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La ruralidad: experiencia territorial de exclusión
Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara
Resumen
Los cambios en la ruralidad de México y América Latina han dejado que sea el mercado el
gran mecanismo de asignación de oportunidades sociales, de incorporación e integración
social. La nueva fase del campo latinoamericano está signada por la exclusión. Las
agroindustrias no permiten la reproducción de los explotados, sino que por el contrario, los
excluye. La globalización del capital financiero no es capaz de reproducir lo rural. Por el
contrario, expande la visión de los pobladores del campo no como el grupo social capaz
de portar una forma de vida basada en los procesos de la tierra y sus productos, sino
como el lastre del cual debe deshacerse la sociedad urbana global moderna. Con ello
anulan la posibilidad de alternativas de sociedad rural basada en los propios productores
rurales.
El documento aborda las formas como se ha concretado la globalización en el ámbito
rural en América Latina, con especial referencia a México, las transformaciones que ha
ocasionado en la ruralidad, el impacto de los procesos de fragmentación socio-económica
en el ámbito rural. Identifica la dinámica de lo que permanece y lo que cambia, los nuevos
desafíos a los que ahora se enfrentan los pobladores rurales y los conflictos de identidad
resultante en los pobladores rurales.
Los pobladores de la ruralidad viven la ruralidad como una experiencia territorial de
exclusión. En particular, la juventud rural que permanece.
Globalización y regionalización económica
La globalización se ha convertido en un proceso múltiple, cuya dimensión económica, ha
tenido impactos de polarización en las zonas rurales de América Latina. La integración ha
traído diversas consecuencias. Entre las más importantes se tienen las siguientes:
destrucción de la las empresas medianas y pequeñas para erigir la agroindustria como el
actor económico predominante. La destrucción de sistemas regionales caracterizados por
una cierta autosuficiencia económica y mayor diversificación y en su lugar, ha establecido
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la especialización productiva. El control del mercado mundial con características
monopólicas a partir del dominio del capital financiero.
El auspiciamiento del libre
comercio entre territorios con capacidades productivas diferentes, lo que ha puesto a
competir territorios en situación de desventaja. La exclusión de amplios segmentos de
población al considerarlos “innecesarios” para la tasa de ganancia establecida por el coste
de producción mundial. Con todo ello, ha debilitado a los Estados-Nación al convertirse en
agentes supranacionales.
La globalización ha sido un proceso de integración desigual. El efecto central sobre el
territorio es el aumento de la desigualdad, situación que afecta a los diversos países,
tanto desarrollados como en distintos procesos de desarrollo. Sin embargo, las políticas
económicas y sociales compensatorias de los países desarrollados han establecidos
mecanismos para minimizar las consecuencias sociales de las zonas excluidas. No es el
caso de los países con menor nivel de desarrollo, donde la integración a la globalización
careció de medidas compensatorias que amortiguaran los efectos de la mayor
desigualdad. O al menos, las que se pusieron en marcha, carecieron de la efectividad
necesaria.
La integración produce el efecto de selección-exclusión territorial. Por ello las políticas de
integración regional deben cohesionar el espacio económico como requisito para el
proceso de integración.
Regiones de rezago histórico
No es una casualidad que el mapa de las regiones de rezago histórico coincida con el
mapa de las regiones excluidas. A partir de la integración económica llevada a cabo por la
globalización, las regiones de rezago histórico no solamente son excluidas de este
proceso, sino que la distancia entre ellas y las regiones con distintos grados de inclusión,
se ahonda. Además, las desigualdades regionales tienden a acentuarse en periodos de
recesión económica.
En México, las regiones rurales que contaban con cierto grado de infraestructura: distritos
de riego, asentamientos humanos de mediano tamaño, vías de comunicación, lugares de
almacenamiento y acopio, acceso a mercados urbanos, han tenido mejores posibilidades
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de crecimiento por efecto del proceso integrador. No ocurre lo mismo con las regiones
menos dotadas de tales condiciones previas.
