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Capítulo III Los portugueses El Libro de los Pioneros 171 172 El Libro de los Pioneros S e establecieron en Comodoro Rivadavia desde los primeros años de la fundación de la ciudad con personajes referentes como Sebastián Peral. Este grupo migratorio fue incrementando su presencia entre 1910 y 1940 para entrar en una etapa de declinación después de 1950. Comodoro Rivadavia fue uno de los núcleos más importantes de localización de inmigración portuguesa en la República Argentina, con la particularidad de que gran parte de los portugueses establecidos en la ciudad provinieron de la región de Algarve, en el sur del país de origen. Los portugueses fueron el cuarto grupo en organizarse institucionalmente en la Asociación Portuguesa de Socorros Mutuos (1923). El Libro de los Pioneros 173 174 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES Reseña histórica El Libro de los Pioneros 175 176 El Libro de los Pioneros RESEÑA HISTORICA Los Portugueses L a comunidad portuguesa de Comodoro Rivadavia tiene como uno de sus principales referentes históricos a Dom Sebastião Peral, quien fue el primero que llegó a la ciudad en 1904. Ya en los comienzos de este pequeño poblado, los lusitanos formaron una incipiente comunidad dispuesta a contribuir con su trabajo a forjar la pujante ciudad. Los portugueses, en su mayoría provenientes de la región del Algarve, se adaptaron a estas tierras secas y ventosas, a los rigores de su clima, añorando su tierra lejana. Ese sentimiento los unía y pronto se decidieron a dar vida a la institución que reuniría a todos los paisanos, para mitigar “as saudades da Terra”: la Asociación Portuguesa de Beneficencia y Socorros Mutuos de Comodoro Rivadavia. Fue fundada el 7 de octubre de 1923, en una Asamblea presidida por don José Guerreiro. Además de su objetivo mutualista, pretendía contener social y culturalmente a los numerosos inmigrantes lusitanos y trascender a toda la comunidad comodorense. Al tiempo que daban cobertura a sus asociados, colaboraron con las instituciones de bien público: Casa del Niño, Hospital Municipal, clubes locales que se iban creando para cubrir los requerimientos de la población. Los portugueses contribuyeron al crecimiento de la ciudad que les dio cobijo. Cultivaron la tierra. Levantaron casas, edificios, iglesias. Ningún oficio les fue extraño: hubo herreros, albañiles, carreros, pescadores, labriegos, almaceneros, tenderos, peluqueros, zapateros, mecánicos, electricistas, pintores, panaderos, petroleros. El trabajo fue siempre arduo. Un ejemplo del tezón depositado en estas tierras es su primera sede: adquirieron un terreno, en febrero de 1927, y a los pocos meses ya habían construido e inauguraban el salón que sería la sede por mucho tiempo, en calle Belgrano 756. Esta sede se amplió, y ha sido el orgullo de los asociados, en cuyas instalaciones se reunían y planificaban las hermosas fiestas patrias, del 5 de octubre, día de la República Portuguesa, día de Portugal , 1 de diciembre, día de la restauración de la independencia, etc. La gran afluencia de público los impulsó a dar un trascendental paso: adquirir un salón de fiestas. La Asamblea del 6 de setiembre de 1942 aprobó unánimemente la moción de la Comisión Directiva y adquirieron el edificio del Cine Rex, ubicado en la calle San Martín 755. Otro gran logro, fruto de la unión y la cooperación. La compra se pudo concretar gracias El Libro de los Pioneros 177 178 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES / RESEÑA HISTORICA a un “empréstito interno”: un bono que fue adquirido por cada socio y que la entidad rescató más tarde. Todos colaboraron para que la institución se materializara en lo que se convirtió en un símbolo de la ciudad: el tradicional y popular Salón Luso de la calle San Martín. El Salón Luso fue durante seis décadas escenario de fiestas de gala, de bailes populares, de actos culturales, de recitales famosos, de los célebres e inolvidables bailes de carnaval, de romerías, de conciertos, de actos y ceremonias públicas, de noches de teatro, de veladas cinematográficas, de bailes estudiantiles, de encuentros de tango, de conferencias. En la actualidad, los objetivos fueron mudando con el transcurso del tiempo: las necesidades en cuanto a la cobertura de salud en las primeras décadas del siglo XX fueron disminuyendo al ser asumidas por el Estado y las instituciones especializadas, de manera que la Asociación Portuguesa pone más esfuerzo en la difusión de las tradiciones, la