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1 Capítulo III LA LLAMADA “EDAD MEDIA” EUROPEA (DEL CASTILLO A LA CIUDAD) Este capitulo cubre el periodo histórico que los eruditos italianos del siglo XV llamaron “Edad Media”. Lo llamaron así porque ellos se consideraron, en aquel momento, herederos de un glorioso pasado greco-romano y consideraban como una edad “media” los siglos oscuros y poco relevantes que, creían ellos, mediaron entre la antigüedad clásica y la época en que vivían. Actualmente mantenemos el nombre de “Edad Media”, aunque no compartimos la misma visión sobre la cultura de aquel periodo. Y aunque se trate de una síntesis de historia universal, ese periodo de casi mil años de duración comienza y finaliza con acontecimientos de la historia europea: la caida del imperio romano de occidente en el año 476 y la caída del imperio romano de Oriente en el año 1453. Queda por ello suficientemente claro que una parte del imperio romano continuó existiendo en esta época, aunque ahora lo llamemos “imperio bizantino”. Del siglo V al XI se extiende la “Alta Edad Media” y del XII al XV la “Baja Edad Media”. Toda la Edad Media es un periodo de migraciones de pueblos y formación de estados en Europa y en Asia, tanto en las tierras que formaron parte del imperio romano como en los espacios centrales eurasiáticos y en el imperio chino. Las regiones que la emigración de sus pueblos a otros lugares deja deshabitadas serán ocupadas por otros pueblos procedentes de las estepas asiáticas o del norte del continente. Los nuevos reinos germánicos de Europa En la Europa Occidental, durante varios siglos se han ido asentando pueblos germánicos en un territorio muy ruralizado, en el que las ciudades y el comercio han perdido importancia. Estos pueblos han asumido elementos de la cultura de los pueblos romanizados donde se instalaban, entre ellos la lengua y la religión, y han ido conformando monarquías o estados diferenciados: los ostrogodos y luego los lombardos en Italia; los vándalos en el norte de Africa, en torno a Cartago, y en Sicilia; los suevos y los visigodos en la península ibérica; los francos y los burgundios, entre los Pirineos y el Rhin; los anglos y sajones en Gran Bretaña. Algunos de estos pueblos germánicos eran paganos; otros eran cristianos de tendencia arriana. Progresivamente se convierten al cristianismo de Roma, y aceptan la dependencia espiritual del Papa de Roma, y la ayuda de sus obispos y de sus monjes. El papado, en efecto, se había puesto decididamente del lado de los bárbaros romanizados y se había alejado del imperio romano de Oriente. Ese imperio, o Bizancio, durante el reinado de Justiniano (527-565) realiza un esfuerzo por recuperar los territorios conquistados por los bárbaros en Occidente y recrear el Imperio romano único. Durante cierto tiempo consigue ocupar el sur de Andalucía, el reino africano de los vándalos, Sicilia y la península itálica. Pero las conquistas duran poco, y al final de su reinado el Imperio Bizantino vuelve a limitarse a la península balcánica, Asia Menor y Egipto y la franja costera entre esos dos territorios. Al 2 este de las fronteras imperiales bizantinas se encuentra el imperio persa sasánida y al norte diversos pueblos alanos, avaros y gépidos. El pueblo franco y el emperador Carlomagno El papa, decíamos, ha apostado por los bárbaros. Y ha elegido a los francos, pueblo que consigue establecer cierta hegemonía sobre sus vecinos, que vence en Italia a los lombardos y que cede esa conquista al pontífice. El Papa, en el año 800, consagra al rey franco Carlomagno como nuevo emperador de Occidente. Ese imperio recreado de la Edad Media incluía Italia y Centroeuropa (entre los ríos Ebro, Po y Elba) pero se dividió en 843, por el tratado de Verdún, en tres reinos, uno central (Lotaringia o tierras de Lotario I), uno oriental (gran parte de Francia) y uno occidental (gran parte de Alemania). La