En México, las regiones de rezago histórico coinciden con los territorios dedicados a la
agricultura de temporal y las zonas indígenas. Esos territorios se caracterizan por ser
zonas de difícil acceso, generalmente enclavados en zonas de montaña alta, lejanos de
los circuitos comerciales y cuyos indicadores socioeconómico han tenido escasa variación
en los últimos veinte años.
La ausencia de cohesión económica regional ocurre al interior de las distintas entidades
federativas. En todas ellas, la ruralidad se constituye en espacios del rezago histórico.
Características de los territorios rurales
Después de la Segunda Guerra Mundial se afianzó un modelo de crecimiento económico
cuyas premisas fueron la abundancia de recursos naturales, el bajo costo de la mano de
obra y el limitado control ambiental. A fines del siglo XX la crisis de los principales
postulados del modelo llevó a establecer nuevas formas de organización de los procesos
productivos tanto en la agricultura como en la industria. En el ámbito de la agricultura, el
paradigma productivista, consolidado como consecuencia del modelo de la postguerra
llegó a su agotamiento debido a diversos factores. Entre los más importantes se cuenta
una nueva valoración de los recursos naturales, pensados ahora como límites del
crecimiento, el surgimiento de una incipiente conciencia sobre el medio ambiente y
cambios en el uso de la tecnología aplicada a los procesos productivos agrícolas.
En el modelo de crecimiento de la postguerra, las estrategias de crecimiento de los países
latinoamericano originaron diversas transformaciones en el medio rural. En especial, la
reducción de las tarifas proteccionistas produjo pérdida de rentabilidad de los cultivos
tradicionales, los cuales perdieron capacidad de retener a la población rural. El capital
comercial y usurero que aprovechaba las condiciones de desorganización del campo,
extraía excedente agrícola vía el acaparamiento y la comercialización. La adquisición de
los productos a bajo precio le permitía transferir valor del campo, pero también, a los
campesinos les permitía retener un pequeño excedente con el cual podían iniciar el ciclo
siguiente (Rubio, 2001).
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Las agroindustrias tradicionales impulsaron la elaboración de materias primas de
exportación con lo cual ocurrió un proceso de incorporación de diversos productores
rurales a la producción de materias primas para la transformación industrial. Ello, convirtió
a la agricultura en un sector estratégico, por lo que las políticas públicas correspondientes
a ese modelo, tendieron a propiciar el mantenimiento de bajos precios de las materias
primas en aras de impulsar la industrialización.
En los últimos veinte años del siglo XX, ocurrió un debilitamiento de las estructuras
económicas y sociales rurales lo cual propició un nuevo éxodo del campo. A su vez, la
transformación de las empresas agrícolas en agroindustrias estableció nuevos procesos
laborales en el campo, caracterizados por la instalación de prácticas fabriles aplicados a
la agricultura. Ello produjo mayores niveles de salarización temporal de los pobladores
agrícolas y creo nuevas formas de inserción de la mano de obra campesina a los
esquemas globales donde el trabajo se organiza a partir de las agroindustrias como los
agentes centrales de la economía rural.
Territorio y agroindustrias
Si bien los agentes del agro latinoamericano han sido los productores agrícolas
(pequeños propietarios, minifundistas, hacendados, campesinos y otros), actualmente los
nuevos agentes del campo son, prioritariamente, las agroindustrias.
Las estrategias que han seguido las agroindustrias, generalmente de capital
estadounidense, para su instalación en diversas zonas de América Latina, han sido
múltiples y variadas. Por principio de cuentas, las estrategias para la inserción de las
empresas en los diversos países latinoamericanos han partido de las condiciones
existentes en cada región, pero a su vez, se han basado en las diferencias interregionales
para obtener mejores beneficios. En unos casos, rentaron tierras a campesinos y
pequeños productores, en otros, financiaron la producción en un proceso de habilitación a
productores rurales. También, habilitaron productores durantes las épocas de mayor
demanda estadounidense para obtener una mejor colocación de la producción. Su
instalación en diversas regiones del continente les otorga la ventaja de producir bienes
agrícolas de acuerdo a la demanda del mercado norteamericano, y así, obtener mayores
ganancias.
