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RECURSOS Y USOS DE NUESTRO MAR
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En el capítulo anterior, exploramos la noción de “espacios marítimos” desde la perspectiva jurídica. Observamos también que los “espacios” allí definidos presentan diferencias entre sí, referidas básicamente a los derechos o potestades que en cada caso se reconocen a los Estados ribereños.
En forma simplificada, podemos advertir que a medida que “nos alejamos de la costa”, los derechos reconocidos a los Estados ribereños se reducen, tanto en el grado de “exclusividad” de las
potestades, como en el componente del ambiente sobre el que se ejercen, esto es, agua, o lecho
y subsuelo.
En virtud de las significativas – y aun privilegiadas – dimensiones y características geográficas de
la Argentina, estas potestades, en sus diversos grados, otorgan al país enormes posibilidades, e importantes responsabilidades.
En el presente capítulo, nos referiremos brevemente a tales posibilidades, que agruparemos para
una mejor comprensión en dos categorías. La primera, que denominaremos “recursos”, contempla a
aquellos bienes naturales disponibles para su explotación.
Con el término “usos”, describiremos a un variado conjunto de actividades – distintas a la extracción de recursos - apuntadas al desarrollo económico y social de la población.
Carta Batimétrica
(Indica profundidades)
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LOS RECURSOS DEL MAR
Uno de los criterios normalmente utilizados para clasificar los recursos naturales es el referido a su capacidad de recuperación. Hablamos en este caso, de recursos “renovables” y “no renovables”. Los primeros son los que admiten una explotación indefinidamente extendida en el tiempo, a condición de que se respeten
determinadas normas de racionalidad en su extracción o aprovechamiento. Los recursos no renovables en cambio, son aquellos que por ser finitos, tienden a agotarse progresivamente con la explotación.
Renovables
Son aquellos que están disponibles para su uso continuo o a intervalos que permitan su reposición natural, o inducida. La transformación de la fuerza del viento en energía eléctrica, constituye un
típico ejemplo de recurso que puede explotarse en forma continua. Plantas y animales en cambio,
son recursos que requieren de un tratamiento diferente para evitar su agotamiento, e incluso para
permitir su incremento. Por lo tanto, podemos decir en relación con los recursos naturales renovables, que su empleo actual no disminuirá la disponibilidad futura siempre que la tasa de consumo no
exceda a la tasa de generación. O, dicho de otro modo, la explotación de estos recursos debe realizarse en cantidades que no afecten su renovación.
El mar, y en menor extensión los ríos, proveen el hábitat para una variada e intensa vida animal
y vegetal. La mayor parte de las plantas y animales marinos viven cerca de los límites del océano:
su superficie, el fondo y las áreas costeras.
Diversos tipos de peces, crustáceos, moluscos y otras especies aptas para la alimentación, constituyen el recurso básico que da origen a la industria pesquera. Por su importancia en el país, nos dedicaremos a su tratamiento en un capítulo específico (Cap.3)
Los vegetales presentes en el mar también proporcionan una fuente de recursos destinados tanto a la alimentación, como a distintos usos terapéuticos e industriales. Pocos conocen por ejemplo,
que distintos derivados de las algas, forman parte de muchos y populares productos de consumo: gelatinas, flanes y dulces de leche, entre otros. La extracción y procesamiento de algas, muy difundida
en los países de Oriente, da origen en nuestra Patagonia, a una industria extractiva que aunque de
menor importancia que la pesquera, se muestra en crecimiento y con un gran potencial a futuro.
Por otra parte, el agua de mar misma, nos provee de varios materiales, tales como el agua dulce,
sales, bromo y magnesio, por citar algunos. Por su gran abundancia, y continua reposición, el agua
de mar constituye una muy atractiva fuente de estas materias primas. Es interesante recordar a modo de ejemplo, que en regiones tales como el Golfo de Arabia, la desalinización de agua de mar es
un método muy común para la obtención de agua dulce para consumo en las grandes ciudades, carentes de otras fuentes proveedoras de este vital elemento.
