo
quedamente: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!
 Me acerco a Él con confianza y alegría
 Oro: Ilumíname, Señor, con tu luz en todo aquello que más esté necesitando mi
vida, para que pueda verme a mí misma y ver qué es lo que sigues esperando de
mi, y que necesitan los demás
ACTIO (Acción): ¿A qué me comprometo? La Palabra confrontada,
compartida y en acción
 Observo en mi vida cotidiana: ¿quién camina a mi lado?, ¿cómo camina?, ¿qué
busca?, ¿qué ve?, ¿cómo está su corazón? (no me olvido de que Jesús vino a
curar, no sólo los ojos, sino los corazones)