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Historia de España
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Historia de España
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EXTREMADURA
CONVOCATORIA JUNIO 2009
SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO
AUTORA:
Marta Monje Molina
Opción A
Cuestiones
 El texto es una fuente secundaria de carácter historiográfico. Se trata de un fragmento de Compendio de la
Historia de Tito Livio, obra de Lucio Anneo Floro (siglo I
d. C.-siglo II d. C.), historiador latino de origen norteafricano que vivió en Tarraco (Tarragona) en época del
emperador Adriano. Floro escribió además un Compendio de la historia romana.
Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.), el autor compendiado, es uno
de los grandes historiadores romanos. Escribió una Historia de Roma desde su fundación (Ab urbe condita), compuesta por 142 libros, de los que solo se conservan 35.
Organizada en décadas, la obra abarca desde la fundación de la ciudad a mediados del siglo VIII a. C. hasta el
9 a. C., aunque la parte conservada solo alcanza hasta
el 167 a. C. El resto de su Historia es conocido por una serie
de resúmenes llamados periochae, y por los extractos de
otros autores, como es el caso de Floro. Tito Livio escribió las Décadas, nombre con el que también es conocida su obra, en época de Augusto, es decir, fue contemporáneo de los hechos que se narran en el texto
analizado. Precisamente los libros CXXXIV-CXLII tratan el
principado de Augusto hasta la muerte de Druso en
Germania (9 a. C.) e incluyen las noticias sobre las guerras cántabras que compendia Floro. Considerada un
modelo de relato histórico, la Historia de Roma desde su
fundación sirvió de inspiración a numerosos autores,
desde Plutarco a Maquiavelo, y es una fuente de primer
orden para el conocimiento de la historia romana. Sin
embargo, a la hora de valorar sus informaciones debe
tenerse en cuenta la falta de rigor con que Tito Livio eligió algunas de sus fuentes y el propósito con que escribió su obra, ensalzar la grandeza de Roma, espíritu que
también guió a Floro.
El marco cronológico al que hace referencia el texto
corresponde a la última fase de la conquista romana de
Hispania —nombre que recibió la Península Ibérica en
la Antigüedad—, que tuvo lugar entre los años 31 a. C. y
19 a. C. Augusto, el César al que se refiere Floro, viajó a
Hispania para dirigir personalmente la lucha contra los
cántabros y astures en 26 a. C., cinco años después de
iniciadas las hostilidades. En 25 a. C. dio por concluida la
campaña y regresó a Roma.
El verdadero nombre de Augusto era Cayo Octavio.
Sobrino y ahijado de Julio César, venció a los republicanos primero y, posteriormente, a Marco Antonio (Accio,
31 a. C.) en la larga guerra civil que se desató en Roma
tras el asesinato del dictador (44 a. C.). Tras ser proclamado Augustus (27 a. C.), instauró el Imperio en Roma.
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Floro menciona en el texto unos pueblos irreductibles,
los cántabros y los astures, que habitaban en el extremo
norte de Hispania, entre los Pirineos y el océano Citerior
(mar Cantábrico), la única porción de territorio peninsular aún no dominada por Roma a finales del siglo I a. C.
Cántabros y astures eran pueblos de origen celta; los
primeros habitaban un espacio geográfico algo superior
a la actual Cantabria, mientras que los astures se extendían por Asturias y León.
El objetivo del autor es justificar la conquista romana de
este territorio. Por eso subraya la dureza de estos pueblos —tenían un ánimo de rebelión «resuelto, duro y
pertinaz»— y utiliza un lenguaje que indica un sentimiento de superioridad cultural —hubo que someterlos
«como se hace con las fieras»—. Aduce Floro además las
constantes incursiones contra los pueblos limítrofes,
aliados de Roma: vaceos, turmogos y autrigones. Los
vaceos eran un pueblo celtíbero que ocupaba un
amplio espacio de la Submeseta Norte. Los turmogos,
también celtíberos, habitaban las actuales provincias de
Burgos y Palencia, mientras que los autrigones se situaban en los límites de las actuales comunidades autónomas de Cantabria y País Vasco.
Asimismo, en el texto se ensalza la figura de Augusto,
que dirige personalmente la campaña desde Segisama
—actual Sasamón (Burgos), habitada por los turmogos y
que aún conserva restos de la calzada que unía Caesar
Augusta (Zaragoza) y Asturica Augusta (Astorga)—, y se
destaca la dificultad de la conquista en la descripción
del ataque por sorpresa de los astures. La lucha con un
enemigo «tan fuerte» hubiese sido incierta de no haber
sido por la traición de los brigicinos, un pueblo asentado
en la zona de Benavente cuya capital era Brigaecium.
Como conclusión, el texto constituye una fuente útil
para conocer la situación y la disposición frente a Roma
de los pueblos prerromanos que ocupaban el norte de
la Península Ibérica a finales del siglo I a. C., aunque no
aporte informaciones sobre las formas de vida de estos
pueblos ni sus intereses; más bien refleja el tipo de
incomprensión que suelen adoptar los pueblos conquistadores con respecto a los conquistados. Asimismo, el
fragmento muestra uno de los aspectos característicos
de la política de Augusto: asegurar el limes o frontera
exterior del Imperio, tal y como hizo en el Rin, en el
Danubio y en Panonia. Sin embargo, se oculta una razón
importante de la campaña contra cántabros y astures: el
control de los recursos mineros de las zonas que ocupaban estos pueblos. Por todo lo dicho, el texto de Lucio
Anneo Floro puede considerarse un buen ejemplo de
literatura imperialista.
Historia de España
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EXTREMADURA
 El inicio de la conquista de Hispania por Roma se sitúa
en el contexto de la pugna entre Roma y Cartago por el
control del Mediterráneo occidental. Tras su derrota en
la Primera Guerra Púnica (264 a. C.-241 a. C.), Cartago
abandonó Sicilia y concentró su expansión territorial en
la Península Ibérica. Ante el recelo de Roma, ambas
potencias acordaron delimitar sus respectivas áreas de
influencia en Hispania por el Tratado del Ebro (226 a. C.),
en el que se estableció que este río sería el límite máximo
del avance cartaginés. Roma, además, situó bajo su protección algunas ciudades del Levante, como Sagunto. La
conquista por Aníbal de esta ciudad (219 a. C.) desencadenó la guerra. Antes de que Roma pudiera reaccionar,
el general cartaginés atravesó los Alpes con su ejército e
invadió la península itálica. Una vez allí derrotó a los
ejércitos romanos en Trebia, el Lago Trasimeno y Cannas. Ante su inferioridad militar, los romanos decidieron
aislarlo en Italia mientras atacaban sus bases de aprovisionamiento en la Península Ibérica. En 218 a. C. Roma ya
había desembarcado un ejército en Emporion, iniciando
la conquista de Hispania, que se desarrolló a lo largo de
doscientos años (siglos III a. C.-I a. C.) en cuatro fases.