dinastía finalizó a comienzos del siglo X, pero desde 962 continuará el Imperio con Otón I, que había frenado una nueva invasión de pueblos de las estepas, los magiares. El Islam, religión revelada y poder político En la Edad Media aparecen nuevos protagonistas de la historia: vikingos, mongoles y musulmanes. Estos últimos son, sin duda, los que mayor huella han dejado en toda la humanidad. El Islam es una religión que fue revelada a Mahoma, un comerciante de camellos que vivía en La Meca, una de las pocas ciudades que existían en Arabia, península que era una zona que atravesaban las caravanas de comerciantes que enlazaban Oriente y Occidente. Mahoma conocía la religión cristiana y la judía, y su revelación aunaba muchas tradiciones del Antiguo Testamento con preceptos y enfoques del mensaje de Jesucristo. El Islam era una religión sencilla y rabiosamente monoteísta, sin santos ni sacramentos, casi sin liturgia, en la que la relación del hombre con Dios era directa, sin complicaciones teológicas. El Islam identificaba el poder religioso con el político, y tenía además un fuerte componente árabe, nacionalista. No se trataba, sin embargo, de una religión exclusiva de un pueblo al estilo del judaísmo sino de una opción para todos los seres humanos. Los árabes islamizados se consideran, con todo, propagadores y guardianes de la nueva religión, y consideran como única fuente de derecho el Corán, el libro de las prédicas de Mahoma recogidas por sus discípulos. Parte de las obligaciones de todo buen musulmán, además de la oración diaria y la peregrinación a La Meca era la “guerra santa” para imponer la religión revelada a los infieles. Resulta asombrosa la rapidez de la expansión de los ejércitos árabes que imponen el poder político y religioso nuevo. Mahoma había muerto en el 632; veinticinco años más tarde, bajo el mandato de los “califas”, sus sucesores en el poder, el Islam controla la península arábiga, el imperio sasánida (actuales Irán, Turkmenistán y Afganistán), Oriente Medio (Siria y Palestina) hasta las fronteras del imperio bizantino en Anatolia, y Egipto. En el 711 atraviesan el estrecho de Gibraltar y conquistan con rapidez la Hispania visigótica, llegando hasta Poitiers, en territorio franco, en el 732. La historia todo lo explica (¡a posteriori, claro está!) Esa rápida expansión se debería a que muchos pueblos sometidos al imperio bizantino o al sasánida aceptaban a los musulmanes como liberadores. Fueron numerosas conversiones a una fe que no parecía tan distinta de la cristiana. Además, los nuevos señores practicaban la tolerancia religiosa hacia quienes querían seguir siendo “gentes del libro” (judíos y cristianos) a cambio de que les pagaran tributos. 3 La cultura islámica Los musulmanes no pudieron mantener su unidad política. Hubo guerras civiles y escisiones entre los partidarios de dos descendientes distintos de Mahoma, que llevaron en el siglo VII a la separación entre ortodoxos, o sunníes y chiitas, división que se sigue manteniendo. Los sunníes formaron un califato, con capital en Damasco, que se disgregaría en varias unidades políticas; los chiítas serán una minoría, que sólo predomina en algunas regiones, como el Irán. Durante la Alta Edad Media los países del Islam configuraban un universo culto, urbano y refinado, un ámbito de intensa actividad comercial, que representaba un curioso contraste con el ámbito cristiano europeo rural y atrasado. Los musulmanes cultivaron la medicina, la geografía, la filosofía, la poesía, con ingredientes griegos e hindúes. Como ejemplo recordemos que nuestra numeración “arábiga” y el “álgebra” tienen origen musulmán. Por todo ello podríamos considerar la civilización islámica como una nueva versión del intento de Alejandro Magno de armonizar la cultura oriental y la occidental. Claro que también podríamos considerarla como una cultura formada en ese amplio espacio intermedio entre Oriente y