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Los territorio rurales son producto de la historia del campo latinoamericano, en gran parte,
diseñado por las empresas agrícolas hoy convertidas en agronegocios. La contradicción
entre las características locales, familiares y comunitarias y el patrón de movilidad en
extensas regiones de México, Centroamérica y Sudamérica de las agroindustrias, permite
a estas últimas obtener ventajas de los diversos países. Por ejemplo, una vez que las
empresas operan en un campo determinado, inician el traslado de las operaciones a otra
región donde el cultivo es de reciente introducción. De esa manera, las empresas evitan el
costo del agotamiento de la tierra, ya que se ubican en suelos que no han sido sometidos
al cultivo intensivo de tales productos, cuentan con reservas de agua y, en general,
aprovechan condiciones fitosanitarias saludables (frutas, hortalizas, tabaco, productos de
exportación). Los desastres ocasionados sobre el territorio es una de las resultantes de
las agroindustrias.
Las agroindustrias agotan la fertilidad del suelo y empobrecen a los pobladores de las
regiones donde se instalan. Lejos de cubrir los daños ocasionados, se caracterizan por no
cubrir costos relacionados con el medio ambiente, lo cual contribuye al empobrecimiento
regional (González, 2001). En relación con los costos no pagados por las empresas, en
relación con el medio ambiente, se identifican los siguientes:
1) La pérdida de productividad de los suelos, lo cual tiene su origen en la implantación
de monocultivos en sustitución de los multicultivos realizados por los campesinos
latinoamericanos. En efecto, la agricultura tradicional campesina de amplias zonas
de Mesoamérica y la zona incaica, se caracterizaba por la combinación de diversos
cultivos en una misma parcela, y la rotación anual, lo cual tendía a satisfacer las
diversas necesidades de productos agrícolas y, al mismo tiempo, impedía el
agotamiento de los suelos debido a que los nutrientes requeridos por un cultivo
eran fijados por otro. Sin embargo, las agroempresas, obedeciendo criterios de
optimización de ganancia, introdujeron los monocultivos debido a que la inversión
en tecnología requería grandes extensiones y a que la producción de un cultivo, en
gran escala, permite mayores oportunidades de comercialización durante todo el
año.
2) El aumento de plagas y enfermedades, debido a dos razones. La primera tiene que
ver con el establecimiento de monocultivos durante ciclos continuos, lo cual
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propicia la multiplicación de enfermedades y plagas. La segunda se refiere a la
introducción de semillas y plantas con mejoramiento genético, las cuales, al no ser
endémicas, tienen menor resistencia a las plagas y enfermedades. En ambos
casos, aumenta el uso de agroquímicos, en especial, de fumigantes cada vez más
efectivos para control de enfermedades y plagas. Ello, además, encarece los
costos de producción.
3) El agotamiento del agua de uso agrícola ocasionado tanto por el abatimiento de los
mantos freáticos como por la contaminación de las aguas de los ríos y lagunas. Los
primero tiene que ver con la necesidad creciente de agua para riego, característica
de los cultivos de exportación, práctica que ha disminuido los niveles estáticos de
agua. Lo segundo, se refiere a la contaminación de las aguas superficiales por las
formas de aplicación y desecho de agroquímicos.
4) La salud de los pobladores del campo, y en especial de los jóvenes rurales. El
contacto permanente con agroquímicos, sin la protección necesaria y sin la
información suficiente, ocasiona diversos daños a la salud en las diferentes
generaciones de jóvenes en América Latina. Son los jóvenes rurales quienes, de
forma mayoritaria, aplican los agroquímicos en condiciones desventajosas:
envases escritos en inglés, ausencia de equipo especializado, agroquímicos
intercambiados al menudeo, almacenaje en casas habitación, etc. A ello deben
agregarse las precarias condiciones de salud de los jóvenes rurales.