쐌 Victoria de Roma sobre Cartago (218-205 a. C.). En
218 a. C. Roma envió a Hispania un ejército dirigido
por los hermanos Cneo y Publio Escipión, que estableció su base de operaciones en Tarraco. En los años
siguientes, ambos generales avanzaron hacia el sur
por el Levante y se internaron en el valle del Guadalquivir, pero fueron derrotados y muertos en las batallas de Castulo e Ilorci (Lorca), ambas en 211 a. C. Un
año después, Publio Cornelio Escipión desembarcó
en Hispania con un nuevo ejército. Utilizando también
Tarraco como base de operaciones, el general romano
conquistó Cartago Nova (Cartagena, 209 a. C.), derrotó
a los cartagineses y completó la campaña con la
toma de Gades (Cádiz, 206 a. C.).
쐌 Sometimiento del interior peninsular (205-133 a. C.).
Para la administración de los territorios conquistados,
Roma estableció dos provincias en 197 a. C.: la Hispania Citerior (costa levantina y valle del Ebro) y la Hispania Ulterior (valle del Guadalquivir y resto de la
costa mediterránea). En los primeros años de dominación romana estallaron una serie de revueltas que
fueron sofocadas por Marco Porcio Catón y Tiberio
Sempronio Graco. Al mismo tiempo, la conquista
avanzó hacia el oeste: en esta época se fundaron
Toletum (Toledo) y Gracurris (Alfaro). Los conflictos
más duros con que se enfrentaron los romanos fueron las guerras lusitanas (155 a. C.-136 a. C.) y las guerras celtibéricas (153-133 a. C.). Las guerras lusitanas
se sostuvieron para defender el valle del Guadalquivir de los pillajes del caudillo lusitano Viriato. A su
muerte, Roma ocupó toda la Lusitania y se internó en
el territorio de los galaicos, aunque no llegó a controlarlo totalmente. Las guerras celtibéricas concluyeron
con la toma de la ciudad de Numancia (Soria), cuyos
habitantes resistieron un asedio de diez meses dirigido por Escipión Emiliano.
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CONVOCATORIA JUNIO 2009
쐌 Guerras civiles en Roma (133-31 a. C.). Durante este
período se produjo una pausa en el avance romano
si se compara con los períodos previos. En 123 a. C.,
Quinto C. Metelo conquistó Baleares y fundó Palma y
Pollentia (Pollença). Sin embargo, en esta época se
produjo una gran actividad militar, ya que los partidarios de los dirigentes romanos Sertorio y Pompeyo
utilizaron Hispania como plataforma contra sus respectivos enemigos: César venció a los pompeyanos
en Munda (Montilla, Córdoba).
쐌 Sometimiento de las montañas del norte (31-19 a. C.).
A esta época pertenece el relato de Floro analizado
más arriba. El motivo para emprender la campaña fue
acabar con los ataques de los cántabros, astures y
galaicos contra los pueblos limítrofes y el interés de
Roma por los minerales existentes en sus territorios.
Ante la falta de resultados, Augusto acudió personalmente a dirigir la campaña. Para someter a los pueblos del norte, empleó tres ejércitos simultáneamente mientras una flota atacaba la retaguardia por el
Cantábrico. La campaña se dio por concluida en 25 a. C.
La mayor parte de la población fue vendida como
mano de obra esclava. En 19 a. C. estalló de nuevo la
rebelión, que fue dominada por Agripa. De esta forma, finalizó la conquista de Hispania y se inició en su
territorio la pax romana.
 Los romanos, al igual que otros pueblos procedentes del
Mediterráneo, intensificaron la explotación de los recursos económicos de la Península, en particular las minas
de plata, oro, plomo, hierro, cobre, estaño y mercurio
(estas últimas en Almadén, Ciudad Real). Los metales
eran decisivos para Roma, ya que con ellos se acuñaba la
moneda. Además de minerales y metales, los romanos
exportaron los productos de la trilogía mediterránea
(vino, aceite de oliva y trigo), los salazones y el garum o
garo (salsa de pescado macerado con sal), y la cerámica
local, conocida como sigillata hispanica. En las actividades económicas abundaba la mano de obra esclava.
Hacia el siglo I, la sociedad hispana estaba formada por
unos siete millones de personas que poseían diferente
situación jurídica:
쐌 Los colonos romanos e itálicos. Eran una minoría que
gozaba de plenos derechos políticos y de propiedad,
e influyó en la vida política y cultural de Roma.
쐌 Las élites indígenas. Imitaban a los romanos copiando sus nombres, sus costumbres, su idioma y su
estructura familiar patriarcal.
쐌 Los indígenas libres. Se encontraban en la base de la
sociedad, por encima de los libertos o esclavos liberados que dependían del antiguo dueño.
쐌 En el último escalón de la sociedad se encontraban
los esclavos.
Se trataba de una sociedad agrícola, basada inicialmente en la pequeña y mediana propiedad de la tierra, que
propició el desarrollo de una importante sociedad urbaHistoria de España
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EXTREMADURA
na. Las ciudades estaban comunicadas por una densa
red de calzadas diseñada por Augusto y completada
por otros emperadores. El fin de estas calzadas era militar y administrativo, aunque también contribuyeron a
facilitar el comercio. Durante el Bajo Imperio la vida
urbana entró en un proceso de decadencia. Cobraron
más peso entonces las grandes propiedades agrícolas,
explotadas mediante colonos o en régimen de arriendo.
Se trataba de unidades autosuficientes de gran extensión, que constituyeron uno de los antecedentes del
feudalismo medieval.
 El origen de la romanización en Extremadura se sitúa en
las guerras lusitanas (154 a. C.-136 a. C.). En el transcurso
del conflicto, los romanos fundaron distintas colonias
que acogieron importantes guarniciones militares: Mettellinum (Medellín), Castra Cecilia (Cáceres) y Vicus Cecilius
(Baños de Montemayor). Cuando estas guerras finalizaron, los pueblos prerromanos extremeños quedaron
incorporados a la provincia de Hispania Ulterior.
A finales del siglo I a. C. esta provincia fue dividida en
dos: la Bética y la Lusitania, al sur y norte del Guadiana
respectivamente. Por esta época (entre los años 25 a. C.
y 13 a. C.) fue fundada la ciudad de Emerita Augusta
(Mérida) como capital de la Lusitania. En su origen, la
ciudad fue una colonia en la cual se asentaron soldados
veteranos (eméritos) de las legiones romanas, que recibieron tierras como premio por los servicios prestados
en su lucha contra los pueblos cántabros. Otros núcleos
urbanos de la Lusitania fueron Norba (Cáceres), Augustobriga (Talavera la Vieja), Capera (Cáparra), Caurium
(Coria) y Turgalium (Trujillo). A la provincia Bética pertenecieron otras importantes ciudades de la actual Extremadura; entre ellas cabe citar Seria Fama Iulia (Jerez de
los Caballeros), Nertobriga (Fregenal de la Sierra), Contributa Iulia (Medina de las Torres), Curiga (Monesterio) y
Regina (Casas de Reina).
