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El gobierno de los generales
Cayo Mario y Lucio Cornelio
Sila
El desarrollo de Roma proporcionó grandes logros, pero también
estuvo marcado por las tensiones sociales que pusieron en
grave riesgo el régimen republicano. Incapaz de resolver todos
los problemas, la clase patricia comenzó a perder su prestigio
político frente a los generales victoriosos que controlaban el
ejército. Al tomar para sí las dimensiones de su importancia y
popularidad, algunos generales comenzaron a competir por
cargos de magistratura.
En ese momento, el joven plebeyo Mario alcanzó el rango de
general en una temporada bastante peculiar. Los romanos
sufrieron con las invasiones de los teutones y cimbrios. Al
mismo tiempo, las tropas del ejército se desgastaron con los
conflictos deflagrados contra el reino de Numidia, liderado
por el monarca Jugurta. Para superar estas dificultades, Mario
reestructuró el ejército mediante la contratación de
mercenarios. Además, recompensaría a los legionarios con
salario, botines y parcelas de tierra al final del servicio
militar.
El nuevo modelo de organización del ejército romano había
convertido a los generales en personajes de enorme influencia
política bajo su mando. La responsabilidad de controlar el
valor de los salarios, botín y tierras para distribuirse era
de gran importancia para transformar la autoridad militar en
instrumento de influencia política. Después de liderar y ganar
estos dos frentes importantes, Mario tenía suficiente fuerza
política para ser elegido a cónsul.
Más que alcanzar la magistratura, este afamado general logró
ser reelegido por seis veces consecutivas, pasando por encima
de la ley que prevé un descanso de diez años para que alguien
pudiera apoderarse otra vez la misma magistratura. Apoyado por
sus logros y el hecho de ser plebeyo, Cayo Mario construyó una
proyección política que sólo podría obstaculizarse por la
acción del Senado romano. Sin embargo, uno de sus subordinados
sería responsable por amenazar a su hegemonía.
Lucio Sila se originó de una familia de patricios empobrecidos
y participó activamente en las luchas que aseguraron el
control del Reino de Numidia. Sin embargo, su gran oportunidad
para ascender políticamente sólo apareció en el momento de las
llamadas Guerra Sociales (91-88 a.C.), conflicto en el cual
los pueblos aliados a Roma decidieron organizar una revuelta
en la que formaría un gobierno autónomo que no reconocería más
la autoridad romana sobre sus asuntos.
El liderazgo de Sila en esos conflictos terminó estableciendo
el apoyo político de los patricios, que designaron a este para
el puesto de cónsul en el 88 a.C. En primer término, recibió
el control de la provincia de Asia y una misión para luchar
contra la acción expansionista propagada por Mitrídates I,
máxima autoridad del Reino del Ponto. Sintiéndose amenazado
por el rápido ascenso de su subordinado, Mario había tramado
una conspiración política con los miembros de la Asamblea
Tribunicia para interrumpir la magistratura de Sila.
Al enterarse de este plan, Sila avanzó con sus tropas a la
ciudad de Roma en busca de Mario y sus aliados políticos.
Acorralado por tal acción violenta, Mario se refugió en el
continente africano y permitió que los partidarios de Sila
asumieran distintas posiciones políticas importantes. Tras
ahuyentar a Cayo Mario, Sila regresó a los campos de batalla
para luchar contra el rey Mitrídates I. En tanto, Mario volvió
a Roma y consiguió ser elegido como cónsul.
El regreso de Mario no estableció un giro en la escena
política romana, teniendo en cuenta que el mismo murió pronto.
A su regreso a Roma en el año 82 a.C., Sila consiguió ser
elegido dictador por el Senado romano y pasó a perseguir a
todos sus enemigos políticos. Amplió el número de tribunas en
el Senado, extinguió el poder de los Tribunos de la Plebe y de
los caballeros en las provincias e impuso una edad mínima para
las magistraturas.
Algunos de sus aliados habían planteado la posibilidad de
transformar a Sila en emperador de Roma, pero su muerte
impidió la ejecución de este proyecto que daría fin a la
República. Con el fin de las disputas entre Mario y Sila, el
Senado comenzó a volver a ocupar la condición de la principal
institución política. Sin embargo, estas agitaciones
demostraron que el poder político se mostraba en aquella época
en manos del ejército y de la plebe urbana.