El movimiento de las aguas, proporciona una enorme cantidad de energía. Así lo demuestra la
profusión de plantas de energía hidroeléctrica instaladas en los ríos de todo el mundo, incluidos por
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cierto los de nuestro país. Y es éste – energía – uno de los recursos del mar de los que sin duda
escucharemos hablar en forma creciente durante los próximos años, a medida que las condiciones
económicas y el desarrollo tecnológico permitan incorporar nuevos modos de aprovechamiento.
Mencionemos brevemente, algunos posibles, aparte del “hidroeléctrico” ya mencionado:
a) A través de las mareas
Desde largo tiempo, las mareas han sido usadas como una fuente de energía, a través de presas
que retienen el agua durante la marea alta, y la retornan al mar durante las horas de bajante, aprovechando este flujo para realizar trabajo. Ya en el siglo XII por ejemplo, se utilizaban ruedas a paletas movidas por las mareas, para hacer funcionar molinos harineros, o aserraderos. En la actualidad,
el agua ingresada por efecto de las mareas en bahías o estuarios, puede usarse para mover turbinas y generar energía eléctrica. En Canadá, Francia y Rusia se encuentran sistemas de este tipo en
funcionamiento.
No muchos sitios reúnen los requisitos para construir este sistema por lo cual su futuro como
fuente de energía a nivel general es limitado.
b) A través de las olas
Se han desarrollado diversas tecnologías experimentales para convertir la
energía de las olas en electricidad, sin
haberse logrado aún un sistema de uso universal económicamente rentable. En
noviembre de 2000, entró en funcionamiento la primera planta comercial de electricidad de este tipo. Se denomina LIMPET 500,
y está instalada en Islay, una pequeña isla
ubicada frente a las costas del oeste de
Escocia. Una de las desventajas de este
tipo de sistemas, es que la producción significativa de energía se produce sólo cuando
se producen grandes olas de tormenta, por
lo que su uso en general es complementario
de otras fuentes.
c) A través de las diferencias térmicas
La temperatura de las aguas profundas es más fría que la de las aguas de superficie. Por lo tanto,
es posible utilizar esta diferencia térmica para evaporar alguna sustancia líquida de bajo punto de
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ebullición, como el amoníaco. Los vapores así generados circulan por una turbina y producen energía
eléctrica. Los vapores de la sustancia se recirculan luego a través de las aguas más frías del fondo,
recuperando su estado líquido, y quedando disponible para un nuevo proceso.
Se han realizado algunos ensayos experimentales en el Pacífico, utilizando amoníaco como sustancia para la generación. Este sistema se encuentra todavía en sus primeras etapas de desarrollo
experimental, a la búsqueda de formas que permitan incrementar su rendimiento.
Es particularmente importante recordar, que el impacto negativo sobre el ambiente de estas formas de aprovechamiento de energía, resulta significativamente inferior al de las fuentes tradicionales, circunstancia que incrementa sus potenciales beneficios.
No Renovables
Los recursos naturales no renovables son aquellos que no se reponen, o cuyo ritmo de reposición es mucho más lento que el de su consumo. Los minerales y los combustibles fósiles (carbón,
petróleo y gas natural) constituyen los ejemplos característicos.
El lecho del mar y su subsuelo
poseen un rico potencial de recursos minerales y orgánicos. En su
mayoría, no son fácilmente accesibles, por lo que su explotación
requiere superar desafíos tecnológicos, y demanda altos costos. Sin
embargo, los recursos oceánicos de
este tipo adquirirán importancia creciente, a raíz de su progresivo agotamiento en tierra. Examinemos
algunos de los que se presentan
como más atractivos.
Hidrocarburos
El petróleo y el gas, son el resultado
de antiguos restos de organismos
microscópicos enterrados dentro de los
sedimentos marinos antes de su
descomposición. Se los extrae de los
sedimentos que están debajo del fondo
marino, a profundidades que varían
entre cientos y miles de metros. En su conjunto, representan más del 95% del valor económico de
toda la producción marina actual de recursos no renovables.
De ellos depende la mayor parte de la industria y el transporte. Junto con el carbón suponen
casi el 90% de la energía comercial empleada en el mundo. La energía se obtiene al quemar estos
productos, en un proceso en el que se forman grandes cantidades de anhídrido carbónico y otros
gases contaminantes que se emiten a la atmósfera.