Concluidas las campañas militares romanas en suelo
extremeño, se inició una etapa de convivencia pacífica. La
economía de la población autóctona, formada por lusitanos, vetones, turdetanos o célticos, siguió siendo de base
agraria y ganadera. Muchos colonos romanos se dedicaron
al cultivo de la tierra y a otras actividades más especializadas (comercio, ingeniería, tareas artesanales). Aunque
en principio predominaron las pequeñas explotaciones
agrícolas, con el tiempo fueron adquiridas por los grandes propietarios. Surgieron así los primeros latifundios,
amplias explotaciones organizadas desde las residencias señoriales, las llamadas villas. En la provincia de
Cáceres destacan las villae de Monroy o Alconétar, y en la
provincia de Badajoz las de Medellín, Mérida, Jerez de los
Caballeros, Montijo, La Cocosa (en las cercanías de Badajoz), Solana de los Barros y Pueblo Nuevo del Guadiana.
Las comunicaciones entre los asentamientos urbanos y
rurales se realizaban, como en el resto de Hispania, a través de calzadas. La más importante era la vía de la Plata,
que unía Hispalis (Sevilla) con Augusta Asturica (Astorga) y recorría Extremadura de sur a norte.
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CONVOCATORIA JUNIO 2009
Las ciudades de la Extremadura romana contaban con
un entramado de calles cuyo trazado debía adaptarse al
relieve. Las necesidades defensivas obligaron a construir
murallas alrededor de algunas, como es el caso de Norba (Cáceres), Caurium (Coria) y Emerita Augusta (Mérida). Solían disponer de dos vías principales: el decumanus (este-oeste) y el cardus (norte-sur). Junto a estas
arterias urbanas se encontraba el foro, espacio concebido como plaza pública donde se alzaban edificios de
importancia. Así, en uno de los foros de Mérida se situaban el templo de Diana, la basílica y las termas. Bajo las
calles había cloacas o desagües: en la ciudad de Regina
(Casas de Reina) todavía se conserva la red de alcantarillado construida en la época romana.
También existen en Extremadura importantes ejemplos
de la ingeniería romana. En las cercanías de Mérida se
encuentran los embalses de Proserpina y Cornalvo; de
ellos partían canalizaciones a través de acueductos,
como atestiguan los restos del acueducto de los Milagros que, procedente del embalse de Proserpina, recorre
9 km hasta llegar a la ciudad. Otras conducciones son la de
San Lázaro (5 km) y la del embalse de Cornalvo (25 km).
Destacan asimismo los puentes de Alcántara (sobre el
Tajo), Alconétar (en la confluencia del Tajo y el Almonte)
y Mérida (sobre el Guadiana), el más largo de la Península Ibérica (792 m de longitud y 60 arcos).
En cuanto al arte romano, Extremadura posee algunos
de los edificios públicos y monumentos más representativos: templos de Diana (en Emerita Augusta) y de
Augustobriga (Talavera la Vieja); anfiteatro de Mérida,
que poseía un aforo para 15 000 espectadores; teatros
de Mérida (5 000 espectadores), del siglo I, y Regina
(Casas de la Reina); el circo de Mérida (30 000 espectadores). Entre los monumentos conmemorativos destacan el arco sobre el puente de Alcántara, el de Trajano
en Mérida, que servía de acceso al foro, y el de Cáparra,
al norte de Plasencia. Este último presenta la particularidad de que posee cuatro frentes.
Además, en el Museo de Arte Romano de Mérida se conservan importantes muestras de la escultura y la pintura
de la región. Las pinturas y los mosaicos decoraban las
estancias en las casas y edificios públicos. De las primeras cabe mencionar las de las casas del Mitreo y del anfiteatro de Mérida. En cuanto a los mosaicos, los museos
extremeños conservan numerosos ejemplos. Algunos
de ellos son de tema mitológico, como el de Orfeo
(Museo Arqueológico de Badajoz), o los de Baco y Ariadna, el de los Aurigas y el del Rapto de Europa (Museo de
Arte Romano de Mérida). También se conservan ejemplos del arte funerario, como es el caso del dystilo de
Zalamea de la Serena.
Preguntas
 Unión de Armas. Proyecto presentado por el conde
duque de Olivares en 1625 con el que pretendía crear
un ejército de 140 000 hombres, reclutado y mantenido
por todos y cada uno de los reinos de la monarquía hisHistoria de España
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EXTREMADURA
pánica en función de sus recursos demográficos y económicos. Olivares perseguía la uniformidad jurídica de
los dominios del rey y un aumento de las contribuciones
de sus reinos no castellanos para evitar que la presión
fiscal recayera casi exclusivamente en Castilla. El objetivo último del proyecto era aumentar los ingresos del
reino para financiar la onerosa política exterior. De esta
forma, la Unión de Armas respondía a los ambiciosos
proyectos que el valido de Felipe IV pretendió desarrollar en los primeros años de su mandato.
Sin embargo, el proyecto chocó inmediatamente con la
realidad: la crisis económica y social, y la resistencia de
los distintos reinos, que se escudaban en sus fueros y
privilegios. Tras muchas discusiones y presiones por parte de Aragón y Valencia, Felipe IV aceptó reducir la aportación del Ejército y que esta fuera en metálico, no en
soldados. Cataluña, sin embargo, se negó a realizar contribución alguna y quedó al margen de la Unión de
Armas. En 1626 se dio forma jurídica al proyecto y el rey
logró que las Cortes de Castilla aprobasen una importante contribución. Además de no alcanzar los objetivos
perseguidos, la Unión de Armas fue uno de los factores
que provocaron el clima de descontento que desembocó en la gran crisis de 1640.
 Código de las Siete Partidas. Compilación de textos
jurídicos compuesta entre 1256 y 1265 bajo la dirección
de Alfonso X el Sabio. Titulada en su versión primitiva
Libro del Fuero de las Leyes, es considerada la obra de
legislación más importante en la historia de España. Fue
elaborada por una comisión de juristas que utilizaron
fuentes procedentes de los derechos romano y canónico, aunque también se inspiraron en el derecho consuetudinario castellano. Aún se discute si el propósito de
Alfonso X fue realizar una gran enciclopedia jurídica o
un texto legislativo para su aplicación práctica. Las Siete
Partidas fueron promulgadas durante el reinado de
Alfonso XI como derecho supletorio del Ordenamiento
de Alcalá (1348). Constan de siete partes: fuentes y derecho de la iglesia; derecho político, organización del reino
y normas sobre la guerra; organización judicial, proceso y
derechos sobre las cosas; derechos de familia y relaciones de vasallaje; derecho de obligaciones; derecho de
sucesiones y derecho penal.