cultura, la historia, la lengua de la Patria Madre, con el fin de “mantener la portugalidad heredada de nuestros mayores” z El Libro de los Pioneros 179 180 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES Personalidades El Libro de los Pioneros 181 182 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES / JOSE MARIA AMADO Quando a alma não é pequena N ació el primer día de Septiembre de 1936, en un pequeño pueblo del sur de Portugal llamado Boliqueime. El tiempo no desprende de su alma los colores de la aldea, las sensaciones del aire perfumado en la cara, en los pulmones, la caricia de la hierba en sus piernas. Domada, todavía se agita la nostalgia bajo el recuerdo de esas “correrías” y la “intensa alegría de vivir” de la infancia. Amado tiene 75 años y tecleando en su computadora portátil, evoca la leyenda de los almendros, plantados en el soleado Algarve por orden de un príncipe desesperado, que quiso sanar a su princesa de su “saudade”. Su amada había llegado a Portugal desde los países nórdicos y añoraba la nieve. Él, procede de Portugal. Los colores de su infancia son los colores del campo cultivado y las praderas floridas. “Campos que en invierno se vestían de gala con el color blanquísimo de los almendros en flor, pétalos que cuando se deshojaban daban la impresión de un manto de nieve”. El doctor acuna recuerdos poéticos de su niñez. Bellos como piedras en el tiempo. A los malos momentos no aplica atención. A su “saudade” la distrae trabajando, o la cubre de fados u otras piezas de la música portuguesa. Es un vocablo portugués de definición complicada. Pero no hay tal vez otro concepto que represente mejor ese sentir común de inmigrantes, desterrados y exiliados de la tierra o del amor. Perfil Saudade “expresa un sentimiento afectivo primario, z José María Amado nació el 1ro próximo a la melancolía, estimulado por la distancia tempode Septiembre de 1936 en ral o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolBoliqueime, en el sur de Portugal. ver esa distancia”. Llegó a la Argentina con 12 años. El escritor portugués Manuel de Melo la definió en 1660 Es doctor en medicina. Fue desde como “bem que se padece e mal de que se gosta”. estudiante un prolífico militante A José María le producen una “agradable emoción” los de la cultura portuguesa. Esta olivos de su infancia. El recuerdo de los “algarrobos, robles, casado desde 1966. Tiene tres encinas y citrinos”. Las higueras le devuelven el sabor intenhijos z so de aquellos veranos, de su niñez vivida al compás de la El Libro de los Pioneros 183 184 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES / JOSE MARIA AMADO “bella y simple” naturaleza. El lado dulce de su saudade tiene el sabor de aquellos higos, la música sinfónica de las cigarras que elevaban en el verano su canto desde las frondosas arboledas, el aroma de sus manos llenándose de amapolas, margaritas, lavandas, violetas y “rosmaninhos” camino a la escuela. Era larga esa caminata pero gozosa. Llena de fantasía y de jugar con pájaros y mariposas, lagartijas, pequeñas culebras, insectos de todo tipo. “Así fue hasta que un día el destino apuntó hacia América. Esa tierra de promisión donde buscaron una vida mejor muchos miles de europeos, acuciados por las desgracias de la guerra”. Así escribe Amado: “Muchos portugueses, con el alma llena de saudades, pusieron proa a una nueva vida. Entre los desarraigados, desgarrados por la despedida, estábamos mi madre, mi hermana y yo”. Habían estado esperando ocho años el encuentro con el padre, con el esposo, en la tierra prometida. “Una persona necesitada de trabajo no podía cruzar el océano con una familia”, responde ahora, en el living de su casa, el doctor en reposo. Su padre tenía en la casa un lagar y sus olivos. Los vecinos acopiaban ahí sus cosechas y producían el aceite en la casa de José María, donde además había un bar, también atendido por su padre. Pero eran tiempos duros. El doctor teme no ser veraz. Acuerda que la memoria humana es una máquina compleja. Que acumula y edita con voluntad propia los fragmentos de la vida. Que maquilla detalles, sintetiza procesos, vela episodios enteros. La memoria nos protege del pasado, por recuerdo u omisión. José María teme no ser fidedigno y se resiste a entrar en detalles. Tenía cuatro años cuando su padre marchó del pueblo en carreta hasta la estación de tren, de allí al puerto, de allí a cruzar el océano que lo distanciaría por casi una década de su familia. “Habría dos kilómetros hasta la estación del ferrocarril. Tengo