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Esta fuente de energía ha permitido un avance sin precedentes en la historia humana, pero las
existencias que han tardado miles de años en formarse se consumen en minutos, razón por la cual
sus reservas van disminuyendo a un ritmo creciente, especialmente en las áreas continentales.
La exploración y explotación petrolera se concentra en las denominadas “cuencas sedimentarias”, áreas del subsuelo caracterizadas por la existencia de gruesas capas de sedimentos, susceptibles de producir y almacenar los hidrocarburos.
El margen continental argentino (ver pág. 29) cuenta con diez cuencas sedimentarias de diversa extensión. En una de ellas, denominada Cuenca Austral, se encuentran los únicos yacimientos
actualmente en producción. Esta explotación – que se denomina comúnmente “costa afuera” – se
encuentra frente a las costas del norte de Tierra del Fuego.
Las restantes cuencas han sido hasta ahora pobremente exploradas. Los pocos esfuerzos de
búsqueda realizados, no han arrojado éxitos económicamente relevantes. Sin embargo, en opinión
de los expertos en la materia, nuestro margen continental constituye una promisoria frontera
exploratoria.
Hidratos de metano
Son estructuras químicas inusualmente compactas, compuestas de agua y gas natural, que
pueden encontrarse intercaladas en los sedimentos de las capas superficiales del fondo marino.
Tienen la apariencia de trozos de hielo, y cuando son expuestos a las condiciones del ambiente de
superficie liberan los gases “atrapados” en su interior.
Algunas estimaciones indican que las cantidades de hidratos presentes en el fondo marino del
planeta, equivalen a casi el doble de las reservas actuales de petróleo, gas y carbón sumadas. Por
esto, los hidratos de gas podrían convertirse a futuro en la mayor fuente de energía utilizable. Su
explotación empero, presenta varios desafíos por resolver. Una de las principales dificultades, estriba en que el principal de los gases atrapados en estas estructuras es el metano, cuya liberación
a la atmósfera puede contribuir a acelerar el proceso de calentamiento global.
Arenas y gravas
La industria de extracción “costa afuera” de arenas y gravas (cantos rodados), se encuentra en
segundo lugar, en términos de valor económico, entre las explotaciones de recursos marinos no
renovables.
Estos materiales, que incluyen arena, fragmentos de rocas y de caparazones de organismos
marinos, se concentran en depósitos superficiales del lecho oceánico. Para su recolección, muy
frecuente también en los grandes ríos, se utilizan embarcaciones con sistemas que succionan el
material y lo acumulan a bordo para su traslado.
Nódulos de manganeso
Son depósitos minerales de forma y tamaño irregular, que contienen significativas concentraciones de manganeso y hierro, y concentraciones menores de cobre, níquel y cobalto, todos
los cuales tienen una variedad de usos económicos. Se los encuentra tapizando grandes extensiones del fondo oceánico. Aunque este tipo de minería del fondo del mar es tecnológicamente
posible, no ha alcanzado aún un grado de desarrollo importante, por razones económicas y
políticas.
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Evaporitas y Fosforitas.
Se trata de distintos tipos de acumulaciones, de sales en el primer caso, y de fosfatos en el
segundo.
Las evaporitas son el resultado de la evaporación natural del agua de mar, tan intensa en algunas regiones, que produce la precipitación de las sales disueltas en vastos depósitos, que resultan económicamente explotables.
Las fosforitas por su parte, son rocas sedimentarias con alto contenido de compuestos de Fósforo,
aptos para la producción de fertilizantes. Tampoco existen por el momento explotaciones significativas de este recurso, que se encuentra sobre el fondo, en zonas de hasta 300 metros de profundidad.
La reserva marina total calculada de estos minerales, supera los 50.000 millones de toneladas.
LOS USOS DEL MAR
Además de la obtención de recursos, la Nación puede beneficiarse de un variado conjunto de actividades asociadas a los distintos usos que el mar permite. Enunciaremos a continuación las más significativas a modo de presentación. En los capítulos siguientes, efectuaremos un tratamiento más detallado y particular de algunas de ellas.