Occidente, ese espacio pivote que había sido escenario de persas sasánidos, partos, kusha, e imperio de Bactriana. Se extendía por la península ibérica, las regiones africanas al norte del Sahara, y el espacio desde el Mediterráneo Oriental al centro de Asia, a lo que hay que añadir, en el siglo X a los turcos seleúcidas de Asia Central que se convirtieron al Islam. Por el Oriente, pueblos islamizados reducían la extensión del imperio de Bizancio. Por Occidente los ejércitos musulmanes nunca llegaron a dominar las zonas montañosas asturianas y vascas. En tierras catalanas los francos avanzaron hacia el sur y se mantuvo durante varios siglos una frontera estratégica, o zona despoblada, entre cristianos y musulmanes en torno al Ebro y al Duero. Musulmanes y cristianos mantendrán un enfrentamiento intermitente durante la Edad Media en varias regiones fronterizas, especialmente en la península ibérica, donde tiene lugar la llamada “Reconquista”, y en Oriente Medio. El Feudalismo, la iglesia, los campesinos Pasemos a analizar la formación social característica de este periodo, en la Europa cristiana, el feudalismo. Se trata de la relación política y económica entre la masa de la población de un territorio reducido, los campesinos, ligados a la tierra que trabajan, y unos señores que reciben de los campesinos buena parte de su producción y otros servicios y que son la autoridad casi exclusiva de esos trabajadores. Habría que preguntarse qué había ocurrido con los esclavos, la base de la formación económica del imperio romano. Y, por otro lado, ¿qué tipo de justificación tenían los señores? ¿cómo conseguían la obediencia de los campesinos? A los reyes y señores no les preocupaba la aceptación por el pueblo de su monopolio del poder, de su “legitimidad”. Contaba la aceptación por sus iguales, por los otros señores, y contaba tambien la aceptación por la iglesia, la base ideológica de todos. 4 La esclavitud había ido perdiendo importancia y en su lugar se había desarrollado el “colonato” o vinculación de campesinos libres a la tierra, en un periodo largo que se extiende desde el siglo III hasta la fragmentación del imperio de Carlomagno en el siglo IX. Ese proceso se explica por características romanas y germanas. La sociedad romana, hemos visto, estaba ruralizada y las villas o explotaciones rurales eran el núcleo básico de la economía. Con una población escasa, el señor necesitaba trabajadores, a quienes ofrecía protección y trabajo. Se convertían en colonos los plebeyos o antiguos esclavos, o bien los bárbaros que se asentaban en un territorio. Los colonos trabajan las tierras del señor, y también explotan parcelas de uso propio. Por otra parte, en la sociedad de los invasores germanos la casta militar, los jefes guerreros, se convierten en una elite agraria al recibir de su soberano la cesión del poder y de la autoridad en un territorio a cambio de la fidelidad y de la obediencia, así como de la disposición para la ayuda bélica. El vasallaje y la dependencia feudal son relaciones personales, obligaciones sagradas e ineludibles que crean complejas redes de dependencia. Un individuo puede ser vasallo de varios señores y a su vez recibir el homenaje, la infeudación de otros. Esto ocurre con los reyes, que son soberanos de todos los vasallos del reino (condes, duques, señores) pero que sólo ejercen la autoridad total en las tierras de las que son señores. Lo mismo ocurre con obispos o monasterios que poseen tierras en las que son señores feudales, además de ejercer el poder espiritual sobre otros señores feudales. El complejo de relaciones feudales se extendió por buena parte de Europa y por ello se ha considerado que la clave de la Edad Media europea es esa formación social, y el antagonismo que engendra entre siervos y señores feudales. El señor vive en el castillo, conjunto sólido y fortificado, con su familia, sus caballeros y servidores, y domina las