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Egipto arqueología
El conocimiento exhaustivo del antiguo Egipto comenzó cuando Napoleón I Bonaparte llevó consigo
científicos para estudiar el país durante la campaña de 1798. El descubrimiento de la piedra de
Rosetta (un bloque de basalto, ahora en el Museo Británico), que presentaba una inscripción en
escritura jeroglífica, demótica y griega, permitió a Jean François Champollion descifrar en 1822 los
jeroglíficos egipcios y a partir de ese momento se pudieron leer las inscripciones de los
monumentos. Karl R. Lepsius y otros investigadores comenzaron a estudiar los monumentos que
aún permanecían en pie, trabajos que continúan siendo valiosos hoy día porque muchos de estos
monumentos han sufrido daños o han sido destruidos. Al mismo tiempo, la expoliación a gran escala
de objetos para colecciones particulares o públicas han originado la pérdida de mucha información.
En 1858 se fundó el Museo Nacional de Egipto en El Cairo y se fue controlando progresivamente el
saqueo de los yacimientos. Finalmente, en 1880, Flinders Petrie comenzó las excavaciones
sistemáticas e interpretó sus hallazgos de forma más metódica.
La investigación en el sur del país, desde la década de 1960, ha localizado yacimientos donde las
poblaciones del paleolítico superior cultivaron cebada en los primeros intentos de aprovechar los
ricos suelos de la cuenca del río Nilo. Más tarde, las culturas neolíticas iniciaron la auténtica
agricultura, la producción de cerámica y de tejidos, que culminó en la cultura tasiense (del
yacimiento arqueológico de Tasa), que en su fase final se mezcla con el inicio de la metalurgia de la
cultura badariense (del yacimiento de Badari), momento en que se utilizó por primera vez el cobre.
También aparece en Egipto una cerámica de superficie pulida de color rojo con su borde superior en
negro. El hallazgo entre 1894 y 1895 de 3.000 tumbas en Nayada (Nagada) realizado por Petrie
permitió conocer el período inmediatamente anterior al inicio de la etapa histórica egipcia (c. 3400
a.C.); estudios posteriores han diferenciado la cultura del sur de Egipto de la del norte, donde las
influencias asiáticas occidentales fomentaron el progreso de la cerámica (pintada con
representaciones de figuras humanas y de barcas) y de la metalurgia.
Según la tradición, el rey Narmer (quizás al que denominaron Menes los griegos) unificó el Alto y el
Bajo Egipto al comienzo del período dinástico (c. 3100 a.C.). Una serie de paletas de pizarra de
cosméticos de esa época representan escenas grabadas de batallas y de caza; la más importante es
la denominada paleta del rey Narmer (c. 3100 a.C.). Grabados similares en cabezas de mazas y en
asas, de piedra o marfil, revelan contactos con otras culturas del Oriente Próximo; los textos
jeroglíficos conocidos más antiguos proceden de esta época. La historia más lejana del norte de
Egipto era virtualmente desconocida hasta que recientes excavaciones han revelado testimonios de
los períodos predinástico y dinástico. Con la aparición de poderosas familias de gobernantes, surgen
las primeras tumbas egipcias con ricos ajuares. Las necrópolis de Nayada, Abidos y Saqqara
suministran testimonios considerables sobre la historia y cultura de esta época. Las grandes
pirámides escalonadas (mastabas) de Saqqara son los antecesores de las grandes pirámides
posteriores, como la de Keops en Gizeh, que se construyen en bloques uniformes. A pesar de haber
sido saqueadas a lo largo del tiempo, las pirámides hablan de la habilidad de los canteros y de la
maestría de los ingenieros para desplazar esos bloques en época tan remota. El mobiliario funerario
de madera con planchas de oro de la reina Heteferes (c. 2600 a.C.), enterrada de nuevo tras haber
sido saqueada su tumba, fue brillantemente restaurado a partir de una masa de fragmentos por
George A. Reisner, de la Universidad de Harvard, entre 1924 y 1927. El rey Mikerinos (Micerinos) es
conocido por su bella estatua, hallada por Reisner, que en la actualidad se conserva en el Museo de
Bellas Artes de Boston.