leves recuerdos de ese trayecto. Tengo la sensación de que no son muy preciso” dice Amado, y acomoda contra las cejas sus clásicos, gruesos anteojos. Está cruzado de piernas en su sillón frente a la televisión. Lleva entrelazados sobre el pecho los dedos y masajea sus manos. A una cuadra de acá queda el monumento a los portugueses. Anochece sobre Comodoro Rivadavia. La televisión se enciende de repente y susurra música característica. El programa de grabación se activa y el satélite conecta la casa de Avenida Portugal con Portugal. “La necesidad y la ansiedad de juntarnos a mi padre, que había emigrado a Argentina ocho años antes, superó todos los sufrimientos y a bordo del buque argentino ‘Córdoba’ pusimos rumbo al futuro. Emigrantes de tercera clase, sin ningún confort, tuvimos que soportar una travesía de veinte días que parecía no terminar nunca”. Amado no responde si le gusta escribir. Sólo dice que no le cuesta. Mide cada palabra que pronuncia. “Los escasos años no me permitieron captar la verdadera dimensión trágica de un viaje que a los adultos atormentaba con un estado permanente de nauseas y vómitos, provocados por el continuo balanceo del barco y el penetrante olor a pintura y a comida que había a bordo”. Cuando al fin avistó Buenos Aires asomó el cuerpo a las barandas del barco y empezó a buscar en el puerto el rostro huidizo de ese hombre. José María Amado tenía ya 12 años. Tenía 4 cuando se había despedido de él. Recién dio con su padre en tierra firme, escudriñando sobre los hombros de la multitud de viajantes. Un perfil familiar se dibujó en la maraña. Enseguida reconoció su abrazo. “Ahora, cuando él ya emprendió su último viaje, lo recuerdo con cariño, admiración y El Libro de los Pioneros 185 186 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES / JOSE MARIA AMADO agradecimiento. Su sacrificio por la familia es para mí una eterna deuda. Su ejemplo de hombre de bien, su cariño por los suyos, por su patria de nacimiento y por su patria de adopción merecen todo mi homenaje”. El padre llegó a Comodoro a trabajar en campos de petróleo. Pero era un hábil carpintero. Era en su taller donde moraba con alegría. La familia Amado llegó a afincarse a la casa que él había alquilado para reunirlos, en calle Ameghino. El viaje desde Buenos Aires a Comodoro fue sólo un apéndice de la odisea. “Mitad en tren, mitad en ómnibus. Además de la distancia, la presencia molesta del viento y la tierra”. Después de casi un mes de salir de Lisboa, la madre y los hijos llegaron sacudidos por el ripio, cubiertos de polvo, a la tierra del petróleo, “distinta de Boliqueime en casi todo. Sin árboles, sin flores ni pájaros. Sin campos sembrados ni huertos”. Pero estaban juntos, José María, su padre, su madre, su hermana “y un futuro promisorio que Dios nos ayudaría a construir”. El portuguesito había terminado el ciclo primario en su país y no había vuelto a la escuela. Acá lo ubicaron en 4to grado, con otros de 9 años. “Pero todo transcurrió normalmente. Sin situaciones difíciles, ni problemas importantes. Una buena adaptación al nuevo medio y a una cultura y costumbres no muy diferentes a las que estaba acostumbrado”. En la Escuela 119, Nicolás Avellaneda, José María aprendió a hablar castellano, hizo amigos, recibió de las maestras Grimaldi y Rolé cariñosa enseñanza y fue escolta de la bandera adoptiva. Pasó después al Colegio Nacional Perito Moreno, que estaba en el kilómetro 3 y que se mudó por entonces al señorial edificio que todavía lo alberga. Después de cinco años de Bachiller decidió estudiar en La Plata. Por un lado lo estimulaba el doctor Alustiza, profesor de Higiene. Así lo escribió Amado, reservado. Ahora reconoce que también lo inspiró su padre. Su salud debilitada. El hubiera querido conocer ya entonces la forma de aliviar sus dolores, menguar sus pesares. José María volvió a migrar para estudiar Medicina en la capital bonaerense. “Corresponde hacer una acotación –escribe en este punto—. Tengo una hermana, la señora María Amado de Martín, a quien debo importantes atenciones. Primero su gran cariño, pero su ayuda, desde mis tiempos de estudiante, ha sido vital. Su proverbial magnanimidad no es una postura. Es su esencia”. María es cuatro años menor. “Mientras yo estudiaba ella trabajaba”, explica el doctor. La situación no era holgada en la casa familiar y también él debía trabajar para costear su estadía Su propia vida es la historia de un trabajo intenso. Después de su actividad fundacional en La Plata y Villa Elisa, en la Asociación