Publicadas por primera vez en 1491, el Código de las
Siete Partidas fue traducido a otras lenguas (catalán,
gallego o portugués) y se mantuvo vigente en España y
sus colonias hasta la desaparición del Antiguo Régimen.
 Jovellanos. Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)
fue una de las figuras más sobresalientes de la Ilustración española. Mantuvo contactos con el grupo de ilustrados constituido en Sevilla alrededor de Pablo de Olavide, tras ser nombrado oidor de la Real Audiencia de
esta ciudad. A su regreso a Madrid, fue designado alcalde de Casa y Corte, entrando en contacto con los principales políticos ilustrados de la época de Carlos III. Fue
miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia, y participó en la Sociedad Econó-
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CONVOCATORIA JUNIO 2009
mica de Amigos del País de Madrid. Durante el reinado
de Carlos IV fue apartado de la Corte por el favorito
Manuel Godoy. Nombrado en 1797 secretario de Gracia
y Justicia, poco después fue destituido y desterrado a
Mallorca, donde permaneció hasta 1808.
Cuando estalló la Guerra de la Independencia, Jovellanos se convirtió en la figura más representativa de la
Junta Suprema Central, de la que formó parte en calidad
de representante de Asturias. Cuando en 1810 se creó
una regencia, Jovellanos se retiró a Asturias, donde murió.
Entre sus obras destacan Informe sobre la Ley Agraria
(1794-1795), en el que se analizan las causas de los problemas de la economía castellana, y Memoria sobre los
espectáculos y diversiones públicas (1790-1796), donde
defendió el papel educador de los espectáculos públicos
y criticó el teatro barroco y los toros.
 Abd al-Rahman III. Primer califa omeya de al Ándalus,
accedió al trono con el título de emir en 912 en un
momento de gran desorden en el emirato. En la primera
parte de su reinado derrotó en una larga guerra al rebelde Umar ibn Hafsun, que se había hecho fuerte en su
fortaleza de Bobastro, y sometió a obediencia a los
señores semiindependientes de Andalucía. Conseguida
la paz en estos territorios se hizo proclamar califa en
929, desvinculándose definitivamente de los califatos
abasí y fatimí. En los años siguientes, completó el proceso de unificación con las tomas de Badajoz y Toledo.
En la primera parte de su reinado mantuvo también
enfrentamientos con los reinos cristianos. En 920 vengó en
Valdejunquera la derrota sufrida tres años antes por
sus ejércitos en San Esteban de Gormaz. Desde 932
dichos enfrentamientos fueron constantes. Pese a sufrir
algunas derrotas importantes en Osma y Simancas,
mantuvo la hegemonía militar en la Península Ibérica, lo
que le permitió inmiscuirse en los asuntos de Navarra y
León. Asimismo, intervino en el norte de África: se adueñó de Tánger, Ceuta y Melilla con el fin de neutralizar la
amenaza fatimí.
Durante su reinado el califato de Córdoba vivió una fase
de esplendor. Abd al-Rahman III intentó que la cultura
andalusí liderara el mundo árabe e islámico promoviendo el renacimiento artístico e intelectual en Córdoba y
Madinat al-Zahra (Medina Azahara), una ciudad-palacio
iniciada bajo su reinado y continuada por su hijo y sucesor Al-Hakam II.
 Hernán Cortés. Conquistador español (1485-1547).
Natural de Medellín (Badajoz), estudió dos años en la
Universidad de Salamanca y en 1504 viajó a La Española.
Participó en la conquista de Cuba (1511) y, tras el fracaso
de la expedición a México de Juan de Grijalba, el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, le encomendó la
exploración de la península del Yucatán. Pese a que
poco después Velázquez revocó la orden, Cortés partió
hacia México el 10 de febrero de 1519 con una flota de
11 naves. Tras desembarcar en la isla de Cozumel, navegó hasta San Juan de Ulúa y fundó la Villa Rica de la
Historia de España
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EXTREMADURA
Veracruz (Veracruz). Allí tuvo noticias del Imperio azteca.
Se alió a los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, e inició el avance hacia el interior del continente. Tras entrar
en Cholula, donde realizó una terrible matanza, prosiguió su marcha hasta alcanzar la capital azteca, Tenochtitlán (8 de noviembre de 1519). Allí, pese a ser bien recibido por el emperador Moctezuma, Cortés lo hizo
prisionero. En los meses siguientes fue creciendo la animosidad de los habitantes de Tenochtitlán hacia los
españoles debido a la actitud de estos ante sus ritos religiosos. Finalmente estalló una rebelión en junio de 1520
(Noche Triste), durante la cual murió Moctezuma y los
españoles fueron expulsados de la ciudad. Poco después, Cortés derrotó a los aztecas en Otumba y sitió
Tenochtitlán, que finalmente tomó a mediados de 1521.
En años posteriores, Cortés envió expediciones a Honduras y Guatemala, y recibió el título de gobernador y
capitán general de la Nueva España. La brutalidad con la
que trató a la población indígena y los desacuerdos con
los emisarios enviados por la Corona provocaron que
fuese destituido y obligado a regresar a España. El
monarca le otorgó el marquesado de Oaxaca pero Cortés no recuperó sus poderes. A su regreso a México
(1530-1540), organizó varias expediciones; en una de
ella se descubrió la Baja California. Tras instalarse definitivamente en España, participó en una expedición contra Argel (1541). Escribió cinco Cartas de Relación que
envió a la Corona; en ellas describe los hechos de sus
conquistas y justifica su actuación.
 1713. Año en que se firmó la Paz de Utrecht, compuesta
por una serie de tratados suscritos en esta ciudad neerlandesa (1713) y en Rastadt (Alemania, 1714) por las
potencias que habían intervenido en la Guerra de Sucesión Española (1701-1715). Dichos acuerdos no solo
marcaron el final de la intervención extranjera en el con-
CONVOCATORIA JUNIO 2009
flicto en España —la guerra se prolongó en Cataluña
hasta el asalto a Barcelona en 1714, y en las Islas Baleares hasta la capitulación de Mallorca e Ibiza en 1715—,
sino que establecieron un nuevo orden en Europa y en
el ámbito colonial tras el conflicto abierto entre Francia
y España, donde reinaban los Borbones, y la Gran Alianza de La Haya, formada en 1701 por Inglaterra, Austria,
Provincias Unidas y Prusia, a la que posteriormente se
sumaron Saboya y Portugal.
En virtud de estos acuerdos Felipe V fue reconocido
como rey de España y de las colonias americanas, aunque hubo de renunciar a sus derechos a la Corona francesa y realizar importantes concesiones territoriales que
pusieron fin a la presencia española en el norte de Europa
e Italia. El gran beneficiado de los acuerdos de Utrecht
fue el Reino Unido, que se consolidó como potencia
naval y comercial y pudo frenar el expansionismo francés en Flandes e Italia.