tierras de su señorío, en las que existen pequeñas aldeas. Las ciudades como tales no tienen gran actividad artesanal ni comercial. Prosperan los monasterios, también rodeados de tierras de su propiedad, que son a la vez centros culturales y económicos. La iglesia justificó el feudalismo y desarrolló una teoría adecuada, semejante a la explicación hindú de las castas, para explicar la expropiación del trabajo de los campesinos. La sociedad estaba dividida –decía- en tres órdenes: los que luchan y defienden la comunidad, los que rezan y los que trabajan. De este modo la coerción económica y política va ligada a la ideológica. Claro que la supuesta protección que recibe el campesino no la ha pactado libremente; es una situación en la que se ve inmerso por haber nacido en ese estamento, del que no puede salir. El campesino o “siervo de la gleba” está ligado a la tierra y ligado a su señor y a la iglesia, a la que mantiene mediante el pago de diezmos y primicias. Todo intento campesino de romper esta dependencia será tildado de herejía o de revuelta social y será duramente castigado. Los vikingos. Continúan las migraciones, pacíficas o violentas, de pueblos del centro de Asia, del área musulmana del Mediterráneo oriental y meridional, y de la península escandinava. Se trata, en este último caso, de incursiones de los vikingos o normandos, un pueblo que tal vez solucionaba su exceso de población organizando expediciones con navíos ligeros y rápidos y que en operaciones relámpago asaltaban monasterios o ciudades. En algunas regiones se instalaron de forma permanente, como en la Normandía francesa (como recuerda el topónimo), en las Islas Británicas, que conquistan a partir de la batalla de Hastings de 1066, en Islandia y en Groenlandia. Los normandos llegaron incluso al continente americano, aunque no fundaron allá ninguna colonia estable. Un grupo de 5 normandos, los “rus” remontaron los grandes ríos del norte del continente europeo y establecieron un reino en Kiev. En los siglos IX al XI los normandos pueden considerarse ya como comerciantes que dominan las rutas fluviales que conectan la Europa nórdica con Bizancio y con el mundo islámico. La recuperación de Europa A partir del siglo IX Europa inicia una recuperación demográfica y económica. El aumento de población provoca un aumento de los espacios cultivados; se talan bosques y se roturan nuevas tierras. Aumenta la producción agrícola gracias a un nuevo arado más pesado, y a la práctica del cultivo trienal. Mediante esta técnica, además de reducir el barbecho pueden dedicarse parcelas al cultivo de la avena y plantas forrajeras, necesarias para la alimentación de caballos y otros animales. La difusión de molinos de agua y de viento facilita además la obtención de harina y piensos. Aunque periódicamente sigan apareciendo sequías, hambres y epidemias, el crecimiento demográfico continúa desde el siglo XI. Con él se recuperan las ciudades, la actividad artesanal y el comercio. Hemos visto que en la Europa occidental los reinos “bárbaros” se han civilizado y han acomodado las tradiciones germánicas con las romanas. Más allá de la antigua frontera del imperio romano la cultura europea del sur llega por obra de la iglesia. Misioneros y monjes, enviados por el papa de Roma inician una labor que concluyen los soberanos al convertirse al cristianismo y obligar a su pueblo a convertirse, como habían hecho Clodoveo, rey de los francos en el 496 y Recaredo, rey visigodo de Hispania en el 587.Los sajones, vencidos por Carlomagno, fueron convertidos al cristianismo por la fuerza. Comunidades de monjes evangelizaron Irlanda en el siglo VI y desde allí pasaron a Gran Bretaña, donde los anglos y sajones adoptan el cristianismo en el siglo VII. Los monasterios se extendieron también por Francia y Alemania. El imperio de Oriente, celoso de su influencia en los pueblos vecinos, también asumió la labor misionera. En el