Portuguesa de Comodoro Rivadavia fue secretario y presidente. También fue presidente del Club Deportivo Portugués y de la Comisión Fundadora de Comunidades Extranjeras, responsable de la edición de la primera revista de la Asociación local y autor de su escudo. en La Plata. “La recuerdo haciendo esfuerzos por toda la familia”. No tiene dudas sobre eso. Dice que no sólo es recuerdo. Que “es una realidad. Es de ahora”. Fue en la ciudad de las diagonales donde José María tomó contacto con la Comunidad Portuguesa, y también con sus paisanos de Villa Elisa, que eran muchos. “Me llamó la atención que no contaran con una institución que los congregara para confraternizar”, reunirse, festejar y entonces, “acompañado por otros entusiastas”, se puso “manos a la obra”. Se convirtió en el secretario fundador del Círculo Cultural Portugués, que hoy es la Casa de Portugal de Villa Elisa. Volvió a Comodoro Rivadavia convertido en Doctor en Medicina. No barajó otra alternativa. “Esta ya era mi ciudad”. Empezó a trabajar en la Guardia y en Clínica del Hospital Vecinal. Cuando se inauguró pasó al Hospital Regional y a la par comenzó a trabajar en el Sanatorio de la Asociación Española. Hizo además guardias en el Hospital de Petroquímica y en el Alvear, y también en Astra. Hoy sigue trabajando. Tiene 75 años. Su consultorio sigue abierto en La Española. “A lo largo de casi 45 años de mi vida como médico –escribe Amado— he tenido innúmeros episodios que me han dejado profundas huellas. No es este el momento para efectuar el relato detallado de todos ellos. Mencionaré tan sólo uno, que considero de lo más importante. Mis hijos nacieron todos en el Sanatorio y en uno de los partos de mi señora el obstetra que la asistía no logró llegar a tiempo por lo que debí asumir yo el trabajo de partero. Es una gran responsabilidad ser padre. Ser padre, partero y médico es una responsabilidad dramática”. En simultáneo a su carrera profesional formó una familia, tuvo tres hijos, y desarrolló una militancia intensa, comprometido con la defensa y la promoción de la cultura portuguesa. Lo que a Amado le ha gustado de sus paisanos, es que “son gente de bien, de trabajo, honrados. Que no dan trabajo a la policía. Por regla general el portugués es una persona tranquila (no sé los descendientes). Son una comunidad que goza de buen prestigio. Una cultura. Gente acostumbrada a luchar y a saber que uno más uno son dos. Y que la solidaridad es un hecho importante. Ellos se han ayudado mutuamente para superar una contingencia desagradable como la emigración”. José María se casó en 1966, con Noemia Correia, portuguesa. ¿Podía ser de otra manera? El Libro de los Pioneros 187 188 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES / JOSE MARIA AMADO “No tenía por qué serlo... Pero gracias a Dios fue”, dice Amado, y sonríe. Los hijos nacieron en 1967 Mariela, en 1969 Ricardo y en 1974 Rodolfo. Amado dedicó gran parte de sus días a sanar cuerpos y a aliviar entre sus paisanos los dolores de la saudade común. “Organizar una audición de música portuguesa era una forma de llenar el vacío. El argentino no tiene nostalgia de un fado –dice—. Pero yo tenía tanto interés de mantener mis costumbres, como de difundirlas. Tenía la inquietud de compartir, de intercambiar. Yo todavía era chico cuando vine. Los recuerdos no me podían atar demasiado. Pero a mi siempre me había llamado la atención la historia de Portugal. Y eso era lo que quería compartir con la gente. Portugal es un pequeño país que llegó a repartirse el mundo con España. Me impresionaba y me sigue impresionando el espíritu de aventura del portugués, su trascendencia a través del tiempo, cómo se supo hacer un lugar en el mundo”. Cada tanto el doctor relee Os Lusíadas, el canto épico que narra la Historia y las aventuras de los navegantes de su país. A una cuadra de su casa, el monumento a los portugueses reúne las representaciones escultóricas de una carabela, del mundo y de ese libro. Julio Dantas, Camões, Bocage, Almeida Garrett, Guerra Junqueiro, Eça de Queirós , Júlio Dinis, Fernando Pessoa... gusta de la literatura y prefiere a los portugueses. Aunque “De los Apeninos a los Andes”, del italiano Edmundo de Amicis, es una de las primeras y más recordadas lecturas de su infancia. La historia lo “deslumbró”. La leyó ya estando en la Argentina, en castellano. Estaba entrando a la adolescencia. “Hace mucho tiempo un muchacho genovés, de trece años, hijo de un obrero, viajó desde Génova hasta América sólo para buscar a su madre –dice ese