Siguiendo las disposiciones establecidas en los tratados
de Utrecht, España cedió Menorca y Gibraltar al Reino
Unido que, además, vio reconocido su derecho a participar en el comercio con las Indias, lo que se tradujo en el
envío anual de un barco de mercancías (navío de permiso) a la feria de Portobelo (Panamá). El Reino Unido, además, se hizo con el monopolio del comercio de esclavos
africanos en América, llamado asiento de negros, y que
estaba en poder de Francia desde 1701.
Asimismo, España cedió Sicilia a Saboya y perdió los
Países Bajos del sur, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña,
que pasaron al Imperio alemán. También realizó concesiones territoriales a las Provincias Unidas y Prusia. Por
último, cedió a Portugal la colonia del Sacramento (Uruguay), un importante enclave para el comercio y el contrabando con las Indias de portugueses e ingleses.
Opción B
Cuestiones
 El texto reproduce el preámbulo y diez artículos de la
Constitución española de 1869, que entró en vigor tras
el triunfo de la Revolución de 1868. Fue aprobada por
las Cortes constituyentes el 1 de junio de 1869 y promulgada cinco días después. Se trata, por tanto, de una
fuente primaria de carácter jurídico-político. La Ley
consta de 112 artículos repartidos en 11 títulos y dos
disposiciones transitorias. Los artículos que aparecen en
el texto corresponden a los títulos primero, «De los
españoles y sus derechos» (2º, 3º, 4º, 21 y 26), y segundo,
«De los poderes públicos» (32, 33, 34, 35 y 36).
En el preámbulo se indica que las Cortes constituyentes
que han aprobado el texto han sido elegidas por sufragio universal (en realidad, sufragio general masculino);
era la primera vez que se utilizaba este procedimiento
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en España. Se afirma además que la soberanía radica en
la «Nación Española», en cuyo nombre las Cortes Constituyentes decretan y sancionan el texto.
La Constitución de 1869 reconoció además una amplia
serie de derechos individuales, naturales e inalienables
que se correspondían con el ideario de los partidos contrarios al sistema político isabelino. Estos derechos se
recogen en el título primero «De los españoles y sus
derechos»: garantías procesales (Art. 2º, 3º y 4º); libertad
de culto (Art. 21), garantizado por las «reglas universales de la moral y del derecho», aunque establece que la
nación y sus ministros están obligados a mantener la religión católica; y libertad de movimientos (Art. 26), aunque limitada al cumplimiento de ciertas obligaciones
(servicio militar y ciertas «cargas públicas»). En la Constitución de 1869 se establecían además diversos mecanisHistoria de España
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EXTREMADURA
mos para garantizar el respeto de estos derechos: sanciones a los funcionarios que no lo hicieran e indemnizaciones a los ciudadanos que hubiesen sido objeto de
abusos.
En los artículos del título segundo, «De los poderes
públicos», se reafirma que la soberanía reside en la
nación española (Art. 32), se establece la monarquía
como forma de gobierno (Art. 33) y se determinan las
atribuciones de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial (Art. 34, 35 y 36). El poder ejecutivo lo ostentaba el
monarca (aunque lo ejercía el Gobierno, pues el rey reinaba pero no gobernaba). El Gobierno, para poder llevar
a cabo sus propuestas, debía contar con el apoyo de las
Cortes. El poder legislativo residía en unas Cortes bicamerales: los miembros del Congreso eran elegidos por
sufragio general masculino directo y los del Senado a
través de compromisarios o representantes. Para ser
senador había que cumplir ciertos requisitos, como
tener más de cuarenta años, haber desempeñado cargos públicos o disponer de título universitario. El poder
judicial correspondía a los tribunales de justicia, a los
que se incorporó el jurado.
La Constitución de 1869 fue la quinta ley fundamental
que se promulgaba en España desde los inicios del siglo
XIX. Fue la primera, sin embargo, de naturaleza genuinamente democrática de las promulgadas hasta ese
momento en España.
 El Sexenio Democrático (1868-1874) constituyó el primer intento de establecer en España una democracia,
tal y como era entendida en el siglo XIX. Se inició con la
Revolución de septiembre de 1868, conocida por sus
partidarios como la Gloriosa. La Revolución se fraguó
durante la década de 1860 y tuvo diferentes causas. En
primer lugar, la impopularidad de la reina Isabel II, dominada por una camarilla de cortesanos (Sor Patrocinio,
conocida como «la monja de las llagas»; el marqués de
Miraflores; el secretario particular de la reina, Miguel
Tenorio) que condicionaba en gran medida la elección y
la acción de los gobiernos, sostenidos por los moderados de Narváez y los unionistas de O’Donnell. Al margen
del sistema político se fue configurando una amplia
oposición formada por quienes aspiraban a una apertura del sistema (progresistas, que practicaban el llamado
«retraimiento» desde principios de la década de 1860,
demócratas) o por quienes pretendían sustituir en el
trono a Isabel II (el duque de Montpensier, casado con
Luisa Fernanda, hermana de la reina; los carlistas). El descontento se tradujo en una serie de manifestaciones de
protesta (Noche de San Daniel, en 1865; sublevación de los
sargentos del cuartel de San Gil, en 1866, ambas en
Madrid) que fueron duramente reprimidas por el Gobierno. En 1866 un grupo de exiliados progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende (Bélgica) para destronar a la reina y derribar su régimen. Tras la muerte de
O’Donnnell (1867), líder de la Unión Liberal y principal
sostén de la reina junto con Narváez, los unionistas se
sumaron al pacto de Ostende. En 1868 murió también
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Narváez, que en ese momento ocupaba la presidencia
del Gobierno; le sustituyó Luis González Bravo.
La rebelión contra la reina se inició con un pronunciamiento militar dirigido por los generales Prim y Serrano,
líderes respectivos de progresistas y unionistas. A ellos
se unió el almirante Topete, unionista, al mando de la
Armada anclada en Cádiz. La insurrección recibió el apoyo popular, generalmente liderado por los demócratas,
que organizaron juntas revolucionarias. Las tropas leales
a la reina, dirigidas por el marqués de Novaliches, fueron
derrotadas por las del general Serrano en Alcolea (Córdoba); la victoria dejó libre la entrada a Madrid de los
sublevados. Isabel II huyó a Francia.
Tras el triunfo de la insurrección se formó un Gobierno
provisional que debía promover la elección de Cortes
constituyentes. Estaba presidido por Serrano y participaban en él progresistas (Prim, Sagasta, Figuerola, Ruiz
Zorrilla) y unionistas (Topete). Quedaron excluidos los
demócratas, quienes tenían una gran influencia en
las populares juntas revolucionarias de las ciudades, desde las que se reclamaba el sufragio general masculino, la
libertad de imprenta, culto y asociación, y la supresión de
los consumos y las quintas. Finalmente, el Gobierno provisional disolvió las juntas y sus grupos de voluntarios
armados. A cambio, estableció la mayor parte del programa demócrata. Esto provocó la inmediata escisión
del Partido Demócrata en dos facciones: cimbrios (dispuestos a cooperar con el Gobierno al margen del régimen político, monarquía o república, siempre que se
respetase la democracia) y republicanos (que creían
indispensable la implantación de una república federal).