No parece posible, a corto plazo, que las políticas de los gobiernos latinoamericanos
estén dispuestas a cuestionar la estancia de las agroindustrias en el campo. Por el
contrario, lo que se observa son posturas públicas tendientes a incrementar la inversión
de las agroindustrias en el campo latinoamericano. Lo único probable es el intento, por
parte de algunos países, por lograr un mayor cumplimiento de la normatividad
internacional en cuanto al uso y aplicación de agroquímicos. Sin embargo, esos intentos
no se convierten en condiciones para la instalación de agroindustrias en los diversos
países. ¿Por qué las agroindustrias no son sustentables? Básicamente porque incorporar
la sustentabilidad se convierte en aumento de costos para las empresas. De ahí que los
negocios agrícolas degraden el campo latinoamericano, en especial afecten la salud de
los habitantes y en particular, tengan efectos desastrosos en la niñez y la juventud rurales.
¿Cómo pueden las agroindustrias no ser sustentables? Debido a su movilidad en el
territorio latinoamericano y a la falta de controles por parte de los gobiernos de la región.
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Los gobiernos ven en las agroindustrias una de las pocas posibilidades de incrementar el
empleo agrícola.
Territorio y políticas agrícolas
Las políticas agrícolas afectan directamente al territorio. No se trata de las políticas
dirigidas hacia el territorio en cuanto tal, sino de políticas encaminadas a sostener e
impulsar la producción agrícola desde una cierta racionalidad. Pero las políticas agrícolas
hacen abstracción de las características territoriales, de los contextos en donde tienen
aplicación: tienen como meta la inserción de la producción agropecuaria en el mercado
internacional, sistema de producción y consumo que opera a escala mundial (Radilla,
2001). El esquema privilegia la producción para la exportación y desestima la resolución
de la demanda interna.
A partir de la firma del Tratado del Libre Comercio de América del Norte, México, Estados
Unidos y Canadá (TLCAN) se acordó la liberalización del maíz y el frijol en un plazo de 15
años a partir de 1994. Sin embargo, en la práctica, los acuerdos comerciales se han
convertido en desventajas para los productores mexicanos ya que las condiciones de
producción en los tres países son desiguales. Mientras que la productividad de maíz en
México en 1999 fue de
2.2 toneladas por hectárea, en Estados Unidos era de 8.2
ton./hectárea. En cuanto el frijol, la productividad en México fue de 767 kilogramos por
hectárea, en tanto que la de EU era más del doble: 1,855 kilogramos por hectárea (Rubio,
2001). En esas condiciones se desestimula la producción de granos básicos, lo que incide
en la juventud rural ya que los campos son prácticamente abandonados, y con ello, una
forma cultural de relacionarse con la tierra.
El precio que adquieren los productos agrícolas en el mercado internacional, lejos de
estar determinado por la productividad de las peores tierras o de las mas alejadas, pero
necesarias para abastecer el mercado mundial, está determinado por el precio medio
internacional que imponen las agroindustrias alimentarias. Esa distorsión se debe, en
primer lugar, a los subsidios que los gobiernos de los países europeos y norteamericano
otorgan a sus productores. En 1997 la Unión Europea otorgaba 526 dólares de subsidio
por hectárea; los Estados Unidos, 59 y México 26 (Pineda, 2000).
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Esas políticas han insertado la producción agropecuaria en el sistema internacional pero
ha tenido efectos desastrosos en el ámbito territorial. El Estado ha abandonado su papel
de regulador de la producción, distribución y consumo agropecuario (Cortés, 2001), en su
lugar, ha establecido políticas que lejos de tender hacia el impulso y reactivación de las
unidades de producción campesinas, se limitan a atender compensatoriamente a grupos
focalizados. En estas acciones el principal beneficiario es el propio Estado, ya que al final
de cuentas, evita estallidos sociales.