siglo IX los santos Cirilo y Metodio inician la conversión de los eslavos, para quienes elaboran un alfabeto basado en el griego que se sigue llamando “cirilico”. En el 988 los “rus” de Kiev adoptan el cristianismo de Bizancio. Las ciudades en la Baja Edad Media En la llamada “Baja Edad Media” (siglos XI al XIV) frente a los castillos han surgido las ciudades como una clara alternativa, como un elemento dinámico frente al estatismo del mundo de los señores feudales. Las viejas urbes se renuevan, se crean mucha otras por iniciativa del rey o de nobles poderosos, que les conceden “fueros”, franquicias o constitución propia. En algunas regiones, especialmente en el norte de Alemania y el Báltico, y en Italia, aparecen ciudades autónomas, algunas de forma republicana (Génova, Venecia) que controlan el comercio mediterráneo, en competencia con Barcelona. La “Liga hanseática” de ciudades, por su parte, controla el comercio del Báltico hasta el siglo XIV En los talleres los artesanos producen mercancías que se intercambian con las de otras ciudades. El renacimiento comercial de la época desarrolla el transporte, especialmente el marítimo, mucho más fácil y seguro que el terrestre. También se reparan puentes y calzadas. Se celebran ferias periódicas, que son lugares de compraventa, contratación y cambio. Ferias famosas fueron las de Champaña en Francia, a donde 6 confluían mercaderes de Flandes, Inglaterra y de Italia; estos traían productos del mundo musulmán, y productos asiáticos lejanos. Las ciudades constituían islas de alta densidad de población en un océano de campos y tierras de labor. Estaban amuralladas, y las puertas se cerraban todas las noches. En su interior, un dédalo de callejas malolientes cuyas plantas bajas ocupaban talleres o tiendas. La ciudad crecía en altura; las casas estaban poco ventiladas y había frecuentes incendios, ya que la madera era la base de la construcción. La falta total de higiene facilitaba la propagación de enfermedades. No había en la ciudad zonas verdes, y los escasos espacios amplios, las plazas, servían para instalar mercados. Cuando en la ciudad no cabían más habitantes, había que extenderla más allá de sus límites, creando nuevos barrios, que quedarían dentro del perímetro urbano con la construcción de un nuevo tramo de murallas. Entre los “burgueses” hay una elite de nobles, letrados y profesiones liberales. Hay también campesinos, pero predominan los artesanos y comerciantes, que se organizan en cofradías o asociaciones (los gremios de zapateros, joyeros, herreros, guarnicioneros o tejedores) que controlan rígidamente la producción y los precios de su sector concreto, y que regulan las etapas de la profesión. Los miembros más adinerados de los gremios participan en el gobierno municipal. La monarquía y los burgueses Aunque los señores feudales sigan manteniendo la autoridad casi total en sus dominios y sobre sus campesinos, en el siglo XIII se afianza el poder de los monarcas, que actúan como jefes supremos en todo el reino y que se apoyan en las ciudades, normalmente independientes de los señores. Las ciudades pagan tributos al rey, y con ese dinero se costeará la administración del monarca y sus gastos militares. Para controlar los gastos, o al menos para conseguir ciertos privilegios a cambio de las contribuciones debidas, aparecen junto al consejo regio algunos representantes de los estamentos (clero, nobleza, ciudades); es el embrión de los parlamentos o cortes de los países europeos. Pero no son asambleas democráticas, ni tampoco una representación de las ciudades proporcional a su importancia. La mayoría de la población, los campesinos, viven al margen de esos cuerpos consultivos. Cultura urbana y estilos artísticos La ciudad es también un ámbito de cultura. Hasta entonces sólo sabían leer y escribir los monjes, y sólo había libros en los monasterios. En la Baja Edad Media se desarrolla en las ciudades