El Gobierno provisional convocó elecciones a Cortes
constituyentes en enero de 1869 por sufragio general
masculino. En ellas lograron la mayoría los llamados
gubernamentales (progresistas, unionistas, y cimbrios).
Ocupaban el centro político y defendían una monarquía
parlamentaria y democrática, basada en la soberanía
nacional y en un Gobierno elegido por las Cortes y responsable ante ellas. El Partido Republicano Federal, representante de la izquierda, era la segunda formación en
número de diputados. Además del cambio de régimen,
planteaba la abolición de las quintas, la supresión de la
esclavitud en las colonias y una legislación favorable a
los trabajadores. Una facción del partido, los denominados intransigentes, propugnaba la insurrección armada
y el federalismo local. En el otro extremo del espectro
político, los moderados o alfonsinos apoyaban el regreso de los Borbones y la Constitución de 1845. Muy debilitados, a partir de 1873 su líder fue Antonio Cánovas del
Castillo. Por último, los carlistas constituían la extrema
derecha de las Cortes. Enemigos de la democracia, aceptaron el juego parlamentario de forma temporal; pronto
provocaron la Tercera Guerra Carlista (1872).
La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Constitución de 1869, la más liberal de las aprobadas en el
siglo XIX, que estableció una monarquía constitucional,
el sufragio general masculino directo y reconoció una
Historia de España
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EXTREMADURA
amplia serie de derechos individuales, naturales e inalienables (de reunión, asociación, etcétera).
El nuevo régimen hubo de enfrentarse además a las reivindicaciones populares y republicanas, que exigían cambios profundos, como el reparto de tierras o una mayor
justicia social (insurrecciones de 1868 y 1869 en Andalucía, Levante y Cataluña). También estallaron motines de
subsistencia contra las quintas y huelgas industriales. A
la inestabilidad social en el interior se añadió el conflicto
en las colonias. En 1868 se inició una sublevación independentista (Grito de Yara), liderada por el hacendado
Carlos Manuel Céspedes, que dio origen a la primera
Guerra de Cuba. Las hostilidades concluyeron en 1878
con la Paz de El Zanjón. En el ámbito económico, el
ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, emprendió
una política liberalizadora y estableció la peseta como
única moneda nacional. Además, rebajó los aranceles
aduaneros en contra de los intereses proteccionistas
(arancel Figuerola, 1869).
Una vez aprobada la Constitución, y hasta encontrar un
monarca que ocupara el trono español, fue nombrado
regente el general Serrano. El general Prim, ministro de
la Guerra hasta ese momento, pasó a ejercer la presidencia del Gobierno. Para ocupar el trono español se pensó
en distintos candidatos: el duque de Montpensier, cuñado de la reina Isabel II y favorito de los unionistas (a su
elección se opuso la Francia de Napoleón III); Fernando
de Coburgo, viudo de la reina de Portugal y favorecido por
quienes eran partidarios de la unión ibérica (él mismo
rechazó la candidatura y además se opuso el Reino Unido) y el archiduque Leopoldo Hohenzollern-Sigmaringen, al que también se opuso Napoleón III. Las presiones
del emperador francés para que se retirara su candidatura fueron una de las causas de la guerra francoprusiana (1870-1871). Incluso se llegó a pensar en ofrecer la
corona al general Espartero. Finalmente, la elección
recayó en Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II,
rey de la recién unificada Italia.
 Tras su elección por las Cortes españolas en noviembre
de 1870, Amadeo I de Saboya desembarcó en España el
30 de diciembre. Ese mismo día moría su principal valedor, el general Prim, como consecuencia de un atentado
que había tenido lugar en la calle del Turco de Madrid
tres días antes.
El nuevo monarca fue considerado un intruso por los
partidarios de los Borbones, tanto carlistas como isabelinos; también sufrió el rechazo de los adeptos de la
República. El rey encomendó a Serrano la formación de
Gobierno. Este convocó unas elecciones (1871) que dieron la mayoría a la coalición gubernamental (progresistas, unionistas, cimbrios). Poco después, esta coalición
comenzó a desintegrarse por la rivalidad existente en el
Partido Progresista entre los dos herederos políticos de
Prim. Por un lado, Práxedes Mateo Sagasta, más cercano
a los unionistas, formó el Partido Constitucionalista; por
otro, Manuel Ruiz Zorrilla, próximo a los demócratas,
fundó el Partido Radical. El rey confió la formación del
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CONVOCATORIA JUNIO 2009
Gobierno al segundo quien, ante la dificultad de obtener mayorías, cerró las Cortes. Su reapertura provocó la
caída de Ruiz Zorrilla y su sustitución por el general Malcampo, próximo a Sagasta. En estas fechas se desarrolló,
asimismo, el debate sobre la legalización de la Internacional de Trabajadores, que fue declarada ilegal por una
amplia mayoría. Ese mismo año, ante las críticas de carlistas y radicales, Malcampo dimitió y ocupó la presidencia del Gobierno Sagasta, quien convocó elecciones
cuyo resultado fue favorable a los constitucionales. Sin
embargo, el escándalo provocado por el descubrimiento de un fondo de 2 000 000 de reales de finalidad poco
clara provocó la caída de Sagasta y una nueva entrada
en el Gobierno de Ruiz Zorrilla. El líder de los radicales
convocó nuevas elecciones (1872) que dieron una
amplia mayoría a su partido. Sin embargo, la política del
nuevo Gobierno se vio lastrada por el temor a la revolución social y el estallido de la Tercera Guerra Carlista
(1872-1876). En este período se aprobó la abolición de la
esclavitud en Puerto Rico. Finalmente, en febrero de
1873, el rey decidió abdicar. El detonante fue un conflicto entre el Gobierno de Ruiz Zorrilla y el cuerpo de artilleros, que se había opuesto al nombramiento del general Hidalgo de Quintana como capitán general de
Vascongadas y, posteriormente, de Cataluña. El ejecutivo
presentó al rey un decreto de disolución del cuerpo de
artilleros que le ponía en una difícil posición: si lo firmaba se indisponía con el Ejército; si no lo hacía se enfrentaba a quienes le sostenían en el trono. El 11 de febrero
de 1873, Amadeo I decidió firmar el decreto y abdicar.
 La Primera República (1873-1874) fue proclamada por
las dos cámaras legislativas reunidas (lo que estaba prohibido por la Constitución de 1869) el mismo día en que
abdicó Amadeo I, el 11 de febrero de 1873. Se procedió
a la formación de un Gobierno presidido por el republicano Estanislao Figueras, pero con mayoría de radicales.