En Mesoamérica, los cultivos de maíz, frijol, calabaza y chile dieron origen a altas culturas
como la olmeca, tolteca, mexica, maya, purépecha y otras, de las cuales, los jóvenes
rurales hoy, son sucesores. La interpretación del mundo, la cosmogonía, los ciclos del
tiempo, la ubicación en el espacio, estuvo signado por los elementos desarrollados a
través del largo aprendizaje obtenido en el proceso de producción de especies y entre
ellas, la producción de la propia cultura como una forma específica de producción. Ello
posibilitó la formación de la cultura y la asignación de significados para la sobrevivencia
tanto del grupo cultural como de la naturaleza. Sembrar maíz o frijol no era, solamente,
obtener productos para vivir, era ante todo, la contribución de los humanos en la
reproducción del ciclo de la vida. En esa tarea, los hombres contribuían con los dioses en
la tarea permanente de mantener el cosmos.
Esa mentalidad permanece hoy en la simbología de la población rural. Todavía la actual
generación de jóvenes rurales, comparte con sus antepasados, la forma de ver el mundo
y de entender la relación con la naturaleza. Sin embargo, las políticas agrícolas, centradas
en la productividad económica, se plantean a espaldas del significado cultural e histórico
que genera el cultivo de la tierra.
De los cambios permanentes a cambios estructurales
La profunda transformación que se experimenta en todo el planeta, tiende a configurar un
cambio estructural. Más que cambios en el modelo de acumulación dentro del capitalismo,
se asiste a un proceso que devendrá en un cambio cualitativamente distinto de la
organización social. La novedad en cuanto al territorio, se refiere tanto a las relaciones
entre el territorio y la economía, como a las relaciones entre el territorio y la sociedad.
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1. En cuanto a la relación territorio economía, la expansión del mercado rompe la lógica
de la producción local tanto por la fragmentación de los procesos productivos en distintos
lugares distantes entre sí, como por el surgimiento de nuevos lazos entre las élites
económicas. Estas, no asumen las consecuencias que sus actos provocan, en términos
del deterioro del medio ambiente ni adquieren compromisos sobre el destino de las
personas afectadas por sus decisiones económicas. Las élites económicas se articulan en
el intercambio global
Las relaciones entre el territorio y la economía dan cuenta también de un proceso de
integración-exclusión. A partir de la racionalización económica de las empresas globales
el territorio se fragmenta para ser seleccionado de manera diferenciada. La tendencia a
radicarse en aquellos espacios donde los costes de producción son menores, incorpora
espacios de manera selectiva. Es, en esta dinámica, donde amplios espacios del territorio
latinoamericano son ruralizados. Los actores de la ruralidad han dejado de ser los
pobladores rurales. Son ahora las empresas trasnacionalizadas quienes deciden la
incorporación, o no, de vastos territorios. La forma de agroindustria, o agronegocios,
permite a las empresas controlar la producción agropecuaria, sus insumos, los ritmos y
características de la producción, la forma de mercadeo, establecer el precio del producto y
decidir el destino final.
Su carácter globalizado, su no pertenencia al Estado-Nación donde se asienta, su relativa
volatilidad, disminuye la capacidad de los Estados nacionales para incluirlos dentro de
una lógica de políticas públicas que les permitiera extender el beneficio social y aumentar
el nivel de bienestar.
Consecuentemente, se produce un debilitamiento de la capacidad de acción del EstadoNación.
2. En cuanto a la relación territorio sociedad, las actividades económicas establecidas
sobre el territorio parten de las sociedades generadas dentro de la lógica del Estado de
Bienestar desarrollista, establecido en América Latina desde fines de la Segunda Guerra
Mundial. En el ámbito latinoamericano, la sociedad rural pasó de un 80% a principios del
siglo XX, a un 30% en la década de los noventa. El fuerte proceso de concentración de
población urbana en todos los países de la región fue la consecuencia de las políticas de
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industrialización que en mayor o menor medida se impusieron por parte de los distintos
Estados. El énfasis en la industrialización llevó a una escasa atención al campo y sus
pobladores. En él sobrevivieron campesinos con economía de autoconsumo, pequeños y
medianos productores, grandes extensionistas de tierra y las empresas agrícolas de
capital extranjero.