cuento juvenil—. Ella se había ido dos años antes a Buenos Aires, capital de Argentina, para ponerse al servicio de alguna casa rica y ganar así, en poco tiempo, el dinero necesario para levantar a la familia, la cual, por efecto de varias desgracias, había caído en la pobreza y tenía muchas deudas. No son pocas las mujeres animosas que hacen tan largo viaje con aquel objetivo. Gracias a los buenos salarios que allí encuentran las personas que se dedican a servir, éstas vuelven a su patria, al cabo de algunos años, con algunos miles de pesos”. Por aquellos años era la literatura y la radio de onda corta. Ahora mantiene su contacto con Portugal por todos los medios posibles. Televisión por satélite. Correspondencia. Diarios por correo. Internet. José María Amado es cónsul honorario de Portugal en Patagonia. Es una de las funciones que conserva de su prolífica actividad de gestor cultural, dirigente institucional, portugués militante. La otra es en el programa “Música de Portugal”, que últimamente se emite los domingos al mediodía por FM Plus. Ya lleva 27 años en el aire. Lo conducen su hermana y su cuñado. “Tengo una familia de la que me enorgullezco. Mi hermana María es presidenta reelecta de la Asociación Portuguesa. Mi hermano Daniel es Secretario. Mi señora y mis hijos son miembros de la Comisión Directiva. Mi cuñado Raúl posee amplios conocimientos de nuestra cultura y ‘fala portugués’”. El doctor gusta de la música y especialmente de la portuguesa. “Le tomé el gusto escuchándola en los espectáculos que hacía la comunidad en el Salón Luso. Tiempo atrás era muy difícil conseguir música y libros. No había difusión de nuestra cultura. Yo como pude me fui armando de una discoteca”, que hoy reúne más de 1000 títulos entre discos de pasta, cassettes, CDs y DVDs. De joven escuchaba su música por onda corta. La emisora internacional de Lisboa. Pero su gozo mayor estaba en las actuaciones en vivo, en el Luso. Cuando llegaban artistas portugueses a tocar “era un acontecimiento”. “Me llamaba la atención cómo la gente que no vivía en Comodoro, sino en los alrededores, en las quintas, tenían semejante entusiasmo por reunirse en esas ocasiones”. Para el doctor también es un orgullo la laboriosidad que cifra su gen portugués, y dice que también la honradez es signo distintivo de los paisanos. Su propia vida es la historia de un trabajo intenso. Después de su actividad fundacional en La Plata y Villa Elisa, en la Asociación Portuguesa de Comodoro Rivadavia fue secretario y presidente. También fue presidente del Club Deportivo Portugués y de la Comisión Fundadora de Comunidades Extranjeras, responsable de la edición de la primera revista de la Asociación local y autor de su escudo. Tuvo de los mayores reconocimientos por su trabajo en la expansión de la cultura portuguesa, su historia y sus valores. Fue condecorado por el Estado de Portugal en dos oportunidades: con la medalla de la Ordem Infante Dom Henrique, grado comendador, y con la medalla al mérito de las Comunidades Portuguesas. También recibió la medalla al mérito del Consejo de Comunidades Portuguesas de la República Argentina. El Libro de los Pioneros 189 190 El Libro de los Pioneros LOS PORTUGUESES / JOSE MARIA AMADO Amado escribió parte del relato de su historia desde su casa, y ahí mismo accedió a una entrevista complementaria. Estaba descansando por prescripción médica. También recibió una plaqueta de reconocimiento de la Asociación Española cuando cumplió 3 décadas en el sanatorio. Es un hombre inquieto. No veía la hora de volver a su consultorio. Una tarde se entretuvo escribiendo estas líneas. “He tenido la suerte de poder volver al país que me vió nacer en ‘romagem de saudade (peregrinar, transitar)’. Fue un reencuentro de dos que se quieren. Fue un momento emotivo, con mucha alegría. Un abrazo de saudades”. Volvió a su casa natal, a tocar sus ladrillos. Encontró el bar, el lagar, el aroma familiar. A su boca volvió el sabor del pan tostado, regado con aceite de oliva y ajo. Viajó primero en el 75 y regresó en el 89. “Me impresionó la modernidad y el progreso del país que avanza, codo a codo, con los demás países europeos, sin por ello descuidar su tradición y su cultura popular”, destacó el doctor sobre el final de su escrito, cuando ya era tiempo de despedirse. “A modo de colofón de este modesto relato que seguramente tiene similitud con la mayoría de los demás emigrantes, termino con la sentencia del célebre Fernando Pessoa: “¿Valeu a pena? Tudo vale a pena, quando a alma não é pequena” z