- Transporte marítimo y fluvial: más del 80% del comercio exterior de nuestro país tiene lugar por
la vía marítima y fluvial. Además, la utilización de embarcaciones para el transporte de personas - convenientemente reemplazada en la segunda mitad del siglo pasado por el extraordinario desarrollo de
la actividad aerocomercial - ha experimentado en los últimos años un considerable repunte, fundamentalmente asociado al crecimiento del turismo.
- Actividades portuaria e industrial: surgen como consecuencia propia de las necesidades del comercio marítimo y fluvial, y de la navegación en general. Puertos y astilleros constituyen respectivamente, los núcleos de estos dos campos del quehacer marítimo, independientes entre sí, y focos ambos de una gran actividad económica.
- Investigación Científica y Tecnológica: apuntada al conocimiento del medio oceánico y a los complejos procesos que allí ocurren, así como a la búsqueda de soluciones prácticas para el aprovechamiento de los distintos usos y recursos. Constituye una actividad básica y esencial para garantizar que
los bienes disponibles, se exploten en forma armónica, sostenible y económicamente viable.
- Turismo y Recreación: el ámbito marítimo ofrece un marco particularmente propicio para el desarrollo de estas actividades, en constante crecimiento, y con indudables beneficios tanto por su influencia en el bienestar físico y regocijo del espíritu, como por su positivo impacto en la economía.
- Defensa y seguridad: responsabilidades indelegables y esenciales del Estado, la defensa y la seguridad requieren – en el escenario particular del ambiente marítimo – de organizaciones, medios y
capacidades específicas, de singular complejidad.
Esta breve relación resume los usos considerados como más importantes, pero no agota la descripción de formas de utilización del ambiente marino. Constituyen algunos ejemplos adicionales, el
tendido de cables submarinos para comunicaciones intercontinentales, de tuberías para el transporte
de gas, petróleo u otros productos y el empleo de la capacidad recicladora del mar.
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CARACTERÍSTICAS FÍSICAS DEL AMBIENTE
MARÍTIMO DE INTERÉS PRIMARIO
La porción continental e insular de nuestro territorio se encuentra, por el Este, en directo contacto
con el Océano Atlántico Sudoccidental. Es sobre esta vasta cuenca oceánica donde se extienden los
distintos “espacios marítimos argentinos” a los que nos referimos en el capítulo anterior, y sobre los
que el Estado tiene diferentes y significativas facultades, de acuerdo con el derecho internacional. La
importante extensión continental e insular de nuestro país, y las características geográficas y naturales de este espacio oceánico, determinan para la Argentina una amplísima área marítima de influencia y jurisdicción.
Describiremos a continuación muy someramente, las características físicas básicas de este sector
del Atlántico donde, de acuerdo con lo expresado, se concentran primaria, aunque no exclusivamente, los intereses marítimos nacionales. Centraremos nuestra atención en aquellos aspectos de mayor
relevancia en relación con el tema central de este capítulo: los recursos y usos del mar.
Las costas
Con más de 5.000 kilómetros de longitud, las costas argentinas presentan una variada fisonomía.
En una muy simplificada descripción, podemos distinguir cuatro regiones o zonas básicas.
Comenzando por el Norte, identificamos una región “fluvio-marítima” que se corresponde con el litoral del Río de la Plata, y que constituye una transición entre la confluencia de los grandes ríos Paraná, Uruguay y Río de la Plata, y la desembocadura de éste en el mar. En este sector, con profunda
influencia de un sistema deltaico, las costas son bajas, y sirven de emplazamiento para una de las zonas más densamente pobladas e industrializadas del Cono Sur. En este ambiente se concentran también las más activas rutas de transporte por agua, lo que implica por consecuencia, un intenso tráfico
de buques, y una muy considerable actividad portuaria.
A partir del Río de la Plata, y hacia el sur, se extiende la zona de la “costa bonaerense”, en un am biente de características marítimas. Se trata de una costa de planicie, medanosa y con playas extendidas y bajas, configuración que se mantiene hasta la Bahía Blanca, aunque con una visible interrupción en las inmediaciones de Mar del Plata. En efecto, a la altura de esta popular ciudad, la costa baja se ve interrumpida por una formación litoral abrupta (la formación de Tandilia), cuyas estribaciones
llegan al mar en las lomas y elevaciones (denominadas “mogotes”) características de la región marplatense: Punta Iglesias, Cabo Corrientes y Punta Mogotes. Es un área de actividades mixtas, con un
fuerte componente pesquero en materia de recursos, y de turismo y recreación en términos de usos.