Los territorios de la exclusión
En la fase actual, los territorios rurales bien pueden ser considerados territorios de
exclusión. Sobre ellos se asientan procesos sociales, culturales y políticos diversos:
1) Los cambios en la familia: de la familia tradicional autoritaria a la familia como red de
relaciones comunitarias. Ante la pérdida de la centralidad de la casa rural como el
lugar de producción y consumo de los miembros de la familia, el eje sobre el que se
fundaba la visión del mundo de los miembros familiares varió. La casa rural, cada vez
en mayor medida, se convierte en un lugar de consumo donde los diversos miembros
de la familia deben proveer dinero para la subsistencia general. La ordenación del
mundo, el ámbito de la socialización primaria (Pepín, 1996) estaba anclada en el
destino conocido de los habitantes de la familia en relaciones sociales cuyas
variaciones estaban controladas por el grupo. En la actualidad, la dispersión de los
habitantes de la casa rural, por motivaciones económicas, principalmente, ocasiona
una pérdida de centralidad de esa visión del mundo. Sin embargo, la familia
tradicional ha cedido su lugar a la comunidad local, entendida ésta como una red de
relaciones comunitarias que otorgan identidad a los miembros de la ruralidad. Más
que identificarse con una familia en particular, las adhesiones se realizan a la
comunidad de origen.
2) Los cambios en la independencia: del autoconsumo a la dependencia material. Los
territorios rurales poseían un conjunto de procesos productivos que les permitían
conservar su independencia: cultivos de temporal, economías de recolección, caza de
temporada, pesca ocasional y otros. En la actualidad, la vinculación con la economía
dineraria ha disminuido las posibilidades de autoconsumo y los ha convertido en
territorios dependientes de los productos producidos por otros espacios de la
economía. Ello los lleva a un proceso doble de empobrecimiento: por una parte han
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perdido capacidad de generar los productos necesarios para la autosubsistencia, se
han convertido en espacios de la desproducción al perder capacidad de producción lo
que anteriormente producían. Por otra parte, su carencia de dinero (de producción de
dinero) les impide adquirir los elementos necesarios para la subsistencia.
3) Los cambios en la sociabilidad: los medios de comunicación. Los territorios rurales
son atravesados por medios informativos, sobre todo el radio y la televisión, que al
difundir modos de vida basados en los valores de la vida urbana, excluyen, vía la
discriminación y la disvaloración, las formas de vida tradicionales del ámbito rural. Se
convierten en nuevas fuentes de formación del sentido común, toda vez que son
espacios no controlados por las fuerzas sociales locales: la familia autoritaria
tradicional, la comunidad local, el Estado Nación. Con ello se producen, entre otros,
los siguientes efectos: a) disminuye la capacidad del Estado para controlar el flujo de
información a que son expuestos los habitantes; b) disminuye la capacidad de
cohesión de las sociedades nacionales y en su lugar, se fortalecen las adhesiones
comunitarias; c) se discuten, al menos se ponen en duda, los contenidos tradicionales
de los discursos sobre el cuerpo, la autoridad, el destino, la familia, etc.
4) Los cambios en la sociabilidad: la educación. Si bien los pobladores actuales de los
territorios rurales latinoamericanos tienen mayor escolaridad que una generación
anterior (CEPAL, 1994), estos cambios no se han convertido en mayores ventajas
para la actual generación de pobladores rurales. La adhesión racional a los
contenidos de la cultural escrita se ven fácilmente rebasados por el mecanismo de la
imagen que utiliza la televisión para difundir sus mensajes: la imagen moviliza la
dimensión afectiva de las persona y se contrapone a la dimensión que utiliza el texto
escrito (Tedesco, 2000).
5) Los cambios en la individuación: el más temprano desarrollo individual y mayor tiempo
de dependencia material. Los habitantes de los territorios rurales vivían el proceso de
desarrollo individual simultáneamente con la independencia generacional. Los jóvenes
rurales se independizaban de la familia de origen en cuanto tuvieran la capacidad de
reproducción
biológica
que
casi
siempre
coincidía
con
la
capacidad
de
autosostenimiento dentro de la economía tradicional. Las pautas establecidas por la
familia tradicional permitía una concordancia entre la maduración individual y la
independencia material. Este proceso, aunque era controlado por el mundo de los
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adultos, era referido a una simultaneidad en el tiempo. En la actualidad se observa
cada vez más una contradicción: los jóvenes rurales adquieren mayor autonomía
cultural a menor edad, vía acceso a mayores niveles de escolaridad, nuevos circuitos
de información, nuevas pautas valorativas, pero la autonomía material la adquieren
cada vez más tarde. El proceso de ingreso al mundo adulto se ha convertido en un
proceso más ágil en tanto que las posibilidades reales de actuar como adulto, vía la
independencia material, se torna más difícil.