escuelas catedralicias destinadas a los hijos de artesanos y comerciantes; en el siglo XIII las asociaciones de profesores y alumnos de algunas ciudades comienzan a funcionar de forma autónoma, con permiso del Papa; son las universidades, donde se enseña teología y también medicina, derecho, filosofía. En el siglo XIII el pensamiento medieval adapta la filosofía y la ciencia aristotélica al pensamiento cristiano; todo queda explicado por la razón y la revelación, como explica Santo Tomás de Aquino en la “Summa Teologica”. Y en algunos lugares como Toledo, se recuperan los clásicos griegos, casi desconocidos, y se incorporan los avances científicos y filosóficos de musulmanes y judíos. 7 Frente a la ortodoxia de la iglesia oficial, en los siglos XIII y XIV se difundieron algunos movimientos heréticos, que intentaron renovar el cristianismo y resaltar sus aspectos comunitarios. Una versión más manipulable por la jerarquía de esas inquietudes fueron las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos) de clérigos que abandonan el aislamiento y la opulencia de los monasterios para instalarse en la ciudad y ayudar a sus habitantes. Del arte medieval todos recordamos los estilos románico y gótico que, claro está, no afectan a la Europa de Bizancio. El primero de ellos se desarrolla al compás de una “fiebre constructiva” en los siglos XI y XII, y fue un estilo realmente pan-europeooccidental que siguió las rutas de peregrinación, como la de Santiago de Compostela. Se distinguen sus gruesos muros, sus bóvedas de cañón, sus frescos impactantes. A comienzos del XIII se propaga desde el norte de Francia un nuevo estilo, basado en una técnica arquitectónica ingeniosa, la de las ojivas o arcos apuntados, que permite cubrir edificios muy altos, y abrir en sus muros grandes ventanales. El “gótico” es un estilo de la ciudad, de sus catedrales, lonjas, ayuntamientos, palacios y torres. Las Cruzadas En los últimos siglos de la Edad Media los cristianos irrumpen en Oriente, en Palestina, ahora dominada por los turcos selyúcidas, de religión islámica, en operaciones militares denominadas “cruzadas”. Los cristianos quieren “liberar” los Santos Lugares, las tierras donde vivió Jesús. La primera cruzada tuvo lugar en 1085 , las dos siguientes en el siglo XII y unas cuantas más en el XIII. Mesnadas de caballeros lograron crear reinos “latinos” en aquel territorio e interferir y debilitar el imperio bizantino, que llegaron a querer derrocar. Las cruzadas alejaban de la Europa en crecimiento a la belicosa nobleza feudal. Y tras la espada llegaba el comerciante; las Cruzadas intensificaron los intercambios entre el Islam y con Oriente, de productos, de ideas, de cultura. En la península ibérica también hubo una forma particular e intermitente de cruzada, extendida durante varios siglos, la “Reconquista” de los territorios ocupados conquistados por los musulmanes en el siglo VIII. La crisis bajomedieval Hacia 1280 acababa el proceso de roturación de nuevas tierras, y a comienzos del siglo siguiente se quiebra el frágil equilibrio entre alimentos disponibles y volumen de la población. La sociedad europea entra en crisis. Las malas cosechas provocan desnutrición, enfermedades y muertes y facilitan la propagación de epidemias terribles como la llamada peste negra que en pocos años barre un tercio de la población europea, sobre todo la población urbana. Y por si eso no fuera poco, de 1339 a 1453 se extiende un largo enfrentamiento bélico entre Francia e Inglaterra que también afecta a otros países, la guerra de los cien años. Para el pueblo la guerra es una plaga: saqueos de campos y de animales, destrucción y pillaje. Paralela a la guerra de los cien años, en la iglesia católica se produjo un cisma. Primero el Papa trasladó su sede de Roma a Aviñón y luego hubo dos presuntos papas enfrentados, uno en Aviñón y otro en Roma. Los fieles quedaron desconcertados y perplejos. 