Las costas en la zona de la Bahía Blanca, por su parte, presentan grandes formaciones de bancos e
islas bajas, acompañadas de zonas anegadas. El transporte marítimo adquiere particular relevancia
en los complejos portuarios de la ría de Bahía Blanca, y en el puerto de Quequén, a los que nos referiremos con mayor detalle más adelante.
La desembocadura del Río Negro, marca la transición hacia una tercera zona, que denominaremos
“costa patagónica norte y centro”. Allí la costa aumenta su nivel en forma de barrancas de desarrollo
más bien alto – entre 70 y 100 metros - hasta llegar a la primera hendidura litoral conocida con el nombre de Golfo San Matías, cuyo remate sur está constituido por la península de Valdés. Ésta es por su
parte el límite norte de una segunda escotadura, llamada Golfo Nuevo. En la parte norte de la penín-
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sula, se halla el Golfo de San José, separado del Nuevo por un istmo de 9,3 kilómetros de ancho en
su parte más angosta. A partir del extremo sur del Golfo Nuevo la costa se retrae hacia el oeste hasta el Cabo Dos Bahías, punto de pronunciada curvatura en donde nace el mayor golfo del litoral marítimo, San Jorge. La creciente actividad marítima de esta región, incluye el aprovechamiento de recursos pesqueros y explotaciones de algas, con un más que promisorio potencial energético. El turismo y el transporte marítimo se destacan por su parte, como los usos de mayor importancia, y en los
que se registra un sostenido, y en algunos casos vigoroso, incremento.
La zona de la “costa patagónica austral”, comienza en el límite sur del Golfo San Jorge, marcado
por el Cabo Tres Puntas. A partir de este accidente geográfico, la línea de costa comienza a disminuir
en altura hasta Cabo Vírgenes, extremo norte de la entrada oriental al estrecho de Magallanes. A partir del Cabo Espíritu Santo (al sur de la boca del estrecho) comienza la costa de Tierra del Fuego, separada de la Isla de los Estados por el estrecho de Le Maire. La costa adquiere en esta zona una dirección Noroeste-Sudeste formando la Bahía de San Sebastián y continúa hasta el Cabo Buen Suceso, donde en dirección Este-Oeste llega hasta el límite con Chile.
En cuanto a las costas de las Islas Malvinas, se destaca su contorno pronunciadamente recortado,
con grandes bahías alargadas, y muchas bahías pequeñas que constituyen excelentes puertos. Gran
cantidad de islas e islotes acompañan el irregular contorno de las islas mayores.
Faro Recalada a Bahía Blanca
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Las actividades más importantes en esta región costera, incluyen la explotación “costa afuera” de
hidrocarburos, y aquellas propias de la industria pesquera y del turismo.
Características del margen continental
El margen continental es la parte sumergida del continente, que se extiende hasta una zona plana
y profunda del océano, denominada “llanura abisal”. En una descripción muy simplificada de nuestro
margen continental, podemos distinguir tres regiones componentes: la plataforma submarina, el talud
y la emersión continental. La primera, es la sección más cercana a la costa, y se caracteriza por tener
suaves pendientes (a razón de un metro de profundidad, por cada 1.000 metros de distancia), y escaso relieve. Pueden reconocerse en ella dos ambientes de características bien definidas, bonaerense
al norte y patagónico en el sur, que se corresponden, en tierra firme, con la llanura pampeana y la
meseta patagónica, respectivamente.
En cuanto al tipo de sedimentos que cubren el fondo, predominan las arenas finas y medianas, que
lo tapizan en un 65% de su superficie. En general, observamos que el tamaño del grano de estas arenas aumenta de norte a sur, y disminuye con la profundidad.
En la desembocadura de grandes ríos, golfos y bahías son más comunes los fondos fangosos. Los
fondos duros, más frecuentes en las costas australes, pueden estar constituidos por roca, conchilla o
grava.