6) Los cambios en la sociabilidad política: de súbdito del Estado Nación a la ciudadanía
trasnacional. Los pobladores de los territorios rurales latinoamericanos, tuvieron
pocas posibilidades para convertirse en ciudadanos “completos” (Calderón y Martínez,
2002) dentro de los Estados desarrollistas, los cuales conservaron a los habitantes del
mundo rural en “súbditos”: ciudadanos con derechos disminuidos, ante la
imposibilidad de ampliar los márgenes de la democracia. Esta condición permitió, a
las élites gobernantes, contar con una masa de población capaz de respaldar sus
políticas económicas y sociales. Actualmente, la intensa migración disparada por la
globalización económica ha convertido a los habitantes de los territorios rurales en
migrantes al interior de sus países, pero sobre todo, entre los países de la región y, en
especial, hacia los Estados Unidos. La vinculación con otros modos de vida, el
contacto con personas provenientes de otros países y la propia necesidad de
autoreferencia, ocasiona que los habitantes de los ámbitos rurales, inicien un proceso
de ciudadanización, tan sólo por la posibilidad de tener derecho a tener derechos en
el país de llegada (Calderón y Martínez, 2002). Esa situación, los lleva a su vez, a
replantearse la posibilidad de nuevas relaciones con el sistema político de su país de
origen. Es la posibilidad de ser sujetos en el ámbito internacional lo que permite la
ciudadanización local.
7) Los cambios en la sociabilidad política: la disminución del Estado. El Estado-Nación
cada vez tiene menos posibilidades para organizar y controlar los procesos que
ocurren dentro de los territorios rurales. Si anteriormente, el sistema escolar, el
sistema de informaciones, el de salud, las políticas sociales asistenciales permitían
conformar territorios con cierto grado de homogeneización (unidad nacional), los
procesos que atraviesan los territorios impiden que sea el Estado quien los regule.
Además, las transitoriedades que llevan a cabo los mismos pobladores de los ámbitos
rurales evitan que el Estado controle los procesos de socialización a los cuales se ven
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expuestos en otros países con el contacto con nuevas sociedades, en la resolución de
conflictos diversos, en los nuevos agrupamientos.
Nuevos usos del territorio: la construcción de lo simbólico cultural
Los territorios rurales, en tanto sociedades tradicionales están generando nuevos
contenidos en los diversos ámbitos donde los habitantes se socializaban: de la familia
como sistema de parentesco a la red comunitaria como base de la localización de
relaciones permanentes, de estabilidad y confianza; de las creencias religiosas como
marcos explicativos de acontecimientos personales y sociales, a una relación entre viejas
creencias y nuevas explicaciones, donde éstas se subordinan a las primeras; de la
tradición como proceso establecido para vincular el pasado con el presente, a la tradición
como sistema de ritos de pertenencia por donde puede transitarse hacia el futuro.
Los territorios rurales tienen, a su vez, una ventaja: al ser lugares donde la tradición
establece las formas como ocurrirá el cambio, disminuye la incertidumbre, propia de las
sociedades modernas. De ahí su alta adhesión por parte de los pobladores rurales, los
cuales, si bien pueden viajar de un territorio a otro, el regreso al territorio rural significa el
retorno a lo conocido, que, por lo mismo, otorga seguridad y donde hoy, es posible habitar
el futuro como posibilidad de existencia.
Si la globalización tiende a homogeneizar las desigualdades, se tendría que implementar
una globalización desde los territorios que reconociendo la diversidad regional, propusiera
un modelo social diferente
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