Los republicanos deseaban convocar elecciones para
reunir unas Cortes constituyentes; los radicales, para evitarlo, promovieron dos golpes de Estado fallidos (febrero y abril de 1873). Con consecuencia de ello, los republicanos se quedaron solos en el Gobierno.
Finalmente, en mayo se convocaron elecciones que dieron como resultado una mayoría federal ante el retraimiento de radicales, alfonsinos y carlistas, y se formó un
nuevo Gobierno presidido por Figueras. Sin embargo,
este dimitió a los pocos días, en desacuerdo con la línea
política de los federales. Le sustituyó el líder de esta facción, Francisco Pi i Margall. Su toma de posesión, lejos
de calmar las insurrecciones populares y a los federalistas radicales, las avivó. A lo largo del verano se produjeron agitaciones en diferentes ciudades de Andalucía y
en Alcoy una huelga convocada por los bakuninistas
derivó en un motín que concluyó con el asesinato del
alcalde y el incendio de una fábrica.
El movimiento cantonal estalló en julio de 1873 en Cartagena, como protesta de los federales intransigentes
ante la lentitud del Gobierno por aprobar una ConstituHistoria de España
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EXTREMADURA
ción federal. El levantamiento provocó que se presentara
precipitadamente un proyecto de estas características
pocos días después (fue redactado por Emilio Castelar
en apenas veinticuatro horas), mientras el movimiento
se extendía a otras ciudades (Valencia, Castellón, Sevilla,
Cádiz, Granada). Ante la imposibilidad de sacarlo adelante, debido a la división de los republicanos de distinto
signo, y a los reproches que lo hacían responsable del
levantamiento, Pi i Margall dimitió. Ocupó su puesto
Nicolás Salmerón, partidario de una política de mayor
firmeza. En las semanas siguientes, Salmerón impulsó la
recuperación militar de los principales focos de insurrección en Andalucía y Levante. A mediados de agosto, el
movimiento cantonal estaba prácticamente sofocado.
Resistieron algunos enclaves, como Málaga, que cayó en
septiembre de 1873. A partir de entonces la sublevación
quedó reducida al cantón de Cartagena, cuyo Gobierno
dominaba la escuadra y el arsenal existentes en la ciudad. En septiembre, Emilio Castelar sustituyó a Salmerón,
que había decidido dimitir por una cuestión de conciencia, y disolvió las Cortes. En la sesión de reapertura, el 3
de enero de 1874, el general Pavía entró en el edificio
por la fuerza con efectivos de la Guardia Civil y las disolvió. Pocos días después, caía el cantón de Cartagena.
Posteriormente, la presidencia de la República fue ejercida por el general Serrano, quien mantuvo la línea autoritaria de Castelar. Serrano se apoyó en los liberales que
no habían colaborado con la República federal, como
Topete, Sagasta y Cristino Martos. En diciembre de 1874,
Antonio Cánovas del Castillo, que promovía el regreso
de los Borbones, hizo firmar al príncipe Alfonso —depositario desde 1870 de los derechos dinásticos de su
madre, Isabel II— el Manifiesto de Sandhurst, en el que
detallaba su programa político. El pronunciamiento del
general Martínez Campos en Sagunto, el 29 de diciembre de 1874, acabó con la Primera República y la experiencia del Sexenio Revolucionario, y dio paso a la Restauración de la monarquía borbónica en la persona de
Alfonso XII.
Preguntas
 Manuel Azaña Díaz. Político español (1880-1940). Estudió derecho y opositó a la Dirección General de Registros y Notariado. Compaginó su actividad profesional
con sus inquietudes intelectuales, su militancia política
en el Partido Reformista de Melquíades Álvarez y la vinculación al Ateneo de Madrid. Sus escritos sobre la reforma del ejército le dieron prestigio intelectual. Además,
dirigió las revistas La pluma, que además fundó, y España. Se apartó del reformismo y en 1925 fundó el partido
Acción Republicana, sumándose a la oposición al régimen primorriverista.
Se sumó al Pacto de San Sebastián y formó parte del
Comité Revolucionario constituido como consecuencia
de dicho pacto. Tras la proclamación de la República, fue
designado ministro de la Guerra. En los meses siguientes, impulsó una profunda reforma del Ejército. En octubre de 1931 ocupó la presidencia del Gobierno tras la
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CONVOCATORIA JUNIO 2009
dimisión de Niceto Alcalá-Zamora. Entre 1931 y 1933
mantuvo el impulso reformista que caracterizó el primer
bienio de la Segunda República. Considerado un símbolo de la izquierda republicana, fue atacado duramente
por la oposición conservadora y encarcelado como consecuencia de su presunta participación en la Revolución
de octubre de 1934. Demostrada su inocencia, fundó
Izquierda Republicana y, gracias a una serie de discursos
pronunciados a lo largo de 1935, consiguió aglutinar a
las fuerzas que se oponían a los gobiernos de radicales y
cedistas, y desempeñó un papel clave en la formación
del Frente Popular (enero de 1936). Tras la victoria de esta
coalición electoral en las elecciones de febrero de 1936,
ocupó nuevamente la presidencia del Gobierno. Se
mantuvo en el cargo hasta mayo de ese mismo año, en
que, nuevamente, sustituyó a Alcalá-Zamora, esta vez
en la presidencia de la República. Desbordado por los
acontecimientos tras el estallido de la Guerra Civil, trató
de favorecer la recuperación de las instituciones del
Estado por parte del Gobierno de la República y, avanzada la guerra, se mostró partidario de una conclusión
negociada frente a la opinión contraria de Negrín, presidente del ejecutivo. Tras la caída de Cataluña, partió al
exilio y dimitió (27 de febrero de 1939). Dejó una notable obra literaria en la que destacan Vida de don Juan
Valera, la novela El jardín de los frailes, la obra de teatro
La velada de Benicarló y sus diarios políticos y de guerra.
 José Calvo Sotelo. Político español (1893-1936). Próximo al maurismo, fue diputado (1919-1922) y gobernador de Valencia. Durante la dictadura de Primo de Rivera
estuvo al frente de la Dirección General de la Administración Local (1923-1925). Como ministro de Hacienda
(1925-1930) impulsó el desarrollo de una banca estatal
(Banco Exterior de España) y el crecimiento del gasto
público, que pretendió compensar con un aumento
de ingresos mediante la constitución del monopolio de
petróleo (Campsa) y la elaboración de una reforma fiscal
que finalmente no pudo implantar. Tras la proclamación de la Segunda República, partió al exilio. En 1934
regresó a España. Fundó el Bloque Nacional y defendió
una monarquía no parlamentaria y corporativista. Elegido diputado en febrero de 1936, fue asesinado el 13
de julio de ese mismo año por un grupo de Guardias de
Asalto en venganza por el atentado que había acabado
con la vida del teniente Castillo un día antes.