La plataforma submarina, que como señaláramos es relativamente llana, desciende suavemente
desde la costa hasta los 180 metros de profundidad aproximadamente, en donde se produce un
aumento de la pendiente del fondo, que marca el inicio del talud continental.
El talud, presenta una pendiente mucho más marcada en su comienzo, o parte superior, a menudo
accidentada, y continúa hacia abajo con un perfil más suave, hasta empalmar con la emersión continental. El talud y la emersión están cortados en algunos sectores de su extensión, por profundos valles
o cañones submarinos, probables vestigios de ríos antiguos en épocas en que el nivel del mar estaba
más bajo que el actual. Dichos cañones se encuentran a la altura del Río de la Plata, Carmen de
Patagones, Península de Valdés y sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego.
El principal atractivo de los espacios de lecho y subsuelo submarinos que constituyen el margen
continental, radica en sus posibilidades como fuente de recursos. Entre los renovables, caben mencionarse las comunidades de plantas y animales que viven sobre el fondo del mar, fijos o hundidos en
el sustrato, o desplazándose por él, a las que se denomina “bentos”. Sin descuidar su valor económico, es claro que los recursos más importantes de este ambiente, son de tipo no renovable, básicamente hidrocarburos y minerales.
Aunque muy pobremente explorado aún, el margen continental argentino presenta por su enorme
extensión y características geológicas, muy promisorias perspectivas hidrocarburíferas y mineras.
Hasta el momento sin embargo, su explotación se circunscribe a unas pocas áreas cercanas a la
costa, y se concentra en la extracción de petróleo, gas y arenas.
En cuanto a la influencia de las formas y características del fondo marino sobre los demás “usos”,
cabe destacarse en nuestro litoral, la escasez de zonas costeras naturalmente propicias para el
emplazamiento de puertos de aguas profundas, capaces de operar con buques de muy grandes
dimensiones. El predominio de costas de planicie, bajas y extendidas, limita el establecimiento de tales
puertos, y obliga en la mayor parte de los casos a la realización de constantes tareas de dragado y
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balizamiento de canales de navegación artificiales, construcción y mantenimiento de
obras de protección, y otros recursos tecnológicos, que elevan en su conjunto los costos generales de inversión y operativa portuarias.
Recordemos finalmente, que una porción
– aún no determinada – del margen continental argentino, conforma la “Plataforma
Continental” argentina. Tal como vimos en el
capítulo 1 (pag. 18), la extensión de este espacio marítimo – compuesto solamente por
el lecho y subsuelo – debe determinarse en
función de una serie de criterios técnicos y
fórmulas establecidas en la Convención del
Mar, tarea que está siendo llevada a cabo
por la Comisión Nacional del Límite Exterior
de la Plataforma Continental. Los estudios
hasta el momento realizados permiten suponer una Plataforma Continental de muy importante extensión, sobre la cual – recordemos – Argentina ejerce derechos de soberanía a los efectos de su exploración y de la
explotación de los recursos naturales del
fondo y subsuelo.
Características oceanográficas
Las masas de agua que circulan sobre
nuestro margen continental, materia cuyo
estudio corresponde a los oceanógrafos,
responden a distintos orígenes. Un muy simplificado intento de descripción, nos refiere a
dos corrientes de agua principales. La primera, denominada Corriente de Malvinas,
corre desde el sudoeste separada de la costa (sobre el talud continental), transportando
aguas frías subantárticas hacia el norte. La
segunda, la Corriente de Brasil, circula en
dirección contraria, por fuera del talud continental, y al llegar a la altura del Golfo de San
Jorge, se desvía hacia el este, alejándose hacia las zonas de mayores profundidades. Es ésta una corriente de aguas templadas, de origen subtropical. La interacción entre estas dos corrientes, que en
algunos sectores fluyen paralelas, y en otros se encuentran y mezclan, produce complejos fenómenos, que favorecen la existencia de la pesquería argentina.
En la región más cercana a la costa, encontramos aguas de características diferentes, llamadas
“aguas de plataforma”, influidas no sólo por la mezcla de las anteriores, sino por los aportes de aguas
de descarga continental, por alteraciones debidas al intercambio con la atmósfera, o por acción de las
mareas.
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