8 Ante tal cúmulo de desgracias, el pueblo del campo y de la ciudad no se resigna y se lanza a la sublevación y a la revuelta contra sus señores, que mantienen inamovibles sus exacciones feudales. América y Asia. Los mongoles Hasta aquí, Europa. En el lejano continente americano en los siglos XIII al XV se desarrollaron grandes civilizaciones; la olmeca y la azteca en México; la civilización de las ciudades mayas en Yucatán y Centroamérica; el imperio inca en el altiplano peruano. Saldrán de su aislamiento al ser conquistadas por los pueblos ibéricos en el siglo XVI. En el continente asiático, este periodo está marcado, como en Europa, por las migraciones de pueblos del interior. La China se mantiene incólume durante la dinastía Tang (618-907), la civilización más avanzada del mundo en aquella época. Este periodo se ha considerado la edad de oro de la literatura y las artes plásticas chinas, y su influencia se extiende por todo el continente. En la capital, Chang’ an, de un millón de habitantes, convivían cristianos, musulmanes, budistas y mazdeítas. El esplendor chino continúa con la dinastía Sung (960-1279). En el siglo XIII al espacio chino llega una nueva oleada de nómadas del interior. Son los mongoles, pueblo de gran capacidad guerrera y civilizadora. Su jefe Gengis Khan (1204-1227) constituyó un nuevo imperio entre Oriente y Occidente, desde el Volga donde en 1222 vence a los rusos-, a las puertas de Viena y hasta Pekin, ciudad que saquea. Los mongoles consiguen conquistar todo el imperio chino e instaurar una nueva dinastía, la suya, la Yuan, que durará hasta 1368. Asentados en el poder, la “pax mongolica” favorece el intercambio entre Oriente y Occidente, y funcionarios musulmanes ocupan puestos destacados en la administración. De esta época es la llegada de franciscanos europeos en el siglo XIII, la creación del arzobispado católico de Pekín (1397) y el viaje de Marco Polo. Los mongoles pierden el imperio a mediados del siglo XIV a consecuencia de una serie de revueltas nacionalistas que restablecen una nueva dinastía china, la Ming. Los mongoles habían conquistado también el Irán, donde fundaron un imperio, y habían acabado con el califato abbasida de Damasco en el siglo XIII; en su lugar instauraron un “kanato” (o imperio del kan) mongol, que luego se escindirá en cuatro. Precisamente el avance mongol empujó a las tribus turcas nómadas del Turquestán a emigrar a Anatolia; allí desplazan hacia el oeste la población griega bizantina. En la primera mitad del siglo XIII ya son independientes y presionan al imperio bizantino; en 1354 conquistan Gallipoli, ya en Europa. En 1453 Mohamed II pone fin al imperio bizantino entrando en Constantinopla, que convierte en su capital. En los dos extremos del Mediterráneo europeo, Andalucía y el Bósforo, seguían enfrentándose moros y cristianos, como había ocurrido hacía ya siete siglos. -Y ahora, querido profesor Sai Long, ¿qué me dice? ¿Está equilibrada la visión del mundo en este periodo? 9 -Bueno, bueno, claro que no. ¡Qué me dice! Siempre lo mismo: primero, la Europa occidental, esa región que va de la península ibérica al río Rhin, o al Volga, si usted quiere. Luego todo lo demás. -De acuerdo, de acuerdo. Pero mis alumnos son europeos occidentales, claro, y quieren ver la historia desde su observatorio, desde su punto de vista. ¿Tan terrible le parece? -No digo nada. No quiero repetirme. Pero de todos modos, que sus alumnos comparen la “pax mongolica” con lo que ocurría en la otra punta de Eurasia. Y que se metan en la cabeza que en los siglos VII, VIII y IX el imperio más culto, más tolerante y más poderoso del mundo era el chino. Con eso tengo bastante. -Les diré que se lo metan en la cabeza. Y que estudien un poco a Marco Polo, uno de los europeos que quiso ser puente cultural entre dos mundos, entre dos civilizaciones -Bueno, bueno, por ahora me callo. Me reservo para los próximos siglos.