 Juan Bravo Murillo. Político español (1803-1873). Perteneciente al Partido Moderado, fue miembro de las Cortes (1837-1840). Tras la implantación de la regencia de
Espartero, partió al exilio en Francia, del que regresó al
inicio de la Década Moderada (1844). En 1849 fue nombrado ministro de Hacienda, cargo que simultaneó a
partir de 1851 con la presidencia del Gobierno. Durante
su mandato, llevó a cabo una profunda reforma hacendística, equilibró el presupuesto y consolidó la deuda
pública. También trató de limitar el poder de los militares y se mostró favorable a una reforma constitucional
ultraconservadora, lo que provocó una oposición general que concluyó con su dimisión en 1852. Tras vivir un
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EXTREMADURA
CONVOCATORIA JUNIO 2009
nuevo período de exilio durante el Bienio Progresista, en
1858 fue elegido presidente del Congreso y cuatro años
después senador.
y 1872-1876) en las que se dirimieron el conflicto dinástico y los radicales desacuerdos políticos con los gobiernos liberales.
 Batalla de Teruel. Batalla de la Guerra Civil española
(diciembre de 1937-febrero de 1938) durante la cual los
ejércitos republicano y franquista se disputaron el control de dicha ciudad. La iniciativa partió de los republicanos, quienes pretendían neutralizar una ofensiva que,
según sus informaciones, preparaba Franco sobre Madrid
y Guadalajara, al disponer de un contingente de tropas
adicional tras la desaparición del frente norte. Para lanzar la ofensiva, el general Rojo eligió el sector de Teruel,
una zona en la que la línea de frente franquista adoptaba la forma de una cuña, que la hacía más vulnerable.
Las fases iniciales de la ofensiva fueron un éxito y las
fuerzas republicanas alcanzaron Teruel. Las tropas nacionales que defendían la ciudad, al mando del coronel Rey
d’Harcourt, ofrecieron una dura resistencia. Franco lanzó
una contraofensiva, pero su avance se vio frenado por
las fuertes nevadas. Finalmente, las tropas republicanas
tomaron Teruel (enero de 1938). Días después se inició
un ataque franquista para recuperar la ciudad, frenado
por un contragolpe republicano. En febrero Franco lanzó un nuevo ataque, que condujo a sus tropas a las
inmediaciones de Teruel, defendida por Valentín González, el Campesino. Antes de que se cerrase el cerco, el
Campesino decidió huir y Teruel fue retomada por el
ejército franquista (22 de febrero). La de Teruel fue una
batalla de desgaste que se libró en unas durísimas condiciones meteorológicas. La iniciativa republicana, si
bien desvió la atención de Franco durante unas semanas, no logró avances territoriales. Además, el desgaste
al que se sometió al ejército republicano provocó un
hundimiento del frente en los meses siguientes que permitió a las tropas de Franco avanzar hasta el Mediterráneo a la altura de Vinaroz (primavera de 1938), cortando
en dos el territorio republicano.
Durante la Restauración el partido carlista optó por participar en la vida parlamentaria. En 1888 tuvo lugar la
escisión integrista, dirigida por Ramón Nocedal. Tras
la muerte de Carlos VII (1909), su hijo Jaime asumió la condición de pretendiente. Se produjo entonces una nueva
escisión, encabezada por Juan Vázquez de Mella, que se
prolongó hasta la muerte de don Jaime en 1931. Reunido nuevamente bajo su sucesor, Alfonso Carlos, el carlismo adoptó la denominación de Comunión Tradicionalista. Mantuvo su fuerza en el País Vasco y Navarra, donde
fue clave en la sublevación militar del 18 de julio de
1936. La división interna en el movimiento facilitó su
fusión con Falange Española y la formación del partido
único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS
por el Decreto de Unificación (abril de 1937). No obstante, los enfrentamientos entre carlistas y falangistas fueron frecuentes durante el régimen de Franco y en algunas ocasiones provocaron crisis graves (incidentes en la
basílica de Begoña, Bilbao, 1942). El partido sufrió varias
escisiones y vaivenes ideológicos durante el franquismo.
Tras la instauración de la democracia, el pretendiente
Carlos Hugo formó el Partido Carlista que participó sin
éxito en las elecciones de 1979.
 Carlismo. Movimiento político español surgido como
consecuencia de la decisión del rey Fernando VII de promulgar la Pragmática Sanción, que permitía el acceso al
trono de las mujeres. La decisión favoreció a su hija, la
futura Isabel II, en detrimento del hermano del monarca,
Carlos María Isidro. En torno a él se formó un movimiento (el carlismo) que defendía la legitimidad dinástica de
don Carlos y era enemigo acérrimo del liberalismo.
Como rezaba su divisa, «Dios, patria y rey», sus miembros
eran partidarios del tradicionalismo, el Antiguo Régimen
y la monarquía de origen divino. También se mostraban
favorables al mantenimiento de los fueros frente a la
política centralizadora del régimen liberal.
 1812. Año de la promulgación de la Constitución de
Cádiz, ciudad en la que se había establecido dos años
antes la Junta Suprema Central, constituida en 1808, ante
el avance del Ejército francés durante la Guerra de la
Independencia. En 1810 se convocaron Cortes en dicha
ciudad, cuya primera sesión se celebró en septiembre
de ese mismo año. Durante el tiempo en que se mantuvieron abiertas las Cortes (1810-1813), se aprobaron una
serie de medidas que desmantelaron gran parte de los
fundamentos políticos, sociales y económicos del Antiguo Régimen. Pero su resultado legislativo más importante fue la aprobación de la Constitución de 1812, una
extensa norma que reflejaba el programa de los liberales de la época. Se trata de la primera ley fundamental
aprobada por un Parlamento nacional en la historia de
España. Inspirada en la Constitución de la Revolución
francesa de 1789, establecía la monarquía como forma
de Estado, cuya religión oficial era la católica, bajo los
principios de la soberanía nacional y la división de
poderes. Asimismo, incluía un sufragio general masculino e indirecto y establecía la democratización de la
vida municipal. La Constitución de 1812 se mantuvo
vigente hasta 1814, cuando Fernando VII reinstauró el
absolutismo.
El carlismo recibió un amplio apoyo social que procedió
del mundo rural, la baja nobleza del norte de España y
los sectores conservadores del clero y del Ejército. Fue
especialmente fuerte en el País Vasco, el norte de Cataluña y en algunas áreas del este peninsular (Maestrazgo)
y Castilla. Estas zonas fueron sus bastiones territoriales
durante las tres guerras carlistas (1833-1840; 1846-1849
También en 1812, durante la Guerra de la Independencia, se produjo la victoria del duque de Wellington contra los franceses en la batalla de Arapiles (22 de julio),
que provocó la salida de José I de Madrid el 10 de agosto y la entrada de las fuerzas angloespañolas en la misma dos días después. El monarca francés recuperó la
capital de su reino el 2 de noviembre de ese mismo año.
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