La piedra de Rosetta, descubierta cerca de Rosetta (Egipto) en 1799, proporcionó la clave que
permitió descifrar la escritura jeroglífica egipcia. El texto, un elogio de Tolomeo V, estaba escrito en
caracteres jeroglíficos, en demótico y en griego. La versión griega permitió a Jean François
Champollion descifrar la escritura egipcia. Este hallazgo representó una aportación fundamental para
la arqueología egipcia.
Hasta hace poco, la arqueología egipcia se centraba en las tumbas y en los templos, puesto que los
antiguos poblados continúan habitados. Por lo general, se hallan situados en las tierras húmedas del
valle del Nilo, donde los materiales perecederos no se conservan; los enterramientos se realizaron
en el desierto, cuyo ambiente seco ha conservado los restos y materiales orgánicos. Los útiles de
madera usados en las actividades domésticas y depositados en las tumbas, las pinturas y grabados
murales y los objetos enterrados con el cadáver nos han proporcionado una visión más completa de
la vida en el antiguo Egipto que en cualquier otra civilización. La tumba de Tut Anj Amón (reinó en
1334 a.C.-1325 a.C.) destacó por la riqueza del ajuar hallado; la mayor parte de este se exhibe en
el Museo Nacional Egipcio en El Cairo. Cientos de tumbas desde la I Dinastía han mostrado las
formas de vida de los distintos grupos sociales.
Próximo a los sepulcros reales del Valle de los Reyes se encuentra un poblado completo donde
vivieron generaciones de constructores de tumbas y artesanos. Ha sido excavado de forma científica
y sus casas complementan el material hallado en las tumbas; se han encontrado numerosas notas
garabateadas en trozos de cerámica o lascas de piedra que identifican a algunos de los obreros y sus
casas, proporcionándonos datos sobre su trabajo, alimentación y creencias.
Las creencias religiosas monoteístas de Ajnatón (Amenofis IV) le hicieron fijar una nueva capital en
Ajtatón (ahora Tell el-Amarna). El hallazgo casual en 1887 de unas 400 tablillas de arcilla con
escritura cuneiforme llamaron la atención sobre el lugar; estas tablillas constituían la
correspondencia mantenida entre los principales estados del Oriente Próximo desde el 1375 a.C.
hasta el 1330 a.C. La excavación de la ciudad ha sacado a la luz casas de obreros, además de ricas
villas. El arte de este período está caracterizado por un naturalismo inusual en el Egipto faraónico,
como ilustra el exquisito busto de Nefertiti, la reina principal de Ajnatón IV.
Los estudios de los grandes templos de Karnak y Luxor han desvelado las distintas fases de
construcción de los mismos, y con frecuencia han conducido a la recuperación de bloques esculpidos
reutilizados, lo que supone un auténtico enigma para los actuales estudiosos, especialmente en la
zona del delta del Nilo. Ramsés II y sus sucesores vivieron en Pi-Ramsés, situada en el Delta. Al
principio, los arqueólogos buscaron la ciudad en Pelusio (Pelusa) y más tarde en Tanis, donde la
abundancia de bloques de piedra labrados con el nombre de Ramsés sugería que la ciudad había
estado allí. Esos bloques fueron transportados a Tanis en el período que abarca desde la XI Dinastía
hasta el siglo VIII a.C., período en el que esta ciudad fue la capital de Egipto. La moderna
investigación sugiere que las piedras de Ramsés II proceden de Qantir, 29 kilómetros al sur de
Tanis, donde Ramsés tuvo con certeza un palacio; de hecho Qantir ha sido identificado con PiRamsés.
Los arqueólogos han detectado contactos comerciales entre el mar Egeo y Egipto desde el siglo XV
hasta el XIII a.C. La asociación de cerámica micénica con tumbas de reyes egipcios conocidos es
vital para el estudio de los inicios de la arqueología griega, aunque no del todo satisfactoria.
Comerciantes, mercenarios e incluso viajeros griegos estuvieron en Egipto desde el siglo VII a.C., y
dejaron testimonios de su presencia. Al conquistar Alejandro Magno Egipto, la lengua griega
comenzó a sustituir a la egipcia. Se han encontrado miles de papiros en las ciudades de la región de
Fayum, cerca de El Cairo, abandonadas cuando el sistema de regadíos dejó de funcionar; en otros
yacimientos se han encontrado miles más. Estos papiros recogen todos los aspectos de la vida con
sorprendente detalle y además constituyen las copias más antiguas de muchos libros griegos y del
Nuevo Testamento.
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